Capítulo 11: Parvada
Capítulo dedicado a: rafagauzumaki, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¡Hoy Hinata nos ha acompañado! —relató con emoción Tanaka, cuando la tarde ya caía por completo y la oscuridad se veía aun más notoria por las nubes en el cielo, cubriendo las estrellas y parte de la Luna.
Hoy, Shoyo podía decir con emoción, que era su primera salida con compañeros de clase; y es que, a pesar de que su segundo género se presentó cuando iba en primero de secundaria, no era una broma que por su complexión y parte de su forma de actuar, sus padres intuían que sería un Épsilon, o en su defecto, un Omega.
Esas simples sospechas fueron suficientes para que lo limitaran y comenzaran a cuidarlo... quizás demasiado. Nunca pudo salir a jugar con sus amigos como otros niños de su edad, rechazando las invitaciones de Izumi y Koji cuando ellos iban en bicicleta a un vecindario cercano a jugar béisbol.
Por eso, ¡era algo que atesoraba bastante! Ahora, con un chándal a fuego que combinaba con todos los miembros del club de voleibol, se regodeaba en su felicidad, con la notable ilusión en sus ojos castaños y una sonrisa emocionada. Las manos de Tanaka paseaban sobre su cabello, lo acariciaban como si se tratara de un hermano mayor al más pequeño, y sentía la potente mirada del entrenador aterrador sobre su persona, que llegó a atender la tienda mientras ellos se cambiaban de ropa en la escuela.
—Cada quien comprará su bollo sorpresa, ¿no? —cuestionó Daichi a todo el club que se encontraba en el interior del sitio.
Shoyo se quedó congelado ante tal propuesta, al recordar que no tenía nada de dinero: llevaba su almuerzo diario de su casa a las clases, y por política, al ser Omega, todo en el Karasuno con respecto a la cafetería, era gratuito (excepto las máquinas expendedoras), prácticamente, no necesitaba dinero.
—¡Sí, por mí está bien! —gritó con emoción Tanaka, soltando la caricia de los esponjosos cabellos de Hinata, antes de acercarse a la caja de compra donde en una pequeña vitrina, se encontraba el delicioso bollo sorpresa que era famoso de esa tienda—. ¡Deme uno, por favor! —dijo en medio de un canto, sólo logrando que el rubio diera un pequeño suspiro por lo ruidoso que era a esas alturas.
—Por Dios, deberías de regular tu tono de voz, ya es tarde y podrías causar un alboroto —regañó sin nada de tacto el único adulto del establecimiento, tomando unos guantes especiales para tomar el bollo y envolverlo en una bolsa café. Ryuunosuke bajó su cabeza y sus facciones se oscurecieron al ser reñido, recibiendo el bollo y dejando el dinero exacto en la pequeña mesa.
—Sí... —respondió sin ánimos.
Shoyo observó esa escena, y vio ahora como Tsukishima y Tadashi se esforzaban en pedir rápido sus propios bollos para que pudieran irse antes de que los algo agitados alumnos de segundo año hicieran un desastre. Lo contempló todo sin hacer ruido alguno o tratando de llamar la atención, ni siquiera percatándose de cuando el único Alfa del grupo se posó a su lado, sólo notando su presencia cuando a su nariz llegó el tenue aroma a chocolate por las cercanías. Apartó la mirada del mostrador y se esforzó en enfocar su mirada en Tobio, viendo como el joven de ojos azules sólo miraba al frente, antes de que sus irises lo atraparan al dirigirle un vistazo de reojo.
—¿Te gusta lo picante o lo dulce? —cuestionó de repente, por fin atreviéndose a mirarlo a la cara y dejando que el Omega diera una sonrisa un tanto amable ante la pregunta para responderla.
—El picante sabe muy bien, pero normalmente me arde la lengua por horas después de comerlo. —Se sinceró, posando uno de sus propios dedos en su mejilla y lo rascó con suavidad. Tobio, lo escuchó atentamente, toda su atención era para él—. Por lo que creo que prefiero el dulce —concluyó, sólo generando en el mayor un asentimiento antes de que volviera a apartarle la mirada y sus piernas comenzaran a moverse.
Shoyo se sintió perdido ante las acciones raras del azabache, sólo conectando sus pensamientos a unos más lógicos cuando el joven llegó a la caja principal con el entrenador Ukai, y lo vio pedir dos bollos dulces, enseñando con sus largos dedos de su mano derecha ese número, y acto seguido empezar a sacar dinero de uno de sus bolsillos.
Shoyo empezó a entrar en una área nerviosa, al ver lo obvio que llegó a resultar esa petición, entrando en pánico, sintiendo como su cara quiso calentarse y se sintió en el impulso de disculparse. ¡Lo hizo gastar de más!
Vio a Noya por unos breves instantes aplaudir con orgullo y a Kei aguantándose una risa. ¡Qué vergüenza!
—Kage-... —Trató de llamarlo, con un tono calmado, estirando su temblorosa mano hacia donde el chico estaba, pero, para su desgracia, fue fácilmente interrumpido por el entrenador.
—Por cierto, ¿ya han podido idear alguna sugerencia para el viaje a Tokyo? —preguntó el entrenador con casualidad, sólo metiendo los dos bollos en una sola bolsa café. Shoyo cerró su boca de golpe y se puso pálido, al escuchar con claridad y ser testigo de como la mayoría de sus compañeros de club parecieron apagar su ambiente animado, Tobio incluido. Los dos únicos que no parecieron afectados, fueron Tanaka y Noya. Ukai terminó de envolver los bollos y se los entregó a Tobio, recibiendo su dinero de nuevo cuando éste lo puso sobre la mesa.
Asahi fue el primero en iniciar el monólogo, con la mirada temblorosa.
—Bueno, Shimizu, Kageyama y yo realizamos carteles grandes, y Suga nos ayudó a pegarlas en muchas partes de la ciudad, pedimos donaciones y los sitios donde podían dejarlas... pero tal parece que eso no ocurrió —relató lo que recordó del profesor Takeda esa mañana: nada, absolutamente nada. Aunque nadie podía sacar un verdadero culpable, su instinto para el marketing no era bueno y sus dibujos hechos en el cartel parecían más un pecado que una bendición.
—El profesor Takeda ha estado pensado en utilizar parte de sus ahorros para llevarnos y nosotros en que cada quien debería de pagar su transporte. El problema es que la escuela de esa forma no nos otorgará el permiso —continuó Daichi, haciendo a Asahi y Suga asentir a la par. También ahora estaba el factor de que ya tenían a un Omega como mánager en el club, eso haría menos probable el permiso de la escuela para que usaran ese método de transporte, pero no lo mencionó porque no quería hacer sentir mal a su nuevo preciado miembro.
Shoyo no se atrevió a decir palabra alguna, porque no sabía muy bien lo que ocurría, pero con las pocas palabras que pudo escuchar y asimilar, supuso que era falta de presupuesto al club. ¿Por qué será? Creía fielmente que incluso Jiro, en medio de su cortejo varias semanas atrás, se regodeó de felicidad porque su equipo de béisbol tenía su propio autobús ya que él era la estrella naciente que los llevó a las nacionales.
Shoyo dilató sus pupilas al tomar ese recuerdo, pensando que eso podría llegar a ser beneficioso.
«Tal vez sí...», pensó, no sabiendo si podía ser buena idea volver a verlo.
—Hinata —llamó Tobio con su habitual tono serio, sacándolo de su nube mental donde por impulso buscaba querer ser de utilidad para su equipo, regresando sus pies a tierra firme al ver la alta figura bien proporcionada de Tobio para un joven de su edad, caminando hasta él con la bolsa en manos. Shoyo tuvo un sobresalto, enfocándose sólo en él, y actuando con nerviosismo y como un chico que sólo supo sonrojarse cuando éste se inclinó ligeramente y le ofreció la bolsa abierta con dos bollos dulces. El aroma de Tobio que adoptaba cerca de su celo, lo cegaba—. Puedes tomar uno... —Invitó, permitiendo que el de hebras naranjas soltara un grito con algo de ilusión. Kageyama lo miró a la cara, y se le hizo extrañamente linda la forma en la que su bonito rostro de facciones finas se iluminó.
—¡Mu-muchas gracias! —agradeció el pequeño Omega, juntando las palmas de sus manos con emoción, cerró sus ojos con fuerza, y susurró entre dientes palabras de obvia gratitud—. Gracias por la comida. —Shoyo no perdió el tiempo tras ese rezo y metió su mano en la bolsa. Pronto sacó uno de los bollos sorpresa y lo tomó entre sus manos. La textura era suave, esa pequeña bola que contenía un relleno desconocido y que no quemaba, pero sí mantenía tibia sus manos. Luego, levantó su mirada con obvia felicidad, y se dedicó a mirar al chico mayor—. ¡Te lo pagaré mañana!, te lo prometo...
Kageyama dio un respingo de sorpresa ante esa extraña forma de rechazar su regalo, pensando que quizás no fue bueno explicando, por lo que sólo frunció su ceño y apartó la mirada.
—E-es un regalo... —Se limitó a decir, sólo dejando mudo a Shoyo, quien también entró en pánico tras haber confundido todo.
—¡Lo siento, Kageyama! —Se disculpó rápidamente, teniendo un extraño nerviosismo donde toda su cara se puso roja y una sonrisa inevitable empezó a poblar su cara. Después de un rato fue que pudo calmarse, apartando la mirada con timidez y sonrió, sin poder ocultar su felicidad en su rostro donde mostró todos sus dientes—. Pero, te lo agradezco.
Tobio, al regresar su mirada al cuerpo del chico que olía a naranjas, fue que se topó con esas facciones sinceras de agradecimiento. Se sintió hipnotizado por ellas por unos segundos, y rápidamente, en un ataque de pánico, sintió que debió de cubrir con una de sus manos parte de su cara que comenzaba a ruborizarse.
—¡He pensado que mi hermana puede llevarnos! —Por otro lado, Tanaka parecía entusiasta a querer dar alternativas para que su viaje pudiera realizarse. Yuu apoyó la idea, y la pequeña «parejita» rompió su burbuja para ver a sus superiores hablar.
—Sí, cuando ella maneja, es como si estuvieras en una de las películas de Destino final —avisó con expectante emoción y un asentimiento certero, sólo logrando que Hinata palideciera casi por impulso. Se le revolvió el estómago.
—Sí, se oye peligroso, rechazado —soltó Ukai sólo con la respuesta del líbero.
—Podríamos colarnos en el autobús del Aoba Johsai... —Ahora fue Kageyama quien habló, llamando la atención de todos.
—Nos descubrirán enseguida, Rey idiota.
Tobio gruñó ante la forma en que Kei cortó ese asunto.
Hinata no dijo nada, pero vio la preocupación en todo el equipo: caras un tanto nerviosas y como si se resignaran a aceptar que posiblemente no podrían ir al campamento.
Sus ojos se enfocaron después de ver a todos en Tobio, el Alfa extrañamente amable y atractivo tenía sus irises oceánicas temblorosas y su gesto serio, incluso algo suavizado. Así que le importaba tanto el voleibol... no sólo a él, a todo el club.
Se mordió su labio y bajó su mirada, viendo la suave bola blanca entre sus manos que olía delicioso. Les gustaría ayudarlos.
Pero, ¿un Omega podía llegar a ayudar?
Claramente no, no podía hacer un gran cambio.
Ukai guardó silencio por unos segundos, y ésa fue como una cadena similar que dio paso a que el resto del Karasuno también guardara absoluto silencio. El rubio de mayor edad dio un respiro, recibiendo el último pago de Daichi donde le entregaba su bollo casero, dando un pequeño silbido al verse acorralado.
—Ya que no han podido recolectar donaciones para rentar un autobús, ¿podrían solicitar el permiso a la escuela de que les presten el autobús de otro club? —interrogó con facilidad el entrenador, dedicando a enfocar su mirada en el único Omega que se encontraba en el interior de la tienda. Shoyo sintió la mirada negruzca, experimentando un extraño pánico y trató de apartarle la mirada. Ukai sonrió, orgulloso ante su idea genial—. Tienen a un Omega, tal vez si piden que se les preste un transporte, puedan obtenerlo. —Oh, sí, la prioridad del gobierno y la escuela hacia los Omegas. En definitiva, algo podía salir de eso, y Hinata abrió su boca, dejando que la ilusión llegara a su rostro: si podía ayudar a todas las personas buenas que conformaban ese club, en ese club donde estaba Tobio, lo haría.
—¡Ukai-san, es un genio! —halagó Tanaka con emoción, y Daichi asintió, posando sus redondos ojos cafés sobre la esbelta figura del Omega. Toda la atención masculina de los 10 Betas y el Épsilon, ya estaba sobre el chico, que sólo pudo sonreír con nerviosismo y apretar su bollo entre sus manos.
Kageyama intuyó por mero instinto el exceso de atención que tenían en «su» Omega, y buscó acercarse más a él, poniéndose prácticamente frente a él e impidió que siguieran viéndolo. Hinata no rechazó esas acciones, sumándole a esa sobreprotección el colocar una de sus manos sobre el brazo de Tobio, con la otra sostuvo su bollo, y asomó tímidamente parte de su cabeza del cuerpo de Tobio, dejando a la vista sus ojos y sus bonitos cabellos despeinados de un color naranja.
Suga sonrió ante tan extraña y tierna escena. Hinata daba la idea de que quería ayudar.
—S-si hay algo que pueda hacer para ayudar, me gustaría hacerlo —apoyó Shoyo, arqueando sus cejas y aferrando más su mano que estaba en el brazo ajena a la manga de la chamarra negra que le devolvió cuando las prácticas terminaron. Sí, lo que estaba diciendo era verdadero, y a pesar de que podía presenciar de primera mano como la penetrante mirada de Tobio de reojo empezaba a verlo, esperando sus palabras, no le impidió para nada querer seguir pasando su deseo de cooperar—. No sé muy bien qué está pasando, ni tampoco entiendo mucho de voleibol o de la importancia de su viaje a Tokyo, pero, si puedo ser útil para algo, ¡me gustaría que me dejaran ayudarlos! —pidió Shoyo con absoluta facilidad, cerrando sus ojos por pánico y dejando que toda su cara se pintara de colores.
Todos fueron testigo de como después de eso, Shoyo volvió a abrir uno de sus ojos para ver la situación en la que estaba el club. Todos lo miraban.
Al verse el centro de atención, gritó quedito, volvió a cerrar sus ojos y escondió todo su cuerpo detrás de Tobio. Su aroma usualmente turbado a naranja que estaría flotando en el ambiente, en definitiva fue frenado por la intervención de las feromonas y la presencia de Kageyama, ya que se mezclaba y enlazaba con la del chocolate.
Por mero impulso, buscó enterrar su rostro en el bien formado pecho de Tobio, tratando de rociarse con su aroma y empezar a marcarlo él también con olor a naranjas para calmar sus inseguridades, y de paso, tal vez, sólo tal vez, también lo había hecho como un gusto culposo de querer enterrar su cara en ese sitio desde que lo vio sin camisa. El pequeño Alfa se percató de las intenciones ajenas, alzando su cabeza para mirar hacia el techo por unos instantes, congelándose en el acto y ruborizándose.
Aun así, Hinata no se atrevió a abrir sus ojos por un buen rato, hasta que la risa animada de Sugawara lo despertó de su trance, teniendo que forzarse a regresar su vista y dilatar sus pupilas. Quizás sus deseos de ayudar fueron transmitidos de forma positiva, y Daichi continuó con su plática cuando pareció que todo el club, a excepción de Tsukishima, reaccionó con entusiasmo ante el apoyo del nuevo mánager.
—Bien, en ese caso, estaría bien que nos ayudaras con la entrega de la petición del transporte —completó el capitán al aceptar su ayuda, sólo logrando que el mánager diera un sobresalto, alejándose del pecho de Tobio (quien disfrutó de esa extraña cercanía) y volvió a asomarse para ver a los del club, esa vez, fue toda su cabeza. Eso era algo que lo hacía muy feliz, un Omega que no sabía hacer nada por su cuenta y sin ninguna meta de por medio como él, podía llegar a ser de utilidad—. ¿Está bien, mánager? —Daichi le sonrió con complicidad y éste sólo pudo ampliar su sonrisa con emoción a la par que asintió. Tobio notó cada una de sus acciones, tan brillante que parecía que quemaba y que lo dejaría ciego si no apartaba la vista levemente.
Al mismo tiempo en que ese desenlace se presentó, las puertas de vidrio de la tienda abriéndose y dejando que la risa juvenil de varios alumnos del Karasuno tras salir del club de béisbol e ir por un aperitivo, dejaron congelado al único Omega del grupo al escuchar la carcajada deteniéndose a mitad del camino del Alfa que rechazó hace no mucho: Jiro Ogowo.
Shoyo lo vio de reojo, ese chico castaño entró a la pequeña tienda del entrenador Ukai con una enorme sonrisa en su rostro, hablando con un chico azabache de mayor estatura que él, borrando su mueca cuando el aroma a naranja conocido chocó con sus fosas nasales. Oh, no...
Los dos cruzaron miradas, Shoyo arqueó sus cejas con molestia y Jiro copió su acción. Hinata entró a la defensiva que buscó volver a apegarse a «su» Alfa, hundiendo su rostro en el pecho ajeno para inhalar su aroma, mientras Tobio miró al chico un año mayor que ambos quien fingía no importarle esa realidad de su conquista fallida, ignorándolo y llegando a la barra para comprar los pocos bollos que quedaban para su equipo. Algunos amigos rieron al ver esa escena, dejándose guiar por la imagen de Shoyo que tenían por influencia de Ogowo: un Omega fácil que le meneaba la cola a cualquier Alfa, que sólo quería ser follado.
Un chico rubio le prestó especial atención al pequeño Omega que se encontraba prácticamente adherido al Alfa: cuerpo pequeño, cabellos naranjas, rostro fino, con piel clara, ojos rasgados, labios carnosos y buenas caderas. Ni hablar de que a pesar de eso, seguía manteniendo la forma del cuerpo de un hombre. Inevitablemente, pasó su lengua sobre sus labios, saboreando su pequeña fantasía.
Tobio gruñó al percatarse de eso, y se movió de tal forma en que no pudieran verlo. Noya casi se lanzó contra él: odiaba la arrogancia de algunos Alfas.
Tanaka y Noya se dieron cuenta rápidamente de esas miradas. Tobio ni siquiera les prestó atención, enfocándose en el Omega y queriendo calmarlo. Una de sus manos, llegó temblorosa a envolver el cuerpo de Shoyo por la espalda, con la otra cargó su bollo que todavía estaba en la bolsa, descargando parte de su aroma para que él lo captara y la tensión parara. Shoyo se mostró satisfecho, acomodando su rostro de tal forma en que recargó su mejilla en el pecho de Tobio y miró su bollo intacto. Al verlo, se alejó un poco de Tobio y ésa fue señal para el de ojos azules de acercar sus fosas nasales a la bonita cabeza esponjosa del chico.
Hinata en definitiva se asombró y reaccionó con sus mejillas sonrosadas cuando sintió como Tobio empezó a olfatear su aroma cerca de sus cabellos rebeldes, pasando su nariz por ese sitio, queriendo transmitirle su apoyo de esa forma, y sólo deteniendo su actuar instintivo, cuando, satisfecho del aroma del Omega, recargó su barbilla en el sitio olfateado. Shoyo aceptó esas extrañas caricias, y en su lugar, le dio la primera mordida al regalo.
Descubrió su contenido: chocolate. El chocolate golpeando su paladar.
Sonrió con emoción al ver que era de sus dulces favoritos y pasó por su lengua los pequeños rastros del chocolate que quedaron en sus labios rosados.
Jiro fingió no ver esa escena y uno de sus amigos se rio con cierta burla: el Omega en cuestión, no estaba nada mal.
—Podría llevármelo a la cama... —susurró el mismo rubio a un pelirrojo.
Tobio sí escuchó ese susurro y los vio por el rabillo de su ojo, dejándolos secos al instante con su terrible frialdad y teniendo el impulso de querer proteger a Shoyo: lo trataban como un objeto.
—¿Eh? ¿No te quieres llevar mejor unos gol-...? —Tanaka afiló sus facciones y se metió en la plática, alzando su barbilla con cierta arrogancia y listo para defender a su Kouhai.
—Tanaka... —llamó Sawamura sin mucho revuelo, callando al mencionado de golpe, pero no disculpándose con los dos temblorosos chicos del club de béisbol. En su lugar, el moreno de cabellos negros se dedicó a mirar a esos alumnos desconocidos de la misma forma en que el resto del club los veía.
El preciado mánager del Karasuno, el pequeño Omega «indefenso».
Tobio apegó más contra su cuerpo a Hinata, que, cegado por su molestia, apretó su bollo entre sus manos y tronó sus dientes. Kageyama notó esas acciones y pasó una de sus manos sobre sus cabellos, en busca de querer tranquilizarlo.
Todo el club ya estaba a la defensiva, no era la primera vez que eso les pasaba. Normalmente, Kiyoko también llegaba a ser víctima de ese tipo de insinuaciones, y ellos claramente no lo permitían, su nuevo mánager tampoco sería el blanco de ese tipo de denigración.
—No te preocupes, Hinata —comenzó Sugawara, afilando sus facciones y mirando con amenaza al Alfa rubio que trataba de hacerse el desentendido.
—Si alguien trata de sobrepasarse... —continuó Ennoshita, con su típico gesto sin cambio.
—Nos lo comeremos vivo —finalizó Kageyama.
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