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Capítulo 49: El Mánager Del Karasuno

—Haremos nuestro mejor esfuerzo para reclutar nuevos miembros hoy, ¡seguiremos extendiendo al equipo! —El actual capitán Ennoshita, dio su primera orden con su nuevo puesto en el equipo. Es tarde, apenas había iniciado la entrada oficial a la academia a los nuevos estudiantes que ingresarían como jóvenes de primer grado en la preparatoria. 

Todo el equipo había llegado temprano, listo para entregar el folleto que su superior Ritsu les había ayudado a diseñar con una toma del gimnasio de fondo por petición de Hinata. Sí, estaba todo listo para la reclutación oficial del club de voleibol. Ryuu y Noya, de tercero, no dudaron nada en soltar un grito para nada discreto al recibir esa información, alzando sus dos brazos al aire. Chikara los escuchó, aceptando que era demasiado temprano como para gritar, observándolos feo hasta el punto en que terminaron por guardar silencio.

 —Seremos los de mayor rango, Ryuu —susurró Noya, dando una media sonrisa algo torpe por sentir la mirada poderosa del otro azabache sobre su cuerpo, cuidando sus palabras. Tanaka lo escuchó con atención, correspondiendo con un rubor esa revelación y sacudió su cabeza con entusiasmo. Los dos chicos restantes suspiraron al ver su extraña emoción y Ennoshita sólo meneó su cabeza, queriendo regresar a tierra firme a ese Beta.

—Sus nuevos kouhai no los respetarán si no se comportan —destruyó por completo las ilusiones de ambos jóvenes, Tsukishima y Yamaguchi, con su parte de papeles en mano de inscripción, ya que ellos dos juntos con el capitán, eran los únicos que se quedarían en el gimnasio en espera de que los miembros nuevos llegaran, pudieron escuchar como el corazón de esos dos desastrosos se hacía pedazos—. Bien, Hinata, Kageyama, Kinnoshita, Narita, ¿todo listo? —cambió de tema, notando a los tres jugadores y al mánager restante. Los cuatro dieron un pequeño brinco al ser llamados de golpe, pero lo aceptaron con rapidez.

—¡M-me esforzaré! —gritó Hinata con emoción, soltando un pequeño bufido de su nariz tras plantearse la meta de ser un digno senpai. Encontraría a más miembros deportistas del equipo y a mánagers con los que agrandar al equipo, por el momento no se concentraría tanto en el delicioso aroma que últimamente Kageyama estaba expulsando por sus celo y como de nuevo el suyo buscaba acoplarse con el ajeno.

Sí, ahora que Daichi, Suga, Shimizu y Asahi no estaban, se habían quedado con varios huecos en el equipo, sólo debían de llenarlo. Y Kiyoko le había confiado a Hinata el equipo. No había margen para el error.

—¡Entregaré más que Kageyama! —declaró Hinata de golpe, cerrando sus ojos con fuerza y envolviéndose en su propio aroma a naranja, volteó a ver a Kageyama, con una pequeña sonrisa burlona de sus labios, dejando que de su boca se viera una curvatura certera que sólo provocó que el mencionado de atractivo gesto y fuertes ojos azules, sólo frunciera su ceño.

—¿Eso crees? —retó el Alfa a su Omega, sólo logrando que el de cabellos naranja diera una sonrisa más ladina que la anterior.

Ennoshita suspiró y Tsukki sólo rodó los ojos.

«Únanse al club de voleibol masculino», los folletos a Hinata se le iban volando de las manos, muchos chicos Alfas y Betas le habían aceptado la petición y prometieron pensarlo. Shoyo sabía que la competencia estaba decidida, podía sonreír internamente al mismo tiempo en que detenía a un joven Alfa de primer grado en la entrada tras usar sus rápidos reflejos para poder alcanzarlo.

Kageyama estaba repartiendo los volantes con Tanaka en la entrada trasera, en los pasillos se encontraban Narita y Noya, y él estaba en la principal con Kinnoshita. 

El joven un año menor que él se detuvo al mismo tiempo en que éste lo llamó, tenía los cabellos cortos de color negro peinados hacia atrás, tenía unos claros ojos azules y un pequeño lunar justo abajo de su ojo.

—¿Te gustaría... —Hinata reaccionó algo tarde, al ya tenerlo frente a frente, sus piernas le temblaron, su cara no pudo evitar ocultar el terror al notar que el chico era demasiado alto, quizás dos centímetros más que Kageyama. Tragó grueso, tratando de retroceder, dejando que su cuerpo lo dejara escapar al ver la imponente figura del joven: lloró por no traer puesta la chaqueta de su Alfa y el haberle hablado—... unirte al club de voleibol? 

