23
Esa noche sus sueños fueron distintos, se vio sumido en un calor abrumador que lo tuvo retorciéndose bajo las sábanas. Las imágenes que vio no eran claras, pero si las sensaciones; unas manos sosteniéndolo; el tacto del cuero; dedos largos y rudos; una dureza golpeando entre sus piernas y un par de ojos verdes que lo observaban con deseo.
Cuando se despertó estaba agitado, avergonzado, sabía exactamente lo que fue ese sueño y lo único que se le ocurrió hacer fue meterse en el pequeño baño que estaba adjunto en la habitación. Aster estaba todavía ardiendo y se dio cuenta que su pijama estaba mojada. Mortificado se metió bajo el chorro de agua con la ropa puesta y se lavó, al salir se secó con magia. Él no era muy bueno en las tareas del hogar, así que la tela de su pijama quedó más ligera, seguramente por usar una técnica de secado demasiado ruda.
Entonces lo vio, era Jude, quien estaba durmiendo como un bebé. Aster sonrió y se acercó a él, subiéndose en la cama para observarlo mejor, su rostro se veía mucho más joven ahora que estaba inconsciente. Con cuidado apartó algunos rizos de su rostro, su corazón comenzó a latir con fuerza al verlo. Aquel amor inmaduro que tenía a los quince años se manifestó con fuerza, ahora que su mente le permitía pensar con claridad se daba cuenta de ello.
Aster se acostó a su lado y utilizó el brazo del hombre como almohada, lo abrazó, primero con timidez y luego con entusiasmo. Era su marido después de todo. Enseguida se durmió de nuevo, afuera todavía no había amanecido, así que tenían tiempo para perder en la cama.
Aproximadamente una hora después abrió los ojos con los primeros rayos del sol, sintiendo el perfume del hombre invadir sus sentidos y una felicidad desbordante rezumbando en su piel. Permaneció tumbado entre los brazos de su marido un rato más, hasta que comenzó a escuchar actividad afuera. Después de pensarlo un rato se puso en pie, colocándose encima la chaqueta militar que Jude le dio la noche anterior.
Inseguro asomó la cabeza afuera, donde un grupo de hombres estaban trabajando en la limpieza. El campamento era un desastre Aster pudo notar escombros, rastros de sangre seca, pero ningún cuerpo. Recordó entonces lo que había escuchado de la frontera, que era un lugar peligroso donde ocurrían constantes ataques, tanto de pesadillas como del ejército del reino vecino. Enseguida se acordó de los rostros de los soldados la noche anterior, parecían cansados, tristes y asustados.
Pensó entonces que al menos esa mañana podía ser de ayuda y salió al patio. Enseguida las miradas se posaron sobre él, Aster no sabía a quién dirigirse, un murmullo se levantó en los alrededores y de repente se puso a pensar que quizás no era apropiado que estuviera ahí, utilizando ropa de cama y andando descalzos.
Un poco fuera de lugar comenzó a buscar a alguien con la mirada, cualquier persona que pudiera ayudarle, pero cuando el posaba su atención en los soldados, estos fingían no verlo y se sumían en su trabajo.
—Parece que el joven marido ya está despierto —El doctor Xu le habló desde la clínica a unos metros de él—. ¡Ven acá! ¡Vamos! ¡Ven! —el hombre le hizo una seña con la mano y Aster caminó tan rápido cómo la fue posible, aunque fue una tarea difícil para sus pies que estaban acostumbrados a siempre usar finos calzados.
Cuando llegó frente al doctor, agradeció el piso en el edificio.
—¿Dónde está tu esposo? —preguntó, el hombre hablaba con confianza, como si lo conociera de siempre—. Creo que su turno comenzaba hace una hora y no ha aparecido, es raro que se retrase —dijo, asomándose hacia la cabaña de Jude.
—Está durmiendo, no lo desperté porque parecía muy cansado —Aster se sonrojó al decir aquellas palabras, después de todo, alrededor todo el mundo se veía cansado.
