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16. Una ayuda inesperada

Luciano la vio cuando cruzó la calle. Laila se había delineado los ojos y caminaba con la cabeza apenas inclinada hacia arriba, desafiando al mundo. Quiso sonreír; no la veía usar esos borcegos con plataformas, los que la dejaban casi a su altura, desde principio de año. Separó la espalda de la pared de la cafetería en la que se iban a encontrar y la abrazó apenas la tuvo lo bastante cerca.

—Si hubiera sabido que necesitabas esto, te abrazaba anoche antes de que quedaras como un idiota con los amigos de Nico —murmuró ella con la cara escondida en el pelo de su amigo.

Luciano sacudió la cabeza despacio.

—Te quería ver antes de que vengan los chicos porque no sé si te volvés conmigo y estoy seguro de que no te vas a quedar en el departamento a tomar algo.

—Eso depende.

—Va a estar Mateo.

—Entonces no.

Dudó. Una parte de él creía que empezaban a llevarse mejor desde la última vez que se vieron en su departamento, pero ese alivio parecía la mejoría antes de la muerte. Los dos tenían poca paciencia, los dos la pasaban mal. Los dos necesitaban una chispa para detonar.

—¿Jorge sabe que seguís hablando de Agustina cuando te ponés en pedo?

Que Laila sacara el tema lo confundió. Agradeció no tener que hablar de Mateo en ese momento y de no haber sido el primero en mencionar a su ex.

—Trato de no hablarle de Agus porque se va a poner peor por algo que no tiene sentido.

—¿Todavía la extrañás?

El cielo estaba particularmente gris esa tarde, similar a la noche que se animó a decirle que la quería. Se acordaba de cada momento como si no hubieran pasado años, como si todavía Agustina y él vivieran en la misma ciudad. Como si no hubiera necesitado superarla.

—Siento que, si la veo, no voy a ser indiferente.

—¿Pensás que la vas a ver?

Sabía que la iba a ver. Los últimos días habían sido una secuencia tortuosa para él y Mateo, pero que en ese infierno existiera la posibilidad de que Agustina viajara y se encontraran le comía la conciencia. No quería pensar en ella mientras estuviera con Jorge, no quería dejarlo por una esperanza inexistente. No era capaz de estar solo.

Buscó la mirada de su amiga y detalló cómo se había maquillado, el tiempo que le debió llevar delinearse con tanta simetría. Descubrió en sus ojos un brillo que no había notado antes, enmarcado del negro que Laila tanto había trabajado y que destacaba en su actitud controlada.

—¿Estuviste llorando?

Laila se rio y se apoyó contra la pared que él había ocupado. Buscó un cigarrillo en su mochila, desvió la mirada.

—Hace años que no sé lo que es llorar. —Podía parecer orgullosa, pero Luciano sabía leer la frustración escondida en sus palabras.

—¿Y estás bien con eso?

Laila prendió el cigarrillo y apoyó la cabeza contra la pared. Pareció dudar antes de hablar.

—Tu amigo me tiene ganas.

Luciano contuvo el aire. Lo único que Mateo le había dicho esa mañana cuando se encontraron en el departamento fue: «Si todavía me la querés devolver, en cualquier momento vas a tener un motivo». Luciano se rozó un pómulo con los nudillos antes de contestar.

—¿Te dijo algo?

—No hace falta, me doy cuenta. —No estaba nerviosa, no dudaba de lo que decía—. ¿Podés hacer algo para que se le pase?

Luciano suspiró. No había nada que él no supiera al respecto y, aun así, tampoco había algo que pudiera hacer. Los había mantenido a distancia durante el mayor tiempo posible y estaba seguro de que había sido la mejor decisión. La Laila que amaba el peligro no podía conocer al Mateo que nunca sabía si al otro día se iba a despertar. El Mateo que adoraba ser reconocido no podía conocer a una Laila que lo iba a incitar a llegar al límite para acompañarlo. En su esencia, en la chispa que moldeaba sus deseos y creencias, se podían potenciar de una forma que solo él, por cómo los conocía, podía anticipar.

