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002. tan bonita que amenaza, cuando calla me da miedo.

TAN BONITA QUE AMENAZA, CUANDO CALLA ME DA MIEDO.




Los ojos azules de Circe examinaban todo el lugar que tenía a su alrededor, todo estaba lleno de escombros y ningún tipo de limpieza. Los iniciados habían terminado de saltar y ahora se encontraban todos juntos hablando entre ellos, pero Circe se limitaba a observar todo con lujo de detalle.

—Los nacidos en Osadía van con Lauren, los transferidos se quedan conmigo. Vamos— vociferó Tobías haciendo que Circe lo mire fijamente.

Toda la autoridad que Tobías derrochaba la hizo sonreír, los iniciados no dudaron en seguir las órdenes que había gritado, observó como comenzaban a caminar junto a la muchacha que se llamaba Lauren, yéndose de la escena.

—Trabajo en inteligencia, pero durante su entrenamiento seré su instructor— explicó Tobías mientras daba vueltas por el lugar con posición militar. —Mi nombre es Cuatro.

—¿Qué?

Las miradas de sus compañeros se dirigieron rápidamente ante lo que había escapado de sus labios, vio como todos miraban impresionados a la abnegada, en un solo viaje, había roto absolutamente todas las reglas que su facción les había inculcado.
Como por ejemplo ahora.

Tobías dirigió su mirada hacia ella al mismo tiempo que arqueaba una ceja mirándola duramente, Circe se encogió automáticamente al ver como Tobías la estaba mirando. Era parecida a la mirada que Marcus le lanzaba cuando iba a golpearla.

—Quiero decir... ¿se pueden escoger números como nombre?— trato de remediar su error bajo las miradas atentas de sus compañeros, quienes rápidamente giraron a Cuatro.

El simplemente sonrió de lado mientras jugaba con los ojos fijamente en ella, dispuesto a no responderle. Circe se sintió expuesta ante la mirada que le daba Tobías, más bien, Cuatro; trató de aguantar lo más que pudo, pero la voz de su nueva amiga veraz la sacó de sus ojos.

—O puede ser que uno, dos y tres no hayan estado disponibles— se burló la morena causando las risas a su alrededor.

Automáticamente, Circe se palmó la cara mentalmente. Sabía que con Tobías no se jugaba, por más que en abnegación siempre era dulce con todos, viendo la nueva versión de el era mejor no averiguarlo, ni siquiera ella se atrevida, a no ser que esté de humor y quiera acercarse a ser su amigo.

—¿Cuál es tu nombre?— pidió amablemente el muchacho.

—Christina.

Cuatro torció una sonrisa, caminando como depredador hacia Christina, quien rápidamente se encogió al sentir al osado instructor tan cerca y amenazante.

—Bien... Christina...— se mofó en su nombre. —Lo primero que debes aprender de mi es que si quieres sobrevivir... debes mantener la boca cerrada— reprendió con lentitud y bajo tono, pero lo suficientemente alto como para que todos se pongan nerviosos ante las palabras de Cuatro. —¿Entendiste?

—Si— susurró Christina.

Cuatro sonrió nuevamente y se alejó de ella mirando a los iniciados, quienes esperaban expectantes lo que iba a suceder. Pero los ojos del castaño cayeron en Circe, la cual al ver como Tobías dirigía una mirada hacia ella, trato de reprimir una tonta sonrisa tratando de apretar sus labios, casi contagiándosela al mayor.

—Síganme— ordenó el hombre dándole la espalda y empezando a caminar.

La primera en acatar la orden fue Circe, quien caminó rápidamente casi pisándole los talones al muchacho que tenía frente a ella mientras que los demás mantenían la distancia con temor luego de la escena.

—¿Cuatro? ¿Qué nombre es Cuatro? Hubiera elegido... no se, Legolas si era necesario— susurré la muchacha hacía Cuatro que aún le daba la espalda.

El muchacho la miró por encima del hombro, reprendiendo con una simple ojeada que se calle y camine. Circe aguantó un suspiro, acatando la orden que había dado Tobías, pero no duró mucho tiempo.

—¿Te hiciste un tatuaje? ¿Te tatuaste mi nombre?— susurró emocionada ganando una nueva mirada por parte de Cuatro. —Bien— respondió ella, sabiendo que probablemente tenga que ser un secreto que se conocían.

Circe no se sorprendería si le dijera que no iban a poder estar juntos o revelar que si se conocían. Ella estaba segura que las cosas no serían como antes, tampoco lo esperaba; ya tenía 16 años y el 18, probablemente tenga novia –o novio– o alguien con quien acostarse. Circe no pretendía que el deje la vida que había formado en Osadía, solo quería que le haga una parte para ella.

Tobías abrió una puerta de emergencia, develando luces rojas junto a una escalera en caracol que los llevaba únicamente hacia abajo. Observó como Cuatro comenzaba a bajar pero ella se quedó allí parada, mirando como sus compañeros le seguían el paso al instructor. Miraba la escalera con desconfianza, parecía que se caería en cualquier momento de lo mal soldada que estaba.

Una cosa era vivir en osadía, otra era vivir en malas condiciones. Entendía la suciedad y sangre o escupitajos por todos lados pero también esperaba una escalera decente.

—¿Vienes?— inquirió Tris parando a su lado al igual que Christina.

—Si, si.

Observo las paredes grises de cemento de uno de los pasillos de Osadía, donde al final de este, se veía una pequeña claridad en las paredes. Circe se colocó a un lado de Tris, ya que ella había tomado la delantera y ambas giraron hacia la derecha justo donde Tobías lo había hecho.

Circe sonrió al ver un abundante espacio hecho de metal y cemento, siendo la única luz que entraba por los techos de cristal en donde el sol y su claridad podían colarse allí. Escaleras, pasadizos de edificio a edificio decoraban las plantas altas, al igual que uno que otro osado saltando y gritando.
En la planta baja, se encontraba un grupo de Osados que estaban alentando una lucha cuerpo a cuerpo, otros que simplemente hablaban y tomaban lo que parecía ser cerveza; y ni hablar de los que bailaban en el
fondo.

—Está es La Fosa— habló Tobías llamando su atención, los iniciados lo miraron a excepción de Circe. —El centro de vida aquí en Osadía— explicó el muchacho llevando la mirada a la muchacha que se había criado con el.

Circe estaba emocionada, observaba la lucha como si ella fuera parte de ella, escuchaba los murmullos altos y los vociferes que pegaban de vez en cuando. Tobías sonrió de lado al verla con una espléndida sonrisa, tratando de taparla con sobarse levemente la nariz pero no fue suficiente.

Circe nunca dejaría de ser su punto débil.

—Dormirán aquí durante las próximas diez semanas.

Circe observó la amplia habitación con muchas camas, tenían almohadas, colchón y una colcha, a simple vista parecía suficiente. Sumando que también tenía ropa allí. En abnegación dormían en el piso porque tener una cama era demasiado egoísta. Egoísta es poder costear una cama y no dormir en ella.

—¿Chicas o chicos?— preguntó un muchacho hacia Cuatro mientras que avanzaban.

—Ambos.

—Divertido— murmuró Circe aún admirando la habitación.

—Si les gustó esto, les encantará el baño— pronunció Tobías mientras caminaba hacia atrás para mirarlos.

Los adolescentes se aproximaron a lo que vendría a ser el baño, encontrándose con retretes sucios uno al lado del otro, dichas compartidas sin ningún tipo de cortinas, lavatorio para manos que parecía un comedero de agua para las vacas de cordialidad.

Los comentarios no se hicieron esperar.

—Vamos, estirada, a ti que te gusta sacarte la ropa, date una ducha— escuchó la voz del veraz al quien le había tirado su sweeter.

Cuatro frunció su ceño al escuchar eso, mientras se apoyaba en la pared observando la conversación que al parecer Circe era parte.

—Claro, Peter. Porque todos tenemos ganas de ver el arma mortal que tienes entre las piernas— ironizó sin voltear a verlo, aún analizando el baño en que compartiría con todos.

—Sigue así, nena. Chúpalo— volvió a burlarse el chico causando una leve risa entre los demás.

