10
Jude salió a campo abierto, estaba anocheciendo, el peor momento para hacerlo, pero él no podía haber elegido una hora distinta. Afuera estaba silencioso, siempre pasaba lo mismo, el bosque en sí era una figura imponente, un órgano vivo con venas y pulmones. Desde arriba de la muralla solo podían verse las copas de los árboles, pero desde abajo apenas podía distinguirse algunas siluetas. Las ramas tenían un follaje tan denso que la luz apenas pasaba, así que irónicamente, aquel monstruo de árboles apenas y tenía seres viviendo dentro de él.
Excepto por las pesadillas.
De forma pausada caminó hacia el centro, escuchando las patas arrastrarse a los alrededores, sintiendo las miradas hambrientas de las pesadillas. Para aquellas criaturas los núcleos mágicos debían ser como luces brillantes en la oscuridad, ellas no veían cuerpos, veían la magia.
Jude lo sabía porque a veces le pasaba lo mismo, no podía ver los rostros, sólo sus núcleos brillando en una oscuridad infinita.
El viento sopló, transformándose en una especie de silbido que se arrastraba entre las ramas de los árboles. El bosque era frío y estaba en completo silencio, por lo que sin importar cuan sigiloso quisieras ser, era imposible andar sin emitir ningún ruido. Jude cerró los ojos y se sacó los zapatos, cuando sus pies estuvieron en contacto con la tierra se conectó al bosque. Miles de venas mágicas conectaban a los árboles unos con otros, creando un sistema nervioso que llegaba hasta el otro lado de la frontera y quizás mucho más allá. Jude sintió la magia entrar en él y rodearlo como un vaho dorado.
Las pesadillas a su alrededor comenzaron a salivar, la magia de Jude era poderosa y por lo tanto, se trataba de un manjar especial para aquellas criaturas. Él abrió los ojos, sus pupilas brillaron, descubriendo todas las figuras agazapadas alrededor, lo suficientemente grandes como para confundirse con una oscuridad natural detrás de los árboles, como paredes que lo mantenían encerrado.
La primera saltó sobre él, pero apenas estuvo lo suficientemente cerca, la magia de Jude la rechazó, causando que explotara en el aire transformándose en una masa de sangre y vísceras que cayó sobre él como una lluvia roja, la cual apestaba a podredumbre. Jude cerró los ojos, adoptado una expresión de desagrado. Se miró la piel que sobresalía entre los guantes y la manga de su abrigo. La sangre negra fue absorbida, al tiempo que sentía su cuerpo fortalecerse.
Estaba más vivo que nunca
Una euforia extraña lo invadió, como cada vez que realizaba el ritual. Su estómago comenzó a gruñir, tenía hambre, estaba famélico. Los dientes se transformaron en colmillos y sin querer soltó una carcajada, sentía que su corazón iba a explotar, las manos le temblaban.
De repente una pesadilla se acercó a él, como esperando a ser devorada, Jude se pasó la lengua por los labios y saltó, encajándole los dientes. El monstruo se consumió poco a poco y los que lo rodeaban comenzaron a explotar, transformándose en una lluvia negra aún más densa. Las pesadillas eran magia pura, magia contaminada por las sombras y debido a su afinidad podía nutrirse de ella de formas que otros no. Su núcleo no se contaminaba al alimentarse, lo hacía al invocar ciertos hechizos, como le sucedía a cualquier otro mago.
Jude comenzó a reírse sin control, cazando a las pesadillas que estaban cerca, aterrorizándolas como nadie más podía. El hombre levantó la cabeza al cielo, oculto detrás de las ramas nadie podía ver lo que estaba haciendo desde la muralla, pero podían oírlo y por eso le temían, pero a él eso no le importaba.
"Cinco años" pensó "tienes que resistir otros cinco años".
Cuando se marchara de la frontera, cuando pudiera cuidar su núcleo como era debido, cuando ya no tuviera que luchar, podría regresar a él.
Una carcajada todavía más fuerte salió de su garganta, mientras pensaba en su rostro y en su presencia, en el olor de las velas de lavanda y la música que inundaba los pasillos de la casa.
"Solo cinco años más"
Lorraine se fue a dormir esa noche y encendió la vela que le había robado a Jude, estaba segura de que el hombre guardaría las suyas hasta el final de los tiempos, conservándolas como lo hacía con cualquier pequeño recuerdo de la casa en la ciudad y al marido que lo esperaba.
Al principio pensó que sería solo una forma de vengarse por obligarla a separase de sus hermanos antes de tiempo, pero en cuanto encendió la vela fue como si una paz invadiera su alma, era una sensación extraña, sus hombros, que habían estado tan tensos que ya no sabían ser de otra forma, comenzaron a relajarse poco a poco.
Ella recargó la cabeza en la almohada, su habitación no era mucho mejor que la de otros soldados, excepto que, debido a su rango, tenía una para ella sola. Como sea, observó las paredes despintadas y los muebles avejentados, intentando no pensar en nada más. En cuestión de minutos la calma la hundió en un sueño profundo.
Esa noche su mente la trasladó a su niñez, cuando tenía apenas diez años y sus padres estaban vivos. Se acordó de lo suave que era la manta con la que la arropaban, la sensación del cuerpo de Peter, dos años menor que ella, acurrucado a su lado y de Octavia, que apenas tenía cuatro años, descansando al otro lado. Pudo escuchar las risas de sus padres que daban vueltas en la casa, ocupándose de sus asuntos y la tranquilidad que le transmitía saber que era una niña pequeña y que había dos adultos que la protegerían a pesar de todo.
Lorraine trajo a su mente los colores y los sabores de un desayuno abundante, de esos que sucedían únicamente cuando pagaban las utilidades en la fábrica donde trabajaba su padre. Permaneció sumida en ese confort durante toda la noche, hasta que escucho a alguien llamándola.
La voz comenzó como un susurro y se volvió más potente en cada ocasión, Lorraine abrió los ojos encontrándose con un panorama que se le antojó más acogedor de lo que realmente era. En la frontera rara vez podían presumir de un día cálido y soleado, esa mañana no era la excepción, pero a sus ojos todo se veía como una primavera brillante.
—Lorraine, despierta.
La voz era de uno de sus superiores, la supuesta mano derecha de Jude. Ella tardó unos segundos en estar lo suficientemente espabilada para ponerse en pie, pero cuando lo hizo se dirigió a la puerta, abriéndola en un movimiento lánguido. El hombre la miró y se quedó pasmado unos segundos, sin saber porque tenía la sensación de que la chica parecía más saludable que nunca.
—Lorraine, el jefe está por llegar —dijo finalmente. Entonces ella se despertó por completo y corrió a prepararse, una vez que estuvo aseada se asomó por la entrada de la muralla.
Jude Brummell estuvo toda la noche fuera otra vez y regresaba cubierto de sangre de pesadilla. Su figura se acercaba solitaria en medio de la quietud del bosque, Lorraine apretó sus labios, incluso ella se sentía intimidada cuando lo veía regresar.
Sin duda se merecía el apodo de "sabueso del infierno".
El señor Ferguson Lovelance apareció en su puerta una semana después de que Jude se marchó de la casa. Aster había estado un poco deprimido durante esos días y le había costado trabajo concentrarse en hacer cualquier cosa, por pequeña que fuera. Sin embargo, la presencia del hombre pareció despertarle de su estupor.
Ferguson Lovelance era todo lo que se esperaba de un caballero de buena reputación, era un hombre alto y fornido, con buen porte, un traje exquisito y un bigote impresionante. Era también el esposo de Amalia Lovelance, la mujer a la que Octavia le había regalado las velas y quien le envió los panecillos unos días atrás.
Junto a Mr. Lovelance estaba otro hombre muy similar a él, no en sus rasgos, pero sí en el tipo de aura que proyectaban. Ambos estaban en la mesa, les sirvieron té y panecillos, pero ninguno había tocado la comida. La visita fue una sorpresa, así que cuando terminó de alistarse, ya los habían instalado.
—Buenos días —Aster entró en la sala, mirando de uno al otro con expresión dudosa. Mr. Lovelance fue el primero en hablar, poniéndose en pie en gesto rígido y haciendo una pequeña reverencia.
—Mr. Winchester —dijo con voz educada. Aster apenas pudo contener una mueca de desagrado, acababa de pelear con Jude y que lo llamaran por su apellido de soltero fue profundamente incómodo.
—Brummell —corrigió rápidamente.
—¿Cómo? —el hombre se mostró sorprendido ante el comentario.
—Soy Aster Brummell, Winchester es mi apellido de soltero —inquirió, sin retractarse. Mr. Lovelance se tensó un instante y luego se corrigió.
—Mis disculpas, Mr. Brummell, estoy un poco distraído —se excusó—. Mi nombre es Ferguson Lovelance y este es mi gran amigo, Antonie Waters.
El susodicho le extendió la mano, ambos se saludaron, intercambiando algunas palabras de cortesía. Sin embargo, nada más tener la oportunidad, entraron en materia.
—Para ser sincero me he enterado del regalo que le hizo a mi esposa y estoy muy agradecido con usted, sus noches de sueño han sido las mejores desde entonces, el bebé nació hace unos días y también está muy a gusto con las velas —explicó con expresión satisfecha. Aster pudo notar que tenía algo más que decir, no habría ido a su casa, ignorando la mala reputación de su marido, sólo para agradecerle la vela.
—Me alegra que haya funcionado, espero que su bebé crezca grande y fuerte —A Aster le encantaban los bebés gorditos, le parecían la cosa más linda del mundo. Si tuviera la posibilidad, habría hecho el tripe de esfuerzo para llenar su casa de criaturas chillonas con mejillas regordetas.
—Estoy seguro de que lo hará, tienen los mejores pulmones de la ciudad —explicó, dejándose llevar por la charla, sin embargo, enseguida notó la expresión compungida en su compañero y se apresuró a sacar una caja que estaba descansando en una silla a su lado.
La caja era roja, con un lazo verde de terciopelo, parecía bastante lujosa, los ojos de Aster se posaron en ella de inmediato. Mentiría si no dijera que se sintió seducido por la apariencia del regalo.
—Trajimos esto como una compensación por la vela —dijo, ofreciéndole la caja. Aster estaba bien entrenado para nunca verse impresionado por nada, así que consiguió darles una sonrisa educada mientras tomaba el regalo en sus manos.
—Muchas gracias, lo abriré más tarde en privado —explicó, dándole el regalo a Octavia para que se la llevara, luego señaló las sillas—. Pero tomen asiento ¿Por qué estamos parados? —exclamó divertido.
Ambos se rieron, Aster se dio cuenta que estaban tratando de agradarle, pero se mostraban incómodos. Cuando estuvieron sentados, Antonie Waters tomó la iniciativa, pues, aunque se notaba que estaba tratando de contenerse, al final no pudo soportar los convencionalismos sociales que se avecinaban.
—En realidad estábamos aquí para pedirle un favor —dijo, inclinándose sobre la mesa, hablándole con cierto secretismo. Mr. Lovelance se puso tenso, temiendo que la conversación hubiese cambiado de forma demasiado abrupta.
En realidad, Aster prefería que fueran directos con él.
—Cuénteme —pidió, dándole la palabra. Él estaba realmente impresionado con la actitud de ambos hombres, no tenía idea de qué podría haberlos guiado a su casa cuando se sentían evidentemente incomodos en ella. Sobre todo, quería saber que les orilló a actuar de forma tan sumisa cuando eran hombres, a todas luces, bastante dominantes. Eran hombres de negocios después de todo.
—Hace unas semanas mi esposa tuvo un terrible accidente mientras viajábamos a la capital, su carruaje perdió el control y terminó cayendo por un acantilado —El soltó un suspiro, se le notaba afectado al hablar del tema, Aster pudo palpar el dolor en su voz y observándolo se dio cuenta de algunos detalles que había ignorado antes, por ejemplo, las manos temblorosas y el traje completamente negro—. Ella murió en ese accidente.
—Mis condolencias —susurró. Detrás de él pudo escuchar a Octavia contener una exclamación de sorpresa.
—Gracias —Mr. Waters le dio un trago a la taza de té, probablemente para contener el llanto—. Mi hijo mayor viajaba con ella y aunque salió ileso ha sido una experiencia muy traumática —explicó—. Desde entonces ha sufrido de insomnio, terrores nocturnos y no ha dicho una sola palabra, ni siquiera ha llorado, parece completamente ausente, los médicos han dicho que se debe al shock.
Aster se lo observó, no tenías que ser un genio para saber hacia dónde se movía aquella discusión. Suspiró, pensando en las trágicas circunstancias de aquel pobre hombre, aunque nunca había pasado por algo así, le era imposible no sentir simpatía por él.
—Cuando escuché de la vela que hicieron para Mr. Lovelance, inmediatamente pedí su ayuda y su esposa me permitió usarla en mi hijo. Como resultado, el niño durmió como un bebé durante toda la noche por primera vez en semanas, sin embargo, dado que es solo una vela no puedo disponer de ella, ya que no me pertenece, por lo que pensé que podrida venir aquí y pedir una —explicó, soltando suspiro, luego se mostró ligeramente avergonzado—. Por supuesto pagare por ella, sé que debe ser muy difícil hacer una de esas y estoy dispuesto a pagar por ella el precio que usted establezca —dijo, mostrándose extremadamente adulador en su tono.
Ir a casa de alguien que no conoce, pedirle que trabaje para ti, aunque esa persona no se dedique a ningún tipo de negocio podía ser extremadamente grosero. Sobre todo, para personas como Aster que fueron criadas en una posición en la que sus servicios no solamente eran extremadamente caros, también eran exclusivos. Por suerte, Aster se percibía a sí mismo como un mago de tercera categoría y no tenía ningún tipo de orgullo ni un gran nombre que lo respaldara, así que aquello le pareció cualquier cosa.
—No se preocupe, puedo hacer una vela para su hijo si es lo que necesita, no soy tan mezquino para cobrarle a un padre que ha sufrido semejante pérdida —dijo, mirando al hombre con cierta simpatía. Sus velas eran de soya, ni siquiera era un material tan caro—. Solo debe ser consciente de que mis velas no curarán mágicamente a su hijo y que probablemente necesite otro tipo de ayuda —agregó.
Ambos hombres se miraron entre si y sonrieron. Mr. Waters se apresuró a sacar un pequeño frasco de su chaqueta.
—En ese caso ¿Sería demasiado pedir que utilizaran esta esencia? —dijo, extendiendo el mismo hacia Aster—. Es esencia de rosas, el favorito de mi mujer y de mi hijo también, pienso que podría ser de ayuda tener buenos sueños y relacionarlos con el aroma de su madre —explicó.
A Aster no le pareció mala idea y aceptó el encargo.
Media hora después ambos hombres se despidieron, dedicándole innumerables agradecimientos. Ambos parecían un poco más animados y se fueron mostrando caras llenas de alivio.
Aster también estaba satisfecho, al menos sus ridículas velas estaban siendo de ayuda para alguien y quien sabe, si les agradaba a ambos quizás tendría una oportunidad de ingresar a algún círculo social más adelante.
Suspirando observo el frasquito con esencia de rosas, en ese momento lo más importante era la vela para el niño.
Ya está el capítulo nuevo, espero que les esté gustando la historia :E
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