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Capítulo 39: Rey Opresor & Un Plebeyo

Hinata Shoyo tomó la decisión de esforzarse a su manera. Kiyoko no podría ver las primeras prácticas de ese día, así que él se había prometido esforzarse para así poder llenar el hueco que la mujer dejaría mientras se encargaba de preparar el desayuno con otras y otros mánagers de los diferentes equipos, junto con los profesores a cargo del club. 

Empezaría de forma positiva y llenaría las botellas de agua al mismo tiempo en que ellos en el gimnasio iniciaban su entrenamiento. 

Una débil sonrisa se iba llenando por todo su cara, era sincera y algo nerviosa. No sabía exactamente cómo recabar datos de la escuela, pero sólo anotaría lo que le llamara la atención de los mismos, incluso si era algo ordinario, pero a él se le hacía increíble, ¡lo haría!

Esa vez les había tocado uno de los gimnasios más pequeños, donde sólo entraban cuatro equipos según el sorteo: el Kamomedai, Aoba Johsai, de nuevo el Nekoma, y su equipo, el Karasuno. Sacudió su cabeza, argumentando mentalmente de que sin importar cuáles fueran sus contrincantes, él se esforzará para poder ser de ayuda.

Incluso había pensado que en un descanso, le preguntaría a cada uno de los jugadores del equipo Karasuno, cómo funcionaban las posiciones que ocupaban, creyendo que la que más entendía era la del armador y el rematador, pero había otras a las que seguía sin encontrarle mucha explicación.

Abrió la llave del agua, dando un pequeño respiro al ver la larga pared del gimnasio desde afuera. Sus ojos recorrieron el muro largo, dejando que la botella vacía se llenara con el grifo abierto, antes de cerrarlo. Le colocó la tapa y contó las botellas: llevaba seis, porque un portador ya estaba lleno, hacían falta otras cinco.

A sus oídos se podían escuchar el sonido de los pies y cuerpos resbalando, junto con el constante rebotar de las pelotas. Él ahora estaba solo en el pequeño espacio donde estaban las llaves abiertas al exterior, siendo contenidas por diseños alargados hechos de concreto y pintadas de color amarillo. Había espacio para cinco llaves, y hace poco, había estado acompañado de otro mánager de Kamomedai al llenar las botellas. 

Hinata creía que éstas eran muy prácticas, iniciando porque podían voltear el grifo al girarlo de tal forma en la que la salida del agua fuera hacia arriba, siendo eficiente para lavarte la cara. 

—Es duro no tener mánager, ¿verdad? —La voz desconocida de un chico le llamó su atención, haciendo que el Omega que estaba enfocado en su labor, tomara la siguiente botella con lentitud, para girar la tapa suavemente y notar la conversación ajena de esas dos personas desconocidas. 

Podía intuir que serían de un equipo rival de ese día, ya que sus pasos bajando los escalones principales del gimnasio, hicieron a Shoyo alertarse aunque no podía verlos a la cara, porque la puerta del mismo estaba en la pared derecha y consiguiente a la que veía Shoyo al llenar el agua.

—Nos toca a nosotros llenar nuestras propias botellas de agua —habló con cierto enojo, deteniendo los pasos de las dos personas a la vez, dejando congelado a Shoyo.

—He escuchado ayer en los baños por parte del Nekoma, que el Karasuno esta vez tiene dos mánagers... —La otra voz ahora se dedicó a hablar, y eso hizo a Hinata no poder evitar parar oreja, al sentirse notablemente involucrado de forma directa en una conversación—. Uno es un Omega, dicen que es lindo.

Hinata se ruborizó al oír eso último, no pudiendo evitar sentirse halagado tras eso y acercó la botella a la llave para poder abrir el grifo, tratando de disimular que no estaba escuchando. Era de mala educación. 

—Sí, Kindaichi, me pregunto qué es esta frustración que estoy sintiendo —aseguró la primera voz, logrando sacar un bufido a la persona que fue mencionada en la oración.

Con esas últimas palabras arrojadas, ninguno de los dos dijeron algo por un pequeño lapso de tiempo, haciendo al más bajo temblar al creer que éste había sido descubierto y ahora irían a golpearlo. Un grito se coló por su cuerpo y sus temblores se vieron más reprogramados a dejar salir un chillido de auxilio a su Alfa.

—Hablando de Karasuno, ¿no es el equipo que tienes a ya-sabes-quién? —Los pasos volvieron a empezar a acercarse, y Hinata no pudo evitar volver a escucharlos, creyéndose salvado y fuera de peligro al creer que no fue descubierto. Aunque sabía que era de mala educación lo que estaba haciendo, el creer que tenían a alguien del Karasuno digno de temer, lo hizo sentirse orgulloso. 

¿Quién podría ser? ¿Alguien tan enérgico como Tanaka? ¿Alguien con mucha fuerza en el remate como Asahi? ¿Un gran capitán como Daichi, alguien refrescante como Suga, alguien tan ágil como Noya, alguien tan alto como Tsukishima? ¿Quizás un armador muy talentoso como Kageyama Tobio?

Por fin las siluetas de los dos desconocidos entraron al panorama de Shoyo, y notó al chico llamado Kindaichi con uno de los portadores de botella en mano. Ese joven azabache se encontró perdido, y Hinata no pudo evitar asociar su apariencia con un nabo, teniendo que disimular su sorpresa para no ser descortés. Su acompañante, era un joven de cabello castaño claro con un flequillo largo que no tapaba sus ojos, y era un chico bastante atractivo. A juzgar por sus apariencias, a pesar de que Kindaichi era intimidante, se trataba de un Beta, y el chico bonito un Alfa.

—El Rey de la Cancha —contó con destreza, haciendo que el más bajo se viera atrapado a través de ese apodo extraño que se le hacía demasiado familiar—. Tú fuiste a la misma escuela media, ¿verdad, Kindaichi? —resonó esa pregunta, y Hinata trató de hacer memoria, apretando sus dientes y cerrando el grifo al ver la botella llena. Lo único que llegó a su mente, fue a Kei diciendo un apodo similar a Kageyama. 

Sus labios se abrieron con sorpresa y cerró de nuevo la botella amarilla y sintiéndose orgulloso de que su pareja recibiera ese apodo: asociándolo a que de seguro era alguien tan genial y temido.

—Ah, ¿te refieres a Kageyama, Yahaba-san? —La pregunta fue expulsada, y las sospechas de Hinata se confirmaron. El menor no pudo evitar sentir una creciente agitación en su pecho, su corazón latió con velocidad y el orgullo lo llenó: ¡su pareja era increíble!—. No es la gran cosa —confesó por fin, volviendo a mirar al frente y acercándose cada vez más adonde estaba Hinata abriendo la siguiente botella y ejerciendo más presión ante el último comentario, al arquear sus cejas y dar un pequeño gruñido.

—¿No es la gran cosa? —repitió en un susurro el Omega, ahora no sintiéndose culpable por escuchar esa conversación.

—Claro que tiene una habilidad superior a la del resto, pero en cuanto al juego en equipo, no va con él para nada. —Se extendió más el que tenía cabeza de nabo, y el enojo acumulado se fue deshaciendo en el mánager, para querer ponerse a pensar en serio, dando un pequeño golpeteo a sus recuerdos y recordando que Tobio se llevaba bien con todos los miembros del Karasuno, ¿verdad?—. Es demasiado egocéntrico. —Bueno, ahí Hinata no podía decir nada. Yahaba dio un suspiro al oír esa afirmación y miró hacia el frente, apretando el portador de botellas vacías que llevaba.

—Supongo que por eso se fue a Karasuno, su destreza debe ser cosa del pasado —declaró por fin, dando un vistazo al cielo y haciendo suspirar al azabache. Para ese entonces, los dos ya habían entrado al punto de plática de Hinata, y el menor no pudo evitar voltear a verlos de golpe, con la sorpresa y ofensa bastante marcada. 

