5. Una verdad incómoda
Tenía siete cuadras desde la parada del colectivo hasta la casa de Lucía. Siete cuadras en las que podría inventar alguna excusa para no ir a cenar al departamento de Luciano al día siguiente y que no pareciera una mentira de última hora. Con el tiempo había aprendido a trazar las excusas con delicadeza, en especial las que implicaran estar fuera de su cama después de las diez de la noche.
Caminó sin prisa hasta la casa de Lucía y sostuvo el timbre por cinco segundos para que supieran que era ella. Cuando su amiga abrió la puerta, tenía dos guantes de plástico y un pincel para teñir.
—Pasá, estoy dejando a Jaz como la Jazmín de antes.
Laila se sentó en un sillón, mirándolas a la distancia.
—¿Por qué te sacás el rubio?
—No me convence demasiado cómo...
Lucía la interrumpió.
—Martín le dijo que llama demasiado la atención y le sugirió volver a su color natural. Y Jaz cedió porque es la novia ejemplar que se desvive por el amor de su vida, ¿no?
Parecía que llevaban más de media hora hablando del tema. Laila habría tomado parte en contra de Martín, pero se sentía tan traicionada por Lucía que era incapaz de darle la razón, por más que la tuviera.
—Tendrías que haberte teñido de rojo fuego —sugirió—. Vas a ver cómo te pide que vuelvas al rubio.
Jazmín apretó los labios para que no se notara cómo sonreía.
—Está bien, igual me estaba cansando de mantenerlo.
Lucía, a espaldas de Jazmín, levantó las manos al techo en un pedido de auxilio a un dios en el que no creía.
—Es peligroso que tome esta clase de decisiones por vos, Jaz. —Laila se acomodó en el sillón y levantó los pies—. Hoy es el pelo, mañana es la ropa, en dos días vas a ser la chica que el quiere y no... vos. No vas a ser vos.
—Las dos partes ceden en una relación —se defendió ella—. No empecemos con el tema de quién es la única que supo mantener relaciones estables de las tres porque saben cómo termina.
—Sí, con vos hablando del pelotudo de tu ex y haciendo la lista de los tipos con los que estuve sin acordarte de la mitad —contestó Laila.
—Y hablando otra vez de tu hermana —agregó Lucía en voz baja—. No hace falta mencionarla todo el tiempo.
—Fue tu relación más larga.
—Pero no fue la mejor.
Jazmín giró en la silla para enfrentarla.
—¿Y cuál fue la mejor?
Lucía sacudió la cabeza. Las tres sabían cómo seguía y terminaba esa discusión y ninguna estaba de ánimo para repetirla. Laila se levantó y puso la pava para el mate con la intención de cambiar de tema.
—La que nunca pasó —dijo para matar el silencio—. Su mejor relación es la que podría tener con Nico si no fueran dos imbéciles. Y listo, tema cerrado. No podemos echarnos en cara situaciones de las que nos costó salir.
No las miraba. Solo la radio que sonaba en otro lugar de la casa rompía el silencio en el que se habían sumido. Lucía, a pesar del intercambio, no había dejado su tarea de teñir a Jazmín. Incluso aunque no aprobara sus motivos, no le iba a negar la mano que necesitaba. Cuando el agua estuvo lista, preparó el mate con la seguridad de quien llevaba años visitando a su amiga y se sentó frente a ambas, obligándolas a mirarla.
—Quiero saber por qué mierda no me avisaron la otra noche.
Jazmín se mordió el labio y trató de sonreír.
—¿Tan malo fue el viaje?
Se había prohibido recordarlo. Viajar en esa moto después de años, con alguien que la dominaba con toda la seguridad que a ella le faltaba, la había quebrado.
—¿Por qué Mateo? —preguntó con un hilo de voz.
Había decidido no mencionar que sabía que Lucía y Nicolás estuvieron pendientes de ella a último momento. No por proteger a Mateo, sino porque no deseaba mostrar que ella lo había obligado a contarle. No podía mostrarse vulnerable, ni siquiera con sus mejores amigos. Ni siquiera con Luciano.
