Capítulo 34: Clases Extras & Concentración
Capítulo dedicado a: MScubitos y YunKeiLee, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
En la sala del club se podía ver a Tanaka y Nishinoya notablemente satisfechos y felices por la notas que lograron sacar. Todo el club al cambiarse, podía ver como esos dos jóvenes de segundo se regodeaban, enseñando sus notas aprobatorias en su peor materia: matemáticas.
—¡Así de geniales somos! —gritó el joven de ojos castaños y menor estatura, ondeando al aire su 45.
—¡Somos sus senpai por supuesto! —Se unió Tanaka, con la emoción certera bien producida a flote, queriendo mostrarles su genialidad a los de primer grado.
Nishinoya y Tanaka sólo eran dos idiotas a vista de Kei, Tobio trató de estar tranquilo a pesar de sentir un terror creciente llenándose en su pecho tras ser el único que reprobó y arrastró a Hinata con él. Tadashi y Shoyo sólo abrieron su boca con sorpresa y aplaudieron, llenando de regocijo a los que eran un año mayor.
Sugawara frunció el ceño al verlos presumir, empezando a quitarse poco a poco la camisa escolar y dando un bufido certero.
—Los dos apenas pasaron el límite de los 40 puntos... —Los bajó de su nube con un golpe seco que casi hizo llorar a los dos involucrados.
—Kageyama reprobó literatura moderna. —Daichi fue el primero en terminar de cambiarse, y la persona que recibió el examen que le trajo el medio muerto Kageyama antes de entrar a la sala principal del club. Koushi dio un pequeño respiro ante la ironía, acercándose demasiado a Daichi para poder leer por su cuenta la nota roja.
—Parece que hubo muchas preguntas de comprensión lectora —manifestó Ennoshita, alzando sus hombros ante la irónica situación que atravesó el armador—. Se concentró más en memorizar —recalcó, logrando sacar un gesto sorprendido a Koushi al llevar su vista a la parte de los kanjis.
El de hebras grises soltó un grito de exaltación, haciendo que el Capitán diera un pequeño salto al estar demasiado cerca y se ruborizara tras darse cuenta de su error.
—¡Kageyama obtuvo una nota perfecta en kanjis! —destacó, tratando de aliviar toda la tensión acumulada del Alfa que ya estaba sentado en posición de flor de loto, pasando su duelo con respecto a su pérdida en un examen final antes de las vacaciones y el campamento; como, de igual forma, su creciente furia competitiva que no lo quería hacer perder—. No te preocupes, Kageyama. No será la última vez que haya partidos y oportunidades como ést-...
—¿Cómo llegamos a Tokyo? —Tobio ni siquiera escuchó esas palabras de aliento o de consuelo de su superior. Cuando Suga giró su rostro para voltear para ver qué era lo que estaba haciendo el número nueve con el mánager, se topó con la mirada decidida de ambos jóvenes: con sus cejas arqueadas hacia abajo y apretando sus dientes—. ¿Corremos? ¿O quieres ir en el tren bala? —El Alfa le estaba dando opciones a su Omega para que éste decidiera.
Shoyo sacudió su cabeza en modo positivo a la última opción.
—Así que todavía quieren ir... —susurró el de cabellos grises y cejas gruesas, no sabiendo qué era lo que podría decirles. Lo único bueno que podía sacarle a la situación, era que al menos agradecía que el Omega no estuviera tan nervioso, cohibido y en necesidad de mantener una buena imagen como antes: era bueno que por fin encontrara un espacio en el que se sintiera seguro.
Tanaka dio un carraspeo al ver la desesperación creciente de sus dos menores, llamando la atención de ambos al romperles la burbuja de fuego en la que se habían encerrado, dejando que sus ojos azul grisáceo observaran al Alfa y al Omega, y se preparó para darles una buena noticia.
—¿Tanaka-san? —contestó Shoyo, dudoso ante lo que pudiera decirles, y dilatando sus pupilas al verlo sonreír con complicidad.
—Escuchen bien, la recuperación de Kageyama consiste en recibir una clase de la asignatura que no aprobó —comenzó con su relato el joven de segundo año y piel morena, sonando seguro de sí mismo al tener la atención de todos en el club—. Al final, tendrá que hacer un examen hasta que apruebe. En resumen, ¡podrán reunirse con nosotros en Tokyo si Kageyama aprueba a la primera!
Esa respuesta los llevó a los dos jóvenes al Cielo, dejando escapar de sus labios un honesto chillido, producto de su felicidad. Pero Suga, los regresó a tierra firme tras recordar los hechos.
—Pero, ¿cómo irán a Tokyo? Nosotros usáremos el autobús, y tampoco deberían de ir con su propio dinero... —aludió, sólo logrando que Hinata apoyara esa respuesta.
