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Capítulo 30: Exámenes Finales

Capítulo dedicado a: dian511123 y _KarinaSimp_, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—¿Esperarás a Hinata? —Tanaka preguntó, sin siquiera tomar en consideración cualquier palabra de más u otras acciones al ver al chico rehusar a cambiarse. Algo raro, el joven azabache de mayor estatura había entrado como de costumbre al vestidor, había saludado con una pequeña reverencia, e incluso se había quitado el suéter del uniforme.

—Sí, me quedaré a esperarlo —asintió el chico de ojos azules, tratando de evadir la mirada, tornando todos sus cachetes de color rojo. Sí, Kageyama Tobio había empezado a actuar extraño desde que se encontró orillado a quitarse la camisa escolar. Tanaka notó eso como algo demasiado sospechoso, ni siquiera pidiendo decir con certeza que ese joven mentía bien, ya que era un muy mal mentiroso.

Pero el chico de segundo no dijo nada en esa ocasión, viendo por el rabillo del ojo como Suga y Daichi terminaban de cambiarse y se disponían a salir, pidiendo que no se tardaran. Él, por su parte, sólo tuvo que ponerse su característica chamarra negra, acomodando las mangas y subiendo el cierre para estar listo.

—¿Por qué quieres esperar a tu Omega? —Como si fuera una mentira o un incentivo para molestar más al joven, Kei ya estaba en la puerta, listo para salir, permitiendo la salida veloz de Noya, y a Ennoshita detrás de él pidiendo que no corriera. Tobio sintió que era expuesto y tragado por esos ojos cafés divertidos que eran escondidos fácilmente detrás de los lentes que estaba utilizando. Yamaguchi era de ese tipo de personas que siempre le seguía el juego a Tsukishima, por lo que tenía en la mirada a dos jóvenes directamente sobre él: ¿qué demonios? ¿Qué demonios?—. ¿Acaso tienes algo que esconder? —Jugó con sus palabras, sólo haciendo que el Alfa estuviera a punto de desvanecerse, palideció y se marchitó.

—¡N-no es eso, bastardo! —gritó, en un modo certero de querer recriminarlo. Por consecuencia, sólo se llevó la mirada divertida de Tsukishima tras entender lo que ocurría, y salió del aula sin dar explicaciones o querer saber lo que de sobra ya se podía intuir.

Y aunque Kageyama negó que algo trataba de ocultar, la verdad era todo lo contrario. Sus labios temblaron y dio una pequeña reverencia en modo de despedida cuando Asahi, el último chico que quedaba cambiándose, salió del aula, dejando el aire refrescante corriendo por su cuerpo. El alivio extenuante se escapó de su cuerpo en modo de un suspiro.

—¿Debería de traer mi playera que uso para entrenar abajo del uniforme? —destacó con seguridad, bajando por fin su camisa que ya había sido desabrochada. No se la quitó por completo, las mangas llegaron hasta sus codos, sólo se podía ver los músculos de su pecho al descubierto y su espalda ancha.

Sus labios formaron un puchero y se vio obligado a querer buscar su playera blanca entre su bolsa que portaba los uniformes oficiales de los partidos, y todo lo necesario para una práctica común en el segundo gimnasio de la escuela. Por supuesto, no estaba avergonzado de su relación con Shoyo, pero debía de cuidar su intimidad con él.

«Hinata me dejó rasguños en la espalda y en mi pecho», afirmó sin reparos el Alfa puro, siendo incluso algo de lo que no sabía en lo absoluto hasta que esa mañana cuando tomó una baño, en el espejo del lavabo los notó.

Pensó que sería muy incómodo para los demás miembros del club notar lo que hicieron cuando estuvieron encerrados, y posiblemente sería un tormento para Hinata el verse descubierto de esa forma.

Al mismo tiempo en que sacaba la playera, la puerta del aula fue abierta sin ser tocada. Tobio Kageyama dio un pequeño salto y soltó su prenda, pensando en que todos sus esfuerzos para ocultar el salvajismo de su Omega en la cama se iban por la borda. Para su suerte, sólo se trataba de la delgada y pequeña figura de Shoyo.

Una sonrisa diminuta esparcida por toda su boca, de oreja a oreja, el rubor en sus mejillas y la ilusión por verlo. Tobio se sintió bendecido por esa imagen que se le presentó, y una diminuta mueca en zigzag que quería parecer un sonrisa, lo hizo volver a afirmar lo feliz que estaba de poder compartir su propio aroma a chocolate mezclándose con el naranja.

—¡Kageyamaaaaa! —gritó con emoción el más bajo, alargando la última a, y no perdiendo el tiempo para cerrar la puerta detrás de él, aventando su mochila al suelo, y corrió hacia el cuerpo a medio vestir de su pareja—. ¡El idiota de Tsukishima-kun dijo que decidiste esperarme! —contó lo que el rubio le había contado, y Tobio ni siquiera pudo evadir o evitarle la mirada, en su lugar, se quedó quieto, sintiéndose atrapado por esa enorme sonrisa en su rostro, que se vio guiado por sus instintos.

—Llegaste a tiempo —afirmó el joven sin ataduras, dejando caer toda la camisa y deshaciéndose de ésta. Muy al contrario, Shoyo, al notar la desnudez ajena, sintió como su corazón se aceleró de sobremanera, su cuerpo se vio obligado a reaccionar positivamente a él, y sus ojos almendrados recorrieron sin ser discreto el cuello grande y la manzana de Adán, sus brazos con músculos notables, su abdomen trabajado y sus pectorales. Uno de ellos tenía marcas apenas visibles de rasguños, cerca del pezón... 

¿Qué?

Shoyo se sintió caer en una zanja profunda, se cuerpo se vio atrapado en medio del caos, y toda su cara hecha un revoltijo de emociones de adolescente, se quedó atrapada entre la vergüenza. Ahora, tenía la necesidad casi instintiva de querer disculparse con su Alfa, quien no parecía bastante afectado por los hechos, y en su lugar, se dedicaba a pasar su mano sobre sus cabellos, dando un movimiento certero que se eclipsó en una caricia, y éste se inclinó lo más pudo para que su nariz pudiera hundirse en los rizos del más bajo. Aspiró el aroma, notando entre sus fosas nasales el delicado aroma a chocolate ya mezclado con el fuerte sabor a naranja.

Por supuesto, que oliera a chocolate no era lo mejor, si no que más bien lo era que su Omega compartiera aroma con él.

Hinata se encontró congelado ante la extraña forma de actuar del chico azabache, pero aún así, no se vio con ganas de echarse para atrás al haber tomado la decisión de querer disculparse con él. Por eso, alzó un poco su rostro, forzando a que el más alto alejara su nariz de sus cabellos y así los dos pudieran verse a la cara.

—Perdón por dejarte mar-... —Antes de que Shoyo siquiera pudiera terminar su disculpa, fue interrumpido violentamente por el joven de ojos azules. Los grandes brazos desnudos rodeando su abdomen lo apresaron con fuerza, su propio rostro se vio enterrado en el pecho del chico y se sintió acalorado porque sus pieles rozaron.

Hinata no dijo nada y Kageyama tampoco después de eso. El abrazo bien propinado que le estaba dando el Alfa a su Omega, hicieron saber al joven de cabellos naranjas, que eso ya sería algo normal en su relación.

No tardó en acostumbrarse a la calidez de Kageyama, terminando por corresponder al ser la primera vez que lo haría siendo pareja, y pasó sus delgados brazos y manos enguantada por la ancha espalda del chico. Ahí, le dio unas pequeñas palmadas.

—Bien, bien, Kageyama —susurró el chico, separándose un poco del pecho ajeno para poder respirar y para poder ver al mencionado que lo tenía entre sus brazos. Hinata supo que su imaginación estaba fuera de control, al percibir en ese serio armador que de un balonazo podía regresarte al útero, como un pequeño perro feliz que meneaba la cola alegremente por tener a su pareja. Esa extraña sonrisa torcida y sus ojos azules brillando reforzaban la idea—. Estoy feliz de verte, Kageyama —aseguró, logrando que el Alfa se notara más satisfecho por eso.

Hinata ahí lo entendió...

«Es ese tipo de novio que le encantan los mimos».

—¡La recaudación de fondos ha sido todo un éxito! —No pudo evitar exaltarse Ukai, cuando todo el club de voleibol ya había entrado al gimnasio y se habían sentado en el suelo, cerca de la red ya colocada en el gimnasio. Los dos adultos responsables de los 13 chicos, estaban sentados frente a ellos, siendo Ukai el más emocionado, y el profesor Takeda con un gesto bastante serio que parecía guardar varias condiciones con respecto al viaje cercano a la concentración.

Sin embargo, eso pasó desapercibido por todos, siendo el principal detonante Noya al estirar sus dos brazos y soltar un grito que resonó por el sitio, rebotando con las paredes e imitando un eco. Tanaka le siguió, y pronto fue un incentivo para que Shoyo también se emocionara con agresividad, haciendo el mismo ruido que el grupo problema y recibiendo de forma afirmativa la mano abierta de Suga sobre sus cabellos en modo de una felicitación por la recaudación.

La felicidad no les duró mucho, ya que apenas elevaron el tono de voz «aceptado», y siendo candidatos perfectos para que el subdirector viniera a callarlos, hizo que Takeda tomara medidas extremas, dando un carraspeo certero que se mezcló en el ambiente, y detuvo el bullicio sólo con eso. De pronto, el gimnasio ya estaba en silencio una vez más, y la mirada de los jóvenes estaba puesta sobre los dos docentes.

—Como será fuera de la ciudad, necesitamos el permiso de sus padres o tutores, así que les daremos unos formularios. El consentimiento de la escuela ya la tenemos —murmuró el Beta en un todo de voz calmado, observando a Hinata por la última frase pronunciada. Sus ojos se encontraron con el chico a un lado de único Alfa del grupo y del subcapitán.

Se enteró por oído, de la conversación de  Daichi y Sugawara, con respecto a la situación sentimental del mánager y el armador titular. Takeda podía sentir un alivio por el chico al que alguna vez llegó a defender en el pasillo de la institución, porque un Alfa quiso golpearlo. Ahora que había sido marcado, Shoyo no tendría que hacer todo un papeleo para que lo dejaran salir de la escuela, la única condición existente, era que su Alfa debía de ir con él.

El problema no era ése.

No, en definitiva no lo era.

El adulto con gafas y chamarra verde, dejó que un diminuto suspiro se escapara de sus labios, sabiendo que debía de ponerse serio y endurecer su corazón, si quería que sus estudiantes pudieran avanzar académicamente.

—Pero... saben que dentro de unas semanas... —Hizo una pausa, notando como los ojos de todos se posaban sobre él. El adulto no retrocedió, y en su lugar, sacó de entre sus bolsillos, una libreta de pasta de color negra, y comenzó a hojear todo con rapidez—, tendrán que hacer exámenes finales, ¿no?

La bomba fue soltada por el aterrador Takeda. 

Una advertencia innata certera, y pronto ya tenía a tres chicos congelados: Nishinoya, Tanaka y Kageyama. Y Hinata, con los ojos desorbitados, veía como a su Alfa parecía escapársele la vida al recibir esa aterradora noticia. El aroma a chocolates con un pequeño toque de naranja estaba flotando en el pánico.

—Lo saben, ¿verdad? —repitió el hombre con tono serio, notando que los tres jóvenes con la mirada muerta voltearan a ver a otro lado, como si no fuera de su incumbencia eso. Pero eso no detuvo al profesor para seguir hablando con la verdad—. Creo que ya saben lo que quiero decir, pero sí reprueban alguna materia, tendrán clases extras ese fin de semana. Así que no podrían ir a los partidos.

La cara del profesor Takeda daba miedo, y Shoyo agradeció internamente de que a ellos no les aplicaran exámenes para no generar estrés (aunque tenía la sospecha de que quizás sólo lo hacían porque su vida prácticamente ya estaba hecha, sólo debían de encontrar a un Alfa con el cual tener a sus cachorros y eso sería suficiente).

Por su parte, Kageyama pensó que era un buen momento para morir. Y todo el ambiente tenso no ayudaba en lo absoluto.

Tal fue la presión, que Noya y Tanaka quisieron huir: salir corriendo del gimnasio para tomar aire fresco y olvidar la terrible realidad que los aquejaba. Daichi entró en pánico al verlos.

—¡Oigan, no tienen adónde huir! —avisó el capitán, haciendo una seña a Ennoshita con la mirada para que éste los atrapara. Y, como si el azabache de segundo tuviera poderes sobrenaturales, su velocidad se vio marcada, que pudo interponerse en el camino de ambos, antes de que éstos salieran del gimnasio.

Hinata vio las acciones de sus dos superiores, dando un vistazo al techo y no pudiendo evitar sentirse nervioso. Cuando las otras personas se ponen nerviosas, sin querer, él también termina nervioso. No sabía la razón exacta del por qué su estómago comenzaba a revolverse.

—¿Reprobar? —cuestionó Shoyo, mirando hacia arriba para poder pensar en esa palabra. Claro, él no tenía exámenes, pero si los tuviera, ¡serían pan comido! ¡Por supuesto que los exámenes no lo barrerían a él!

Pensó en Kageyama, sus labios formaron un mohín, y pensó que como ese joven tenía porte atractivo, actitudes serías e inteligencia innata en el voleibol, no tendría problemas con los exámenes, ¿verdad?

¿Verdad?

Una sonrisa temblorosa se dibujó en sus labios, volteando a ver al chico que estaba a su lado, queriendo ver qué expresiones hacía.

—Kage-... —Hinata abrió con lentitud sus labios, quedándose quieto al ver al estático joven con la espalda algo encorvada, la mirada perdida en la nada, y a punto de pasar a mejor vida.

—¡Kageyama no respira! —gritó aterrado Yamaguchi, y Shoyo sintió que él también iba por el mismo camino.

—¡Se murió mi Alfa!

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