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Capítulo 15: Deseos Ocultos

Capítulos dedicados a: shoqiw, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Aclaración: lenguaje sexual y ligero contenido insinuante a eso.

Kageyama se sentía envuelto en una nube de un placer desconocido, no podía encontrar la palabra perfecta para describir el momento exacto en que llegó a parar tras estar en esa situación con Shoyo. Su nube estaba siendo un torbellino de emociones, el fuerte aroma a naranja que se iba extendiendo, tenía un dulce aroma, más endulzado de lo normal, más fuerte, más pesado.

Eso sólo significaba una cosa...

—Hinata... —llamó con la voz cortada, sintiéndose preso de su excitación al ver como su pene se apretaba entre su ropa interior y su pequeño short que utilizó para la práctica. ¡Era demasiado vergonzoso ver como su bulto ya se marcaba fácilmente! Shoyo lo escuchó con atención, viendo como los cuerpos de ambos reaccionaban de forma positiva ante el tacto creciente, y las facciones de Tobio se veían suavizadas, tan entorpecidas, que se formularon en un pequeño gruñido ronco cuando Shoyo tomó la iniciativa para sentarse en sus piernas, presionando su pene erecto a través de las prendas. Tobio apretó sus labios y sus puños hasta que se volvieron blancos, debía de contenerse, quería lanzarse sobre Shoyo justo en esos momentos.

Probablemente Shoyo estaba a días de entrar en celo, él también estaba en esa situación, la razón por la que sus cuerpos se volvieron pesados y sus aromas se combinaban fuertemente ante la cercanía, era por esa razón. Si no se contenía, corría el riesgo de anudarlo.

—Kageyama —gimió quedito el menor, con el miedo aprisionado en sus orbes cafés por hacer algo de esa forma. El deseo se le estaba escapando y el juicio se desvanecía poco a poco. Era tan embriagante ese traqueteo y el incesante olor entrando a sus fosas nasales, como un afrodisíaco, donde su mente sólo pensaba en querer ser marcado por Tobio, ser tomado por Tobio, y ser anudado por Tobio—. Estás duro... —susurró con facilidad, olvidando el decoro y su timidez, pasando sus delgados brazos alrededor del cuello del Alfa, y sintiéndose satisfecho al ver el rostro atractivo demasiado cerca suyo, frunciendo sus cejas hacia abajo y dando un gruñido.

—Me es inevitable ponerme de esta forma si empiezas a actuar as-... —Su voz seria se deshizo en medio de un sonido placentero de su boca, al sentir como Shoyo movió ligeramente su cadera, atrapando entre su movimiento el roce de su cuerpo con la erección.

Shoyo empezó a frotarse con el pene de Kageyama, moviendo sus caderas con impaciencia y no pudiendo ocultar como su mente viajó en un mar de sensaciones antes desconocidas, empeorando sus sonidos al experimentar como las grandes manos de Tobio se posaron en sus caderas.

Los largos dedos quemaron apenas tocaron su sensible piel, llenando de confianza al pequeño Omega al sentir la aprobación del Alfa en sus acciones. Dejó caer su cuerpo hacia adelante, recargándose de Tobio, deshaciendo el agarre al cuello que mantenía uno de sus brazos, para bajar con su pequeña palma abierta al pecho ajeno que se escondía tras una playera blanca.

Eso era lo mejor, ¿no?

No se parecía en nada a los «cuartos de juego» que los Omegas tenían en el Karasuno, sitio donde residían el tiempo que duraba su celo en un pequeño cuarto, ambientado perfectamente para que su olor no se escapara y la cantidad de juguetes y aparatos sexuales para masturbarse y penetrar abundaba. Todo lo que estaba ahí dentro y que tuvo que usar para calmar sus ansias de ser follado, en sus días de celo, no se comparaban cuando tenía a un Alfa abajo de él. Pronto sería empalado por el miembro de Tobio, cuando éste ingresara en su interior y empezara a embestirlo.

Luego... lo mordería.

Para colmo, Tobio no se mostró reacio al roce, escuchando su voz estropeada de vez en cuando ante el frote, deshaciéndose en sensaciones desconocidas cuando Shoyo condujo sus labios y nariz al cuello lechoso de Kageyama apenas visible por la playera que estaba usando.

Tobio aferró más sus manos a las caderas de Hinata, doblando ligeramente sus piernas al sentir la nariz del Omega olfateando su cuello, queriendo encerrar en su mente y cuerpo el aroma del que sería su Alfa, el que lo marcaría. El cosquilleo en su cuello porque la nariz de Shoyo paseó por su cuerpo, fue un incentivo para que el menor dejara su faje con Tobio.

En la mente de Shoyo sólo existía su intento desesperado de querer ayudar al Karasuno. No pensó en las consecuencias, en lo que podría pasar, en si podrían ser descubiertos o si llegaba a quedar en cinta tras el acto sexual. Sus impulsos lo llevaron a la situación donde estaba y ahora sólo su helada lengua paseaba por el cuello de Tobio, dando una lamida certera para incentivarlo más al tacto.

Ahí Tobio tuvo un escalofrío, sintiéndose quizás algo inexperto y aterrado ante sus propios instintos que querían hacerlo ceder a pesar de haber visto los ojos con temor del Omega. Sus manos se alejaron de las caderas del chico de menor estatura, esforzándose mejor en colocar sus palmas abiertas en los cachetes del chico que estaba demasiado concentrando besando y lamiendo su cuello.

Shoyo soltó un pequeño grito al sentir como las palmas calientes aplastaban sus cachetes y se sintió rechazado cuando lo forzaron a alejarse.

Pronto, los dos quedaron frente a frente, mirándose cara a cara. Tobio tenía toda la cara roja, y Hinata agitado y deseoso por más tacto de ese estilo.

Cuando los ojos azules cruzaron con los castaños, todo volvió a componerse, incluso el mundo estable del chico cobró sentido al ver oculto entre el deseo, un pequeño rastro de terror cuando sus pupilas temblaron.

—Estás haciendo esto por lo que dijo el director, ¿verdad? —interrogó con seguridad, mirando de reojo por el sitio rápidamente, y notando al rotar un poco su rostro, su chamarra deportiva del Karasuno en el suelo después de que Hinata se lo quitara. Shoyo tuvo un sobresalto al sentirse descubierto, tratando de evadirle la mirada por esa insinuación e infló sus mejillas con ligereza.

—¿No quieres tocarme? —interrogó, al sentirse rechazado más rápido de lo esperado, sus manos también se alejaron de Tobio y se dedicó a dejarlas reposar en sus muslos.

Tobio notó cada una de sus acciones, y rápidamente pudo darse cuenta de lo que parecía indicar el patrón de sus palabras: quizás el Omega interior de Shoyo se sentía rechazado, ¿eso era posible? ¿Qué haría si éste terminaba entendiéndolo todo mal y el cortejo quedaba hasta ahí?

Debía de hacer algo para encaminar sus palabras. Su pecho se calentó ante esa idea, una sensación de calidez bien profesada entre su cuerpo y todos sus instintos se agudizaron cuando vio el rostro ligeramente ansioso de Shoyo, revolviéndose en su excitación que trataba de bajar poco a poco, inhalando y exhalando.

Tobio tragó grueso, cuando creyó mentalmente por un momento, que se vería mejor haciendo una cara más extasiada, debajo de él. Sacudió su cabeza con velocidad y recriminó a su mente, amenazándose con que si no se controlaba, iba a salir corriendo a tirarse un balde de agua fría.

—¿Quieres que te toque? —cuestionó con timidez el azabache, posando uno de sus brazos alrededor de la cintura del chico, para apegarlo a su cuerpo y así se le hiciera mucho más fácil poder estirarse y alcanzar una de las mangas de la chamarra deportiva negra, jalando de ella al tenerla en su punto de alcance.

Shoyo, ya un poco más recompuesto de su ceguera, quedó hecho un lío al sentir como su mejilla golpeaba directamente con el pecho de Tobio y experimentó lo que era estar rodeado por uno de los brazos de Kageyama.

Cualquier cosa que éste hiciera,, lograba marearlo. No sabía si eso era bueno o malo.

Estaba perdiendo.

—Sí quiero que me toques... —postuló lo que exigió momentos antes mientras se iba desvistiendo, sólo que de forma más sutil, pudiendo alejarse un poco de Tobio cuando éste deshizo el abrazo—. Y después de eso, te dejaré m-marcarme...

Aun así, no protestó cuando Tobio empezó a colocarle la chamarra, pasando obedientemente las mangas por sus brazos y ya estando más vestido.

Tobio se comió todo su pánico que estaba sintiendo en esos momentos. Se enfocó en cerrarle el cierre. Después de eso, se esmeró en tomar la mano derecha de Shoyo, levantándola al aire y doblando su codo para mayor comodidad, ya que estaba siendo ocultada por el tamaño de la manga, y comenzó a hacerle un dobladillo para que ésta pudiera salir.

—¿Cualquier tipo de tacto está bien? —expandió más sus palabras, sonando como un coqueteo aunque fue involuntario. Shoyo, sin saber muy bien qué estaba pasando, se dejó atrapar en medio de su desconcierto, creyéndose alguien fácil de enamorar, porque su corazón dio brincos de la felicidad, cuando el dobladillo de su manga quedó perfecto y su blanca y suave mano salió al aire, los dedos de Tobio acariciaron la palma, subiendo lentamente entre el cosquilleo de sus pieles, hasta que sus dedos parecieron encontrarse y se entrelazaron.

A Shoyo se le quitó el aliento, al ver la mano de Tobio aferrándose a la suya, la diferencia de tamaños llegaba a ser chistosa. Acto seguido de eso, Tobio se limitó a acercar su boca a la mejilla izquierda, primero olfateando el aroma a naranja ya más calmado y erizando la piel del Omega. Shoyo se regocijó ante ese acto, sintiendo como la nariz ajena pasaba por la piel de su moflete.

—¡Ka-ka-kage-...! —Ya ahora era él quien actuaba extraño, con el pánico y la vergüenza haciendo que el humo saliera de sus orejas, y todos sus cables se desconectaran de la realidad.

Y si la cosa no podía verse peor, a Kageyama Tobio se le ocurrió besar su mejilla. Shoyo fue tomado por sorpresa, sintiendo los delgados belfos posándose en su piel algo regordeta, la humedad y el pequeño sonido que se generaba cuando alguien daba un beso.

Las mariposas en su estómago empezaron a bailar y jugar dentro de su cuerpo, se sintió mareado y se puso más rojo de lo que yo estaba, ¿qué demonios?

Kageyama se alejó de su mejilla, pero no se alejó de Shoyo, prestándole toda la atención necesaria, hasta el punto en que sus frentes se juntaron y los dos se vieron obligados a verse a la cara.

Hinata quería gritar, tenía todo el rostro de una persona que tenía atorado un grito de pena y sus labios se abrían y cerraban a velocidades descomunales.

—¡Ka-ka-ka-ka-kage-...! —trató de pronunciar su nombre pero nada salía. Algo extrañamente lindo para Tobio, aunque resultó irónico por todo lo que Shoyo le había dicho anteriormente.

—Gracias —dijo de pronto el Alfa, deteniendo el carro de Shoyo que iba a máxima velocidad. Los dos se miraron a los ojos por unos segundos tras esas palabras, y casi al instante apartaron la vista, algo agitados—. Esto lo hiciste para que pudiéramos ir al campamento, ¿no? —completó su idea, y Shoyo, al sentirse descubierto, tuvo un sobresalto y asintió con cierta timidez.

—Kageyama...

—Sí quiero marcarte, y todavía sigo manteniendo la idea de jugar voleibol contigo toda la vida —aseguró, haciendo que el chico levantara la cabeza ante esa revelación. Se topó con un nervioso Alfa que trataba de darle sentido a sus palabras, con la cara roja y mirando a todos lados, incluso sus manos entrelazadas parecieron tensarse—. Pero, no tengo condones justo ahora, y n-nunca he tenido sexo, debo de esforzarme para no lastimarte. Además, tú mismo dijiste que creías en el amor verdadero, que querías un cortejo y tomarte tu tiempo...

—Sí, eso dije —soltó Shoyo. En ese mismo momento, Tobio alejó su frente de la de Hinata y sus distancias fueron más notables.

Shoyo no podía creerlo, ¿cómo era posible? ¿Cómo cada mínima cosa que hacía Tobio le gustaba?

—Encontráremos una forma de ir a Tokyo, idiota —asimiló con seguridad eso último. Shoyo creyó que todo se paralizaba en ese momento—. Incluso corriendo o yendo en bicicleta... ¡pero iremos!

—No creo poder seguirles el paso en ese caso, si corro mucho o ando en bicicleta, me voy a agitar —dedicó esas palabras con sinceridad, dando una media sonrisa porque disfrutaba estar con él.

—Puedo llevarte en mi espalda o yo puedo manejar la bicicleta y tú irías en el asiento trasero todo el camino —aseguró, dando una de sus dos ideas—. O si quieres tú correr y andar en bicicleta por tu cuenta, te apoyaré si te llegas a sentir agitado y alejaré a cualquier Alfa que quiera tocarte.

Shoyo guardó silencio, con cierta euforia atorada en su garganta y sus ojos más abiertos de lo normal ante las palabras dichas por Kageyama. Cómo era posible.

Su pequeña atracción física se iba acercando a otra cosa que supo nombrar, pero no quiso decir en voz alta, eso sería aceptar la derrota.

—No pienso perder contra ti, Kageyama, no es justo —continuó con la plática el chico, posando una de sus manos cerca de su propia boca al sentirse demasiado avergonzado, creyendo que iba cayendo muy rápido. Aunque ya se lo esperaba.

Se puso de pie, soltando el agarre de manos de Kageyama, y sólo sintiendo suficiente seguridad cuando el aire pudo entrar por sus pulmones tras respirar en varias ocasiones.

—No me he rendido, seguiré intentándolo —aseguró, mostrando un gesto bastante serio porque bajó su mano de su rostro, sus labios temblaron y sus cejas naranjas fueron fruncidas hacia abajo. Miró desde arriba al chico que seguía sentado en la colchoneta.

Tobio sintió como una corriente eléctrica le recorrió la punta de sus pies, hasta su último cabello.

Sin querer, se le terminó escapando una sonrisa, algo mal hecha y aterradora por la curvatura de su boca. Por alguna razón, le atraía que el Omega fuera así.

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