Ahora, Laila era un fuego apagado y Mateo, un riesgo bajo control. Y Luciano era el único que sabía cómo dirigir la brisa para que explotaran. Lo que no sabía era cómo evitarlo.

—Si tan mal te cae, no va a pasar nada. ¿Te incomoda demasiado?

—Ese es justo el problema.

Luciano sostuvo la mandíbula de Laila con un dedo y la giró para que lo mirara a los ojos.

—No me digas que querés que te busque.

Ella se alejó con brusquedad.

—No. No es eso. El tema es que me cae mal... pero con matices.

—¿Te cae mal pero le querés entrar?

Laila ahogó una carcajada en el humo. Lo miró con el cariño brillando en las pupilas.

—Lo que digo es que odio cómo piensa y odio que lo diga como lo dice, pero hay cosas... Se da cuenta de lo que hace mal. Entiendo su punto, lo que él no entiende es el mío. Y no lo entiende porque no sabe cómo terminó Sol con ese tipo, igual que yo no sé por qué defiende a muerte lo que piensa cuando con otros temas parece que todo le chupa un huevo. —Cerró los ojos y fumó despacio, como si pretendiera acomodar sus ideas. Luciano esperó—. Ni a vos te quise pegar esa vez como le quise pegar a él la otra noche. Me enferma que me genere violencia, que haga que quiera lastimar a alguien. Yo no soy así, Lucho. Y no le pienso dar ese poder.

—¿Hablaron anoche?

Laila desvió la mirada al suelo. Tiró la ceniza del cigarrillo en la vereda.

—Me tiene ganas y sale con una mina. Sabés que no me gusta cagar minas.

—Meli...

—Sí, ya sé. «Meli no es celosa». No es eso. Me preocupan cosas que...

—¿Que qué?

Se calló. Miró a los costados como si esperara que alguno de sus amigos apareciera para salvarla de contestar. Luciano nunca deseó tanto que fueran impuntuales como en ese momento.

—Nada.

Volvió a suspirar. Se perdía de algo importante y le molestaba ver la magnitud y no el problema.

—¿Tenés miedo de que, si te convenció dos veces para que fueras en moto con él después de lo que pasó, te pueda convencer para hacer cualquier cosa?

Laila tiró el cigarrillo en un canasto de basura y se paró al frente de Luciano. Estaba más alta, más firme, tenía los ojos más cansados. La piel le brillaba como si la hubiera cuidado por semanas y toda ella resplandecía en el dolor que sabía esconder mejor que nadie. Veía la angustia en Laila, cómo su cuerpo no la reflejaba. Sintió un escalofrío.

—Me da miedo lo cómoda que estoy cuando estamos solos. Lo abracé, Lucho. Casi me come la boca. Y no es solamente eso. —Estaban tan cerca que Luciano vio cómo le temblaba el labio inferior mientras hablaba—. No es una comodidad sana, se siente como... como antes. No es como cuando estoy con vos, que sé que cuando nos juntamos, nos cagamos de risa y vuelvo a casa tranquila. No es como cuando nos juntamos con los chicos, que sé que vamos a estar bien.

—Laila...

—Es la comodidad de saber que, si se va todo a la mierda, va a estar bien. Que se puede ir todo a la mierda. Que si está conmigo y se le va la moto, no me voy a arrepentir de ese segundo de adrenalina. Ese es el problema, que a veces quiero irme a la mierda. —Le brillaban los ojos, le temblaba la voz. Luciano la abrazó con fuerza—. ¿Por qué me dejaste prometer cosas que no quería cumplir?

—Porque ya las habías prometido cuando me contaste.

Laila le devolvió el abrazo.

—Pedile que la corte —pidió en un susurro—. Necesito pensar, acomodar cosas. Saber cosas.

Luciano tensó la espalda.

—¿Qué querés saber? ¿Qué te dijo hasta ahora?

Ella lo ignoró.

—Necesito resolver cosas que me queman la cabeza y no puedo si pienso que soy una débil de mierda y que no puedo con algo tan fácil como decirle que no a un tipo.

Luciano la alejó para buscar su mirada. Laila no lloraba, pero estaba cerca. Su mejor amiga sufría por algo que él podría haber evitado y que se había prolongado más de lo que estimó en su momento. Sufría, en parte, por algo que él había generado, también.

—No es «un tipo». Es Mateo. Es un chabón al que le confío la vida. El único con el que estoy tranquilo si sé que te volvés con él. Y sí, a mí también me da miedo que se le vayan las cosas de las manos porque está con algo jodido encima, pero confío en él igual que confío en vos. Ninguno se va a dejar ganar por la mierda que los sigue.

Laila sonrió como si su motivación le generara ternura, como si sus palabras fueran producto de la ilusión y no de la confianza. Se apoyó en la pared, pegando un hombro al suyo, y cerró los ojos.

—Nunca tuve tanto miedo de lo que puedo hacer, Lucho. Necesito saber tantas cosas y tengo tan poco tiempo... —Dejó de hablar cuando miró a un costado. Luciano se dio vuelta y lo vio llegar—. No te voy a joder por lo de Agustina si yo pasé toda la mañana pensando en cosas que se supone que también dejé hace años. Cada uno se hace mierda como quiere.

Mateo era la antítesis de Laila. Caminaba cansado, despacio, arrastrando los pies. Tenía la mirada destruida y los labios secos. Los saludó rápido, como si estar a solas con ellos lo incomodara, y evitó mirarla. El silencio que generaban se rompía con el pasar de los autos y las frases sueltas de la gente que andaba por ahí. Laila se ofreció a buscar mesa y los dejó solos. 

—¿Qué pasó anoche?

No pretendía atacarlo con su pregunta, pero necesitaba poner un límite. Mateo no iba a romper el trato que tenían. Luciano no quería equilibrar la balanza.

—¿Qué te contó?

Luciano suspiró. Perdió la cuenta de cuántas veces había suspirado por culpa de aquellos dos.

—¿Hablaste con ella?

Mateo chasqueó la lengua.

—Sabés que no. No puedo, no me sale. Te prometo que voy a hablar, pero no sé cuándo.

En otro momento habría insistido. Habría sacado a relucir que Mateo le había prometido una única cosa y que era incapaz de cumplirla, le habría comido la conciencia. Ahora, mientras encontraba en la imagen destrozada de su amigo los retazos del infierno que había vivido los últimos días, se sentía incapaz de hablar de Laila.

—Hay algo que no te conté.

—No la voy a buscar, no hace falta que me trabajes la cabeza.

—Es sobre Vero.

Bastaba mencionarla para que Mateo se congelara. Se arrepintió de no haberlo recordado antes, de no haber usado esa situación para evitar el desastre que tenía a los pies.

—Esta mañana me dijiste que íbamos a estar a mano porque casi hacés lo que te pedí que no hicieras. Y justo hoy Laila me dijo algo que me hizo acordar de ese día también.

—¿Qué dijo?

Contenía la respiración. Luciano se acercó a él para hablar en un susurro.

—Que ni a mí me quiso pegar esa vez como te quiso pegar a vos cuando le dijiste que Sol tenía la culpa.

—No sé a dónde querés llegar...

—Laila no conoció a Vero, no tiene idea de quién es y tampoco sabía quién eras vos en ese momento. Así y todo, apenas supo lo que había pasado, me dejó de hablar. Fue la única vez que peleamos y me juró que iba a hacer como si me hubiera muerto si no arreglaba la cagada.

La respiración de Mateo se volvió pesada, antinatural. Luciano deseó nunca estar en su cabeza; tenía miedo de encontrarse ahí.

