Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

Las piernas me arden, mi respiración se vuelve pesada y sofocante, pero no me detengo, sigo corriendo. Corro hasta que el cuerpo entero me tiembla, hasta que los ojos se me humedecen y siento que el aire se me escapa de los pulmones. Corro porque no puedo hacer otra cosa, porque necesito estar en cualquier otro lado, pero no aquí.

Lucas murió. Es lo primero que pienso todas las mañanas al despertarme. Él no está aquí. No volverá. Es lo que pienso cada día de mi vida, vivo con ello, anhelo que no sea así, pero acepto la realidad, me hundo en ella. Y lo hago ahora, intentando huir de lo inevitable, de las llamadas insensatas de mamá y los cientos de mensajes amenazantes que papá me ha enviado. Huyo de mi realidad, pero la acepto.

Clyde y Ted me siguen de cerca cuando me acerco a la casa de Marianne. Los dirijo dentro de la casa y Bonnie nos salta encima en cuanto entramos. El timbre suena justo cuando estoy tomando asiento para descansar un momento, son las diez de la mañana y no sé quién podría estar molestando tan temprano, pero abro la puerta encontrándome de frente con el casero de mi edificio.

—Señorita Kellogg. La vi llegar por la calle desde el edificio, espero que no le moleste que la visite en su trabajo. —El hombre me observa por detrás de sus anteojos visiblemente fastidiado. El señor O'Connor es un hombre de poca paciencia y tiene la increíble capacidad de hablar con impoluta educación y ser grosero y mordaz a la vez. Perfecto para ser casero, al parecer.

—Señor O'Connor —digo, con un ánimo que no poseo. Sé bien para que me busca y no me gustará escucharlo. —¿Para qué me buscaba?

—Como sabrá, la fecha de pago de este mes fue hace tres días y como no he recibido ningún depósito de su parte, decidí buscarla para consultar con usted la causa.

Me recargo sobre el umbral de la puerta y lo miro con la cara más serena que puedo.

—Verá, tuve algunos inconvenientes que me hicieron imposible poder realizar el depósito, pero si me da unos días más, yo puedo

—Señorita Kellogg —me interrumpe, levantando una mano frente a mi cara. —Cuando llego al edificio fui claro con usted en todo momento, no acepto prórrogas bajo ningún concepto, si no recibo el pago en veinticuatro horas, me temo que tendré que desalojarla.

Se da la vuelta sin esperar a que responda y me quedo de pie en la entrada observando su marcha.

Bueno, mi padre cumplió su palabra y le ha prohibido a mamá enviarme dinero para que pueda costear el departamento, lo que prácticamente significa que me ha abandonado a mi suerte y que quedaré en la calle. No en realidad, aún tengo la opción de usar mis ahorros o aceptar la oferta de Allison e ir a vivir con ella y Josh. Ninguna de las dos opciones me satisface.

El dinero que he estado ahorrando, si bien no es una fortuna, estaba esperando usarlo para pagarme la universidad o algún curso. Es verdad que papá me insiste porque regrese a la universidad, pero eso solo es si decido volver a estudiar Mercadotecnia y doblegarme a sus órdenes, lo que no estoy dispuesta a hacer. Esperaba que este tiempo fuera de casa me ayudara a saber qué quería estudiar de verdad, a qué se supone que debería dedicarme el resto de mi vida, pero estos años solo he estado cayendo en agujero profundo que para nada me acerca a una idea de lo que haré con mi vida.

Me adentro en casa de mi vecina con la angustia atascada en la garganta y sigo haciendo mi trabajo, sin saber qué haré.

...

—Estos días han sido difíciles. Chris estaría por cumplir veinticinco este mes y su cumpleaños me recuerda más su ausencia. A veces siento que me es imposible siquiera respirar, no puedo sostenerme a nada, todo me hace sentir fuera de mí. Lo extraño, y eso me está matando. —Lara se lleva las manos a la cara para cubrir su rostro y todos la observamos, conociendo a la perfección ese sentimiento.

—Hay días en los que el dolor se siente así; insoportable. Pero hay más que eso, Lara, detrás del dolor hay una vida que estás dejando atrás. Chris ya no está aquí, pero tú sí.

Lara niega con la cabeza y sus lágrimas caen sobre los azulejos del piso. Ver llorar a tanta gente aquí, uno tras otro contando las historias de las pérdidas que sufrieron, es reconfortante de una manera inusual. Llorar frente a ellos no se siente como llorar frente a Allison o frente a mis padres, llorar frente a ellos es llorar con ellos. Estar aquí, escucharlos, es ver más allá de mi propio dolor, es ver que hay más, incluso algo más allá de Lucas.

Todos callamos escuchando a Lara llorar, hasta que ella se calma y cede su turno para hablar.

—¿Quién quiere hablar ahora?

