Capítulo 48: Barbacoa
—¡Realmente eran unos tipos molestos! —Nishinoya aseguró la realidad, cruzándose de brazos al ver la silueta del rubio y el castaño comenzar a alejarse, avanzando por el pasillo hasta dar la vuelta, siguiendo sus pasos para poder llegar a la planta baja. ¿Qué estaban haciendo a esas horas en las instalaciones?
—Kiyoko-san, ¿te encuentras bien? —Ryuu era bastante voluble, hace unos momentos podía estar haciendo la típica cara de un delincuente juvenil que amenazaba con repartir golpes en cualquier momento, y ahora actuaba como un perrito manso, con sus manos temblorosas dirigidas hacia la mujer hermosa que ya suspiraba tranquila tras ser dejada en paz.
—Estoy bien —materializó la respuesta la joven con lentes, dando un pequeño asentimiento al ver a Tanaka casi a punto de llorar por su estado, con sus ojos llorosos y logrando que Shimizu le apartara la vista, algo cohibida—. Gracias —susurró de forma certera a todos, logrando que Hinata diera un pequeño respiro aliviado, aflojando el agarre en el brazo de Kageyama. Hinata se sentía feliz de haber logrado ayudar.
—Es bueno que ya no quiera el número de Shimizu-senpai —afirmó con destreza, dando un pequeño respiro al ver y observó a Kageyama. Tobio dio un vistazo de reojo a su pareja, lindo.
—¿Tú estás bien, Hinata? —preguntó Kageyama, dando su realidad y logrando que Shoyo tuviera un pequeño sobresalto, asintiendo casi a la par y sonrió. Kageyama pudo relajarse un poco—. Es que dijeron que te lanzaron.
—¡P-pero estoy bien! —aseguró Hinata, comenzando a avanzar hacia el frente junto con Kageyama, sin dejar de aferrarse al brazo de su pareja. Ellos se adelantaron unos cuantos pasos, y los cuatro jóvenes detrás de ellos, observaron sus figuras demasiado juntas al avanzar.
Realmente era raro ver al frío de Kageyama con alguien más de esa forma. Pero, eso no era lo importante para Nishinoya... no, su trabajo con él como auxiliar ya había terminado. Lo que importaba ahora era un joven rubio, alto, con gafas, actitud seria a la que lograron irritar, y demasiado silencioso: Tsukishima Kei.
Sus ojos cafés encararon la gran figura de su Kouhai algo salado, incluso al dar vuelta no le apartó la mirada. Sus gestos no eran discretos, Kei podía sentir como era penetrado por esos ojos rasgados y no quería voltear para ver al líbero enano de su equipo, con su pequeño pelito rubio cayendo hacia abajo y sin darle un parpadeo. Una jodida molestia sin lugar a dudas y sin espacio para reproches.
Molesto, demasiado molesto. No sólo debía de soportar a los idiotas Hinata y Kageyama, si no que también debía de aguantar la mirada de su superior. No podía contra tanto.
—¿Qué es lo que buscas? —interrogó a secas, dando un pequeño murmullo con sus labios y fingió no darle importancia al ni siquiera dirigirle la mirada. Eso sólo logró que Nishinoya diera un parpadeo por fin, abriendo con ligereza sus labios y dejando que lo que captó hace poco saliera a la luz.
—Reaaaaalmente te viste irritado cuando ese tipo mencionó a Yamaguchi —relató con un tono aparentemente inocente, sacando de sus casillas a Kei, abriendo sus ojos con sorpresa, apretando sus dientes al abrir la boca y un apenas tenue color rojizo se hizo presente en su cara.
¡Se dio cuenta una de las personas que menos quería eso en lo absoluto!
—Fue tu imaginación —corroboró con una mentira Tsukki, cerrando sus ojos para tratar de acallar el golpeteo molesto de su corazón en su pecho, y esa fue la única opción perfecta que se le ocurrió expulsar de su boca. Sobró decir, que a Yuu eso no lo convenció demasiado, tanto que sus facciones se afilaron un poco, sus gestos parecieron querer encontrar la mentira en sus palabras y Kei dio un pequeño carraspeo.
Por suerte, Kageyama y Hinata estaban siendo cada vez más ruidosos, que los dos jóvenes de segundo volvieron a dirigir su mirada de los dos que iban frente a ellos a unos pasos de distancia y hablaban de cosas de parejas que, claramente, no eran entendidas del todo por un trío de solteros, y una joven Beta a la que no le interesaba en lo absoluto y se enfocaba en repasar la lista de compra: era demasiado.
—¿Me puedes volver a prestar tu chamarra cuando salgamos de la concentración? —enfatizó Hinata con destreza, pegándose más a su cuerpo y mirando con expectativa a su Alfa, quien le correspondía la mirada de reojo. Cuestión de tiempo antes de que Kageyama asintiera.
—He pensado y creo que lo mejor sería regalártela, parece gustarte mucho —evidenció Kageyama ante las peticiones verbales o sólo con la mirada que el joven le dirigía cuando quería envolverse en su aroma. Por unos segundos, Tobio creyó que éste aceptaría, sin embargo, grata fue su sorpresa, al verlo negar con frenesí.
—¡No, no, no! Si eso pasa, la chamarra será mía —expuso, dando un paso grande a la lógica que logró que Kageyama ladeara un poco su cabeza al no entender el punto principal: ¿eso no era mejor?—. Usar las ropas de Kageyama es mejor —dijo su propia razón, dando un pequeño asentimiento al dar esa afirmación, con un pequeño rubor en sus mejillas y logrando que una flecha se estrellara en el pecho de Kageyama, mirando con toda la cara ruborizada a su Omega.
Kei dio un suspiro al oír esas palabras, Noya y Tanaka no pudieron evitar sentirse irritados. Por alguna razón, ver a dos personas enamoradas era algo irritante.
Oikawa se aguantó las ganas de soltar un carcajada de su boca, tapándola para no expulsar sonido alguno. Iwaizumi lo observó de reojo, al ver como actuaba bastante inmaduro cuando del propio colocador del Karasuno se trataba. Los dos equipos se habían encontrado en el pasillo que daba hacia el patio central donde los mánagers y algunos profesores acomodaban todo lo necesario, y lo primero que vio el Gran Rey en el azabache, fueron con sus pantalones cortos y negros del entrenamiento junto con una playera oscura donde se podía leer Alma de colocador.
Tobio detuvo su paso y dejó que Tsukishima y Yamaguchi lo pasaran. Sus ojos azules oscuros voltearon a ver al joven dos años mayor de apariencia sumamente atractiva, con un sonrisa meramente burlona al verlo y con claras intenciones de iniciar una riña. Iwaizumi sólo suspiro y detuvo su paso, cuidando las acciones que ese Alfa con olor a café pudiera soltar.
—Tu gusto de ropa es algo peculiar —lanzó sin nada de tacto, haciendo un diminuto puchero con sus labios y logrando sacar en el joven que era el punto de crítica la sorpresa, y sus cejas arqueadas al no entenderlo. Oikawa posó una de sus manos en su boca y lo observó desde arriba con arrogancia—. No importa qué, sigues siendo un moco-... —ordenó Oikawa, queriendo dar una carcajada normal ante el terrible gusto por la moda del joven, pero no pudiendo completar la frase, al sentir como Hajime soltaba un pequeño gruñido al hablar, sintiendo un tirón en su playera azul del Aoba y fue arrastrado violentamente hacia la salida—. ¡Qué cruel, Iwa-chan! —Lloró.
Kageyama los observó, en su sitio y completamente estático, su calma se vio entorpecido al seguir escuchando todavía el grito aterrador del joven Alfa de cabello café, que dio un pequeño vistazo al techo, entendiendo que era muy extraño y hasta curiosa, la relación que esos dos tenían. Alzó sus hombros al entender que lo único que podía hacer era pasarlo por alto, y continuó su camino tranquilo por el pequeño pasillo que conectaba al patio principal que usualmente estaba muy solo y desolado, y que actualmente, incluso antes de poner un pie sobre el pasto, podía escuchar el sonido animado de varios jóvenes, listos para comenzar a comer.
El aire golpeó de forma certera su cara, sus ojos azules se entrecerraron cuando el Sol lo golpeó directamente en la cara hasta que pudo acostumbrarse. Era un día extrañamente alegre para él que llegaba a ser aterrador. Sus ojos buscaron entre las parrillas con carne, y los mesas con Onigiri y verduras, al resto del Karasuno. Todos estaban dispersos por el sitio, mezclándose con los demás jugadores al esperar la orden de poder iniciar la comida, y entre su mar de miradas donde se topó con la estrecha relación que existía en el equipo con el Nekoma antes que con cualquier otro, en una de las mesas donde se estaba picando la verdura, pudo divisar a Hinata.
—Bastante ocupado... —susurró Kageyama al ver a Hinata en la lejanía, desempeñando su labor como mánager al apoyar con picar la lechuga. Realmente estaba haciendo su mayor esfuerzo, lo podía ver por el cuidado con el que iba cortando y como la mánager del Fukurodani a su lado daba cuatro cortes, Shoyo apenas daba un corte. Sin contar, claro, que lo que más llamó su atención, fueron sus dedos de la mano que no sostenía el cuchillo, con algunos curitas en su dedo: eran como cuatro. ¿Tanto se había cortado?—. Tus dedos son muy importantes para el voleibol, tonto —susurró, no queriendo preocuparse a pesar de que fuera algo inevitable, esperando pacientemente a que lograra cortar con éxito la lechuga.
Kageyama sabía que Hinata se esforzaba fuertemente y con destreza, sus pasos lentos al acercarse a él le permitieron notar como esos el joven Omega de cabellos naranjas, demostraba su felicidad al vaciar por completo el contenido de la lechuga picada en el traste grande, y seguido de eso, tras recibir un agradecimiento por parte de la mánager de cabello corto castaño del Fukurodani, Hinata pudo reír, posando su mano con los curitas sobre su frente, riendo con destreza al quitar los pocos mechones de ese sitio y dejó que ese día caluroso lo consumiera.
Ya no estaba usando directamente la chamarra de Kageyama, estaba con una playera azul eléctrico sin estampado y en sus caderas tenía amarrada la prenda de su pareja de la cual se había adueñado.
Kageyama se acercó más, sorteando a las personas y teniendo sólo un pequeño sobresalto cuando los grandes ojos color café de su pareja lo encararon, sin darle oportunidad de poder prepararse. Hinata le sonrió con destreza, permitiendo que se acercara hasta donde él estaba, parándose a un lado suyo y volteando a ver como más adelante, todos los entrenadores de equipos y profesores se alineaban, mientras que el encargado del Nekoma, al ser la escuela invitada, se preparaban para dar unas palabras para cerrar el campamento. Casi todos buscaron aglomerarse a su alrededor, y eso logró que Kageyama y Hinata pudieran hablar con más libertad al estar algo alejados de la multitud.
—¿Tu mano está bien? ¿Te la lavaste y desinfectaste antes de ponerte los curitas? —señaló, pasando su mano más cercana alrededor de los hombros de Hinata para darle un medio abrazo. Al envolverlo, buscó apegarlo más contra su cuerpo, y se tranquilizó cuando el más bajó también aceptó el agarre, pasando uno de sus brazos a través de su espalda, no pudiendo rodearla por completo por la extensión de éste, y recargando su cabeza entre el pecho y cuello de Kageyama. Seguido de eso, su mano lastimada la extendió al aire y le mostró que podía moverlo bien.
—Las heridas no fueron profundas, incluso no me salió sangre —comentó, antes de dar un bufido por el orgullo y dejó que una pequeña carcajada fuera lo principal en escapársele. Kageyama sonrió sin querer, de una forma un tanto sutil y volteó a ver a su pareja. Shoyo notó esa mirada al instante, logrando que se dejara de recargar de su cuerpo para poder observarlo con más claridad, creyendo que su corazón le latió con fuerza, su cara se pintó de colores y su estómago sintió que se le revolvía: sus ojos azules brillando con levedad, esa curva y esa suavidad, ¡demasiado atractivo! Era hasta extraño, Hinata tuvo que parpadear, viéndolo con sus grandes ojos—. ¿Q-qué pasa? ¿Quieres pelear? —amenazó Shoyo, siendo normal que Kageyama se sintiera ofendido después de eso...
Pero no pasó, Kageyama sólo se acercó silenciosamente a él, y le dejó un pequeño beso en su frente algo despejada por el movimiento de Hinata de apartar sus hebras. El tacto fue apenas sutil, y cuando se separaron, Kageyama apenas llevaba un pequeño color rojizo adornándolo y esa sonrisa había desaparecido. Hinata lo observó y parpadeó, algo abrumado y sintiéndose querido por las muestras de afecto.
—Sólo pensaba que el mánager del Karasuno realmente es increíble —contó en voz baja, logrando que Hinata abriera sus ojos con sorpresa y la vergüenza fuera inevitable de ocultar ahora.
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