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14


Fergusson Lovelance recibió una visita de Aster Brummell cerca de las ocho de la noche, una hora inusual para aparecer sin ser invitado. Sin embargo, el gesto no le pareció sorprendente teniendo en cuenta las circunstancias en las que se conocieron.

Cuando le invitó a entrar, Aster no se anduvo con rodeos.

—Necesito seis monedas de plata para antes de la próxima semana ¿Cree que pueda vender esto por esa cantidad? —preguntó colocando una caja de madera sobre la mesa. Detrás de Aster estaba un hombre que Fergusson Lovelance no conocía, pero que seguramente era uno de los sirvientes de la casa Brummell. El pobre observaba la escena con apuro, siendo mucho más consiente de las etiquetas sociales que su jefe.

Fergusson Lovelance no estaba sorprendido, de hecho, evaluaba a su invitado con curiosidad, rápidamente echó un vistazo al contenido de la caja; había diez velas, cinco para el insomnio y cinco para ambientar la casa. De inmediato sintió un tirón en el pecho, como comerciante, un buen negocio llamaba rápidamente su atención, él ya conocía el trabajo de Aster, pero de todas formas examinó el producto, ya que estaban hablando de negocios tenía que ponerse un poco más exigente con los detalles.

—Puedo conseguir el dinero —dijo llevándose una mano a la barbilla—. Si, definitivamente puedo —agregó, admirando la manufactura. El trabajo hecho por un buen mago siempre elevaba su precio, aun cuando se tratase de objetos que a simple vista pudieran parecer comunes. Fergusson Lovelance una vez vendió una cuchara por diez monedas de oro.

Aster dejó caer los hombros, suspirando aliviado.

—Sé que estoy siendo una molestia, pero estoy en una situación desesperada, necesito ese dinero —comentó, dejándose caer en la silla que habían dispuesto para él.

—¿Ocurrió algo? —preguntó interesado, su primer pensamiento fue que podría haberle ocurrido algo a Jude Brummell en el campo de batalla. La respuesta lo sorprendió.

—No —Aster le miró con aquellos ojos azules de cachorro—. Es Matthew, ha caído enfermo y necesita tratamiento urgente —explicó, guardándose los detalles para si mismo. En otras circunstancias no habría tenido la desvergüenza de acercarse a Mr. Lovelance con semejante exigencia, pero era necesario conseguir ese dinero rápidamente.

—¿Matthew? —preguntó confundido, no recordaba a ningún miembro de la familia Winchester o Brummell con ese nombre, aunque de esta última conocía poco. Mr. Fergusson se alisó el bigote en un gesto inconsciente, mientras trataba de hacer memoria.

—Un miembro del servicio —aclaró, adoptando una expresión extraña. Aster Brummell enderezó la espalda, su expresión se quedó en blanco, probablemente esperando alguna crítica de su parte.

—Oh —Mr. Fergusson no dijo nada más, pero aquella afirmación lo ablandó un poco. No conocía a muchas personas dispuestas a gastar dinero en el tratamiento médico de un empleado, a excepción de su esposa y contados amigos, estaba seguro de que la mayoría no invertiría esa cantidad en alguien fuera de su familia nuclear—. Me pondré con ello entonces, en unas semanas enviaré a alguien para darle noticias sobre este negocio, pero que sepa que soy optimista al respecto.

Aster le sonrió, viéndose tremendamente aliviado por sus palabras. Mr. Fergusson se sorprendió al notar la magia tan cálida que lo rodeaba, era una de esas personas extrañas que podían manipular el ambiente para mostrarse a sí mismo bajo diferentes luces. En ese momento, por ejemplo, aunque era consiente de como la magia chisporroteaba a su alrededor, no pudo evitar sentir simpatía por él.

Se preguntó si lo estaba haciendo de forma consciente, le daba la impresión de que no.

Como sea, cuando Aster Brummell se fue, se preguntó cómo debería comenzar a trabajar con aquellas velas. Su instinto le decía que podían sacar un buen dinero si las dos partes eran honestas, sin embargo, necesitaba un plan de acción.

Mientras tanto, se dirigió a la habitación de su esposa, quien con seguridad sería la primera interesada en tener alguna.





Cuando Aster volvió a casa fue a comprobar el estado de Mathew, que seguía dormido y permanecía en una de las habitaciones que abrieron para él.

Octavia lo estaba cuidando, ambos eran amigos de la infancia y se querían muchísimo, Aster se sintió terrible sabiendo que era la segunda vez que alguno de los chicos terminaba lastimado por su culpa. Al verle entrar, Octavia levantó el rostro, abriendo los ojos de par en par.

—¿Qué le dijo? —preguntó, con la voz quebrada.

—Dijo que era posible que consiguiera el dinero —Aster se sentó a su lado, tomándola de la mano.

—Ojalá que sí —murmuró la chica y ambos se quedaron en silencio.

—No te preocupes, si esto no sale bien, le pediré dinero prestado a uno de mis hermanos... —al pronunciar aquellas palabras, algo se encendió dentro de su cabeza, una idea fulminante que encendió su corazón—. Espera un momento, ahora vuelvo —dijo poniéndose en pie para marcharse de la habitación.

Sabía lo que estaba buscando, así que caminó directamente hacia a la cómoda, en el último cajón, en un cofrecito de madera. Lo abrió como pudo, aunque sus dedos temblorosos le impidieron hacerlo tan rápido como hubiese deseado.

Era el sobre rojo que Cassian y Eleanor le dieron de regalo de bodas. Con todo el ajetreo se había olvidado completamente de que lo tenía. Dentro encontró un cheque por cincuenta monedas de plata. De inmediato sintió que el alma le regresaba al cuerpo y levantó el papel al cielo.

—¡Te amo Cassian! ¡Eres mi hermano favorito! —gritó, para luego disculparse con Magnus en su corazón.

Enseguida corrió a contarles a los demás las buenas noticias, la casa volvió a la vida tan pronto como todos se enteraron del asunto.

Al día siguiente el médico se apareció alrededor del mediodía, arreglando todo para encargar el resto del medicamento. Aster guardó lo que quedaba en la cuenta que Jude abrió para él.

Una vez que pudieron suministrarle la segunda dosis, Matthew comenzó a mejorar su semblante y se despertó al día siguiente. Lo primero que hizo fue devorarse la comida que Peter le había preparado.

—Pareciera que el jefe está intentando acabar con nosotros uno por uno —bromeo Peter, quien estaba completamente seguro de que ese no era el caso. Después de todo, Aster había gastado una cantidad absurda de dinero para que ambos mejoraran.

—¿Eso quiere decir que seré la siguiente? —preguntó Octavia, soltando una carcajada. Los otros dos la miraron con los ojos bien abiertos y la cara pálida.

Aster intervino, tratando de ignorar el comentario de la chica.

—Gracias por ayudarme Matthew, probablemente me salvaste la vida —dijo, dedicándole una sonrisa lánguida. Matthew se le quedó viendo un instante, con una expresión de duda.

—Eso no es cierto —convino—. Si aquella pesadilla lo hubiese mordido a usted, ninguno de nosotros habría podido detener la infección, que seguramente se habría propagado en los primeros minutos —Matt se quedó pensativo, recordando retazos de aquel fatídico momento. Peter le dio un golpe en el brazo.

—Pero estoy sorprendida —intervino Octavia—. No sabía que usted también era... —ella se quedó callada, Aster la miró, confundido—. Ya sabe.

—Afín a las sombras —completó Matthew.

Aster abrió los ojos de par en par, preguntándose cómo habían saltado a esa conclusión.

—No lo soy —dijo, mirando los rostros de los chicos—. ¿Por qué piensan eso? —Aster sintió una inquietud extraña en el pecho, la situación lo puso rápidamente incómodo.

Ellos se miraron entre sí durante un momento, hasta que Peter suspiró y dio un paso al frente en la conversación.

—Usted tocó directamente a una pesadilla y no sufrió de envenenamiento, solo quienes son afines a las sombras tienen esa clase de resistencia —explicó. Aunque luego de decir aquello en voz alta, se dio cuenta que eso no tenía por qué ser necesariamente cierto.

Aster se quedó sin palabras ante semejante aseveración, por un momento se había olvidado que todos en esa casa eran magos de sombras. Eso explicaba por qué el veneno sólo entró en Matthew hasta que la pesadilla lo mordió.

—Yo tengo afinidad a la luz —dijo, sonriéndoles.

La mayor parte de los magos tenían afinidad a la luz, a veces, en menor medida, algunos tenían otro tipo de afinidades que no eran necesariamente útiles, pero por lo general sólo se dividían en dos grandes grupos. Aster pertenecía al tipo más común, igual que todos en su familia.

Octavia abrió los ojos de par en par y se giró a su hermano, este se encogió de hombros.

—Es usted muy apto —Matthew, parecía bastante sorprendido aquella la declaración.

—Tonterías, es la práctica —sentenció, poniéndose en pie y soltando un suspiro—. Iré a dormir un rato, necesito recuperar fuerzas.

Cuando Aster se marchó, Octavia se subió a la cama y se acostó junto a Matt.

—El jefe se subestima —dijo, observando la puerta por donde se había marchado. Peter imitó a su hermana y Matt intentó empujarlos para que se bajaran, aunque fue en vano.

—Pienso lo mismo —convino Peter.

Ellos ya lo habían discutido varias veces, pero cada día resultaba más evidente que Aster era más apto de lo que los rumores contaban. Era posible que no fuera tan brillante como su familia esperaba o que quizás sus hermanos fueran genios demasiado impresionantes como para compararse con ellos.

Pero si había una verdad innegable, era que Aster Brummell tenía un talento que se escapaba de su comprensión.





Jude estaba cubierto de sangre de Pesadilla, siempre le pasaba lo mismo durante las incursiones. A su lado Lorraine estaba usando un traje completo con capucha y máscara hecha de la piel de aquellas criaturas. Esos eran los trajes que los soldados usaban para salir al bosque, era la clase de ropa que Jude no necesitaba.

Mientras avanzaban comenzaron a darse cuenta que las pesadillas estaban volviéndose mucho más frecuentes y bastantes más grandes. Lorraine estaba exhausta, pero no podía detenerse si quería salir viva de ahí, ese era el problema de seguir a Jude, era como echarse una soga al cuello cada vez que él tenía una idea, lo único que la incitaba a seguir era la posibilidad de tener éxito.

—¿Ya estamos cerca? —Le preguntó cuándo vio la cueva al final de la arboleda, estaba muy oscuro, pero según sus cálculos debía ser apenas medio día. Ella frunció el ceño, deteniéndose, aquel lugar no le daba buena espina.

—Exacto —Jude también estaba cansado, pero no mucho más que ella. El hombre suspiró y sacó un pastillero de su chaqueta, dentro había una serie de píldoras rojas, transparentes. Lorraine las reconoció enseguida.

—Por supuesto que estamos cerca —masculló, pensando en cómo aquel hombre parecía tener una especie de sexto sentido para hallar el peligro.

Lorraine aceptó la píldora y se la tomó, entonces sintió un subidón de energía, como si le hubieran inyectado adrenalina en las venas, la magia a su alrededor comenzó a ondular, puede que no fuera una genio, pero tenía un rifle que funcionaba a la perfección y que se alimentaba de ella. Lorraine suspiró, dando un paso al frente, la píldora la mantendría en una pieza por si llegaban a encontrar algo demasiado aterrador en aquel lugar.

—Vamos —Jude comenzó a andar y la chica lo siguió de cerca. Una vez que estuvieron en la entrada de la cueva, el hombre abrió la palma de la mano, dejando que diez flamas pequeñas nacieran de la misma.

Las llamas comenzaron a avanzar, formando una fila mientras alumbraban el interior de la cueva. La luz se reflejó en las pieles brillantes de las Pesadillas que dormían ahí dentro. Lorraine sintió un escalofrío, eran cientos de ellas. Intentó tomar una bocanada de aire, pero enseguida comenzó a toser, había algo flotando alrededor que se volvía pesado en los pulmones.

—¿Crees que sea aquí? —preguntó, apretando los puños. Jude señaló al fondo de la cueva, donde el fuego comenzó a reflejar la luz de las piedras mágicas.

Ella sonrió, sus ojos brillaron ante la escena.

—Bastardo —espetó, sintiendo que su pecho daba un salto. ¿Sería posible que por fin hubiesen encontrado lo que estaban buscando? Sin embargo, la euforia que estaba sintiendo se quedó a medias cuando las criaturas dentro de la cueva comenzaron a abrir los ojos. La oscuridad hizo evidentes las decenas de pupilas que centelleaban, centrando su atención en ellos.

—Ponte en guardia —dijo, Jude, apuntando con su propio rifle.

—Prométeme algo Brummell —ella también se pudo en guardia. El hombre tomó aire, sintiendo cómo la píldora hacía que la energía rezumbara dentro de ella—. Si muero aquí te harás cargo de mis hermanos —espetó, colocando el dedo en el gatillo—. Y conseguirás esa estúpida panadería que tanto quieren.

—No vas a morir —aseguró Jude, notando como las figuras en la oscuridad comenzaban a incorporarse.

—Prométemelo —insistió ella.

—Bien —espetó, soltando un resoplido—. Lo prometo —Jude dio un paso al frente, una Pesadilla se lanzó contra él y un disparo rompió el silencio de la noche.

¡Hola a todes! Lamento la tardanza, apenas ayer terminé de mudarme y estaba hecha polvo xD.

Como compensación les dejo este dibujito hermoso de Aster, espero que les guste <3. Recuerden seguirme en IG para cualquier noticia.

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