Capítulo 37: Lo Que Realmente Quiere Hinata
—¡Una toalla! —Corrió Hinata con una rapidez impresionante con los pedazos de tela hechas de algodón en mano, y acercándose a Tsukishima, Yamaguchi y Sugawara. Sus pasos eran veloces, se esforzaba para poder entregarles lo necesario tras el final del primer día, recibiendo con facilidad la burla de Tsukki y el agradecimiento de Suga y Yamaguchi casi a la par.
Hinata estaba disfrutando mucho su primer día de estancia en el campamento, era la primera vez que podía salir de esa forma en grupo; ya que, por su complexión pequeña y delgada, desde su infancia, fue prohibido para él ir a las excursiones grupales o al viaje escolar por las altas posibilidades de que fuera un Omega. ¡Su primer viaje oficial! Debía de hacer todo lo posible para apoyar a Kageyama y al resto del Karasuno.
—Hinata, ¿podrías entregar estas botellas? —Kiyoko lo llamó, dejando que el chico Omega vistiendo la chamarra deportiva de Tobio asintiera, recibiendo un portador de botellas pintado de color gris, con espacio suficiente para seis, pero sólo habiendo cinco botellas en el espacio. El que Kiyoko entregaría sí estaba lleno.
—¡H-hare mi mejor esfuerzo! —aseguró el de menor estatura, haciendo una pose similar a la de un militar al tener su mano extendida sobre su frente. Kiyoko parpadeó un par de veces al verlo actuar de esa forma, notando que los nervios de sentirse presionado seguían siendo parte de su rutina.
—Recuerda que las iniciales vienen en la parte de abajo...
—¡L-lo recuerdo!
Shoyo Hinata dio un respiro, se dio ánimos mentalmente al reñirse y razonar que eso debía ser lo principal en ese viaje de semanas. No podía depender de Shimizu todo el tiempo, ella lo había reclutado porque estaba a punto de graduarse. Ella ya no estará en el siguiente año, y él deberá ser la persona que guiará a los siguientes mánagers (si es que alguien quería unirse).
¡Bien, haría su mejor esfuerzo!
Con esa mentalidad en mente, sus ojos castaños en forma de almendra se vieron marcados en las botellas amarillas especiales para el Karasuno, sacando una por una para ver el contenido, y así pudo dar las primeras tres botellas. En la cuarta, al sacarla, notó las iniciales de su superior de segundo año, de carácter inquieto y positivo.
—Tanaka-san... —susurró con destreza, dando un vistazo veloz por el sitio en el que todos los equipos estaban tomando un pequeño respiro antes de tener que retirarse del gimnasio para poder cenar y tomar su baño respectivo (aunque no se descartaba la idea de que algunos alumnos podían quedarse a practicar un rato más, todavía era buena hora).
Sus ojos encontraron la silueta de la persona que buscaba, notando por fin la alta figura de Ryuunosuke algo alejado de los demás, con los brazos cruzados y una gran sonrisa, hablando animadamente con otra persona del equipo contrario. Shoyo sintió un escalofrío recorrerlo, aceptando que el otro joven que tenía cejas gruesas y cabello de color rubio que posiblemente había sido teñido, daba la impresión de ser una de esas personas a las que su madre le había prohibido acercarse.
¡Un delincuente!
Hinata sacudió su cabeza, queriendo borrar esa idea: no, no debía de juzgar por la apariencia. Si se guiara por eso, incluso podría decir que él mismo, Hinata Shoyo, estaba saliendo con un delincuente, por las expresiones aterradoras que hacía su Alfa.
Tuvo un temblor que lo recorrió, negando con la cabeza y dándose ánimos nuevamente al ver que todavía tenía que entregar esa botella y otra más. Debía darse prisa.
Sus pasos no le fallaron y sus piernas se mantuvieron firmes en el paso recto y con zancadas largas que dio para poder llegar al pequeño sitio alejado de donde estaban. No pudo retroceder cuando esos ojos castaños y grisáceos se cruzaron en medio de su visión, tras haberlo notado.