Sus ojos recorren la sala hasta caer en mí. Jimmy me sonríe y sé que él quiere que hable, aunque no me obligará a hacerlo. Suspiro y me acomodo en mi asiento.

—Hace poco fue el aniversario luctuoso de Lucas y en menos de dos meses será su cumpleaños. Lucas tendría diecinueve, sería un adulto. Él, tan pequeño e inocente, sería un hombre a estas alturas y yo, que me he quedado aquí, sin él, y he crecido, sigo siendo una niña, me siento como una niña.

Esos son los pensamientos que no le digo a nadie, que ni siquiera pienso, es lo que sé sin necesidad de razonarlo. Es la manera en la que me siento a diario, vulnerable, como un animal sin piel.

No miro a Cedric, pero sé que él me mira a mí. Siento como sus ojos me atraviesan, con intriga, con compasión o con algo que no sé distinguir. Me cuesta soltar las palabras delante de ellos, pero me cuesta más frente a él, porque ha conocido un lado mío que no me gusta mostrar, el lado que siempre tiene miedo, el que se esfuerza por ocultarse, el lado mío que se siente más como una niña, la niña que no quiero que nadie mire.

—Él se fue y yo me quedé atascada en ese momento en el tiempo, como en un bucle. Y solo deseo que alguien venga por mí, pero no hay nadie del otro lado.

—Este es tu proceso, Kristel, solo tú tienes el poder de ayudarte a ti misma.

—Te entiendo —interrumpe, Cedric. Lo miro y él me regresa la mirada cargada de sentimientos. —Nos perdemos en los recuerdos de lo que fue, rememorando una y otra vez los momentos más preciados, culpándonos por las veces que nos equivocamos. Ellos se van, pero olvidan que nos han dejado a nosotros atrás, esperando por ellos. Sé cómo te sientes.

Guardo silencio, quiero decir más, más sobre lo que pienso, más sobre lo que sé que siento, sin embargo, no los conozco, temo lo que pueda cambiar en sus ojos al decirles lo que de verdad siento, lo que de verdad pasa dentro de mí.

...

Avanzo por la acera de la calle, es temprano, el sol está en lo alto y tengo la mente abarrotada de pensamientos sobre qué haré ahora que no dispongo del dinero de mi padre para pagar el departamento. Me llevo una mano a la frente para intentar cubrirme del sol y me sobresalto en cuanto siento a alguien tocarme el hombro con suavidad.

—Sabía que no te subías a autos, pero no creí que caminaras de regreso a casa. —Es Cedric, me mira con una sonrisa ligera plasmada en los labios. Viste una bufanda caoba y una chaqueta negra y me pregunto cómo diablos hace para no derretirse dentro de tanta tela ahora que estamos en la calle y no en la clínica.

Me esfuerzo por dibujar la cara menos reservada que puedo y me encojo de hombros.

—Me gusta caminar y pocas cosas me hacen subir a un auto o a un autobús, o a cualquier cosa parecida.

—¿No es muy largo el camino?

—Solo es una hora.

—¡Eso es mucho!

Entrelazo las manos contra el estómago y no tengo muy claro si debo mirarlo o decir cualquier cosa. A pesar de que anteriormente ya he hablado con él no me siento cómoda a su lado. Él parece buscar mi mirada y la sonrisa no se borra de sus labios, no es impertinente, pero claramente está buscando algo de mí.

—Esperaba que aceptaras que te llevara a tu casa.

Lo miro sin entender.

—Te he dicho que no subo a autos.

—Manejaré muy lento, te lo juro. Bueno, no demasiado porque eso podría ser contraproducente, pero prometo que seré cuidadoso. —Nos observamos en silencio durante varios segundos. —Vamos, es que no puedo dejarte caminar una hora bajo el sol que hace.

—Eso no tiene sentido, tú estás envuelto en una chaqueta enorme y en una bufanda ¿Es que no sientes calor?

—Estoy acostumbrado, pero tú seguramente no lo estás.

Me llevo las manos a la piel de los brazos, está ardiente. Miro detrás de él al auto a unos metros de nosotros, no sé mucho de autos, pero estoy segura de que papá tenía uno similar hace más de quince años.

—¿Eso funciona bien? —No quería sonar tan prejuiciosa, porque lo que en realidad me importa es no terminar en un accidente. —Me refiero, tú sabes, ¿no nos causará problemas?

—Es viejo, lo sé, aunque funcional. Así que no tienes que preocuparte, no fallarán los frenos de repente, ni nada como eso.

Me lo pienso un momento. Solo subo a autos cuando es estrictamente necesario y, si por mí fuera, caminaría de regreso a casa de Marianne, aunque callera una tormenta, después de todo es lo que he estado haciendo las últimas tres semanas. No soy especialmente quisquillosa con el estado del clima, porque preferiría caminar bajo el sol tres horas seguidas antes que hacer un viaje en auto, pero no quiero ser maleducada, no quiero que él me mire como me mira el resto cuando no soy capaz de hacer las cosas y debo acostumbrarme a esto, si quiero manejar pronto.

