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14. Cuando el recuerdo es una amenaza

La luz de la mañana se asomaba por las persianas con lentitud. Laila llevaba tres horas despierta, incapaz de cerrar los ojos. Roma dormía sobre su abdomen, estirada, y una mano distraída le acariciaba las orejas.

Tenía más de diez mensajes de Lucía sin leer y dos llamadas perdidas de Luciano. Nicolás no se conectaba desde las dos de la madrugada y de Jazmín solo tenía el mensaje que mandó antes de medianoche pidiendo que se juntaran otro día para poder ir. Mateo se había conectado hacía dos minutos. Laila cerró la aplicación antes de que sus dedos tocaran su imagen de perfil.

Su mente cansada no dejaba de repetir el sueño que había presenciado. La primera vez que lo vivió, creyó que todo terminaba ahí, en la calle mojada a los pies de un bar, en una moto que se acercaba furiosa en la noche. No esperaba el impacto, no contaba con verse reflejada. No pensó que vería a Sol tapándose los ojos para alejarse de la imagen de la moto rota contra un árbol.

Su hermana había liberado el alma de la chica al mar antes de que pudiera pedirle respuestas. Ninguna habló después de aquel sueño, se limitaron a navegar en silencio. Sol no dirigió su uña al agua, Laila no atrajo ningún otro sueño esa noche. La soledad que nunca sentía en el bote comenzaba a invadir ese espacio donde no estaba sola en realidad.

Alguien soñaba con Laila. Alguien que había perdido a la chica de pelo rojo y que era demasiado importante para ella, casi tanto como su mamá. No sabía quién era la chica, ni siquiera conocía su nombre, pero su insistencia y su desesperación eran todo lo que Laila necesitaba para buscarla, incluso antes de saber que la situación era más cercana de lo que creía.

Alguien soñaba con Laila, pero decirlo era apenas arañar la superficie de lo que su presencia en aquel bar implicaba. Alguien soñaba que Laila veía cómo chocaba, cómo moría. Intentó recordar la expresión que tenía en el sueño, pero era indescifrable.

Alguien moría para que ella viera la escena, y, aunque los elementos que asociaban el sueño a la muerte de Sol estaban ahí —la moto, el choque, la noche lluviosa—, no sentía que se tratara de su hermana. Era ella quien miraba a la distancia, quien anticipaba la llegada del desastre. Era Laila —la otra Laila— quien aparecía nítida y perturbadora en su tranquilidad.

Corrió a Roma y se dio vuelta para buscar el teléfono.

Lucía
Menos mal que no te quedaste

Lucía
Lucho se quedó dormido en el sillón y le empezó a hablar a un chabón DE AGUSTINA

Lucía
Que Agustina lo celaba con vos y ahora Jorge lo cela con Mateo y que está cansado de ir siempre a lo mismo

Lucía
Me dejaste todo el bardo a mí sola, gracias por quererme tanto

Lucía
No me quiero meter ahí porque yo nunca hablé con la piba, pero te cuento para que sepas que la sigue mencionando

Lucía
Nico me tiró besos toda la noche hasta que le ganó el sueño y se fue a dormir

Lucía
Adiviná quién tuvo que terminar la joda y hacer que se fueran todos

Lucía
La mamá de Nico se cagó de risa cuando vio que no era la una y estos dos estaban mosca

Lucía
Dejamos a Lucho en el sillón y yo vine a la pieza de Nico

Lucía
Estoy en la cama y no me puedo dormir, me está abrazando y no quiero salir de acá

Lucía
Menos mal que contaba con mi amiga para que no me dejara hacer estas cosas

Lucía
Qué pasó con Mateo??? Necesito un chisme para distraerme

Cerró los ojos con fuerza. El día anterior habría contestado cada mensaje sin pensarlo dos veces, pero ahora todo le resultaba superficial y poco interesante. Se obligó a no ignorar a su amiga aunque necesitara apagar el teléfono otra vez.

Laila
No sé nada de Agustina hace años, ya voy a hablar con Lucho para que no se mande una cagada

Laila
Sobre Nico, sos vos la que eligió quedar como amigos

Laila
Si te hace tanto mal, replanteate las cosas

Laila
Y qué mierda le pasa a Mateo? Se nota que está hecho pija pero no le pienso preguntar

«Por enésima vez», agregó en su interior.

Buscó el contacto de Luciano.

—No estoy de humor para hablar de Agustina porque no me contaste que te habías peleado con Jorge. Te llamo cuando podamos hablar bien. No me gusta enterarme de lo que te pasa por otros.

Sabía que no escucharía el audio hasta que se hubiera despertado del todo. También sabía que no sacaría el tema hasta que ella lo hiciera. Se conocían tanto que Laila estaba segura de que él había anticipado su molestia por no contarle sobre su discusión.