—¿Durmiendo? —el hombre lo miró con incredulidad—. Pero si Brummell apenas duerme —espetó, levantando una ceja.
—Es por las velas —dijo, encogiéndose de hombros—. Encendí una para él ayer —Aster no pudo evitar la satisfacción en sus palabras. Al final las velas habían cumplido con su objetivo.
—Ah, pensé que se trataba de un embrujo marital —el hombre sonrió—. Supongo que es buen momento para advertir que con las heridas que tiene es mejor que no se esfuerce demasiado —El doctor Xu soltó un suspiro—. Gente, consigan un uniforme para él, no podemos dejar que siga en ropa de cama todo el día —Luego le miró los pies—. Y unos zapatos pequeños también.
Uno de los enfermeros salió corriendo después de un gesto afirmativo. Aster puso rojo al darse cuenta de la insinuación en el comentario del doctor, sin embargo, eso no duró demasiado.
—¿Jude está herido? ¿Qué le pasó? —preguntó, abriendo los ojos de par en par.
—No mucho, recibió un tratamiento muy caro hace poco, pero, aunque ya no tiene heridas externas la carga física puede traerle secuelas en el futuro, lo dejaremos dormir un poco más —el doctor Xu le sonrió—. De todas formas, necesito que me digas una cosa —el hombre parecía acostumbrado a que todas las conversaciones se movieran a su antojo.
—¿Qué cosa? —Aster ladeo el rostro.
—Necesito tu receta de pastel de calabaza.
Mentiría si dijera que la petición no lo tomó por sorpresa, pero sonrió en respuesta.
—Por supuesto.
Cuando Jude abrió los ojos se encontró sólo en la habitación, las sabanas a su lado estaban revueltas y no había rastro de Aster en los alrededores. Luego se dio cuenta de algo, la luz del sol estaba entrando por la ventana, se había hecho quedado dormido profundamente, como no lo había en mucho tiempo. Sorprendido se puso en pie, el mundo alrededor parecía brillante, mucho más vívido. Los dolores de los últimos días parecían haber menguado, pero seguía sintiendo una punzada en la herida al levantarse.
Rápidamente se preparó para un largo día de trabajo, a pesar de todo se avergonzaba de haberse dormido en semejante circunstancia. Todos en la división debían estar hechos polvo. Cuando estuvo listo se asomó por la ventana, estaba lloviendo, lo hacía de una manera en la que era imposible trabajar fuera, los soldados debían estar descansando a cubierto.
Suspirando salió a campo abierto, buscando a su marido, rogando que no se hubiera metido en algún problema. De manera casi inconsciente encendió una barrera alrededor, de modo que el agua no tocó su uniforme en ningún momento. Debido a la contaminación de la magia en la frontera, bañarse en agua de lluvia podía resultar contraproducente para la salud, mucho peor que si hablaban de lluvia normal. La tierra y las plantas estaban aclimatadas a aquel exceso de sombras en todos lados, pero las personas no eran autóctonas de ahí, así que les afectaba más.
Jude se movió rápidamente hasta llegar al edificio del comedor, donde estaban la mayoría de los soldados descansando. Pudo notar enseguida, para su tristeza, que las bajas y heridos fueron sustanciales, los rostros de cada uno de los soldados en aquella sala parecían abatidos. Jude sabía que las vidas que se perdieron no podrían ser reemplazadas, pero esperaba que los ánimos mejoraran cuando los heridos salieran de la enfermería.
Estaba pensando en ello cuando notó cómo la multitud parecía revivir y comenzaban a rodear la zona de la cocina.
—Hagan una fila por favor, les serviremos enseguida —una voz extremadamente conocida llamó su atención. Al otro lado de la barra estaba Aster, con un traje de enfermero, un abrigo de la milicia y ayudando a los soldados encargados de la cocina.
Jude se puso furioso y comenzó a andar, abriéndose paso entre la gente. Al principio algunos intentaron protestar, pero luego se dieron cuenta con quien estaban hablando y retrocedieron de inmediato.
Al notar su presencia Aster le sonrió.
—Esposo mío —dijo, dirigiéndole una expresión brillante—. ¿Ya despertaste? —aquella sonrisa le golpeó, haciéndole retroceder de último momento, impidiéndole actuar tan enojado como le hubiera gustado.
—¿Quién te ha pedido que trabajes en la cocina? —preguntó, dirigiéndole una mirada feroz al grupo de soldados que estaba colocando las ollas para comenzar a servir. Todos se mostraron entre aterrorizados y confundidos por la escena.
—Fui yo —el doctor Xu salió del fondo de la cocina con una sonrisa radiante en el rostro—. El petirrojo tiene un don y necesitamos manos extras en el fuerte —explicó, encogiéndose de hombros.
Jude apretó los puños, estaba a punto de protestar, cuando Aster intervino.
—Yo me ofrecí como voluntario y me asignaron aquí. Al parecer no podré viajar hasta dentro de tres días, así que pensé que sería buena idea que ayudara en algo —se explicó, encogiéndose de hombros.
Jude se le quedó mirando, el abrigo le quedaba grande y estaba seguro de que el uniforme también. Aun así, parecía bastante cómodo con la situación.
Un suspiro se le escapó de los labios.
—¡Formen una fila! —exclamó, y la gente que estaba arremolinada alrededor de la barra se le quedó mirando, sin saber que hacer—. ¡Ahora! —ordenó, elevando más la voz.
Rápidamente los soldados obedecieron, incapaces de oponerse a la mirada furiosa de Jude Brummell. El doctor Xu salió de detrás de la barra y se recargó en la pared, mirándolo con una sonrisa divertida.
—Es un hombre muy hábil ese maridito tuyo —dijo señalando a Aster, que servía cuencos con sopa, té verde y una pequeña pieza de pastel de manzana en las bandejas de los soldados. Jude soltó un gruñido.
—¿Ha sido idea tuya? —preguntó, su mirada no se despegaba de la escena. Estaba vigilando juiciosamente cada movimiento de Aster, asegurándose de que ninguno de aquellos hombres lo mirara demasiado.
Los soldados no eran tontos, enseguida se dieron cuenta que Jude Brummell estaba loco por su marido y nadie quería arriesgarse a molestar al hombre, así que sonreían dándole las gracias a Aster por la comida y desaparecían de su vista tan rápido como fuera posible.
—Y que gran idea ha sido —El doctor Xu asintió, felicitándose por sus excelentes decisiones. Nadie más en el campamento se habría atrevido a verse tan abiertamente orgulloso después de semejante movida y para su tristeza, Jude le apreciaba demasiado, así que decidió no arrancarle los dedos de tajo, sin embargo, le dedicó una de sus mejores expresiones de indignación.
Jude no tenía idea de que hacer a continuación, así que se quedó vigilando la fila hasta que la última persona se marcharse. El doctor, teniendo piedad de él y su imagen, decidió quedarse para hablar un poco con él, así no parecería que estaba parado, observando a su marido como un perro guardián.
Por supuesto, era exactamente eso lo que estaba haciendo.
—Deberías pedirle que venga a vivir contigo —comentó el hombre, señalando a Aster con un gesto discreto—. El trabajo sería mucho más sencillo para todos si tuviéramos al petirrojo cerca durante el resto del mes —agregó con tono zalamero.
Levantando una ceja, Jude le observó unos segundos antes de adoptar una expresión suspicaz.
—¿Para que puedas explotarlo en la enfermería? No creas que no puedo leer tus intenciones —Jude no solía ser muy comunicativo, pero hizo una excepción, porque por supuesto que le haría saber al hombre que sus planes furtivos no funcionarían.
—Debo admitir que todos sacaríamos algo de su estancia aquí, sobre todo los heridos en la enfermería —explicó, encogiéndose de hombros. Como siempre, la sinceridad del hombre fastidió un poco a Jude.