Circe volteo a mirarlo, encontrándose también con la mirada de Tobías, la cual era un poco confusa. Su mandíbula estaba levemente apretada pero sus ojos demostraban algo de diversión al escuchar cómo se iba desenvolviendo de abnegación. A Cuatro no le había caído muy bien el cometario de Peter, pero aún así, no podía decir nada al respecto porque hasta donde era sabido, Circe y el no se conocían para nada.

Circe camino hacia los dormitorios. —Haz la fila, Peter. Con suerte llegas a ser el último, niñato— comentó la muchacha mientras pasaba a un lado de él.

Cuatro comenzó avanzar hacia la salida chocando un hombro con Circe, quien casi empieza a gritarle algo sobre que demonios le pasaba, un papelito en su mano le llamó más la atención que el pequeño golpe que le había dado Tobías.

—Cámbiense— ordenó antes de abandonar el establecimiento.

Se alejó a elegir una cama mientras que sus compañeros seguían ocupados hablando sobre las duchas y cómo iban a organizarse para que nadie –el pervertido de Peter– se incomode mucho. Aprovecho el momento para darles la espalda, sentándose en una cama, la cual sería de ella por las próximas diez semanas, y desenvolvió el papel.

ve al sector 4.

Tobías siempre había tenido una mala caligrafía, por suerte, su ortografía siempre había sido perfecta; como para no serlo, si escribía mal calabaza Marcus ya lo había azotado con su cinturón unas cinco veces como mínimo.

Observo como todos habían comenzado a cambiarse, Tris estaba a un lado y tenía a Christina del otro, la veraz se cambiaba con simpleza, sin ningún tipo de vergüenza por sus depravados compañeros que habían comenzado a decirle cosas a las mujeres.
Bufo con enojo mientras rompía el papelito en varios pedazos y lo dejaba abajo de la almohada.

Tris parecía un tanto inhibida por tanto exhibicionismo, causando una pequeña sonrisa en la ojiazul.

—Piensa que esto será así todos los días— acotó Circe terminando de sacar sus zapatos para luego tomar el pantalón y comenzar a ponérselo sin sacar el vestido gris.

Tris la miró con una pequeña mueca de incomodidad e imitó los movimientos de su amiga, quien ya se había terminado de poner la prenda dando unos pequeños saltos para acomodarla mejor.
Se sentía raro tener algo que sea justo para sus piernas y no un vestido ancho y aburrido, por más que el pantalón le iba a permitir menos movimiento, le gustaba la idea de dejar de usar algo que solo la arrastraba a sus malos recuerdos.

—Lindas piernas, estirada— escuchó el comentario de Peter hacia su amiga, quien la miró incómoda.

—¿Qué ocurre? ¿Te excitan las monjas? Ya estás grande, Peter, mejor sigue sobreviviendo a masturbaciones— varias risas se escucharon por los comentarios que dirigía Circe a Peter.

La muchacha procedió a quitarse el vestido para poder colocarse la remera, y está claro que esto no pasó desapercibido por el veraz.

—¿Y eso, estirada? ¡Miren esas curvas, señores!

—Disfruten del espectáculo, imbéciles— gritó Circe al ver como varios chicos giraban a verla en corpiño.

—¿Cómo lo haces?— preguntó Tris llamando su atención.

—¿Hacer qué?— inquirió algo confundida mientras se ponía la remera.

—Todo... quiero decir, te subiste al tren sin problema, saltaste de ahí y después saltaste de nuevo— contestó la abnegada mientras sentía sus mejillas rojas al ver como Circe la estaba mirando atentamente cambiarse.

La muchacha tampoco lo sabía, siempre había vivido a base de límites y estrictas reglas. No hacer esto, no hacer lo otro, los golpes de su padre y la partida de Tobías. Circe había sentido que su libertad comenzó cuando su sangre tocó los carbones calientes en la ceremonia.

Circe se encogió de hombros. —Abnegación nunca fue mi hogar— respondió con sinceridad, viendo como Christina se acercaba a la conversación. —Siempre fui...— recordó los golpes de Marcus por haber contestado. —Demasiado revoltosa para tanta tranquilidad— se sentó en la cama para colocarse las zapatillas que Osadía les asignaba. —Creo que solo estoy siendo yo sin represalias— confesó nuevamente encogiéndose de hombros.