—¿Por eso le pediste perdón?

—No, le pedí perdón porque me nació, ni Laila ni vos tuvieron que ver en eso, pero lo que trato de hacer que te entre es que la única vez que Laila y yo dejamos de hablar fue porque defendió a Vero sin saber nada de ella, ni el nombre. Esa era Laila en ese momento y esa sigue siendo Laila ahora. Esa es la Laila a la que le decís que no se sienta responsable por lo de Sol. La misma Laila que sintió la necesidad de hacer algo cuando vio que una chica había pasado un momento de mierda y no le importó que su mejor amigo estuviera metido.

Mateo se dio vuelta y se alejó de él. Tardó algunos segundos en volver. Parecía más perdido a cada segundo y Luciano se arrepintió de haberle insistido para que fuera esa tarde con ellos.

—No me podés contar esto ahora.

Se le había quebrado la voz, le brillaban los ojos. Sus amigos eran dos figuras de porcelana que se podían romper con la brisa y él los había dejado al pie de un huracán.

—No le hablaste de Vero, no le hablaste de Marisol, no le hablaste de nada. Me prometiste que no la ibas a buscar hasta hablar con ella y no te sale ni media palabra.

—A estas alturas, prefiero no buscarla y no tener que decir nada.

—No seas pelotudo. La querías conocer hace años, te gustó cuando la viste, te voló la cabeza después de las primeras juntadas. —Calló la culpa pensando que no le había prometido a Laila que iba a mantener a Mateo al margen—. No digo que la busques, no me voy a meter en eso, pero estoy cansado de ver que no pueden pasar un rato sin volverlo incómodo. Toda la mañana estuviste insoportable y estoy seguro de que es porque anoche casi te la mandás. 

—¿Te pensás que es fácil?

—Más vale que no, por eso te conté lo de Vero, para ayudarte. Podés empezar por ahí, que igual va a ser difícil que no se entere a estas alturas. Andá de a poco.

Siguió la mirada de Mateo, que atravesaba la ventana de la cafetería que Jazmín había elegido. Laila estaba sentada en una mesa para seis, de costado. Los miraba de reojo y a Luciano se le erizó la piel al intentar imaginar en qué pensaba.

Mateo tenía el poder de romperla y de derrumbarse en el camino. Laila podía hundirlo en la culpa que tanto le había costado superar y destruirse a sí misma después. Antes, cuando ambos tocaron fondo, lo hicieron con la diferencia temporal justa para que Luciano pudiera sostener a cada uno. Ahora, la amenaza de que colapsaran al mismo tiempo era latente y Luciano tenía miedo por sus amigos. Había llorado por anticipado pérdidas que acabaron por evitarse y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para no necesitar esas lágrimas años después.

Hola. ♥ ¿Algo que les haya interesado de este capítulo?

¿Piensan que Laila va a dejar de soltar todo lo que piensa sin filtro alguna vez?

¿Qué postura creen que Luciano debería tomar con respecto a estos dos?

Este capítulo está muy ligado a la relación que Luciano tuvo con Agustina y algún día les voy a contar más de eso porque esos dos tienen su propia historia y el epílogo pasa justo después de que temine la historia de Laila y confirma algo que Luciano sospecha en este capítulo. Perdón, me gusta enredar todo. No me dejen de querer si es que lo hacen (?). 

Este capítulo va dedicado a EsteffanyFlorian porque no quiero que pase demasiado tiempo hasta que pueda dedicarle un capítulo y que lo vea. Esteffany hizo ediciones hermosas de la historia de Laila y gente bonita llegó gracias a ella. No puedo estar más agradecida.

¿Les gustaría que hubiera una lectura conjunta de esta historia? Si quieren que la hagamos, voy a intentar subir capítulos más rápido para que haya más material para leer. ¿Qué les parece? Cuenten acá sus ideas. →

Gracias por seguir en esta historia. ♥ 

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