Capítulo 33: ¡Al Campamento!
Capítulo dedicado a: VictoriaGarcia222 y Puerta-San, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¿Por qué de repente aceptaste ayudar a Kageyama a estudiar? —preguntó Shoyo con honesta seguridad, arqueando sus cejas hacia abajo y tratando de no tomarle importancia el ver al más alto sentado frente a él, con un examen que contestó por petición. El de cabellos rubios leía la página sin hacer expresión alguna, y sólo su corazón se vio atrapado al sentir el suave aroma ya más calmado a chocolate de su pareja sentado a su lado.
—Es que también eres un idiota —marcó con seguridad el Beta, apartando por fin su mirada de una copia del examen que el más bajo contestó—. Aunque tienes bonita letra. —Dio como respuesta segura esas palabras, en un vago intento de consuelo que sólo permitió que Hinata sintiera sus mejillas arder: ¿¡se ganó un halago de una persona tan salada!?
Pero, eso no importaba... ¡no! ¡Lo importante era la primera frase!
—¡No soy un idiota! —defendió el más bajó, cerrando sus ojos y sus manos se aferraron a su delgada playera blanca, queriendo creer eso. En su lugar, Kei sólo arqueó sus cejas, volviendo a bajar la vista para llegar a una pregunta al azar, listo para leerla.
Esa tarde, antes de la práctica y en la sala del club, Shoyo Hinata conocería una de sus debilidades.
—Un dicho que expresa que hasta la gente mala puede ser compasiva a veces y derramar lágrimas... —leyó, haciendo una pausa y logrando que el pequeño Omega tuviera que tragar grueso, sintiéndose presionado—. Hasta los ogros se conmueven con mazos...
Seguido de que Tsukishima expulsó esa respuesta, Tadashi se puso en el lugar del pobre ogro y sus ojos, dejando escapar un grito de dolor, poniéndose pálido.
—Oye, ¿cómo puedes hacerle eso al ogro? —respondió Kageyama a la pregunta, con sus cejas hacia abajo y sus ojos fijos en su pareja que se volteaba a verlo, con la duda plasmada en su cara.
—Seguro que pensaste en otro dicho con un ogro y un mazo —adivinó Tsukishima, y un escalofrío recorrió al de cabellos naranjas: ¿quizás, en su intento de ayudar a su Alfa, lo llevaría al matadero sin querer?—. ¿No leíste la explicación? —regañó el Beta, sin mostrar más expresiones que su cara de pocos amigos. Se le estaba tomando con seriedad.
—¡Cállate! —Y aún así, Hinata sintió la necesidad instintiva de querer defenderse.
Pero Tsukishima lo ignoró con absoluta facilidad, ahora posando en el suelo de tatami el examen reprobado de Hinata, y ahora llegó al que había respondido Kageyama, con una puntuación de apenas 22. Ahora lo regañaría a él.
—Tú tampoco vas bien, Kageyama —señaló los resultados obtenidos, y dejando que un chasquido se escapara de la boca del más alto, tras ser expuesto—. Puede que incluso seas peor que Hinata. Tienes que memorizar las palabras en inglés tú solo... —exclamó, cruzándose de brazos, y siendo un puente inevitable para creerse en el derecho de reclamar.
—¡Los japoneses no entienden el inglés! —respondió el alto de ojos azules, sólo logrando que Hinata sacudiera la cabeza de forma afirmativa, en modo de revelación.
—¡Eso, eso! —repitió el más bajo de los cuatro.
Kei arrugó su nariz, tomó aire, queriendo contar números mentalmente para poder llegar a una conclusión definida de paz mental, y dio un suspiro.
—No puedes reclamarme de tus propios errores, idiota —afiló más sus palabras Kei, deshaciendo el cruce de sus brazos para señalar con acusación a ese Rey idiota con balones en el cerebro—. Tuvieron un largo descanso en la sala de juegos, y no estudiaste absolutamente nada, preferiste marcar a Hinata —confesó la obvia realidad, sólo permitiendo que los dos jóvenes se vieron expuestos, al haberse encontrado con lo que indirectamente les quería decir el rubio: prefirieron estar de lujuriosos comiéndose en esa habitación, que pedir libros y estudiar.
Bueno, era un punto bueno. ¡Pero ése no era el asunto! Tobio vio de reojo como Shoyo, con toda la cara roja y el corazón revuelto, posó sus manos abiertas sobre sus mejillas calientes, tratando de respirar para calmarse y queriendo ser honesto. Tobio, por instinto, buscó quitarse la chamarra del equipo del Karasuno, bajando el cierre sin prisa y deshaciéndose de ella ante la atenta mirada de Yamaguchi y la irritada de Tsukishima.
Al ya tenerla entre sus manos, se la colocó al más bajo.
Hinata dilató sus pupilas al sentir sus brazos y torso siendo cubierto por las feromonas de su pareja, envolviéndose en medio de la calidez que generaba el chocolate con naranjas, protegido y querido, cuando el Alfa mucho más alto que él, lo rodeó por sus hombros con un brazo y buscó acercarse a él, para dejar que se recargara y acurrucara en su pecho.
Kei no podía sentirse más incómodo, tomando el examen de Kageyama entre sus manos, y teniendo un temblor venidero al ver al Rey idiota dejando que Shoyo restregara su mejilla en su pecho para calmar todo el alboroto de su propio pecho desbocado, y notaba como las pequeñas manos del Omega se aferraban a la chamarra, queriendo envolverse en ésta aunque no la estuviera usando directamente.
—Y te pones a coquetear en medio del estudio —masculló Kei, sólo haciendo sonreír con levedad a Yamaguchi por la irónica situación. No sabía que lidiar con dos estudiantes al borde de reprobar fuera tan difícil.
No fue de extrañar que Tobio se enojara ante tal equivocación (según él), bajando sus cejas hacia abajo y con la intención creciente de ponerse a reclamar.
—¡Eso no es cierto! —atribuyó con obvia seguridad, no pudiendo evitar experimentar una tremenda satisfacción y paz al sentir pequeñas cosquillas porque los rizos de Shoyo se meneaban suavemente entre su playera, llegando a la sensibilidad de su piel al frotarse—. Sólo quise calmar a Hinata —manifestó, siendo difícil de creer, porque la mano que abrazaba a Shoyo, se hizo más pronunciada. Kei dio un bufido, dando una sonrisa algo divertida, y prefirió cortarles las alas.
—Entonces, olvídense del viaje a Tokyo. —Cortó cualquier esperanza, apartando la mirada a otro lado, y dejando que sus orbes atrapadas a través de sus gafas, notaran a Sugawara y Asahi siendo un poco más pacientes con Noya y Tanaka al querer orientarlos. Él nunca podría hacer eso incluso haciendo su mejor esfuerzo.
—Kageyama. —La voz del capitán a sus espaldas, hizo a Kei dar un pequeño salto del susto. Yamaguchi gritó tras creer que era un fantasma. Cuando los dos voltearon, vieron al serio joven llamando la atención del colocador principal del equipo. Cuando los ojos azules y negros se toparon, no hubo necesidad de decir nada.
No, nada. Sólo señas.
Tobio las reconoció al instante, y Hinata se paralizó en una falsa alarma al ver que ésta se asemejaba a una pistola: ¿¡acaso estaban amenazando a Tobio con la muerte para que aprobara!? Se puso pálido y quiso gritar, creyendo que toda la voz se le ahogaba en medio de la nada.
Su boca le tembló y nunca pensó que su querido Capitán fuera así. Sus labios se abrieron con destreza y quiso decir algo...
—B rápido —respondió muy al contrario el joven, sacando de su trance ilógico al Omega, alejando un poco su rostro del pecho del Alfa para poder apreciar bien la seriedad en sus acciones.
¿Acaso era otro extraño código que utilizaban los deportistas? La duda se plasmó en su cara al parpadear varias veces y ladear un poco su cabeza, cosa que captó el adolescente con pecas demasiado rápido.
Daichi volvió a hacer señas y Tobio las observó.
—A. C. El tiempo frente al colocador —respondió al ver la mano completamente extendida. Luego pasó a otra seña, que se asemejaba a la que hacían los cantantes de rock—. Ataque izquierda-atrás. —Shoyo abrió su boca con sorpresa, Tsukishima pareció notar la ironía y Yamaguchi prefirió no decir nada—. D. Lado a lado. Semi. El tiempo tras el colocador.
—Qué rápido —profesó Yamaguchi, bajando sus cejas hacia abajo y dando una pequeña sonrisa algo turbada ante la mente rigurosa del número 9. Daichi sonrió, esa sonrisa daba la impresión de ser amable, pero, ahora que Hinata había tratado con él, sabía que algo se venía escondiendo entre esas facciones tan cariñosas.
—¿Cuánto te tomó memorizar eso? —dijo algo obvio para poder incentivarlo, sólo logrando que el kouhai de Sawamura parpadeara ante la pregunta, no captando la intención de ésta.
—Creo que lo hice el mismo día que me las enseñaron... —comentó, dando paso libre a Sawamura.
—Por eso no dejaré que digas que no puedes memorizar esas palabras —declaró por fin el de cortos cabellos negros y ojos del mismo color, posando sus dos manos en su cintura y ennegreció sus actitudes. Los cuatro jóvenes sintieron un escalofrío recorrerlos.
—¿Qué significa eso? —indagó Shoyo por fin, logrando que Kageyama lo volteara a ver y soltara poco a poco el abrazo que mantenía con él, al verlo algo nervioso y ansioso de querer acercarse a la bolsa cruzada de color amarillo y sacar una libreta y una pluma. ¡Se tomaría más en serio su papel como mánager!—. ¿Son señas del voleibol? Mencionaron al rematador —aseguró, moviéndose con torpeza, cuidando que la chamarra de Tobio no se le cayera, y empezó a hojear la libreta tras tenerla afuera.
—El código de señas en el voleibol sirve para comunicarse de manera no verbal en medio de un partido —describió Yamaguchi, llamando la atención de Hinata, quien rápidamente se puso a escribir—. Por lo general, a través de la colocación de los dedos en la parte de atrás del cuerpo, se puede informar a quien tiene el balón en qué dirección sacar, qué zona defender, bloquear o qué saque hacer —sostuvo, notando como Shoyo dibujaba una puchero en sus labios. Al alejar la vista tras escribir, se vio con su sonrisa algo torcida y sus manos apretaron la libreta y la pluma.
—¿D-debo de aprenderlas? —preguntó, y por fin Tadashi volteó a ver a Daichi. El de tercero sólo sonrió.
—No es necesario si no planeas entrar a un partido —confirmó Daichi, sólo logrando que Tobio posara su vista rápidamente sobre él para escuchar que clase de respuesta diría. Hinata sudó frío: a pesar de todo, no se veía jugando en un partido oficial en las nacionales—. Aunque puede servirnos de mucho si decides aprenderlas. Puedes pedirle la hoja a Suga cuando quieras —aseguró, dejando que Shoyo asintiera, emocionado.
Tobio le apartó la vista y miró hacia él frente: también haría su mejor esfuerzo.
Todo apuntaba a que sería inútil todo, ¡todo!
La suerte claramente no estaba de su lado, todo se le escapaba de las manos, y el terror creciente se iba desarrollando a algo más grande, teniendo que aguantarse las ganas de terminar llorando en medio del salón de clases donde la mayoría eran Alfas, y su cuerpo se tensó en medio de sus mareos, al ver a su profesor encargado: otro Alfa puro, le entregaba su examen a un compañero de cabellos cafés que iba antes en la lista.
Trató de darse ánimos, sus manos le sudaron, y trató de regular sus feromonas que no eran tan fuertes porque esa mañana decidió tomarse su medicamento. Todo debía de estar bien. Hinata trató de ayudarlo en lo que pudo, aunque resultó ser igual de malo que él, Tsukishima lo mantuvo pegado a los libros a punta de comentarios ácidos, y Yamaguchi fue lo suficientemente amable como para orientarlo en las matemáticas. ¡Nada podía salir mal!
—¡Kageyama-san! —llamó en un tono de voz elevado el docente a cargo de esa hora de clases. Tobio levantó su mano al aire para que éste supiera que sí estaba presente, y se puso de pie, queriendo obtener la fuerza de voluntad recapitulando los hechos: pudo aprobar incluso por suerte con 41 puntos algunas asignaturas, otras habían llegado a 50 y una por milagro obtuvo un 88.
¡Ninguna reprobada! Debía de ser positivo.
Kageyama dio un ligero asentimiento, logrando dar un bufido y deseó no quedar como sus compañeros, Fudo y Ono. Literatura moderna no era su fuerte, ¡la comprensión lectora era una mierda inservible!
Sus pasos se sentían pesados, podía sentir la mirada de sus compañeras y compañeros de clase. Esos grandes ojos se iban acostumbrando a sus pasos lentos y los temblores se hicieron más notables que algunos se rieron por lo bajo.
La escuela tenía una organización lógica, pidiendo ser diferenciada de las demás mixtas del país. En Karasuno, había salones especiales dedicados a Omega, que llevaban clases especiales modificadas para ellos, un pequeño ambiente en el que se podían sentir cómodos. Por lógica, los demás salones se ordenaban de una manera similar, pero menos estricta.
Los Alfas al tener un aroma fuerte, trataban de mandarlos a clases donde hubiera una gran cantidad de éstos para poder neutralizarlos un poco. Pero eso no descartaba la idea de que en esos salones para Alfas, hubiera Betas. En el de Tobio había diez.
Los demás salones restantes, eran utilizados sólo entre Épsilon y Betas revueltos, por ser algo similares y por ser los que más abundaban según las estadísticas.
Quizás estar en una habitación llena de Alfas, lo hacía sentirse mareado e incómodo, lo hacía sentirse desproporcionado a sus temores.
Llegó más fácil de lo esperado, notando a ese profesor de literatura moderna con gafas y cabello echado hacia atrás, observándolo con sus facciones endurecidas.
Kageyama sintió que sus piernas le temblaban, y no pudo hacer nada para evitarlo.
—Kageyama-san... —llamó, sin elevar el tono de su voz, y siendo más calmado de lo normal. Tobio se puso firme.
—¡S-sí! —respondió, queriendo parecer fuerte pero sólo se llevó una imagen que fue todo lo contrario.
—Escuché que tienes un entrenamiento especial de voleibol este fin de semana —destacó el hombre, haciendo que el azabache de ojos azules se pusiera pálido y sólo pudiera asentir.
El lugar volvió a quedar en silencio, ninguno de los demás alumnos se atrevió a decir alguna palabra que pudiera comprometerlos. El profesor volvió a bajar la vista en la hoja de exámenes, preparándose para hablar de nuevo.
—Tuviste una nota perfecta en kanjis, felicidades —dijo con simpleza, dejando que un pequeño rayo de esperanza se colara en el cuerpo de Kageyama, recordando esas tardes de estudio donde Tsukishima lo obligó a memorizar con riguroso entrenamiento. La esperanza todavía no estaba perdida...—. Sin embargo, la comprensión lectora no le ayudó mucho, Kageyama-san... —finalizó, entregando por fin los resultados finales y hundiendo en una zanja profunda al Alfa puro.
El alma se le fue del cuerpo al ver un 38. Kageyama la tomó, dejando que sus manos temblorosas sacudieron el papel donde el resultado estaba contenido, y supo que estaba perdido.
¡Sólo le faltaron tres puntos para estar fuera de la zona de peligro! ¡Nooooooooo!
El profesor de serio perfil atractivo, observó con pena a su alumno: notó como éste se esforzó en tomar apuntes, en no dormirse en clases y a veces al pasar por los pasillos, veía que el joven se encontraba en uno de los salones más orientados a Betas, donde un Omega, un rubio y un joven con pecas lo apoyaban.
—Debería de salir a tomar un poco de aire... —indicó, señalando directamente hacia la puerta para que se quedara un rato en el pasillo y abriera la ventana de éste.
Tobio dio un movimiento positivo. Todo era inútil. No podría ir al campamento, tampoco podría ir Shoyo por su culpa.
Era un pésimo Alfa.
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