—¿Cuál fue tu resultado de prueba?

Giró su cabeza hacia Christina mirándola con una sonrisa al mismo tiempo que se levantaba y comenzaba a caminar fuera de allí con la ropa y zapatos de abnegación en sus manos.

—¿Cuál crees que fue?— vociferó saliendo del establecimiento y yendo a quemar sus ropas.


•••


—Hola, ¿puedo preguntarte algo? ¿El sector 4?— preguntó Circe a una muchacha que estaba parada al lado de una de las paredes.

La chica la observó de arriba a abajo, analizándola y juzgándola con la mirada a lo que Circe frunció su ceño al verla hacer dicha acción. Observó con mejor atención su rostro, tratando de no olvidarlo por su algún día estaba en aprietos para no recurrir a ella.

—Los iniciados no pueden ir allí— respondió simplemente.

Circe sonrió sin mostrar los dientes. —Nuestro instructor nos dijo que si teníamos algún problema con la ropa que podemos encontrarlo en el sector 4— levantó la chaqueta que tenía en manos.

Volvió a mirarla de arriba a abajo, mientras que Circe se limitaba a morderse la lengua para no golpearla sin haber tenido un mínimo entrenamiento previo.
La muchacha se acercó a ella y estiró su brazo apuntando al pasillo.

—Vas derecho hasta la segunda salida, agarras para la Izquierda y va a haber dos puertas, ve a la del medio, sube los cuatro pisos de escaleras y llegarás al sector 4.

Circe la miró con su ceño fruncido al no recordar absolutamente nada de lo que había dicho la muchacha, se limitó a sonreírle con un suave agradecimiento para no seguir molestando más a la muchacha que no hacía más que estar parada mirando a la nada.

Comenzó a seguir las indicaciones, exhausta por haber subido cuatro pisos en escaleras caracol, pero al menos esas si tenían luz.
Abrió la puerta que correspondía llevándola al nivel 4, sus pasillos estaban vacíos y ella se limitó a quedarse en su lugar, no tenía idea en donde estaba y tampoco donde estaba Tobías.

Se le dio por curiosear un poco, se alejó de la puerta donde estaba la escalera y comenzó a dar pocos pasos hacia un pasillo que giraba a la izquierda, ni siquiera estaba cerca de llegar a el cuando una mano cubre su boca y la arrastra hacia el.

—Soy yo. Soy yo— escuchó la voz agitada de Tobías en un susurro en su oído.

Al escuchar eso, Circe dejó escapar un suspiro aún con la mano de Tobías en su mano, se había realmente asustado, por un segundo pensó que el muchacho le había tendido una trampa para secuestrarla, por más que sonaba estúpido, fue lo primero que se le ocurrió.

—Ven. No pueden vernos aquí— murmuró el hombre tomándole el brazo a Circe, quien se dejó agarrar sin problema al ver como la arrastraba.

Tobías tenía puesta una remera azul marino que se acentuaba a su trabajada espalda y revelaba un poco más de su tatuaje, por lo tanto, Circe había llegado a la conclusión que sólo se había sacado la chaqueta.

Abrió la puerta que había en una de las paredes y metió un tanto brusco a Circe dentro de su habitación, él también entró y observó como su hermana adoptiva recorría el lugar con la mirada.

—Es grande— acotó la muchacha ingresando lentamente, tirando su chaqueta a algún lado.

Había una cocina, lockers, una cama hecha con cajas de metal y un gran ventanal detrás de ella, sumando del baño, cajoneras, ropero, una mesa que había frente a la cama y un banco para sentarse. Definitivamente era mejor que abnegación.

—Es muy grande... demonios, Tobías, ¿como conseguiste todo esto?— habló Circe mientras volteaba a verlo, quien estaba apoyado en los lockers cruzado de brazos. —Y yo que tengo que compartir baño con el imbécil de Peter— añadió aún analizando el lugar.

Escuchó la leve risa del castaño a sus espaldas para luego acompañarla con un suspiro. Percibió como Tobías se acercaba a ella y giró para enfrentarlo, apretó sus labios antes de bufar y lanzarse a los brazos del moreno para apretarlo contra ella. Tobías la imitó, pasando sus brazos por la espalda tanto alta como baja, incluso elevándola unos pocos centímetros para poder tenerla más cerca.

