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Capítulo 44: El Omega Del Rey

—Aoba Johsai es conocido por estar compuesto de jugadores que tienen buena habilidad en defensa y también ofensa —destacó Daichi, cruzado de brazos y mirando hacia el sitio donde el equipo estaba, con el último contra el que habían jugado un partido, antes de que la hora de comer iniciara. A su lado, Suga, quien acababa de recibir una toalla, se limpió el sudor y detalló en su mente al equipo contra el que habían perdido.

—Realmente son problemáticos —finalizó la plática el de hebras grisáceas, alzando sus hombros tras terminar y un bufido certero se le escapó de toda su boca, sin poder reprimirlo. Daichi se percató de eso, observando con sorpresa a su compañero el enfurruñarse como era su costumbre, y una pequeña sonrisa se le fue imposible de ocultar. 

Ese cuervo albino era muy lindo. 

—Y Hinata sigue usando la chamarra deportiva de Kageyama —cambió de tema Sugawara, dando una pequeña sacudida de su cuerpo al observar hacia la pared de su lado de la cancha. Sawamura direccionó su mirar hacia el lugar donde el joven señalaba con sus palabras. 

—Creo que se adueñó de ella, en definitiva —aseguró el joven de ojos negros, tomando la botella de agua en sus manos, y la destapó para poder darle un trago. Sugawara rio con más precisión y dejó que sus ojos cafés se enfocaran ahora en seguir a Tobio, quien le informó a todos los tres restantes de primero, que saldría al baño. 

Hinata Shoyo ya estaba más tranquilo a como se había mostrado el día anterior y esa mañana, su tranquilidad se veía desbordando al estar recargado contra la pared, sentado y con la chamarra de su Alfa de color negra vistiéndolo a él. Su boca y nariz habían desaparecido en el cuello de tortuga, la tela se arrastraba y las mangas habían sido dobladas para que pudiera escribir tras tomar la decisión de entrevistar a todo el club para saber sobre sus posiciones. A su lado, estaba sentado Yamaguchi y parado frente a los dos, Kei estaba con una mano en su cintura y mueca divertida, pareciendo molestarla.

—Es muy romántico... —Se burló Koushi de forma inmediata, moviendo una de sus manos a los lados y la toalla se la colgó en sus hombros. Daichi, siendo tan genuino y directo como siempre, sólo observó con curiosidad al otro chico de tercero.

—Supongo que es para calmar las feromonas de Hinata con las suyas, Kageyama siempre ha sido muy amable —soltó el azabache de piel morena, rememorando como una vez ayudó a una chica a llegar a su salón de clases (aunque la Beta iba temblando de terror y a unos cuantos metros de distancia), o la vez que lo encontró en el patio trasero de la escuela, de camino al club, tratando de ofrecerle un pan a un gato callejero (el gato se lo arrebató de una mordida y salió corriendo tras gruñirle, Tobio no pudo acariciarlo). Tras regresar de su nube de recuerdos y sintiéndose como un padre orgulloso, sólo se llevó una mala mirada de Suga ante su desvío del tema.

 —El compartir su chamarra con alguien más es algo muy íntimo, Kageyama no andaría regalando sus prendas por la calle —acortó Sugawara en modo de un pequeño reclamo, dando un ligero golpe en la espalda a Daichi para que reaccionara. Daichi soltó un quejido por impulso al sentir la palma estrellándose en su piel—. A lo que me refería, es que Kageyama parece disfrutar mucho ver a Hinata con su ropa, las diferencias de estatura quizás sean lo que lo hace perfecto —reafirmó, dejando que el perdido Sawamura que quería recoger aire, diera un asentimiento tras poder respirar.

—Creo que lo entiendo... en primero yo te llegué a prestar una muda de ropa cuando fuiste a mi casa a hacer un proyecto y te quedaste toda la noche —recordó, no pensando en la implicación de esas palabras o el contexto.

Suga se congeló, y cuando Daichi se dio cuenta, ya era demasiado tarde, sólo se pudo maldecir internamente: ¿¡era idiota!? ¡Kageyama y Hinata eran Alfa y Omega, se marcaron y eran una pareja! Gritó internamente, su corazón empezó a latir rápidamente y pudo notar por el rabillo del ojo como Suga enrojecía, volteando su mirada otro lado y tratando de disimular.

Daichi lo entendió: sí, había revelado que se emocionó en demasía cuando en primer grado, Suga usó una muda de su ropa, una pijama a rayas que le quedó ligeramente grande. 

¡Ahhhh!

Kindaichi soltó un pequeño gruñido en modo de contestación al estar en el baño, apurándose a cerrar el grifo y arqueando sus cejas hacia abajo. Pudo percibir a unos metros de distancia el aroma a chocolate que tanto detestaba, poniéndose de pie al enderezar su cuerpo. La puerta del baño se abrió y la presencia imponente del Alfa puro llegó al sitio.

Su silueta alta que todavía era un poco más baja que la de Kindaichi, permaneció en todo momento con seriedad, sin buscar un patrón marcado más allá del dolor creciente de su corazón acribillado. Sus ojos rasgados se toparon con los azules, y el joven con su holgada playera blanca y sus pantalones cortos, también se detuvieron al encararlo.   

Kindaichi podía entender que Kageyama no era una mala persona, pero tenía el tipo de personalidad y actitud que más detestaba a pesar de todo. Supo por la pequeña pronunciación de su boca hacia abajo y el tabique de su nariz arrugado cuando sus cejas fueron arqueadas, que estaba molesto. Kageyama parecía molesto, pero también algo apenado.

Tobio quiso abrir sus labios y Kindaichi con rapidez pudo detectar lo que éste quería hacer.

—¡No te disculpes! —exigió el joven con cabeza de nabo, girando por fin su cuerpo para quedar cara a cara, y formó puños a sus costados, queriendo apretar. Por un momento, creyó que sería destinado a recibir una paliza del joven Rey, tras haberle hablado a su Omega y diciendo cosas malas de él—. Yo tampoco me disculparé —afirmó el joven casi al instante, apartando su mirada hacia un lado y logrando que Tobio sacara un gesto sorprendido, antes de volver a sus facciones afiladas—. Creo que tú sigues siendo un Rey opresivo. Eres irritantes, y no hay nadie que quiera aplastar más que a ti.

—No vuelvas a meter a mi Omega en esto —reclamó Kageyama, afilando más sus facciones al afirmar lo último y tras aceptar que Kindaichi no quería una disculpa, se limitó a extenderse de más. Yutaro se paralizó al recibir lo último, creyendo que una corriente eléctrica lo recorrió hasta volverse una situación molesta—. Tal vez no he cambiado mucho, pero nunca usaría a mi pareja como un recurso en la cancha y lo desecharía tras creerlo innecesario. 

Kindaichi dio un pequeño suspiro, sus labios se vieron enjaulados tras creerse algo avergonzado y sólo pudo apretar sus dientes. Al menos, sabía que lo que hizo no estaba muy bien.

—No necesito tu disculpa, ni tampoco me disculparé contigo... —relató el chico de cabellos negros y gruesas cejas, queriendo ser más completo—. Pero sí me disculparé con tu Omega —aceptó sin reparos, logrando que Kageyama asintiera. Sí, si eso era un problema entre ambos, o las cosas no fueron bien en el pasado, Hinata no tenía la obligación de ser un mediador o de implicarse en medio de esa disputa que se iba resolviendo poco a poco, sólo que era algo difícil.

Tal vez, Kageyama sí había cambiado, pero eso dejaba con indecisión a Yutaro. Su posición de Rey opresor no apareció demasiado en la cancha, y ahora, sólo usaba su autoridad para poder cuidar de su consorte. Un Alfa Rey cuidando de su Omega. 

Ése no era el Kageyama que él recordaba conocer. No era su obligación perdonarlo tampoco.

—Entendido —dijo Kageyama a secas. Yutaro vio eso como una señal para poder continuar.

—¡Y aunque lo haga y trate con respeto a ese Omega, no me llevaré bien contigo! —condicionó. 

—Entendido —repitió Kageyama, sin darle muchas vueltas.

—Y no es como si nos hayamos llevado bien antes —confirmó con rabia, logrando que Tobio volviera a sonar como una grabadora, ahora ya no sabiendo qué decir, porque eso sí fue culpa suya.

—Entendido...

—Y la próxima vez, te aseguro que ganaremos nosotros justo como hoy —retó Kindaichi, alzando un poco más su rostro para verse más imponente. Por primera vez, Kageyama se mostró serio y asintió casi a la par.

—La próxima vez-... —Su voz fuerte quedó interrumpida de golpe, sus pupilas se dilataron tras creerse atrapado, escuchando como la puerta del baño principal de golpe era abierta y la risa de Hinata resonó por el sitio.