—¡¿Qué deberíamos hacer, Tanaka-senpai?!
—No se preocupen, si acaba todo en el primer intento... —Ryuunosuke hizo una pausa dramática a propósito para parecer serio. Seguido de eso, no pudo evitar esbozar una carcajada bien pronunciada—. ¡Yo les conseguiré un mesías!
—¡Kageyama! —El primer día del campamento, Hinata llegó corriendo hacia el sitio donde el Alfa lo estaba esperando. El Omega estuvo algo retrasado por unos cinco minutos de la hora acordada en la que decidieron verse.
Tobio dejó de recargarse de la pared, metiendo su teléfono en su bolsillo donde estuvo leyendo el mensaje que le dejó Sugawara tras haber llegado a Tokyo, deseándoles ánimo. Ahí sus rasgados ojos azules notaron la pequeña figura del chico corriendo, usando el gakuran de verano sin traer su suéter escolar. En una de sus manos, pudo divisar una bolsa extra a parte de la amarilla cruzada que siempre llevaba.
—Llegas tarde... —indicó el azabache, cuando el menor bajó la velocidad de sus pasos y detuvo sus pies al ya estar frente a él. Hinata recibió ese reclamo con un leve puchero, arqueando sus cejas hacia abajo y levantando al aire lo que había traído.
—Es que quería encontrar mi delantal que uso para las clases de cocina, pero no pude encontrarlo —aseguró, empezando a caminar a la par de su pareja. Tobio lo escuchó con atención, intuyendo para qué necesitaba ese tipo de cosas a unas instancias de ir al campamento de Tokyo—. Mientras tú tomas tu clase extra, yo te prepararé el almuerzo especial que te prometí... —Sus últimas palabras sonaron ligeramente avergonzados, mirando hacia el suelo al caminar y dejando que sus mejillas poco a poco se fueran llenando de color rojizo. Simultáneamente, quiso apegarse más al Alfa, acortando sus distancias hasta el punto en el que sus brazos se rozaron.
Kageyama percibió el roce, notando la necesidad del más bajo de querer tacto de su parte. No se mostró reacio o disgustado, permitiendo sus pequeñas muestras de afecto discretas.
—¿De qué color es tu delantal? —interrogó Kageyama, continuando con la plática y accediendo a que Shoyo hiciera memoria.
—Creo que es verde... —recapituló, recordando como casi siempre lo olvidaba en casa, y debía de usar prestado alguno de la escuela. Eventualmente, volteó a ver a Kageyama, y le sonrió—. ¿De qué color es el que usas para tu clase de cocina?
—Es azul con cuadros blancos —contó, cuando los dos giraban por el pasillo y llegaban a las escaleras del segundo piso. Kageyama trató de no irritarse, pero siendo imposible no hacerlo al ver por el rabillo del ojo, la sonrisa burlona del de cabellos rizados, queriendo iniciar una pequeña competencia—. ¿Qué pasa? —Lo cuestionó, arqueando sus cejas hacia abajo.
—¿Eres bueno en la cocina? —indagó el más bajo, confiado al tener la corazonada de que no era cierto.
Muy al contrario, Kageyama suavizó sus facciones, dando un asentimiento sin dudarlo.
—¿Y tú lo eres? —marcó con seguridad, sólo logrando que el más bajo soltara un pequeño gruñido en modo de guerra al ver sus horribles dotes culinarios.
Al llegar al lugar asignado donde Tobio tomaría su clase extra, el mánager agradeció que la escuela no estuviera tan sola en fin de semana, viendo como otros chicos subían al mismo piso para tomar sus respectivas clases extras. No podría soportarlo si llegaba a ver un fantasma en el salón de cocina y no podía pedirle ayuda a nadie.
Más tranquilo, pudo detenerse al mismo tiempo en que Kageyama también lo hacía. Los dos se miraron a la cara, y el de ojos azules volvió a notar esa tentadora actitud del más bajo, donde sus bonitos gestos se oscurecían, y la seguridad lo llenaba.
—Kageyama, ¡llegáremos a Tokyo! —animó Shoyo con esas palabras, sin dudarlo ni un minuto, confiando plenamente en él. Tobio dilató sus pupilas, escuchando sus palabras, creyendo que sus mejillas se ponían calientes y de color rojo, reaccionando a su corazón que se aceleró.
—¡Por supuesto que iremos, tonto! —declaró, notando como el chico volvía a sonreír, dejando la bolsa donde llevaba ingredientes necesarios para el alimento en el suelo. Al hacerlo, volvió a enderezar su cuerpo—. Te has esforzado mucho... —confesó Tobio, tratando de no alterarse y gritar por el pánico de ver como las pequeñas manos del Omega se posaron en su pecho. Tobio sintió que las palmas acariciaron sin temor su pecho, pasando a través de los pectorales hasta que éstas se aferraron a la camisa.
Kageyama explotó, ardiendo en rojo, notando como su linda pareja se ruborizaba con fuerza, poniéndose de puntitas, para poder alcanzar a llegar a su mejilla izquierda y dejarle un beso. Las mariposas dentro de Tobio empezaron a jugar voleibol, queriendo ganar el set, sintiendo como la suavidad de los belfos tocaban con lentitud su piel, dejando húmedo el sitio, quedándose congelado, sonriendo como un bobo y no percatándose que cuatro de sus compañeros de clases que debían de tomar clases extras en la misma materia lo vieron.
Al separarse, para Kageyama, sólo estaba en su punto de visión, el bonito rostro de Shoyo sonrosado, con su aroma a naranja mezclado en chocolate algo inquieto por lo que había hecho.
—Es un beso de buena suerte... —marcó el de menor estatura, apartando la vista, posando bien sus pies en tierra firme, soltando poco a poco sus manos de Tobio para alejarlas.
Kageyama volvió a explotar.
¡Hinata era demasiado lindo!
El examen y la clase habían terminado, Kageyama podía sentir los nervios a flor de piel asomándose en su propia cara, estando sentado en la parte trasera del aula, podía tener la libertad suficiente como para jugar con sus dedos entre sí y tratar de respirar sin sonar sospechoso.
25 alumnos en ese salón de clases, algunos se habían unido después porque sólo eran 10 originalmente los que habían reprobado literatura moderna. Podía intuir que habían sido distribuidos jóvenes que iban por otras asignaturas en la hora del examen, ya que los oyó murmurar sobre lo difícil que se les hicieron las ecuaciones o los verbos en gerundio en inglés.
—Oye, Kageyama-san... —Una voz a su lado lo hizo despertar de su pequeña oración a los Dioses, al pedir una nota aprobatoria. El mencionado giró su cabeza hacia el lado derecho, y notó al joven de cabellos alborotados y ojos negros observándolo con libertinaje, un compañero de clase—. ¿Estudiaste para este examen? —preguntó, aunque no había tratado mucho con él.
Kageyama estaba a punto de responder de manera afirmativa, pero el otro chico que estaba atrás de él, un pelirrojo, lo interrumpió.
—Yo no lo hice —murmuró el otro compañero Alfa, y Kageyama tuvo un escalofrío al sentir una voz demasiado cerca detrás suyo.
—Yo tampoco —respindió el de ojos negros y se rio a la par que su amigo. Tobio arqueó una de sus cejas y no entendió muy bien la extraña calma de éstos. Seguido de eso, otra vez, esos ojos rasgados voltearon a ver a Kageyama, y quisieron preguntarle lo que habían estado buscando desde un principio al hacerle conversación—. ¿El chico que te besó en la entrada era un Omega?
La pregunta fue expulsada, y Kageyama Tobio sintió como su cara se tornaba de un intenso color rojo, sin ninguna salida de por medio, sólo dando un movimiento afirmativo de cabeza al responder.
—¿Está intentando seducirte o ya es tu pareja? —masculló ahora el pelirrojo a su espalda, dando una media sonrisa al querer llegar a su objetivo—. Tu aroma ha cambiado ligeramente.
—Es mi Omega... —dijo sin titubear Tobio, manteniendo por lo bajo el tono de su voz al hablar para no ser reñido por los dos profesores que estaban entregando los exámenes.
Los dos chicos parecieron entre sorprendidos y decepcionados, pero sus gestos divertidos siguieron en su cara.
—Es uno de los Omegas más lindos de nuestra edad, ¿no? —Se rio el de cabellos alborotados, volteando a ver al pelirrojo y Tobio entrecerró sus ojos, al no entender bien la dirección de la plática.
—Lo es —reconoció el pelirrojo, moviendo su boca con destreza y haciendo que Tobio se quedara quieto—. Traté de cortejarlo porque me gustaba su trasero —marcó con seguridad, haciendo memoria ante esas palabras y sólo logrando que Tobio apretara sus manos juntas, creyendo que la sorpresa se iba atrapando en él.
—¿Y qué pasó? —soltó el otro Alfa, y el joven ahora sonrió.
—Me golpeó cuando se lo dije, pero realmente no me dolió mucho... —marcó la verdad el chico, viendo como el profesor comenzaba a entregar los exámenes y observando como Tobio apretaba con más fuerza el agarre de sus manos, bajando sus cejas hacia abajo y chasqueando su lengua.