—Te había extrañado, Cuatro— murmuró Circe enfatizando la última palabra.

Escuchó el pesado suspiro del recién nombrado sobre su hombro.

Ambos tenían que hablar, habían estado separados durante dos años y la comunicación había fallado fatalmente, sumando que no estaba permitido que una facción visite a la otra.

Facción antes que sangre.

Tobías se separó de ella pero no se alejó, colocó las manos en las mejillas de Circe y las acarició como solía hacer cuando ambos estaban solos en el hogar Eaton. La muchacha cerró sus ojos, acercando más su rostro ante las manos de Tobías, agarrándolo por la muñeca suavemente.

—Estás aquí, Circe. Estás aquí— murmuró el muchacho causando una sonrisa en ella.

Circe asintió. —Si, Tobías. Estoy aquí— contestó ella sin quitar la sonrisa de su rostro.

—Lamento haberte abandonado, Circe...— al escuchar esas palabras salir de su boca, la recién nombrada se alejó con una falsa sorpresa.

—¿Abandonado? Tobías, ¿no te das cuenta que elegir Osadía era lo mejor?

Cuatro frunció su ceño al ver la felicidad en el rostro de la muchacha, por más que ella siempre estaba radiante a su lado, le sorprendía su accionar.

—¿Lo era?

Circe rio ante la pregunta de Tobías y comenzó a dar vueltas por el hogar, sabiendo que algún día, ella tendría un apartamento para ella sola. —Al fin puedo ser quien realmente soy— confesó sonriéndole aún más. —Mi prueba de aptitud dio Osadía... algo que no me extraña ya que usualmente le pongo la bala al pecho...— parloteo hasta que Cuatro la interrumpió.

—El pecho a la bala— corrigió con una pequeña sonrisa pero Circe lo ignoro dándole una mala mirada.

—No lo se, espero ser buena— confesó encogiéndose de hombros.

—Tienes que serlo— comentó Tobías mientras se dirigía a la cocina.

Circe automáticamente frunció su ceño y lo siguió a paso rápido.

—¿A qué te refieres?— paró cuando observó la espalda de su hermano adoptivo, quien estaba preparando algo en la cocina.

Escuchó un suspiro por parte de Cuatro antes de verlo voltear y que se apoye en el objeto que tenía detrás de él.

—Osadía clasificará a los iniciados— dijo el muchacho haciendo que Circe frunza el ceño. —Los que eran abajo de la línea, se van— cruzó los brazos haciendo que sus músculos se marquen.

La cara de Circe estaba lista para ser enmarcada, sus ojos estaban abiertos ligeramente y sus labios entreabiertos, se hubiera esperado cualquier cosa menos eso. Probablemente, era injusto lo que Osadía hacía, en las demás facciones podías adaptarte sin temer a que te conviertas en un Sin Facción por no ser lo suficientemente bueno. Pero por otro lado lo entendía, Osadía no era un juego de niños, no puede venir alguien de otro lugar a patearte el trasero y no poder defender a quienes prometiste hacerlo.

—Entrenaré— confío la muchacha con seguridad en su voz, causando una sonrisa en Tobías.

Sabía que Circe iba a hacerlo, siempre había tenido ese destello de valentía en sus ojos cuando fue ella la que se enfrentó a la tarántula que había entrado en su casa por más que le tenga pánico a las arañas.

—Estas más... no lo sé, grande, desde la última vez que te vi— comentó Cuatro mientras la analizaba levemente.

—Las personas usualmente crecen en dos años— contestó Circe divertida con una pequeña sonrisa. —Mas cuando tienen 16.

—Tu lo hiciste en los lugares correctos— dejó escapar Cuatro causando una ceja alzada por parte de Circe.

Tobías nunca había sido muy conservador en el tema de decirle cuán hermosa estaba o lo radiante que se veía ese día, solamente cuando el monstruo estaba en la casa rondando a las afueras de sus anotaciones.
Pero eso definitivamente la había tomado de la nada, aunque lo disimulo bien.

Colocó una sonrisa en su rostro mientras bufaba y negaba con su cabeza, Tobías se limitó a reír levemente un tanto incómodo por lo que había dicho.

