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Capítulo 23: Colocador & Mánager

En el gimnasio del Karasuno, estaban los diez jugadores del equipo. La pelota rebotando contra el suelo al ser botada o el golpe seco que se estrujó porque un pase se le fue largo a Sugawara, de lleno contra la pared.

—Es un poco raro, ¿no? —soltó al fin Asahi, cuando el silbato que portaba Kiyoko sonó para que se tomaran un pequeño descanso. Suga pasó su toalla por su cara repleta de sudor y dio un suspiro, tras asentir.

—Es raro no escuchar los gritos de Hinata al entusiasmarse y los ataques de Kageyama de rabia —asimiló en medio de una risa el de hebras grises, pasando la toalla por su frente, antes de aterrizar sobre sus cabellos.

—¡Exaaaacto! —exclamó Noya de pronto, metiéndose en la conversación sin ningún tipo de tacto, apareciendo detrás de Asahi como un pequeño fantasma, que hizo saltar del susto al de cabellos largos, sacando un chillido agudo antes de sumergirse en su terror. ¿Cómo podía ser eso posible? ¡Noya lo quería matar!—. Ya me acostumbré a sus extraños intentos de coqueteo, que es raro no verlos en los descansos demasiado juntos —asintió con seguridad, ignorando por completo el hecho de que Asahi ya había puesto su mano sobre su pecho y trataba de regular su respiración por el terror de ser asustado así. ¡No era bueno para su corazón! ¡Estaba latiendo como loco! ¡Lo asustó!

—Aunque antes, Hinata era más reservado —comentó Asahi, respirando profundo para poder dejar de calar sus propios nervios a flor de piel. Un terror creciente que se iba adueñando de su cuerpo y él quería evitarlo.

En ese instante, la sonrisa amable y apacible de Suga, se desvaneció por completo y miró directamente hacia el suelo. En seguida de eso, el ambiente se puso ligeramente tenso, que Azumane y Yuu tuvieron que mirarse entre ellos, para tratar de calmar ese aire exagerado que se formó.

—Quería evitar decirlo frente a Hinata o Kageyama, pero es obvio que educan a los Omegas para ser lo que se supone un Alfa esperaría —contestó en medio de su seguridad, mientras sus ojos cafés se enfocaban en observar sus zapatos y sus piernas algo doloridas por el pesado entrenamiento que el entrenador Ukai había dejado antes de salir con Takeda por algo de un asunto importante que debían de tratar en la tienda—. Un Omega que sepa cocinar, que sea obediente, complaciente, silencioso, discreto y delicado. Después de todo, parece que los tratan como si sólo pudieran servir para ser una máquina de hijos, que puede ser reemplazado fácilmente... creo que Hinata se ha llegado a sentir así —acentuó la situación diaria de los Omegas, teniendo que dar un pequeño movimiento de su cabeza, y su pequeño aroma a fresas se vio levemente turbado ante los gestos interesados de sus dos compañeros de equipo.

Habían pasado cuatro días desde que Kageyama y Hinata habían estado ausentes por sus celos, Daichi sólo deseaba que en todo caso de que llegaran a ponerse muy cercanos, usaran protección.

—Existe el rumor de que si eres un Omega que se gradúa del Karasuno sin pareja, el gobierno busca encontrarte un Alfa de buena familia para que te marque —atacó de repente Koushi, sin buscar palabras de más o causar violencia.

Era un rumor no confirmado en el Karasuno, pero que llegaba a ser bastante lógico, tomando en cuenta que se usaban buenas familias que fácilmente podrían cerrar la boca de cualquier persona, con billetes, y lo reforzaba la idea de los Omegas frágiles que con un sólo soplo, podrían desmoronarse, como una hoja.

Muy al contrario, Noya luchó contra sus fuerzas de quedar en un pequeño trance, apretando sus manos a sus costados y dejando que los temblores se adueñaran de su cuerpo, apretando sus puños a sus costados y alzando la cara al frente.

—Creo que Hinata ha encontrado la confianza suficiente en nosotros, está bien que no se vea obligado a reprimirse al menos aquí —confesó sin ninguna pizca de querer cambiar de opinión el chico de menor estatura, dando un pequeño movimiento de cabeza positivo para sí mismo y hacer levantar el rostro a Suga de una manera impresionante. Azumane también lo escuchó, sonriendo de manera inevitable—. Kageyama no se muestra asqueado o decepcionado por el comportamiento de Hinata, eso está bien. No necesitamos un Alfa arrogante en el Karasuno, y sí necesitamos de un mánager que pueda realizar su parte en el equipo siendo él mismo.

—Noya-san... —sollozó Asahi con fuerza, viendo como el líbero posó sus dos manos en su cintura y dio un bufido, antes de mirar con un pequeño rastro de arrogancia hacia el techo.

Muy al contrario, al principio, Suga se quedó sin saber que palabras utilizar.

—Nishinoya... —susurró Koushi en un tono de voz bajo, siendo franco en todo momento—. No sabía que podías decir algo inteligente... —En efecto, esa revelación dejó seco a Yuu.

¿¡Qué demonios!? ¿¡Qué demonios!?

—¿Qué has di-...? —Noya fue interrumpido, forzando a quedarse con las palabras en la boca y con sus intrigantes ojos de odio a su superior, porque la puerta del gimnasio fue abierta de golpe. No hubo tiempo de reaccionar, antes de ver como los dos profesores encargados habían entrado al espacio, cansados y sudando.

Takeda cayó boca abajo contra el suelo, siendo rápidamente auxiliado por Kinoshita y Shimizu, al mismo tiempo en que Ukai buscaba con todas sus fuerzas, poder calmar la agitación en su pecho y su corazón saltando en el aire.

