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Capítulo 35: Reemplazable

Hinata no podía evitar ponerse nervioso, sintiendo como su propio aroma se iba mezclando con la chamarra deportiva de Kageyama que éste le había prestado antes de caer dormido. Aspiró el fuerte aroma a chocolate rodeando su cuerpo, casi siendo imperceptible el jengibre que escapaba fácilmente del cuerpo de la adulta que ya conducía un poco más tranquilo durante la carretera. Sus orbes cafés no pudieron evitar voltear a ver a la mujer de reojo, notando que la Alfa llevaba en su boca una paleta de limón, con una sonrisa divertida en sus labios, sus manos firmes al volante y sus ojos fijos al frente.

—Relájate... —La mujer le pidió de forma tranquila, logrando sacar un sobresalto al joven de cabellos naranjas. El menor tragó grueso, experimentando su pequeño cuerpo contraerse y sólo pudiendo respirar, cuando una de las manos de la fémina llegó a su mejilla regordeta más cercana, pellizcándola y jalando de ésta—. Tu aroma se está turbando.

Shoyo dejó soltar un quejido, al mismo tiempo en que Tobio, en la parte trasera del auto, soltaba un ronquido tras sentirse cómodo en ese pequeño espacio. Saeko ni siquiera lo miró en ningún momento, pero pudo intuir el alivio que el Omega sintió al ser soltado, dando la oportunidad de poder por fin echarle un vistazo de reojo, y se percató de como el menor tomaba la decisión de hundir su cuerpo lo más que pudo en la cómoda y acogedora prenda de su Alfa, acurrucándose en ésta hasta el punto en que parte de su nariz y boca desaparecieron en el cuello de la chamarra. 

—Entiendo que tengas prisa, pero hay flores que sólo puedes ver cuando tomas desvíos —aseguró la Alfa por fin, ahora sacando la paleta de su boca para poder saborear la sensación agridulce que ésta dejó en sus labios. Shoyo parpadeó al oír esa frase, dejando que ésta entrara por sus oídos y una diminuta sonrisa apareciera sin querer, cuidando lo suficiente como para que el bento que llevaba en sus piernas no se cayera.

—¡No entendí la frase, pero se oye genial! —aseguró, un poco más confiado con la nueva persona que acababa de conocer. La mujer, muy al contrario, no pudo evitar soltar un carcajada, en un tono de voz bastante elevado que resonó por todo el vehículo; sin embargo, ese sonido no fue suficiente para despertar a Kageyama.

—¡Significa que debes de agradecer el no haber ido a Tokyo, porque ahora puedes estar conmigo! —manifestó con alegría, logrando que la sonrisa del menor se desvaneciera de su cara, y se enfocara en ver como la adulta soltaba un chasquido de su lengua, al darse cuenta de que casi golpeaba otro auto, y teniendo que tomar medidas drásticas al esquivarlo, pasando a otro carril en la misma dirección. 

El movimiento fue tan violento, que el estómago de Shoyo se revolvió, creyendo que al llegar a la concentración, lo primero que haría sería ir al baño y descargar todo lo que se quería atorar en su garganta, sólo pudiendo creerse a salvo al aferrar sus manos al alimento que preparó. Kageyama, muy al contario, se llevó la peor parte, su cabeza golpeó directamente contra la puerta del coche, dando un ronquido que se mezcló con un gemido ahogado, haciendo preocupar a su pareja.

Antes de que Shoyo pudiera abrir sus labios y sacando su nariz y boca del sitio para poder lograr que su voz se notara más elevada, Saeko volvió a llamar su atención, con una pregunta directa.

—¿Te gusta tanto el voleibol como para preocuparte así? —cuestionó la mujer en voz alta, con un tono mucho más calmado del habitual. Hinata dejó que esas palabras lo llenaran, ignorando por fin el hecho de que la rubia de vez en cuando le daba un vistazo para poder leer sus acciones al recibir el silencio, y sólo pudiendo experimentar una extraña calidez en su pecho que se iba formando a la par de una tímida sonrisa y la negación certera.

—No exactamente, pero creo que he encontrado algo en lo que me gustaría esforzarme —completó de forma segura, bajando la mirada al suelo, y dejó que sus manos que apenas se asomaban en las mangas que le quedaban largas, comenzaran a juguetear con sus dedos, tocándose entre sí las yemas hasta que el rubor se fue posando en sus mejillas.

 —¿Es por un Alfa? —destacó la mujer de forma certera, sólo logrando que el color rojizo se viera más intenso en la cara de Shoyo, antes de voltear a ver a la mujer, y sacudir su cabeza a una velocidad que podría confundir a cualquiera—. Ya has sido marcado, ¿no?

—¡M-me refiero al club! —razonó, tomando toda la fuerza de voluntad necesaria para cerrar sus ojos y poder dar por sentado sus verdaderas razones. Tanaka dio un suspiro, volviendo a ingresar la paleta a limón a su boca al sentir como el dulce aroma se iba desapareciendo, y se mostró abierta a poder escuchar sus razones—. M-mi Alfa es parte del equipo de voleibol de Karasuno, y considero que es alguien genial que se esfuerza mucho en lo que le gusta... —inició, actuando tímido una vez más y dejando que sus feromonas que olían a naranja y tenue chocolate, se vieran más endulzadas. Saeko había tenido la ligera sospecha de que esos dos eran pareja desde que se percató de lo mezclado que estaban sus olores naturales, pero ahora, viendo como los ojos almendrados de Shoyo corrían de vez en cuando para ver la figura del otro joven que permanecía dormido para que no escuchara las palabras vergonzosas, se lo confirmaba más—. En cambio yo, nunca en mi vida había sentido la necesidad de aferrarme o interesarme en algo hasta el punto de poner todo mi empeño. Pero últimamente, más que ser mi razón para moverme, creo que Kageyama ha sido mi inspiración más concreta para esforzarme en algo y no rendirme hasta alcanzarlo —contó, entrelazando sus propias manos y apretándolas, recordando todo el esfuerzo que podía considerarse como algo sin importancia, como lo era el tomar una foto para un cartel y así poder ir a Tokyo.

Saeko hizo un trasiego con su boca, dejando que sus labios rodearan la redonda paleta y se interesó demasiado en la situación del joven.

—¿Juegas en la cancha? —indagó, sólo permitiendo que Hinata volviera a negar.

—Soy mánager... —mostró con seguridad en su tonada, pero sus ojos temblorosos, hicieron captar a la rubia de cortos cabellos, que el chico se mostraba inseguro. 

Hinata siempre creyó que fácilmente podía ser reemplazado. Desde que se presentó su segundo género, no había dejado de ser bombardeado y llenado de las expectativas que la sociedad tenía sobre él. Contrario a la huella irremplazable que un Alfa dejaba en el mundo, dominando en todo, si un Omega cometía un error o dejaba de ser interesante, podía fácilmente ser sustituido por alguien más. Un pequeño Omega no podía hacer algo único y original, cualquier persona podría llegar a hacerlo 100 veces mejor: en el cartel, tuvieron varios problemas para tomar la fotografía, quizás todo hubiera sido más sencillo si algún rematador con experiencia hubiera acompañado a Tobio.

O quizás, cualquier Beta, Épsilon u Omega hubiera llamado su atención si éste saltaba alto... no necesariamente debía de ser él.

—Creo que no he hecho gran cosa, y estoy seguro de que alguien fácilmente puede tomar mi lugar... —confesó, dando una media sonrisa algo torpe y dejando que el apretón entre sus manos se fuera haciendo cada vez más débil, hasta que se convirtió en algo tan suave que quemaba. A pesar de todo, no podía evitarlo...—. Aun así, soy demasiado feliz en el club.

Saeko dio un pequeño vistazo, dando con certeza un movimiento de cabeza.

—Puede que lo que hayas hecho sea algo tan pequeño como una gota en un lago, pero, ¿el lago no sería mucho más pequeño si faltara esa gota? —continuó por fin con la plática la Alfa, dejando que una sonrisa se delineara en sus facciones apenas captó la sorpresa del más bajo, creyendo que esas palabras lo golpearon directamente a la cara, por la intensidad de sus ojos abriéndose con euforia y sus labios carnosos destapando sus sentimientos al entreabrirse. 

Saeko dio un bufido después de eso, dejando que su cara se calentara y los colores se subieran a su cara y tratara de concentrarse en el camino.

—Algo así decía un chico Omega que conocí en preparatoria... —contestó, logrando captar la atención de Shoyo ante las curiosas acciones que presentaba la rubia. Demasiado sospechoso.

—¿Tu amor de instituto? —interrogó con emoción el Omega y Saeko cerró sus ojos, sumergiéndose en medio del pánico certero. 

—Algo así... —dijo de forma directa, sin siquiera pensarlo mucho y dando un pequeño gesto serio que lo conducía al pasado. Hinata notó el cambio de ambiente—. Era un mánager del equipo de voleibol, a pesar de no ser un jugador, daba más miedo que cualquiera. Era más intenso que temible, estaba muy empeñado en querer jugar y convertirse en un as. —Sacó por fin la verdad, no siendo su imaginación el ver como el joven de cabellos naranjas se mostraba extrañamente sorprendido y emocionado, porque nunca había oído hablar de un Omega así, ¡increíble!—. Creo que hubiera llamado más mi atención si éste fuera más travieso, y tampoco tuve la oportunidad de cortejarlo, cuando me di cuenta, ya se había unido con un tal Tsukishima.

«¿¡Tsukishima!?», gritó internamente el Omega, no pudiendo evitar pasar por alto esa gran coincidencia de apellido y enojándose sin razón aparente, bajando sus cejas hacia abajo.

 —Sabes mucho sobre el Pequeño Gigante. —La voz a sus espaldas los hizo estremecerse, Hinata dejó escapar un chillido y Saeko volteó a ver con molestia ante esa insinuación del azabache adormilado.

—¡Qué va! ¡Sólo vi algunos de sus partidos! —Se excusó, empezando a masticar su paleta para poder distraerse, y Kageyama se enfocó en volver a bostezar, con su mirada cansada, se enfocó hacia el sitio donde el Omega lo volvía a voltear a ver, tratando de recobrar la compostura tras el susto. Shoyo sonrió y Kageyama se notó satisfecho—. ¿Ya despertaste? —Trató de cambiar de tema, sólo logrando que el más alto diera un movimiento de cabeza, haciendo un esfuerzo notable para poder estirarse hacia Shoyo, tomando con sus dos manos las partes altas del asiento donde éste iba sentado al frente y dejó que sus rostro estuvieran demasiado cerca.

—Es que me dio hambre... —asimiló, dejando que sus rasgados ojos azules se enfocaran en el bento envuelto que su Omega le preparó. Hinata así pudo percatarse de la realidad, mostrando un gesto certero al reaccionar y le extendió la comida casera para que éste la tomara. Tobio lo recibió fácilmente entre sus manos, y al ya tenerla, le depositó un pequeño beso en la mejilla al más bajo, en un agradecimiento y queriendo regresarle el gesto de buena suerte que éste le ofreció al tomar su clase extra. 

Hinata sintió su corazón brincar de la felicidad, su mejilla se calentó, el color rojo lo arremolinó, y al mismo tiempo en que Kageyama volvía a recargarse de su propio asiento para poder comer, Shoyo posó su palma abierta sobre su mejilla, una sonrisa chueca iluminó sus facciones y observó hacia la ventana. 

—Así que actúas por instinto, tortolito —concluyó la Alfa adulta, viendo de reojo como el joven desenvolvía el pedazo de tela alrededor, y así podía abrir el bento y notar su contenido.

—Sí...

A primera vista, todo se veía bastante bien a pesar de la extraña forma en que Shoyo se refirió a su cocina: Onigiris, con salchichas en forma de pulpo (algo quemadas), zanahorias, tofu y cerdo al jengibre. Kageyama no pudo evitar saborearse el contenido, y agradeció en un tono de voz bajo para tomar una bola de arroz, creyendo que estaba rellena de algo al tocarlo.

Ya no había de que preocuparse, pronto estarían en Tokyo.


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