4. No suena anticuado, suena a secta
"The Vengeance of She" le pareció un bar bastante anodino cuando lo localizó tras caminar durante casi una hora siguiendo las indicaciones del recepcionista, que había tenido que buscarlo en su teléfono porque no le sonaba de nada. La fachada era del todo convencional, al igual que la portera, una mujer tan alta como ancha de espesa melena rubia y ojos del color del acero que la miró con interés, radiografiándola desde el brillante cabello teñido de verde hasta los anchos vaqueros.
Sin embargo, el interior era otra cosa; el contraste entre ambos ambientes impresionó a la joven, que lo asoció de inmediato con los bares clandestinos de las películas viejas sobre las que el otro italiano del santuario disertaba en cuanto le daban un poco de coba. Fue entonces, adentrándose en las entrañas del edificio con la luz justa para caminar sin tropezar, cuando la amazona supo por fin el porqué de aquel curioso nombre: a lo largo de las paredes, gigantescas pantallas mostraban en bucle las mejores escenas de lo que parecía ser una cinta de los años sesenta donde una bellísima actriz, tocada con el voluminoso peinado de la época, se dedicaba a poner en su sitio a todo el mundo a base de latigazos y efectos especiales risibles y enternecedores, vistos más de medio siglo después. Los títulos de crédito aparecían sobreimpresos en letras bicolores anunciando "The Vengeance of SHE" una y otra vez, parpadeando como si la intención del director fuese provocar ataques epilépticos a los espectadores. Intrigada y satisfecha por el momento con su elección, Shaina apreció también la decoración compuesta por cráneos coronados por velas rojas, accesorios metálicos, cadenas y espejos empañados que, junto con el potente sonido de guitarras y batería, la convenció de que estaba en el sitio adecuado para terminar su estancia en Patras por todo lo alto. Con paso elástico, caminó observando los grupos de mujeres que charlaban, bailaban y se divertían, e incluso se permitió el lujo de sonreír a dos o tres cuando se cruzó con ellas, archivándolas mentalmente en la categoría de "posibles rolletes" para más tarde. El ambiente era de su agrado: música contundente, chicas con ganas de pasarlo bien, cero nabos en el horizonte y total libertad; la noche prometía y hasta el nombre del antro era perfecto para la ocasión. Sin embargo, en ese momento la prioridad era llegar a la barra e hidratarse, a ser posible con algo de alta graduación alcohólica, y después escogería a la afortunada que la acompañaría al hotel.
A diferencia del decepcionante pub de la noche anterior, en este había tres camareras para atender el mostrador, lo cual proporcionaba un servicio rápido y eficaz. Eso agradó a Shaina, que se acodó en el centro y buscó con la mirada a la encargada de la zona, una chica de cabeza afeitada y sonrisa pintada de rojo.
—¡Eh, oye! ¡Una cerveza aquí! —exclamó, proyectando la voz.
Las tres mujeres de la barra eran atractivas, cada una a su estilo, maquilladas y peinadas con esmero y vestidas con prendas reveladoras, tachuelas y cinturones metálicos, todo negro e impuesto sin duda por la dirección de la empresa. Fantástico. Ligeia se merecía otro de sus ridículos zumos de tomate por la recomendación.
No tuvo que esperar más que unos segundos -otro punto para el extraño "The Vengeance of She"- para tener frente a ella un botellín frío; sonrió, sacó un billete de cinco euros, gritó un "grazie" y se bebió la mitad de un trago, paladeándolo con placer. Eso sí era música y no la mierda que Marin le había obligado a soportar veinticuatro horas antes... que ella era muy tolerante, podía bailar rock, salsa, incluso un tango, pero ¿ese reguetón tan cutre? Sin duda, la japonesa había querido fastidiarla, no había otra explicación.
La cerveza le duró apenas dos minutos, pero enseguida tuvo otra entre las manos y se dirigió a la pista de baile tras advertir el interés de una mujer de voluminosas trenzas violetas que la miraba contoneándose al ritmo de la percusión. No necesitó más que preguntarle su nombre, agarrarla por la cintura y besarla para que la otra tirase de su mano en dirección al cuarto de baño, del cual salieron poco después riendo estrechamente abrazadas. Como solía hacer cuando buscaba una aventura rápida, explicó que era una militar en su noche libre y que al día siguiente dejaría la ciudad para marcharse en una fragata en dirección al Índico, mentira que fue recibida con un último beso nostálgico, un número de teléfono garabateado en la palma y el deseo de que la misión fuese un éxito.
