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Capítulo 09: Cortejo, ¡Cortejo!

Capítulo dedicado: 1L0V3SH0Y0, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Kageyama no podía sentirse desdichado, pero sí nervioso. No podía echarse para atrás, porque estaba seguro de que todo saldría bien. Oikawa fue quien lo orientó, él no sabía nada de conquistas, pero podía dejar todo en manos de sus palabras. Bueno, ¿qué tan mal podía salir si le entregaba a Shoyo los regalos que Oikawa le sugirió?

«A mí me funcionan», vio en su mente la imagen de Tooru, preparándose para soltar de sus delgados labios, una carcajada certera. Sí, Oikawa era tan seguro de sí mismo que hasta se aguantaba las ganas de reír de felicidad.

Por eso, ese lunes después del día de descanso, se aseguró de colocar sus dos presentes en su espalda con una mano, de una forma en la que no fueran fácilmente vistas, y se espero en el estacionamiento principal de la academia a que el autobús especial para Omegas llegara.

No tardó mucho en que ese enorme autobús llegara puntual como siempre, unos veinte minutos antes de que las clases iniciaran de manera oficial. El enorme transporte conducido por un Épsilon adulto, completamente negro y sólo con la imagen de la silueta de un cuervo volando del lado izquierdo del enorme transporte llegó. En el lado derecho se podía leer el nombre de la escuela.

Kageyama frunció su ceño ante esa imagen: el favoritismo era demasiado obvio.

También recordó que ellos tenían una invitación para un campamento de concentración en Tokyo con grandes escuelas ligadas al Nekoma (el Aoba también fue invitado, tal parecía) dentro de unas semanas, y todo apuntaba a que no podrían ir por falta de dinero y sin apoyo de los profesores: «cuervos con alas rotas, cuervos que ya no saben volar».

Tobio volvió a apretar lo que tenía en manos, no pudiendo evitar sentirse nervioso y algo cohibido ante sus propias decisiones tomadas. Sí, había tenido la ayuda de Oikawa, pero era cierto que uno de los regalos que eran para Hinata, se lo terminó sacando su madre a la basura con la excusa de: «¿por qué metes basura a la casa, Tobio?», por lo que tuvo que tomar una similar por emergencia mientras venía de camino a la escuela.

Hoy su cortejo iniciaría, hoy Shoyo podría hacerse una idea de su personalidad. Oikawa era un genio, había pensado hasta en el mínimo detalle con una sonrisa burlona en su cara todo el tiempo.

Cuando las puertas del autobús para Omegas se abrieron, una profesora Beta encargada se ocupó de ser la primera en bajar, una mujer de largos cabellos negros, ojos serios que observaban a sus alumnos con su típica naturaleza estricta, y en sus manos llevaba un bolígrafo y una libreta con los nombres anotados de los Omegas de los tres grados del Karasuno. Sí, los profesores los trataban con absoluto cuidado, la mujer lo volvió a mostrar a vista de Kageyama, como le daba autorización para que bajaran, ordenados y uno por uno.

La primera en bajar fue una chica Omega de tercer grado, de cabellos pelirrojos que le llegaban hasta los hombros, completamente lacio, su fleco cubría toda su frente. Kageyama empezó a acercarse lentamente, aún a una distancia prudente de la profesora, pero por eso fue fácil escuchar de lo que hablaban.

—Soy Kunio Sanemi —confirmó la chica de cabello naranja, y la profesora asintió al tomar su asistencia de forma afirmativa.

—No olvides pasar por tu inyección a la enfermería... —recordó la profesora sin cambiar su semblante serio, y la dulce chica sólo pudo asentir antes de tomar rumbo directo al interior de la institución.

Kageyama vio la facilidad con la que los Omegas que no habían sido mordidos bajaban del autobús, como repetían el mismo proceso de la chica anterior y ésta les indicaba que debían de ir directamente a la enfermería por la inyección. Debían de regular sus impulsos y parte de la propia esencia que los hacía Omegas para poder vivir tranquilos y sin la preocupación de que un Alfa abusara de ellos por un descuido.

Tobio contó exactamente a tres chicos y dos chicas bajar del autobús, antes de que la pequeña figura de Hinata se hiciera presente en su punto de visión, bajando los escalones hasta llegar a la adulta que era unos cinco centímetros más alta que él. Shoyo enfocó su mirada en la lista, dio su nombre y recibió la misma indicación rutinaria.

—Espero que lo ocurrido la otra vez sea la última vez, joven Hinata —confirmó la seria mujer cuando el mencionado ya planeaba irse. Como era de esperarse, el Omega dejó escapar un chillido al detener sus pasos de golpe por esas palabras tan directas de su profesora, tuvo un escalofrío, y sólo pudo girar con lentitud su cabeza y volteó un poco su cuerpo. La mujer lo veía con absoluta seriedad y demasiada presión que lo hizo sudar aun sin quererlo—. No es la primera vez que hace eso, debe de cuidar más su salud —suspiró la azabache, dando un gesto rápido por sus propias palabras de preocupación que posiblemente le entrarían por un oído y le saldrían por el otro ante su actitud rebelde que tomaba en sus actitudes pasivas—. Eres un Omega frágil y delicado, no lo olvides.

Shoyo sabía que era un Omega frágil, por lo que terminó por asentir, no pudiendo reclamar contra eso. Más tarde, la mujer volvió a ignorarlo y volvió a enfocar su mirada al autobús. Shoyo pudo seguir su camino a la institución, con su mochila en un hombro al ser de ese diseño donde sólo existía un tirante cruzado.

Seguido de él, salió la chica rubia de cortos cabellos que recibió a Shoyo en el balcón, pero Kageyama no le prestó atención, en su lugar, decidió enfocarse en el pequeño chico de cabellos alborotados y esbelto cuerpo cubierto por el uniforme negro de Karasuno, debajo de su suéter escolar usaba una sudadera delgada de color amarillo, para combatir los últimos días de invierno y la llegada de la primavera. Con el temor a flote y su corazón empezando a dar enormes brincos en su pecho por su nerviosismo, Tobio apretó los dos regalos que le había traído al Omega, respiró con fuerza, para tomar la decisión de caminar hasta donde éste tomaba su camino sin mirar a los lados.

Por mero impulso, se encontró dando una larga zancada con su pie y su boca se abrió para poder hablar alto y así llamar su atención.

—¡Hinata! —exclamó en medio de su sorpresa, creyendo que la imagen que estaba mostrando por fuera en definitiva debía de ser vergonzosa y patética, al encontrarse con los ojos llenos de curiosidad en medio de ese café somnoliento, parando sus pasos sincronizados con los de los demás alumnos para poder esperar al Alfa puro que llegaba con sus dos manos escondidas en sus espaldas.

Shoyo se mostró tímido en primera instancia, cuando tuvo la figura del mayor a su lado y él tuvo que girar su cuerpo para que quedaran frente a frente. Tobio tenía sus delgados labios temblando, su piel nívea fue estropeada por el color rojizo bien proporcionado en sus cachetes y parte de su frente, y su nerviosismo de un enamorado inexperto era proyectado por el movimiento de uno de sus zapatos haciendo pequeños círculos en el suelo por la vergüenza.

—Kageyama... —dijo a un volumen muy bajo el Omega, él también empezando a copiar sus acciones al verse algo expectante ante los posibles escenarios que podrían pasar a continuación, tras haber tenido tan buen inicio del cortejo —según él— cuando el bien parecido Alfa le prestó su chaqueta rociada de sus feromonas para combatir sus nervios.

¿El resultado? Tenían a un Omega y un Alfa completamente apenados, los dos mirando al suelo, Shoyo jugando con sus manos al chocar sus dedos entre sí, y Tobio apretando más los regalos a su espalda. Ni hablar de que el silencio incómodo que los dos formaron tras ya no decir palabra, se mezclaba con la combinación de la naranja y el chocolate en plena fusión cuando sus dos caras reflejaban los colores de dos personas que se atraían entre sí. Para colmo de los males de Hinata, se acercaban sin prisa en dirección hacia donde ambos estaban, Yachi y Sato, los dos ya notando la escena. Oh, no.

Hinata debía de hacer algo para romper el hielo que se formó alrededor como una capa espesa de incomodidad, eso no era bueno.

—¿Qué pasa? ¿Necesitas algo? —preguntó Hinata con destreza absoluta, por fin tomando la fuerza de quién sabe dónde para levantar tímidamente su mirada del suelo y observar al mayor.

Como si los dos pensaran lo mismo, Tobio a la par levantó su cara enrojecida para mirar al menor. Los dos cruzaron miradas por accidente, sólo generando que el café y el azul colapsaran cuando se encontraron, y tras un ataque de pánico, los dos apartaron rápidamente la mirada. El ambiente empezó a entrelazar más sus dos aromas, y aunque no eran del todo complementarios, el Omega interior de Shoyo buscaba unirse con el olor del Alfa por mero instinto desde que el exceso de feromonas estuvieron en contacto con él por un buen rato el día de su ataque de nervios.

Kageyama estaba hecho un remolino, encerrándose en su propio pánico mental, paralizándose y sintiendo frustración por no saber cómo empezar a hablar ahora que ya estaba frente a él.

«Si quieres tener a este Omega contigo en la cancha, primero debes de conquistarlo», se animó, frustrado y arqueando sus cejas por mero impulso cuando sintió que apretó sus dientes antes de forzarse y no huir de sus verdaderos sentimientos. Asintió para sí mismo, y levantó su cara hacia arriba, sacando con una de sus manos, uno de los dos regalos que Oikawa le ayudó a seleccionar (aunque ése no era el mismo que Oikawa le presentó).

—¡E-esto es para ti! —gritó casi a todo pulmón Kageyama, extendiendo el obsequio y generando que muchos alumnos que pasaban por ahí lo escucharan, incluidos los dos amigos de Hinata. Por su parte, el Omega con la mirada baja, vio como el gris del suelo se llenó de un tenue rosado al ver una pequeña rama delgada de un árbol de sakura, las ramas marrones tenían adornadas a su alrededor varios pétalos de flores, unos incluso salieron volando por la violencia con la que Kageyama le colocó la flor frente a él. Uno de ellos se posó en la nariz de Shoyo, generándole un cosquilleo que tuvo que desaparecer al mover su nariz como ardilla para que éste volviera a volar.

Tobio notó esa acción extrañamente linda y sintió que una flecha atravesó su corazón, cuando las miradas de ambos se encontraron por fin. Shoyo notó como Tobio estaba agitado, su pecho se encontraba turbado que incluso era más veloz, su apariencia de Alfa dominante estaba siendo remplazada por la de un niño que experimentaba su primer amor, y el regalo que le dieron, ciertamente era curioso.

Nunca le habían dado una rama de un árbol, literalmente.

Pero no le molestó el obsequio, sonriendo con suavidad al recibir de manera positiva el presente, y tomó con su temblorosa mano, por los nervios de estar demasiado cerca de Kageyama, la pequeña rama.

—¡Gracias! —agradeció Shoyo, entrecerrando sus ojos al decir eso, y su sonrisa de oreja a oreja lo hicieron ver más bonito de lo que ya era. Kageyama creía que Shoyo era el Omega más lindo... también agradeció que Shoyo aceptara de forma positiva lo que le dio, a pesar de que no era como el regalo que le ayudó a obtener Oikawa.

¿Cuál fue ese regalo?

Pasto.

Oikawa cortó con sus manos pasto de un pequeño césped cerca del centro comercial, se lo dio a Tobio, y con su radiante sonrisa le dijo: «si le das este pasto, tu Omega se volverá loco. Literalmente loco».

Ya más confiado por el primer regalo, Tobio se atrevió a sacar el siguiente de su espalda: una pelota de voleibol todavía guardado en su empaque. La pelota era de dos colores azul marino y naranja claro. Shoyo observó sin poder decir palabra alguna cuando el tímido Kageyama tenía un temblor en sus labios por no saber mostrar una sonrisa y le ofreció la pelota.

—Éste es el otro regalo... —murmuró Kageyama, sólo logrando que Hinata tuviera un respingo y aceptara la pelota, aunque francamente no sabía que iba a hacer con ella: podría dársela a su hermanita Natsu, con suerte, ella daba la impresión de ser una Alfa fuerte y saludable. Kageyama soltó un carraspeo, sacándolo de su nube de divagación, y se topó con Tobio queriendo decir algo.

Hinata supuso que podía ser un «halago», ya estando acostumbrado a recibir todo tipo de comentarios de ese estilo por otros pretendientes: iban desde la forma de su rostro, su cuerpo, y uno más aventurado, directamente le dijo que le encantaba lo redondo que era su trasero; Shoyo no toleró el último comentario y terminó golpeándolo en la cara, y cuando el Alfa estaba a punto de regresarle el golpe para que entendiera su lugar, por suerte, fue salvado por el profesor Takeda, que en ese momento no sabía que era asesor del club de voleibol.

—¡T-tus habilidades de salto son magníficas! ¡Me gustaron mucho! —señaló Kageyama lo que le llamó la atención de él precisamente, sólo dejando mudo a Shoyo por la sorpresa. Bien, ese halago no se lo esperaba—. ¡Ta-también, creo que es lindo tu rostro! ¡C-como una pelota de voleibol! —Bien, Shoyo no se esperó que comparara su cara con el voleibol, y sus dos amigos que alcanzaron a escuchar al estar más cerca, tampoco. Shoyo se quedó congelado, sin saber cómo reaccionar, viendo a Kageyama que respiraba agitado, con largas exhalaciones sacadas de su boca y siendo testigo de como el mayor empezó a retroceder lentamente—. ¡Eso es todo! —finalizó sus halagos extraños, dejando una imagen extrañamente tierna y chistosa a Shoyo sobre un Alfa idiota que salió corriendo hacia el gimnasio del club tras haber dicho lo último, sin permitirle responder.

—Hi-hinata... —Yachi lo llamó con la voz cortada cuando el Alfa se perdió de su punto de vista a una velocidad impresionante. Sato ni siquiera se atrevió de decir nada al bonito chico congelado que tenía una rama de árbol y un balón de voleibol en sus manos.

Yachi sabía que no debía de meterse en el cortejo de otros, pero, debía de decir algo, ¿a quién no le ofendería que compararan su cara con un balón de voleibol?

Yachi lloró al ver a su amigo incluso quedar pasmado. ¡Noooo!

—No le hagas caso, t-tu cara no se parece a la de un balón de voleibol... —murmuró la rubia de cabellos cortos, queriendo animarlo y levantando sus dos manos a la altura de su pecho por si éste necesitaba consuelo. El Omega con olor a naranja, muy al contrario, tenía todavía la cara roja, y pasó su mirada a sus dos amigos, algo avergonzado.

—Oigan... —pidió su atención y los otros dos Omegas tuvieron un sobresalto nervioso.

—¿Qué pasa? —preguntó el rubio.

Cuando Shoyo recibió esa pregunta, fue casi natural que su cara se pintara todavía más roja de lo que ya estaba (¿eso era posible?), les apartó la mirada y un ligero puchero se formó en sus labios al iniciar a hablar.

—¿No creen que Kageyama es muy tierno?

Sí, nadie podía caer en ese vago intento de cortejo... más que Hinata.

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