Capítulo 21: Tiempo Juntos
Capítulo dedicado a: VanMAC_6412, Miriam_KH y kagehina_mis_papis, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¡Pe-pero yo todavía no estoy listo! —La voz de Shoyo resonando por el sitio era como una invitación casi silenciosa a las palabras de la encargada de la recepción y el guardaespaldas Beta de cabellos rubios cerca de las escaleras. El Omega soltó de golpe el cuerpo ajeno, alzando sus manos frente a su pecho y teniendo un sobresalto nervioso que se coló por toda su cara.
Kageyama lo observó ante los extraños cambios de humor del agitado chico, pero entendiendo exactamente el por qué el Omega se había decidido a no querer tacto con él demasiado rápido.
—Bueno... —La mujer Beta no insistió ante las palabras de Shoyo, y Kageyama sólo sintió el alivio recorrerlo—. Entonces, Hinata-san, puede subir a su habitación asignada —completó, haciendo que algo dentro del de hebras alborotadas conectara.
Kageyama Tobio podía agradecerle a su control y a sus medicamentos que lo estaban ayudando para no saltar sobre Hinata y tomarlo ahí mismo. Eso era un alivio de una u otra forma.
Al menos todo ya estaba arreglado.
Hinata estaría a salvo ahí, sin riesgo de que alguien lo molestara o lo tomara a la fuerza durante su celo, y eso era lo importante. A pesar de que el cosquilleo en su estómago se iba multiplicando cada vez más y su cara se calentaba por su celo, sus ansias de ver seguro al mánager podían más que ese dulce aroma a naranja que ingresaba a sus fosas nasales y el dulce toque lo invitaba a pecar.
Todo estaba-...
¡Claramente no estuvo resuelto nada!
De repente, el pequeño cuerpo de Shoyo que había tomado la decisión de tomar distancias por voluntad propia, de repente llegaba ante él, y otra vez esas dos manos delgadas tomaban su brazo y se enroscaban a él. Se congeló con fuerza, sintiendo otra vez el aroma de «su» Omega y los mareos parecían querer golpearlo donde más le dolía.
El guardaespaldas y la recepcionista estaban igual de perdidos por las actitudes que estaba tomando el Omega en celo.
—¿Hinata-san? —habló la única fémina, moviendo sus labios con cierta suavidad y haciendo que el mencionado volteara a ver al paralizado Tobio que ya no sabía qué hacer, más que todo el color rojizo se llenara en su cara.
—Kageyama... —susurró Shoyo en un tono de voz bajo, jalando de su brazo con fuerza y esperando que éste le contestara. El Alfa, no pudiendo ignorar ese pequeño tono del Omega, terminó por observar el rostro deseoso de Hinata.
Otra vez, miles de paros cardíacos le dieron al mismo tiempo y sintió que el alma se le escapaba del cuerpo: los labios carnosos de Shoyo se movían con lentitud, se veían algo húmedos y suaves, apetecibles. Sus mejillas estaban sonrosados, Hinata estaba caliente pero seguía manteniendo el raciocinio. Por alguna razón, a Kageyama se le hacía más atractivo Hinata de lo que usualmente le parecía... si antes era un 1000000000000000, ahora se le podían agregar unos veinte ceros más.
¿Era por el celo? ¿O porque éste había golpeado sus pases?
¡Dios!, ¿por qué el amor era tan difícil?
Claramente, Tobio tuvo una sobrecarga de información, más de la que su pequeña cabeza podía soportar, quedándose helado y congelado, agudizando sus facciones sin realmente quererlo y se esmero en ver y en enfocarse en Shoyo.
Quizás fue demasiado aterrador ese tipo de mirada para la recepcionista, teniendo un sobresalto y tomando nota mental de que no entendía a la nueva generación. Ese Alfa puro parecía ser un chico malo, las novelas eran ciertas entonces...
¡A los Omegas les gustan los chicos malos con mirada penetrante aterradora que no te gustaría encontrarte en medio de la noche! ¿Debería de solicitar para los «cuartos de juego» de Omegas juegos de roles sadomasoquistas? Era usual que algunos Omegas incluso ya marcados vinieran a pedir habitación con su pareja en los días de su celo, entonces, sería de gran ayu-...
—¿Te irás, Kageyama? —habló Hinata con un tono desganado, apretando más sus manos en el brazo del susodicho, y acercándolo más a su cuerpo. Tobio se calló las ganas de gritar del pánico al sentirse más cercano a Shoyo, antes de asentir—. ¿No vas a pasar mi celo conmigo? —Ahora Shoyo parecía un tanto agitado, como si le estuvieran quitando algo muy importante y lo único que podía hacer era aferrarse más al Alfa, en un intento desesperado de que no lo dejara.
Tobio ni siquiera pudo pasar por alto esa situación tan irónica a la que había llegado a parar, teniendo el impulso de arquear sus cejas hacia abajo cuando Shoyo bajó su suavidad, frunciendo su ceño e inflando con ligereza sus cachetes.
—Habías dicho que no querías —contó sus planes, no entendiendo francamente cuando se volvió tan paciente que incluso su voz estaba algo calmada, queriendo mantener en paz al chico—. Sería lo mejor en estos casos, yo pasaré mi celo en casa y tú aquí. Puedo prestarte mi uniforme y cosas con mi aroma, tonto.
—¡Todavía no estoy listo para hacer esto contigo! Pero eso no quiere decir que no quiera hacerlo —continuó Shoyo en un grito, mientras la recepcionista escuchaba a dos jóvenes enamorados en celo e iba entendiendo poco a poco el rumbo que llegaba a tomar Shoyo. Eso no era algo extraño en los Omegas con un cortejo y que todavía no habían sido marcados—. Pero tu aroma a chocolate está más dulce de lo habitual, creo que es tentador y reconfortante, me siento tranquilo y ansioso al mismo tiempo.
Shoyo reveló sus verdaderos planes y la joven fémina sonrió cuando se dio cuenta de que sus ideas iban encaminadas al lado que ya se esperaba, por lo que sonrió para sus adentros y en la barra de madera donde atendía a los Omegas en celo, abrió un pequeño cajón cerca de ellos y encontró lo que buscaba: supresores.
—Tu aroma también me hace sentir como woaaaa —tranquilizó Tobio a Shoyo, para que éste no sintiera que lo estaba rechazando. Cosa que funcionó con facilidad, ya que el mismo Shoyo abrió sus ojos con sorpresa y un brillo particular inundó sus labios al sonreír.
—¡Tu aroma también hace que mi corazón haga como kabom, Kageyama! —aseguró el chico, sacudiendo su cabeza de manera afirmativa, dejando de lado su enojo y sonriendo ampliamente. La recepcionista esperó a que los dos siguieran hablando, porque a pesar de que ya llevaba años trabajando en ese sitio, nunca había visto una extraña conversación de dos chicos excitados que se transmitían su amor y deseos con palabras torpes.
Usualmente, la mayoría de los casos las dos personas casi se comían la boca antes de entrar a la habitación, y sólo una vez se había topado con dos chicas, una Alfa de primer grado y una Omega de segundo, que no dejaban de reír sólo porque la mayor decía «nariz».
Kageyama pareció encantando por las palabras de Shoyo y una sonrisa extraña se dibujó en su rostro, estaba algo torcida. El silencio los inundó porque sólo bastaron sus miradas para verse, el color café y el azul conectaron, era un pequeño mar de felicidad y alegría que combinaba la excitación regulada como efecto secundario.
La recepcionista así pudo hablar, queriendo llamar su atención, fue que puso su mano cerca de su boca y soltó un carraspeo. El sonido rasposo hizo que los dos tortolitos voltearan a verla, algo asustados y apenados.
—Lo que entendí es que Hinata-san quiere mantener a Kageyama-san con él, pero no tener sexo por el momento —asimiló, generando una actitud expectante en el más bajo. La mujer sonrió y Tobio no pudo decir nada—. Los instintos llegan a ser mentirosos. Si los dejo en la misma habitación, existe la posibilidad de que terminen teniendo relaciones si Hinata-san llega a sentirse en su límite y da el permiso de ser tocado. La única forma segura que tengo para que eso no ocurra, es ponerle supresores a Hinata-san y darle a Kageyama-san píldoras para regular el celo...
Hinata era el único en esa habitación.
Tobio había salido al pedir permiso, argumentando que iría por algunas cosas antes de entrar a la pequeña habitación. Los padres de ambos ya habían sido notificados de la circunstancias, y aunque su madre al principio pareció reacia a dejarlo solo con Kageyama, al final, terminó cediendo ante las propias condiciones que había puesto su hijo.
Ya se había tardado, pero Shoyo estaba tranquilo. Confiaba en Kageyama y sabía que éste regresaría para pasar su celo juntos. Pero aun así, se sentía en la necesidad instintiva de estar nervioso.
¿Por qué?
Porque todo el cuarto estaba lleno de juguetes sexuales en un baúl y muebles creados especialmente para la sala. Había uno que se asemejaba un sillón con ondas, donde el que iba a ser penetrado se debía de acostar de una forma en la que su trasero quedara sobre la onda más alta, y así poder coger con comodidad. Otra era directamente una silla acolchonada resistente que en la parte del centro tenía la imitación de un pene que podía ser chupado o usado para la penetración.
Hinata con sólo verla se ruborizó con fuerza, recordando que ése fue el objeto que más utilizó en su primer celo. Sus gestos se tiñeron de rojo y su cuerpo se vio cegado por la vergüenza, prefiriendo hundirse en el reconfortante aroma a chocolate de la chamarra deportiva del azabache que ya le parecía tan familiar.
Estaría encerrado con Tobio aproximadamente una semana, dependiendo de cuanto dure el celo de éste. El de Hinata casi siempre era de seis días.
¡Bien! ¡Era tiempo valioso! No se la pasarían haciendo cosas pervertidas (quizás en algún momento, si la situación se daba...), pero por lo mientras, lo utilizaría para ser más cercanos.
Shoyo bufó en modo de su propia contestación, siendo certero en todo momento y aceptando para sí mismo y mentalmente ese reto maravilloso.
Al mismo tiempo en que Shoyo sellaba su pacto silencioso, la puerta principal fue abierta de golpe, dejando ver al guardaespaldas rubio acompañando al Alfa para conducirlo a la habitación adecuada.
Tobio no había entrado antes a la habitación, por lo que apenas puso un pie adentro, con varias bolsas y cosas cargando entre sus brazos, tuvo un pequeño ataque de shock, quedándose congelado al ver el lugar, con el sillón extraño ondulado y la silla con el pene ficticio que parecía real.
Okay, eso sería algo que nunca olvidaría.
Shoyo estaba en una pequeña cama individual (sólo había una, así que tendrían que dormir juntos), recargado contra la pared pintada de color rojo y hecho bolita con el uniforme prestado de Noya y la chamarra deportiva que éste le prestó. Al lado de la cama, había un pequeño buró con una caja de condones y lubricante.
—Si necesitan algo o hay una emergencia, pueden presionar el botón rojo cercano a la cama —indicó el hombre rubio, señalando el botón que resaltaba por que era un color rojizo más claro que el de las paredes—. También se les estará monitoreando diario, pero no hay cámaras de seguridad por respeto a su privacidad. Hay televisión con servicio a internet, algunos videojuegos y un baño con ducha incluida.
Sí, el favoritismo era muy grande. Kageyama lo volvía a confirmar...
O quizás no era eso.
Después de esa breve introducción, ni siquiera dejó que alguno de los dos chicos dijera algo, porque cerró la puerta a una velocidad demandante. Después de eso, el sonido quedó ahogado en el aire y los dos jóvenes vieron la puerta cerrarse detrás de ellos.
No fue hasta que Kageyama apartó la mirada para voltear a ver al Omega.
—¿Ya tienes ropa de repuesto? —indagó el mayor con torpeza, haciendo que un diminuto color rojizo se tornara en sus mejillas al saber lo que haría. No sabía exactamente muchas cosas del cortejo, pero su ropa con sus feromonas rociadas parecía mantener calmado y a gusto al chico.
Y Hinata terminó negando.
—Le hablé a mi mamá y como ahora está trabajando, vendrá hasta mañana a traerme ropa. También mañana recogerá mis cosas para llevarlas a casa —contó con evidente facilidad, ampliando su sonrisa y liberándose un poco al estirar sus piernas y posar sus manos a sus costados—. ¿Por qué? —indagó en las repentinas preguntas curiosas de Tobio y éste sólo pudo apretar los labios antes de hacer un ruido de más.
—He visto que te sientes bastante tranquilo con mi chamarra, así que había pensado que podrías usar algunas prendas mías —destinó su idea principal, dejando caer la primera bolsa al suelo sin buscar ser brusco donde venían mudas de ropa que usarían.
Tobio estaba haciendo uso de su fuerza de voluntad para no voltear a ver esa silla con el pene a toda costa y tomarle una foto por lo curiosa que era. En su lugar, notó como los ojos cafés rasgados del chico se abrieron en demasía, con el entusiasmo atorado en la punta de su lengua y agradeciendo mentalmente a que su madre le haya traído su ropa sin rechistar.
—¡Sí quiero! —aseguró el de cabellos naranjas, riendo al imaginarse la forma en la que le quedarían sus prendas—. De seguro me quedarán demasiado grande... —Rio, observando a Kageyama y examinando sus manos, y notando que ahora sólo tenía dos bolsas. Una con contenido desconocido de tela y otro era de papel café que se usaba normalmente al comprar bollos. La curiosidad le ganó—. ¿Qué traes en las demás bolsas?
Hinata señaló con la mirada los dos objetos y Tobio se enfocó primero en una.
—Ésta tiene mi teléfono y audífonos para poder ver partidos en internet y una pelota de voleibol —aclaró, dejando en el suelo esa bolsa con el mismo cuidado y se quedó solo con la que parecía ser un alimento. Simultáneamente, su seriedad emanando de su rostro se convirtió en vergüenza cuando sus ojos quisieron apartarle la mirada a Hinata y comenzó a acercarse tímidamente hasta él, subiéndose a la cama a gatas tras quitarse los zapatos al sacudirlos, y terminó sentándose frente a él.
—¿Kage-...? —Antes de que pudiera terminar la frase por la duda sembrada en su rostro, Tobio le mostró sus intenciones al estirarle la bolsa. Hinata, confundido, terminó por tomarla, y Tobio así pudo volver a apartar la mirada, pintándose de rojizo y haciendo un mohín con sus labios.
—Es un bollo dulce sorpresa —respondió con sinceridad, al mismo tiempo en que el chico hurgaba en el contenido al abrirlo y su mano rápidamente tocó la suave textura del alimento envuelto en una servilleta—. Gracias por ayudarnos con el cartel para viajar a Tokyo. —Se sinceró, y Shoyo no supo ni siquiera que decir, soltando el alimento y envolviendo a través de su mirada el gesto perdido del más alto por la pena.
Era la primera vez que alguien le agradecía por una cosa de ese estilo.
Se sintió importante.
Lo hizo feliz. La sonrisa no pudo ocultarse y de repente tenía toda su cara inundada por una sonrisa de oreja a oreja y su corazón latiendo como loco.
—¡Quiero verlos ganando las nacionales! —ánimo Hinata en modo de contestación, sonriendo ampliamente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro