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Capítulo 40: Alfa Puro

Hinata estaba nervioso, esa sensación molesta en su cuerpo sólo parecía intensificarse, escuchando el silbato que daba como presagio el fin del calentamiento dentro de diez minutos más para iniciar de forma oficial los partidos de práctica. Su estómago se revolvía, su propio aroma lo hacía sentir nauseas y sus mareos se vieron intensificados. Estar a un lado de su Alfa no lo tranquilizaba, a pesar de que sus ojos cafés querían grabar en su mente la rutina de ejercicio de Kageyama al calentar antes de iniciar, era cierto que su mente no podía pensar claramente.

Tobio, a su lado, giraba sus caderas después de haber rotado sus muñecas. Hinata no podía contarle sus preocupaciones en esos momentos, podría llegar a ser algo molesto y una distracción si debía de jugar voleibol en seguida: ¡nunca se perdonaría si por su culpa retrasaba al equipo y preocupaba a Kageyama!

Bajó la mirada al suelo y apretó más contra su pecho la libreta que estaba usando para realizar sus apuntes, los escalofríos se hicieron diversos y las ganas de vomitar lo estaban llenando poco a poco. Recordó la vez en que Tobio le habló con entusiasmo de su posición en la cancha y lo importante que era para él llegar al campamento. Lo sabía, eso lo entendía desde el principio, preocupar a Kageyama por algo sin importancia no era viable, ¡él debía de centrarse en el voleibol, aprovechar sus habilidades! 

Hinata levantó su mirada al aire, decidido, teniendo la sensación de querer descargar todo lo atorado en su garganta y dando un bufido en un modo de rebelión y esperanza tras descubrir el pasado de Kageyama revelado por el cabeza de nabo: si decidía a su pareja en cuánto le servía en la cancha, significaba que podía ser reemplazado en cualquier momento, ¡no debía de permitir eso! 

¡Incluso si no era en la cancha, haría todo lo posible para ser de utilidad como un interés romántico y no dejaría que fuera desechado!

—Hinata, ¿te sientes bien? —La voz del Alfa inundó los pensamientos de Shoyo, quien sólo pudo dar un pequeño brinco antes de ver al joven, con su corazón acelerado por el susto. Kageyama se notaba genuinamente preocupado, con su rostro notablemente serio al encararlo, esos ojos que no le apartaban la mirada y esa imponencia digna de alguien de esa casta superior. 

Hinata tragó grueso, creyendo que las nauseas empeoraban y sus piernas le flaqueaban. Negó con rapidez, al no querer preocuparlo y distraerlo, sólo logrando que Tobio no le creyera.

—Estás algo pálido... —indicó el Alfa, queriendo ser más específico con sus sospechas. El Omega lloró internamente, queriendo decir algo, pero estando más indispuesto a hacerlo al sentir como sus nauseas por el nerviosismo aumentaban. Se tapó la boca y trató de retenerlo, negando con frenesí la cabeza al querer salir corriendo—. Tus gestos se ven fatigados, ¿quieres ir a la enfermería?

Shoyo no lo soportó más, negó con rapidez, disparando su aroma a naranja con más fuerza ante la atenta mirada de su pareja. 

Sin decir algo, sólo terminó por rodear a Tobio, tirando la libreta al suelo y salió corriendo del gimnasio, rumbo al baño para vomitar y contener sus ganas de orinar. Era lo normal, desde pequeño siempre había tenido un extraño desagrado a sus propias feromonas y las de otros cuando se sentía extremadamente nervioso.

Al correr por el pequeño patio solitario (porque todos los clubes estaban en sus respectivos gimnasios), y entró por la puerta trasera de la institución principal que tenía dos metros de altura, ni siquiera tuvo tiempo de preocuparse o creer que podría encontrar un fantasma, sólo se enfocó en poder llegar a los baños para chicos.

Ojalá su actitud no haya preocupado demasiado a Kageyama.

En definitiva, Hinata era un idiota. 

Eso lo creía con destreza, apenas salió del baño tras haber eliminado cualquier malestar de su cuerpo, ni siquiera pudiendo respirar porque frente a su cuerpo ya estaba la majestuosa figura de Kageyama, con la preocupación sincera en sus ojos azules al temblar y sus labios hechos un pequeño puchero. Hinata se estrelló de golpe, gritando internamente porque de seguro el partido ya había iniciado y el azabache estaba aquí.

—Kageyama... —dijo en un tono de voz bajo, saliendo por completo del baño para poder cerrar la puerta a sus espaldas y recargarse de ésta. A pesar de todo, el aroma a chocolate con naranja que desprendía Kageyama no se le hacía molesto, era tranquilizante, tampoco se asustó cuando el joven buscó acercarse más a él, acorralándolo contra la pared para que no escapara al poner una de sus manos a sus costados, y agachó su cuerpo de tal forma en la que los dos pudieran quedar frente a frente, demasiado cerca como para que sus narices rozaron.

Hinata enrojeció con fuerza, pegando más su espalda contra la pared, y pasando por alto como en su única mano libre que no estaba recargada de la puerta del baño, llevaba su chamarra negra.

 —¿No deberías de estar en el gimnasio? —Quiso desviar la conversación el de menor estatura, teniendo un tambaleo nervioso que se iba extendiendo por su cuerpo hasta convertirse en un aleteo. La cercanía lo ponía más calmado, su aroma era adictivo, lo amaba, sabía que podía estar tranquilo si decidía abrazarlo y se dejaba envolver por esas feromonas. 

Kageyama dio un gruñido al darse cuenta de lo que intentaba el menor, sacando de su boca un bufido certero que se extendió en modo de un traqueteo en los oídos de Hinata hasta el punto de apegarse más contra la pared.

—No te iba a dejar solo, saliste corriendo al baño a vomitar —murmuró con destreza y sin titubear, dando un respiro para poder tomar algunas distancias con él, tras no notar algún signo de enfermedad grave o un olor extraño saliendo de su cuerpo que avisara que algo andaba mal—. Sugawara-san se encargará del primer set según peticiones de Ukai, quiere ver como se coordina con Azumane-san para un ataque recto. Así que, ¿quieres ir a la enfermería? —destacó con certeza, dando la opción abierta para que fuera revisado, y Hinata volviera a sacudir su cabeza de manera negativa.

—¡Realmente me siento bien! —atribuyó con obvia destreza el de menor estatura, sacudiendo su cabeza de forma afirmativa al decir lo último, y no dudando en lo absoluto en esa última frase. A pesar de todo y por lógicas razones, Kageyama no se sintió aliviado por oír eso.

—¿No comiste algo que te hizo sentir mal? —insistió el más alto, y Hinata negó con rapidez. Tobio lo observó por unos segundos sin decir nada, tratando de centrarse y sólo pudiendo atinar a rendirse fácilmente por ver al joven de cabellos naranjas apartarle tímidamente la mirada, empezando jugar con sus manos, dejando que sus yemas chocaran entre sí.

—Sólo estoy algo nervioso, cuando me pongo demasiado nervioso y asustado, me dan ganas de vomitar y de ir al baño —relató una verdad a medias, dando un respiro al sentir como sus pulmones se iban llenando de aire, dando un leve vistazo de reojo y encontrando el alivio en esos fuertes ojos azules. Kageyama lo contempló en silencio, queriendo indagar más.

—Es verdad que eres alguien bastante nervioso, pero, ¿qué es lo que te causa inquietud? —Tobio armó una plática certera con él, queriendo darle el pase al diálogo y dejando que las alarmas dentro del Omega se encendieran. Sus pupilas se dilataron al mismo tiempo en que sus ojos se abrían con sorpresa, la boca se le secó y la idea de creerse una distracción y una molestia para Kageyama, lo obligó a mentir.

«¿Me amas?», quiso preguntarle, pero se acobardó a último momento ya que le dio vergüenza. 

—¡Co-como Shimizu-senpai está preparando el almuerzo, ahora yo soy el único mánager de ustedes! —excusó sus propias acciones, diciendo algo que realmente le preocupaba, pero que realmente no era un enfoque certero. Kageyama lo escuchó atentamente, dando un asentimiento al recibir esas palabras, y sólo extendiéndole su chamarra deportiva de color negra para que se la pusiera, al ser de lo más efectivo para combatir sus nervios y pánico. Shoyo aceptó la prenda, tomándola entre sus manos, la observó sin pestañear y con lentitud acercó una parte de ella a su nariz para poder inhalar el aroma natural de Kageyama.

Mientras lo hacía, se atrevió a ver a Tobio, notando sus gestos aterradores demasiado suavizados, teniendo un rubor certero apenas visible y sus manos a sus costados fueron apretadas.

 —Sé que debo de tomar notas con respecto a los equipos rivales y del nuestro, pero... —aludió, al mismo tiempo en que se colgaba la chamarra en uno de sus hombros, para poder bajar el cierre de la suya propia y poder deshacerse de ésta—, realmente no estoy muy seguro de como hacerlo, creo que en cualquier momento se me podría escapar información valiosa y tampoco sé cómo organizarla.

Kageyama recibió esa información de forma positiva, dando un asentimiento sin titubear y colocó su mano sobre su propia barbilla y observó hacia el techo. Se dio el tiempo de pensar mientras Hinata se deshacía de su propia chamarra negra y ponía la de Tobio tras eso, dejando que otra vez, la diferencia de tamaños demasiado notable, diera la impresión de que esa chamarra del Karasuno realmente era quien vestía a Hinata.

—No estoy muy seguro de cómo organiza su información Shimizu-san, pero durante el tiempo que dure este set, puedo ayudarte en lo posible: en lo que deberías de enfocarte en cada jugador, y las señales del arbitro —masculló en medio de un siseo, notando como el menor se subía el cierre de su chamarra y Kageyama se deleitaba ante esa imagen mental: de largo le cubría todo su trasero y parte de sus muslos y no podía sacar sus brazos a menos que las mangas estuvieran dobladas.

En definitiva, Kageyama comenzaba a notar esa emocionante realidad de ver a su Omega usando su ropa, era algo que le gustaba.

—¡Te lo agradezco, Kageyama! —Muy al contrario, ese agradecimiento fue genuino, Tobio sintió un vuelco al ver al más bajo inundar de ilusión sus irises, teniendo un brillo peculiar, y la decisión sensata de querer mejorar.

¿Podía serle de utilidad a Kageyama siendo mánager? ¿Estaba bien hacer lo que le gustaba en contra de los deseos de su Alfa de ser un rematador?

Kageyama aceptó eso, volviendo a ver como Shoyo ahora se colgaba su pequeña chamarra a su hombro tras ya no necesitarla, y así pudo aprovechar para acercarse más a él, en busca de abrazarlo. El tacto inició tímidamente, las grandes manos de Tobio se posaron cada una en su espalda y cintura, y poco a poco lo apegaron a él. Hinata se quedó estático, aceptando los mimos del mayor al pasar con algo de tardanza, sus pequeños brazos alrededor de éste, aferrándose a su espalda al apretar la pechera amarilla entre sus manos. 

Sólo estuvieron abrazados por unos cuantos segundos, antes de que se separaran. Los dos se vieron a la cara mientras el abrazo se aflojaba un poco, y Tobio tuvo el impulso certero de cargar al más bajo. 

Hinata soltó un grito de su boca, al ver a Tobio pasar uno de sus brazos alrededor de su espalda, y la otra alrededor de la flexión de sus rodillas. En menos de un segundo, Hinata podía sentir lo que era estar demasiado alto, sólo pudiendo sujetarse fuertemente a los hombros de Kageyama al estar apegado a su cuerpo.

Realmente, Kageyama no parecía ser ese Rey Opresor... ¿Kindaichi le mintió?

Kindaichi palideció, quedándose completamente quieto tras ver la escena absurda que se iba dibujando en su cara. Eso no podía ser, ¿verdad? Se dio cuenta más tarde sus nulas habilidades para leer el ambiente, y ni siquiera pudo reaccionar al ver las evidentes cercanías del Omega con el único Alfa del Karasuno.

¿Quizás... habló de más? 

Al tomar un pequeño descanso después de que Yahaba intercambiara lugar con él en el segundo set, ni siquiera pudo comprender el ver a Tobio pedirle al entrenador que ese set se lo volvieran a entregar a su superior. ¿¡Cómo era eso posible!? En su lugar se prefirió enfocar en el mánager con el que había conversado esa mañana. Trató de no prestarle atención, dando un respiro antes de tomar el agua que Kunimi le extendió, y en la lejanía, prefirió dejar que el silbato sonara, recorriendo de igual forma el camino del juego, como lo hicieron las gotas de sudor de su cara: sus ojos se enfocaron en las dos figuras de los dos chicos del equipo contra el que estaban jugando, notando como el de hebras naranjas arrugaba sus delgadas cejas y trataba de concentrarse en querer anotar lo necesario en su libreta; por su parte, el de cabellos azabaches permanecía quieto, comenzando a señalar el movimiento del arbitro. 

En ese caso, Kindaichi vio como el hombre encargado de revisar las jugadas, movía su mano para indicar la dirección del saque: la autorización del saque. El chico con cabeza de nabo no tuvo que ser inteligente, como para darse cuenta de que Tobio se lo trató de explicar con palabras más extensas y con onomatopeyas verbales cuando el más alto movió su mano y al imitar el señalamiento y hacer un fiushhh.

—Es extraño, ¿no? —Kunimi intervino en la plática mental de Yuutaro, sin dar un aviso y mostrando un sobresalto al chico más alto por eso.

—¿Q-qué? —Trató de seguirle el hilo a su pareja, dejando que esos cansados ojos cafés que hace poco habían mostrado alivio por no jugar el primer partido de la mañana, señalaran la imagen donde los dos jóvenes de Karasuno estaban demasiado cerca: Kageyama acababa de recargar su cabeza en la de Shoyo, sintiendo ese colchón de rizos demasiado suave al acariciar su mejilla y dejando que el más bajo le mostrara su libreta con las pocos señales que habían visto.

—El tipo que no disfrutaba de trabajar en equipo, que quería estar más tiempo en la cancha para recibir, rematar y colocar él solo, se ha saltado el primer partido de práctica para apoyar a alguien más —declaró por fin, permitiendo que Yuutaro sintiera su boca secarse, al creerse en peligro de vuelta: tal vez ese Omega era esa pareja de la que se quejaba Oikawa—. Quizás sea su pareja, están demasiado pegados... —susurró el de lacios cabellos, haciendo sudar a Kindaichi al creer que cometió un error.

Definitivamente había buscado pelea con el Alfa indirectamente al contarle cosas malas de él a su Omega. Aunque no tenía idea, posiblemente, sabiendo como era Tobio, quizás tenía obligado al joven para que salieran juntos y era demasiado posesivo. ¡Quizás lo consideraba de su propiedad!

¡Quizás el pobre Omega no tenía permitido hablar con otras personas!

—C-creo que hice algo horrible... —murmuró en un tono de voz bajo y algo desanimado. En definitiva lo hizo. Kunimi lo vio raro.

Al mismo tiempo, después de que Shoyo le repasara correctamente los apuntes, Tobio decidió alejarse de éste, para poder ponerse de pie en el pequeño espacio donde los dos estaban sin molestar el rumbo fijo de los dos partidos realizándose en la cancha. Hinata cambió de página y miró con decisión al joven frente a su persona para poder enseñarle las demás señalizaciones de los árbitros y que todavía no se ocupaban.

—Éste indica el cambio de campo —marcó, empezando a mover sus manos, al levantar los antebrazos por delante y por detrás, y los giró alrededor de su cuerpo. Hinata parpadeó, dando un pequeño asentimiento decidido, bajando la vista para poder anotar.

Cuando lo tuvo, Kageyama pasó al siguiente.

—Hacer esto como ¡goah! es para indicar la doble falta y repetición de la jugada —masculló, enrojeciendo al ver a Hinata sonreír con ternura al verlo sacar esos sonidos. Sin embargo, eso no le impidió el levantar verticalmente los dos dedos pulgares. Shoyo lo entendió, dando un brillo al ver que ése era el más fácil—. ¿Lo entiendes?

—Sí, es el que suena como ¡goah! —anunció, bajando para poder dibujar con su forma mal trazada lo que Tobio apoyaba.

Hinata ya estaba más relajado. Quería creer en el lado amable que conoció.

Kageyama era alguien muy amable. Incluso se estaba tomando el tiempo de guiarlo para ver qué era lo que debía de notar al observar un partido.

Se sentía feliz de ser su Omega.

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