¡Parecía un delincuente! Tenía la expresión de pocos amigos, sus manos vendadas se escondían un poco en los bolsillos de su pantalón, su suéter abierto, su mandíbula algo tensada, y su pose al detenerse era la de alguien que miraba a los demás desde abajo, justo como le estaba pasando a Hinata. 

¡Shoyo gritó internamente! Sus gritos resonaran dentro de su pequeño cuerpo, que sintió que sus tímpanos casi explotan, creyendo que rebotaron contra su cuerpo como una cadena en espiral que hizo girar su cabeza. Los fuertes ojos azules del joven lo hicieron dar un pequeño salto hacia atrás, tragando grueso cuando el hombre con cara aterradora, lo observaba de los pies hacia la cabeza, paseando por su cuerpo con rapidez en modo de una reprimenda que hizo temblar al más bajo. 

—¿Es el club en el que estás? —habló el joven por fin, logrando que las fibras nerviosas de Shoyo lo hicieran recorrerlo por su columna vertebral. Se puso firme y tieso de golpe, recordando la voz no tan gruesa del chico por la demandante forma de hacerse notar del hombre. ¿Cómo podía ser posible?

—S-sí... —soltó muy al contrario, poniéndose pálido al apartar la mirada, creyendo que el frío se colaba por sus prendas y a sus ojos llegaba el cúmulo de lágrimas que avisaba por caer. 

Muy al contrario en el joven, pronto, sin que Hinata lo viera a la cara, apartó la mirada, teniendo un pequeño rubor en sus mejillas, trató de no sonar complaciente para mantener su faceta y sólo extendió su mano frente al joven de segundo año. 

—Lo pensaré... —Fue lo único que dijo para llamar la atención del mánager, quien sólo pudo levantar su mirada con sorpresa ante el giro de acontecimientos. 

¿Qué había pasado? De repente, la persona aterradora ya esperaba con su mano abierta y pensaría con seriedad el entrar al club.

¡¿Qué demonios?!

Ennoshita entendió la razón exacta de lo ocurrido. Con sus brazos cruzados y recargado de la entrada del gimnasio, podía ver como en el último escalón blanco que ingresaba al club, un joven castaño y otro chico azabache, cambiándose con calma los zapatos deportivos de interiores por los tenis deportivos para correr. 

En definitiva, no fue buena idea hacer a Hinata entregar folletos para un club donde buscaran Alfas, Betas y Épsilon masculinos. Ahora Tobio no era el único Alfa del club, había otros dos que habían ingresado con total seguridad al espacio, a pesar de haber confesado entre rubores, que nunca en su vida habían practicado el deporte más allá del festival deportivo de las escuelas. 

Sí, esos dos habían entrado por Hinata Shoyo, era un Omega de segundo año, uno de los pocos que quedaban tras el extraño informe de que en ese nuevo año, sólo siete Omegas habían ingresado a la academia como nuevos estudiantes. El número seguía escaseando, los Alfas nunca se topaban con ellos y los pocos que conocían era debido a verlos ya marcados y con sus parejas en la calle. 

—También son jóvenes de 16 años con sus hormonas y feromonas alborotadas —susurró para sí mismo el capitán, sin querer ser escuchado por los demás. Las prácticas matutinas habían terminado, y para finalizar, realizarían una carrera grupal, pero esos dos se estaban tardando más de lo necesario. A ese paso, Kageyama y Tsukishima los alcanzarían a pesar de que ellos estaban guardando la red en el almacén.

Dio un suspiro, viendo en la lejanía y un poco más alejados, como Noya y Tanaka parecían muy ocupados orientando a los cuatro Betas restantes que entraron por voluntad propia al club. Los dos chicos Alfas fingían tardarse el ponerse los zapatos, sentados y murmurando entre ellos, observando en dirección hacia el sitio donde estaba el grifo: Hinata, con las botellas del equipo, llenándolas.

—¿Cómo se llamará? —La voz del castaño habló primero, deleitándose con la fragilidad con la que podía abordar las cosas el joven Omega al llenar las botellas de agua. Podían ver sus labios carnosos entreabiertos, sus ojos algo entrecerrados, sus cabellos revoltosos demasiado cortos que le daban una apariencia adorable, sus grandes ojos cafés, la suave que parecía su piel blanca y sus cortas pestañas naranjas que resaltaban entre sus delgadas cejas.

—En las prácticas, el pelón lo llamó Hinata... —respondió con emoción el otro de cabellos negros que parecía delincuente. 

Genial, Ennoshita quiso llorar porque ahora parecía que tenían cinco delincuentes en lugar de sólo tres.

—¡Hinata-senpai! ¿Eh? Un nombre hermoso para un ángel —rezó el castaño una vez más.