—Lo siento...— se disculpó brevemente el hombre apartando la mirada de ella sin sacar su sonrisa de la boca.

—No, está bien— contestó algo apenada y divertida.

—Circe...— el tono de voz se había vuelto un poco más serio.

—En serio, está bien— tranquilizó la muchacha con una sonrisa.

Ambos sabían lo que significaba, Tobías no se se estaba disculpando solo por el comentario, lo estaba haciendo porque pensaba que se lo debía a Circe, y tampoco es por haberla dejado con Marcus. Circe acababa de enterarse que Tobías había estado con una osada, o capaz alguna que otra.

Y debía morderse la lengua para no decir nada. Y Circe odiaba eso.

—Si hubiera sabido...

—Pero no lo sabías— cortó Circe sin quitar la leve sonrisa de su rostro. —De verdad, Tobías. Esta bien... te estas disculpando por una mierda absurda— rodó sus ojos mientras cruzaba sus brazos al igual que Cuatro. —Yo sabía que ibas a rehacer tu vida, no vine esperando a que me recibas con flores.

Tobías suspiró dejando caer los brazos a sus costados. —Si tu lo dices— murmuró en respuesta dándose nuevamente vuelta para poder servir el café que estaba haciendo.

—Entonces, estábamos en la parte en donde me dices que puedo venir a vivir contigo y tu gran apartamento— acotó Circe dejando el tema sexual atrás, sabiendo que era mejor para ambos.

Tobías rio levemente aún dándole la espalda, mientras distraídamente colocaba azúcar a una de las tazas, dando por hecho que a Circe no le gustaría el café amargo como a él.

—No se puede. Hay reglas— volteo tendiendole la taza de metal, quien la aceptó y frunció su ceño al ver el contenido color negro en su vaso. —Es café, puede gustarte. Prueba así sólo y si no te gusta le agrego leche— Circe olió el contenido.

—¿Qué tipo de leche?— preguntó inconscientemente mirando aun el contenido del vaso.

Tobías no pudo evitar que su mente le jugara en contra. Por mas que había soñado varios momentos y escenarios eroticos donde Circe era protagonista, los vellos del brazo se le erizaron al saber que ella estaba en su habitación y que ahora estaría cerca de él.

—No tenemos vegetal, solo de vaca— respondió Cuatro alejando los pensamientos sobre la joven debajo de él.

Asintió suavemente, antes de tomar el primer sorbo y fruncir su ceño. —Está amargo— declaró con una pequeña mueca de asco.

—Oh, ese es el mío. Prueba este, es el tuyo— parloteo Tobías, intercambiando los vasos con la muchacha.

—Este está mejor, pero sigue raro.

Tobías rio levemente antes de comenzar a caminar hacia la mesa y el banco, ambos muchachos se sentaron allí, siendo Circe la que se siente en la mesa para poder observar el cielo desde el gran ventanal de la pieza de Tobías.

—Entonces ¿algo que tenga que saber? Que hilo puedo tocar, que hilo no— la voz de la muchacha se tornó dramática y misteriosa, causando una sonrisa en Tobías.

—A nadie. Recuerda que eres una iniciada— simplificó Tobías antes de tomar un sorbo de su café.

—Si no te acuerdas, tú eres un hilo— bajo de la mesa dejando su café de lado, colocándose a un lado de Cuatro, con una pierna a cada lado del banco, acercándose lo suficiente a él como para que comience a sonreír juguetón.

Acarició el cabello castaño suavemente, jugaba con su oreja y con la yema de sus dedos acariciaba levemente su cuello, causando que la piel se erice notablemente ante el jueguito que Circe había comenzado, pero aún así, Tobías seguía mirando hacia el frente tomando su café.

—No juegues conmigo, conejita. Puedes quemarte jugando con fuego— advirtió Tobías sin siquiera mirarla, sin inmutarse en seguirle el juego a la adolescente que se acercaba a él.

Circe casi ronronea al escuchar como le había dicho.

—Pero ¿cuál es la diversión de jugar con fuego si tienes miedo a quemarte?— murmuró en su oído, escuchando como Cuatro reía levemente ante las palabras de la muchacha.

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