Capítulo 13: Lo Que Se Puede Hacer...
Capítulo dedicado a: haru_ys y Yompi__, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¡Aquí es mi casa, Kageyama! —indicó Shoyo con una enorme sonrisa plasmada en sus facciones. Sus ojos cafés estaban bailando en medio de la emoción y euforia, aceptando mentalmente que era la primera vez que un Alfa lo acompañaba hasta la entrada de su casa.
Al principio, Tobio no dijo nada, limitándose a apartarle la mirada a Shoyo para notar la residencia. La casa se veía algo vieja, pero bastante grande, era de un estilo tradicional japonés, con las puertas corredizas, de un sólo piso y posiblemente pequeños balcones al exterior en la parte trasera sin barandal. Algunas paredes se notaban de madera, resistentes, en definitiva era una casa resistente.
—No estoy seguro de si mi mamá estará en casa, no le avisé que saldría —contó la verdad Shoyo, dando un vistazo a la casa que tenía todas las luces encendidas. Tobio sudó frío ante esa realidad.
¿Cómo que no le avisó a su madre? ¡No puede ser! Si la llegaba a ver, posiblemente lo vería como un loco que secuestró a su hijo y que lo trajo más tarde de lo que debería.
Ante esa idea tan aterradora, donde un escalofrío le recorrió desde la punta de sus pies hasta su cara, lo obligaron a buscar ser escuchado por el Omega rebelde, tomándolo de la mano a una velocidad impresionante.
Shoyo se congeló, quedándose quieto en su sitio y sintiendo como parte de su corazón tuvo un sobresalto, forzándose a apartar su mirada de la casa, para poder replantear el color café de sus ojos a la alta figura del único Alfa del equipo.
—Te van a regañar, ¿verdad? —La pregunta era algo obvia, dejando que Hinata se sintiera un poco más a salvo de su nube aturdida mental, por sentir como la calidez de una mano ajena empezaba a llenarlo. Era tan cálida. Las manos de los Alfas normalmente eran ásperas, pero la de Tobio eran suaves, demasiado suave y calentita. Pero seguía siendo grande—. ¿Por qué no le avisaste a tus padres que ibas a salir con el Karasuno, idiota? —interrogó, haciendo más fuerte el agarre y arqueando sus cejas hacia abajo.
El más bajo recibió la cuestión, siendo imposible que toda su cara se llenara de color rojo, como un pequeño tomate en medio de la oscuridad de las montañas cercanas y las pocas casas del sitio. Shoyo arqueó sus cejas hacia abajo y desató un puchero, fingiendo una vez más que ese aire asfixiante que envolvía a Tobio por sus feromonas dispersas que se preparaban para el celo no le afectaba, su cuerpo se sentía caliente, los cosquilleos danzaban cerca de su vientre, ¡malditos instintos tan adictivos! Su cuerpo quería tener los cachorros de Tobio... él también, pero todavía no era tiempo, ¡apenas estaban en el cortejo! Ni siquiera había iniciado su intento de seducirlo.
—¿Hinata? —llamó en busca de una explicación el mayor. El mencionado regresó de su nube espesa, poniendo sus pies sobre la tierra y dilatando sus pupilas al ver ese color oceánico examinándolo. Lo hizo tragar en seco.
—N-no le dije nada porque si no, no me dejaría ir. —Se excusó, arqueando sus cejas en una pronunciada curva de desacuerdo y sus temblores se hicieron cada vez más potentes hasta que pareció un extraño vibrador que se entorpeció de golpe cuando la puerta principal de los Hinata se abrió.
El sonido de la puerta al recorrerse fue el punto clave para que el de menor estatura diera un brinco en su sitio, observando con terror honesto al Alfa que lo acompañó hasta su hogar y apretando más el agarre de manos creado.
—¡Shoyo! —La voz potente de la mujer Beta en el umbral lo hicieron dar un chillido en pausa, manteniendo su propia felicidad resguardada ante lo inevitable. Kageyama levantó la mirada, con sus ojos bien abiertos y una sensación molesta en su cuerpo al ver a la fémina saliendo de la casa, con lágrimas en los ojos, cejas arqueadas hacia abajo y los labios temblorosos.
Por su expresión, no se debía de ser un genio para entender que una plática enorme le aguardaba al de menor estatura. Sí, Tobio ahí entendió una cosa: que Shoyo no se parecía en nada a la señora Hinata, más que en la forma de sus ojos almendrados. Sus cabellos eran lacios y cortos, llegando cerca de sus orejas, completamente negros.
Quizás los genes de la madre de Shoyo no eran muy dominantes, ¿Shoyo sería igual?
Hinata, dejó que toda la palidez se aflojara en su cuerpo, tragando grueso y el Alfa fue testigo de como el menor se esforzaba para formular una sonrisa que antes salía fácilmente. Bueno, prácticamente él se buscó los problemas, desobedeció a su madre e ignoró eso, saliendo con un grupo de chicos, pero, algo seguía siendo injusto y Tobio quiso apoyarlo.
La curvatura en zigzag se hizo más pronunciada, sus músculos y huesos tensados, sus pasos girando con lentitud, y la preocupada mujer llegando a su lado. Todo era un factor indispensable como para que el aroma a naranjas se perturbara, alzándose en el ambiente y un chillido se le escapó de sus labios, como si le pidiera ayuda a su Alfa.
Tobio no era su Alfa, no lo era, pero estaba en el proceso de eso. Fue como un golpeteo certero, algo extraño lo llevó a actuar, y terminó cegándose, jalando a Shoyo con el agarre de manos que todavía mantenían, dando paso a que se pusiera detrás de él, soltando su mano cuando logró lo que quería y él ponerse en frente, estirando sus dos brazos de tal forma en la que impidiera el paso.
La mujer llegó, quedándose frente a él y algo sorprendida al ver al chico que su hijo trajo a casa. Shoyo escondió todo su cuerpo detrás de Tobio posando sus dos manos sobre su espalda y sólo asomándose con un terror resonante del lado derecho. Su madre ni siquiera le prestó atención a la mata de pelos naranjas, ni a la figura de su hijo, quedándose en su sitio ante la alta figura del desconocido que raptó a su niño.
Si tenía amenazado a su Shoyo, no dudaría en molerlo a golpes antes de llamar a la policía. Con esa decisión en mente se decidió a sacar las garras aunque ese chico fuera un Alfa.
Los ojos de la señora Hinata se agudizaron y Tobio sintió que las piernas le flaquearon, la potente mirada castaña de esa Beta lo hizo tragar grueso y lloró internamente. Le tenía miedo. Pero en ningún momento pensó en retroceder, eso no estaba en sus planes.
La mujer dio un bufido, afilando más sus facciones y el temible Alfa gritó internamente, quedándose congelado por unos segundos. Los segundos suficientes para que la mujer le apartara la mirada y mirara por fin a la pequeña cabeza de su hijo asomándose detrás de ese Alfa.
—Mamá... —dijo con un tono de voz ligero, queriendo apaciguar su propio nerviosismo al soltar esa manera cariñosa de evitar un regaño. Falló en el intento, porque su madre no tenía tiempo para juegos tontos.
—¿Así que ésta es la razón por la que no llegaste a casa en el autobús? ¿Por este joven? ¿Te has conseguido un novio? —reclamó, señalando sin reparo con la mirada la alta figura paralizada que seguía siendo el fuerte de Shoyo, sólo que ahora, bajó sus brazos con lentitud, al ver que no había exceso de peligro o un rastro de violencia en la de hebras negras más allá del tono de su voz. Shoyo se quedó mudo por su parte, queriendo soltar algo pero quedándose a medio camino cuando su boca se abrió de golpe, toda su cara ardió en rojo y el humo se expulsó de sus orejas al sobrecargarse—. ¿Sabes lo preocupada que estaba? ¡No llegabas y cuando llamé a la escuela, salió que no habías subido al autobús! Me dijeron que un chico Alfa había pedido permiso para que te dejaran salir con ellos... —formuló en medio de su pánico, sintiendo como parte de su alivio regresaba a su cuerpo en modo de un suspiro silencioso, donde cubrió su pequeño rostro en medio de su terror y pareció sollozar, ahogándolo.
Shoyo se sintió culpable con rapidez: la hizo preocupar.
—Mamá, no llores... —trató de consolarla el menor, saliendo detrás de Kageyama a duras penas, con sus dos manos frente a su pecho y queriendo calmarla al ponerse a su lado. Le adulta apartó con lentitud sus manos de su rostro, mostrando sus ojos acuosos y dejando paralizados a los dos jóvenes.
—Por un momento pensé que conseguiste malas influencias, o que el Alfa te obligó a irte con él y te hizo algo horrible —sinceró, siendo testigo de como ese tipo de situaciones no llegaban a presentarse: para que un Omega fuera acompañado por un Alfa, primero le revisaban su historial académico. Tobio esa vez tuvo incluso suerte por la limpieza de su historial y contando con el de Daichi, Sugawara, Asahi, Ennoshita, Tsukishima y Yamaguchi, fácilmente lo dejaron salir (omitiendo claro, que el director dudó cuando los «delincuentes» Tanaka y Noya estaban involucrados).
—No, Kageyama es una persona amable —soltó en medio de una risa el chico, sintiendo como su cara se calentó cuando la atención del susodicho se posó sobre su pequeño cuerpo. Después no podría verlo a la cara.
—«Kageyama»... ¿así se llama tu novio? —interrogó con seriedad, observando a su hijo, que se quedó paralizado cuando la última palabra de la pregunta fue expulsada de su boca. Shoyo se sintió alguien débil ante temas amorosos, aceptando que era un inexperto y que su primer amor apenas se estaba materializando a su bonita edad de 16 años.
Un tomate paralizado que se mezclaba con sus hebras naranjas, quieto como si fuera lo más difícil y sus manos poniéndose sobre sus mejillas, queriendo apaciguar todo el terror naciente.
—¿No-no-no-no-no-...? —Shoyo ni siquiera pudo terminar esa palabra, quedándose a medio camino y emocionándose por lo lindo que eso sonaba—. No lo es... todavía... —murmuró en medio de un pánico certero donde sólo pudo respirar tranquilo ya que la fémina le apartó la mirada para observa a ese Alfa que quizás era amable.
Tobio ahí pudo hacer algo, sintiéndose nervioso ante la Beta y sólo atinando a dar una reverencia respetuosa bien pronunciada.
—¡Mi nombre es Tobio Kageyama! ¡Mucho gusto! —saludó, levantando su cabeza tras profesar esa última presentación, y pareciendo formal ante sus intenciones con el hijo mayor de la familia Hinata—. Estoy intentando cortejar a Hinata, pero la salida de hoy no tiene nada que ver —asimiló, acercándose un poco más para quedar a un lado de Shoyo. Hinata dio un grito interno, emocionado ante ese extraño toque romántico.
De un momento a otro, para Shoyo sólo existía Tobio y su perfil atractivo. Su mirada azulada estaba seria como siempre, su ceño fruncido y sus acciones grotescas. Pero la fémina aceptaba que ese chico era lindo, quizás su hijo por eso estaba detrás de él.
—Aun así, Shoyo, no hay excusa para lo que-...
—Hinata fue invitado por el club a comprar bollos, él se mostró emocionado así que Dai-... el Capitán y yo pedimos el permiso, y él estuvo de acuerdo —asintió en medio de su falsa seguridad donde realmente se quería echar a correr por la penetrante mirada que esa mujer le dirigía—. Y aunque no sabíamos que Hinata no le había contado a usted sobre su salida... —Se guardó en sus pensamientos de que ni siquiera a ninguno se le ocurrió cruzar esa pregunta al Omega en medio de la euforia por tener a un nuevo integrante acompañándolos en esas tardes de bollos—. Quizás sí se merezca el regaño, pero, yo también tomaré la responsabilidad de sus acciones —finalizó su última declaración, dejando que los dos Hinata se quedaran quietos en su lugar, Shoyo incluso más sorprendido que su propia madre.
¿Cómo era posible que Tobio dijera eso? ¿Tobio iba a tomar parte de la responsabilidad? Sin querer, sintió como su pecho se emocionó por esa idea, creyéndose un pequeño bobo al quedarse paralizado porque su corazón latió demasiado rápido. ¿Cómo podía ser que cayera por cualquier mínima cosa que Tobio hiciera?
¿Eso era posible? ¿Lo era? ¡Sí lo era!
Muy al contrario, su madre se mantuvo serena, examinando al pretendiente de su hijo de pies a cabeza, examinó en su mente y con tiempo las palabras pronunciadas y notó que a parte de su buen parecer, no se veía como alguien que se metiera en problemas. A simple vista podía reconocer a un delincuente de preparatoria, sí, su cara era aterradora al no haber mostrado en ningún momento una sonrisa, pero su tono de voz era calmado, llevaba la ropa bien arreglada y tampoco se veía alguna marca o golpe reciente.
¡Ella lo sabía! ¡Lo sabía porque en su juventud perteneció a una banda de rebeldes de ese estilo! Ahí conoció al desgraciado infiel de su ex esposo.
Si le sumaba al hecho de que el cambio en Shoyo no se hizo notable, a veces lo veía medio atontado, como si fuera una enamorado (cosa que resultó cierto), pero ningún rastro de maltrato.
Bien, tomó una decisión temporal. Pero no podía dejarse fiar tan fácilmente.
Seguiría alerta.
—La próxima vez avisa que irás con tus amigos del club por bollos, para que no esté preocupada —afirmó, dando un suspiro de sentirse rendida ante la rebeldía de los jóvenes—. Mientras no vayas solo, y que mejor, te acompañe tu Alfa, me sentiré más calmada —destacó, eliminando de su rostro cualquier rastro anterior de querer llorar.
Shoyo se mostró emocionado, agradecido de que las pláticas largas de charlas entre lo correcto e incorrecto que le daba su madre, se hayan limitado a eso. Kageyama se quedó quieto, al oír la forma en la que la madre de su conquista se refirió a él: significaba, que estaba aprobado.
—Por cierto, Kageyama-kun, me gustaría conocerte mejor, así que un día tienes que venir a cenar —atacó la adulta de 36 años, señalando con su dedo y sin esperar un reproche o negación del novio de su hijo.
Tobio se comió sus anteriores pensamientos apenas los expulsó.
—¡Sí! —Y sin querer gritó la contestación.
La mujer se mostró satisfecha ante las reacciones y se dio la vuelta.
—Sho, iré adentro, para que puedas despedirte bien de él —aludió la azabache a la idea de que las parejas buscaban cierta privacidad al despedirse, más por impulso que de manera consciente. Hinata se percató de esa, por lo que expulsó con nerviosismo un «¡mamá!», y Tobio sólo pensó que era impresionante como su cambio de humor era tan voluble—. Sólo no tardes, la escuela pide que el Omega llame desde el teléfono de su casa al llegar.
—¡No tardaré! —advirtió el chico, viendo como la mujer entraba de nuevo al interior de la casa, y era recibida por una curiosa Natsu que se asomó en la entrada. Tobio vio a la pequeña niña, notó el claro parecido a Shoyo, con sus alborotados cabellos naranjas, rostro infantil, piel blanca y ojos cafés: sí, tampoco se parecía a la madre de Shoyo. ¿Shoyo sería igual?
Tobio se dio cuenta del rumbo de sus pensamientos, turbando su mente al recordar cuál era el proceso para creación de cachorros y sacudió su cabeza a una velocidad impresionante, queriendo borrar ese tipo de pensamientos. Suficiente como para que Hinata se posara frente a él para llamar su atención, cosa que logró sólo al agitar sus dos brazos al frente.
—¡Tierra llamando a Kageyama! —destacó, despertándolo de su trance profundo donde su corazón era derrotado en una jaula de deseos alborotados por el celo que se acercaba y se enfocó en ver al chico de sus fantasías empezando a saltar frente a él. De arriba a abajo, con sus brazos bien estirados y un gesto algo amenazante ante la falta de atención—. ¡Kageyama! ¡Kageyama! ¡Kageyama! ¡Kageyama! —repitió su apellido varias veces, dejando que el más alto soltara un bufido y buscara callarlo por lo irritante que era esa forma de demostrar su presencia, tomando una de las manos de Shoyo que estaban bien estiradas y las condujo hacia el frente, envolviéndola con la suya.
Hinata dilató sus pupilas ante esa sorpresa, como un pequeño ser cohibido mal enfocado que se quedó mudo al principio por la calidez de su tacto, pero terminando cediendo, con sus mejillas sonrosadas y sus impulsos de adolescente, su otra mano libre tomó la de Tobio y empezó a acariciarlo los nudillos, con cuidado.
Su mirada se direccionó hacia el agarre de sus manos, estaba bastante nervioso como para profesar palabra alguna y mirarlo a la cara al mismo tiempo. Tobio estaba de la misma forma, guardando silencio, enfocándose en sentir la suavidad de los dedos ajenos y creyendo que estaba hipnotizado.
Un Alfa y un Omega, ahora solos y al aire libre. Sus feromonas se mezclaron, no siendo tan fuertes al estar reguladas por medicamentos e inyecciones, pero seguían ahí. El aroma a chocolate de un Alfa entrando en celo y el aroma a naranja respondiendo positivamente a ese discreto coqueteo, Shoyo también se preparaba para entrar en calor.
Eso no era bueno, Shoyo debía estar atento.
—Muchas gracias por hablar con mi mamá, Kageyama, y gracias por el bollo —agradeció Hinata, sin atreverse todavía a mirarlo a la cara. Tobio asintió, apenado—. Juro que daré mi mejor esfuerzo para que puedan ir a Tokyo... —avisó, levantando su mirada de golpe y haciendo que el azabache copiara su acción. Se percató de ese gesto, otra vez, algo cambiado por el rubor, pero esos ojos llenos de decisión lo dejaron paralizado.
Ese Omega lo tentaba.
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