—¡Tobi, ¿estás bien?! Tsukishima dijo que posiblemente te habías ido por el inodoro ya que te tardaste mucho... sé que es imposible, pero vine a comprobar —La euforia en su tono de voz algo agudo en medio de su carcajada hizo a Kageyama dar un brinco, volteando a ver a la persona que ya le había puesto ese lindo apodo, mirando con la cara roja como el chico que usaba su chamarra y llevaba su pantalones cortos de siempre se quedaba congelado, tras ver a Kindaichi y a los dos en una situación similar a la de pelea, y la palidez llegó a su rostro.

«Oh, cielos, hay rencor entre esos dos. El ambiente está muy pesado», chilló el Omega, dando una pequeña sacudida en su cuerpo al sentirse vulnerable, y apartó la vista violentamente del sitio. Kageyama dejó de ver al más bajo, para volver a voltear a ver a su oponente: el azabache con cabello en forma de nabo, pudo notar esa cara avergonzada por ese apodo notablemente acaramelado y se decidió a continuar.

—Nosotros ganaremos la próxima vez —afirmó, con su tono de voz elevado. Algo había cambiado en Kageyama.

Kindaichi no pudo describirlo a pesar de todo, sus ojos rasgados vieron la alta figura del joven girando sobre sus talones, dando un pequeño vistazo hacia la ancha espalda de Kageyama y el como buscaba acercarse a su Omega. Al principio, Hinata se vio aterrado, pero sus facciones se volvieron levemente burlonas al tener a su pareja frente a él. Shoyo no soltó la perilla, la apretó más contra su mano y la otra la alzó a la altura de su boca, queriendo rescatar su burla.

—¿Lloraste? —Sacó de contexto, dando una pequeña cara divertida y permitiendo que un diminuto rubor inundara la cara del azabache, antes de tener la necesidad de hablar con un grito.

—¡Claro que no lloré, venía al baño! —reclamó Kageyama, señalando con uno de sus dedos y de forma amenazante los cubículos vacíos donde sólo estaban los tres. Su tono salió elevado y algo amenazante, pero eso a Hinata no pudo importarle menos, correspondiendo su mirada a los cubículos y luego alternó su mirada hacia el Alfa.

—¿Y sí fuiste al baño? —cuestionó, sólo logrando que Tobio recordara lo que le estaba pasando: claro, lo olvidó. No había ido al baño.

—¡Muchas gracias por todo! —El grito de todos los jugadores en la cancha después de que ese día terminara, hizo saber a Shoyo que su segundo entrenamiento especial y a solas con Tobio comenzaría. Sus labios se vieron atrapados a través de la pequeña exhalación nerviosa, y se sintió muy feliz cuando observó su libreta que había usado ese día. No había podido armar estrategias de ataque, pero al menos había podido profundizar con las posiciones principales del voleibol y recordado algunas señales del árbitro.

Una pequeña sonrisa se agudizó en su cara, siendo notada con facilidad por terceros y dejara que su emoción se viera plasmada a través de su cuerpo y su calidez por la chamarra prestada de la que ya se había adueñado. Sus ojos azules encararon al joven de primer año acercándose a él tras dar un saludo y estrechar las manos con el número 11 de Kamomedai. Hinata no pudo evitar dejar que su emoción lo llenara y sólo pudo dar pequeños saltos en su lugar al tenerlo frente a su cuerpo.

 —¡Vamos a practicar, ¿no es así?! —interrogó con entusiasmo el joven, llevándose con facilidad el asentimiento del mayor. Kageyama también se mostraba emocionado, sus puños apretados a sus costados, su sonrisa torpe empezando a difuminarse y esa felicidad venidera por la euforia de tener a su Omega golpeando sus pases (o al menos intentar golpearlos). 

—Bueno, podría decirse que sí... —contabilizó, dando una mirada extendida y dejando que su mirada azulada se enfocara sólo en las pequeñas y delgadas manos de Hinata. Sus dedos largos estaban bien cuidados, y sus uñas no tan largas, pero tampoco tan cortas, resaltaban bastante. Ahora que los remates serían algo cotidiano y no sólo algo que se usaría de vez en cuando, debía de hacerle saber a Shoyo las implicaciones y condiciones que mostraba ser un rematador.

—Entonces, apartaré nuestro lado de la cancha mientras tú tomas un respiro —corroboró sin discreción Hinata, decidiendo por él mismo y queriendo salir a correr para tomar la cancha, aunque en esa ocasión, todos parecían dispuestos a dejarles el gimnasio para ellos solos tras lo pesado que estuvo ese día. Era de admirar que Tobio no se haya cansado. 

Ryuu y Yuu ya habían salido corriendo del gimnasio primero tras alegar que era buen momento para volver a pedir camisetas personalizadas por teléfono ahora que Hinata se unió al equipo, y en efecto, sólo era una excusa para divertirse con las palabras en kanjis que decidirían para cada miembro. 

En definitiva, Shoyo ni siquiera pudo irse, no pudiendo escapar del panorama de Kageyama, ya que en menos de un minuto, la larga mano de Kageyama tomó la de Hinata que llevaba su pluma. Shoyo se paralizó al sentir los largos dedos acariciando el torso de su mano y la calidez verdadera al tener a su Alfa frente a él tomando su mano con cuidado.

A pesar de eso, no pasó por alto los examinantes ojos curiosos del número nueve, observando sin discreción las uñas largas, bonitas y cuidadas de su Omega, ahora utilizando la otra mano que le sobraba para levantarle uno de sus dedos al tenerlos doblados al sostener su pluma: el índice. Su piel suave paseó por el sitio delgado, dejando que éstos se delinearan sobre la lisa uña y notó que éstas habían crecido sólo un poco.

—Hoy no jugaremos... —corroboró sin nada de tacto, dejando perdido a Hinata ante la extraña caricia en su dedo y uña por parte del Alfa.

—¿Kageyama? —extendió su pregunta con una sonrisa algo nerviosa.

—Hoy nos centraremos en tu cuidado personal, es un principio básico del voleibol —aseguró sin dar vueltas de más al asunto. Por consiguiente, terminó por mirar a Hinata y su mano la envolvió con más fuerza contra la suya, teniendo que extenderse al ver al Omega expectante por ese nuevo término—. ¿No te molesta tener las uñas cortas? —cuestionó, encaminando lo que planeaba hacer, sólo llevándose con rapidez la negación expectante del chico de hebras naranjas.

—No, ¿por qué lo dices? —indagó, y Kageyama se extendió más. 

—Las manos son una de las partes más importantes para el voleibol, por eso, tener cortas las uñas ayudará a evitar que se nos entierren o se rompan hasta el punto de tener que quitarlas —decretó con obvia realidad, dejando que un escalofrío en Hinata fuera notable, poniéndose pálido al dar un pequeño grito al imaginarse con la uña rota o que por un pelotazo en su mano mal golpeada, tuviera que quitársela—. Puedo enseñarte a lijarlas y cortarlas si es lo que quieres, pero si por eso decides no seguir adelante con las prácticas no habrá problema.

¡Nooooo!

—¿Son demasiado largas? —preguntó Hinata con simpleza, dejando que sus bonitos ojos rasgados en forma de almendra se dedicara a observar los largos dedos de Kageyama: sí, era algo que notó pero no le tomó mayor importancia. Las manos de Kageyama estaban bien cuidadas, incluso cuando éste lo marcó y le metió algunos dedos para poder prepararlo y embarrarle su lubricante natural, no fue lastimado.

Así que fue por eso.

—Sí, cuando lo estábamos haciendo y te aferrabas a mi espalda, me dejaste marcas de rasguños —detalló en un tono de voz bajo, porque todavía habían algunas personas en el gimnasio y sería más vergonzoso de lo que ya era, que terceros escucharan lo que habían hecho para poder unirse. Shoyo tuvo un estallido de rojo ante eso, queriendo disculparse y con su corazón acelerado al sentir de nuevo como Tobio le volvía a acariciar su dedo índice.

—Perdón por eso... —dijo entre dientes, apartando la vista y creyendo que había perdido de alguna forma. Kageyama negó y se incitó a seguir revelando lo inevitable.

—Que me hicieras eso, fue extrañamente sensual —lanzó todo sin darse cuenta, en la pequeña conversación donde sólo los dos escucharon y Hinata creyó que estaba listo para trascender a un plano superior de la existencia humana por eso. 

¿Cómo no le daba vergüenza decir esas cosas?

—¿Entonces...? —Y como si la última revelación no hubiera sido lo suficientemente insinuante o sexual, Kageyama siguió buscando la comodidad de Hinata al practicar los remates sin forzarlo.

Kageyama era alguien muy lindo y peculiar para Hinata. No le molestaba en lo absoluto ser consentido por su pareja mientras le cortaba y limaba sus uñas.

—Sí quiero...




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