—Aster no es mano de obra, él no está aquí para cubrir la tacañería del gobierno —espetó, frunciendo el ceño. A pesar de que se mantenía frío y distante, aquella no era una opinión que proviniera de su temple. El doctor Xu se sorprendió por sus palabras, ya que Jude no solía dar muchas opiniones personales, de hecho, hablaba poco de sí mismo, a él le había tomado años conseguir la confianza para mencionar a su marido.
Por otro lado, era cierto que, aunque los salarios eran altos en la frontera, no se comparaba con los pagos que recibían los jóvenes nobles, quienes tenían oportunidades y bonificaciones especiales gracias a su posición privilegiada. Todas esas familias que habían perdido a sus hijos en la frontera recibían una medalla y cinco monedas de plata, eran cinco monedas que se acabarían y una medalla que apenas valía algo. La única razón por la que la aún había gente quedándose era por las oportunidades que te daba si no provenías de una familia acomodada.
El tiempo en la frontera era una forma rápida de llegar a un objetivo deseado, era una mierda, pero era lo que había.
—Doctor Xu, retroceda —Jude dio un paso adelante, sacándolo de sus cavilaciones. Los soldados estaban todos en sus mesas, comiendo como si la vida se les fuera en ello y dejando escapar una especie de humo negro de sus cabezas. La mayoría parecía ignorar este hecho, pero los que se habían dado cuenta actuaban como aturdidos, levantaron la mirada observando la escena sin poder hacer nada al respecto.
El humo negro comenzó a arremolinarse hasta tomar forma, aunque el proceso fue bastante lento. Jude abrió los ojos de par en par, reconociendo de inmediato la escena. La comida de Aster había purgado los núcleos de al menos treinta soldados.
Una pesadilla estaba naciendo. Jude se llevó la mano a la funda de su escopeta, estaba a punto de sacarla cuando notó por el rabillo del ojo que Aster salía de la cocina, corriendo hacia la criatura. El movimiento lo tomó por sorpresa, sin embargo, aunque podría haberlo detenido, se quedó quieto, observando como el chico se subía a la mesa y alargaba la mano. Cuando sus dedos se hundieron en la nube negra, una luz brilló, sacando a los soldados de su ensoñación, quienes retrocedieron rápidamente, escapando del alcance de la nube.
Con curiosidad Jude notó que la nube se reorganizaba, pequeñas partículas aquí y allá tomaban nuevas formas hasta que de repente esta se dispersó, regresando al ambiente de forma orgánica.
El silencio se hizo en la sala, los soldados observaban boquiabiertos la escena, pero sólo el Doctor Xu se atrevió a hablar.
—¿Qué acabas de hacer? —preguntó, sonando casi como si estuviera acusando a Aster de algo
Jude se adelantó, caminado hasta sostener al chico del rostro.
—¿Estás bien? —preguntó, alejándose un poco para echarle un vistazo.
—Estoy bien, he mejorado mi receta —dijo, con voz animada. Aster probablemente era consciente de lo impresionante que podía ser su magia, pero de todas formas actuó como si no fuera la gran cosa, después de todo estaba demasiado concentrado en el éxito de su receta como para pensar en ello.
—Será mejor que vayas a descansar —Insistió Jude, frunciendo el ceño—. Le diré al doctor Xu que te revise —el hombre le acomodó algunos rizos rebeldes que caían sobre su frente.
—No es necesario, no pasa nada —Aster tenía las mejillas rojas ante el tacto frío de los guantes de Jude.
Los soldados, que hasta hace unos segundos estaban todavía alterados por el susto de muerte que se llevaron mientras almorzaban, no pudieron más que desviar la vista ante la incómoda escena que estaban protagonizando aquel par de tortolitos.
Gente, en serio la vida de Aster es cada día menos aburrida y ya no está en su casa xD. Espero que hayan disfrutado el capítulo y se la pasaran bonis, nos leemos pronto. <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro