Capítulo 31: A Un Paso Del Campamento
Capítulo dedicado a: Mitsuki_chan23, amoelkagehina y zjustwantsleep, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—Como vamos a seguir con el club, al menos necesitamos buenas notas —profesó lo obvio Suga, poniéndose de pie del suelo y viendo sin inmutarse como Ennoshita llegaba con sus dos manos ocupadas al traer arrastrando a Noya y Tanaka.
—No deberían de reprobar —afianzó el joven de cabellos rubios y gafas a sus dos superiores, quienes sólo pudieron sentir como todo el mundo se les sacudía, ante la burla profesada de ese joven alto que hablaba desde su privilegio.
Hinata vio consternado a Kageyama, comenzando a sacudirlo y sólo llevándose fácilmente la terrible noticia de que éste no se movía. ¡No podía ser! ¡Apenas se habían hecho pareja, y Kageyama ya estaba listo para ascender al Cielo!
—Ta-tal vez podemos rogarle al director... —contó sus planes con destreza a su pareja, queriendo que el azabache le dijera algo, o al menos, eso sirviera para poder tranquilizarlo. Al no recibir respuesta, volteó a ver al asesor encargado, quien sólo pudo mirarlos con un poco de lástima ante sus vagas ideas de querer zafarse de lo inevitable.
—¿Por qué mejor no se esfuerza en aprobar? —Dio Tsukishima la respuesta más fiable al mánager, quien, a pesar de que sabía que era la mejor opción, y que si seguramente se lo hubiera dicho alguien más del club la tomaría en cuenta, pero el simple hecho de que se la dijera ese chico molesto ya lo hacía rabiar en sus adentros.
—Aunque el subdirector aceptara, si debes tomar clases extras, eso tendrá prioridad... —dijo su veredicto final Takeda, dando un suspiro al terminar. Tobio, quien apenas podía escuchar todo, ya que se cree que, cuando mueres, lo último que pierdes es el oído, sintió como todas sus esperanzas de mejorar en Tokyo para poder llegar a las nacionales se iba desvaneciendo, haciéndose un sueño inalcanzable para él.
Posiblemente era una oportunidad única, el haber escuchado que el Aoba había sido invitado al mismo campamento, significaba que éste tal vez podría extenderse a otras escuelas del país. Sin contar que había encontrado a un rematador con talento sin pulir como lo era Hinata... ¿y él no podría asistir?
«Kageyama murió de nuevo», pensó el único Omega del equipo de manera inevitable, queriendo reanimarlo y revivirlo de manera desesperada. Sus ojos estaban aterrados, y buscó pasar su mirada por todo el club, buscando un salvador.
Lo encontró más rápido de la cuenta, al ver al otro adulto de cabellos rubio poniéndose de pie. Era su oportunidad.
Hinata se apresuró, apurando su paso para poder correr hacia el sitio donde el mayor estaba, casi tropezando porque uno de sus pies se resbaló, pero hizo todo lo posible para poder llegar a su objetivo.
—¡Entrenador! —manifestó su nombre para que no fuera ignorado, aferrando sus manos a la chamarra roja del adulto, y sólo llevándose como contestación, la mirada temblorosa y nerviosa del susodicho, siendo apartada, queriendo evadir el tema por su cuenta. De nada servía la mirada suplicante de un Omega que pedía con desespero ayudar a su Alfa.
—Bu-bueno, para un Alfa es imposible poder zafarse de esto en Karasuno... —Atiborró con destreza la política de la escuela, ya que, contrario a los Omegas, se esperaba que los Alfas estuvieran dominando todo: lo deportivo, familiar, social y académico.
—¡Pero-...! —Shoyo sonó más deseperado, y el entrenador terminó igual de aterrado por el tono de voz empleado del más bajo. Si Hinata seguía alterándose, posiblemente terminaría soltando un chillido, y Tobio reaccionaría a él con hostilidad hacia todos de manera inconsciente, eso no era bueno.
—¡Necesitan fuerza de voluntad! ¡Es lo importante! —trató de detener lo inevitable el entrenador, sonriendo con cierta torpeza y balanceando la mueca al no saber cómo manejarla. Se llevó el rostro consternado de Hinata, porque el idealismo posiblemente no sería de ayuda.
Shoyo dejó salir de su boca ese chillido de ayuda que normalmente los Omegas utilizaban, cayendo de rodillas al suelo y rindiéndose al no saber qué hacer.
Por supuesto, eso provocó que Kageyama reaccionara, afilando sus facciones de golpe. Detuvo su paseo por el Cielo y observó a cada uno de los ahí presentes, alterándose al ver al de hebras naranjas contra el suelo, sin despegar la mirada del liso material del gimnasio y con la frustración al tope porque había logrado en parte que pudieran ir al campamento con ayuda de Kageyama, Ritsu, Nishinoya y Kiyoko... ahora la meta sonaba igual de lejos, ¡noooooooooo!
Tanaka y Noya ya habían perdido la fe en sus propias habilidades terrenales, por lo que no fue de extrañarse que los dos estuvieran rectos, mirando hacia el techo con las orbes muertas y sus manos simulando una oración a un ser omnipotente. Al mismo tiempo, Kageyama se ponía de pie, tambaleándose entre su propia fuerza de voluntad para llegar hacia donde estaba Hinata, y no se cohibió en mirar feo al entrenador y a Sugawara, porque trataban de acercarse a él.
—Están perdidos. —Se carcajeó Tsukishima como era su costumbre, encerrando en su mirada a través de sus lentes, a Tobio agachándose a un lado del más bajo para poder tomarlo por los hombros y calmarlo, y a Noya y Tanaka comenzando a gritar.
Yamaguchi esa vez no le siguió la burla a Tsukishima, sintiendo las nauseas y el factor aterrador que todos sentían a pesar de no estar en el mismo peligro, que buscó aferrarse al brazo de Kei, creyendo que el piso se le movía.
—Tsukki, creo que estoy escuchando borroso... —relató el Epsilón en un tono de voz muy bajo, quedándose pálido y logrando que el mencionado volteara a verlo.
—Tú estarás bien, Yamaguchi, te ayudaré a estudiar si tienes dudas —tranquilizó a su manera el rubio al de cabellos verdes. Palabras que aunque las dijo bajas para que nadie más las escuchara, para su desgracia, sí fueron oídas por Shoyo: ¿así que ese presumido era bueno en los estudios?
Shoyo levantó la mirada por fin, viendo como Kageyama trataba de tranquilizarlo, a pesar de que el de ojos azules estaba peor. Literalmente estaba al borde de las lágrimas, y Tanaka y Nishinoya ya lloraban.
—Kageyama...
Daichi tenía que interferir, era lo mejor.
—¡Tranquilos! —El grito del capitán resonó por todo el gimnasio, haciendo que todos se quedaran congelados. Nadie pudo hacer un movimiento de más, porque sería como cavar su propia tumba—. Aún hay tiempo para los exámenes finales, y sabiendo el rumor de que habrá fuertes escuelas que salían de la asociación convencional del Nekoma como el Kamomedai, el Inarizaki y el Itachiyama, ¡el Karasuno no podrá relucir su potencial sin estos tres idiotas!, y la escuela no le dará permiso a Hinata de poder ir si Kageyama no va.
Kageyama volvió a morir, esa vez teniendo que ser sacudido por Shoyo de la camisa para que no muriera, y Tanaka y Noya estuvieron en un dilema. Salió peor la idea de Sawamura.
Hinata debía de hacer algo, incluso si eso significaba pedirle ayuda al enemigo. Todo sea por el bien del equipo, así podrían ir a las nacionales.
—Lo más importante que deben de prometer ahora... —Después de que las clases y prácticas terminaran, en la sala del club, con todos los chicos ya cambiándose para irse a casa, el capitán estaba parado, con los brazos cruzados y la mirada endurecida ante sus tres menores que estaban sentados en el suelo. Parecían regañados, y nadie del club se atrevió a hacer un movimiento de más, ni siquiera Hinata—, ¡es que no se dormirán en clases! —soltó la primer indicación que podría llevarlos a la aprobación definitiva.
Como era de esperarse, no fue extraño para Shoyo, ver como todo el ambiente decidido se tensaba y los temblores se hacían presentes en los cuerpos.
—¿Ésa es la prioridad? —murmuró con algo de duda Asahi, como si fuera algo extraño, o incluso, difícil de creer. Hinata palideció, pero no se atrevió a decir nada o intervenir en la petición: él también se quedaba dormido en clase en algunas ocasiones...
Desvió la vista por unos segundos, sabiendo que como él era el único que no participaba de manera directa en las actividades del club, lo único que debía de hacer en la sala, era esperar a que los demás se cambiaran. Él ya llevaba puesto el chándal negro característico del equipo, y como no tenía que tomar el autobús para Omegas, podía tontear y tardar todo el tiempo que quisiera.
—Quedarse despiertos tarde por pura fuerza de voluntad, perder el tiempo en clases y el club, ¡todo es absurdo! —Por cada nueva palabra que se iba sumando a la boca del Capitán, Shoyo se sentía abrumado ante el aroma aturdido de su pareja, como si pidiera ayuda de manera indirecta. No era de sorprenderse, Hinata podía apostar a que los tres chicos problema estaban a punto de morir ahí mismo, como si les estuvieran disparando con flechas en el pecho, y su caída ya fuera inevitable.
—Sí... —respondieron los tres al unísono, de una forma demasiado baja, que todo se confirmó para el Omega.
—Ya nos vamos... —dijo Tsukishima, tras terminar de vestirse por completo con la chamarra y pantalones deportivos de club. Hinata reaccionó a su voz de manera inconsciente. Por supuesto, lo tenía bien vigilado. Sus ojos cafés se acoplaron a la seria figura del chico, con su habitual cara de pocos amigos, observando con simpleza y como si no fuera de su incumbencia la escena.
La ojeada de Shoyo no era discreta, ni tampoco era planeada para serla. No fue de extrañarse que sus miradas se cruzaran de manera inevitable cuando el número 10 se sintió examinado.
Kei vio a Shoyo. Y Shoyo vio a Kei.
Los dos se perdieron en la mirada ajena, hasta que el rubio pareció leer sus intenciones: de pronto, sus cejas rubias fueron arqueadas hacia abajo, sus ojos fueron entrecerrados en señal de desacuerdo, y su boca mostró un honesto desagrado.
No habló, no soltó algo que pudiera comprometerlo, sólo salió del sitio y esperó a que Tadashi saliera detrás de él antes de cerrar la puerta. Hinata dilató sus pupilas, con la ofensa empezando a llenarse en su cara por lo que había notado.
No había sido su imaginación que lo habían ignorado, ¿verdad? ¡Lo ignoró!
—Estarán bien, a fin de cuentas, aprobaron el examen de ingreso —animó de una manera muy sutil Sugawara, pero que logró que se sintieran conmovidos de que una persona tan amable como su superior, les diera esperanza—. Pero más vale que se preparen si se atreven a dormir en clases —cortó todo de golpe, junto con el cierre de su chamarra subiéndose con violencia hasta quedar en su lugar.
Hinata asintió ante las palabras del amable chico de hebras grisáceas. Era cierto, no todo estaba perdido, sólo era cuestión de ponerse a estudiar.
Sacó de sus labios un bufido, arqueando sus cejas hacia abajo y dando un movimiento de cabeza al querer animarse, cabriolando hacia el chico medio muerto que no encontraba una solución ante tantos requisitos que pedía Daichi.
Sonrió con nerviosismo, dejando que su mueca temblorosa se mezclara a través de su rostro, y su corazón se viera atrapado en medio del pánico venidero de querer hacer que todo el Karasuno fuera a las nacionales, y para eso, creía que era necesario el campamento.
—Kageyama... —pronunció su nombre en un tono de voz bajo y algo endulzado, como si buscara ser cariñoso con el más alto.
Tobio lo volteó a ver, con su mirada de pocos amigos más marcada que de costumbre, con el sudor corriendo por parte de su cara y sus ojos azules encerrando la pequeña figura del Omega que se acercaba a él y se agachaba a su lado.
Al hacerlo, Shoyo sonrió, acompañando a un pequeño rubor en sus cachetes y jaló de la playera del más alto para que se inclinara. Éste hizo lo que se le pidió, acercando su oreja a la boca del chico.
Todo el club fue testigo de como el de ojos cafés le susurró su plan en voz baja, obteniendo con rapidez, la cambiante expresión seria del Alfa para volverse una molesta.
¡No, en definitiva no!
Kageyama giró su rostro hacia Shoyo y negó con frenesí el plan descabellado del menor.
—¿Qué? ¡No! —contestó de manera apachurrada. Sólo logrando que Hinata hiciera un pequeño mohín en sus labios, tratando de convencerlo por las buenas y volvió a jalar de su playera, queriendo que lo escuchara.
—Por favor, Tobi... —engatusó con facilidad gracias a ese apodo y su tono un poco más bajo, tomando la mano de Tobio más cercana, y le dio un apretón. Ganó su cometido, porque fue cuestión de segundos antes de que toda la cara de Kageyama se pusiera roja, pudiendo asemejarse a un tomate, con su corazón de adolescente notablemente acelerado por el bonito apodo, y la imagen de un Hinata llamándolo, con sus grandes ojos cafés observándolo y sus labios entreabiertos, hicieron que una flecha invisible se estrellara en el pecho de Kageyama. Una lanza directo al corazón.
Pero no, ¡en definitiva no!
Aunque sí quería decirle que sí...
¡Pero no! ¡Menos si se trataba del engreído de Tsukishima!
—¡No! ¡Me niego! —escupió, apartándole la mirada para no ceder y sólo llevándose como contestación que el más bajo le soltara la mano y también se enojara.
—¡No seas quisquilloso! ¡No iremos al campamento si repruebas! ¡Habrá muchas escuelas importantes! —estableció entre sus labios la realidad, tratando de persuadirlo ahora con un tono más fuerte. Kageyama se quedó congelado, chirriando sus dientes al ver el gesto enojado de Hinata casi sobre él—. ¡¿Te parece bien faltar?! ¡Serás el mejor colocador de la prefectura, porque sé que mejorarás allá!
«La primera pelea del noviazgo», atribuyó los hechos Noya, mirando conmovido la escena junto con los demás del Karasuno.
Al final, Kageyama no pudo hacer más que chasquear su lengua, viéndose abrumado en lo que ocurría, que terminó por apartar la vista, no muy convencido.
—E-está bien...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro