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Capítulo 47: Chicos Lindos

—Kiyoko-san ya se ha tardado —Tanaka se cruzó de brazos, algo preocupado de lo que pudiera estar haciendo la chica en esos momentos. Sí, después de la comida, Takeda les contó de la apuesta perdida y la solicitud de que los mánagers debían de ir a comprar los ingredientes de comida, pero el profesor y el propio Daichi habían decidido no dejarlos ir solos a una ciudad tan grande: Kageyama, Noya, Tanaka y Tsukishima (para que cuidara a los tres anteriores), fueron apuntados en contra de su voluntad para salir hacia Tokyo.

—¿Por qué también tengo que ir yo? —manifestó su inconformidad el joven con lentes, cruzándose de brazos y dejando que Hinata, a su lado, y Kageyama, alzaran sus hombros al no entenderlo. Ennoshita dio una pequeña sonrisa irónica.

—Ya que la única condición que los demás entrenadores pusieron para la seguridad de Hinata, era que Kageyama fuera con él —confesó con destreza, sacando un chasquido de lengua algo perturbado en Tsukishima, al creer hacia dónde se dirigiría eso. Sí, Kageyama era un idiota, podía cuidar a su desastroso Omega porque era atractivo y llamaba la atención de varios Alfas; sin embargo, el Alfa también era como un niño pequeño que debía de ser cuidado porque en cualquier momento podía hacer un desastre—. Y Daichi pensó que Kageyama también debía de ser vigilado, así que... —El chico de segundo prefirió no decir nada, dejando que el rubio apartara la mirada. La incomodidad se vio plasmada en su cara, y Hinata y Kageyama se sintieron en la necesidad de disculparse.

—Lo siento...

—¿Kiyoko-san no se está tardando? —repitió Tanaka, siendo más serio de lo esperado ya que estaba preocupado por la chica Beta que ya llevaba 20 minutos de retraso para alguien que sólo había ido por la lista de ingredientes y el presupuesto seleccionado en el segundo piso de la escuela abandonada.

—¿Regresamos? —Dio la opción el líbero, cruzando sus brazos y moviendo su pies de tal forma en la que la suela golpeara directamente el tacón—. Es la hora del descanso y hay muchos jugadores andando libres por las instalaciones... —ajustó sus palabras, dando una idea un tanto desagradable para los demás miembros del Karasuno y sólo logrando que Hinata observara a sus dos superiores impacientarse.

Kageyama los observó, viendo su alegría certera disminuirse en la preocupación, y miró hacia el techo de color gris, para simultáneamente, darle una mirada de reojo a su Omega: entendía esa sensación de querer proteger a alguien. 

Shoyo creyó que debía de hacer algo...

—¡Iré a buscar a Shimizu-senpai! —relató Hinata, sacando el aire de sus pulmones en el instante en que Ennoshita y Kageyama estaban a punto de ofrecerse a hacerlo. Las facciones en los dos jóvenes de segundo año se relajaron, apartando la mirada del pasillo en dirección de las escaleras y se enfocaron en el chico. Tobio y Chikara también lo atraparon a través de sus orbes, y Hinata tuvo un pequeño ataque al creerse importante como para poder hablar—. Soy el mánager, después de todo. 

Hinata manifestó en sus facciones una sonrisa que simulaba una decisión certera, alzando su pulgar hacia arriba, observó con complicidad a sus dos superiores, queriendo sonar alguien súper maduro y confiable, no dejando que ninguno le recriminara o pudiera decir algo, girando su cuerpo de golpe y no notando como Kageyama le estiraba su brazo para detenerlo, queriendo dar un paso al verlo salir corriendo hacia las escaleras y dando un paso al frente. Tanaka detuvo al Alfa, jalando de la manga de su chamarra y lo hizo voltear a verlo. 

Al hacerlo, su superior negó con seriedad, dejando que éste lo dejara ir. 

Kageyama asintió.

Tanaka no lo hizo por ninguna razón en específico, pero al menos sí lo había visto varias veces en las películas de desamor, que le pareció buena idea el imitarlo. ¡Pudo hacerlo! Celebró intensamente, y dejó que la figura de Shoyo subiera con rapidez las escaleras.

Hinata soltó una exhalación, dando largas zancadas por las escaleras hasta el punto de poder subir dos escalones con cada paso al dar pequeños brincos y llegó rápidamente al pasillo. Su sonrisa se le dibujó al encontrar que no se había caído, dando un bufido satisfecho y dejó que sus piernas flexionadas se marcaran un poco por sus pantalones cortos de color negro y su ligera playera blanca con el nombre grabado en la esquina superior derecha. Muy ligero.

Pudo imaginarse mentalmente a él encontrando a Kiyoko, regresando y recibiendo las felicitaciones de los del club, eso lo hacía sentirse satisfecho. Avanzó a paso rápido, moviendo sus pies hacia el lado derecho para poder dar vuelta en la esquina al pasillo contiguo. La escuela abandonada no daba tanto miedo durante el día, el segundo piso era el de los dormitorios, por lo que durante los descansos y el día era algo solitario, lo pudo confirmar la vez que estuvo charlando con Kageyama para arreglar las cosas, por lo que pudo llegar en la soledad del sitio a la esquina de la puerta, dejando que sus piernas derraparan al frenar, chocando contra la pared parte de su cuerpo y cabeza, dando un pequeño grito, sin borrar su entusiasmo. 

Ahí, su sonrisa se detuvo y su tranquilidad se vio apagada al observar la escena, dejando que su corazón se viera atrapado en medio de su pánico y con la curiosidad a flote, dejó ver como la mánager de tercer año y dos hombres altos, un castaño y un rubio, no la dejaban avanzar.  

—Vamos, sólo tu número —insistió el joven rubio y con piercings contra el que habían tomado un partido de práctica, con su teléfono en mano. A su lado, estaba un Alfa de cabello castaño posando su mano contra la pared y poniendo su cuerpo frente a Kiyoko, quien sólo tenía la mirada hacia abajo, tratando de evitar el contacto visual.

—Lo siento, me están esperando. —Shimizu no se notaba cómoda, sus manos apretaban la lista que los entrenadores le habían ofrecido, por lo que ya había pasado con Ukai y Takeda antes de que éstos entraran en su pequeña junta de duración de dos horas del tercer piso, y los pocos docentes qué había, estaban más en alguno de los gimnasios o los patios porque era donde la mayor parte de alumnos en los descansos se concentraba.

Hinata se mareó, su cuerpo se congeló en una danza sonora donde su cuerpo se vio mancipado y la vista se le puso borrosa. Sus piernas le empezaron a plasmar: en definitiva, debió de haber dejado que Noya y Tanaka vinieran.

«¡Quieren ligar con ella! Y dan miedo», Hinata cerró sus ojos, pensando sólo por unos segundos que la mejor opción era regresar o hacer ruido para que alguien más viniera. Sí, era la mejor opción, el estar en esa situación era aterradora, le había pasado con varios Alfas insistentes. 

—Darme tu número tomará sólo un momento —insistió Terushima, acercándose un poco más a ella y no notando que Hinata los estaba observando—. O podemos pasar mañana el rato juntos.

Hinata gritó internamente, cerrando sus ojos al tratar de convencerse.

«Tanaka-san y Noya-san están abajo. Y si grito... estoy seguro de que Kageyama vendrá a verme si empiezo a gritar... —pensó en su mente, queriendo dar un paso atrás y alejarse de la pared con la que había chocado tras su imprudencia. Por supuesto, su huida no salió bien al considerar algunas opciones—. Pero si hago eso, podría hacer que esas personas aterradoras lastimen a Kageyama, o a mí... ¡o a Shimizu-senpai! Debo de hacer algo por mi cuenta».

Hinata sacudió su cabeza con destreza, tratando de armarse de valor, entendiendo que eran compañeros de equipo, por lo que debían de cuidarse unos a otros. Haría todo lo posible.

