Capítulo 24: Hinata Quiere Hacerlo
Advertencia de contenido sexual.
Hinata quería entender los gustos de Kageyama, eso era algo que nadie podía discutir. Y aun así, justo ahora, de una manera casi impensable, Tobio se estaba rehusando a ser su rematador, al verlo negar con calma y darle un vistazo a través de esos profundos ojos azules.
—Aunque lo intentemos, no será posible que yo ahora sea tu colocador —destacó con seguridad, haciendo un movimiento de su cabeza y arqueando sus delgadas cejas negras. Shoyo sólo se quedó en blanco, tratando de comprenderlo, porque: ¿¡qué demonios!? ¿¡Qué demonios!?
¿Cómo era posible? Kageyama quien había empezado a cortejarlo sólo para poder ser su colocador y que había sido bastante insistente en ese ámbito, ¿ahora ya no quería? ¿Cómo era eso posible? ¿Llegaba a ser lógico acaso?
—¿P-por qué? —A pesar de todas las dudas que pudieron inundarlo ese momento, no fue para nada discreto al preguntar la razón. Tobio lo contempló al ver su cara que transmitía la de una persona que no sabía exactamente cómo actuar, que se encontraba perdido y el único consuelo era mirarlo a la cara.
Kageyama, así pudo fruncir su ceño, para proseguir a hacer un diminuto mohín que formó su boca casi como el pico de un pato y le apartó la mirada, antes de ruborizarse.
—He estado pensando, y estamos en un lugar donde los Omegas se la pasan masturbándose o vienen con sus parejas y tienen sexo —aseguró Kageyama, mirando hacia las paredes pintadas de color rojizo y en las posibilidades de que quizás haya una pareja o un Omega al otro lado del cuarto que los dos ocupaban dándose atención—. ¿Lo entiendes? —asimiló con notoriedad, haciendo que Hinata asintiera casi a la par, todavía con la duda.
—Sí lo entiendo, he estado aquí una vez antes —contó su experiencia de forma breve y sin dar movimientos de más, más que enrojecer hasta el tope y soltar un rubor pequeño que se coló cuando Tobio volvió a mirarlo—. Pero, ¿eso qué tiene que ver con practicar el deporte?
Hinata lo encaró de frente y sólo hizo que Tobio también se pintara de colores. De repente, los dos ya había llegado para golpearlo directamente a la cara, y sus mejillas se tornaron de un fuerte carmesí, forzándose a apartar la mirada de nuevo y buscar con la vista su pelota que hace unos minutos atrás, salió rodando.
Ahí, Hinata trató de darle sentido a la extraña forma de actuar de Kageyama, y la halló... algo incorrecta. Sus pupilas se dilataron por la impresión y su boca se le secó, su corazón le empezó a brincar con fuerza, casi como koaaaa, que tuvo que golpear su mano contra su pecho y aferrar su mano a la tela azul en ese sitio: ¿Kageyama se le estaba insinuando?
—Ya ves, ¿qué tal si por emocionarnos mucho terminamos rompiendo un vidrio o algo? ¿Qué tal si hacemos mucho ruido y nos terminan sacando a patadas del lugar? —cuestionó en modo de querer relajarse, pasando por alto que las paredes tenían un filtro para que nada del exterior se colara al interior, y viceversa. Podía estar desatándose justo ahora un apocalipsis zombie y ellos nunca lo sabrían—. ¿Qué tal si nos cae un meteorito de repente y nos morimos? —destacó, y Shoyo tuvo que dar un parpadeo, bajando su mano de su pecho y preguntándose seriamente qué era lo que tenía que ver una cosa con la otra.
Luego de eso, Tobio se quedó callado. Y el silencio se volvió el punto principal de enfoque... pero no era uno incómodo. Hinata, a pesar de creer que Tobio quería dar el siguiente paso en su relación, no se sentía asustado, perdido u obligado. No, era todo lo contrario, incluso si llegaban a tener sexo en ese instante, sentía que no había nada que temer porque Kageyama Tobio estaba ahí.
Por eso, sonrió levemente, al ver como el azabache se mostraba tímido y seguía sin querer corresponderle la mirada, al tener un enredo mental con el que se vio obligado a lidiar.
—¿E-entonces-...? —cuestionó Shoyo, ya no pudiendo ocultar esa sonrisa al verlo hablar. Podía apostar a que a ojos de terceros, se podía ver como un estúpido, por andar contemplando a un Alfa, quizás se vería más vergonzoso si le agregaran mariposas revoloteando, colores pastel y corazones en sus ojos como en esos mangas románticos.
Pero eso era lo de menos, lo entendió cuando la violencia enjaulada de un Alfa puro se vio destruida por los oceánicos ojos del número 9 del Karasuno y se dedicó a observarlo: Kageyama ya tenía toda su cara roja.
«Lindo», pensó sin querer. Y a pesar de haber tenido un sobresalto, no pudo borrar la sonrisa de felicidad, sus mejillas sonrosadas y sus ojos brillantes por verlos.
¿Era su imaginación, o Kageyama estaba más brillante que nunca? ¿Era su imaginación que su propias feromonas buscaban enredarse con las de Tobio a pesar de la distancia? ¿Era acaso su imaginación que la sonrisa en su boca no se deshiciera, o que su corazón ya estaba dando brincos de origen desconocido?
¿Por qué, justo ahora, no le parecía tan mala la idea de que Kageyama lo marcara?
Hinata siempre hacía lo contrario a lo que pensaba, y ver a Tobio quedarse callado, lo hizo mostrarse dubitativo, traicionando sus propias creencias. Si Kageyama lo hacía estaba bien, sabía que podía ser reemplazado en cualquier momento y que simplemente podía ser un capricho.
Él siempre ha creído en el amor verdadero, en un lazo formado por dos personas que, destinadas o no, siempre van de la mano y se apoyan mutuamente. Siempre creyó que existía un proceso en el cortejo: conocerse, tomarse de las manos, abrazarse, besos en la mejilla, besos en los labios... ¡y el mundo prohibido del placer, donde la marca se realizaría!
Ahora se quería saltar todos los pasos, a pesar de que su seducción en el almacén no salió como esperaba, lo tenía todo de cabeza y ya no le importaba nada más que vivir el momento con ese Alfa.
—Digo que será mejor que nos esperemos a que podamos salir de nuevo —respondió Kageyama, después de un rato, haciendo funcionar los circuitos de Shoyo donde su Omega le empezaba a exigir mentalmente que quería ser marcado por ese joven. Un pequeño impulso, y explotaría—. Podríamos hacer otra cosa mientras estamos aquí... ¡pero no pienses que te dejaré escapar después de aceptar ser mi rematador!
¡Kaboom!
La bomba explotó dentro de Hinata y su sonrisa fue difícil de ocultar.
—Entonces, ¿quieres hacer lo mismo que otras parejas de Alfas y Omegas de aquí están haciendo, Kageyama? —susurró Shoyo, en un modo de coqueteo sutil que se extendió por la habitación, dejando congelado al pobre Alfa que trataba de sugerir que podían buscar una película en línea, algún partido o jugar un videojuego.
Claro, Tobio ya intuía que Hinata era una persona que se dejaba guiar por las emociones del momento, sabía que era un Omega fuerte y que también parecía disfrutar de hacer las cosas a su manera sin rozar lo incorrecto.
Hinata estaba totalmente cuerdo, los supresores que frenaban su celo no le habían fallado porque incluso su aroma a naranja era un poco más débil, pero podía sentirse más pesado. Shoyo estiró sus piernas, dejando ver a través de los cortos pantalones delgados y su piel lechosa, lo ligeramente regordetes que eran sus muslos, tan apetecibles.
Tobio se mantuvo quieto en todo momento, siendo de admirar el poder mantenerse en pie y ver como Shoyo le sonreía, y le lanzaba una mirada deseosa, similar al que le había mandado días atrás en el almacén, al tratar de seducirlo. Sólo había una diferencia, y ésa era muy importante.
Tobio Kageyama, a sus 16 años de edad, estaba a punto de tener una revelación mística. La figura erótica de Shoyo en la cama, de repente, mostró el cómo abrió sus piernas lo más que pudo, dando una señal verde de que podía hundir su cabeza o enterrar su miembro entre éstas.
Kageyama tragó grueso, al ver a Shoyo todavía viéndolo con coquetería, con sus ojos algo entrecerrados y su cabeza girándose un poco al lado izquierdo para poder mostrar la blanca piel de su cuello intacta.
—Hinata... —susurró Tobio, al ver al chico ansioso por querer obtener todo de Kageyama. Esa vez, el de orbes azules no se atrevió a cuestionarlo o notar algo malo en la situación, incluso si las cosas eran algo apresuradas y lo contradictorio que era Shoyo, algo era diferente.
La mirada en sus ojos no mostraba terror o arrepentimiento. Hinata parecía seguro de lo que hacía y de lo que decía.
—¿No vas a marcarme, Kageyama? —invitó Shoyo, al tratar de hacer el ambiente. El mencionado explotó en notoriedad por esa verdad, y lo que no se debía de levantar, se levantó de manera inevitable.
Sí, esas puertas desconocidas para un joven armador que nunca había experimentado el romance y mucho menos el sexo, ahora se abrían lentamente como las puertas del Cielo (o de un gimnasio profesional de voleibol), y en primera plana te mostraban al Omega más lindo nunca antes visto por Kageyama, aceptando que fuera su Alfa.
Si era un sueño, esperaba que no lo despertaran.
Kageyama consiguió rematador y futuro esposo. ¿Lo mejor? Hinata Shoyo.
Sí, sus instintos más bajos quisieron abalanzarse sobre él, tomarlo y empezar a besarlo, pero se contuvo, una de sus manos a sus costados formaron un puño, y con la otra, la subió a la altura de su boca, para poder cubrirla y tratar de ocultar el obvio sonrojo en su cara y deseando que a través de short que utilizaba, no se mostrara su pene erecto.
—Una hora... —habló por fin, costando mucho esfuerzo antes de poder vociferar palabras de más. Hinata dejó de lado su coqueteo para poder observar la extraña propuesta de «su» Alfa—. Sólo dame una h-hora. Quiero buscar cómo se pone un condón, cómo se usa el lubricante y todo eso —pidió, haciendo que Shoyo pusiera sus dos pies sobre la tierra, teniendo un diminuto sobresalto, antes de que una sonrisa torcida se mezclara en su cara.
Lindo.
Su corazón no dejaba de hacer ese extraño kaboom. La voz se le escapó, y sólo pudo asentir.
Sí, la hora acordada pasó, más diez minutos donde Tobio tuvo que tomar la fuerza necesaria para poder siquiera acercarse a él. Los temblores a flote estaban presentes, pero ya no había espacio para retroceder.
Los ojos almendrados daban un seguridad innata a pesar de tener toda la cara llena de vergüenza y sus labios temblando con ligereza. Sus piernas estaban abiertas lo más posible, sentado sobre la cama y con sus dos manos usando para recargarse hacia atrás.
No estaba sólo, Tobio se había metido entre el pequeño espacio que había creado al abrir sus piernas lo más que pudo, y sus manos puestas sobre el colchón buscaban la posición exacta en la que los dos podrían mirarse a la cara.
—¿Sí quieres hacerlo? —preguntó Hinata, queriendo saber al ver como Tobio se había quedado congelado por la cercanía y ya no había hecho nada más—. Si quieres tomar tiempo, puedo esperar... —aseguró en un tono de voz bajo, susurrando, sabiendo que el volumen alto no era necesario porque sus rostros estaban frente a frente.
Kageyama estaba mareado, pero seguía cuerdo. El aroma a naranja ya se había enlazado con el chocolate, y sus instintos crecientes pedían a gritos el querer marcar al Omega que ya había escogido como su compañero de vida. Pero, ¡no tenía experiencia en nada! ¡Era desastroso! Lo máximo que había hecho fue masturbarse, y recientemente fue cuando Shoyo talló su trasero con su pene erecto...
Quizás no era un Alfa ejemplar, ya que una vez llegó a escuchar que lo mejor para un Alfa era tener relaciones sexuales constantes con Omegas o Épsilon antes de marcar a uno, y él ciertamente no se podía ver haciendo eso. ¡Ni siquiera sabía cortejar bien! Además, desde un inicio ya había decidido ser el Alfa de Hinata, fijarse en alguien más era descabellado y estúpido, ¡el amor de su vida!
—¡Sí quiero hacerlo! —aseguró el Alfa puro, dando un grito que fue sorpresivo por sus palabras expulsadas. Esa afirmación hizo titubear a ambos, el color rojizo se hizo más pronunciado en su cara y sus respiraciones agitadas se volvieron a mezclar—. S-sólo estoy nervioso... —afirmó, avergonzándose por ese hecho y apartando la vista. Shoyo pareció entender sus actitudes, comprendiendo que estaban casi igual, y busco animarlo.
—¿S-sabes? Me has ayudado mucho —confesó Hinata en medio de una risa recordando como Tobio siempre le demostraba facetas extrañamente tiernas que casi lo hacían derretirse. Estaba emocionado y quería compartirlo, siendo su luz positiva a continuar, al notar esos irises azules y las pupilas sobre él—. Si me marcas o no ahora, prometo que cuando salgamos de aquí, te ayudaré a practicar tus colocaciones. Quizás puedo ayudarte de alguna forma —contestó en medio de un asentimiento, dando un bufido de orgullo al ver como las facciones del más alto se iban relajando y su propio cuerpo iba cediendo ante el placer.
Kageyama fue testigo de como Shoyo terminó cayendo de espaldas contra el colchón. Fue suave, su espalda depositándose con sumo cuidado en el sitio acolchonado. Tobio, casi hipnotizado por las palabras, la extraña tranquilidad y lo lindo que se veía el Omega, le siguió el paso y terminó quedando arriba de él, con sus dos manos a sus costados para no dejarlo escapar.
Sus ojos azules brillaron de la emoción ante las palabras del Omega, que se perdió sin querer en esa tímida sonrisa que dibujaba el joven, con sus cabellos naranjas algo desordenados, toda la cara roja, sus labios abiertos en forma de o al querer calmar sus ansias de tener a un Alfa arriba de él, y esos ojos cafés deseosos.
—Aunque no soy muy bueno en el juego. —Se lamentó entre risas al recordar como unos días atrás, terminó atrapado entre la red como si fuera un pescado desorientado. Kageyama negó casi al instante, y se atrevió a poner una de sus manos sobre la mejilla derecha de Shoyo y le dio una caricia.
—Todo se puede mejorar con práctica, idiota —susurró Tobio, empezando a tomar un tono ronco de manera inevitable y comenzando a sentirse más acostumbrado a ese tipo de tacto. Podía hacerlo. Uno de sus dedos acarició su mejilla y Shoyo sonrió al ver como el mayor ya estaba más relajado.
—Puedes tocarme donde quieras... —insinuó Shoyo, reaccionando de manera positiva al ligero toque seductor en la voz del azabache, que terminó tomando la mano de Tobio, alejándola de su mejilla para poder acercarla a su boca y buscó los dedos para dejarle un pequeño beso.
No duró mucho, ni tampoco logró poner los pelos de punta a Kageyama, pero sí lo hizo actuar un poco avergonzado, abriendo los ojos con ligereza y sintiendo su corazón acelerarse. Después de que los belfos se separaran de la piel, a Shoyo se le ocurrió mostrarle una sonrisa a medias con sus ojos entrecerrados, invitándolo a seguir en ese pequeño juego donde el que dominaba parecía ser el propio Omega.
Su mano era sostenida por la de Hinata, y ésta era mucho más pequeña que la suya, delgada, cálida y suave. Una textura reconfortante que no protestó cuando la mano condujo la suya hasta la parte baja de su cuerpo.
Al darse cuenta, Shoyo ya lo invitaba a tocarle su pene.
Kageyama explotó, pero no apartó la mano del sitio abultado. En su lugar, pareció aferrarse al sitio y notar como los gestos deseosos de Shoyo al morderse sus labios, fueron su punto de enfoque.
Kageyama hizo fricción, su palma abierta acaricio el pene erecto del más bajo y lo vio revolverse debajo suyo, incluso abriendo un poco más sus labios.
Lindo.
Tobio pensó que Shoyo era lindo, al verlo doblar los dedos de sus pies, y su palma abierta volvió a pasar de lleno sobre el tronco del falo.
Hinata, a pesar de eso, no perdió el tiempo. Sus ojos fueron cerrados cuando los dos se miraron a la cara, y gimió un poco fuerte al sentir como Tobio había comenzado a masturbarlo con más frecuencia en el sitio.
Necesitaba más de Kageyama...
—Ka-kageyama... —llamó con un hilo de voz bajo, sintiendo el placer inundarlo por cada roce que daba Tobio con su mano grande y sus prendas lo ayudaban a hacer más fricción.
Hinata no tuvo que abrir los ojos o recibir contestación para darse cuenta de que toda la atención del Alfa era para él. Fue por eso, que sin decir nada más, hizo de su boca un piquito, apretó sus ojos con fuerza para no abrirlos e invitó a Tobio de manera obvia para que se dieran un beso.
De pronto, el frote de la mano de Kageyama en su falo se detuvo y el silencio se volvió presente en el sitio. No fue tocado por Kageyama, y Hinata se sintió ligeramente aterrado al ver que pasaban unos cuantos minutos y no ocurría nada.
Ya estaba a punto de abrir los ojos, cuando sintió como la mano que antes lo masturbaba, se volvía a poner a su costado al sentir como se hundía el colchón, y la respiración turbada del Alfa se iba acercando a su cara.
Un pequeño beso propinando en la comisura. Kageyama Tobio, quien había entrado en pánico por tres minutos enteros y no supo cómo reaccionar, ahora juntaba sus labios con los de Hinata, en un tacto que fue más inocente que lujurioso. Las mariposas en su estómago salieron disparadas al sentir su cuerpo tambalearse, probando el paraíso en los labios acaramelados del Omega. Un sabor adictivo.
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