Sin ningún remordimiento, regresó a la barra, encontró un taburete en la zona central y se dispuso a pedir su tercera consumición a una joven de cabello oscuro que se encontraba de espaldas a ella, ordenando algunos vasos.
Todavía flotando en la nube postorgásmica que le hacía sentirse capaz de seducir a la mismísima Hera, la miró con descaro: lucía una coleta alta y un top anudado al cuello y la cintura que dejaba al descubierto su espalda. Estaba fijándose en las mangas de rejilla que le envolvían los brazos cuando la vio llevarse las manos a la cintura para subirse ligeramente el pantalón, en un gesto que envió toda su atención a su trasero, redondo y alto.
¿Había un sitio mejor en Patras? Apostaría a que no. Y apostaría también a que Ligeia era tan lesbiana como ella y tenía buen gusto para las mujeres, seguro. Debería haberle pedido su número por si acaso, si es que había sido idiota creyéndose que Marin quería algo con ella...
La camarera se volvió por fin y Shaina pudo pedirle un vodka, que le fue entregado sin tardanza.
—¿Tienes la entrada? ¡La primera copa está incluida! —voceó la chica, inclinándose hacia ella para hacerse oír.
Shaina asintió y le tendió el papel para que lo marcase con un sello, oteando su rostro: las sombras creaban un efecto ahumado en sus ojos, grandes y claros, y los labios de color malva daban un leve toque de color al conjunto. Le resultaba familiar, aunque no sabía dónde habrían podido coincidir; pensando en ello, le sonrió, pero la camarera se limitó a hacer un gesto con la cabeza y se marchó a servir a otras clientas.
—¡Eh, espera! ¿Te conozco? —vociferó sin que la otra se diese por aludida.
Sin duda, era su noche de suerte o tenía el guapo subido, porque casi al instante una chica menuda y curvilínea cuya cabellera azabache y nariz aguileña recordaban a Cleopatra se sentó a su lado y le ofreció un chicle que ella aceptó con una sonrisa. Lo masticó un par de veces y después la tomó por la nuca y se lo devolvió en un beso breve e intenso justo antes de que su mirada se cruzase con la de la camarera, que enarcó una ceja sin dejar de apilar vasos. Shaina se mordió el labio, encantada con la atención que estaba recibiendo; no necesitaba para nada a Marin mientras hubiese decenas de mujeres suspirando por ella. La borraría para siempre antes de volver a Rodorio, sin duda.
"Cleopatra" era tan bajita como directa y le dio media hora de pasión en el reservado que había pagado con sus amigas -que la jalearon desde la pista con vítores y aplausos al verla retirarse con Shaina- antes de que su teléfono comenzase a sonar y la obligase a salir corriendo del bar como una Cenicienta moderna, farfullando algo acerca de una guardia como veterinaria y un perrito accidentado y dejándola con las ganas de llegar a algo más.
Por suerte para ella, el local seguía abarrotado, tenía dinero para beber cuanto le apeteciese y la música era idónea para continuar con su plan de enviar a la japonesa al baúl de los recuerdos prescindibles. Tan solo hizo una escala en el camino para pasar por la barra a recoger otro vodka, que le fue servido con la misma presteza que el anterior.
Entre baile y coqueteo se dejó llevar una hora más, perdida en su soledad a pesar de la multitud que la rodeaba; algunas chicas la invitaban a sus grupos, pero ella se resistía y continuaba danzando con unas y otras, esperando que la tristeza se diluyese poco a poco gracias al ambiente y al alcohol.
Por fin, regresó al extremo de la barra en el que reinaba una camarera alta y con los labios pintados de azul eléctrico y ordenó el enésimo vodka, que apuró en tres tragos. No quería admitirlo, pero echaba en falta a Marin. Ni la mujer de melena violeta ni "Cleopatra" podían llenar aquel vacío con sus caricias y sus besos, porque lo que ella buscaba no eran aventuras casuales, sino el amor de su compañera de armas... y eso era justo lo que nunca tendría. Era patético y ridículo darse cuenta en ese momento, medio borracha y tras liarse con dos mujeres que no le importaban, pero era lo que había, y cuanto antes lo asumiese, mejor.
