Capítulo 38: Kitagawa Daiichi
—Lo he estado pensando, pero, ¿por qué te uniste al club de voleibol? —Yamaguchi dejó salir esa pregunta en el pequeño baño donde sólo estaban los dos. Hinata dilató sus pupilas tras encontrarse con una pregunta certera, ruborizándose con fuerza ante la respuesta evidente del joven con pecas.
El agua caliente que envolvía los cuerpos desnudos de ambos en el pequeño espacio de aguas termales, sólo hizo que la incomodidad se viera empañada. Los dos no habían tratado directamente, era la primera vez que iban juntos a un lado y ocurrió de esa forma debido a las prácticas extras que tuvieron con Kageyama.
Shoyo no respondió, y Tadashi se alarmó, al creer que lo había ofendido. Él también actuó nervioso, tratando de excusarse, sacando sus manos del agua para poder sacudirlas y querer llamar su atención.
—¡Perdón si eso te incómoda! —Se disculpó a una velocidad impresionante, con sus mejillas empezando a teñirse de rojo y ocultando el mar de pecas debido a eso. Hinata parpadeó al ver esas acciones, dilatando sus pupilas y no pudiendo evitar poder contagiarse de una extraña carcajada certera que se mezcló alrededor de su cuerpo, saliéndose al abrir su boca al querer relajarse.
Yamaguchi no se atrevió a mover ni uno de sus músculos, dejando que en sus orbes verdes se encerrara la figura del chico de la casta más baja de la jerarquía disfrutando del momento al tener un ataque de risa, llenando de ruido el silencioso baño y con cara chistosa que realizaba al abrir bien su boca y ojos, posando sus manos en su estómago al sentir un dolor ligero.
—No me molesta, Yamaguchi-kun —confesó el Omega, bajando poco a poco la risa escandalosa, hasta que se fue convirtiendo en un susurro y esos ojos cafés algo llorosos le correspondieron la mirada. Cuestión de tiempo antes de que el Épsilon notara como toda la cara de Hinata se tornaba de rojo, y su vergüenza la demostró al tratar de hundir más su cuerpo en el agua, hasta que su nariz se hundió en ésta y sus cejas fueron arqueadas hacia abajo, teniendo el impulso de querer nadar ahí.
Con rapidez, el de menor estatura volvió a salir a la superficie, dejando salir su boca y fosas nasales para poder respirar y hablar. Ahora su cara ya no estaba tan roja.
—Es vergonzoso, pero me uní porque me gustó la cara de Kageyama... —atestiguó por fin, dando un vistazo hacia el techo y logrando que Yamaguchi dejara salir un pequeño gritito de su boca al no esperárselo a pesar de ser algo lógico.
—¿Lo habías visto en las nacionales? —cuestionó una de sus dudas el joven con pecas, al recordar que ese azabache de ojos azules ya tenía su pequeño grupo de fans desde la secundaria. Era el blanco de varias personas, más que sus pases o su talento como armador, les atraía que fuera soltero, alto, un Alfa puro, con músculos marcados, rostro atractivo y actitud «seria». Hinata lo observó con duda ante la pregunta arrojada, no entendiendo nada—. Como es bastante popular tiene su club de fans, pensé que habías sabido de él gracias a eso.
—¿¡Tiene club de fans!? —marcó en un tono elevado, alzando su voz para poder soltar un grito al creer que eso era lo más sorprendente de todo. Daba la impresión en Karasuno de no ser alguien bastante confiable, es más, a veces parecía dar miedo.
—Nunca han hablado directamente con él, y creo que Kageyama no se ha dado cuenta de que vienen a verlo durante los partidos de prefectura —pronunció en un tono de voz bajo el de cabellos verdes, dando un movimiento certero con una de sus manos al levantar sus dedos y llevándose la atención veloz del más bajo—. Creo que piensa que es la porra local del equipo.
Shoyo no pudo argumentar nada contra eso, recordando que Tobio no tenía ni idea de lo que era un cortejo cuando lo conoció. Tenía sentido.
Yamaguchi vio al más bajo cruzarse de brazos y arrugar el tabique de su nariz, dejando que sus pensamientos se llenaran del rostro de esas personas si se enteraran de que mordió a un Omega. Sus ojos bajaron sin querer hasta la parte del cuello de Shoyo donde la marca se asomaba orgullosa entre su piel blanca.
—Yo pensé que habías entrado para jugar el deporte —confesó Yamaguchi, interrumpiendo el debate mental de Shoyo para que éste lo volteara a ver—. Creo que sí era obvio que te atraía Kageyama, pero tenía la impresión de que tal vez querías jugar el deporte y buscabas que alguien te marcara —comentó una de las razones, sólo logrando que Hinata ladeara su cabeza con cierta confusión, teniendo un gran signo de interrogación en su cara—. También porque habías querido practicar remates con Kageyama... —murmuró lo último, sólo logrando que Hinata pudiera responder las dudas del otro chico.