La plática no iba a un buen ritmo.
—Entonces, pensamos que como es tu Omega, si usas tu voz de mando, se verá obligado a obedecerte... —soltó por fin lo que buscaba el azabache, resaltando la condición superior de Tobio Kageyama al ser un Alfa puro—. Así que, ¿podrías prestárnoslo un rato? —marcó por fin sus verdaderas intenciones el joven, dejando que las orbes azules del Alfa lo vieran con la exaltación instintiva y la furia empezando a colarse en sus facciones.
Por el rabillo del ojo notó como la pequeña figura de Shoyo se apresuraba a llegar al salón, pudo divisar su rostro sonriente a través de la ventana alejada y el bento envuelto entre sus manos.
¿Qué creían que era Hinata?
—Prometemos no ser tan bruscos con él y te pagáremos si es necesario... —acertó ahora el pelirrojo, queriendo cumplir sus fantasías y sonando cordial al juntar sus dos manos para parecer serio.
—¡Kageyama! —llamó la mujer adulta, teniendo el examen en sus manos para poder indicarle la nota que sacó y buscaba entregárselo.
Tobio pudo controlarse, poniéndose de pie al tiempo, sin responderles directamente a los jóvenes hasta que los observó, estando completamente de pie. Los miró desde arriba y con desprecio.
—¿Qué piensan que son los Omegas? —Fue lo único que les dijo, olvidando todos los nervios que había sentido al querer recibir una nota aprobatoria, y con facilidad, llegó hasta el sitio donde estaba la profesora encargada tras tomar su mochila.
Al llegar al sitio, la profesora de cortos cabellos azabaches llegando cerca del hombro, lo contempló con seriedad. Esa Alfa pura tenía demasiada presencia, que hizo a Tobio temblar por lo bajo al pensar que había fallado al ver esas expresiones sin revelar nada.
Sin embargo, pronto esa mueca se transformó en una sonrisa. Le extendió el examen a su alumno, y Tobio ni siquiera pudo creerlo al ver un 89 perfecto ahí escrito.
—¡Esfuérzate en Tokyo! —apoyó, haciendo que Kageyama diera un pequeño sonido algo emocionado que sonó más agudo de lo normal y sus mejillas se tiñeron de rojo por la emoción.
—¡Gracias! —mostró con emoción, aceptando todo, con su mochila al hombro y su examen en mano, salió del sitio.
Al poner un pie afuera de aula, Shoyo lo estaba esperando. Sus gestos esponjosos y alegres cambiaron en cuanto a intensidad, sus cejas fueron arqueadas hacia abajo y su sonrisa decidida le hizo recordar a Tobio, que éste nunca dudó de sus habilidades.
—¿Lo lograste? —interrogó, sólo logrando que Kageyama asintiera a la par, y le extendiera frente a su cara el resultado de su examen.
Después de eso, sin que los dos dijeran ni una palabra, Hinata apretó contra su pecho el bento casero que le preparó a su pareja, y decidió correr junto con Kageyama a la salida.
Lo habían logrado.
Kageyama sonrió al mover sus pies, dando zancadas largas por las escaleras y notando de reojo al Omega que corría a su lado. Pronto pudieron llegar al primer pasillo, y sus rápidos pies se movieron hasta llegar a la salida principal del instituto.
Ahí, apenas pusieron un pie afuera se toparon con una mujer desconocida en la entrada principal, vistiendo una playera negra sin mangas, con pantalones ajustados de color vino y cortos cabellos rubios. Hinata pensó que era la versión masculina de Tanaka apenas la vio, y tampoco pudo pasar por alto el auto plateado en el que se podía leer «Cafetería Karasuno».
—¡Hola, fracasados! —saludó la mujer con un tono intenso, con un fuerte aroma a jengibre similar al que expulsaba Tanaka. Una Alfa que señaló sin rechistar el vehículo—. ¡Suban!
Los dos jóvenes tragaron grueso, al notar lo imponente que llegaba a ser una Alfa adulta, y permitió que Shoyo apretara más su bento contra su pecho, sonriendo con timidez.
—¿E-eres la hermana de Tanaka-san? —cuestionó el Omega, y la mujer sólo sonrió, dándose la vuelta, lista para entrar el coche.
—Llámenme Saeko —pidió, volteando a mirarlo de repente y les guiñó un ojo con complicidad—. ¡Los llevaré a Tokyo enseguida! —contó con seguridad.
Hinata y Kageyama se vieron cegados por la increíble genialidad de esa mujer rubia de ojos cafés.
—¡Saeko-neesan!
Podrían ir a Tokyo...
De una manera un tanto violenta y caótica.
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