18
Áster recibió una carta de su padre solicitando su presencia en la mansión Winchester en la brevedad posible. Aquella fue una coincidencia perfecta, pues había una gran cantidad de cosas que quería gritarle a la cara. No le importaba si terminaba desgarrándose la garganta una vez más, iba a encargarse de hacerle saber a su padre lo que pensaba de él.
Rápidamente se preparó para la visita, no le importaba mucho su apariencia, pero necesitaba artillería pesada, por lo que decidió que para ese viaje Peter y Rosemary serían sus acompañantes. Octavia estaba decepcionada de no poder conocer la casa de los Winchester, pero dadas las circunstancias estuvo de acuerdo con quedarse en casa.
El viernes en la noche se subieron al carruaje y viajaron hasta la mansión, donde su padre los recibiría. Al llegar se sorprendió por la apariencia del lugar, la perspectiva consiguió que la enrome construcción con suntuosos jardines y exquisita arquitectura pareciera más impresionante. Las luces del crepúsculo bañaban las paredes blancas y barrotes dorados, el lugar estaba bullendo en actividad, entonces lo recordó, los viernes eran los días en los que los magos subcontratados aparecían a rendirle cuentas a la familia.
La casa no solamente era el hogar de su clan, también era la sede del gremio de magos más grande de Hexi, ambos grupos comandados por su padre. Áster se dio cuenta enseguida que intentaba intimidarlo, trataba de decirle: mírame, este es mi poder.
Eso lo puso furioso.
Cuando llegaron los recibieron enseguida y un sirviente los llevó a una sala de espera. Rosemary permaneció muy seria en todo momento, no se dejó impresionar por la opulencia del lugar, de hecho, permaneció manteniendo su fachada digna en cada momento. Peter la imitó, aunque en momentos dejaba escapar una mirada sorprendida a los alrededores.
Estuvieron ahí al menos dos horas, Áster sabía que aquello también era una táctica de poder, lo que le puso aún más furioso. Desde donde estaba pudo ver a un montón de brujos entrando y saliendo, el lugar estaba a reventar.
—Joven Brummell, puede pasar —una de las chicas del servicio lo llamó y Áster se puso rápidamente en pie.
La oficina de su padre seguía siendo igual de imponente, tenía puertas de madera talladas y un marco de metal dorado. Cuando las puertas se abrieron se encontró con su padre, sentado detrás de su escritorio, redactando algunos documentos con una pluma de ganso. Delante de él había tres sillas, dos de ellas estaban ocupadas por invitados, el primero era Alexander; su hermano menor, el segundo era North Crampton; el mejor amigo de Alexander y en una esquina, esperando pacientemente, estaba Mr. Brummell; su suegro.
Áster frunció el ceño, confundido por la presencia de terceros en la reunión.
—Ah, estás ahí —el hombre suspiró, sin ofrecerle un asiento—. Ellos están arreglando unos papeles —explicó—. No les hagas mucho caso.
North y Alexander se miraron entre ellos, con expresiones confundidas. Ninguno de los dos se supone que se reportaba directamente con el hombre, pero en esta ocasión los había llamado para calentar los asientos.
—Padre —Áster sabía que estaba intentando hacerlo sentir como un marginado en aquella casa, pero el no tenía nada de avergonzarse. Él apretó los puños y se tranquilizó—. Suegro —agregó, sonriéndole a Mr. Brummell, quien seguramente estaba cumpliendo con sus deberes como mayordomo principal de la familia.
El hombre le sonrió y asintió con la cabeza, pero nada más, pues no podía salir de su papel. El duque frunció el ceño, mostrándose inmediatamente molesto por aquella pequeña interacción.
—Áster —interrumpió—. Sólo necesito recordarte que cualquier negocio mágico debe ser reportado y aprobado en la sede central de tu clan —el hombre soltó un suspiro, mirando a Áster con una ceja levantada—. Y como hijo mío, un negocio de poca monta no sería aceptado —agregó.
North y Alexander se quedaron muy quietos, contemplando la escena. Peter bajó la vista y Rosemary frunció el ceño.
—Padre, creo que olvida que actualmente solo pertenezco a mi marido y a nadie más —dijo, recuperando la sonrisa tranquila que siempre lo acompañaba.
—Y tú te olvidas que tu marido me pertenece a mí —dijo, echando un vistazo a Mr. Brummell—. Igual que toda su familia y sus descendientes. Tu sigues siendo mi hijo, pero la familia Brummell está subordinada a los Winchester y, por lo tanto, tu también lo estás —sentenció.
Aquella información lo tomó por sorpresa, se sintió como un perro levantando la oreja ante un sonido extraño. Las miradas de todos se centraron en él, pero casi nadie en esa sala sabía que pensar ante semejante declaración.
