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Capítulo 45: Besos

Hinata dejó que Tobio le cortara las uñas. Los dos habían decidido tomar su descanso, no siendo los únicos en el gimnasio a pesar de todo, y tratando de pasar desapercibidos al menos en esos casos en los que sólo estaban sentados, recargados contra la pared y cerca de una de las esquinas.

El sonido del cortauñas cada vez que se deshacía de una parte de ésta en la mano derecha de Hinata y caía contra un pequeño trapo que después desecharía, era una actividad extraña que podías estar haciendo con tu pareja. Pero para el de hebras naranjas, todo era perfecto, en definitiva, ese tipo de atenciones no le molestaban, más bien, le agradaban: podía sentir como su cuerpo se podía recargar de Kageyama, las manos ajenas enjaulando la suya que era mucho más pequeña al cortarlas y si observaba con cautela el perfil de Tobio, podía quedar encantado con su atractivo natural: Kageyama durante todo el partido en los entrenamientos se veía encendido, caliente, firme, imponente y tal vez malvado. Sí, sus saques que golpeaban el balón con la palma de su mano con fuerza, su seriedad innata al armar una jugada, su salto alto al rematar o la forma en la que se doblaban sus muslos y sus músculos se contraían ligeramente al recibir.

Hinata podía estar viendo en esos momentos a los demás jugadores, a ver al joven Hoshiumi enfocado en sus saques que le recibía Hirugami, o la simple presencia de Lev y Kuroo en la otra cancha, siendo Kuroo el que trataba de enseñarle la teoría perfecta en las posiciones para el bloqueo. Pero no, en el instante preciso en que eso ocurría, Shoyo prefería enfocarse en su Alfa, en su perfil serio, su nariz perfilada, lo cortas que eran sus pestañas, sus delgados labios que de vez en cuando se abrían para murmurar entre dientes, o sus intensos ojos azules que tenían encerrado en su campo de visión, sus delgados dedos.

—Es cierto que cuidas demasiado de ti mismo —coincidió Hinata con delicadeza, no queriendo alzar mucho su tono para no molestar a las demás personas en el gimnasio. Tobio no lo volteó a ver, su mirada seguía enfocada en cortar la última uña de la manos antes de comenzar a lijarla, pero, eso no le impidió el poder asentir—. Realmente te gusta el voleibol. —Rio, soltando lo obvio y sólo pudiendo dar un pequeño farfullo al reírse y buscó recargar su cabeza en el hombro del azabache.

A Kageyama le gustaba hacer ejercicio, comer muy saludable (pocas veces comida chatarra), tener una apariencia limpia y siempre estar en forma.

Kageyama sacudió su cabeza, dando el visto afirmativo, tras esa realidad que no era para nada un secreto.

—También cuidaré de ti el resto de nuestras vidas —enfatizó con destreza, sonrojándose sólo un poco y dejando que ese tono sólo se viera ligeramente notable si le prestabas atención. Muy al contrario, la cara del Omega sí estalló en carmín, pero no se cohibió de dar una sonrisa de par en par y dejó que su corazón latiera a un ritmo acelerado.

—¡Ése era mi plan, Kageyama! —reclamó Shoyo en modo de ofensa, tras sentir que le arrebataban sus planes con torpeza, pero no pudiendo borrar su mueca de felicidad que llegaba a ser algo contradictoria. La última uña fue cortada, y Tobio por fin pudo apartarle la mirada. Ahí, el más alto no perdió el tiempo para sonreírle con burla, dejando que esa aterradora mueca curvada fuera posible de ignorar para el más bajo.

—Cuidaré mejor de ti yo... —estableció un futuro certero para él el de cabellos azabaches. Por alguna razón, esa realidad romántica, fue tomada como una ofensa para Hinata, viéndose en la necesidad de inflar sus mejillas, arqueando sus cejas hacia abajo y aceptando la competencia.

—¡En definitiva eso es mentira, lo haré mejor yo! —contraatacó con destreza, dando un bufido el Omega antes de sentir como la penetrante mirada azulada de ese Alfa puro sobre su persona—. ¡Quiero prepararte el desayuno todas las mañanas y que salgamos a correr juntos!

