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Capítulo 01: Kiyoko Busca Mánager

La ciencia ha afirmado que probablemente, quizás dentro de unos doscientos años, todos los humanos serán Betas, Épsilon o Alfas.

Los Omegas desaparecerán.

No hay manera conocida en la actualidad de evitarlo, ya que nunca se sabe cuál será el segundo género de los bebés, sin importar a que categoría pertenezcan los padres: de dos padres Betas podría salir un chico Omega o un Alfa, o de un Omega y un Alfa saldría un hijo Beta. La única forma de crear Alfas puros, es con la condiciones de que los dos padres sean Alfa, Alfa mujer, Alfa masculino.

En las últimas diez generaciones, durante los censos oficiales de población en Japón, se ha revelado que cada año, el número de Omegas ha ido reduciendo. Sin embargo, el de la nueva raza, Épsilon, ha ido aumentando, los «Omegas fuertes», así los llaman.

Los Omegas, al ser la parte más baja de la jerarquía y la más débil, es muy cotizada y amada. También es cuidada por tanto Alfas como Betas con demasiada cautela, queriendo preservarlos como si fueran objetos sagrados.

Por esa razón, todos los Omegas del país, actualmente son mandados a una escuela en la prefectura de Miyagi, donde tenían clases en un salón especial dedicado sólo para ellos, los que venían de fuera, recibían alojamiento en un pequeño edificio departamental dedicado a los Omegas. Esa vez, los números arrojaban que en tercer grado había 15 Omegas, en segundo 13, y en primer grado sólo 9. La cantidad iba bajando año con año.

Los Omegas, al ser demasiado extraños, también lograban llamar la atención de la mayoría de familias adineradas de Alfas interesados, especialmente los masculinos, debido a ser hombres con la capacidad de quedar embarazados, algo que los diferenciaba de las mujeres Omega, ya que, según varias opiniones, ellas eran similares a las mujeres Betas, sólo que con algunas variaciones en las feromonas, nada nuevo. Por eso, era común ver a varias familias de Alfas puros llegando a las instalaciones de la institución para poder encontrar una pareja: un Omega con el cual procrear.

Y no era una ley escrita, pero se recomendaba a los Omegas no realizar deportes, porque, debido a su naturaleza débil y fácil de entrar en celo con cualquier agitación, el hecho de que por el movimiento iniciaran un celo precipitado y esto provocara que los Alfas abusaran de él, era algo que el gobierno prefería no tocar. Los cuidaban demasiado. Demasiado. Demasiado. Demasiado.

Lo máximo que podían ser era actuar como mánager, o, que el Omega en cuestión fuera mordido por un Alfa para poder jugar algún deporte.

Cuando un Omega es marcado por un Alfa, ya no se le dan los cuidados especiales de siempre, y se le pasa toda la responsabilidad del Omega al Alfa.

Kiyoko no sabía dibujar muy bien, lo entendió todo el club de voleibol de la preparatoria Karasuno cuando ésta les mostró los volantes hechos a partir de hojas en blanco para buscar un o una mánager. La letra era muy bonita, grande, lo suficiente para que pudiera leerse con claridad: «Se busca mánager». Al contrario, el dibujo no era bonito, los brazos del jugador de voleibol estaban deformes y no eran del todo equivalentes al torso del jugador, ni hablar de la cara que sólo era un círculo con dos puntitos que jugaban a ser los ojos y una cara feliz. Se presumía el número 10 en su playera, el número de Tsukishima, pero no era él.

Buscar a un mánager a esas alturas era imposible, ya que el Karasuno tenía una amplia variedad de clubes donde en definitiva, alumnos podían lucirse más que como simples mánagers.

Para colmo, los dotes artísticos de la Beta no existían, y los once jóvenes que sostenían entre sus manos el borrador que Kiyoko creó con esfuerzo, no se atrevían a decir nada realimente.

—¡Tenemos un dibujo de Kiyoko-san! —soltó de sus labios Tanaka de repente, enjuagándose de lágrimas sus ojos y empezando a sollozar, sintiéndose un afortunado por estar presente en ese momento histórico.