Quería odiarla, aborrecerla para expulsarla de su corazón, y sin embargo, no podía. Había sido injusta calificándola de "guarra" en su mente; ahora lo veía claro. Marin jamás había pretendido hacerle daño, era una víctima como ella, si acaso había víctimas en esa ruptura. Marin no tenía la culpa de haberse enamorado del memo de Aioria, que era tan bobo como guapo, y en el fondo sabía que él tampoco había buscado de forma activa nada con la japonesa. Había surgido, así de sencillo, y ella, Shaina, había quedado atrás.
Lo que más le molestaba era que había llegado a rozar la victoria con las puntas de los dedos... no sabía qué encantos secretos habría puesto Aioria en juego o qué le pasaría a Marin por la cabeza para optar por él, pero había quedado segunda por los pelos. De hecho, el viernes su amiga se le había derretido en los brazos y apenas un rato antes le estaba preguntando por la chica del otro bar con ese tono celoso que solo Shaina conocía -¿tendría Aioria celos de ella? No lo sabía y no quería pensarlo demasiado-. Quizá debería haber coqueteado abiertamente con Ligeia, obligar a Marin a enfrentarse a sus verdaderos sentimientos y a la posibilidad de perderla... Sí, tal vez el problema era que siempre había estado allí para ella, dispuesta a recibirla con los brazos -y las piernas- abiertos, a escucharla y a acogerla. Marin la consideraba parte del mobiliario, una comodidad, alguien que no se cansaría jamás de sus dudas y vaivenes... hasta aquella noche, claro.
Hizo una seña para pedir una bebida más; la camarera alta se le acercó con rapidez, interrumpiendo la conversación que estaba manteniendo con la de la coleta y que parecía versar sobre las existencias de ciertas bebidas, a juzgar por sus gestos.
—¿Otro vodka, preciosa? —preguntó con su sonrisa perfilada de azul.
Shaina asintió, valorando sus opciones por si decidía meterle unas cuantas fichas. Por definición, las camareras entraban en el cupo de mujeres con las que no merecía la pena flirtear mientras estaban de servicio -ni tampoco discutir, si no quería una terminar con la copa aguada, o peor, rellena de escupitajos-, pero "The Vengeance of She" no era un lugar al uso. Mientras esperaba la consumición, las miró a ella y a su compañera, que le señalaba algunas botellas antes de anotarlas en un pequeño cuaderno de cubierta negra. Seguía resultándole vagamente conocida; debía de tener una cara muy vulgar, se dijo, antes de retomar la idea de Ligeia como arma de despecho contra Marin.
La castaña giró el rostro con aire meditabundo y un foco rosado incidió sobre él, sorprendiendo a la italiana al conectar su imagen con la de la chica en la que estaba pensando: el parecido estaba ahí y era más que razonable... Ah, no, demasiada casualidad... aunque la voz, quizá los ojos... El llamativo estilismo y el peinado no ayudaban a llegar a conclusiones, pero aun así la escrutó con los párpados entornados al tiempo que la de los labios azules se le acercaba.
—¡Gracias, guapa! ¡Oye, dile a tu amiga Ligeia que venga un segundito nada más! —pidió.
—¿A quién? —preguntó la joven, siguiendo la dirección de la mirada de Shaina. Daba la sensación de que mantener una conversación que no tratase sobre bebidas le resultaba casi imposible con aquel nivel de ruido.
—¡A esa, tu compañera, la del pelo oscuro! ¡Ligeia! —repitió indicando con el mentón.
—¿Ligeia...? ¡Ah, te refieres a Clío! Ya la aviso.
O sea, que Clío. Vaya con la fan de Poe, pensó Shaina. En la zona central de la barra, las vio hablarse al oído señalando a la amazona, que levantó el vaso en un brindis improvisado y sonrió. Ligeia, Clío, Demetria o como mierdas se llamase la observó también con semblante serio y se quedó quieta en el sitio hasta que recibió una palmadita en el trasero por parte de la otra.
—¿Te pongo algo? —dijo cuando estuvo frente a ella, con las manos en las caderas.
Shaina amplió la sonrisa. Comenzaba a notar los efectos del rápido consumo de alcohol, pero todavía funcionaba como para reconocer a corta distancia a la chica del bar de reguetón bajo todo el maquillaje, tan trabajado que seguro que podría ser considerado cosplay en alguna convención. Era ella, no había duda. Los iris verdes y los pendientes de las orejas la delataban sin lugar a confusión, sobre todo para alguien perspicaz y observadora como ella.
—Ah, Clío, flipada mentirosilla... —la reprendió, juguetona, apuntándole con el índice de la mano que sostenía el vaso— ¿no te llamabas Ligeia?