Los puntos estaban a favor de esos dos, más si contaban que estaba usando pantalones cortos, y la playera blanca algo holgada del equipo. Por el calor que hacía, de vez en cuando lo veían quitarse el sudor con el antebrazo, moviendo sus cabellos de su frente o tomando del cuello su propia playera para extenderla y dejar que el aire entrara a su cuerpo. Ellos se deleitaban, le prestaban tanta atención que era hasta extraño que esos jóvenes no le hayan notado la visible marca de dientes que incluso había sido reforzada hace unos días en su cuello.

Chikara no quiso pensar en la situación que implicaba esa realidad, apartando la mirada. Bueno, no parecían en la necesidad de buscar acosarlo u hostigarlo, actuaban como los idiotas de Tanaka y Noya con Shimizu. Tampoco habían dicho algo inapropiado.

Sin embargo, no podía dejar que eso continuara así. 

—¡Mira, se está riendo! —dijo con emoción el de ojos azules, jalando del uniforme rojo deportivo de la escuela de su nuevo compañero. Al mismo tiempo en que eso pasaba, Ennoshita se preparaba para llamarlos, pero sólo callando al ver a Kageyama llegar a su lado.

No parecía muy feliz, el nuevo capitán prefirió guardar silencio casi por instinto, al verlo con su típica cara de pocos amigos, haciendo una expresión algo graciosa porque sus dientes lo estaba enseñando, apretándolos y de paso sujetaba con fuerza su propia chamarra deportiva en una de sus manos.

 «Son celos», pasó por la mente de Ennoshita, al ver como Tobio empezaba a bajar los escalones, sorteando los cuerpos de esos dos nuevos para poder llegar a tierra firme, y andar hacia el lugar donde Hinata se encontraba llenando las botellas de agua. Sus ojos azules estaban serios, pero se podía leer con rapidez su expresión invisible a través de estos, teniendo un pequeño tambaleo cuando Hinata levantó su vista al verlo caminar hacia él y le sonrió con calidez.

De cierta forma, era normal que Kageyama actuara así. De verdad llegaría a ser molesto como durante toda la práctica dejarían de lado su amado deporte, y para colmo, se encantaban con comentarios genuinos sobre su gusto por su Omega.

Por eso, no fue de extrañar ver como Kageyama sonreía con algo de malicia cuando sus pies llegaron frente a Hinata. Shoyo correspondió el gesto, con una brillantez certera y se regodeó al ver como Tobio le extendía su propio suéter escolar, posándola con cariño sobre sus pequeños hombros. Para ese momento, los dos jóvenes ya estaban atentos a las acciones, teniendo al Omega con olor a naranjas y tenue aroma a chocolate, tratando de acomodarse con su única mano libre la chamarra sobre sus hombros para que no se cayera.

Los presentimientos fueron obvios para los dos chicos, al ver como el de hebras de color naranja estallaba en rojo, con su bonita nariz respingada pintada de ese color, tambaleando su sonrisa cuando la de Tobio se ablandó en sus facciones, y al inclinarse, juntaron sus frentes. La única mano de Hinata que no sostenía la botella ya llena fue tomada, bajándola al apartarla de la tela negra de su chamarra y la apretó con ligereza, provocando que lentamente sus dedos se acariciaran mutuamente hasta que se entrelazaron. 

La otra mano de Tobio, la posicionó en los labios de Shoyo, su dedo pulgar acarició esos brillantes y suaves belfos carnosos de un extremo a otro. Ante la atenta mirada de los jóvenes, notaron como el Alfa posaba ahora esa mano sobre sus cachetes y se acercó más al Omega. Parecieron compartir susurros que entre los dos notaron que fueron coqueteos, y en menos de un segundo, sus labios se juntaban para poder besarse.

Los dos chicos de primero se quedaron congelados al ver la mano de Shoyo aferrarse a la de Kageyama, poniéndose de puntitas un poco tarde para no provocarle problemas a Tobio al mismo tiempo en que sus bocas se empezaban a mover, sin pasar de cierto nivel en la intensidad del contacto de sus bocas. 

Chikara suspiró cuando los vio separarse, Hinata tenía una boba sonrisa en sus labios y apretó más contra su pecho la botella llenada de agua de Tanaka, antes de buscar acercarse más a Tobio para poder recargarse en su pecho, sin soltarse las manos. Ahí, Kageyama pudo posar su mano restante en la cadera del joven, volteando por fin su cuerpo hacia la figura de los dos jóvenes. 

Los adolescentes se congelaron, cuando su aterrador superior les sonrió con una burla casi innata entre sus fauces hambrientas de un Alfa posesivo. 

Sí, ese Omega ya tenía a su Alfa. Y más les valía no subestimar sus capacidades como apoyo al equipo o se las verían con éste.

El lindo mánager del Karasuno tenía a un Alfa puro como pareja.


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