Muy a lo esperado, Kageyama no respondió nada ante el tono decidido y elevado del chico, sólo apartándole la mirada una vez más, dando otra sonrisa, sólo que a diferencia de la anterior, ésta fue demasiado linda a ojos de Shoyo, con su zigzag prominente y sus ojos brillosos que delataban su verdadera felicidad. Hinata se perdió en esa imagen, sus labios se abrieron con ligereza y se avergonzó poco a poco de sus propias palabras, tras procesarlo demasiado tarde: ¡demasiada información le dio!

Kageyama se enfocó en la delgada mano derecha de Hinata que sostenía, continuando las caricias con sus largos dedos tras pasarlos por la palma; al mismo tiempo en que Hinata trataba de cubrir en vano su cara alborotada con la mano que le quedó libre, y Hirugami, en la lejanía, pausaba la práctica con Hoshiumi para poder ir al baño.

 —Tus manos... —estipuló Kageyama de pronto, deteniendo el enredo mental en el que se acababa de meter Shoyo, y lo regresó a tierra firme casi a la fuerza. Hinata lo escuchó con atención, quedándose pasmado en un principio para bajar lentamente su mano y parpadear a lo que sea que éste le quisiera decir. Kageyama sólo continuó con las caricias y la levantó un poco a la altura de sus labios, demasiado cerca de su boca—, son lindas —evidenció por fin lo que tenía planeado, dejando que Hinata entrara en pánico y en una vergüenza certera con la que definitivamente no supo reaccionar: ¿¡Kageyama lo quería matar!?

Por si fuera poco, tras pronunciar eso, le dio un beso en sus dedos. El roce suave y húmedo que éste dejó, hizo al más bajo revolverse en sus propios instintos, dando un chillido tras creerse vulnerable y se mordió sus labios, entrecerrando uno de sus ojos al notar el pequeño cosquilleo, y se encontró con otra hilera de besos repartidos sobre sus dedos. Hinata se sintió querido, arrugando parte del tabique de su nariz por impulso, perdiéndose del mundo exterior y sólo se enfocó en Kageyama. 

Su Alfa buscó su atención, él también quería sus caricias, recargando la pequeña palma de Hinata sobre su mejilla. Shoyo no rechazó el tacto, y en su lugar, aceptó el acariciarle la mejilla, cegándose cuando el joven comenzó a a acercarse a él, despacio y sin generarle terror. Sus labios entreabiertos y su rostro enrojecido, sólo hicieron a Hinata dar una pequeña risa temblorosa. 

En menos de un segundo, Kageyama se detuvo, cuando sus narices rozaron, sus respiraciones pesadas y pausadas se combinaron al exhalar y esos ojos azules demandantes sólo observaban los carnosos labios de Hinata moverse nerviosamente. Shoyo no pudo evitar el quedarse quieto, creyendo que debía de actuar, se acercó más a Tobio, sólo desviando la trayectoria de sus labios para poder depositarle un diminuto beso en el cachete, apretando con su mano el otro de Kageyama para hacerlo más pronunciado.

Kageyama explotó en rojo, fue un despertar extraño de su propia conciencia, sus feromonas fueron disparadas a baja altitud para que su Omega las captara, el humo casi salió de sus orejas y su estómago empezó a experimentar otra vez, esa extraña muestra de mariposas en el estómago. Tobio no pudo evitar volverse cariñoso, volviendo a recargar su mano sobre la de Hinata que estaba sobre su cachete, y cuando el más bajo se iba alejando lentamente de su mejilla tras besarla.

Las distancias no pudieron acortarse mucho después de eso, Kageyama lo impidió por completó su volvió a unir sus rostros al rozar de nuevo sus narices. Hinata se mantuvo cautivo, atrapado en esa felicidad embriagante y sonrió con torpeza, aceptando el frotar sus narices en un pequeño beso esquimal donde la sensación transparente y sutil que dejaban sus pieles al rozarse, los invitó a querer llegar un poco más lejos. 

Dos jóvenes enamorados, un Alfa y un Omega, los dos mostrándose cariño, Tobio acercándose a Hinata ladeando un poco su rostro para poder besarle los labios, Shoyo se acercó un poco más, sus caras estaban rojas, las feromonas en el espacio en el que estaban ya se habían mezclado y la comisura de sus labios se rozaban finamente antes de devorarse la boca. Nadie podía interrumpirlos, estaban perdidos en su mundo...

 —Oye... —Por supuesto, nadie era una mentira porque existía Hoshiumi. 

Kageyama se detuvo en seco, con el gesto perdido tras regresar de tierra firme, volteando a ver con lentitud al joven que se acababa de acercar ante ellos, Hinata dejó salir un chillido al verse interrumpido, creyéndose necesitado cuando Tobio tomó sus distancias entre sus labios, y buscó cubrirse la cara por la vergonzosa escena que había protagonizado.

El joven de baja estatura estaba con sus cejas arqueadas hacia abajo, de brazos cruzados, y no estando ni siquiera un poco avergonzado por lo que acababa de interrumpir. Kageyama gritó internamente: ¿no pudo esperar un poco? ¡¿Quién podía llegar e interrumpir a dos personas que se estaban coqueteando y estaban a punto de comerse la boca?! 

Lo peor esa que se habían desconectado del mundo, que no habían notado cuando el joven llegó.

—¿Q-qué pasa? —dijo Kageyama en un tono de voz bajo, acomodando su cuerpo para poder recargar su espalda contra la fría pared del gimnasio y sus brazos las puso a sus costados, dando el espacio suficiente para que Hinata diera más gritos internos. El joven de Kamomedai dio una pequeña mirada arrogante a ambos (aunque no era su intención).

—¿Me habías visto antes? —indagó de forma certera, sin buscar ser invasivo pero sin poder pasar por alto lo obvio. Kageyama parpadeó ante esa pregunta curiosa, y sólo pudo soltar un pequeño asentimiento de cabeza como modo de respuesta.

—Cuando entraste al gimnasio esta mañana —respondió con simpleza, encarando en su figura al joven y éste sólo trató de mantener la compostura. El Omega bajó con lentitud sus manos de su rostro, y aun con todo el rojo y la vergüenza acumulada, pudo notar las facciones algo amenazantes que estaba tomando el Épsilon con su Alfa.

—¡Eso no! —atacó con destreza, agachando parte de su tronco para inclinar su cuerpo hacia el de Tobio y ser más directo—. Pregunto si me habías visto jugar —avisó, orillándose a ser mucho más especifico. Para sorpresa de todos, el irritable Kageyama, seguía tranquilo.

 —No... —negó por fin, sólo logrando que el joven desconocido cerrara sus ojos ante esa respuesta y volvió a tomar sus distancias. Hinata creyó que Korai buscaba pelea con Tobio. Sí, no había duda.

—¡Entonces, sorpréndete más! —exigió dando un grito el albino, sacando un temblor a Shoyo por lo abrupto y directo que fue, notando como el chico dejaba de poner sus manos en su cintura y las ponía a la altura de su mano para hacer ademanes—. ¡Llevas mirándome desganado desde que me viste! —expuso los hechos, fingiendo una cara de desprecio y aburrido por unos segundos similar a la que hacía Kageyama. Hinata casi se aguantó una risa—. ¡Generalmente me subestiman por mi físico frágil, mi estatura y mi casta, y enloquecen al verme jugar! —señaló y se alabó a sí mismo, gritando con fuerza, sin importar molestar a los demás o sonar desconsiderado. 

Kageyama cerró sus ojos, al sentir que estaba siendo reñido por algo que no hizo. Shoyo lo observó con sus ojos desorbitados. 

—¡Se supone que funcione así! —destacó, sacando casi el aire de sus pulmones para poder profesarlo y dejando quietos a ambos jóvenes. 

Kageyama debía de hablar, o todo se saldría de control.

—Me sorprendes —aseguró el chico azabache, dejando que su seriedad se viera eclipsada en esos ojos azules que completaron a ese joven de baja estatura frente a ambos. Hoshiumi se mostró confundido y ladeó su cabeza, quedándose quieto por completo al ver como la mano de Tobio se elevaba a la altura de su propio pecho y señalaba con facilidad al mánager que estaba a su lado—. Pero, mi Omega también salta muy alto, así que es una buena referencia —destacó por fin, dejando que Hinata lo mirara con cierta euforia y sorpresa contenida, apretando sus labios y sacando a Hoshiumi otro grito.


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