—No sé de qué hablas. ¿Quieres que te sirva más bebida? —repuso la aludida sin variar su postura.
—Ligeia es la heroína de un cuento de Poe. Tú eres una simple camarera fantasiosa.
—Esta no es mi zona. Te traeré a mi compañera —dijo la chica al tiempo que comenzaba a girarse, pero Shaina negó con la cabeza y le puso en la mano un billete de cinco euros, que ella miró sorprendida.
—Cambio de zonas. Le daré otro a ella.
—Lo siento, no aceptamos propinas —explicó monocorde, devolviéndole el dinero.
—No te vayas, por favor. Eres lo más parecido a una amiga que tengo en este momento...
La melancólica expresión de Shaina tomó por sorpresa a la joven, que arrugó el ceño como si no entendiese bien lo que acababa de oír:
—¿Tú te oyes? Yo seré mentirosa, pero lo tuyo suena patético de narices...
—Lo que quieras, pero apóyame un poco, joder.
Ligeia-Clío-camarerafulera dudó, pero finalmente intercambió unas cuantas palabras con la alta y regresó con Shaina.
—¿Qué quieres?
—Dime cómo te llamas.
—Ya te lo ha dicho mi compañera: Clío.
—¿Y por qué me diste un nombre falso anoche?
—Soy tímida.
—Ya. Y me recomendaste este bar sin contarme que trabajabas en él...
—¿Por qué iba a contártelo?
—¿Por qué no?
—Porque mi vida no es de tu incumbencia, por ejemplo.
—¿Siempre eres tan reservada?
—¿Qué eres, policía o solo una loca obsesionada?
—¿Qué más da? ¿Es que escondes algo?
—¿A que viene este interrogatorio? ¿Me estás siguiendo? —la interpeló Clío, desabrida.
Shaina parpadeó un par de veces y se echó a reír, divertida con su desconcierto:
—¿Seguirte? ¿De qué hablas? Tía, de ego vas sobradita... he venido solo a escuchar un poco de música y me ha parecido que eras tú. Si tanto te jode que te reconozca, ¿por qué me hablaste de este sitio?
—Porque no sabía que te plantarías hoy aquí a beberte hasta el agua del inodoro...
—Mira, llevo un día de mierda, me vendría bien poder charlar con alguien —bufó la italiana en tono apesadumbrado.
—Pues no soy ni cura ni terapeuta.
—Para ya, joder. ¿Dónde está tu sororidad? ¿No es eso lo mejor de los bares de tías?
Clío se metió las manos en los bolsillos traseros, puso los ojos en blanco durante un segundo, tomó la botella y rellenó el vaso de la amazona.
—No puedo desatender mi zona para aguantar tus mierdas, así que tendrás que desahogarte mientras trabajo. No busco rollos, no estoy en venta y si me tocas te arranco la mano.
Shaina ladeó la cabeza y curvó los labios en un mohín:
—Me sirve.
La chica alzó el rostro hacia un grupo que la llamaba con gestos y se alejó sin despedirse, dejando a Shaina con la palabra en la boca. Regresó pocos minutos después y comenzó a limpiar algo bajo la barra cerca de la guerrera, que enseguida se puso a soltar lastre:
—Anteanoche me acosté con mi amiga. Y anoche también.
—¿Tu amiga la pelirroja? —preguntó la camarera sin mirarla, en un tono que podía significar tanto "oh, cuéntame más" como "me importa media docena de cacas resecas".
—Esa misma. Es guapa, ¿verdad?
—Bastante más que las que has morreado hoy, sí...
—Eh, cuidado, Clío, que se te ha caído un poco de respuesta en tu cinismo... A ver si vas a estar celosa...
La chica se plantó ante Shaina con los brazos cruzados.
—Oye, si quieres que te aplauda, te has equivocado conmigo. Yo no soy de las que dicen que sí a todo sin pensar, ¿sabes?
—Vale, vale, tranquila... verás, mi amiga y yo llevamos juntas toda la vida. Ella... ella ha sido mi primer amor, ¿sabes?
Clío asintió y prosiguió con su trajín de cristales y bayetas.
—Yo creí que me quería y que iba a proponerme algo serio, pero ahora está con otra persona.
—Qué mal —dijo sin variar su tono apático.
—Bueno, son cosas que pasan... los tres nos conocemos desde muy pequeños, vivimos en el mismo sitio y trabajamos juntos. Un entorno muy cerrado, endogámico...