—Lo siento —repitió Kiyoko, y Hinata dio un respiro al ver como Terushima agitaba su propio teléfono con una sonrisa, dando una siguiente opción.

—Entonces lo copiaré de tu teléfono.

Terushima pronunció eso, y Hinata ocupó su extraña velocidad innata, llegó arrastrándose de lado, con las piernas temblorosas, a punto de comenzar a llorar y sabiendo que firmaba su sentencia de muerte al meterse en medio de eso. 

Pudo divisar fácilmente como los dos jóvenes del equipo contrario lo observaban con sorpresa y pudo apostar que la joven con un lunar cerca de la boca, estaba igual.

—¡Alto! —chilló Hinata, observando como el rubio y el castaño eran mucho más altos que ellos, y aunque en ningún momento lo miraron mal o con amenaza, el simple hecho de tener su mirada sobre su cuerpo, lo hizo castañear sus dientes y trató de salir pacíficamente, girando parte de su cuerpo hacia Kiyoko, y pudo tomar una de sus muñecas, sonriendo con nerviosismo al ver que era su oportunidad de huir—. ¡Lo siento! ¡Nosotros tenemos prisa! —exclamó Shoyo, cerrando sus ojos y trató de salir corriendo. 

Ni siquiera pudo dar un paso, la risa de Terushima inundó sus oídos al ver al chico, y cuando menos se dio cuenta, Hinata se sintió elevado, el equilibrio se le desapareció al sentir como sus pies ya no tocaban el suelo, forzando a separarse de su superiora. El Capitán lo tomó de la camisa, y en menos de un minuto, lo lanzó suavemente hacia el lado contrario. Hinata dio un pequeño grito ahogado, cayendo de pie y sólo tropezando.

Terushima ni siquiera se mostró cohibido.

—¡Espera, Omega, nosotros estábamos hablando! —dijo una mentira que para él era una verdad, Kiyoko ya no pareció muy preocupada por eso; en su lugar, se asomó con terror al ver como Hinata salió disparado.

—¡Hinata! —contó con euforia su nombre, sonriendo con torpeza al verlo bien.

—¿Tienes un Smartphone o uno viejo? —Terushima volvió a pararse frente a ella y a unos centímetros de tocarla. En definitiva no se rendiría. Hinata volvió a ver la escena, se puso pálido al recordar lo fácil que fue para el deportista el simple hecho de lanzarlo sin ocupar nada de fuerza, y su corazón le latió con fuerza en modo de una rebelión creciente al no poder simplemente ignorar las cosas.

Por eso se apresuró a avanzar, volviendo a meterse en medio de ambos, ahora dando un salto demasiado alto que hizo por poco que su cuerpo se viera más grande que el de Terushima. Ahora sí, de esa forma, logró captar la atención del chico con apariencia de malvado, dando un grito certero y abriendo sus ojos sin discreción. 

—¡Espera! —Volvió a ser el punto de atención en esa ocasión Hinata, logrando que todo su mundo se le moviera al verse atrapado en medio de cuerpos aterradores y los ojos cafés examinantes sobre su cuerpo y su rostro lo hicieron sentirse indefenso.

—Tú eras el otro mánager del equipo... —respondió Terushima por fin, permitiendo encerrar en sus pupilas el delgado cuerpo del chico, sus labios carnosos, sus rasgados ojos almendrados, sus cabellos alborotados y su piel nívea lago pálida por el susto. Sin contar ese exquisito aroma a chocolate con naranjas impregnado a él que iba ligado a uno similar de un jugador del mismo equipo al cual ya no le reconocía el rostro. Dio un pequeño mohín en sus labios y alzó sus hombros, antes de buscar acercar sus manos sobre el chico, logrando posarlas sobre los pequeños hombros del Omega, sacándole un pequeño grito al ver su sonrisa divertida—. Lo siento, pero no me interesan los chicos con pareja por muy lindos que estén —confirmó, apunto de volver a lanzar a Hinata a un lado para dejar vía libre para Kiyoko.

