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Capítulo 17: Ritsu Ogowo

Capítulo dedicado a: BokuAka_aelyn, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Shoyo estaba decidido, haría todo lo posible ahora que una idea cruzó su mente.

Pero, lo primero que debía de aceptar, era que no sabía absolutamente nada sobre cómo hacer una petición a un club ajeno para que los ayudara o el cómo se hará para que los establecimientos acepten recibir las donaciones o que dejen siquiera poner los carteles en su pared.

Lo principal era pedirle ayuda a Shimizu Kiyoko.

—¡Lo hicieron bien, sólo nos faltaría pulir unas cuantas cosas! —Ukai habló al finalizar el partido principal y con eso la práctica, dando un aplauso certero y llevándose el agradecimiento de los jóvenes al dar una reverencia larga.

Shoyo apartó la mirada de todos y su vista castaña se enfocó en el marcador: el equipo de Tobio que a Kiyoko le había tocado marcar había ganado con 28-26. El equipo de Tsukishima fue el perdedor, y lo único que había cambiado para Hinata en el club, era que el voleibol no se le hacía un mal deporte.

¿Debería de felicitar a Kageyama? ¡Claro, también a Kinoshita y Daichi que estaban en su equipo!

—Hinata, ¿me puedes ayudar a repartir el agua a los jugadores? —Kiyoko lo regresó de su mar de pensamientos, poniendo sus dos piernas contra el suelo del gimnasio, forzando a alejar su mirada de los números y observar el atractivo rostro de la chica con gafas. Al principio el de cabellos naranjas pareció perdido, teniendo que parpadear un buen rato antes de poder llegar a una conclusión inicial de la petición arrojada.

—¡E-está bien! —aseguró después de que sus neuronas conectaran, haciendo que la de tercero sonriera con levedad, prosiguiendo a agacharse y tomar lo que parecía ser una pequeña canasta de plástico de color azul donde las aguas que ambos habían llenado al iniciar las actividades del club descansaban. Kiyoko le entregó la que sólo tenía cinco, y ella se encargaría de los seis restantes.

—No sé si te has percatado, pero en la parte de abajo de las botellas, viene el apellido escrito —avisó, dejando a Shoyo algo perdido ya que no se había percatado de eso. La Beta reforzó esa idea al sacar una botella del plástico y le enseñó que abajo decía el nombre: «Tanaka»—. Así podrás saber para quién es cada una —comentó por último, volviendo a meter la botella para poder entregársela a Shoyo, quien lo recibió, algo nervioso por los nuevos trabajos que se le asignaban.

Shoyo miró los plásticos con las botellas ya llenas, y volvió a  levantar la vista, topándose con Kiyoko tomando la otra canasta azúl, sacando una botella para revisar al propietario. Shoyo creyó que era un buen momento para hablar.

—Esto... Shimizu-senpai... —Shoyo comenzó, llevándose rápidamente la mirada azulada de la joven de largos cabellos lacios, invitándolo a que hablara y comenzará a seguirla en el proceso. Shoyo no tardó en hacer lo que le pidieron, apuntándose para acoplarse a su paso y tratando de no interrumpirla cuando ésta le entregó la botella a Yamaguchi.

—¿Hay alguna para mí? —Tanaka se acercó hasta los dos mánager con cierto tono feliz de siempre, haciendo que Shoyo asintiera antes de tomar la botella que había visto a Kiyoko levantar y se lo extendió. Tanaka pareció creer que veía algo maravilloso, tomando la botella color azul, encantado—. ¡Gracias, Hinata! —Rio con obvia felicidad el rapado, pasando su palma abierta sobre los suaves caballos alborotados del Omega y comenzó a sacudirlo. El mencionado sólo se regocijó ante tacto, y Tanaka se emocionó de sobremanera al comenzar a tomar como un desesperado.

—¿Qué es lo que necesitas, Hinata? —Shimizu volvió a hablarle, al percatarse de que el más bajo se quedó callado. Shoyo reaccionó de golpe, apartando su mirada de Tanaka y tratando de no sentirse intimidado cuando Noya y Tobio se acercaron hasta él.

Kiyoko era tan increíble que podía manejar con destreza las botellas, revisando con rapidez para entregárselas a Asahi, Kinoshita, Narita, Suga y Daichi.

—¡Ah!, quería saber si después de las prácticas podíamos hablar —interrogó el chico, felicitándose mentalmente porque su voz no había salido cortada o alterada.

—Está bien por mí —respondió con rapidez la mujer de cabellos oscuros, ya finalizarlo con su repartición de botellas.

Por supuesto, la suerte no estaba de su lado, que después de la petición sin doble sentido del Omega con olor a naranja, el sonido del agua escupiéndose de la boca de Tanaka lo hizo ponerse nervioso.

—¡Tanaka! —regañó Daichi al ver lo que hizo el número cinco por la impresión. Nishinoya también se había congelado al oír las palabras de Shoyo.

Shoyo tuvo que tragar grueso, sintiendo como sus temblores se hicieron cada vez más veloces y el pánico se atoró en su garganta al sentir la penetrante mirada de los dos jugadores del Karasuno, farfulló en modo de huida al sentir la mano de Tanaka poniéndose sobre su hombro.

Hinata gritó al obligarse a voltear su cabeza y mirar el semblante serio de Tanaka sobre su persona, como si tratara de examinarlo o hallarle un significado a las palabras que claramente no existían.

—No me digas que... —El número cinco hizo una pausa dramática, haciendo que los temblores en el cuerpo del pequeño mánager se hicieran más notables hasta el punto de tener que tragar grueso—. ¿También te gusta Kiyoko-san? —interrogó de golpe, haciendo gritar a Hinata internamente por esa acusación falsa.

¡No, no, no! ¿Qué pensaría Kageyama?

Y Kiyoko ni siquiera se inmutó ante ese tipo de confesiones. ¡Sus nervios eran de acero!

Por mero impulso, volteó a ver al chico azabache que estaba frente a él, esperando que el agua le fuera entregada: completamente paralizo. Sus ojos azules estaban bien abiertos y se quedó mudo, como si se sintiera un perdedor porque su primer cortejo salió un fracaso.

—¿Qué hay de Kageyama? —exclamó con rabia Noya, señalando al paralizado armador que no sabía mucho de relaciones. Yuu parecía seriamente haber adoptado a Tobio como su pupilo.

El de ojos cafés se vio obligado a negar a una velocidad impresionante, queriendo excusarse. ¡Todo estaba entendiéndose mal!

—¡No es eso!, ¡no es eso! ¡Ta-también quiero hablar con el entrenador, Daichi-san y el profesor! —contempló con una velocidad impresionante el chico, haciendo que Tanaka bajara lentamente la mano de su hombro y a Tobio le regresara el alma al cuerpo—. Tengo una idea para crear un cartel llamativo y obtener donaciones. Quizás así puedan ir al campamento.

Por primera vez, las facciones de Kiyoko se mostraron curiosas, y Shoyo la volteó a ver, en busca de su opinión.

—¿Qué idea tienes, Hinata? —formuló su pregunta, y Shoyo dibujó una leve sonrisa confiada ante su fascinante idea.

Al mismo tiempo, Tanaka lloraba conmovido por la preocupación de su Kouhai de querer ayudarlos a llegar a Tokyo a pesar de no conocerlos mucho.

—Con el club de fotografía-...

—¿Me podrías dar mi agua, enano? —Kei interrumpió el momento de brillar de Shoyo, llegando a un lado de Tobio para poder conseguir su agua.

—¡No soy un enano, Tsukishima idiota! —renegó y el susodicho quiso burlarse más de él al sentir la penetrante mirada de Tobio sobre su persona.

—Es cierto, lo olvidé, eres la reina del rey de Karasuno, ¿no? —Se mofó, al mismo tiempo en que Shoyo revisaba las botellas y por suerte logró sacar la botella de Tsukishima. Seguido de eso, le ofreció la botella a Noya.

Los dos implicados en esa extraña burla no tardaron en enrojecer con velocidad, viéndose en la necesidad de negar.

—¡No es así! —Como si estuvieran conectados, el tono de su voz y el tiempo en que pronunciaron su negación fue en una sincronización envidiable.

Tsukki se rio todavía más.

Al profesor, capitán y entrenador les había gustado la idea de implicar al club de fotografía en la creación de carteles. Eso llevaba a los dos mánager del Karasuno parados frente a la puerta del club de fotografía que estaba en el segundo piso, a un lado de las aulas especiales para Omegas. Kiyoko no tenía demasiada esperanza en la idea, ya que ya le habían pedido ayuda anteriormente a ese club, pero fueron rechazados rotundamente por el propio presidente.

Nada había cambiado realmente, la puerta corrediza de color azul, y el pequeño letrero con el nombre del club escrito con plumón en la parte superior de la puerta, los sentirse ansiosos, incluso después de haber tocado la puerta y que la voz masculina del Alfa del club respondiera de forma positiva.

Hinata estaba que se moría ahí mismo, sus piernas le estaban temblando y la necesidad de salir corriendo eran más tentadoras. El chirrido de la puerta abriéndose le puso los cabellos de punta, teniendo un sobresalto honesto y haciendo retroceder uno de sus pies. Su aroma a naranja de un Omega en alerta no salió disparado porque, de nuevo, al estar usando la chamarra deportiva de Tobio de descanso del Karasuno, el chocolate se disparaba alrededor de su cuerpo, sintiéndose seguro.

En la entrada de la puerta estaba un chico alto, era atractivo, ciertamente, la persona más atractiva nunca antes vista (aunque Hinata seguía creyendo que Tobio era más atractivo). Un chico de posiblemente tercer grado, de ojos verdes demasiado claros que parecían ser cristalinos, las pecas estaban esparcidas por sus mejillas y nariz, sus labios eran carnosos y sus cabellos lacios de color café estaban peinados hacia atrás. Shoyo creía ya haber encontrado cierto parecido con un Alfa que quiso cortejarlo, y al rechazarlo no reaccionó de la mejor manera posible.

—Ah, eres la mánager del club de voleibol —saludó el presidente del club de fotografía a la Beta, con una gran sonrisa amable que fue imposible ya ocultar el parentesco.

«¡Se parece a Jiro Ogowo!», ni siquiera pudo ocultar su sorpresa, mostrando su terror naciente al abrir bien sus ojos y su boca se hizo una «O» enorme.

—Buenas tardes, Ogowo-san —saludó Shimizu con honestidad, dando una diminuta reverencia y dibujando una suave curva en sus labios. Eso remató a Shoyo de diversas formas, ¡sí era! ¡Sí era! ¡Sí era!

¡Debía de ponerse en alerta!

Hinata arqueó sus cejas hacia abajo, lo miró con cierta molestia y estaba a punto de ponerse en posición de lucha. Estaba, porque la mirada de Ogowo chocando contra su cuerpo lo hizo dar un brinco, ponerse firme de golpe y fingir que no lo miraba, evadiendo su ojos.

—Tú eres el chico Omega que según Hitoka-chan salta muy alto —soltó el chico con facilidad, examinando detenidamente al tembloroso Omega, quien sólo pudo luchar contra su temor, pegando sus plantas al suelo y queriendo creer que todo era una coincidencia: que sus feromonas fueran agrias, parte de la apariencia y esa mirada coqueta sólo eran coincidencias, ¿no? ¡No!

—¡S-soy el nuevo mánager del Karasuno, Hinata Shoyo! —Se presentó, siguiendo al evadirle la mirada y enfocándose en el techo. Ogowo parpadeó un poco, y quiso buscar una respuesta lógica al ver a dos mánager de un club ajeno con ellos.

Y sólo llegó a una conclusión... algo ilógica.

—¿Vienen a unirse al club? —respondió con gesto animado y una felicidad certera, al volver a darle un vistazo al Omega. Este Ogowo era tan feliz y algo ruidoso que llegaba a ser diferente a Jiro... demasiado—. Hinata-san, ¿verdad? Eres un Omega, ¿no es así? —cuestionó con curiosidad, encarando con sus orbes verdes al chico que bajó sus defensas poco a poco, suavizando sus gestos y dejando de estar tenso, viéndolo a la cara.

—Sí, soy un Omega —respondió.

Ogowo asintió ante la repuesta dada, feliz.

—Eres un Omega de rasgos finos, lindo rostro, buena estatura y figura ideal, ¡nos serviría mucho tenerte como modelo para una sesión de fotografías a mi grupo! —aseguró con facilidad, saliendo por completo del aula para poder cerrar a su paso la puerta, no perdiendo el tiempo para poder tomar una de las manos de Hinata, envolverla con la suya y levantarla a la altura de su pecho—. ¡O si quieres ser un fotógrafo sería increíble! Tú y Hitoka-chan podrían entrar en espacios pequeños de la naturaleza y tomar las mejores tomas...

Claro, Yachi le había contado que una vez su club había ido a una montaña y que ella había sido la encargada de entrar a sitios pequeños después de que se examinara el terreno y se comprobara que fuera seguro,al ser la más pequeña.

¡Este Alfa era el presidente hiperactivo súper alegre del club de Yachi!

Shoyo se sintió inevitablemente contagiado ante el joven que era dos años mayor que él, sus pupilas le brillaron de manera inevitable y no tardó en corresponder al agarre de manos del posiblemente hermano de Jiro Ogowo.

—¡Eso se oye increíble, Ogowo-senpai!

—Puedes llamarme Ritsu-senpai —apoyó el joven castaño, dando un bufido satisfecho ante la confianza ganada rápidamente, soltando las manos de Shoyo para poner las manos en sus caderas y enaltecerse ante su ego ligeramente inflado.

—¡Ritsu-senpai! —Y Shoyo sólo lo alentaba, por la euforia de un joven que había encontrado algo increíble. La única fémina se tuvo que obligar a hablar, o no podrían avanzar.

—No estamos aquí para cambiar de club, hemos llegado para volver a pedir una ayuda en la creación de un cartel para el club de voleibol y poder proporcionar nuestro viaje al campamento —comenzó hablando la mujer, haciendo que los ojos verdes de Ritsu se bajaran lentamente, curioso, demasiado curioso. Esa petición se le hacía extrañamente familiar, pero que había rechazado porque el chico de cabellos grisáceos y el azabache no le habían causado interés o inspiración para fotografiarlos o hacerles un cartel—. Nos gustaría poder llegar a un acuerdo.

—Estamos abiertos a poder negociar con parte del dinero obtenido en las donaciones o proporcionarles algún material que necesiten —completó Hinata, sólo llevándose parte de la indecisión de Ritsu al recargarse contra la puerta y cruzarse de brazos, sus ojos estaban fijos sobre ambos y una de sus cejas estaba alzada.

—Ciertamente no necesitamos dinero, con el presupuesto nos alcanza para todo lo necesario, y lucrar no se nos está permitido por políticas escolares —asimiló el castaño de rasgados ojos, siendo pensativo por unos momentos, guardando silencio y empezando a alternar su mirada entre los dos mánager. Hasta que su vista se quedó puesta en Hinata un buen rato, como si pensara algo.

Y sí, en efecto, una idea llegó a su mente, hasta el punto en que una sonrisa se dibujó en sus labios.

—Los ayudaré a cambio de una cosa...

—¿«Una cosa»? —repitió Shoyo, sólo llevándose como contestación que Ritsu lo señalara con seriedad. El más bajo tuvo un pequeño sobresalto.

—Tu cuerpo... —respondió con simpleza, azuzando su vista. Shoyo por inercia dio un paso hacia atrás al querer gritar y una pequeña estrategia de Shimizu de querer protegerlo fue alzar uno de sus brazos, para hacer un separación entre los dos.

—¡S-si te me acercas te golpearé! —avisó Hinata, enseñándole sus dientes y cerrando sus puños para alzarlos cerca de su cara y hacer una posición de combate.

—¿Eh? ¿No te gusta la idea de salir en un cartel? —interrogó perdido Ritsu, pensativo. En definitiva, Ritsu no sabía explicarse—. Creo que su uniforme es naranja y negro, o al menos eso me pareció ver en el festival deportivo del año pasado. Ese color combina perfectamente contigo —aclaró, alzando sus hombros con destreza y señalando su cabello naranja—. Y como eres el chico que salta alto según Hitoka-chan, sería de ayuda. En el voleibol saltan mucho, como chapulines. —Y en definitiva, Ogowo no sabía hacer comparaciones, pero adoraba los chapulines. Según él, eran lindos.

Shoyo abrió sus ojos con sorpresa ante esa realidad, mostrándose notablemente sorprendido y sacando una pequeña sonrisa a Kiyoko ante la solicitud de ayuda aceptada por parte de Ritsu.

—¡Pero soy un Omega!, ¿no será una molestia si me agitó al saltar? —Pareció algo impaciente el pequeño Omega con olor de naranja y Ritsu se había percatado de que alrededor de su cuerpo tenía envuelto el aroma ajeno de un Alfa puro. Chocolate con naranja.

—No creo que ser un Omega sea un impedimento para hacer lo que tú quieras —detalló con absoluta facilidad, siendo certero en todo momento.

Al Omega se le escapó una sonrisa a medio camino, ante las palabras de Ritsu. ¡Ayudaría al Karasuno a llegar al campamento de Tokyo!

—¡Lo haré! ¡Me esforzaré!

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