—¡Hinata! —llamó Tanaka con una gran sonrisa, levantando su mano y haciendo al más bajo tragar grueso, gritando por dentro al verse envuelto en la mirada similar a la de un gato que presentaba el chico desconocido. A pesar de todo, el menor no dudó ni un poco, dando un asentimiento certero que se extendió en una sonrisa formulada al creerse a salvo con Tanaka, y terminó por acercarse.
—Traje tu botella con agua —aventuró a decir, agradeciendo mentalmente porque no tartamudeó, y le extendió la botella de agua a su superior. Tanaka la recibió con facilidad, dando una sonrisa en modo de arrepentimiento, y cuando una de sus manos tuvo en su poder el agua, la otra fue utilizada para posarla directamente sobre esos cabellos naranjas alborotados y comenzó a sacudirlos con cierta violencia para mostrarle su apoyo.
—¡Bien, Hinata! ¡Eres un buen mánager! —felicitó de forma certera, dejando que al más bajo esas palabras le entraran directamente al corazón como una flecha, con sus pupilas dilatadas en medio de su terror esfumándose y entró en confianza, sacando parte de su aroma a naranja, cerró sus ojos para dejarse mimar y sonrió bobamente.
Estuvieron así unos segundos en el que Hinata se sintió importante por eso, antes de que la mano del Beta se alejara por fin de su cabeza y le diera el pase libre para que pudiera irse. De esa forma, fue que Shoyo volvió a levantar la mirada, observando de nuevo a ese desconocido que respondía al nombre de Taketora, y dio un bufido en señal de una pequeña declaración de guerra que afirmaba que el Karasuno ganaría; sin decir o hacer nada más, fue que por fin se dio la vuelta, dándose el tiempo suficiente para alejarse antes de poder revisar la última botella, y correr hacia Kageyama al ver que le pertenecía a él.
Yamamoto, por su parte, no dijo nada durante todo el tiempo en que el Omega estuvo presente.
—Nunca había visto a un Omega... —Yamamoto dijo por fin, dejando que sus labios se movieran con destreza debido a que su condición de Alfa le hizo saber que era. Tanaka lo miró de reojo, al mismo tiempo en que se empinaba la botella al tomarla, y se mostró dispuesto a escucharlo.
Taketora lo estaba procesando. Ese sentimiento en su mente era similar al que sintió cuando se enteró de que la otra mánager del Karsuno era la mujer más hermosa jamás vista.
—¿¡Un mánager del Karasuno es un Omega lindo!? —Esa vez no se cohibió en su tono de voz bajo, dando un grito certero que no resonó por todo el gimnasio, pero sí fue lo suficientemente fuerte como para ser escuchado por los más cercanos. Eso incluyó a Kageyama y Hinata, siendo el primero el único que dejó de tomar el agua ofrecida, y miró con seriedad la figura de uno de los integrantes del equipo real.
Esos ojos azules encararon con fuerza la figura del joven en llanto, y, por mero instinto, acercó a Shoyo a él, queriendo cuidarlo casi como prueba certera de que era su Omega y dejó que el más bajo diera un pequeño grito nervioso, algo aturdido, recargándose de su pecho tras tener toda la cara roja y ponerse cómodo entre el cuerpo de su Alfa. Hinata se quedó maravillado al estar metido entre sus pectorales no tan grande y disfrutaba oír el acelerado corazón de Kageyama golpeando contra su oreja. Pronto, Tobio le rodeó la espalda con el brazo y mano que no sostenía su botella de agua.
Tanaka terminó de dar su trago, dando un respiro certero de su boca al sentirse fresco, y su sonrisa de par en par se vio mucho más marcada, no perdiendo el tiempo para poder observarlo.
—El Karasuno es la única escuela con Omegas en el país, después de todo... —cuchicheó con destreza, sólo logrando que Tora se viera amenazado ante la clara ventaja del Karasuno al menos en el aspecto de tener equipo fuera de la cancha.
