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Capítulo 36: Escuelas Fuertes

—Aún siguen jugando... —avisó con emoción Saeko, al escuchar desde afuera del gimnasio, las voces emocionadas de los jóvenes a mitad de un partido, Shoyo estaba más concentrado en observar las grandes instalaciones en las que había entrado, dejando que su boca mostrara la honesta sorpresa al percatarse de que era una escuela abandonada. Sus manos temblorosas de la emoción, se escondían fácilmente con las mangas largas de la chamarra de Tobio, esa prenda lo protegía de las nauseas que  podría sentir al llegar a un lugar como ése.

—Me pregunto si aquí espantarán... —soltó en un tono de voz bajo, notando que estar en la concentración de una escuela abandonada era lo más lógico, ya que eran bastantes equipos de diversas prefecturas como invitados. 

—Hinata, no te quedes atrás... —llamó Kageyama, al ver como el más bajo dejaba de seguirle el paso veloz a Saeko y a él, tras quedarse embobado viendo el instituto de tres pisos, completamente a oscuras. Shoyo respondió a la voz ajena, volteando a verlo y notando que Tobio ya había dado como diez pasos más que él.

—¡Voy! —gritó, apurando el paso y llegando a un lado del Alfa puro. Al hacerlo, el menor sonrió, dejando que el azabache diera un asentimiento, posando su palma abierta en la espalda del chico que estaba usando un pantalón corto que le llegaba a las rodillas de color negro y la chamarra prestada, para darle un pequeño empujón para que avanzara, hasta que el empuje se volvió un medio abrazo, haciéndolo avanzar a su paso para que no se quedara atrás.

Tenía la impresión de que Shoyo se podía perder fácilmente.

 —¡Pudimos llegar a tiempo! —Se emocionó con rapidez la Alfa, empujando la puerta del gimnasio principal, dejando que el ruido de las puertas siendo abiertas llamaran la atención de todas las personas que estaban tomando un descanso tras jugar.

—¡Hermana! —Noya sacó esa felicidad con destreza, dejando de estirarse para observar a esa mujer en el umbral, con sus orbes brillosos y llamando la atención de Asahi.

—¿Es tu hermana? —cuestionó el joven de tercer año de cabellos largos, logrando que Yuu lo volteara a ver de golpe y negara con frenesí.

—No, es la de Ryuu —abordó sin titubeos, viendo al chico de castaños cabellos, y aceptando mentalmente, que no le molestaría tener a esa mujer como hermana. ¡Era toda la genialidad que un Alfa podía desbordar!

—Ahora que lo dices, se parecen... —coincidió en la plática Azumane, volteando a ver al chico que ya estaba todo sudado tras un partido, sentado y recargado contra la pared, queriendo recuperar el aliento perdido.

—¡Ya han llegado! —consideró Tanaka, enderezando su cuerpo para ponerse de pie, dando un último respiro al ver la figura del jugador y mánager que faltaban en el equipo para que éste estuviera completo. Daichi, a su lado, asintió, antes de comenzar a acercarse al dúo y la hermana de Tanaka. Por suerte, estaban demasiado cerca de su espacio de juego, que no tuvo que avanzar y sortear partidos y jugadores, o jugadas que podrían terminar con el balón encestando su cara.

Antes de que el Capitán de tercer año les dijera algo, primero le dirigió una reverencia bien pronunciada a la rubia que estaba recargada de la puerta, en un modo de agradecimiento por el favor que les hizo de llevarlos hasta Tokyo. La mujer reaccionó de la misma forma en que Tanaka lo hacía cuando lo halagaban, felicitaban o agradecían: se le infló el orgullo y empezó a reír con trepidante fuerza. 

Seguido de eso, se enfocó en Kageyama.

—Kageyama, antes de que empieces a jugar, debes ir a hacerte un examen rápido con la enfermera para comprobar que tus medicamentos que suprimen tus feromonas de Alfa al jugar, estén funcionando correctamente —contabilizó con facilidad, sacando con rapidez un asentimiento certero en el azabache, deshaciendo con facilidad el medio abrazo que tenía con su Omega. El profesor Takeda ya se acercaba hacia Saeko para invitarla a sentarse en las sillas escolares destinadas a los docentes, entrenadores y mánagers de cada equipo—. ¡Narita, acompaña a Kageyama! —llamó a uno de los chicos que estaba en la banca, captando con rapidez la atención del joven rapado, antes de asentir con facilidad.

