13
La casa no había tenido paz en los últimos días. Desde que Mr. Waters envió su el regalo a la casa, las personas comenzaron a llegar solicitando velas para el insomnio o con algunos otros objetivos medicinales. Al principio Aster las regalaba, luego, cuando fueron demasiados pedidos, comenzó a pedir intercambios y últimamente estaba solicitando que cada persona llevara los materiales de las velas que quería. Sin embargo, pronto tuvo que tomar una decisión sobre el futuro de su pequeño hobbie, en específico, luego de tres visitantes especialmente molestos.
El primero fue un comerciante, un hombre de mediana edad que apareció sin ser invitado y como si la casa de Aster le perteneciera. Él lo vio entrar a su sala, sentarse en la mesa y exigirle una taza de té a Octavia, esta obedeció de mala gana, pero guardándose sus opiniones respecto a las maneras de aquel hombre. A Aster no le gustó su actitud, pero le dio el beneficio de la duda.
Cuando quiso hablar sobre términos y condiciones, el susodicho le mandó a callar, tomando las riendas de la conversación.
—¿En exactamente cuánto tiempo puedes hacer cien velas? —lo dijo mientras contemplaba una de las muestras que Aster tenía en la casa. Algunas personas le hacían esa clase de preguntas extrañas, pero era más por mera curiosidad que porque realmente estuvieran interesadas en adquirir esa cantidad.
Aquel hombre era diferente.
—Te puedo ofrecer tres centavos por cada una, más el material de fabricación si logras hacer un lote de cien velas a lo largo del mes —el hombre acercó la vela a su nariz, la olfateo, hizo una mueca y volvió a ponerla en su lugar.
—Muchas gracias por la oferta, pero no estoy interesado en volver esto un negocio, hago las velas únicamente para uso personal y como un hobbie —respondió, con todo el respeto del mundo, pero sin evitar que su sonrisa se volviera fría y distante.
—No digas tonterías —el comerciante miró la casa con una expresión que a Aster no le gustó nada—. Podemos convertir esta casa en el taller, he notado que tienes habitaciones vacías, si le enseñas a los sirvientes ellos podrán ayudarte, yo te pagaré las velas que fabriquen y tu podrás administrar todo el dinero, si quieres también puedo enviarte a algunos de mis trabajadores —explicó, sacando su pipa y encendiéndola con un chasquido—. Quiero un contrato de exclusividad, les pondremos etiquetas y lo haremos en masa, haremos buen dinero juntos —agregó, con cierta satisfacción en su tono.
—He dicho, que no estoy interesado —respondió, esta vez en tono mucho más firme.
El hombre soltó una risita mientras negaba con la cabeza.
—Estás perdiendo dinero hijo, esta es una oferta que no volveré a repetir —tenía la mirada de una persona astuta, alguien que solía aprovecharse de los demás para su propio beneficio.
A él esa clase de cosas no lo impresionaban.
—Creo que esta charla no está llegando a ningún lado —comentó soltando un suspiro—. No planeo entrar en ningún gran negocio, así que podemos dar por finalizada esta discusión —dijo, haciéndole una seña a Octavia—. Por favor, muéstrale la salida.
Antes de que la chica se moviera de su lugar, el hombre intervino.
—¿Dónde está su esposo? Quizás si hablo con él pueda darle una perspectiva nueva a esta charla —exigió, sin dar señales de ponerse en pie.
La sonrisa política en los labios de Aster desapareció.
—¿Sabe acaso quien es mi esposo? —su voz se escuchó como una amenaza y el hombre pareció recordar la reputación de Jude Brummell, por lo que cedió tácitamente a marcharse.
—Encontraré a alguien que se encargue del trabajo, cuando el negocio este dando frutos espero que no venga a tocar mi puerta —espetó, comenzando a andar—. No necesito que me muestren la salida.
Aster se quedó en su sitio, muy quieto y cuando no hubo rastro de aquel estafador, se puso en pie, recogiendo la taza de té que descansaba solitaria en la mesa y la lanzó contra la pared, rompiéndola en mil pedazos.
—Pero ¿quién se cree que es? —exclamó, sin embargo, lo que realmente quiso decir fue "¿Quién se cree que soy?" porque pese a todo, Aster todavía guardaba un poco de orgullo como un mago de sangre antigua, incluso aunque fuera un fracaso, se había criado como un Winchester.
Matthew y Octavia abrieron los ojos de par en par, sorprendidos por el exabrupto de su jefe, sin embargo, la chica rápidamente tomo partido.
—Ese hombre horrible es un estafador, no sé cómo se atrevió a ofrecerle tres de cobre por una de sus velas, no tiene idea de la calidad con la que usted trabaja la cera —la respuesta rápida de Octavia fue suficiente para que Aster comenzara a quejarse también y finalmente Matthew se unió a ellos.
Aquella fue la primera vez que Aster se planteó el vender sus velas, porque a pesar de todo, ese intento de comerciante tenía razón en una cosa: estaba perdiendo dinero.
Esa misma semana llegó el segundo invitado problemático. Era una mujer algo entrada en años, bastante rolliza y se le notaba saludable, usaba ropa hecha a medida y de buena calidad, por las joyas que portaba debía ser noble. Ella apareció cobijada por la noche, cuando Aster ya estaba durmiendo y armo tal escándalo que Octavia tuvo que ir a despertarlo.
—Quiero una posición de amor —dijo, nada más verlo llegar—. Quiero que cuando encienda esta vela en el lecho matrimonial durante la boda de mi hija, su marido se quede prendado de ella y no pueda ir a buscar a otras mujeres —agregó. Detrás de la mujer había al menos diez sirvientes escoltándola, lo cual le daba un aire de amenaza a sus palabras.
—No puedo hacer eso, no está dentro de mis posibilidades —en realidad estaba seguro de que si podía, pero una vela que funcionara como una posición de amor consumía muchos recursos y además, esa clase de encantamientos eran ilegales desde hace unos años. Incluso si pudiera hacerlo, él era un romántico empedernido y no consentía esa clase de juegos sucios.
—Me contaron que hiciste hablar al niño de los Waters, estoy seguro de que puedes crear una posición de amor, no te preocupes, soy generosa con los honorarios —La mujer lo miró como si su petición fuera absoluta.
Sin embargo, a excepción de su padre, Aster todavía no había conocido a la persona que pudiera ordenarle que hacer.
—No soy esa clase de brujo —respondió, para después pedir que la sacaran de la casa, pero como siempre ocurría con esa clase de personas, la mujer no estaba dispuesta a marcharse sin luchar.
—Sé que tu marido practica magia negra y es un criminal, no quieras hacerte el santo conmigo, dime cuanto quieres y yo pagaré —explicó, mientras dos de sus guardias le cortaban el paso a Octavia.
Aster decidió que no era momento para andarse con tonterías.
—Si no se marcha llamaré a la guardia y le diré que estaba intentando comprarme un hechizo ilegal —espetó con simpleza.
—La guardia ya te tiene en la mira, si los llamas, lo más probable es que te arresten a ti —respondió ella, con una sonrisa triunfal.
—Si me acusan de algo entonces llamaré a mi padre, aunque no estemos en la misma familia la gente sigue pensando en mi como su hijo y no creo que el duque de Winchester quiera que se le relacione con la venta de hechizos ilegales.
Eso fue todo, aunque la mujer se quejó, de todas formas, se marchó rápidamente.
Aquella ocasión fue la primera en la que se le ocurrió que tener un punto de intercambio informal de bienes podía ser perjudicial para ellos, sobre todo con la reputación de su marido. Cuando estaba con los Winchester a nadie la parecía raro que se llevaran a cabo esa clase de tratos, pero en la casa de los Brummell todo era extra sospechoso.
Como sea, la tercera persona en ir a verles fue la más problemática. Era un hombre que usaba una capucha negra y cuyo rostro no consiguió ver en lo absoluto, el hombre tenía marcas violáceas en las manos y dedos huesudos que parecían bastante frágiles. Su petición fue simple, pero impactante.
—Quiero matar a alguien —dijo con simpleza—. Espero que puedan ayudarme con ello.
Aster estaba demasiado sorprendido para responder, pero luego de varios inquietantes segundos, pudo articular palabra.
—No —sentenció—. Márchese.
—Sé que esta casa acoge magos oscuros, pensé que podríamos entendernos, todos aquí sabemos lo que es sufrir por nuestra condición y deberíamos ser aliados —el hombre nunca perdió la sonrisa en el rostro, parecía bastante seguro de sí mismo. Aster pudo notar como Octavia y Matthew se tensaban detrás de él—. Es solo un hechizo.
—Márchese ahora mismo o llamaré a la guardia —sin poder evitarlo, levantó la voz. Aster estaba furioso y también un poco asustado, aquel extraño le daba muy mala espina.
—Oh, es una lástima —el hombre suspiró, preparándose para retirarse—. Supongo que todos tenemos que hacer lo que tenemos que hacer.
Dicho esto, sacó un frasco de dentro de su manga y lo estampó contra la mesa en un movimiento rápido, para luego huir del lugar. Aster se puso en pie, de dentro del frasco salió una criatura pequeña que se lanzó sobre él.
Esta vez la reconoció enseguida, era una pesadilla.
Octavia gritó, pero Mathew reaccionó con mayor rapidez e hizo a Aster a un lado, sosteniendo a la criatura con las manos, para luego someterla contra el suelo. El animal medía aproximadamente cuarenta centímetros y se parecía mucho a una serpiente, con la piel negra llena de escamas y un cuerpo que se retorcía intentando escapar del agarre.
Mathew soltó un grito cuando la pesadilla lo mordió, fue casi al mismo tiempo en que consiguió imponerse y partirla en dos, causando que se transformara en partículas. Matthew soltó un grito, sosteniéndose la mano lastimada y cayendo a un lado por culpa del dolor.
—¡Matthew! —el grito de Octavia resonó en la habitación. Aster corrió hacia el chico, la herida estaba supurando un líquido parecido a la brea, las venas se le marcaron, resaltando como si estuvieran a punto de explotar. Matthew comenzó a sudar, rápidamente perdió el control de su cuerpo, retorciéndose en el suelo.
—¡Johan! ¡Peter! —gritó Aster. Ante el llamado aquellos dos entraron corriendo, seguidos por Rosmery—. Uno que lo sostenga de la cabeza y otro de las piernas —espetó, sin detenerse a dar mayores explicaciones—. Octavia, agárrale la otra mano.
La chica salió de su ensimismamiento, los tres sostuvieron a Matthew con fuerza.
—Rosemary llama a un médico —La mujer se fue corriendo y Aster se mordió el dedo índice hasta sangrarse.
—¿Qué está haciendo? —preguntó Johan, abriendo los ojos de par en par.
—Algo que no había hecho en mucho tiempo —dijo Aster, para después pasar el dedo a lo largo del brazo de Matthew, dibujandole una línea roja y recta hasta el hombro. Luego colocó el puño sobre la línea y lo abrió, de manera simultánea la piel comenzó a separarse como si se tratara de la cascara de una uva, dejando a la vista una masa roja y una serie de venas, la mitad eran verdes, la otra mitad estaban negras.
Aster tomo aire mientras su frente comenzaba a sudar. Luego contó hasta tres y arrancó las venas negras en un segundo. Las venas se transformaron rápidamente en una serpiente pequeña que comenzó a lanzarle mordidas a todos. Los otros tres retrocedieron, pero no aflojaron su agarre en Matthew. Este soltó un último grito antes de quedarse flácido, a pesar de que sus ojos seguían abiertos había perdido el conocimiento.
Susurrando un hechizo apenas audible, la serpiente fue consumida por hilos de luz que salieron de las manos de Aster, para después unirse a la magia natural que los rodeaba. Apenas tomó aire antes de comenzar a revisar los signos vitales de Matthew, su corazón todavía latía, pero respiraba muy lento, la magia se le escapaba del cuerpo al igual que la vida. Rápidamente dibujó un sello en el aire, este se escribió con magia de luz, la cual rodeo a Matt, estabilizándolo de momento.
Veinte minutos después el doctor Frampton llegó a la casa.
Cuando el hombre apareció, Mathew ya respiraba con más regularidad y parecía dormido. El tratamiento de emergencia le fue administrado y se dio un diagnóstico.
—Su núcleo está siendo parasitado por una sombra que está enraizada dentro, es muy pequeña y puede tratarse, pero el medicamento es caro —dijo, mirando al chico con cierta lástima. Los tratamientos para curar esa clase de infecciones sólo eran accesibles para gente de cierto estatus social.
—¿Cuánto es? —preguntó Aster, con voz temblorosa. Su mente estaba viajando al mismo lugar que el doctor Frampton.
—Son seis tomas, una cada semana, cada toma cuesta dos monedas de plata —el hombre dijo aquello como si fuera una sentencia de muerte—. Si no recibe tratamiento, no se recuperará.
Aster sintió que se le escapaba el aire y Octavia se puso a llorar. En ese momento sólo tenían cuatro monedas de plata ahorradas y Jude les enviaba una moneda de plata al mes.
—Voy a comprar la primera toma —espetó Aster.
Luego tomó una decisión, tenía que hacer algo de dinero pronto.
¡Hola a todos! Espero que hayan disfrutado del nuevo capítulo, como pueden ver a la gente de Aster les llueve sobre mojado. xD Pero bueno, que se les va a hacer.
Supongo que se habrán dado cuenta que ayer no actualicé cuando debía, una disculpa, pero me tuve que ir a operar el diente de emergencia y ya no tuve tiempo. Ya hoy les traigo la actualización. <3
Como un regalo les dejo esta pequeña ilustración de Aster y esposito. Recuerden seguirme en IG para estar al tanto de todo.
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