—¡El problema no es que sea un Omega!, pero... ¿tenía que ser uno demasiado lindo? —Se consoló a sí mismo, sintiéndose derrotado que su aroma a manzana se vio desequilibrado por esa realidad—. ¡Ahora tienen una mánager súper hermosa y un mánager atractivo!
A Tanaka se le infló el orgullo: obvio, era de su amada Kiyoko y su pupilo, casi hermano menor, del que estaban hablando.
—Ésas son las verdaderas habilidades del Karasuno, tenemos dos mánager completamente capaces —dijo con una gran sonrisa, alzando su pulgar arriba y dejando que sus blancos dientes se asomaran al realizar esa mueca. Taketora se vio cegado, que olvidó por unos instantes que era el punto principal de enfoque del Alfa y los demás miembros del Karasuno—. Aunque el Omega ya fue marcado por Kageyama, y él es medio posesivo y protector —cortó de golpe sus propias alas al dar revelación certera, dejando seco a Taketora ante esa realidad.
Aunque igual, si miraba en dirección al Omega, inevitablemente se topaba en como el Alfa lo tenía abrazado: no era muy discreto.
A pesar de que las practicas terminaran y Yamaguchi fuera lo suficientemente amable como para aceptar ayudarlos con los pases al lanzarlos directamente sobre la cabeza de Kageyama... los planes de Hinata no salieron como esperaba.
—Confía en mí y salta —concluyó Kageyama una vez más, tomando de nuevo la estrategia de que volviera a brincar a cualquier lado de la red, y él se encargaría de hacerle llegar la pelota. Por supuesto, Shoyo le agregó su propio toque personal sin quererlo al cerrar por completo sus ojos.
Kageyama era un armador experimentado con buena puntería, velocidad para reaccionar y movilidad eficaz, pero Hinata era un novato a pesar de su gran flexibilidad, salto alto y velocidad impresionante, les costaba trabajo el simple hecho de poder ajustarse en el aire.
Quizás Kageyama podía tomar como suerte lo que pasó el día en que la fotografía fue tomada.
Sí, lo fue.
Podía pensarlo desde que su levantada de esa tarde golpeó directamente con la mejilla de su Omega en el aire y lo terminó tirando al suelo. No sólo fue una vez... fueron seis veces seguidas en las que de una u otra forma, el balón llegaba directamente para golpear al más bajo en la cara.
«Demonios, esta vez fue muy lejos de la red. Sabía que esto no sería fácil, después de todo... —condenó a su propia mente el armador, dejando que su mirada perdida que trataba de ordenar sus ideas a un ritmo acelerado observara a su pareja en el suelo, sabiendo nombrar el sentimiento reconfortante en su pecho, desde que empezó a jugar con él—. Pero es divertido».
Lo único que entendió esa palabra expulsada de su mente, fue su sonrisa aterradora marcada a través de la satisfacción. Kageyama sonrió como rara vez lo hacía, ante la atenta mirada de Hinata.
En el instante en que Yamaguchi se sobaba su mejilla al sentir el dolor de Shoyo, y el más bajo comenzar a rabiar al ver a su Alfa con una enorme sonrisa de oreja a oreja tras haberle dado muchos golpes con el balón de manera accidental.
—¿Por qué estás sonriendo? —regañó el menor, despertando de su trance al más alto de golpe, dejando que sus ojos azules bajaran por fin de su viaje espacial, y se topara con la pequeña figura del Omega, usando una playera de mangas cortas de color turquesa y los mismos pantalones cortos de color negro, sólo sumándole unas rodilleras prestadas que le ofreció Noya para que no se lastimara—. ¡No juegues conmigo! Ya me pegaste seis veces... —reclamó, hundiendo a Kageyama en una gran fosa.
Ellos tres no eran los únicos en el gimnasio, en la tercer cancha se encontraban cinco jóvenes practicando remates: Tsukishima Kei (tras ser arrastrado ahí por Kuroo), Kuroo Tetsuro, Bokuto Kotaro, Keiji Akaashi y Lev Haiba.