—¡Kiyoko-san, haces arte! —completó Noya con emoción, sacudiendo su cabeza y con un enorme rubor en sus mejillas.

Kiyoko dio un leve agradecimiento a ambos con un movimiento de cabeza y su gesto serio siguió imperturbable, mientras miraba a todos. Especialmente, sus ojos se enfocaban en los tres chicos de primero.

—No conozco a muchos chicos de primero, por lo que si conocen a alguien que no esté en un club, me gustaría que le dieran un folleto para que pueda pensarlo —afirmó la bella fémina, direccionando su vista hacia los tres Kouhai que sólo pudieron asentir.

Kageyama, observó a través de sus ojos azules el folleto ofrecido por la chica, sólo arqueando sus cejas y tratando de querer recordar algún rostro de los compañeros de clase, pero fallando fácilmente en el intento porque no hablaba con nadie más allá de intercambiar saludos o despedidas.

Yamaguchi miró el folleto una vez más, luego, alternó su mirada para ver hacia el techo, tratando de recordar a cada uno de sus compañeros; mientras Tsukishima sólo miraba a través de sus gafas el folleto, sin tomarle mucho importancia. Yamaguchi recapituló, recordando que había algunas chicas Betas con las que hablaba que estaban en clubes deportivos y recreativos, y algunos chicos que también estaban en clubes... los únicos que podrían estar disponibles serían los de la clase especial de Omegas, pero la mayoría de ellos estaban en clubes recreativos.

Ahí, divagando, la mente de Yamaguchi conectó... ¡chicos Omegas!

El joven con pecas en su cara recordó a Shoyo Hinata, el compañero Omega de la clase especial, que conoció por accidente durante una actividad que involucraba a todos los de primero el primer día de clases. No era inusual que siempre lo viera sonriente, y era casi una tradición que siempre lo encontrara cuando las clases acababan, con sus amigos charlando y dirigiéndose a la salida de la institución, para subir al autobús privado para Omegas que siempre los llevaba a casa y los traía a la escuela para mayor seguridad. Una vez incluso pudo ver por la ventana del tercer piso, al chico retomando su camino a casa cuando era el horario del club escolar.

No era su amigo, pero podía decirse que era uno de sus conocidos. Yamaguchi tampoco podía estar seguro de que ese chico no estuviera en un club, pero era buena idea informarle la situación a su superiora.

—Creo que hay alguien que conozco... se llama Shoyo Hinata —habló de improviso con timidez, llamando rápidamente toda la atención de los demás chicos, en especial, los ojos azules de la única mujer del grupo quien era la que buscaba a un nuevo miembro que pudiera relevarla cuando ella se graduara—. No estoy muy seguro porque no he hablado mucho con esa persona, y tampoco estoy seguro de que quiera ingresar, ya que es un Omega, pero creo que no tiene club...

—Hinata, ¿tienes novia? —Un chico rubio se mostró demasiado interesado, poniéndose frente al pupitre de un joven de hebras naranjas y ojos cafés. El mencionado tragó grueso el pedazo de arroz que masticaba, teniendo un sobresalto nervioso ya que no se esperaba esa afirmación de parte de uno de sus compañeros de clase.

—¿A qué te refieres, Sato-san? —preguntó con el gesto retraído Hinata, demasiado avergonzado y arqueando sus cejas. No era un secreto que Hinata estaba seguro que sólo conocía a chicos de su edad, y no tenía ningún superior conocido más allá de un amable chico de hebras grisáceas del club de voleibol que lo ayudó a llegar a su respectiva aula tras perderse en el colegio.

Pero una chica, ¿una chica? ¿Cómo podía ser eso cierto si no tenía amigas fuera de sus compañeras de clase? De hecho, al ser un Omega, era normal que no le llamara la atención a las chicas. Lo máximo que llegaba a decirle a las chicas eran saludos o cuando tocaban proyectos en equipo trataba a veces con las dos únicas Omegas femeninas de la clase, se llevaba bien con todas y ellas no se molestaban con su presencia, pero nunca había alguien tan cercana como para llamar «amiga».

—¡Hay una chica bellísima en este pasillo! —concordó con emoción Sato, manteniendo un brillo incomparable que descolocó a Shoyo al no entender absolutamente nada, sus orbes se abrieron de más: ¿una Beta tan hermosa que llamara la atención de Omegas?—. Está preguntando por ti, ¡qué suerte!

¿Una chica preguntando por él? ¿Por qué? ¿Se le iban a declarar? ¡Nunca antes se le había declarado una chica! ¡Todos sus pretendientes fueron (algunos lo seguían siendo) eran Alfas y uno que otro Beta masculino! ¡Todos hombres! ¿Cómo podría reaccionar ante eso?

Al mismo tiempo en que el debate mental de Hinata se hacía cada vez más grande, la silueta de la bella mujer se aparecía ante el aula de clases y Hinata pudo verla con claridad. En definitiva, sí, era una chica demasiado hermosa, con un lunar debajo de su boca, ojos azules que resaltaban más con sus lentes, piel pálida, y largos cabellos negros. Shoyo apenas la vio entró en pánico: ¡sí era muy linda!

—Está aquí, está aquí —susurró emocionado Sato, teniendo un rubor en su cara y sólo imitando lo que muchos compañeros de su clase hacían, las chicas incluidas. La bella mujer de hebras negras llegaba a esa aula, con unos folletos en mano y buscando con la mirada a Hinata.

¡No, no, no! ¿Qué haría si esa chica se le declaraba?

Empezó a sudar frío, abrumado porque nunca una chica mostró interés en él. Tuvo que tragar grueso, ¿todos se enojarían si la rechazaba?

—¿Aquí se encuentra Hinata-san? —Su voz era igual de atractiva y angelical que toda el aula se sintió purificada apenas la primera letra pronunciada llegó a sus oídos.

—¡S-sí, aquí está! —contempló con emoción una chica de cortos cabellos cafés, completamente ruborizada ante el nuevo romance que encontró con otra chica. Con rapidez, su mirada se direccionó al chico que estaba sentado en su pupitre, siendo acosado por ovaciones libertinas de parte de Sato porque le deseaba suerte con esa bella chica—. ¡Hinata-kun, te buscan!

Apenas su nombre fue pronunciado, el menor, completamente rojo, soltó los palillos que cayeron de lleno contra el arroz que traía en su bento.

—¡Sí, no! —gritó el chico, poniéndose completamente de pie y dando pasos robóticos hacia la entrada, dando largas zancadas y con una imagen bastante divertida porque estiraba demasiado sus brazos y su gesto congelado no le ayudaba en definitiva.

«¿Sí, no?», preguntó Kiyoko mentalmente, dando una pequeña muestra de su pregunta al arquear sus cejas.

El chico llegó al umbral de la puerta, y apenas pudo colocar sus dos pies afuera del aula, la bella mujer de tercero lo tomó de la mano con emoción, quizás tomándolo como una de sus últimas esperanzas porque todos los chicos de primero que no tenían club, la habían rechazado por diversos factores, desde falta de tiempo, falta de interés o hasta por su condición de Omega.

Todo el salón gritó de la emoción y Hinata estaba demasiado rojo. Su corazón se le saldría del pecho y quería llorar ahí mismo.

—Soy del club de voleibol, mi nombre es Kiyoko Shimizu. —La chica fue amable durante todo momento, al mismo tiempo que tomaba uno de los folletos que tenía en manos y se lo entregaba a Shoyo. Todo el salón quedó completamente en silencio ante el malentendido y Hinata armó poco a poco las piezas: lo primero que dice la chica de tercero es que es del club de voleibol, y le entregó un folleto. ¡Todo tenía sentido ahora!—. Nuestro club está en busca de mánager, por lo que si te llega a interesar, nos alegraría mucho que considerarás la opción de unirte. —Para ese entonces, Hinata ya pegó sus pies sobre la tierra y sus ojos direccionando su lectura al folleto, lo volvió alguien certero, pensando seriamente en esa invitación que muy amablemente le daba la chica hermosa.