—Supongo que de ahí viene lo de "si es mi primo yo me arrimo"...
—Así no me ayudas —se quejó Shaina mientras agitaba el vaso para que lo rellenase.
—No voy a ponerte más vodka, estás muy pedo; a partir de ahora beberás agua.
—¡Ah, venga, una más y ya...! ¡Tengo el corazón roto!
—Esta es la última, así que bébetela despacio —le advirtió la otra, obedeciendo la petición.
Shaina asintió y dio un trago comedido con su mejor expresión de chica formal. Necesitaba aquel desahogo y cada una de las copas que estaba bebiendo, por lo cual intentaría no contrariar a su proveedora y confidente.
—El caso es que yo la quiero, Clío... la quiero muchísimo y deseo que sea feliz, pero ¿cómo va a serlo con un tío que es más aburrido que unos calcetines blancos?
—Bueno, eso solo puede juzgarlo ella...
—Lo sé, y aun así me cuesta dejarla ir, porque antes o después, volverá como hace siempre... ella cree que no me doy cuenta, pero lleva años de vaivenes entre los dos y cada vez que discute con él, llama a mi puerta.
—Y tú abres, claro.
—¿Qué otra cosa podría hacer? —inquirió Shaina, genuinamente sorprendida. Frente a ella, Clío se encogió de hombros— Cuando la gente que amas te necesita, estás ahí para ellos...
—Por supuesto —dijo la camarera, siempre abúlica.
Shaina enarcó una ceja; ¿entendía su interlocutora la profundidad de sus sentimientos hacia Marin, o no había vivido algo similar que le permitiese empatizar con ella?
—Clío... ¿has querido a alguien alguna vez?
La chica la miró de frente, desafiante. Sin embargo, para alguien entrenado desde la más tierna infancia para detectar cualquier señal de duda o fatiga en un adversario, era evidente el poso de tristeza en el fondo de sus ojos.
—Por supuesto. Tengo un perro.
—No hablo de ese tipo de amor...
—No me lo tiro, si te refieres a eso.
—Oye, de verdad, eres más fría que el pedrusco que hundió el Titanic...
—Vale, al caso: tu novia te ha dejado por un tío y tú estás emborrachándote para olvidarla, pero volverás a caer en cuanto te diga dos palabras —resumió Clío, devolviéndola al tema con brusquedad.
—Tienes razón... lo he intentado, ¿sabes? Me acuesto con tías que casi no conozco, le busco todos los defectos del mundo, hasta he pensado en cambiar de trabajo y mudarme para alejarme de ella, pero nada funciona.
—Nada funciona porque en realidad no estás haciendo nada —repuso la camarera con calma antes de alejarse de nuevo para atender a una pareja.
Shaina reflexionó sobre aquella afirmación mientras la observaba trabajar. Era zurda, llevaba las uñas cortas y sin lacar y la rapidez de sus movimientos denotaba que tenía experiencia en el sector. De nuevo se subió el pantalón con ambas manos, guiando la vista de la guerrera hacia su trasero y sus piernas; tenía un cuerpo atlético, propio de alguien que disfrutaba con la actividad física, aunque evidentemente no le duraría ni diez segundos en un combate.
—Estás bastante buena, Clío —la lisonjeó con una sonrisa torcida cuando la tuvo de nuevo enfrente.
—Las camareras no somos parte de la carta. Búscate otra incauta.
—Me espero a que acabes y te invito a algo.
—No cuela.
—¿Cuándo sales?
—Cuando cerremos.
—¿A qué hora es eso?
—Muy tarde.
—¿Siempre eres así de antipática?
—No, qué va. Si tengo hambre o sueño me pongo peor.
Shaina meneó la cabeza. No era la primera vez que confiaba en el sexo fácil para dejar atrás sus enfados con Marin, pero la camarera no parecía dispuesta a ayudarla con la tercera intentona.
—A esto he llegado... a contarle mi vida a una desconocida a la que no le preocupa lo más mínimo...
La chica la miró en silencio, confirmando sus sospechas. Daba la impresión de ser una antropóloga contemplando los restos de una civilización extinta e ininteligible sin el menor apasionamiento.
—Ponme otro vodka, anda...
—No. Agua. ¿Con gas o sin gas?
—Tía, no jodas. Voy a pagarlo y no tengo que conducir, déjame beber a gusto...
Clío le rellenó el vaso con el ceño fruncido y Shaina retomó su letanía tras beberse la mitad de un trago:
—Te prometo que no entiendo nada. No sé cómo puede hacerme esto, con todo lo que me he esforzado por ella. Hasta dejé de fumar hace un año porque decía que no le gustaba el olor... —rezongó.
—Me alegro por tus bronquios. Dicen que no es fácil...
—¡Mis bronquios eran lo de menos! ¡Yo habría hecho cualquier cosa por ella! ¿Por qué no se da cuenta de que conmigo estaría mucho mejor que con ese niñato? —prosiguió, elevando el tono y desesperándose conforme hablaba, tanto por su situación como por la incomprensión de su interlocutora— ¿Sabes lo que pasa? Que, en el fondo, se avergüenza de sí misma. No asume que es tan lesbiana como tú y como yo. ¿Tú ves normal eso? ¿Intentar salir con tíos solo por cumplir las expectativas de la gente?
—Bueno, hay quien come carne y pescado —dijo la camarera, limpiando la barra con un paño de algodón decorado con el logo del local.
—¿Lo dices por ti?
—Considérame vegana.
—¡Es que no es su caso! ¡Lo sé porque la conozco bien! —se exasperó Shaina— Se está portando como una cerda, no es normal que se pase dos días en la cama conmigo toda melosa y de repente me suelte que me deja para ir en serio con ese pazguato. ¡Me ha utilizado y eso es ser una cabrona! ¿Puedes creer que me diga que me quiere solo como amiga? ¿Tú vas por ahí comiéndoles la boca a tus amigas? ¡Coño, es que es inconcebible!
Clío dobló el paño con lentitud, lo guardó y se acercó a Shaina hasta que sus rostros quedaron a un palmo de distancia para asegurarse de que pudiese oírla sin levantar demasiado la voz. Acodada sobre el mostrador, habló despacio:
—Mira, no es que me importe, pero ya que me estás dando la chapa, te diré lo que opino: estás sumida en la autocompasión y tu amiga no tiene la culpa de eso. La quieres, vale, ¿y qué? Ella a ti no, así que mentalízate y ve pensando en hacer vida por tu cuenta o vas a perder en lloriqueos un tiempo que jamás regresará.
Shaina negó con la cabeza como si no quisiera que aquellas palabras penetrasen en su mente. Le fastidiaba tener que darle la razón a la camarera y le dolía lo que estaba oyendo, pero en el fondo sabía que estaba siendo honesta con ella, como haría una auténtica amiga, pese a no conocerse de nada. Terminado el breve discurso, Clío se apartó y se recolocó por enésima vez el pantalón, que se obstinaba en posicionarse algo más bajo de lo que ella pretendía.
—Supongo que tienes razón... tengo que pasar la página y aceptar que no volveremos a estar juntas.
—Claro que sí —esta vez la chica sonrió abiertamente y, por un momento, Shaina imaginó que eran dos compañeras disfrutando de una noche de fiesta y no una amazona despechada y una camarera indolente—. Mírate, eres una tía guapa y feroz, ¡podrías ligar con cualquiera! Seguro que conocerás a una chica genial, si es que te va eso de estar en pareja y tal.
—¿Tú crees?
—Seguro, ya lo verás.
—Mira, estoy en el ejército y mañana me marcho a una misión en el Índico... ¿te espero cuando salgas y pasamos un rato juntas?
La camarera se echó a reír con ganas, contagiando a Shaina:
—No me como las babas de nadie, ni me lío con borrachas ni con gente que tiene pareja.
—Yo no estoy borracha...
—Apuesto mi ovario derecho a que lo estás. No hay más que verte.
—Vale, dejémoslo aquí, pero me pones otro vodka.
Clío sonrió de medio lado y le rellenó dos dedos del vaso.
—Estás más ida que mi jefa en la fiesta de Halloween.
Shaina levantó el vaso hacia ella como si brindase.
—¿En serio celebráis eso? Pero si tenéis la decoración puesta todo el año...
—Política de empresa. ¿A que te gusta?
—Bueno, la verdad es que sí. Y aquí pareces más relajada que ayer en el otro tugurio de mierda... —se aventuró Shaina, deseosa de desviar el foco de la conversación de sus infortunios amorosos.
—Prefiero esta música. Y no tener que relacionarme con la gente ayuda también...
—Ya se nota que eres una loba solitaria...
—Digamos que valoro mi independencia —asintió la camarera antes de ausentarse un par de minutos para atender y sirviéndose un vaso de agua al regresar—. Por cierto, gracias por el zumo. Fue un detalle muy bonito y, con mucho, el mejor regalo de la noche.
—No hay nada que agradecer. Ya vi que tus colegas son un derroche de clase... ¿de verdad vas a meterte ese armatoste entre las piernas? Seguro que te llena la raja de purpurina... —bromeó Shaina con carcajadas que, para su sorpresa, fueron secundadas.
—No pienso probarlo. Se lo he regalado a mi compañera y la tía se ha puesto súper feliz. Total, estaba sin desprecintar... —apuntó con la cabeza a la camarera de la cabeza rasurada.
—Entonces, ¿tienes dos trabajos? ¿Tan mal te pagan en la tienda esa de ropa que tienes que venir aquí a aguantar borrachas, o es por vicio?
—Entre semana estoy en la tienda y los sábados hago la noche aquí. Me gusta aprovechar el tiempo.
—Vaya, qué chica tan completita, solo falta que me digas que también estudias...
—Un curso de inglés —sonrió la chica—, por si algún día voy a la universidad.
—Eres toda una empollona...
—No creas, no se me da demasiado bien.
—Ponme otro, que el griego sí lo entiendes.
—Venga, pero como te caigas de boca en la barra yo no pienso recogerte, ¿eh?
—Te anoto la dirección del hotel y me llevas...
—Mejor te meto en un taxi con el papelito en el canalillo y te buscas la vida —rio la camarera mientras le servía.
—Joder, tía, ¿en serio serías capaz de hacerme eso?
—No; me caes bien y llevas un ciego de campeonato. Prometo que, si causas baja, te acompañaré hasta la puerta de tu habitación y me aseguraré de que aterrices en la cama, pero nada de sexo.
—De acuerdo. Tenemos un trato, ¿eh?
El local comenzó a vaciarse poco a poco pasada la hora punta, lo cual les permitió continuar la conversación hasta que dos jóvenes se aproximaron para pedir bebida y hablar con Shaina. Mientras Clío les preparaba un par de cócteles, explicaron que iban de parte de una tercera, más tímida, que quería conocerla. La camarera animó a la amazona con un guiño cómplice, pero no llegaron a más y al cabo de cuarenta minutos se retiraron, no sin antes darle la ubicación del establecimiento en el que planeaban terminar la noche por si acaso cambiaba de opinión.
—¿No te vas con ellas? Se te veía muy cómoda —preguntó Clío apurando su segundo vaso de agua.
—No, me quedaré aquí un rato más tomando la última con mi amiga trolera y después me iré tranquilita al hotel a dormir. Es tarde —dijo la italiana, con dificultades para pronunciar y para mantener la cabeza erguida a causa de las incontables copas. Las sílabas se alargaban en sus labios y su acento italiano era más vivo y difícil de entender.
—Me parece muy buena opción. Yo haría lo mismo.
—Sí, ¿verdad? Mañana viajo y tengo que estar descansada...
—Claro, para tu misión ultrasecreta en el Índico —se mofó la camarera.
—No te lo has creído ni por un segundo, ¿no?
—No, pero no hay problema. No necesito saber demasiado.
—El caso es que no es del todo mentira...
—Vale, heroína de acción.
—No, de verdad... mi trabajo es imprescindible para que el planeta siga girando, pero, aunque suene raro, mi día a día es bastante tranquilo y sin distracciones.
—Por supuesto, sin ti seguramente Godzilla nos usaría como mondadientes a todos... —ironizó Clío mientras trataba de devolver a su coleta un par de mechones sueltos.
Shaina gesticuló con ambas manos sin perder de vista su tema de conversación:
—Tía, en serio. Aburridísimo. Podría decirse que vivo en el fin del mundo...
—¿Y eso está en Grecia?
—Sí, pero hay que saber buscarlo. No es fácil llegar...
—Guau, qué misteriosa... al final vas a ser interesante y todo.
—Soy lista, guapa y fuerte, pero tengo mala suerte con las tías.
—Pues a veces no me importaría vivir en un sitio así... —dijo Clío, reflexiva.
—Ya, respecto a eso... —Shaina rio al dar un primer trago al agua que la chica le ofrecía y bajó el tono, mirando a ambos lados con aire confidencial como si acabase de tener una idea inmejorable— Mira, me has escuchado esta noche y, gracias a ti, he podido evadirme un poco. Mi idea era agarrarme una borrachera total y terminar en la cama con la primera que me mirase dos veces, pero esto ha sido mucho mejor. Creo que, en cierto modo, me has evitado no solo un mal rato, sino también un ridículo espantoso al despertar, y quiero demostrarte mi agradecimiento.
