24
Jude no estaba decepcionado al ver que las piedras desaparecieron "misteriosamente" después de que las sacó durante la batalla dos días atrás. Él no era ingenuo y sabía que esas piedras podían ser mucha tentación para cualquier soldado, sin embargo, hizo lo que tenía que hacer para sobrevivir y en ese momento fue la decisión correcta. Algunos de los soldados tuvieron la suficiente conciencia como para ir a él con las piedras que encontraron, aún así, el saco se quedó a poco más de la mitad. A pesar de las pérdidas, fue suficiente como para hacer un intercambio justo con los miembros del gremio Caléndula roja.
North le envió un mensaje esa tarde para que se encontraran al otro lado de la muralla. En ese momento lo que menos deseaba era alejarse de Aster, pero necesitaba hacerse cargo de ese negocio, sobre todo ahora que el chico había recobrado la memoria.
Su corazón dio un salto, durante años resistió la tentación de acercarse a él, concentrado sobre todo en cumplir su promesa matrimonial, sin embargo, ahora estaba desesperado romper esa barrera que los había separado durante años.
"Es mi marido" pensó, recordando su apariencia la noche anterior, con esa bata que hacía que su silueta se viera a contraluz. Se acordó del cabello rubio, revuelto, en su rostro pálido, en la expresión sorprendida y el sonrojo de sus mejillas cuando lo tuvo debajo de él.
Maldijo, esa mañana se había llevado una sorpresa al verlo ayudar en el campamento, aunque no se sentía cómodo con la idea de hacer trabajar a su marido, la visión del chico usando el traje de enfermero y atendiendo la cafetería hizo que eventualmente la sangre en sus venas se agitara con fuerza.
Aster seguía siendo tan cautivador e irreal como la pintura de los querubines en nos techos de las iglesias.
—¿Pensando en tu vida matrimonial? —North apareció de la nada, sorprendiendo a Jude, quien a pesar de todo no reaccionó en lo absoluto—. Me enteré de que está en el campamento ahora mismo.
—Ese no es asunto tuyo —Jude levantó la bolsa con las piedras mágicas, dedicándole una mirada circunspecta—. ¿Está la señora interesada en negociar? —preguntó, yendo directo al tema.
North soltó un suspiro y negó con la cabeza.
—Por supuesto que sí, la señora te compraría cualquier cosa incluso si no la necesitara —explicó, encogiéndose de hombros—. Me dijo que seguramente esto sería suficiente —dijo, extendiéndole un cheque y prácticamente arrancándole las piedras de las manos.
Jude observó la cantidad, era exactamente lo que le hacía falta para pagar el precio del novio. Su corazón dio un salto, pero se controló rápidamente, aunque estaba seguro de las buenas intenciones de la señora, la mitad de aquel botín era para Lorraine.
Una pequeña sonrisa apareció fugaz en su rostro, de repente, aquella panadería en el centro de la ciudad no parecía un sueño imposible y estaba seguro de que pagar su deuda con los Winchester tampoco.
—No pongas esa cara y mejor dale las gracias a la señora —inquirió, leyendo su expresión rápidamente. North soltó un suspiro—. No es la gran cosa, es lo que vale y, además, no te está dando trato preferencial, si así fuera, te daría el dinero para comenzar tu nuevo clan.
Los ojos de Jude se movieron del papel a el rostro de North, observándolo con curiosidad. El hombre levantó una ceja al notar su expresión, a pesar de ser frío como una roca, había dejado que el sentimiento de sorpresa se escapara debajo de su coraza.
—Oh ¿No lo sabías? Tu marido acaba de pagar la cuota para separar a los Brummell de los Winchester, parece que planea abrir su propio clan —explicó, mientras comenzaba a revisar el contenido del saco, admirando el tamaño de las piedras que había dentro.
Jude frunció el ceño, era la primera vez que escuchaba algo al respecto. De inmediato se dio la media vuelta para entrar en el fuerte, North se quejó de que le estuviera dando la espalda, pero él no le hizo mucho caso, en su lugar se dirigió a la cabaña, donde abrió la puerta con una fuerza que no pretendía.
Aster, quien se estaba quitando los zapatos, levantó la vista sorprendido por la abrupta llegada de su marido. Sus ojos estaban abiertos de par en par y sus mejillas sonrosadas por el frío, en la frontera siempre hacía mal tiempo.
Inmediatamente se tranquilizó y cerró la puerta con cuidado. Aster ladeo el rostro, removiéndose incómodo en su lugar.
—¿Pasa algo? —preguntó, su voz ligeramente insegura, evaluando la situación a conciencia.
—¿Estás trabajando? —preguntó, con el ceño fruncido y la vista clavada en el muchacho. Aster se encogió de hombros, pero sus mejillas se pusieron aún más rojas.
—Algo así, estoy vendiendo algunas de mis velas, parece que salen a muy buen precio —explicó, como si no fuera la gran cosa, aunque viendo sus ganancias de hecho, lo era.
Jude se quedó en silencio, sintiendo la mirada expectante de Aster, quien finalmente no pudo soportarlo y se aclaró la garganta, intentando llamar la atención.
—¿Estás molesto? —preguntó con cautela.
—No —respondió rápidamente.
—Pareces molesto —insistió, esta vez tocando su hombro, como si así pudiese conocer más fácilmente su estado de ánimo.
—No lo estoy, lo que quieras hacer, tienes mi total apoyo —respondió y era verdad, sin embargo, había cierta incomodidad retorciéndose en su pecho, colándose como miles de insectos debajo de su piel.
Aster se dio cuenta enseguida de su estado de ánimo, era sin duda una persona muy perceptiva y a pesar de todo, también era quien más le conocía, no por nada había pasado la mitad de su vida observándolo.
—¿Pero? —el chico se inclinó, para verlo a los ojos—. Porque hay un "pero" ¿Cierto?
Jude tomó aire y se giró poniéndose en pie, tomándolo por sorpresa, Aster retrocedió, abriendo los ojos de par en par.
—A partir de este momento me esforzaré el doble para ser un marido competente —explicó, para después dirigirse a la puerta de la cabaña, dispuesto a marcharse para continuar con su turno como centinela.
Aster soltó una exclamación de sorpresa y corrió detrás de él, sosteniéndolo del brazo, intentando detenerlo. Sorprendido, Jude se soltó de su agarre y retrocedió rápidamente. Silencio. Ambos se miraron con gesto incómodo, hasta que Aster se atrevió a hablar.
—Eres un marido maravilloso —dijo, observándole con expresión esperanzada.
Una pequeña sonrisa se le escapó a Jude, quien le acarició la mejilla y se inclinó, besándole la frente.
—Sólo dices eso porque te gusto —aclaró, acomodándose algunos rizos rebeldes. Aster se sonrojó furiosamente.
—Bueno, cuando no tenía recuerdos todavía pensaba que eras un gran esposo —dijo, encogiéndose de hombros.
Jude se contuvo de replicar aquel argumento y en su lugar le tomó del rostro, besándole los labios en un gesto dulce. Aster se empujó, intentando profundizar el contacto, pero Jude se alejó, saliendo de la habitación.
—¡Me retracto, eres un marido horrendo! —le gritó desde la puerta y Jude se despidió con una mano, sin dedicarle una última mirada. No quería arrepentirse y dejar tirado su turno una vez más.
Aster despertó a la mañana siguiente con la noticia de que esa noche tendría que marcharse del campamento. Decepcionado se dio cuenta que apenas había tenido tiempo para pasar con Jude y eso le hizo sentir bastante egoísta teniendo en cuenta que la gente en la frontera todavía estaba recuperándose del último asedio.
Como todavía faltaban unas horas antes de que todo estuviera listo, decidió hacer una visita que tenía pendiente desde el día anterior.
Fue a ver a Bonnie.
Rápidamente se escabulló hasta las caballerizas, donde distinguió a la yegua de entre todas porque era enorme. Su pelaje brillaba en un negro lustroso, la base de las patas era peluda y daba la impresión de que se trataba de un accesorio de moda, además su crin era preciosa. El establo apestaba, pero el olor le resultó familiar, mientras caminaba en silencio, la yegua se alteró, intentando avanzar hacia él. Aster encontró el gesto encantador y recordó que el animal hacia eso cada vez que lo veía.
—¿Todavía te acuerdas de mi? —preguntó, acercando la mano para acariciarla. Estaba a punto de tocar su hocico, cuando alguien tiro de él, alejándolo del animal.
Aster se giró, sorprendido, encontrándose con el rostro asustado de un joven mozo que debía tener menos de quince años.
—¿Qué pasa? —exclamó, soltándose con brusquedad.
Aquella intervención lo tomó por sorpresa. El chico le dedicó una mirada de disculpa, no estaba usando el uniforme completo, sudaba copiosamente y arrastraba una enorme cubeta con carne cruda.
—Lo siento —se disculpó—. Pero no puede tocarla, es carnívora y le arrancará la mano si se acerca demasiado —el chico se puso pálido ante sus propias palabras. Nadie quería que el adorado esposo de Jude Brumell perdiera una extremidad.
Confundido, Aster le dio una mirada la yegua, frunciendo el ceño ante el animal, que relinchó de insatisfacción ante la lejanía de su amo original. Aster sintió una profunda ternura por Bonnie, a quien conocía desde que apenas era una potrilla.
—Tonterías —explicó, alejándose del muchacho rápidamente y acariciando a Bonnie en el hocico, ella relincho una vez más y el sonido fue muy parecido a un gemido de felicidad.
El tacto de su piel era suave, la yegua estaba sana y feliz, Aster recordaba haberla montado muchas veces, aunque solo en las ocasiones en las que ella le permitida hacerlo. Era muy testaruda, muy orgullosa y todo se tenía que hacer como ella quería. Aster sintió que su corazón se hinchaba de amor y nostalgia, mientras tanto, el mozo los observaba anonadado.
—¿Qué esta pasando aquí? —La voz de Jude interrumpió el reencuentro, Aster le sonrió, sin soltar a la yegua y el joven mozo comenzó a disculparse sin cesar, asustado por la aparición del hombre. Este apenas lo miró.
—Vez a ayudar a la cocina —dijo—. Yo me encargaré de alimentar a Bonnie —su tono no aceptaba replicas. El chico se marchó rápidamente, largándose del lugar como alma que llevaba el diablo.
Aster observó a Jude en aquel ambiente tan familiar, el hombre se acercó, observándolo unos segundos antes de hablar.
—Desde que se infectó no suele llevarse muy bien con la gente —dijo, encogiéndose de hombros.
—Nunca lo ha hecho, es un milagro que todavía me recuerde —sonrió, mientras la yegua le respiraba en el cabello, despeinándolo.
Un recuerdo llegó mientras decía aquellas palabras. Fue hace varios años, Aster tenía catorce recién cumplidos y estaba intentando montar a Bonnie con la ayuda de Jude. Su padre estaba furioso porque no había podido someter a una simple yegua, pero Aster nunca escuchaba de verdad a su padre, era una sordera selectiva la que le afectaba cada vez que el duque comenzaba con sus discursos grandilocuentes.
Era una mañana brillante, el viento olía a sol, a primavera. El pasto era de un verde esmeralda que se extendía por varias hectáreas. Se suponía que ambos estaban solos, pasando el rato, Aster llevaba media hora intentando conseguir que Jude lo besara, por lo menos una sola vez.
—Anda, sostenme —le había dicho, tomándolo de las manos para guiar el agarre a su cintura. El muchacho se había soltado como si el tacto lo quemara, alejándose tan rápidamente como pudo.
—No necesitas que te sostenga para poder montar —explicó, negándose rotundamente a caer en aquellos jueguecitos a los que ya estaba acostumbrado.
—Pues yo difiero —Aster agitó las pestañas de forma descarada, tirando una vez mas de las manos de Jude—. ¿Cómo voy a montarte si no me sostienes? —dijo, sonriéndole. La cara de Jude se puso roja como nunca la había visto.
—¡Aster! —exclamó, furioso. El susodicho simplemente comenzó a reírse.
—Era una broma ¿No tienes nada de sentido del humor? —preguntó ladeando el rostro.
Estaban tan concentrados en ese jueguecito del gato y el ratón que no notaron a la Pesadilla que se había colado en sus tierras, la cual los observaba a lo lejos. Cuando se lanzó sobre ellos, apenas pudieron reaccionar y Bonnie, al ser el objetivo más grande se transformó en un blanco fácil.
La yegua le dio de coces a la Pesadilla, pero esta era una bestia viciosa que pudo agarrarla sin problemas y la mordió con fuerza. Jude tiro de Aster, alejándolo de golpe, liberó sus sombras y se lanzo sobre la criatura, devorándola en un santiamén. Nunca supieron cómo se había colado tan lejos, con todas las guardas que había en la mansión y el largo camino que tuvo que recorrer desde la frontera era un milagro que siguiera viva, así que lo más seguro era que su aparición en los terrenos de los Winchester no fuera fortuita.
En ese entonces Aster era un joven heredero brillante, por supuesto que a veces se transformaba en un objetivo.
Aster había gritado desesperado al ver como su querida Bonnie era consumida lentamente por el veneno de la pesadilla y sin pensarlo dos veces abrió sus venas espirituales para sacar el veneno. Aquel procedimiento no era exactamente común, de hecho, no había registros de que nadie lo hubiese intentado antes de que Aster lo realizara en su yegua, aunque si había un par de médicos que habían pensado en ello, el asunto era que la investigación para su desarrollo consistía en trabajar de cerca con las sombras y en una sociedad que repudiaba este tipo de magia era impensable que alguien se arriesgara a perder los patrocinios y su reputación por realizar estudios.
Por otro lado, aunque había médicos que sí se especializaba en pacientes con magia de sombras, eran muy pocos, era un área inexplorada.
Como sea, fue una suerte que Aster pudiera realizar un procedimiento tan complicado solo, pero la desesperación ante la posibilidad de perder a su querida Yegua fue suficiente para él.
Después de eso la yegua cambió, se volvió negra, carnívora, comenzó a crecer desmesuradamente y apenas se le permitió verla, Jude fue el único que cuido de la misma, el la alimentaba desde pequeña y Bonnie pareció recordarlo después del cambio. La yegua era una pérdida de dinero, pero también era un espécimen raro que su padre conservaba enjaulado para mostrar a sus invitados durante las fiestas, era una atracción de circo para los ricos que querían sentir un poco de adrenalina controlada en sus vidas.
Bonnie fue la dote de Aster y Jude la aceptó gustoso porque sabía lo que esa yegua significaba para el muchacho.
—Gracias por cuidarla —ahora que sus memorias estaban de vuelta la presencia del animal era una prueba mas de lo mucho que Jude estaba sacrificando para estar con él.
Jude se acercó, acarició el hocico de Bonnie y luego tiro de Aster, rodeándolo por la cintura. Aster no opuso resistencia, apenas soltó un gemido cuando colocó las manos sobre el pecho de su esposo. El uniforme de la milicia le calzaba como un guante y olía maravilloso, como a viento y magia primordial. Jude se inclinó hacia él, robándole el aliento con un beso, Aster se encogió en sí mismo, apretando los puños sobre la chaqueta del hombre, con sus cuerpos tocándose, mientras asaltaba su boca en un gesto rudo que lo hizo gemir. Eran labios contra labios y una lengua pícara que se enredó con la suya, tomándolo por sorpresa. Una punzada de excitación le recorrió el cuerpo, mientras la felicidad explotó en su pecho.
Su yo de quince años estaba llorando de felicidad, su yo de veinte años gemía de placer. Las manos de Jude lo rodearon, levantándolo hasta obligarlo a estar de puntillas.
Bonnie soltó un relinchido que les recordó que tenían que respirar, cuando se separaron, Aster le dedicó una mirada vidriosa y se mordió los labios. Estaba a punto de pedirle que continuara, cuando alguien entró por la puerta.
—¡Capitán! —exclamó un soldado que reconocía del campamento—. La reina solicitó su presencia urgentemente en el palacio —la apariencia del muchacho estaba un poco desaliñada y se veía pálido. Le dio la sensación de que nadie en ese lugar tenía permitido un minuto de paz.
—¿La reina? —Jude frunció el ceño, alejándose de Aster, quien inmediatamente soltó un suspiro de añoranza—. Disculpa —dijo, dirigiéndose a él, parecía que iba a agregar algo más cuando el soldado lo interrumpió.
—General —insistió, aclarándose la garganta—. Hay algo más que debo agregar —el hombre les dedicó una mirada incómoda—. La reina también solicita la presencia de su marido.
Como pueden ver esta historia es un gran desastre y lo seguirá siendo, porque no es posible que la vida de estos dos vuelva a ser aburrida después de las últimas revelaciones xD
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