—Sólo lo estoy ayudando para que practique sus levantadas —aseguró el de menor estatura, alzando sus hombros y tirando su cabeza hacia atrás, para poder mirar el techo—. Pero como no tengo experiencia, creo que lo estoy retrasando más —habló con honestidad, apretando sus manos sumergidas en el agua, y queriendo llegar a una conclusión venidera.
Hinata no creía que era digno de poder pararse a un lado de Kageyama, pero eso no quería decir que se quedaría de brazos cruzados sin hacer nada, había encontrado el pequeño placer en ser mánager, encontrando algo que le gustaba, sólo pudiendo sonreír con seguridad.
—Sin embargo, encontré algo que me gusta y quiero esforzarme en eso, justo como él. Las reglas del juego, las señales del arbitro, el marcador, quiero ayudarlos en lo que pueda a mí forma.
Yamaguchi lo escuchó atentamente, sacando de su boca una sonrisa de manera involuntaria.
—¿Tú por qué te uniste al club, Yamaguchi? —Shoyo se sintió cómodo con la presencia de Yamaguchi, que buscó completar más la plática.
—Juego voleibol desde que soy un niño, aunque mis padres no querían que lo hiciera hasta saber cuál era mi segunda casta —contó, sonriendo con facilidad y dejando que a la mente de ambos llegara el temor de los padres cuando uno de sus hijos tenía facciones finas, cuerpo pequeño, esbelto y «frágil». Se alegraban si era un Omega pero los cuidados se intensificaban y una tranquilidad venidera volvía si por suerte eran Épsilon—. Había muchos Alfas malos en beisbol y futbol, y creí que este deporte era más seguro. Además, ¡los zapatos que usaba Tsukki me gustaban mucho! —asintió con velocidad, sacudiendo su cabeza de forma afirmativa al recordar el diseño donde el negro y el verde predominaban.
Shoyo se percató de que Yamaguchi también había entrado por capricho.
No estaba mal hacer algunas cosas sólo por curiosidad o un impulso creciente. Hinata se preguntó si eso era lo que se esperaba de un Omega y un Épsilon.
—¡Hay que esforzarnos, Yamaguchi! —apoyó, ignorando que era muy difícil que un Épsilon fuera un Capitán o una estrella del equipo, y que un Omega nunca podría hacer gran cosa por más que se esforzara. Sólo quería ignorar eso.
Cuando Kageyama salió de su baño y se dirigió a buena hora al comedor, ubicado en el edificio donde todos estaban, se llenó de alivio al ver qué todavía alcanzó a poder probar de la comida preparada. Los pasillos contiguos estaban demasiado oscuros por la reciente caída de la noche, no podía negar que estaba emocionado por estar en un campamento de ese alto nivel.
Al sentarse en una de las mesas vacías, Tobio dejó que parte de su mente se viera encerrada a través de sus pensamientos, pudiendo apostar que Hinata y Yamaguchi ya habían cenado. Dio un respiro tras creer una vez más que guardar la red y limpiar era lo que menos le gustaba, y sus palillos se dirigieron veloz al plato de arroz, tomando una pequeña porción entre éstos antes de conducirlo a su boca para masticarlo.
Esa comida sabía un poco mejor que la que Hinata le había dado. A pesar de todo, Shoyo se veía preocupado por una comida que fácilmente podía catalogarse como decente. Recordó que había unas cosas quemadas o ligeramente saladas, pero bastante comestible y hasta tenía un toque único.
Kageyama se sumergió en sus propios pensamientos, queriendo volverlos uno solo y sólo dejándose contagiar de su propia euforia al ahora tomar una de las verduras cocidas que estaban en el plato: brócoli. Era pequeño y verde, por alguna razón, a Kageyama le encantaba.
Se lo volvió a meter en la boca y se hundió, desapareciendo de su campo de visión donde sólo había otros tres alumnos que se habían quedado a practicar un rato más y pensó en la posibilidad de que Tsukishima haya pedido la comida en un bento para poder comer en la habitación.
Se preguntó si Hinata ya se habrá dormido, o estaría haciendo desastre con Tanaka y Noya, realmente creyendo que era la última opción y eso lo hacía sentirse nervioso.
Ni siquiera se dio cuenta de cuando ingresaron otras tres personas al comedor, recibieron su cena en la barra y comenzaron a buscar lugar para sentarse. Jóvenes del Aoba Johsai, con las playeras frescas de sus pijamas, listos para cenar y descansar cómodamente en sus futones: un chico de tercero y dos de primer grado.
—Tobio-chan, cuánto tiempo sin vernos. —La voz del hombre fue seria en todo momento, despertando de su trance de golpe al azabache de ojos azules, empezando a entender a su alrededor y dejando que su mirada asustada se encerrara en medio de la alta figura del Alfa con olor a café parado frente a él, al otro extremo de la mesa, paralelo a su silla, dejando su comida sobre el lugar para poder sentarse—. Pero no pongas esa cara de asustado —invitó en medio un puchero certero, haciendo un delicado mohín que sólo resaltó más esa cara de hombre atractivo que ya tenía.
—Lo siento... —Fue lo último que pudo decir, dando espacio abierto para permitirse la idea de poder ver a sus extremos, viendo a Kindaichi y Kunimi sentándose algo alejados de Oikawa porque ni de broma planeaban sentarse en la misma mesa donde estuviera Tobio, y encontrando la idea de que no había rastro alguno de Iwaizumi—. ¿E Iwaizumi-san? —interrogó Kageyama de golpe, sólo logrando que Tooru se mostrará ofendido por la mención del otro Alfa, tronando su lengua y apartando la mirada.
—No quiso entrenar conmigo horas extra, aunque tuve a mis dos adorables kouhai conmigo sólo porque no se desempeñaron bien en la práctica a palabras del entrenador —manifestó la verdad, recordando el por qué Kunimi había sido su lanzador de balones y Kindaichi su rematador. Sin embargo, esa verdad no fue suficiente para frenar la razón del por qué había llegado a parar con Kageyama, dando un suspiro y alzando sus hombros tras rendirse con lo último—. ¿El Rey de Karasuno sigue solitario? —dijo por fin su duda, tras recordar la ayuda que el menor le pidió.
Por supuesto, esa metáfora no fue bien entendida por el de cabellos lacios, quien apenas la captó y se coló por sus oídos, ladeó su cabeza, con un gran signo de interrogación en su cara. Y Oikawa se impacientó, recordando porqué ese pequeño kouhai idiota nunca le agradó.
—¡Me refiero a si te sirvieron mis consejos para el cortejo! —exclamó en un grito tras perder la paciencia, llamando la atención de los demás de la sala por el tono ligeramente agudo que se le escapó en sus cuerdas vocales. Tobio así pudo regresar a su seriedad, tomando ahora un pedazo de carne bañado en algo viscoso, y se metió a la boca, tomando el tiempo para contestar.
El castaño con olor a café era malévolo. Esa podía ser la definición exacta que le daría la estrella del Aoba.
Oikawa sabía cuál era la respuesta, no había necesidad de ser un genio para entender que había saboteado su cortejo desde el inicio para que éste no sea realizara. Sabía la respuesta. Sí, Oikawa lo sabía, como también sabía la mala reputación que éste cargaba en Kitagawa Daiichi como un Rey tirano al que los humos se le subieron a la cabeza.
A pesar de estar al tanto de los posibles resultados, él quería que Kageyama le diera la mala noticia y terminara con una burla certera de su parte. La sonrisa no podía evitar querer escaparse de su boca, pero sabía cómo contenerla.
Sí, ¡se quería burlar de Kageyama en su cara!
—Lo siento, Oikawa-san, no pude entregarle el pasto que seleccionó como el regalo perfecto —marcó Tobio, dejando de lado sus palillos sobre la mesa y llamando la atención del mencionado ante tan estúpida plática—. Mi mamá lo encontró y lo tiró porque creyó que era basura. No entendió que era un regalo para su yerno.
«¡No, tú eres el que no entendió que de verdad era basura, Tobio-chan!»
—Entonces, ¿me vas a decir que terminaste por rendirte y decidiste continuar con tu matrimonio solitario con el voleibol? —interrogó, no pudiendo evitar creer que le hubiera gustado ver la cara del Omega o al menos escuchar la descripción ajena de como hizo sus facciones aterradas ante el cortejo y lo mandó a volar, pero se conformaba con esa segunda opción también. Kageyama Tobio era algo extraño en el ámbito deportivo.
—No, decidí darle una rama de flor de cerezo que encontré tirada de camino a la escuela —comentó con destreza por fin, despertando de su trance a Oikawa ante esa realidad, dejándolo helado y con el golpe seco en medio de su pecho porque el rumbo de la conversación tomó un ritmo acelerado. Al volver a ver a Kageyama, se topó con ese idiota del voleibol dibujando una torpe sonrisa mal hecha en sus labios, con sus mejillas teñidas de color rojo, y con sus manos que soltaron los palillos empezando a jugar entre sí, dejando que sus yemas chocaran—. Pareció feliz al recibir el balón y la rama, creo que hizo una cara un p-poco linda también.
A Oikawa en definitiva no le estaba gustando el rumbo que esa conversación estaba tomando. Tenía un mal presentimiento...
Todo se complicó, cuando Kageyama se puso rápidamente de pie del sitio, empujando la silla con una velocidad impresionante, no perdiendo el tiempo para poder ponerse firme y dio una pequeña reverencia ante Oikawa. El superior no había empezado a comer y ya sentía ganas de querer vomitar.
No, no, no, no, no.
—Ahora es mi Omega, ¡muchas gracias! —destacó al dar su reverencia, dejando que un cristal se rompiera en el interior de Oikawa, queriendo procesar lo que acababa de pasar.
¿Kageyama consiguió pareja? ¿Cómo?
¿¡Cómo era eso posible!?
Ese chico con cara de pocos amigos, amargado, que era un arrogante en sus años de secundaria, solitario, ingenuo, torpe, idiota y feo, ¿había conseguido pareja? Y para colmo, ¿él lo había ayudado indirectamente para que eso pasara?
¡Noooooooooooooo!
—¿Qué pasó con tu idea de que sólo era necesario el voleibol? —interrogó de forma certera, sólo haciendo que Tobio se pintara de colores y apartara la mirada.
—T-tuvo algunas modificaciones y ahora sólo le pertenezco al voleibol y a mi Omega —declaró por fin, dejando que sus nervios volvieran a ser evidentes, teniendo que sentarse en su silla.
—¿No ya estabas casado con el voleibol?
—¡Hinata lo entiende! —argumentó, solo logrando que Tooru se irritara más sin querer—. Y nunca me vi reacio a estar con alguien, sólo tenía una condición para volver a alguien mi pareja...
Oikawa sintió que un golpe certero se le era enterrado en su pecho, como si él fuera un vampiro y un estaca buscará acabar con él. Tobio Kageyama era todo un caso bastante peculiar, y ese Omega misterioso debía de ser un ingenuo enorme o un completo idiota para estar con alguien como el Rey de la Cancha.
—¿Estás seguro de poder llevar a cabo una relación? —intervino por última vez Oikawa, tratando de ignorar la mirada chismosa de Kunimi y Kindaichi sobre su persona, queriendo enterarse de esa verdad sorpresiva. Tobio volvió a notarse perdido, Tooru se tuvo que extender más—. Puede que en algún punto debas de elegir entre estar con esa persona o el voleibol... ¿sabes? Algunas personas quieren que su atención esté completamente sobre ellos, quieren que te saltes las prácticas para pasar más rato juntos o se pondrían a llorar frente a ti si en un día libre decides aceptar una práctica del club. ¡No importa cuánto tiempo pases con esa persona, siempre quieren más!
—Debe de ser horrible eso, Oikawa-san —aseguró Tobio, notando que más bien el castaño de apariencia atractiva se estaba proyectando, recordando a los Épsilon y chicas Beta con los que había salido, y que siempre terminaban por esos factores.
Tooru se irritó al creer que ese idiota le estaba teniendo lástima. Por suerte, la persona que actualmente le gustaba no era así, Iwaizumi parecía dispuesto a apoyarlo en todas sus aspiraciones.
—Por ejemplo, quizás tu Omega se sienta demasiado triste si partiste a Tokyo por semanas. Miyagi está algo lejos, quizás te extrañe. Todas las vacaciones que pudieron pasar juntos, ahora las pasarán alejados —completó su idea, tratando de comenzar a oler el aroma de Tobio para ver si éste decía la verdad, y se topó fácilmente con un pequeño aroma a naranja enlazado al chocolate.
—Eso no es posible... —aludió Kageyama, sacudiendo su cabeza ante los «consejos buenos» de Oikawa—. Él es el mánager del equipo, así que vino con nosotros a la concentración.
Algo dentro de la mente de Oikawa comenzó a conectar: ¿qué?
— Yo seré su Alfa el resto de nuestras vida y nunca estaría con alguien que considerara fastidioso e irritante —marcó por fin el fin de la plática, afirmando que lo que buscaba Tobio, no sólo era un noviazgo juvenil—. Por eso nunca estaría con usted, Oikawa-san.
Oikawa se sintió ofendido tras eso, a pesar de que no estaba enamorado de Tobio o siquiera le importara sus estándares estúpidos para considerar a alguien el elegido en su corazón, le molestaba.
¿Kageyama lo consideraba irritante?
Bien, se rendía. Oikawa dio un suspiro y gruñó su estómago por el hambre, posando su mano sobre su frente y se dejó engatusar en su última frase.
—¿Al menos usaste condón? —Fue la forma de hacer cerrar todo.
Kageyama asintió.
—Sí.
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