Shoyo se envolvió una vez más en la calidez de la chamarra deportiva de Kageyama, agradeciendo el llevarla puesta o ya estaría mareado y con ganas de vomitar por el tenue aroma de varios Alfas mezclados en el gimnasio cerrado. El menor agradecía que la concentración haya tomado como regla, que los Alfas debían de tomar medicamentos para poder participar.

—Después de eso, irás a nuestro dormitorio, podrás dejar tus cosas, cambiarte, y calentar para el siguiente partido —declaró el mayor, haciendo que Kageyama diera un movimiento certero ante todos las instrucciones arrojadas y no las pasara por alto. Cuando la última palabra se expulsó de la boca del capitán, Tobio volteó a ver de nuevo a Hinata, y el más bajo tuvo un sobresalto al encontrarse acorralado. 

La mirada de Kageyama, naturalmente no era la más encantadora: sus ojos bien abiertos observando la mochila cruzada amarilla que llevaba cargando, con sus irises azules oscurecidos por su fleco. La curva seria no lo ayudaba.

—¿Q-qué pasa? —contraatacó, retrocediendo sólo una vez, él también bajando sus cejas al ponerse en guardia, levantando sus manos al aire—. ¿Quieres pelear? —corroboró con seguridad, sólo logrando que el Alfa ladeara su cabeza, y con uno de sus dedos señalara sus cosas.

—Tu mochila... —destacó, siendo certero en todo momento y no apartándole la mirada a lo que llevaba. Hinata ablandó sus facciones, avergonzándose por sus conclusiones aceleradas—. Como iré al dormitorio, puedo ir a dejarla por ti —estableció con seguridad, creyendo que como en un inicio, Shoyo vio con terror que pasarían unas semanas en la escuela abandonada, hasta el punto de ponerse pálido, no le gustaría andar solo por los pasillos. El alivio se vio con facilidad en sus acciones, sacudiendo su cabeza de forma afirmativa, y apurándose para poder abrir su mochila, queriendo sacar entre sus mudas de ropa, la libreta y pluma para llevar a cabo su papel de forma correcta.

 —Te lo agradezco, Kageyama —agradeció el de menor estatura, quitándosela de su cuerpo para poder extendérsela al más alto. Al verlo acomodársela en uno de sus hombros, Shoyo Hinata sonrió con tenue torpeza, algo avergonzado—. Perdón por hacerte cargar de más. —Se disculpó a pesar de todo, direccionando su mirada hacia el suelo, y provocando que fuera fácilmente sorprendido por la mano grande de Kageyama y esos grandes dedos revolviéndole sus cabellos, forzándolo a volver su mirada hacia arriba.

 —Me queda de paso, así que no pasa nada —apoyó, soltando las caricias algo bruscas que sólo despeinaron más esos caballos naranjas, y dejando que ahora ese dedo largo le tocara la nariz para llamar su atención—. Tú concéntrate en tu labor como mánager, y conserva fuerzas, porque después de las prácticas me ayudarás a practicar mis levantadas —aconsejó, sólo logrando que Shoyo sonriera ante esas últimas palabras y asintiera a la par. Sus ojos almendrados de color café, vieron la ancha espalda del Alfa comenzándose a alejar, acompañado de Narita.

 —¡Ve con todo, Tobi! —externó su apoyó por fin el chico, apegando más contra su pecho su libreta y apretando su pluma. El susodicho se paralizó ante tan bonito apodo, no siendo de extrañarse que detuvo su paso, teniendo pequeños temblores crecientes y sus orejas se pintaron de color rojo.

Tardó unos cuantos segundos, antes de girar parte de su rostro hacia atrás, atrapando a través de su mirada el rostro bonito del Omega, y, sin poder decir algo, sólo asintió, recibiendo todo de forma positiva.

Cuando la alta figura del Alfa se perdió de su vista, después de que Narita lo sacara del gimnasio para ir a su revisión, Shoyo no pudo evitar dar un suspiro de alivio, completamente alegre porque lograron llegar a Tokyo en la tarde; con suerte, Tobio podría jugar uno o dos partidos si se apresuraba. Volteó a ver al hombre que se acercaba a su lado, girando su cara y viendo el perfil atractivo y serio del Capitán. Ese joven de tercer año sonrió con levedad, correspondiendo la mirada del que era dos años menor, y sonrió con amabilidad, indicándole que debían de regresar al pequeño espacio que les tocó para la rotación de ese partido.

—¿No olvidaste nada en casa? —enfatizó el azabache de mayor edad, sintiéndose satisfecho al ver a Shoyo tomarse muy en serio esa pregunta, tratando de hundirse en sus pensamientos, y así poder decir un resultado final: mudas de ropa suficientes en su mochila (y otras más que Tanaka le había hecho el favor de llevar en el autobús), cepillo de dientes, condones, su libreta, su pluma, supresores de emergencia y dinero extra por cualquier cosa. ¡Todo listo!

—Traje todo lo necesario... —estableció el chico, orgulloso de su propio logro, levantando su puño al aire y felicitándose por su responsabilidad. Confirmando eso, Daichi pudo estar más tranquilo, dejando que Hinata pudiera limitarse a observar el enorme gimnasio que era el triple de grande que el del Karasuno. 

Captó pronto el espacio que estaba ocupando el Karasuno, era la primera cancha del lado izquierdo, no pudiendo evitar sentirse feliz y cálido de recibir pequeños saludos veloces de Tanaka, Noya y Suga, antes de volver corriendo a su posición tras el final del pequeño descanso entre sets. Ése era el segundo, después de que en el primero perdieran contra la academia Shinzen, y el segundo lo ganaran.

—¡Daichi, date prisa! —exigió Suga al verlo demasiado entretenido al paso del mánager, alzando su mano para que regresara rápido a su espacio para continuar con el partido. El aludido meneó su cabeza de forma afirmativa y volteó a ver a Hinata—. ¡No te quedes ahí parado!

—Puedes sentarte a un lado de Shimizu, ella te indicará la situación del partido y lo que se está haciendo. —Sacó con destreza, haciendo asentir sin dudar al menor. Sawamura agradeció con un movimiento de cabeza y corrió a acercarse a Sugawara. 

Shoyo trató de dejar pasar el ver al joven de tercero disculpándose con el de hebras grisáceas, rascando su nuca con nerviosismo y sonrojándose con levedad al ver al vicecapitán enfurruñarse. En definitiva, el excepcional caso de Sugawara Koushi era que posiblemente era el único que podía regañar al de ojos negros y vivir para contarlo.

Al acercarse al asiento libre que quedaba a un lado de Kiyoko, sus ojos pudieron apreciar mejor el enorme sitio en el que estaban teniendo su práctica. Eran menos escuelas de lo esperado, juraría que su imagen mental del campamento era una gran arena con sólo una cancha, siendo rodeadas de gradas enormes. La realidad era completamente diferente.

—No hay muchas escuelas... —soltó por fin lo que le preocupaba al menor, sentándose en la silla de madera a un lado de la mánager de tercer año, captando su atención tras verlo iniciar una conversación.

 —Las otras escuelas están practicando en los otros gimnasios. Mañana nos tocará un sorteo diferente, hoy nos tocó el más grande... —explicó la Beta, lista para señalar cada escuela con las que habían practicado ese día para ponerlo al tanto—. La preparatoria Nekoma es la anfitriona del evento, estamos utilizando un campus secundario de la escuela que fue abandonada y nunca pudo concretarse debido a varias quejas de los vecinos hace diez años. Aquí se dan diversos campamentos escolares de diferentes clubes ligados al Nekoma... —enumeró, enseñando a Hinata el equipo con un uniforme donde predominaba el rojo, jugando en la cancha de en medio, del lado izquierdo. Sus ojos se encerraron a través de la fuerza de los flexibles y veloces que eran los jugadores, destacando un líbero ágil de baja estatura, un armador no muy alto, un azabache con sonrisa diabólica y un hombre como de dos metros... ¡dos metros!

—Gatos... —estipuló en un tono de voz bajo, dando un asentimiento.

—La Academia Fukurodani es la que está en la última cancha del lado derecho —marcó el ritmo la mujer con su voz, señalando en la lejanía a un grupo que llevaba pecheras azules y camisetas índigo—. Su estrella es considerada de las mejores de Tokyo —destacó sin pestañear, bajando levemente la vista para que sus ojos a través de sus gafas, leyeran el pequeño tablero donde venía contenida la información básica. Hinata abrió sus ojos con destreza, dejando que en el color café se toparan con ese risueño de ojos circulares de color dorado. Tras anotar un punto contra el rival, pareció demasiado entusiasmado de su armador azabache de ojos rasgados le prestara atención ante su logro.

Una persona genial y extrovertida a vista del menor.

—Está jugando contra el Nohebi... —señaló ahora al equipo del lado izquierdo, dejando ver a jóvenes con un uniforme similar al verde en las pecheras y amarillo en las camisetas—. El equipo se destaca en defensa y consistencia, enfocando sus tácticas en inducir lentamente la autodestrucción de otros equipos en lugar de apresurarse a ganar.

—¿¡Cómo una serpiente!? —gritó de emoción Shoyo, notando el significado detrás del nombre de su escuela.

—Luego está le preparatoria Ubugawa, que por lo general, usan el servir y bloquear, una estrategia en la que los jugadores apuntan a destruir a los oponentes con el servicio, intentan limitar el espacio de ataque de los oponentes y luego bloquean —garantizó, sacando a la luz sus palabras con fuerza, recolectando toda la información que había logrado obtener ese día. Hinata se quedó boquiabierto, creyendo que debía de hacer su mejor esfuerzo, si quería lograr un resultado similar al de ella—. Y contra la que estamos jugando, es la Academia Shizen, son maestros en el uso de combos. Una de sus jugadas combinadas es el ataque sincronizado, lo han usado bastante de forma efectiva contra el equipo...

—¿Ataque sincronizado? —repitió, ladeando su cabeza de lado y no pudiendo evitar dejar que su mente se llenara de ese baile en el agua donde todos los constituyentes danzaban con una sincronía magnifica. 

—Es cuando todos los atacantes se mueven a la vez para rematar, dejando a los oponentes confundidos y haciendo que el ataque sea impredecible —definió la de cabello negro, sólo logrando que la imagen se viera más clara para Hinata.

—Es increíble... —salió de su boca sin querer, sólo logrando que la sorpresa llenara a la de mayor estatura, abriendo levemente sus labios y sus ojos grises mostraron una honesta sorpresa ante el pequeño ataque de Hinata por querer decir lo que piensa. Hinata se quedó congelado ante eso, teniendo un temblor venidero creciente al tener la mirada de la Beta sobre su persona, y sólo pudo atinar a mirar a otro lado, algo avergonzado—. Es increíble que hayas podido recolectar toda esa información en sólo un día —completó por fin, apartando la mirada e intercalando ligeramente su respiración al volver a verla. Kiyoko, en su lugar, aceptó el halago, meneando su cabeza de forma positiva, volteando a ver hacia el frente y enfocándose en retomar su mirada al frente.

—Nosotros no estamos en la cancha, ni tampoco llevamos uniforme, así que sólo podemos cubrirles las espaldas siendo sus ojos para ver desde afuera lo que ellos no pueden ver en un partido —contabilizó, diciendo algo lógico debido a que éstos no podían distraerse y observar lo que hacían los demás equipos al mismo tiempo en que jugaban—. Es el verdadero trabajo de un mánager.

Acto seguido en que esas palabras salieron al aire y Hinata apretó la pluma que estaba lista para usar, la puerta del gimnasio abierta volvió a ser llenada por la presencia de Narita, y la de Tobio, con el visto bueno de la enfermera para jugar un partido, vistiendo ahora pantalones cortos de color negro, rodilleras, una playera blanca y la pechera amarilla con su característico número nueve. Ambos cruzaron miradas por un par de segundos, antes de que Kageyama se la apartara para poder enfocarse en ponerse a un lado del entrenador, listo para recibir instrucciones. 

Tras recibirlas, Kageyama asintió y agradeció con una pequeña reverencia, poniéndose listo para calentar. Las fuertes piernas de Kageyama se comenzaron a mover, dando brincos algo altos, dejando que sus muslos se ejercitaran tras tenerlos algo adormecidos por el largo viaje camino a Tokyo. 

El único Alfa del equipo por fin había llegado.

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