Capítulo 08: Oikawa Tooru, El Experto En Conquistas
Capítulo dedicado a: HanaeNatsuki02, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¡Buen trabajo a todos! —El entrenador que daba la apariencia de ser un terrible delincuente, mostró su felicidad cuando la práctica acabó, dio unos tres aplausos seguidos y logró que la satisfacción llegara al club en cuestión.
—¡Gracias por su trabajo! —respondió Daichi al instante, dando un reverencia que el resto del club tuvo que imitar con su habitual euforia. Shoyo vio a cada uno, notando como la felicidad embriagó ese pequeño club de voleibol.
Se perdió observando a cada uno, y dejando que una diminuta sonrisa se le escapara de sus labios cuando Nishinoya saltó sobre Tanaka y empezaron a reírse entre ellos. Ni siquiera se percató de que Kiyoko lo estaba llamando, reaccionando tarde cuando sintió su mano en su hombro y regresó a tierra firme.
—Te acompañaré a tu autobús, Hinata... —llamó la mujer con un tono bajo y cuidadoso en sus palabras, cuando el mencionado reaccionó y giró su rostro a su lado derecho, topándose con la mujer que era unos centímetros más alta que él, siendo apacible y calmada en todo momento, sin soltar ni una sonrisa pero no pareciendo enojada.
Shoyo dilató sus pupilas, creyendo que estaba retrasando al club de voleibol y sólo pudo entrar en pánico, antes de dar un asentimiento.
—¡S-sí! ¡Me daré prisa! —gritó asustado y con pánico el pequeño Omega, sacando en Kiyoko un pequeño gesto perdido y sólo atinó a mostrar leve sorpresa en su cara.
—¿Eh? ¿Shoyo ya se va a ir a casa? —Noya terminó por gritar a la Beta y al Omega, bajándose de abajo de Ryuu y llamando su atención con facilidad. El pequeño chico de bonito rostro terminó por asentir, disculpándose una vez más. El serio de Kageyama observó los gestos del Omega en todo momento, quedándose quieto y sin hacer un movimiento de más: Shoyo era un Omega muy lindo, eso significaba que, en definitiva, debía de tener a muchos pretendientes, ¿cómo demonios podría hacer algo que lo resaltara del resto?
Sí, Kageyama Tobio estaba seguro de que todavía no iniciaba el cortejo.
—¿Por qué no te quedas? —cuestionó Tanaka con facilidad, sólo regresando de su nube a Tobio con absoluta facilidad para poder ver al chico que poco a poco se estaba poniendo rojo ante la invitación genuina del chico con nada de cabello en su cabeza para que se fueran juntos.
—¿Q-qué?
Noya rápidamente entendió el punto y se mostró entusiasmado, nadie del club pareció rehusar la invitación, ni siquiera el entrenador y el profesor.
—Hoy saldremos a comprar unos bollos, Asahi los invitará —confesó Sugawara con una hermosa sonrisa en su cara, señalando a la estrella del equipo que se encontró perdido ante esa repentina noticia.
—¿Qué yo qué? —cuestionó Asahi asustado y sólo recibió una sonrisa bien pronunciada en los labios de Koushi. Shoyo los escuchó, notando una vez más en esa ocasión en que se quitaba la chamarra que Tobio le prestó, que todos eran personas cálidas—. ¡Suga, no tengo mucho dinero!
—Eres parte del club, ¿no? —Ahora fue Noya quien volvió a hablar, emocionado. Hinata se quitó por completo la prenda ajena de color negro y la tomó entre sus brazos. El pequeño Omega que ya tenía su cara roja, empezó a ruborizarse más de la cuenta ante su primera invitación a un salida grupal: como sólo tenía amigos Omegas, ellos tampoco podían salir, y los Alfas que lo cortejaban nunca habían soltado eso.
—No puedo andar solo por las calles —murmuró con facilidad, a pesar de que esa mañana llegó en bicicleta él solo y la idea lo emocionaba y tentaba, pero su madre lo iba reñir más fuerte de lo que ya lo haría, porque ya había hecho dos cosas cuestionables: se unió a un club y fue a la institución en bicicleta.
Innegable.
Innegable que fuera castigado al doble de lo que ya estaría. Con rapidez, Hinata negó con la cabeza y sus orbes cafés notaron al único Alfa del club. Shoyo tragó grueso, se sintió flotando cuando vio que era el centro de atención de Tobio y sólo acercarse a él a paso rápido, sintiendo la mirada de todo el club sobre él.
—¿Quién dijo que irías solo? —concordó Daichi, tratando de dar su última carta para incluirlo. Shoyo se congeló, sin ya saber qué hacer—. Te podemos acompañar hasta tu casa después de eso...
Hinata miró con sorpresa a todos, pasando lentamente su mirada sobre el rostro de cada uno, incluso el idiota de Tsukishima no parecía reacio a esa idea, pasó su vista sobre cada uno y terminó en su última parada ante Kageyama, el Alfa silencioso que no dijo palabra alguna, pero que tenía esa duda en sus ojos oceánicos. Hinata se sintió conmovido de manera inevitable ante tan bonito club en el que llegó a parar, el corazón en su pecho latió fuerte, cerró sus ojos y tuvo un cosquilleo ante la idea de creer que las lágrimas se arremolinaron en sus ojos.
Sin embargo, a pesar de todo, terminó por dar una reverencia en modo de disculpa.
—¡Agradezco la invitación, pero no podré ir! Mi madre me regañará porque me vine a la escuela en bicicleta yo solo, por lo que tomarme más libertades, hará que se enoje más —relató con seguridad, manteniendo bien pronunciada la curva.
—¡Si ya te van a regañar, no pierdes na-...! —Tanaka en su intentó de apoyar, terminó siendo callado por un pequeño golpe en el estómago con el codo de Ennoshita.
—Lo entendemos —soltó Daichi con facilidad, sólo logrando que Shoyo levantara su rostro con sorpresa contenida en sus ojos y vio con claridad como el superior amable de cejas gruesas y un lunar cerca de su ojo ahora sonreía con ánimo.
—Shoyo es un Omega salvaje, me gusta... —acordó Noya para sí mismo ante la hazaña de la bicicleta, regodeándose en sí mismo y asintiendo.
Shoyo se mantuvo en la incertidumbre, apresó contra su pecho la chamarra deportiva de Tobio con fuerte aroma a chocolate y arqueó sus cejas hacia abajo, preocupado.
—Pero, la próxima vez, ven con nosotros, ¿sí? —invitó Sugawara, sólo logrando que Shoyo levantara su cabeza con ilusión, sus ojos brillando por la euforia y el asentimiento en su rostro. Kageyama vio esas acciones y no pudo evitar prestarle atención, abrió levemente sus labios y dejó que un suave color rojizo llegara a su cara.
—¡Iré, iré!
—Hinata... —terminó diciendo su apellido por un mero impulso traicionero de sus cuerdas vocales, captando la atención del mencionado y haciendo recordar al pequeño chico tímido que estaba a su lado la razón de su acercamiento.
Shoyo empezó a entrar en pánico, mostrando su nerviosismo certero de su cara y revolviéndose en sus propios temblores y en su cara roja y caliente, sólo atinó a levantar con el temblor a flote la chamarra prestada.
—Gracias por ayudarme a calmarme —agradeció, extendiendo la chamarra a la altura del pecho del Alfa y éste no tardó en tomarla, viendo como el chico ahora que tenía las manos libres, comenzaba a juguetear con sus dedos chocando contra sus palmas—. Te lo agradezco mucho, Kageyama.
Sí, contrario a lo que Tobio se preocupaba, Hinata Shoyo ya creía que el cortejo inició.
—Te la prestaré siempre que te den nervios si tú quieres... —Se limitó a seguir el hilo de la conversación, sólo logrando que Hinata no pudiera evitar dibujar una sonrisa algo boba de su cara y asintió casi al instante.
—¡Te lo agradecería, Kageyama! —atribuyó con facilidad Shoyo, sólo asintiendo a una velocidad impresionante con su rostro y dejando un pequeño rubor en el Alfa que antes se mostraba como un robot imperturbable de apariencia atractiva.
Todo el club se sintió en mal tercio, y Kei fue el único que alcanzó a decir: «¡sus coqueteos me dan asco!», y Yamaguchi rio ante esa respuesta. Yuu fue el único que se atrevió a hacer algo, estando al tanto de la situación, por lo que se metió en la pequeña pareja que sentían atracción obvia, y les dio palmadas a cada uno en la espalda para que reaccionaran y se fueran.
—Kageyama, acompaña a Shoyo a su autobús —exigió Noya cuando captó la atención de los dos chicos, sólo logrando que la duda en Tobio fuera marcada en su cara y Yuu apenas la vio, dio un asentimiento y trató de transmitirle su antojo. El azabache pareció captar algo en su mente inflada de voleibol, teniendo algo similar a una extraña iluminación en su cara y asintió con torpeza.
Noya se sintió satisfecho ante el número 9 del Karasuno.
—¡Bien, tortolitos! ¡Buena suerte!
Su voz fue veloz y simple, el pequeño líbero los sacó del gimnasio con esa afirmación.
Kageyama el cercano fin de semana, salió de compras, con unos pantalones largos de color blanco y una playera de color negro que tenía escrito con palabras bruscas: «alma de colocador». Su salida era una y era específica, una en la que no debía de darse el lujo de faltar por más que quisiera: le compraría el primer regalo para iniciar el cortejo al Omega. Ésos eran sus planes, sí, ésos.
El consejo de Noya lo iluminó, pero si podía permitirse ser honesto, la verdad era que ¡no sabía qué regalarle a Shoyo! No conocía no sus gustos, ni sus intereses, ni nada en especial, incluso cuando habló con él, lo único que obtuvo como respuesta a su ingreso al club de voleibol, sólo le había dicho que no le interesaba nada, y, que, muy al contrario, le gustó su rostro.
¿Qué podía sacar con respecto a esa afirmación? Sólo que se regalara a él mismo, pero realmente le daría vergüenza ese simple hecho. ¡Innegable!
Pensó con demasiada fuerza mientras caminaba por las calles cercanas a su hogar e ingresó al enorme centro comercial de Sendai que vendía varias cosas. Sus ojos pasaron por muchos sitios: libros (¿qué libros le gustaban a Hinata?), dulces (¿habrá algún dulce que no le guste o que sea alérgico?), cosas deportivas (Hinata no parecía disfrutar hacer deporte).
Pasó por varios establecimientos de comida y ropa, tanteando y mirando a través de las vitrinas y mostradores lo que se encontrara, hasta que llegó a un pequeño local donde los ramos de flores abundaban. Sus ojos azules captaron la atención a través de su habitual seriedad, dejándose engatusar por sus propias emociones problemáticas y se tentó en regalar flores. Podría regalarle un considerable ramo de rosas a Hinata, la otra vez lo había visto con una. Podía ser un poco más detallista y comprarle el ramo más grande y abundante.
Pero, ¿si era lo que a Shoyo le gustaba? ¿Su regalo no sería uno de los más típicos? ¿No-...?
—¡Un Tobio-chan ha sido capturado! —Una delgada mano poniéndose en su hombro y apareciéndose una figura masculina por atrás, logró que el estómago del azabache se revolviera y diera un grito agudo en su lugar. Tobio se giró a una velocidad impresionante, con el terror en sus pupilas al dar un salto largo hacia atrás y sólo recuperando el aire al notar el aroma conocido de su antiguo Senpai de secundaria: Oikawa Tooru.
—Oikawa-san... —murmuró en un volumen bajo el número 9 de Karasuno, sintiendo como sus cachetes se llenaban de un fuerte color rojizo ante su propio miedo mal redactado en sus palabras y se dedicó a observar al sonriente chico vestido con el chándal de descanso de color blanco con toques azules de Seijo, tal parecía que salió de su práctica de fin de semana.
Oikawa observo a Kageyama, sin mostrar más que una aparente calma en sus propias palabras y la irritación mental que sintió por su mala suerte por verlo ahí. Instintivamente, podía oler el aroma a chocolate algo desorientado de su pequeño Kouhai, y trató de apaciguarlo para no estropear su propia nariz con su aroma natural a café.
—¿Qué hace Tobio-chan de compras y desorientado? ¿No estás aprovechando tu tiempo para entrenar? —cuestionó con una falsa sonrisa el chico, que Kageyama alcanzó a tomar como una verdadera ante su evidente falta de socialización.
Para Kageyama Tobio, ellos dos eran amigos; para Oikawa Tooru, sólo estaba tratando con una persona que no le agradaba, pero que «toleraba».
Y Kageyama Tobio, el Alfa de menor edad entre los dos constituyentes de ese encuentro, no pudo hacer más que mirar al Alfa con olor a café como un Dios salvador que llegó para iluminarlo: ¿era una persona que llegó en el momento justo para ayudarlo en su cortejo? Sí, ese Alfa de semblante sonriente, inocentes ojos castaños y cabellos debidamente peinados del mismo color, era el genio experto en conquista.
