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Capítulo 10: Chándal Negro

—Ya veo, así que es por eso que el Alfa aterrador te dejó una pelota de voleibol y una rama de un árbol de cereza. —Ató cabos sueltos la chica rubia, poniendo su puño cerrado arriba de su palma abierta para expresarse más. Shoyo asintió casi a la par de esa realidad, tras contarle su situación sentimental a sus compañeros de clase mientras la enfermera fingía enfocarse en colocarles su inyección diaria, cuando realmente estaba escuchando el chisme.

Era cierto que Shoyo estaba actuando algo posesivo, ni siquiera les permitió que sujetaran el balón de voleibol y la rama sus dos compañeros cuando era su turno de ser inyectado, cuando en otras ocasiones, con facilidad, les encargaba algunos regalos dados por otros Alfas.

La aguja entró en el brazo izquierdo del pequeño Omega, Shoyo soltó un grito un poco más fuerte y dejó escapar parte de su pequeño olor turbado, sólo deshaciéndose en el mismo aire donde fue presenciado cuando el dolor se alejó junto con la aguja saliendo.

—Realmente no entiendo... —Fue Sato quien ahora comenzó a hablar, cuando la enfermera colocó el algodón sobre la parte donde se perforó la piel, y se tardó un poco más de tiempo, para poder escuchar el desenlace. Hinata estuvo dispuesto a escucharlo, apartando la vista por segundos para observar sus dos regalos y una extraña sonrisa llena de satisfacción lo llenó—. Si los dos sienten atracción por el otro, ¿no deberían de saltarse el cortejo y comenzar a salir? Digo, el cortejo sirve para que un Alfa conquiste al Omega, y la seducción para mostrar que eres adecuado para ese Alfa... —razonó el rubio. La enfermera por fin apartó la gasa del sitio, y le bajó la corta manga de su camisa escolar, y fue lo suficientemente amable para ayudarlo a que su brazo entrara a su sudadera y el suéter escolar.

Hinata la observó, le agradeció con facilidad, para seguido ponerse de pie de su sitio, ya acostumbrado a recibir una inyección diaria para controlar sus impulsos sexuales y naturales de un Omega, y se encargó de poner al tanto a Sato de que su pensamiento en definitiva no era correcto.

—¡No puedo hacer eso! Creo que Kageyama está buscando algo diferente... habla de querer jugar conmigo voleibol —informó sus preocupaciones, sintiéndose alguien sin mucho talento por no saber interpretar esa extraña invitación romántica (si es que era una).

Yachi soltó un grito de terror ante esa extraña afirmación, tapando su boca con ambas manos y siguiendo el paso calmado de Shoyo a la salida para poder llegar al pasillo de la institución. La enfermera silenciosa se despidió de ellos con una sonrisa en su cara, todavía sentada y esperando que los otros Omegas de primer grado y de los grados superiores que todavía no eran marcados, entraran para poder inyectarlos.

En la entrada de la puerta al abrirla, se toparon con la figura de la otra chica Omega de primero, dejando que ellos salieran primero para después ella entrar.

—Entonces, ¿es por esa razón que tratas de seducirlo? —Yachi estaba más alterada que de costumbre, señalando con su dedo el rostro de su amigo que se dedicó a mirarla, dilató sus pupilas a la par, y su bonito rostro se cohibió al sonreír con cierta torpeza. Shoyo ya actuaba tímido, Sato y Yachi creyeron que ya lo perdieron por completo—. Hi-hinata, me compadezco —formuló entre lágrimas conmovidas la fémina, escapando de su mente la última palabra que se suponía debía de estar en su mente.

Los ojos rasgados de los dos Omegas la miraron tras esa frase, y la rubia de ojos cafés gritó al darse cuenta de lo que dijo. ¡No, no, no!

—¡Y-yo...! —Trató de excusarse, haciendo sus pasos atrás para alejarse de los dos chicos y sacudió sus manos con fuerza. Pero Shoyo no se enojó con ella, en su lugar, un suspiro pesado se escapó de sus labios y le apartó la vista para mirar los dos objetos regalados. Ahí, dejó que su preocupación saliera a la luz.

—La verdad, nunca he intentado seducir a alguien... —murmuró, mostrando como sus lindos cachetes se iban llenando de color rojizo y levantó su mirada hacia el frente cuando quiso soltar su leve grito de ayuda—. ¿Saben cómo se puede seducir a alguien?

Yachi y Sato se quedaron mudos ante la pregunta de auxilio que Hinata les mandó: si Hinata no sabía, ¿cómo ellos lo iban a saber? Yachi y Sato detuvieron levemente sus pasos cuando estuvieron cerca de su aula, y Shoyo fue el único que no bajó la velocidad. Los dos rubios se miraron de reojo y casi al instante trataron de entrar en ambiente y apoyar a su amigo.

Sato fue el primero en decir el primer consejo, al mismo tiempo en que Shoyo detenía sus pasos y volteaba para poder mirarlos a la cara.

—¡Un Omega... un Omega puede intentar mover sus caderas cuando camine delante de la persona que quiere conquistar! —habló Sato, señalando sus propias caderas bien proporcionadas. Seguido de que sus labios lo decían, el rojo empezó a llenarlo con lentitud de pies a cabeza... ¿qué demonios? ¿Qué demonios estaba diciendo?

Para su mala suerte, el chico Omega lo observó con atención, abriendo con ligereza sus labios carnosos y bajó su mirada para ver la curva de sus propias caderas que fácilmente era ocultada por su uniforme. Era cierto, posiblemente si movía sus caderas con aire seductor y hacia esas caras vergonzosas, podría hacer algo similar a un baile de apareamiento. Tal vez sus movimientos podrían despertar algo en Kageyama, y... ¡no!

Pero... pero... había un problema.

—¿Cómo se supone que debo de mover mis caderas para llamar la atención de Kageyama? —El problema tomó forma en palabras, y Sato se rindió con facilidad, simplemente alzando sus hombros con aire ausente porque él tampoco había entendido eso con algún Alfa.

Shoyo sintió que se hundía en una zanja profunda. Hitoka Yachi volvió a gritar para llamar la atención de los dos chicos. Al captarla, tenía una sonrisa nerviosa y su poca decisión de querer ayudar a su amigo, sólo era fácilmente evadido por su falta de experiencia.

—¡C-creo que es así! ¡Para mover las caderas debes mover tu cuerpo! —indicó, tratando de hacer esa idea y sólo logrando que su tronco fuera el que empezara a balancearse de un lado a otro, a una velocidad tan rápida, que Sato pensaría que debería de ser tomado como un talento: eso era todo, menos mover las caderas.

—Parece que te estás aguantando las ganas de ir al baño, Yachi-san —susurró Sato, dando un suspiró pesado al bajar su mirada y sólo logrando que Yachi se detuviera, sintiendo como una flecha se enterraba en su pecho: sí, lo sabía, sabía que no tenía buenos dotes seductores.

Pero Shoyo, muy al contrario del más realista Sato, pareció encantado. Demasiado encantado.

—Creo que lo entiendo, Yachi-san —comentó entre risas el pequeño chico, moviendo su cuerpo. Todo su cuerpo, de un lado a otro y moviendo sus pies con pequeños movimientos. Eso no era mover las caderas.

—Tú pareces un pingüino, Hinata...

Los otros Omegas claramente no pudieron ayudarlo para iniciar el cortejo, Hinata pensó que lo mejor sería pedirle ayuda a sus padres, con suerte, ellos podrían proporcionarle algún tipo de ayuda. Por lo mientras, se enfocó en entrar al gimnasio con Tobio y Noya a su lado, vistiendo su ropa rojiza deportiva de la preparatoria Karasuno y arriba de ésta, la chamarra deportiva del único Alfa del club que le quedaba notablemente grande.

Las feromonas esparcidas en la chamarra estaban más pronunciadas, más fuertes, y Shoyo se regodeó alrededor de ellas. Posiblemente, Tobio estaba a días de iniciar su celo.

Kiyoko ya había llegado desde hace un buen rato, estaba parada cerca de la pared donde había un reloj con algunos barrotes para que no se rompiera por algún balón desviado. La mánager de tercer grado tenía el uniforme de descanso de Karasuno, con un chándal completamente negro, sólo que sin tener inscrito el nombre de la escuela en su espalda. En sus manos, sólo tenía una caja de cartón algo grande donde estaba guardando algo que era un secreto.

Cuando Shoyo puso un pie en el gimnasio, los ojos claros de la mujer Beta con gafas fueron su punto de atención, y tal pareció, que él era la persona que buscaba, ya que hasta detuvo su pequeña charla con el profesor con respecto a los problemas que tenía todo el equipo para transportarse a Tokyo.

—Hinata... —llamó con un tono de voz calmo, logrando la atención del susodicho con facilidad, que se dedicó a mirar a la chica. La fémina no dijo nada por unos segundos, en su lugar, hincó su cuerpo y depositó la caja en el suelo. Al tener sus manos libres, con una llamó a Shoyo, moviendo sus dedos para que éste se acercara.

Shoyo tragó grueso ante la repentina invitación, pero esa vez su aroma no pudo salir más allá de sus propios nervios, ya que el chocolate sobre su cuerpo se lo impedía, estaba demasiado fuerte. Su aroma se mezclaba con el de Tobio que casi quedaba neutralizado. Posiblemente su celo también se adelantaría si seguía expuesto al dulce pecado de Kageyama.

No protestó al acercarse, caminando hasta el sitio donde la única chica del grupo ya abría la caja.

—Si no es de tu talla, puedes decirme y la cambiaré... —avisó la fémina, sacando lo que parecía ser una chamarra negra igual a la de Tobio, unas tallas más pequeña. Shoyo sintió como la felicidad lo embriagó sin querer, al ver esa ropa creada especialmente para él, un grito de emoción salió de su boca y el brillo incomparable de felicidad fue su punto principal.

—¡Gracias, Shimizu-senpai! —agradeció el chico con emoción, tomando entre sus manos la chamarra que ésta le ofreció y la emoción no cupo en su rostro. Takeda amplió su sonrisa al ver esa divertida escena y los pocos que apenas llegaron, fueron testigos de como el Omega se agachó para poder tomar la caja entre sus manos y al ya tenerla cargando.

Takeda le dio permiso para que fuera a cambiarse.

Hinata ni siquiera tuvo que escuchar eso de nuevo, antes de que metiera la chamarra a la caja sin doblarla, y corriera hacia la puerta del gimnasio, encontrándose con Suga y Daichi en el umbral, casi chocando con el capitán y atropellando una disculpa por su prisa.

Tobio no dijo nada a pesar de verlo tan emocionado.

Hinata regresó más tarde, cuando Tsukki, Yamaguchi, Tanaka y Asahi ya habían llegado. Su felicidad se notaba fácilmente en la cara, con sus mejillas llenas de color, sus ojos bien abiertos de la emoción y su bonito cabello naranja bien alborotado: venía cambiado, del color negro, el típico de los cuervos. Pantalones a la medida, una playera blanca que en la esquina derecha decía el nombre de la escuela y su chamarra con el cierre abierto. En sus manos seguía trayendo la chamarra de Tobio a pesar de que no la estuviera usando.

Kageyama se quedó paralizado al ver al chico bastante feliz al sentirse integrado por completo al club, que ni siquiera supo qué decir. Se quedó mudo por unos cuantos segundos, dejando que todos los demás miembros se esforzaran en mantener viva la emoción del Omega.

—¡Genial, Hinata! —Suga fue el primero en hablar, dando leves aplausos con sus manos—. Se te ve muy bien —alentó con sinceridad, sólo logrando que el pequeño chico se dejara cegar por ese halago, y se preparara para alzar su pecho con orgullo, inflando su propia felicidad junto con su pecho. Se enalteció él solo y resopló en medio de su felicidad.

—¡Shoyo, el negro te queda muy bien! —apoyó Noya, logrando que el chico abriera sus ojos y mirara al líbero, no notando cuando Tanaka se acercó a él para poder pasar su mano abierta sobre sus cabellos alborotados.

Daichi miró a la mánager que sacudía de sus rodillas el poco polvo que había en el gimnasio, le levantó el pulgar con complicidad al cruzar miradas, y la chica de tercero asintió, declarándose culpable porque hizo todo lo posible para que el traje estuviera listo lo más pronto posible, al ver que Shoyo tenía pequeños problemas para integrarse al club. Con eso, al ver su enorme sonrisa emocionada y como miraba con orgullo su propio uniforme de mánager, sintió que logró su objetivo.

Y, ¿cómo no estarlo? Era la primera vez que tenía un uniforme de un club escolar.

Kageyama vio cada una de sus acciones, teniendo un ligero mareo al ver su extrema felicidad con algo tan simple, que se vio obligado a tapar su boca con una de sus manos, al sentir como su rostro ardía y todo el color rojizo lo llenó hasta el punto en que se volvió embarazoso. Sólo quiso evadir cualquier acción del Omega, al voltear su cuerpo por completo y tratar de evitar a Hinata.

No salió muy bien, ya que el de menor estatura notó sus acciones, frunciendo su ceño por impulso ante la idea de ser ignorado por «su» Alfa, y comenzó a acercarse rápidamente al espacio personal de Tobio.

Y sí, Kageyama fue testigo de como el chico lindo se coló por el rabillo de su ojo derecho a su lado, con sus dos manos y piernas bien abiertas, con sus cejas arqueadas hacia abajo, su boca en forma de «o», su mirada algo expectante y curiosa. En su hombro, tenía colgada la chamarra que le prestó.

Tobio trató de restarle importancia. Sólo logrando sacarle un gruñido al Omega y desapareció de su punto de visión, sólo para aparecer ahora de su lado izquierdo al segundo. Tobio tronó sus dientes, y pronto, tras tratar de ignorarlo, Hinata ya estaba frente a él, en la misma posición y con bastante expectación.

Tsukishima se burló al fondo, y Tobio bajó sus cejas hacia abajo, sintiéndose ligeramente irritado por esa necesidad de atención. Pero, entendió que debía de afrontar la realidad. Así que, con la cara aún roja, bajó su mano de su boca, miró al suelo tímidamente y luego levantó la vista al chico que ya se estaba preparando para soltar su apellido con su dulce voz.

—Te ves muy bien con esa ropa... —confesó, dejando que Hinata dilatara sus pupilas al creer por unos instantes que se portaría violento o a la defensiva como lo hacía con Tsukishima—. Cómo un mánager.

Tobio no sabía hacer cumplidos.

Pero, un mal cumplido para todo el resto del club, fue todo lo contrario para Hinata, que sólo enderezó su cuerpo con lentitud y toda su cara se empezó a llenar de rojo y el golpeteo en su corazón resonó en su pecho. Le gustó.

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