—Bueno, la borrachera total sí que la llevas... y, aunque me hagas la pelota, tienes que pagar todo lo que bebas. Reglas de la casa —sonrió Clío.
—En serio, déjame decirte algo. No sé nada de ti, pero se me da bien leer a la gente y tú me transmites la sensación de estar escondiéndote —Clío entreabrió los labios para responder, pero Shaina la silenció con un gesto—. No hace falta que me lo cuentes, no te preocupes. Solo quiero explicarte una cosa, trae acá.
Extendió el brazo hacia el cuaderno que Clío había dejado a su espalda en un mueble auxiliar, y ella se lo entregó junto con un bolígrafo, intrigada.
—Esto es información súper confidencial, así que empápate bien, porque me arriesgo a meterme en un lío tremendo si alguien más se entera...
—Espera, no hables de lo que no debes. A ver si la vamos a liar, que vas muy cocida.
—Calla, joder, y estate atenta. Si algún día quieres salir de aquí, por la razón que sea, hay un lugar donde nadie podrá encontrarte jamás. Es el más seguro del mundo, de todo el planeta... si logras entrar, claro.
—¿Entrar? ¿Es que está amurallado?
Shaina rio con picardía y buscó una hoja en blanco:
—No hay tecnología, ni móviles... es como vivir fuera de la civilización.
—Suena un poco bastante anticuado...
—Suena tan anticuado como es —prosiguió Shaina mientras probaba el bolígrafo en una esquina del papel—: atrasado y primitivo, perfecto para quien desee dejar atrás el ruido de la sociedad moderna.
—Vale, y entiendo que vas a decirme que vives y trabajas ahí con tu ex y su novio cachas, aislados y sin comodidades. Me corrijo: no suena anticuado, suena a secta.
—Puede ser, sí. Pero escucha, coño.
Su pericia se veía lastrada por la cantidad de alcohol que circulaba por su sangre, pero aun así se las arregló para trazar una serie de círculos y líneas que, para ella, tenían sentido:
—Mira, esto es Atenas, ¿vale? Aquí estaría el norte, aquí estamos nosotras, en Patras, y esta raya es la carretera que une las dos ciudades. En Atenas, la estación de tren de Larisa... hay uno que sale hacia esta aldea de aquí, ¿la ves? —dibujó una cruz y la rodeó varias veces— ¿Te gusta caminar? Bueno, da igual. Tendrás que hacerlo. Tomas el tren hasta la aldea, bajas y sales.
Clío la observaba incrédula y sin demasiada fe en las explicaciones de la amazona, que dio la vuelta a la página y continuó garabateando con pulso poco firme:
—Atenta, esta es la aldea y esto es el bosque que queda a las afueras tras pasar la estación... al llegar a este olivar —lo representó con varias formas indefinidas que, en su cabeza, eran gráficos perfectos—, solo tienes que tomar el camino que va hacia el oeste y caminar como una hora u hora y media...
—Oye, no entiendo por qué me estás explicando esto, ni qué es el sitio al que te refieres...
—¡No me mires con esa cara, tía descreída! Estoy tan perjudicada que tendrás que meterme en el taxi como prometiste, pero a cambio te voy a regalar este mapa exclusivo e irrepetible, que nadie ha tenido ni tendrá jamás —se defendió Shaina, balbuceante y orgullosa a un tiempo—. El pueblo se llama Rodorio, y yo vivo allí —Clío hizo un gesto que podría traducirse como "¿ves? Ya lo sabía", pero no la interrumpió—. Está consagrado al culto antiguo, el de los dioses olímpicos, o sea que no presumas de ser cristiana o te mirarán mal. Si quieres visitarme, ya sabes cómo llegar. No te dejarán quedarte a menos que puedas demostrar que conoces a algún residente, así que en cuanto llegues pregunta por el Santuario de Atenea y, una vez allí, por Shaina de Ofiuco.
—Ah, entonces ese es tu nombre... Espera, ¿"santuario"? ¿De qué hablas, es una comuna religiosa o algo por el estilo? ¿Qué clase de imbécil crees que soy para tragarme esta historia?
—Una muy sensata. Y ahora, por favor, acompáñame al baño, creo que voy a vomitar...
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