Kageyama sacudió su cabeza para negar las conclusiones apresuradas, y Yamaguchi fue testigo de como el más alto se acercaba al Omega, agachándose al estar cerca de él, y los dos terminaron en el suelo: Tobio de cuclillas y Shoyo arrodillado. El armador dio un suspiro, estirando su mano para poder tomar la de Hinata que estaba sobando su mejilla, y al ya tenerla, se la terminó bajando, sin soltarla, dando un apretón, buscando envolverla.
—Lo siento... —Se disculpó, dejando que la mirada sorprendida de Shoyo por esa respuesta involuntaria fuera puesta sobre él. Kageyama apartó la mirada, tratando de evitar a sus propias mejillas ardiendo por lo nervioso que le seguía poniendo ese noviazgo de un mes—. ¿Quieres dejarlo por hoy?
Hinata abrió con ligereza sus labios al obtener como respuesta una pregunta certera, sintiéndose mal por haberle gritado, apartó la vista hacia el suelo y luego la alternó por el rabillo de su ojo y notar a los otros jugadores ayudando a practicar a otro colocador azabache de ojos azul metalizado. Podía ver la velocidad con la que Akaashi levantaba el balón y fácilmente era golpeado por el enorme brazo de Lev.
Ellos serían de más ayuda para Kageyama que él.
—Kageyama... —nombró el más bajo a su pareja, volviendo a verlo al girar su rostro, y sólo llevándose de él que éste terminara de recargar su frente con la suya. Shoyo se alteró con la cercanía, sus labios le temblaron y no pudo moverse, se sintió examinado por los ojos azules fijos en su persona tras llamarlo por su nombre, teniendo que continuar al ver que era el centro de atención y su frente caliente por la unión—. ¿No te retrasará más el practicar conmigo? E-es decir... no he rematado ninguno de tus pases y estás en un campamento muy importante donde puedes entrenar con mejores rematadores... —garantizó, dando un pequeño vistazo a sus costados y logrando que Kageyama pensara en esa petición.
—Es verdad, eres muy torpe al brincar y no has golpeado ni uno de mis pases —indicó sin nada de tacto, dejando de recargarse de Shoyo para poder verlo cara a cara y poder contestar la pregunta—. Pero todo ha sido mi culpa, como en ésta última, el pase se fue algo lejos de la red. Si estuviéramos en un partido, sería más difícil observar toda la cancha... —Dio todas las pruebas negativas de estar practicando con Hinata, y Shoyo se sintió culpable porque no pudo refutar ninguna.
—Entonce-...
—Sin embargo, eso es lo normal, tonto —intervino con destreza, no permitiendo que el más bajo se viera hundido en su mentalidad negativa, dando un vistazo hacia arriba para poder dar un ejemplo más concreto—. Ser bueno jugando voleibol es algo más difícil de lo que parece, aunque nazcas con un gran talento, debes practicar para poder pulirlo. Es como una larga escalera, pero no necesitas verla completa, sólo debes de subir al primer escalón —interpretó de forma certera, dando otra mirada veloz a Hinata, notando la sorpresa en su bonito rostro, y percatándose como consiguiente de su mejilla enrojecida por los balonazos—. Además, me gusta pasar el tiempo contigo.
Kageyama se llenó de culpa al ver esa marca enrojecida, y sólo pudo tratar de apaciguar el dolor y ardor acercándose más, dejando que su boca se desviara hasta la mejilla enrojecida, y empezó a repartirle varios besos en el sitio, dejando una sensación húmeda y calurosa que hizo temblar al más bajo, revolviéndose en medio de su corazón y sonriendo sin querer ante los mimos. A Kageyama le gustaba mimar y ser mimado.
¿Era normal que un Alfa cuidara de su Omega de esa forma?
—Aunque no estoy muy seguro de querer estar en la cancha... —susurró en un tono de voz bajo el Omega, casi como un murmuro y creyendo que Tobio no lo había escuchado porque éste siguió muy concentrado en su labor de dejarle besos repartidos por su mejilla. Al separarse y cuando de nuevo volvieron a chocar miradas, los dos estaban completamente rojos.