A Hinata Shoyo no le faltaba tiempo, ni tampoco tenía algo que hacer realmente después de clases. El voleibol no era mucho de su interés, a pesar de que en su niñez recordó vagamente haber visto en una pantalla de un local, a un pequeño jugador Omega que tenía el privilegio de estar en la cancha porque fue mordido por un Alfa de ese equipo. Podría hacer lo que quisiera si tuviera un Alfa, y sabía de algunos de grados superiores que aceptaron ser mordidos sólo para poder tener más libertades, y era buena idea, pero... pero... ¡Hinata Shoyo creía en el amor verdadero! ¡No quería estar con alguien al que no quería! Y ser mánager en lugar de un jugador, sonaba aburrido...

Debía de rechazar la propuesta con sutileza.

—Shimizu-senpai, agradezco la invitación, pero no sé nada sobre voleibol... —Trató de rechazar la invitación, rascando una de sus mejillas, retraído, y evadiéndolo con la mirada. Cualquier acción de más podría hacer que firmara su sentencia de muerte y eso no estaría bien.

Las facciones de la chica, se suavizaron, la pequeña sonrisa seguía plasmada en sus labios, y sus ojos azules dieron un pequeño brillo ilusorio.

—No es necesario saber de voleibol, puedes venir algunos días y decidir si te gusta —animó Shimizu, siendo un poco calmada por el evidente tono de su voz y dejando a Hinata contra la espada y la pared: ¡la chica hermosa no entendió su pequeño rastro de huida!—. Con el tiempo irás aprendiendo.

Shoyo sudó, aceptando que si no era claro, no sería entendido. Ni hablar de la mirada de todos sus compañeros de aula sobre ambos, con demasiada sorpresa absoluta, podía apostar que el olor de sus feromonas se turbaba, un naranja agrio quizás. Debía de rechazar la oferta con amabilidad, argumentando que no estaba interesado en el voleibol o algo relacionado a eso.

—Este, yo-... —Como si la suerte no estuviera de su lado, Shoyo fue interrumpido por otra voz masculina. El menor sintió un enorme escalofrío que lo recorrió de pies a cabeza, sus pupilas se dilataron.

—Shimizu-san, nadie de mi aula está libre y los de otras aulas parecen evitarme —habló la voz masculina, sólo quebrándose un poco cuando reveló la última parte. El chico de menor estatura volteó por mero impulso, sintiendo la presencia de un Alfa. La mujer observó hacia la persona que le hablaba y sonrió, aceptando esa realidad con demasiada calma. Al girar sobre sus talones un poco, el rostro de Shoyo se topó rápidamente con la imponente figura de un chico de cabellos azabaches, ojos azules que temblaban un poco y era demasiado alto. Un fuerte aroma a chocolate que opacó por completo todo el aroma mezclado de los Omegas curiosos.

Un Alfa puro, posiblemente.

—No te preocupes, Kageyama. Gracias por intentarlo.

«¿Un Rey?», cruzó por su mente en primera instancia del más bajo, cuando el chico levantó la mirada y le entregaba los folletos a Shimizu. Hinata se quedó quieto, sin poder apartarle la mirada: en definitiva, Kageyama era un Rey. Su figura incluso llegaba a dar espacio suficiente para imaginarlo con una corona, y una larga capa de color rojo. Lo típico de un Rey.

Sin mencionar, que era atractivo.

Shoyo no le dio muchas vueltas al asunto: le gustó la cara de ese tal Kageyama. Ante ese pensamiento muy evidente, el color rojizo pobló su cara y su corazón empezó a latir demasiado rápido. Ni hablar pudo cuando los ojos azules se toparon con su persona, viéndose por primera vez.

Los impulsos lo terminaron cegando, en menos de lo que se daba cuenta, Shoyo volteó a una velocidad impresionante hacia donde estaba Kiyoko, y la observó con decisión.

En ese momento no pensó en la pregunta que podría salir de sus conocidos al ver que aceptaría, similar a: «¿por qué quisiste unirte al club como mánager?», y él lo único que respondería sería: «me gustó un Alfa a primera vista porque se me hizo atractivo».

—¡Iré!

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