Capítulo 29: Pequeño Mánager
Capítulo dedicado a: Chibidzs, -LEOx-, Moonieee-, NuitxB, xantay y Lupitafloresgp, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Hinata cerró sus ojos, no pudiendo evitar sentirse entusiasmado cuando el viento cálido golpeó directamente contra su cara por la emoción venidera que estaba sintiendo en ese momento. La bufanda que estaba usando y los guantes verdes que lo ayudaban a combatir el frío, llegaban a ser de mucha ayuda. Era diferente, en el autobús para Omegas todo era cálido, era acogedor y podías quedarte dormido durante todo el trayecto a la escuela, ahí no, pero se sentía más feliz, era como una experiencia nueva.
Al entrar a los territorios de la escuela, pensó que a esas alturas, si no estuviera mordido, ya hubiera empezado a sentir los síntomas de una excitación creciente por el exceso de ejercicio físico. Una sonrisa divertida se quedó atrapada en sus labios, un gesto de sorpresa y felicidad pura al casi no creerse que eso le hubiera pasado a él. Disminuyó la velocidad a su pedaleo, y se preguntó si tal vez Daichi o Kageyama lo reñirían si se enteraban de que derrapó en bicicleta y que casi salía volando en una curva, pero, ¡hey!, llegó en veinte minutos (en definitiva, no lo volvería a hacer).
Pronto llegó al pequeño estacionamiento de bicicletas, por lo que utilizó los frenos y bajó sus pies para poder mantenerse equilibrado al momento de descender del vehículo de dos ruedas.
Ahí, ya no pudo ocultar su felicidad y satisfacción.
—¡Lo logré! ¡Llegué a la escuela! —No pudo evitar gritar, importándole poco si los estudiantes cercanos lo escuchaban o captaba la atención de alguno que otro chico que también estaba dejando su bicicleta aparcada en el sitio. La sonrisa sólo se hizo más grande en su cara que ni siquiera pudo borrar sus facciones por nada externo...
O bueno, todo menos por el chico que estaba en el pequeño estacionamiento para estudiantes que también dejaba su bicicleta. Jiro Ogowo seguía igual que siempre, con sus cabellos castaños cortos y ojos del mismo color, las pocas pecas que tenía estaban regadas por sus mejillas y parte de su nariz, con sus delgados labios y su piel nívea. Parecía exhorto en su mundo, dejando que Hinata tuviera un escalofrío certero por todo su cuerpo, una oleada de terror creciente que se iba acumulando en su estómago, como si quisiera vomitar por los nervios que ese chico antipático le provocaba.
Pensó por unos segundos en aventar su bicicleta y salir corriendo hacia el salón del club, pero sabía que eso no podía ser posible, ya que haría mucho ruido y honestamente no tenía mucha fuerza como para cargar una bicicleta con sus dos brazos como si nada, sin que se le escapen quejidos de cansancio; incluso si soltaba la bicicleta ahí mismo, ésta terminaría cayendo contra el suelo y el ruido que haría lo delataría.
La única forma que tenía era dejar su bicicleta aparcada mientras fingía ser alguien que no conocía a ese castaño... sí, ¡a pesar de que el único espacio que quedaba libre era al lado de ese chico! Shoyo dio un suspiro largo, inflando con levedad sus mejillas con fuerza y esforzándose lo más que pudo para poder afrontar ese gran problema y se acercó a él.
Por suerte, el joven estaba demasiado ocupado acomodando el candado que ya venía integrado en el estacionamiento, agachando parte de su tronco y sus rodillas flexionadas. Hinata pudo llegar sin problemas a su lado, acomodando la bicicleta y alterándose al ver que no servía como ninja silencioso cuando se oyó fuerte a la bicicleta recargándose del tubo, dejando que sus feromonas aterradas se expulsaran por su terror creciente: naranja con un tenue olor a chocolate rondando por ser el aroma de su pareja.
A las fosas nasales ese olor característico pareció llegar a Jiro, quien dejó de maniobrar el candado, sus ojos cafés se dilataron con fuerza, y la idea de «sólo es un chico normal que vino a dejar su bicicleta» y por eso no le había prestado la mayor atención, se destruyó en segundos y con facilidad. Hinata sintió que las lágrimas se le querían escapar de sus ojos, soltando un pequeño grito cuando esos ojos grandes observaron al chico que era un año mayor que él volteándolo a ver.
Con rapidez, el castaño arqueó sus delgadas cejas hacía abajo, mostrando su desagrado sin querer aparentar amabilidad. Hinata, por alguna razón, sabiendo que ya no tenía nada que perder, se puso a la defensiva, siendo su sentencia de muerte porque no podía ganar contra un Alfa, pero al menos daría pelea. Por eso, en el pequeño espacio y siendo protegido por el tubo a la altura de su cintura que los separaba, puso sus manos bien abiertas y fingió hacer una pose de pelea.
—Dejaste que te marcara... —Fue lo único que salió de la boca del joven que era mucho más alto que él, enderezando su cuerpo fácilmente y haciendo que el más bajo diera un pequeño gesto confundido, pero no confiándose en lo absoluto al notar esa mirada gélida sobre su cuerpo.
—¿Qué hay de malo con eso? —soltó muy al contrario el Omega, sabiendo que aunque la marca no podía ser vista porque estaba usando una bufanda, el olor que desprendía un Omega que no había sido marcado y otro que sí, era suficiente para ser notado por los Alfas. Shoyo no bajó sus defensas, quedándose quieto al ver como el chico de cabellos cafés dejó que una sonrisa burlona se quedara atrapada en su boca, y observó al chico como si fuera sólo un objeto.
—No hay nada de malo en lo absoluto —murmuró el chico en un tono de voz bajo y un coqueteo, posando una de sus manos sobre el tubo que los separaba y se inclinó a la altura del lindo Omega de ojos cafés. Shoyo tuvo un respingo, sintió que su cuerpo le tembló con fuerza y se vio atrapado entre el terror creciente de sentirse una presa fácil ante los instintos poderosos de un Alfa—. Sólo espero que no se canse demasiado rápido de ti —asintió en modo de su preocupación fingida, dando un movimiento certero en su boca y dejando que su aliento y ese aroma ácido que lo caracterizaba, hicieron retroceder a Hinata, no pudiendo alejarse mucho por que su trasero y piernas chocaron contra su bicicleta.
Hinata no se dejaría engañar por las palabras de Jiro, aunque sabía fácilmente por dentro que sí podía ser reemplazado fácilmente en cualquier ámbito de su vida.
—Si eso llega a pasar, no me molestaría consolarte —invitó de forma sutil con una insinuación sexual, ante la frialdad de sus irises y pupilas oscuras. Shoyo encontró un escalofrío en su cuerpo que se coló desde la punta de sus pies hasta su última hebra.
A pesar de todo, no huyó y estaba listo para contestarle.
—Hinata-kun... —La voz femenina a sus espaldas se escuchó como la de una salvadora para el mencionado. Jiro recobró su compostura ante su momento interrumpido, dio un chasquido de su lengua y observó con facilidad la silueta de la mujer de tercer año más hermosa que nunca haya visto.
Kiyoko Shimizu era la salvadora oficial de Hinata Shoyo, quien sólo pudo respirar tras sentir como su cuerpo se llenaba de aire, aceptando mentalmente que fue un alivio ver como el chico buscaba alejarse.
Kiyoko comenzó a acercarse a él, y Ogowo salió del estacionamiento. Hinata volvió a entender de que a pesar de todo, en definitiva, nunca, nunca, ¡nunca estaría con él!
—Todos ya están en el gimnasio, vine a buscarte al estacionamiento porque Tsukishima-kun dice haberte visto entrar a la escuela en bicicleta —asimiló con pesadez, sólo haciendo que Shoyo se mostrara conmovido sin razón aparente, teniendo un brillo en sus ojos y dejando que sus manos enguantadas se posaran sobre su boca.
—¡¿Me estaban esperando?! —Que lo consideraran parte del equipo hasta ese punto en serio lo hacía sentirse muy afortunado. Y la mujer Beta sólo pudo dar una diminuta sonrisa que se coló entre su seriedad, algo enternecida por la actitud de su menor.
—Eres parte importante del equipo —habló con facilidad, sólo logrando que un nudo en su garganta se viera delineado en el pecho de Shoyo. Un golpe certero que lo hizo llorar.
«Parte importante del equipo».
Kiyoko se quedó congelada, manteniendo su gesto serio de siempre sólo que con sus cejas ligeramente arqueadas hacia abajo, con total terror creciente de ver al chico dejando que las lágrimas acariciaran sus mejillas y la emoción se hiciera más notable en sus facciones.
—¿Hinata-kun? —Trató de pronunciar su nombre, sólo logrando que el llanto se detuviera en seco después de un pequeño gemido ahogado, siendo testigo de como el pequeño Omega pasaba la manga del suéter de su uniforme sobre sus ojos y trataba de reír—. ¿Estás bien? —interrogó tras verlo tragar grueso, buscando en la bolsa de su chaqueta deportiva de color negra pedazos de papel higiénico que siempre guardaba en casos de emergencia.
Los ojos de Shoyo estaban húmedos tras haber llorado, sus labios temblorosos y su nariz ligeramente enrojecida, fueron complementados para que su cabeza fuera sacudida de manera afirmativa.
—La verdad me siento muy feliz de haber sido de ayuda —aseguró con destreza, dando una tímida sonrisa de su boca que se volvió más pronunciada cuando su superiora le entregó un pedazo de papel para que pudiera limpiarse—. Realmente me uní al club sin saber exactamente nada del deporte, pero espero que puedan ir a Tokyo.
Kiyoko recibió esa contestación, siendo imposible de ignorar, y terminó por dejar que una pequeña sonrisa cómplice se dibujara en sus facciones.
—Yo antes practicaba otros deportes, pero no tenía experiencia en el voleibol o en ser mánager, así que puedo entenderlo —atisbó con seguridad, logrando que Shoyo detuviera el movimiento de su mano con el papel por sus ojos, abriendo con levedad sus labios, creyendo de manera inevitable que al ser una mánager muy eficiente e inteligente, nunca se le había pasado por la mente esa idea—. Por eso pienso que no necesitas una voluntad fuerte o un motivo noble para hacer algo —contestó con seguridad, haciendo que Hinata ardiera un poco en rojo al recordarse a él mismo aceptando la oferta de Shimizu de unirse al club porque le había gustado un Alfa, un Alfa que actualmente era su pareja—. A veces empiezas por capricho y termina siendo importante para ti, y creo que eso está bien.
Hinata creyó que la voz se le escapó tras recibir esa respuesta, teniendo que apartar la mirada un poco al sentirse aterrado de ponerse a llorar, enfocando su vista en su bicicleta sin aparcar correctamente.
—¡M-me esforzaré! —Fue lo único que pudo escaparse de su boca, dando un bufido certero y regresando su mirada a la Beta de cabellos negros y lentes rectangulares. Y ella sonrió con levedad.
—Para el campamento será muy útil tener a otro mánager en el equipo —aseguró la chica, diciendo de forma indirecta el resultado del cartel que era protagonizado por el armador titular del Karasuno de primer grado, y un pequeño mánager con el número cuatro que simuló a un rematador.
Y Shoyo se sintió regocijado por eso: ¡fue de ayuda para Kageyama y el resto del equipo!
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