Áster apretó los puños, frunciendo el ceño. No había pensado en ello, pero ciertamente no tenía idea de cuál era la relación contractual entre los Brummell y los Winchester, él siempre creyó que era un trabajador más, pero también escuchó rumores sobre el talento desperdiciado que era Mr. Brummell. De un momento a otro se quedó sin habla.
—Retírate por favor —El hombre le hizo una seña con la mano—. Estoy ocupado —agregó, centrando su atención en los papeles que tenía enfrente.
—Voy a retirarme de la familia entonces —Áster apretó los puños, furioso—. Fundaré mi propio clan —sus ojos estaban brillando en determinación.
El hombre levantó una ceja.
—Adelante, sólo necesitas los fondos y un mago central —dijo en tono ligeramente burlón.
—Conseguiré el dinero —espetó—. Y yo seré el mago central —Áster levantó la barbilla, adoptando una expresión orgullosa.
—¿Tu? Claro —él continuó escribiendo, sin dignarse a mirarlo una segunda vez.
Áster tomó aire.
—Lo recuerdo todo —su voz fue fría y filosa, como un cuchillo—. Quiero que lo sepas, que lo recuerdo todo y me voy a encargar de que tú también lo hagas —espetó, para luego darse la vuelta y salir de la oficina.
El duque se puso furioso, Alexander, quien estaba frente a él, notó la manera en que su expresión se trasfiguró en una mueca de rabia. En un movimiento que no pudo contener, su magia se transformó en cuchillas que levantaron el viento dentro de la oficina.
A pesar de que North y Alexander se agacharon, era probable que hubiesen sido alcanzados por el ataque de no ser por Mr. Brummell, que levantó una barrera alrededor de ambos. Aster, por su parte, se dio la vuelta para defenderse cuando una formación de sombras disipó el ataque. El chico tardó unos segundos en notar la intrusión de alguien más, entonces se dio cuenta que tanto Peter como Rosemary dieron un paso al frente y sus alrededores rezumbaban magia.
—Mi señor siempre tendrá a alguien que le cuide la espalda —intervino Rosemary, con esa voz autoritaria que la caracterizaba. Áster abrió los ojos de par en par, notando como la furia en los ojos de su padre iba creciendo.
—Marchémonos —ordenó y los tres salieron de la oficina, cerrando la puerta a sus espaldas. Cuando estuvieron en el pasillo comenzaron a aumentar la velocidad de su andar, Rosemary estaba haciendo un increíble trabajo andando muy derecha, manteniendo la etiqueta, pero moviendo los pies como los patos bajo el agua.
Cuando llegaron al carruaje se subieron rápidamente y Peter condujo el autómata a su máxima velocidad. Solamente cuando estuvieron fuera de las tierras de los Winchester pudieron respirar tranquilos.
—Jefe, usted las tiene de acero —exclamó Octavia, mientras escuchaba la historia. Áster estaba sentado en la mesa del jardín y todos los demás también estaban descansando, aunque ninguno se sentó en la mesa con él. Octavia y Peter se encontraban en las escaleras del quiosco, Johan y Matthew se acomodaron en los barandales y Rosemary permanecía en pie, observando la situación con ojo crítico.
—¡Niña! —exclamó la mujer.
—Usted también Miss Rosemary, estuvo increíble —dijo, recargándose de uno de los escalones para poder mirar a la mujer.
—En mi juventud fui ama de llaves de la reina —ella le dedicó una mirada orgullosa, como si eso explicara todo.
—Debe tener cuidado, su padre es un hombre muy vengativo —Johan intervino, como pocas veces. El hombre parecía cauteloso y observaba a Áster con curiosidad.
Áster se encogió de hombros, aquello era algo que sabía perfectamente, pero si quería salirse del control del hombre tenía que enfrentarse a él en algún momento. Claro, hubiese sido mejor si se hubiera encontrado en una mejor posición económica al hacerlo, sin embargo, no había forma de cambiar el pasado.
—Tendré cuidado, lamento haberlos metido en este problema —se disculpó, soltando un suspiro. El resto parecía a punto de decir algo, cuando escucharon el timbre
—Me encargaré —Rosemary tomó la delantera, sin perder su expresión de seriedad. Áster la vio marcharse y suspiró.
—¿Quién será a esta hora? —Octavia se puso en pie, sacudiéndose la ropa, el resto la imitó, formándose alrededor de la mesa.
—Espero que no sea un problema más —Murmuró Matthew.
Todos aguardaron en silencio, hasta que Rosemary regresó, seguido de una mujer extraña. Aster se dio cuenta enseguida de la magia que emanaba al andar, su presencia alteraba el ambiente a su alrededor obligándola a retorcerse en espirales invisibles.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo apreciarla mejor, era una mujer alta y de cabello rizado, negro. Estaba usando un vestido de un tono azul muy oscuro, con holanes y cuello alto. El corsé estaba muy ajustado, las mangas eran amplias, ocultaban cada centímetro de piel que no perteneciera a su rostro. Estaba usando un sombrero adornado con rosas y los guantes de cuero.