—¿Qué está pasando? —interrogó Daichi al entrenador, acercándose lentamente a él y queriendo buscar una explicación. Muy al contrario, sólo se llevó un sobresalto al verlo girar a una velocidad impresionante, y en menos de un segundo, el rubio ya lo tenía atrapado, con sus dos manos posadas sobre sus hombros.

—¡Donaciones, capitán! ¡Es lo que pasa!

—¡Qu-quiero intentarlo! —gritó Hinata en modo de querer ser escuchado por el chico de ojos profundos de color azul y cabellos negruzcos. Él estaba sentado en la cama, usando unos pantalones extremadamente cortos que su madre le había traído y una playera larga de color azul que Tobio le había prestado, siendo fácil de entender por la falta de estilo al sólo tener palabras hechas garabatos. «El camino a la cima», se podía leer.

Kageyama, quien estaba de pie en el pequeño espacio que había logrado hacer, tras hacer a un lado la silla con el pene y el extraño sillón ondulado, tenía el balón rebotando, golpeando sus dos manos juntas en modo de recibimiento, pareció perdido, dejando que la pelota cayera mal contra sus manos, antes de golpear de lleno el suelo.

La concentración de Tobio al querer entrenar, se vio frenada por ese factor inesperado de un pequeño chico impaciente por algo. ¿Qué era lo que quería hacer?

—¿Hacer qué? —La única forma que Tobio podía tener para obtener una respuesta, era preguntando directamente, no había otra forma de poder librarse de eso o responder a algo.

Hinata pareció algo aturdido ante esa pregunta revelada, tratando de envolverse en la playera con delicioso aroma a chocolate del Alfa puro, y sus labios temblaron. ¿Qué no era obvio lo que quería hacer?

Parecía que para Tobio no, teniendo que apretar sus labios ante su frustración de no poder manejar sus propias emociones, sintiéndose algo mareado y mordiendo su labio inferior sin buscar lastimarlo. Sólo era su método de escape, y esos ojos profundos de color azul, no daban la impresión de dar un tregua momentánea.

—Y-ya sabes... —murmuró, agachando la mirada el Omega al actuar tímido, y su dulce aroma a naranja se esparció más por la habitación. Kageyama sólo se puso firme, cruzándose de brazos y ladeó un poco su rostro, tratando de entender ese extraño código por medio de palabras que estaba utilizando Shoyo Hinata—. Estaría bien que lo practicáramos de vez en cuando, no me molesta —asimiló con una seguridad tal, tiñéndose con más fuerza de golpe y haciendo que Tobio terminara copiando su acción por una razón que su consciente no pudo entender, pero quizás su subconsciente sí.

Lo único que pudo entender fue que Hinata era el Omega más lindo que nunca antes había visto en su vida, definitivamente. Lo decía con seguridad, quedándose quieto al verlo, no pudiendo apresurar nada a pesar de que el chico se estaba tomando su tiempo, y esos fuertes ojos cafés, le evadían la mirada: su cara de color rojizo, la sonrisa que buscaba escaparse, sus orejas, y el brillo en sus ojos. Ni hablar de ver cómo intentaba cubrir con sus manos mucho más pequeñas que las suyas, su entrepierna con la playera.

Shoyo se estaba mostrando tímido, extrañamente tímido y desde la mañana se había vuelto bastante interesado en lo que había hecho en esa pequeña habitación. Tobio Kageyama así pudo conectar neuronas.

Hinata = Quiere algo = Misterioso = Voleibol = Chico enamorado.

¡Sólo había una cosa!

—¿Quieres que te la ponga? —rescató el número 9 del Karasuno lo poco que había podido rescatar de sí mismo, tras haberlo meditado lentamente. En efecto, el mensaje llegó con éxito a los oídos del avergonzado chico que estaba buscando una oportunidad para hablar, que tomó todo por sorpresa: sus pupilas se dilataron y volteó para verlo a una velocidad impresionante, antes de negar con frenesí y que toda su cara se triplicará de carmín.

Shoyo abrió sus labios con fragilidad y su cara plasmó la sorpresa de alguien que había sido atrapado con las manos en la masa y todo su cuerpo le empezó a generar descargas eléctricas.

No perdía nada si lo admitía, ¿verdad?

Estaría bien, después de todo, serían pareja. Las parejas normales hacían esas cosas.

También, p-pero me refiero a otra cosa —susurró, haciendo un mohín en sus labios, inflando con ligereza sus mejillas, y arqueando sus cejas en señal de desaprobación—. Me refiero a que quiero que me... ¿la coloques? —asintió con seguridad para sí mismo, haciendo un pequeño movimiento burlón al aguantarse la ganas de reír, y queriendo respirar para calmarse.

Kageyama enarcó una de sus cejas, mostrándose en demasía muy preocupado ante las palabras tan contradictorias de su futuro Omega.

—¿No es lo mismo? —cuestionó con toda la duda plasmada en sus orbes y su boca haciendo una pronunciación algo desaliñada, dejando a Shoyo seco ante su creencia de que el Alfa puro estaba usando el doble sentido, y algo dentro suyo terminó por golpearlo.

«¡Se refería a la pelota!», gritó internamente el joven de cabellos naranjas, apretando sus dientes tras sentirse descubierto, que todo su cuerpo se vio entorpecido por su propio terror creciente.

«Ponerla» en el idioma de voleibol era hacer colocaciones, ¡jugadas! La boca se le secó, que ni siquiera pudo negarse, a pesar de que tuvo ganas de reclamar.

¿Por qué siempre hacía lo contrario a lo que pensaba?

—Sí quiero...

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