Hinata quería ser digno de poder pararse a un lado de Kageyama. Hinata creía que Kageyama era increíble, una persona que no podía ser reemplazada ni olvidada, una persona talentosa que pulió su talento con esfuerzo.
—¿Quieres ir a la enfermería para que te revisen? —interrogó el Alfa al querer estar más seguro, pero sólo se llevó la negación veloz de su pareja.
—Sólo fue el dolor momentáneo, estoy bien.
A Hinata no le gustaba rematar, pero la primera vez que lo hizo cuando Ritsu le tomó una fotografía, se sintió lleno; la sensación de que su palma golpeara el balón fue hermosa, pero realmente estaba más satisfecho de que ese pase lograra llevar a su Alfa y al resto del equipo al campamento deseado.
Había empezado a disfrutar de su papel como mánager aunque su pequeña aportación fuera mínima, que egoístamente se dejó marcar por Tobio aún sabiendo que él buscaba un rematador.
No quería ser reemplazado por nadie y le aterraba el simple hecho de pensarlo, era un Omega y sabía que Tobio podía conseguirse a alguien mejor. No quería eso.
—¡Qui-quiero seguir practicando remates contigo! —afianzó sin rechistar Shoyo, elevando el tono de su voz. Kageyama escuchó esas palabras, y a pesar del tono positivo en que éste lo dijo, pudo encontrar en su mirada temblorosa, la mentira a través de esas palabras.
Shoyo Hinata no quería perder a su Alfa.
—No, creo que es mejor dejarlo por hoy —razonó Kageyama con total destreza, poniéndose de pie por fin para poder ver al chico desde arriba, que ya no presentaba malestar en el sitio. Hinata gritó eternamente: ¡¿qué?! ¡¿Ese Alfa insistente ya no quería?! Sus gestos perdidos y el terror creciente lograron llamar la atención de Yamaguchi, y Tobio tuvo que extender más sus palabras junto con sus acciones, tratando de ignorar la mirada penetrante del Capitán de Nekoma sobre él y le extendió la mano a su Omega para que se pusiera de pie—. Deberías de ir a tomar un baño y a cenar algo —avisó lo que creía conveniente, queriendo pensar en la situación de Shoyo al día siguiente por su papel mañanero.
Hinata aceptó el agarre de manos y se impulsó para poder levantarse.
—¿Qué harás tú, Kageyama? —preguntó interesado el más bajo, logrando que Kageyama estuviera a punto de contestar sus planes.
—Él entrenará con nosotros. —Ciertamente, Kuroo decidió sobre él, dejando que el azabache tuviera un ligero brillo en sus ojos ante la invitación. Una persona no invitada a la plática se había colado de forma certera tras hacer una pausa a los remates de la otra cancha y se acercó a los tres jóvenes de primero.
Shoyo se dedicó a ver al hombre con mirada y sonrisa diabólica, esa sonrisa con la que se acercaba a los dos, lo hicieron temblar, buscando protección en su propio Alfa al acercarse más a él, para poder tomar uno de sus brazos. Le daba la impresión de que estaban a punto de ser estafados por ese hombre alto.
—Nos servirá tener un buen armador con buena puntería en la práctica —despegó el chico de cabellos algo alborotados y despeinados, con su atractivo rostro captando la atención del de hebras naranjas: con esos ojos rasgados y su sonrisa astuta, creyó que se asemejaba a un gato. Bueno, al menos no los iba a estafar.
En menos de un momento, Kageyama ya tenía parado a su lado a Tetsuro, con su palma posándose directamente contra su espalda, y dando un vistazo de reojo al joven emocionado. Hinata creyó que esos dos ya se conocían, quizás por partidos anteriores antes de que él llegara al club. Era lógico.
—Necesitamos a alguien más para poder jugar un partido tres contra tres —invitó, sólo logrando que la ilusión se plasmara en el rostro del Alfa que fue invitado a jugar, bastante emocionado por eso.
Hinata sonrió, un poco más tranquilo: sí, eso le serviría más a Kageyama.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro