Capítulo 06: Calor
Capítulo dedicado a: Chocolez, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Primera actualización del año, así es. ✨
Al siguiente día, su segundo día en el club de voleibol, Hinata se encontró a sí mismo inquieto. Estaba completamente revuelto y avergonzado, al darse cuenta de que su estadía como mánager lo iba a perjudicar, tendría que tomar el segundo autobús especial para Omegas de regreso a casa, y cuando llegara, lo más seguro es que se llevaría un regaño de su madre por haberse ido en bicicleta y porque ahora ella tendría que ir por el pequeño transporte. Tenía todo amontonado, a duras penas podía mantenerse cautivo a sí mismo.
Cuando la última campana sonó, indicando el final del descanso, la profesora en turno de inglés se despidió de sus 9 alumnos y les indicó que fueran con extremo cuidado a sus respectivos clubes o que fueran directo al autobús de Omegas.
Shoyo sintió que sus labios se movían con un sigilo mentiroso, su mueca estaba destrozada y sus mejillas estaban pintadas de color rojizo, al mismo tiempo en que guardaba su libreta donde escribió puros garabatos en esa hora al no entender el idioma. Muy concentrado estaba en sus cosas, pero por dentro parecía un enorme manojo de nervios, porque hoy sería su primer día en el club, y más que emocionarse por eso, estaba más bien nervioso y apenado por lo que podría pasar a continuación: hoy vería a Kageyama Tobio en la práctica. Después de lo que él le había dicho y lo que él contestó, no podía simplemente llegar como si nada al gimnasio.
—¿Hinata? —La voz de Sato, el chico rubio y uno de sus amigos más cercanos llegó frente a su pupitre, con una tímida sonrisa en su boca. El mencionado cuando levantó la mirada con curiosidad, se topó al chico sonriente señalando hacia la entrada del aula.
El que aun seguía sentado guardó sus plumas en su mochila y giró su cabeza para observar en dirección a la puerta. Ahí Hinata se congeló, pensando que su día no podía ir peor, en el umbral, a un lado del serio de Kazuma, estaba la figura alta y masculina del Alfa de cabellos castaños y ojos del mismo calor, estaba sonriente, con una enorme mueca en su cara y el rubor bien marcado en sus mejillas.
Jiro Ogowo estaba haciendo más marcadas sus jugadas, desde que se enteró que tenía a varios pretendientes. Shoyo abrió su boca con sorpresa y su ceja derecha tembló, pensando que ahora podía tener una buena excusa para alejarse de él ya que tenía actividades en el club. Cerró su mochila a una enorme velocidad, se puso de pie, y antes de caminar a la salida, tomó la rosa regalada que estaba sobre su pupitre y se encargó de mirar a su amigo y darle una sonrisa, despidiéndose con cortas palabras. Shoyo debía de ser claro, interrumpir el cortejo de todos los Alfas que lo trataban de marcar a excepción de Kageyama: no creía poder seducir a un Alfa y recibir cortejos de otros al mismo tiempo.
Al llegar al umbral de la puerta, notó al sonriente chico con pocas pecas en sus mejillas esperándolo, bajando la intensidad de su ánimo, notó como el Alfa delineaba una curvatura bien ajustada de su boca.
—Mi pequeño Omega —recitó en un pequeño canto el chico, con el orgullo al tope al ver en sus manos la rosa que le regaló durante el descanso. Shoyo dejó escapar una de esas amables sonrisas que les habían enseñado a usar, y escuchó con atención las palabras que el Alfa de segundo año tenía que decirle.
—Hola de nuevo, Ogowo-san —saludó, sólo permitiendo que el susodicho ampliara más su sonrisa escrita en sus atractivas facciones y una de sus manos las estiró hasta llegar al rostro de Shoyo, donde sus dedos delinearon sus mejillas con una caricia certera, que, a comparación de otras veces, Hinata por fin se alejó, mirando hacia el suelo y retrocediendo unos cuantos pasos atrás.
Jiro notó esas acciones, pero no dijo nada al instante, tragándose su reclamo para seguir manteniendo su postura, fingió no darse cuenta del evidente rechazo. Shoyo borró la sonrisa de su boca y empezó a girar el tallo entre sus dedos, avergonzado.
—Ahora mismo iré directo al club de béisbol, me preguntaba si querías venir conmigo y apoyarme —asimiló el chico, juntando sus dos manos en un pequeño aplauso y haciendo más pronunciada su sonrisa. Shoyo al principio mostró sorpresa en esa cuestión, levantando su rostro para mirarlo—. Les he hablado mucho de ti a mis amigos del club y tienen curiosidad. Dicen que sería bueno que mi futura pareja viniera a apoyarme en los partidos.
«Futura pareja».
Hinata apretó su mandíbula al escuchar esa palabra, como si dentro de su mente, algo conectara y ese simple pensamiento de verdad no era algo que le gustara.
—Después puedo acompañarte a tu autob-...
—No quiero ir —aseguró con clara facilidad, logrando que el chico de segundo año dilatara sus pupilas, ante tan evidente rechazo. Hinata enrojeció, al sentir como los potentes ojos de Jiro empezaron a examinarlo, y él sólo pudo sentirse apenado—. Entré a un club recientemente, no puedo faltar... —murmuró, girando la flor más rápido entre sus dedos y apretando sus dientes. Jiro arqueó una de sus cejas.
—¿A qué club?
—Voleibol...
—No puedes jugar si no te han marcado —completó con absoluta facilidad, sólo permitiendo que el corazón de Shoyo diera un vuelco, algo retraído y desdichado por su mala suerte, pero se sintió en la necesidad de excusarse.
—Soy mánager, apoyaré en el club como mánager —afirmó, dando una pequeña sonrisa ante esa afirmación y asintiendo para sí mismo. Jiro pareció decepcionado.
—¿Te gusta el voleibol? —insistió en la plática, buscando lo que quería.
Hinata dilató sus pupilas y el espanto colmó toda su cara, apenada y teniendo que conformarse con sentir como su rostro ardía en rojo. Esa pregunta de nuevo.
—No exactamente...
—¡En ese caso, ¿qué te parece cambiarte al club de béisbol?! —comentó en modo de apoyo, colocando una de sus manos en el hombro ajeno y dejando congelado a Shoyo con esa petición—. ¡Así yo podré vigilarte, y podremos estar juntos! —contó con emoción, alejando su mano del hombro del pequeño chico al que ya se le estaba haciendo algo tarde para el club, y se señaló así mismo y luego la pequeña figura de Shoyo.
Shoyo no podía permitir seguir dándole alas.
—Sé que no es correcto que un Omega detenga un cortejo a la mitad, pero... —confesó con facilidad, volviendo a bajar su vista hacia el suelo y tratando de pensar que no le afectaba el tipo de mirada que Ogowo le estaba dirigiendo: duda, incertidumbre, hostilidad. Shoyo sudó por todos labios, mordiendo sus labios y deteniendo el giro del tallo. Estaba avergonzado, muy avergonzado, ¿cómo podía decirlo con sutileza?—. H-hay... un Alfa que me pareció atractivo, y creo que no me molestaría cambiar mi apellido... —susurró, no percatándose para nada cuando una tercera persona se acercaba con completa facilidad y Jiro tronó sus dientes ante esa respuesta.
—¿Qué-...? —Antes de que Jiro pudiera decir alguna otra cosa, al Omega que portaba una sonrisa boba en sus labios y sacaba sus gestos perdidos, alguien lo interrumpió.
—Hinata, ¿nos vamos? —Tobio llegó, con esas palabras, con gesto serio de pocos amigos un poco más pronunciado, cuando se topó de nuevo con ese Alfa.
Shoyo se quedó paralizado al escuchar la voz de Kageyama, no pudiendo evitar sentir como toda la sangre subía a su cara y su miedo lo llenó. ¿Lo escuchó? ¿Escuchó lo que dijo?
—Kageyama... —dijo con un hilo de voz enorme, teniendo un terrible temblor en sus labios, observando lentamente al chico y dando un gesto agitado en su boca al atragantarse. Tobio tenía sus afiladas facciones con sus potentes ojos oscuros sobre el pequeño cuerpo de Shoyo y un notable rubor en sus mejillas, y sus pupilas temblorosas le contestaron la duda al de hebras naranjas.
Hinata gritó ante lo evidente: ¡sí lo escuchó!
—¿Q-qué estás haciendo aquí? —La voz de Hinata se destruyó en medio de un grito agitado, con toda la cara roja y con los nervios a punta de piel por lo que éste podría llegar a decir. Sin embargo, en lugar de un grito por parte del azabache mayor, sólo recibió la seriedad del hombre, alzando sus hombros.
Jiro empezó a entender quién era ese Alfa misterioso. Francamente le molestaba.
—El director le dio a Shimizu-san una condición para que pudieras estar en un club deportivo: que te cuiden bien en todo momento, especialmente cuando fuéramos al Intercolegial —soltó lo que la mánager de tercer año les había dicho, y Shoyo tuvo que apretar sus puños a sus costados al oír esa afirmación. Si pudiera renacer, en su próxima vida, definitivamente, le gustaría ser todo, menos un frágil Omega—. Ella iba a venir a buscarte, pero Noya-san insistió en que yo viniera.
Hinata se sorprendió por la facilidad en la que podía decir esas palabras, dando un asentimiento veloz con su cuerpo y mostrando una alegre sonrisa radiante de sus labios.
—¡Te lo agradezco, Kageyama!
—¿«Kageyama»? —Jiro profesó sus palabras, haciendo un chasquido largo con su lengua y por fin llamando la atención de Tobio por ser llamado por su apellido repentinamente. Sus gestos se mostraron amenazantes con demasiada facilidad, expulsando sus feromonas con olor a limón por el pasillo que ya estaba siendo vaciado por los estudiantes, como si quisiera opacar por completo el naranja suave del Omega que reaccionaba positivamente al aroma a chocolate de ese Alfa puro.
El aroma fue pesado, un envío de amenaza instintivo a otro Alfa para que se alejara de su cortejo, de la pareja que ya escogió. Tobio arrugó el tabique de su nariz al recibir ese pesado aroma, teniendo que apretar sus dientes, soltando un gruñido sin querer. De los labios de Shoyo se le salió un pequeño chillido asustado, ante el pánico de sus instintos animales, abrumando su pequeño cuerpo por la tensión creciente en los dos Alfas, y por supervivencia, buscó correr esconderse detrás del que le generaba mejor confianza.
Shoyo terminó quedando detrás del cuerpo grande de Tobio, y éste levantó su brazo para generarle protección. El Omega lo aceptó, colocando con timidez y cautela sus dos manos sobre el brazo ajeno, bajando sus cejas en modo de una rebelión naciente contra Jiro, que ya estaba preparándose para pelear.
En definitiva, Hinata se mantendría al margen en otras situaciones, pero sintiéndose protegido por «su» Alfa, se tomó la libertad de enseñarle sus dientes y levantar su mano hecha un puño frente a su cuerpo.
—¿Q-qué pasa, Ogowo-san? ¿Quieres pelear? ¡N-no te tengo miedo! —buscó pelea sin realmente quererlo, por fin llevándose el color castaño de Jiro junto con su atención. Acto seguido, Shoyo volvió a soltar un chillido, se puso pálido y no pudo evitar esconder por completo su cuerpo detrás de Kageyama.
La cara que le mostró Jiro, fue de absoluto desprecio. El aroma de sus feromonas se hizo más pesado, Hinata se mareó con la acidez, y apretó más sus manos en el brazo de Tobio. El azabache le dedicó una mirada de reojo al sentir la presión, y trató de dejar escapar su propia esencia, no fue demasiado fuerte, bastante más baja que la de Jiro porque sus medicamentos lo regulaban, pero ahí estaba, y por la cercanía del de hebras naranjas, fácilmente pudo percibirlas. El aroma a chocolate, una mezcla amarga y dulce a la vez. Hinata estaba encantado con el aroma natural de ese Alfa.
—No molestes a mi rematador —advirtió Kageyama con una seguridad innata, frunciendo más su ceño hacia Jiro. Shoyo por fin se asomó un poco para ver a Tobio, algo molesto.
—¡«Mánager»! —corrigió Shoyo con impaciencia. Tobio tronó su lengua.
—Mánager temporal —completó con su propia definición.
Jiro no dijo nada, entrecerró sus ojos al ver a los dos chicos de primer grado, primero le dio un vistazo al Alfa que le quitó a su Omega, y después, a ese Omega fácil. ¿Quién quería a un Omega fácil que se metía con el primer Alfa que encontrara?
Dio un último chasquido de su lengua, y sin decir palabra alguna, se dio la vuelta y siguió su camino.
Kageyama llevaba el uniforme escolar, de eso no se percató Hinata, hasta que los dos llegaron al salón del club, cuando ingresaron al pequeño cuarto donde ya había muchas mochilas colocadas en los pequeños casilleros. Eso significaba que los demás ya estaban en el gimnasio, en la práctica.
Tobio todavía no se cambiaba. Hinata tragó grueso, cerrando la puerta tras entrar y tratando de fingir que no le importaba lo que pasaría a continuación. ¿Qué diferencia había entre ambos? La única era que Tobio era quien aportaba la semilla y él quien quedaba preñado, pero realmente la anatomía exterior era la misma: eran dos chicos. Pecho plano, espalda más ancha, fuertes brazos y piernas, pene, ¡eran lo mismo!
Entonces, ¿por qué?
El atractivo Kageyama se deshizo fácilmente de su suéter, mientras Shoyo a duras penas quitaba lentamente los botones del mismo. Kageyama fue fácil, fue rápido, y ante el reojo curioso del pequeño chico de la clase especial de Karasuno, pudo ver claramente como Tobio en definitiva no sólo era atractivo en la cara.
De la cintura para arriba: completamente desnudo. Cuerpo bien trabajado, reluciente en su nívea piel clara. Espalda ancha, brazos con cierta musculatura, fruto del entrenamiento del voleibol, delgado, bien proporcionado en el pecho y abdomen plano. Shoyo sintió como la sangre subió por su cara, no siendo discreto al mirar y sólo atinando a observar al lado contrario cuando reaccionó.
Su corazón estaba latiendo demasiado rápido, se le podría salir del pecho. Si se hacían pareja, ¿podría recargarse en su pecho? ¿Sería abrazado por esos brazos bien formados?
Hinata reaccionó, aun con el color rojizo como dominante, sacudió su cabeza y se mordió su labio.
—Hinata, ¿no te vas a cambiar? —La pregunta tomó por sorpresa al mencionado, dando un pequeño brinco y volteándolo a ver. Kageyama lo miraba con duda, como si no se percatara de lo que le provocaba.
—Sí, sólo tenía calor —aseguró, soltando una indirecta que, naturalmente, Tobio no captó.
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