Era una usuaria de magia de sombras.
Aster se puso en pie.
—Bienvenida mi Lady. Aster Brummell, para servirle —Él realizó una pequeña reverencia sin apartar la vista de la mujer, quien en cuanto estuvo frente a él, le extendió la mano para que se la besara.
—Mr. Brummell, es un gusto conocerlo al fin —su voz se escuchó ronca y susurrante. Envió un escalofrió a su columna vertebral, Aster conocía a esa mujer, pero no sabía de donde, probablemente era de un recuerdo que todavía estaba oculto, muchas de sus memorias estaban tardando en regresar.
—El gusto es mío —Aster le cumplió el capricho y besó su mano. Al inclinarse se dio cuenta que encima de los guantes estaba usando un anillo de oro con una esmeralda en él—. ¿Cómo puedo llamarla? —insistió, sabiendo que la mujer estaba ocultando su identidad deliberadamente.
Ella se quedó pensativa un instante antes de responder.
—Puede llamarme Lady Dollmaker —dijo, en tono divertido. Era dolorosamente obvio que no se trataba de su nombre real—. Escuché que en esta casa se prepara un delicioso te de frutos rojos y pastel de calabaza ¿Me invitaría a una merienda fuera de tiempo? —pidió, con una expresión curiosa.
Aster se quedó sin palabras, aquella mujer arbitrariamente decidió entrar a su casa y pedir una merienda. Él le echó un vistazo a Rosemary, no tenía idea de que contestar a una petición tan extraña y la mujer solía tener una mejor noción de las etiquetas sociales y las consecuencias de una visita fuera de tiempo.
Rosemary asintió, el resto comenzó a moverse.
—Tome asiento, Octavia le servirá enseguida —dijo. En realidad, no se imaginaba despachando a una mujer con semejante presencia.
—¿Cómo ha ido su día Mr. Brummell?
Lady Dollmaeker pasó las siguientes dos horas hablando de todo y al mismo tiempo de nada. Le preguntó un montón de cosas a Aster, sobre su estadía en la casa o su relación con su marido, le dio algunos consejos para mejorar el humor en la pareja y hablaron de cosas intrascendentes como el clima o chismes de la ciudad. Ella se comportaba como si fuera una vieja amiga, aunque claramente no se conocían de nada. Aster la observó con insistencia, parecía mayor que él, pero su edad era indeterminada, en ocasiones se sentía muy joven y a veces muy vieja.
Mientras hablaba notó varias cosas: la sonrisa nunca flaqueó y jamás terminó de distinguir su voz. Debía estar usando un hechizo, porque en cuanto terminaba de hablar olvidaba la forma en la que se escuchaba.
Cuando se hizo de noche la mujer se retiró, diciendo que volvería a visitarlo.
—La próxima vez que venga espero poder ver a ese famoso cachorro de la reina —dijo y desapareció en el jardín como si la oscuridad de la noche la hubiera devorado.
—¿Quién sería esa mujer? —preguntó Octavia.
—¿A dónde fue? —agregó Peter.
—¿Alguno de ustedes recuerda su rostro? —inquirió Aster, luego el resto guardó silencio. Efectivamente nadie recordaba la apariencia de aquella misteriosa invitada.
—¿Mi suegra? —durante la cena Aster recibió la noticia con la suficiente sorpresa como para dejar caer la cuchara y salpicarse la ropa de comida.
—Viene de vez en cuando —explicó Rosemary—. Alguna vez se ha encontrado con el amo, pero siempre desaparece de la misma manera. Creo que nadie aparte de mi y el amo la recuerdan después de un tiempo —agregó.
—Ahora que lo pienso, ya no me acuerdo del color de su vestido —murmuró Octavia—. ¿Usted amo? ¿Todavía lo recuerda? —preguntó sorprendida.
—Perfectamente, quiero decir, todo menos el rostro —explicó, frunciendo el ceño.
—¿Cómo haces para recordarla cada vez? —preguntó Peter a Rosemary.
—Experiencia —la mujer se encogió de hombros—. Eventualmente terminas notando los huecos y cuando eso pasa puedes desentrañar el hechizo poco a poco —explicó, encogiéndose de hombros. Octavia miró a Mathew, este se encogió de hombros y miró a Peter, quien negó con la cabeza.
—Creo que entiendo de lo que estás hablando —Aster se quedó pensando, no podía ponerlo en palabras, porque el proceso que Rosemary seguía era muy instintivo.
—No se rompan la cabeza —dijo Johan—. Necesitas instrucción para poder hacer algo así, no es nuestro caso —dijo, girándose hacia los más jóvenes, ellos asintieron enseguida. Después de todo el hombre tenía razón.
Oficialmente esta historia está de regreso, yo sé que la extrañaron, así que voy a subir un capítulo más para compensar la desaparición extrema de los últimos meses.
Recuerden que los amo <3
Ahí me cuentan que tal van viendo la historia.
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