—¿Tobio-chan? —repitió Oikawa, cuando se dio cuenta de que los grandes ojos azules del susodicho lo miraban con orgullo y salvación. Ahí el pequeño Alfa reaccionó.
«Oikawa-san podría...»
—Oikawa-san, tú... has estado con muchas personas en lo que respecta a besos y caricias, ¿no? —comentó de la forma más casual posible, ignorando las preguntas del chico del otro instituto y sólo logrando que el mayor tuviera un gesto tembloroso en una de sus cejas marrones.
—¡No lo digas de una forma en la que me haga parecer que soy un Alfa que se anda acostando con todos! —renegó Oikawa con absoluta facilidad, señalando con demencia a su idiota menor en cuanto a estatura y edad. Tobio se paralizó, abrió su boca y se sintió regañado por el mayor, al sentir que su forma de tratar de explicarse no era la mejor. Tooru ni siquiera trató de ocultar su enojo, su lado más inmaduro en su tono ligeramente agudo—. ¡Para que lo sepas, soy un Alfa casto y puro que lo único que ha hecho es besarse con algunas personas! —Se excusó, sólo logrando que Tobio asintiera en medio de su pánico, aterrado.
—Perdón... —Fue lo único que pudo decir, avergonzado y bajando su mirada, consternado. Oikawa suspiró medio satisfecho ante las disculpas de ese mocoso y se cruzó de brazos, ignorando por completo la mirada de ciertos visitantes del centro que lo miraban con extrañeza, y recibía alguna que otra mirada de obvia atracción por algunas chicas y chicos Beta, quizás algún Épsilon.
—No importa, ¿qué es lo que te preocupa? —cambió de tema con rapidez, raspando su garganta con un carraspeo que salió extrañamente perfecto y abrió sus ojos para encarar al más bajo. El Alfa puro que se mostró sorprendido ante la posible ayuda de un típico hombre guapo con experiencia.
Oikawa no trató de darle mucha importancia, ¿qué era lo peor que podía-...?
—Quiero cortejar a un Omega. —¡Espera!
¿Qué? ¿Oikawa escuchó bien? Su pequeño Kouhai que en los 14 de febrero cuando recibía chocolates con cartas de amor, se comía los chocolates pero tiraba las cartas sin leerlas, ahora le pedía un consejo romántico, ¿era la misma persona? Tooru fue milagroso y con suerte pudo esconder su sorpresa, pero por dentro estaba gritando de la sorpresa, siendo algo extraño incluso que el imponente hombre de ojos azules y perfil atractivo para cualquiera, empezaba a jugar con sus dedos y enrojecía. Una imagen extrañamente tierna.
—Me dijeron que sería buena idea regalarle algo para iniciar el cortejo...
Que un Omega pusiera así a Kageyama era algo nuevo y hasta extraño, ¿qué demonios?
Ese misterioso Omega ya le llamó la atención, ¿cómo sería?
—Pero no sé que regalarle, por eso, ¿que le regalarías, Oikawa-san? —La oportunidad dorada estaba ante sus ojos y el castaño dio una sonrisa de par en par, amable y jovial cuando la pregunta tímida de Tobio salió a la luz.
Normalmente, si fuera otra persona, le diría: «¡no me interesa, idiota!», si fuera alguien que le agradaría, diría: «nos podemos guiar con algo que le guste, si no sabes qué es lo que le gusta, es bueno que primero decidas prestarle atención a sus gustos y ya después regalar algo»; pero se trataba de Tobio, la persona que estaba nivelada a los dos tipos de persona que pasaron por su mente segundos atrás...
—Te ayudaré, Tobio-chan... déjalo todo en mis manos —habló con ánimo, siendo brillante con facilidad por fuera y juntó sus palmas con un aplauso. El rostro de ilusión de Tobio fue demasiado grande—. Hay que ir primero a un lugar con mucho pasto. A mí siempre me funciona.
¿Quién era ese Omega y por qué le llamó la atención a Tobio?
—¿Por qué?
—Para obtener un regalo —confesó el castaño, antes de cambiar con rapidez del tema y que él no insistiera—. Dime, ¿a ese Omega le gusta el voleibol?
—No exactamente... —respondió rápidamente y Oikawa sólo dejó escapar más grande su sonrisa.
—Entonces, también pasáremos a una tienda deportiva...
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