—¿Por qué lo odiás tanto? —quiso saber Jazmín—. Se nota cómo chocan, pero de ahí a esa resistencia que tenés...
—Se le tiró la noche que se conocieron —explicó Lucía, concentrada en cubrir las raíces—. Fue la primera noche que Laila se juntó con nosotros después de lo que pasó y Nico habló con Mateo para explicarle la situación por encima para que no contara ninguna anécdota como cuando lo conocimos nosotras.
—¿Cuando nos habló de esa vez que corrió picadas con una botella de vodka encima?
—Justo eso.
Jazmín giró la cabeza hacia Laila para buscar la continuación de la historia.
—Y el muy pelotudo no tuvo mejor idea que pasar a la cocina, verme, sacar una lata de cerveza, ponerme las llaves de la moto al frente y decirme lo buena que estaba.
La decepción de Jazmín fue palpable.
—¿Lo hizo a propósito? Porque no parece ser esa clase de tipo. Las veces que hablé con él...
—Vos creés lo mejor de todo el mundo. —Lucía le pidió que bajara la cabeza con un movimiento de su mano—. Mateo no será mal tipo, pero es un idiota cuando le pinta. Esa noche se pasó por el culo lo que le pedimos y Laila casi se va a la mierda.
—¿Por qué no te fuiste? ¿Y por qué yo recién me entero de todo esto?
Laila dejó el mate a un costado e inclinó el cuerpo hacia Jazmín para que pudiera ver su expresión mientras hablaba. Pronunció las palabras con cuidado.
—Antes de que pudiera cagarlo a piñas, llegaste hecha mierda porque tu novio te había amenazado con cortar si esa noche te juntabas con nosotros. Y elegiste vernos porque era la primera vez que yo salía de casa desde la muerte de Sol, pero eras una catarata de lágrimas y me olvidé de Mateo porque vos eras más importante. Sos más importante. Y el mismo tipo que esa noche te hizo llorar es por el que ahora te sacás el color que más lindo te queda.
No volvieron a hablar. Lucía eligió no pronunciar palabra sobre Martín y no volvió a sacar el tema de Mateo. De las dos, ella era a la que Laila más prestaba atención. Si hubieran estado solas, podrían haber abordado la situación de otra manera, con más reclamos y menos palabras elegidas con cuidado. Con Lucía podía dejarse llevar. Con Jazmín tenía que manejarse con pinzas.
—¿Por qué volví con Mateo? ¿Pueden contestar eso por lo menos? —No fue un reproche, había meditado el tono que usaría para volver al tema durante los últimos minutos.
—Te busqué —le recordó Lucía—. Te avisé que ya nos íbamos y me dijiste que me fuera. No te podía gritar que los chicos estaban discutiendo si te ibas con Mateo o no.
—¿Y por qué no frenaron a Lucho? ¿Por qué no le dijeron que le pidiera a Nico que me lleve?
Jazmín intervino antes de que Lucía pudiera contestar.
—¿Por qué frenaríamos a Lucho?
—Porque él le pidió a Mateo que me llevara cuando vio que no hacía tiempo.
Sus amigas se miraron, extrañadas. Laila apoyó la espalda contra el respaldo de la silla, segura de que iba a necesitarlo. Una idea cobró forma en sus intestinos, como una trenza que no dejaba de anudarse y retorcerse para incomodarla.
—¿Quién se lo pidió? —exigió saber.
Jazmín agarró el mate de la mesa y se llevó la bombilla a los labios como signo de que no iba a hablar. Lucía, que no dejaba de mirar a Laila con los ojos entrecerrados, fue quien contestó.
—Nadie se lo pidió. Él se ofreció.
No era lógico, no con la molestia que tenía por verse obligado a llevarla hasta su casa. Repasó cada segundo que habían compartido y llegó a la misma conclusión que aquella noche: ella no le importaba, solo Luciano. Ella no era nada más que la mejor amiga de su mejor amigo, y le correspondía hacerse cargo si él no podía para darle un respiro.
—Se iba a ver con una mina, no le sobraba el tiempo para llevarme.
—Hablalo con él, no con nosotras —le sugirió Lucía—. Yo cumplí con avisarte que nos íbamos, Jaz buscó alternativas para que no volvieras sola, Mateo insistió y los chicos le hicieron caso. No sabemos nada más.
—¿Y si quiere hacer las paces? —sugirió Jazmín. Inclinó la cabeza a un costado, como Lucía le pidió—. Puede que se haya dado cuenta de que están peleados por algo que ya pasó y quiera empezar de cero porque está Lucho en el medio y la pasa mal porque ustedes no se pueden ni ver.
—Ojalá fuera solo eso... —murmuró Laila. Creyó que nadie la había escuchado, pero notó tarde su error.
—¿Qué más pasó?
—Nada, que se pelean hasta por qué van a tomar —intervino Lucía. Desde su posición, a salvo de la mirada de Jazmín, hizo un gesto de advertencia para Laila—. Tendrías que ir a todas las juntadas para verlos en su máximo esplendor. Si no pelean por todo, no se dirigen ni el saludo. Tenés suerte de haberlos visto dos veces nada más.
—¿Todo porque la buscó una noche? —La expresión de Jazmín sugería que no reconocía a la Laila que tenía enfrente. Ella tampoco se reconocía—. Tipos más idiotas que él te buscaron y les dijiste que sí.
Se obligaron a reír y Lucía le indicó que las raíces estaban listas.
—Andá al baño y ponete el gorro que está en la puerta —le pidió. Cuando Jazmín estuvo fuera de su alcance, se acercó a Laila y le reclamó en un susurro—. Si le decís por qué discuten cada vez que se cruzan, la perdemos. No seas estúpida.
—No iba a hablar de eso, se me escapó.
—Que no se te escape más.
Se apoyaron contra el borde de la mesa. El mate quedó olvidado a sus espaldas mientras seguían los sonidos que hacía Jazmín con la capa de plástico improvisada que había usado para no mancharse la ropa con tintura.
—Sigo sin entender por qué se ofreció. Tampoco entiendo por qué le dije que sí.
—¿Te querrá buscar de nuevo?
—Lo dudo. Se iba a ver con una mina. Si anda en esas, no me puede meter en esa bolsa. Soy como la hermana menor del mejor amigo, se supone que hay códigos.
—¿Hay códigos?
—No sé si habrá entre ellos. Yo sí tengo.
Lucía contuvo la risa.
—Necesito escuchar esos supuestos códigos.
Laila levantó un dedo para empezar a contar.
—No meterme con un amigo, no meterme con el ex de una amiga, no meterme con nadie más de tres veces. Y ya está.
—Bueno, son más coherentes de lo que esperaba. Y nunca te vi incumplir los dos primeros, así que debe ser cierto. Del tercero no puedo asegurar nada.
Laila le dio un codazo suave.
—Perdón por no ser más clara la otra noche. No estaba segura de que fuera verdad que Mateo te iba a llevar.
—Era verdad.
—¿Llegaste bien? ¿No te sentiste mal por ir en moto?
Contuvo el suspiro porque sabía que Lucía no lo dejaría pasar. Se escuchaba a Jazmín caminar por el pasilloy se preparó para pretender que estaba todo bien.
—No fue tan terrible —murmuró.
Hola. ♥
¿Perdonamos a Luciano por haberse ido esa noche?
¿Qué pensamos de Lucía y Jazmín? ¿Las abrazamos?
¿Confiamos en las intenciones de Mateo?
Capítulo dedicado a Angela-MG por seguir esta historia y la de Cliff y hacerme ver que elegí bien al decidir compartirlas. Hay mucho de mí en estos dos proyectos y mostrarlos me hace bien. Gracias por estar acá. ♥
Espero que les esté gustando. ♥
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