Yahaba y Kindaichi se le quedaron viendo, enrojeciendo poco a poco para poder llegar a la conclusión de que alguien del Karasuno los estuvo escuchando todo ese tiempo. Aunque era una cara relativamente desconocida, el tenue aroma a naranja y su pequeña figura, le hicieron saber a los dos jóvenes del Aoba, que era un Omega.

¡Era el mánager! 

Las alertas dentro de Yahaba se hicieron presentes, y en menos de un segundo, todo su gesto perdido y algo agrietado por la imagen que Yuutaro dio sobre Tobio, se borraron. Kindaichi quiso que la tierra se lo tragara al ver a un Alfa tratando de coquetear, con sus facciones atractivas tratando de hacerlas lucir más al forzar su sonrisa, y su mano se recargó directamente contra el gran lavabo al exterior justo frente a la llave para que el grifo fuera abierto. El gesto amenazante de Shoyo se deshizo al ver al joven del Aoba inclinándose un poco para estar a su altura, y acortando las distancias hasta el punto de quedar uno al lado del otro.

El chico de primer año demasiado alto, no pudo creer que a ese chico le haya pedido ayuda para conquistar a Kunimi. Se arrepentía.

Hinata arrugó un poco su nariz, al sentir las feromonas de ese joven que estaba haciendo caras algo chistosas, tratando de hacerse pasar por alguien interesante junto con su raro aroma a pomelo. 

 —¿Puedo ayudarte en algo? —declaró Hinata, apretando la botella que era de Kageyama contra su pecho y tratando de no pensar en las cercanías. Sus labios le temblaron y el chico ensanchó más su sonrisa.

—¿Vienes a menudo por aquí? —soltó su primer intento de coqueteo, sólo logrando que el perdido Hinata negara sin pestañear.

—Yahaba-san, esa pregunta es incorrecta, estamos en una concentración de voleibol... —informó Kindaichi en un susurro que no fue para nada discreta ya que el mismo Shoyo la escuchó. Pero el joven equivocado no se sintió cohibido, dando una pequeña sonrisa más amplia, listo para resolver su error.

Sí, como era de esperarse, Yahaba realmente no tenía talento para cortejar.

—¿Es tu padre un vendedor de drogas? Porque eres tan intenso que me llevas a las nubes —soltó con destreza el joven de segundo, no acercándose de más al de hebras naranjas porque no quería incomodarlo. Y a pesar de todo, Hinata dio unos cuantos parpadeos, dejando que su bonito rostro se viera inundando por la duda al no entender ese piropo y Kindaichi no pudo evitar callarlo.

—¡¿Qué está diciendo, Yahaba-san?! —pidió una explicación el abrumado Kindaichi al ver a su amigo hacer el ridículo. Pero el castaño no se inmutó.

—¿A qué número de teléfono llamo si quiero marcarte para toda la vida? —coqueteó con una pregunta que cuestionaba si podía iniciar un cortejo. Shoyo ahí pudo captar esa intención, y al menos agradeció mentalmente de que éste le haya preguntado primero.

—¡N-no, gracias! —respondió Shoyo de golpe, retrocediendo un paso y desinflando por completo el corazón acelerado del Alfa que era un año mayor. Kindaichi se golpeó internamente ante la creencia del chico de que ese tipo de palabras funcionarían, y lo vio caer desanimado, al mismo tiempo en que Hinata se ponía en posición de pelea por si debía de lidiar con un Alfa violento.

—Está bien... —Fue lo único que dijo Yahaba, aceptando su rechazo.

Gracias a eso, Hinata pudo respirar tranquilo, enderezando su cuerpo al ver como Yahaba volvía a tomar sus distancias, y ahora sus ojos cafés se posaron sobre el tipo extremadamente alto e intimidante que lo acompañaba. No pudiendo evitar pasar por alto el parecido que se encaminaba a una verdura blanca.

—Nabo-kun... —susurró Shoyo, dando un señalamiento con la mirada a su silueta. Kindaichi enrojeció ante la comparación, frunciendo su ceño con notable burla, y quiso pasar por alto la imagen de Shigero al querer cubrirse la boca de la risa atragantada. Tan rápido se repuso de un rechazo.

A pesar de todo, Yuutaro fue lo suficientemente tranquilo como para no iniciar una pelea, dando un pequeño carraspeo, haciendo temblar al de hebras naranjas al creer que había hecho algo horrible al ofenderlo, y empezó a temblar en su lugar.

—Oye, ¿eres de primero? —interrogó por fin el joven de cabello alzado, deteniendo de golpe el grito de terror queriendo escaparse de Hinata, mostrando su sorpresa al ser cuestionado con normalidad. Eso era algo bueno.

—S-sí...

—Oh, entonces, ¿cómo le está yendo a Kageyama? —escupió sin escrúpulos el chico, dando un paso para poder acercarse al menor y poder interrogarlo. Kindaichi ahora se acercó más a él y buscó inclinarse a su altura—. Nuestro Rey parece tan creído como siempre. 

Hinata afiló sus facciones tras recibir esa revelación, alejando una de sus manos de la botella de Tobio para poder levantarla a la altura de su cara y apretarla al formar un puño. ¡Kageyama no era así!

—¡No es así! ¡Kageyama es una persona muy amable! —recordó en voz alta el de menor estatura, dejando pasmados a ambos jóvenes por repentino giro de trama. Quizás Shoyo Hinata estaba mintiendo, pero era cierto que él quería defender la imagen de su Alfa que había conocido hace unos meses: como le entregó regalos originales, le prestaba su chaqueta para que no se pusiera nervioso, trató de incluirlo en sus tardes de bollos al comprarle uno y no traer dinero, lo protegió varias veces e incluso durante el sexo se aseguró de que ambos disfrutaran. ¡No podía dejar que hablaran mal de su Alfa!—. Puede tener cara aterradora, malhablado, irritante, con mirada imponente y ser algo egocéntrico, ¡pero es una buena persona! —gritó lo último, casi quedándose sin pulmones. 

Yahaba dio un suspiro al ver que el tiempo estaba sobre ellos, y decidió acercarse al grifo contiguo que estaba usando Hinata pasando por él para poder llenar las botellas de agua. 

Kindaichi dio un bufido ante esa respuesta, y pareció interesado ante el extraño interés de ese Omega por el Alfa puro.

—La realidad es que bajo la dictadura del gran Rey Kageyama, los plebeyos somos oprimidos cruelmente y sufrimos con amargura —comentó Kindaichi con Hinata sus experiencias, apretando más su portador de botellas, enderezando su cuerpo y siendo serio en todo momento—. Sólo porque es algo habilidoso, se cree demasiado.

Yahaba los interrumpió a sus espaldas ante lo afirmado, riendo con destreza al acercar la primera botella abierta al grifo.

—Parece que lo detestas demasiado... —Se refirió a Kindaichi en medio de su tonalidad divertida, logrando que Shoyo regresara de su trance, recordando que debía de llenar las que faltaban y Kindaichi se acercó a Yahaba para poder apoyarlo.

Pronto, los tres chicos estaban demasiado cerca, llenando botellas y teniendo una conversación que giraba en torno a Tobio.

—¿Era así en secundaria? —marcó con curiosidad Shoyo, tratando de hacer una idea nítida de la forma de actuar de Kageyama con él, y las experiencias pasadas con ese joven atractivo de ojos azules. 

Una idea así cruzó a su mente, siendo algo extraña y lógica al mismo tiempo para el Omega: ¿y si Kageyama sólo lo trataba amablemente porque era su pareja? Si él era el Rey, él debía de ser el Rey consorte de Tobio... ¡¿por eso tenía privilegios?!

Hinata sacudió su cabeza, al ponerse pálido por esa idea y recordó como a los demás miembros del Karasuno no les parecía molestar Kageyama, es más, ¡eran como una familia muy unida!