Y por supuesto, Hinata ya se había tardado de la misma forma en que Kiyoko lo hizo, por lo que no fue de extrañar que los cuatro chicos que saldrían con ellos de compras irían a ver que ocurría. Hinata no los notó y Terushima mucho menos, Kiyoko sí volteó a ver hacia el pasillo apenas los pasos y la voz de Tanaka y Noya preguntando por ella llegaron a sus oídos.

—¡Sabía que algo pasaba! —Nishinoya gritó con fuerza, entrando al panorama de vista al dar vuelta en el pasillo y se topó con lo que estaban haciendo los cuatro jóvenes. Shoyo creyó que el alma le volvía al cuerpo, no pudiendo evitar sonreír con alivio tras girar su rostro para ver a los jóvenes que apenas iban llegando, y Terushima copió su acción, apretando un poco los hombros del adolescente más bajo al notar las miradas de todos.

Tsukishima tenía su típica cara de pocos amigos, con sus manos en sus bolsillos. Tanaka y Noya parpadearon a la par para tener el pequeño espacio entre segundos para ver qué era lo que ocurría. Y Kageyama sólo afiló su mirada, oscureciendo sus facciones al ver a su Omega con su cuerpo tembloroso, con la cara algo pálida reflejando alivio por verlo y esas manos grandes puestas sobre sus hombros, demasiado cerca. Kageyama no perdió el tiempo para acercarse, dando pasos rápidos y trepidantes, sacando parte de sus feromonas, haciendo retroceder a Terushima para poder soltar al joven y notando como el Alfa puro del Karasuno ahora se ponía en medio de los cuerpos, estando frente a Hinata y alzando uno de sus brazos para crear una pequeña barrera.

Hinata dejó salir un chillido de alivio, buscando correr a abrazarse al único brazo de Kageyama que no estaba levantado y Kiyoko suspiró con calma.

—No molestes a nuestros mánager —avisó Kageyama con destreza, dejando que a través de sus irises azules se transmitiera el mensaje. Terushima dio un pequeño bufido, Hinata apretó más sus manos al brazo de su Alfa y Tanaka y Noya dieron un gruñido.

—El Omega no me interesa, intenté apartarlo lanzándolo. —Se excuso el joven de segundo, alzando sus hombros, sacando un gesto perdido a Tanaka y el enojo de Kageyama se vio más. Shoyo se aterró al notar en sus fosas nasales el fuerte aroma de su pareja empezando a turbarse y sus ojos azules habían encerrado al Capitán del equipo amarillo como lo peor del mundo.

—¿¡Lanzaste a mi Omega!? —Se escandalizó Kageyama, queriendo dar un paso al frente para confrontarlo y frenando en seco al experimentar un tirón en su brazo del lado de Hinata para que éste no se alterara.

—No es mi tipo, yo quería el número telefónico de lentes-chan —aseguró con destreza el joven, mientras el chico castaño a su lado seguía sin pronunciar palabra alguna. Tobio esbozó un gruñido y Tanaka volteó a ver a Kei.

—¿Querías el número de teléfono de Tsukishima? —respondió Ryuu, con el gesto perdido y señalando al rubio de ojos castaños y usando, de manera obvia, unas gafas cuadradas. Kei, por supuesto, al sentirse mencionado y por la estupidez del hombre rapado sólo arrugó su nariz: claro, porque él era el único con lentes, Kiyoko no los tenía. Claaaaaro.

—Sus chicos son feos, no me interesan. —No dudó en decirlo el joven con pircings, Yuu y Tobio se sintieron atacados. Tsukki se burló de ellos al ver sus gestos—. El único que se me hizo un poco lindo fue el chico con pecas... —contó parte de sus gustos y la sonrisa burlona de Tsukishima se deshizo casi al instante.

—¿Eh? —Sacó Kei por fin, perdido y arqueando sus cejas hacia abajo.

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