Se levantó de la cama y abrió la ventana. Se sentó al borde del marco, con los pies sobre el colchón. Alguien soñaba con ella. Recordó, con un escalofrío, cómo era verse a través de la mirada de quien soñaba. Cerró los ojos, dejó que el sol le empapara la piel.

Tenía dos opciones: indagar y no involucrarse. Si buscaba sobre chicas de pelo rojo desaparecidas durante los últimos días, podía dar con el nombre que Sol no le había permitido averiguar. Y, si lo conseguía, el mar iba a tocarse con el mundo de los vivos, y era una posibilidad que le habían encargado evitar. Los sueños y la realidad no podían tocarse, por difusos que fueran los límites por momentos. Ella podía verlos, había aceptado el poder de trazar la división entre la voluntad de los vivos y los deseos de las almas. 

Si no se involucraba, la incertidumbre la llevaría una y otra vez a sueños desagradables, a revivir despedidas que ella se sentía incapaz de tener, a estancarse. Su ánimo acabaría afectando a Sol, y, a la larga, a su relación. Podía perder lo poco que conservaba de su hermana.

Buscó una etiqueta de cigarrillos sin abrir y sacó el encendedor de su mochila. Se sentó en el marco de la ventana otra vez. Cerró los ojos. Fumó.

Buscó su conversación vacía con Mateo. Nunca habían hablado, ni siquiera para avisos rápidos del tipo «Lucho no contesta, que compre para la ensalada». Se ignoraban a conciencia a pesar de compartir espacio. Mateo nunca le había pedido perdón por esa primera noche. Laila nunca le había dicho que necesitaba sus disculpas para sentir que no exageraba, que tenía razón en sentirse mal. Quería que alguien validara el rechazo que sentía hacia ella misma, que hacía bien en dejar de lado lo que Sol había imitado de ella y la había llevado al accidente.

Miró la pantalla. Mateo estaba escribiendo un mensaje. Bloqueó el teléfono para que no supiera que tenía su conversación abierta. Lo leyó después de una eternidad que duró dos minutos.

Mateo
Te puedo pedir que no le cuentes a Lucho lo de anoche?

¿Qué esperaba esconder? ¿Que la había llevado a su casa, que había esperado a que entrara, que habían fumado del mismo cigarrillo? ¿Que habían estado tan cerca que respiraba su aliento?

Laila
Qué de anoche?

Mateo
Que me diste un pucho

Mateo
Y te voy a deber una para estar a mano

Consideró elegir entre las preguntas que no habían tenido respuesta la noche anterior, pero dejó de escribir cuando se dio cuenta de que esa neutralidad se podía volver en su contra con el tiempo.

Laila
No me debés nada, igual tampoco le iba a contar que casi me comés la boca

Una parte de ella deseaba que se riera de su mensaje. Si conseguía una sonrisa, por apagada que fuera, calmaría su necesidad de aliviar el peso de alguien, aunque no fuera el suyo.

Mateo
No iba a hacer nada

Mateo
Estoy saliendo con alguien

La vergüenza y la bronca crecieron por igual. Vergüenza porque contaba con que su mensaje aliviara la tensión entre los dos. Bronca porque había estado a milímetros de besarla, la había acariciado, le había sugerido que su cercanía le gustaba... mientras estaba con otra chica.

Laila
Era joda, igual me parece medio verga que te hayas acercado tanto siendo que hay alguien más, pero no sé cómo te manejás vos

Mateo
Meli no es celosa ;)

Mateo
Igual, posta que no iba a hacer nada con vos.

Mateo
Fue cosa del momento

Mateo
La prueba de que fue una noche de mierda es que toqué un pucho

Laila
Por qué no querés que Lucho se entere? Contestá eso y estamos a mano

Mateo
Hay vicios jodidos y se supone que ya había salido de este

Le concedió que esta vez le había contestado en vez de esquivar la pregunta, como la noche anterior. Le dio una calada profunda a su cigarrillo antes de escribir.

Laila
Lucho no se va a enterar

Mateo no le agradeció, ni siquiera seguía conectado después de leer su mensaje. Laila tiró el teléfono a la cama y volvió a cerrar los ojos con la cabeza apoyada en el marco de la ventana.

 La puerta se abrió sin que nadie golpeara antes y Graciela apareció con una caja en los brazos.

—¿Y eso?

—Vení a desayunar y después hablamos de esto. —Dejó la caja en el suelo antes de irse.

Laila corrió a abrir la caja. Lo primero que encontró fue una remera de Sapphire Fire. Era suya, se la había prestado a Sol dos semanas antes de que conociera a su última pareja. Un mes antes del accidente. Olió la tela, el perfume a lavanda la decepcionó.

Dejó la remera en la caja y se miró al espejo antes de ir a la cocina. Tenía los ojos hinchados por la falta de sueño. Se ató el pelo y buscó el celular. Había un único mensaje.

Lucía
Hasta donde sé, cortó con una mina

Laila
Me dijo que está saliendo con alguien

Lucía
Bancá, ya te averiguo bien

Quiso pedirle que no lo hiciera, pero una parte de ella quería descubrir si le había mentido de nuevo. 

Su mamá y Graciela habían servido el desayuno para las tres. Mercedes tomaba el café negro de siempre.

—Laila, mi amor, tu mamá y yo estábamos pensando en acomodar las cosas de Solcito porque hay demasiados recuerdos en su pieza.

—¿Qué?

—Recién te dejé una caja con ropa que parece de verano, creo que hay algunas cosas tuyas. —Hablaba mientras se preparaba una tostada con mermelada, ajena al peso de sus palabras—. Separá lo que sea tuyo y algo que te quieras dejar de Solcito, vamos a donar el resto.

—Pará, pará. ¿Por qué están sacando todo? ¿Ma?

Graciela contestó en su lugar.

—Me parte el corazón dormir en esa pieza y ver a mi nena en todos lados.

—Ahora, pero no te vas a quedar a vivir acá. No tenés poder de decisión para tocar nada.

No recibió respuesta, solo una sonrisa apagada de su tía y una mirada arrepentida de Mercedes. Se sirvió una taza de café para no dar por terminada la discusión y desayunó en silencio.

Sol había muerto una noche y, cada vez que perdía algo que le había pertenecido, Laila sentía que moría de nuevo. Moría un poco más cada vez que lavaban su ropa, que se gastaban sus fotos, que se tiraban sus cremas vencidas. Murió cuando sacaron sus cosas del baño porque no había suficiente espacio. Murió cuando Laila perdió el diseño de un segundo tatuaje que se iban a hacer juntas.

Su teléfono vibró en la mesa. Graciela suspiró, molesta.

Lucía
Cortó con Lorena, todavía sale con Melisa

Lucía
Según Nico, salía con las dos y las dos sabían

Lucía
Melisa llegó primero y es la que le da luz verde si quiere meterse con alguien más

Lucía
O sea... Como que los dos pueden boludear por ahí, pero oficialmente sale con Melisa

No le había mentido. Tampoco la había dejado a un paso de engañar a otra chica. No encontraba un motivo sólido para mantenerse enojada con él por lo que habían pasado la noche anterior, pero lo necesitaba. Necesitaba la furia, gritarle a alguien que lo mereciera.

Graciela se levantó para sacar la segunda tanda de tostadas en cuanto sintieron el olor a quemado y Mercedes aprovechó la oportunidad para acercarse a su hija.

—¿Anoche también volviste con Mateo?

Laila no contestó.

—No importa, no me cuentes.

Si hubieran estado solas, le habría dicho que sí era Mateo, que la había llevado porque ella se lo pidió. Le habría preguntado si lo había visto por la ventana, qué pensaba de él. Nunca le pedía opinión a su mamá cuando se dejaba ver con algún chico, pero se le inflaba el pecho de emoción cada vez que escuchaba un «qué ojazos que tiene» o un «¿le escuchaste la voz?». No buscaba su aprobación, pero la quería. No era una necesidad; era un deseo.

Graciela volvió a la mesa. Había perdido ese momento igual que otros más, igual que los que seguiría dejando escapar por ser incapaz de sentarse a hablar con Mercedes sobre Sol. No podía ser vulnerable, no cuando su hermana la necesitaba más fuerte que nunca.

No cuando ella las dirigía a un sueño donde veían reflejada la peor noche de sus vidas.

Sol había muerto y le habían encargado matarla un poco más. 

¡Hola! ♥

¿Qué piensan de la relación entre Laila y Mercedes? ¿Cómo imaginan que era antes de que Sol muriera?

Me hace feliz ver gente nueva por acá. Espero que la historia les esté gustando mucho, con el próximo capítulo ya cerramos el primer arco. Si alguien recomienda la historia de Laila en redes (o cualquiera de mis historias, si vamos a eso), no se olviden de etiquetarme. Me hace muy feliz verlo.

A veces comparto cositas extra que me hacen pensar en esta historia en mi grupo de lectores en Telegram. Si quieren unirse y compartir teorías, ideas o lo que necesiten expresar, pidan el enlace y se los paso por privado. ♥

Este capítulo va dedicado a aljao_, que es uno de los mejores escritores que conozco de Wattpad y al que recomiendo muchísimo cada vez que puedo. Gracias por ser siempre sincero y por haberle dado una oportunidad a una historia que me importa tanto.

Si alguien leyó Susurro de fuego y sombras, sí, Sapphire Fire es la banda de Perttu, el papá de Senna. Laila es fan. 

Gracias por apoyar esta historia. ♥

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