—Sí, no hay duda de que sea bueno sirviendo, bloqueando y recibiendo. Pero sus levantadas son muy difíciles de rematar —enfatizó en ese aspecto Kindaichi a sus dos oyentes. Hinata pudo estar de acuerdo con lo último porque sólo pudo darle una y fue al cerrar los ojos; aunque realmente creía que eran increíbles, él era el torpe que no sabía cómo jugar, eran veloces y sólo unas más lentas eran dirigidas para los demás miembros del Karasuno, queriendo ajustarse a su forma de jugar y a veces los obligaba a golpear desde un punto más alto—. Y si no logras hacerlo, te insulta y te exige que seas más rápido —alegó, dejando frío a Hinata al recordar que eso no pasó en lo absoluto con él. 

El día de ayer, a pesar de no haber podido atinar en sus levantadas más que golpes certeros en sus cachetes, Kageyama le habló suavemente e incluso le dejó besos para que se le pasara el dolor: entonces, ¡sí tenía privilegios! Su cara estalló en rojo y su mente se tornó borrosa.

¡Era el Omega del Rey Alfa! ¡Era su Rey consorte! ¡¿Era por eso?!

—Y luego ayer escuché a Oikawa gritar que éste había conseguido pareja —condenó, ahora sí sonando algo molesto por lo último y apenado del destino de su pobre pareja. Hinata se quedó quieto al ver que era nombrado indirectamente, abriendo con ligereza su boca y cerrando la llave del grifo al ver la botella de Nishinoya ya llena; tras eso, volteó a ver a Kindaichi, y creyó que era buena idea el poder señalarse para indicar que era su pareja—. Siento pena por él, lo que Kageyama busca son peones que se muevan como él desea... —continuó con su murmuro, no volteando a ver a Hinata en ningún momento ni tampoco notando como éste se señalaba tímidamente ni el terror creciente en su cara.

Yahaba sí lo notó, empujando a Kindaichi para que volteara a ver al menor y cerrara su boca al hablar de más. 

—Se deshace de todo lo que no necesita o le parezca fastidioso —murmuró, volteando a ver por fin el rostro perturbado del Omega que trataba de convencerse a sí mismo de que esos rumores no era ciertos—. Incluso su condición para encontrar pareja eran ligadas a ganar en la cancha: «que salte alto, que tenga potencia y velocidad en las piernas, alguien que alcance mis pases» —repitió, imitando su voz intimidante que usó cuando una vez rechazó a una mujer Beta después de las clases y ésta le preguntó qué era lo que buscaba en una pareja—. Incluso si encuentra a alguien con esas características y no le sirve en la cancha, seguro lo botara en poco tiempo.

Las alertas rojas se encendieron en Hinata, un terror creciente que se formó en el fondo de su estómago y se volvió un hueco. Le dieron nauseas de golpe y trató de controlarlas al cerrar la penúltima botella.

—Oye, Kindaichi... —Yahaba jaló de él ahora con una de sus manos, con su pechera en el número 12, queriendo que éste se callara. 

—¿Qué pasa, Yahaba-san? —dijo, con un rostro que no sabía lo que acababa de provocar, haciendo gritar al mencionado.

—¡¿Cómo que «¿qué pasa, Yahaba-san?»?! —clamó, señalando con la mirada al pobre Omega que fue victima del despiste e imprudencia de Kindaichi, quedando en completo estupor. Ahora ya sumergido en su propio mundo.

«Eso quiere decir que si sigo metiendo la pata frente a Kageyama al jugar, o no mejoro rápido... —pensó con destreza, dejando la botella llena y tomando la última. A su mente, se le vino la imagen irreal de Kageyama furioso por tener a un Omega tan inútil como él, tan pequeño e insignificante que no le servía para ganar en nada... ¡lo sacaría de su vida, rompería su unión! Hinata tuvo un escalofrío recorrer su columna y dejó salir un grito aterrado—. ¡Podría terminar por desecharme y buscaría a otra persona que sí sea buena jugando voleibol y cumpla todas sus características!»

Hinata se aterró, destapando sus terrores junto con la última botella de agua, apretando la tapa y el plástico amarillo. Sus labios le temblaron y entendió lo peligroso que era estar en una concentración con tantos buenos jugadores. 

Se esforzaría en el voleibol, y si eso no era posible, ¡haría todo lo posible para ser lo que un Alfa quería en un Omega!

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