—Bien, pero nada de pisar el acelerador.

Él asiente y me dirige hacia el auto.

He estado tomando clases de conducción con Allison, por lo que, al menos la parte de subir al auto, ya no me es tan complicada. Así que abro la puerta del copiloto, tomo un respiro y me subo. Cedric cierra la puerta del auto por mí y da vuelta al auto para subirse al asiento del conductor.

—Bien, aquí vamos.

Cedric prende la radio y algo en mí se remueve cuando comenzamos a avanzar. Me agarro a los lados del asiento y miro por la ventana.

—¿El ruido no te distrae?

—Tranquila, manejo desde los dieciséis y en nueve años solo he tenido un accidente una vez y eso, no fue mi culpa.

Lo miro incredulidad.

—En serio, no fue mi culpa.

Asiento con algo de recelo.

El resto del camino escuchamos algún programa de radio al que no le presto demasiada atención, estoy demasiado ocupada mirando como nos pasan los otros autos. El silencio no es incómodo, pero tampoco es confortable. Cedric cumple su palabra y evita acelerar demasiado, lo que es bueno para mi corazón, porque permanezco en tensión en todo momento.

Miro al chico a mi lado de vez en cuando, me doy cuenta de que en estas tres semanas he aprendido más sobre lo que siente que sobre quién es él. No sé ni su apellido, ni cuántos tiene, ni si estudia o trabaja. 

—Me sorprende que no te molestara caminar hasta acá —comenta, veinte minutos después, aparcando frente a la casa de mi vecina.

—No es nada, de verdad.

Los dos nos quedamos callados. No sé si debería bajar y despedirme o decir algo más.

—Kristel yo... quería decirte algo.

Lo miro sin decir nada, él no me mira, pero comienza a hablar.

—Creo que, tú y yo somos parecidos, ¿sabes? Sé que todos en el grupo de apoyo somos parecidos en lo que hemos perdido, sin embargo, creo que tú y yo tenemos algo en común que no compartimos con ellos.

—¿Y qué es eso precisamente?

El castaño se remueve en su asiento y por fin me mira.

—La culpa que sentimos —su mirada se humedece. El aire se atasca dentro de mí. Es la primera vez que hablamos tan cercanamente fuera del grupo—. Kim, Chester y hasta Lana, no sienten culpa por las muertes de los que amaban, los extrañan, se sienten devastados, pero no se sienten culpables, no creen que hayan tenido nada que ver con sus muertes, pero nosotros sí. Tú y yo nos sentimos responsables.

No sé qué decir, esto, de repente, se ha vuelto demasiado personal.

—Lo siento, no quiero meterme donde no me incumbe, yo... solo quería hablar con alguien que se sintiera como yo.

—Tienes razón, me siento así —giro el cuerpo hacia él, sintiéndome, por algún motivo, aliviada. —Mi hermano no hubiera muerto si yo hubiera estado allí. Es así como lo he sentido desde siempre, ni siquiera su pérdida me duele tanto como lo mucho que me duele sentirme responsable porque ya no esté aquí. —Admito, con vergüenza.

Hablar con él se siente liberador. Nos conocemos muy poco, pero estas semanas he confirmado que somos similares; vivimos bajo las mismas cadenas. Admitirle a él lo que siento, la parte no tan pequeña de mí que odia con fuerza todo, la que se siente molesta con Lucas, la que lo extraña pero que no lo quisiera de vuelta para no sentirse tan mal, es admitir en voz alta la verdad de lo que vivo, una realidad que no me gusta admitir.

He crecido sabiendo que está bien sentirme triste, derrotada, completamente destrozada por la muerte de mi hermano, sin embargo, nunca nadie me ha dicho que tengo derecho de sentirme furiosa, de sentir que debo culparlo a él y no a mí, que debo culpar a cualquiera, pero no a mí. Siento que exploto y que todo el mundo me culpara por eso.

—Yo lo odio —dice, apretando el volante entre sus manos. —Odio a mi padre por lo que hizo, no quiero, de verdad no quiero, pero no puedo evitarlo. Odio lo que hizo, odio que me haya hecho responsable por no haber estado allí, odio que se haya ido y no le haya importado dejarme atrás. Lo odio, lo odio tanto.

Mi mano vuela hasta su antebrazo, no me atrevo a tomarle la mano, aunque siento que necesito consolarlo de algún modo. Él se tensa bajo mi toque, pero no aparta la mirada de sus pies.

—Está bien, Cedric, a veces yo también lo odio —confieso. —Lo entiendo.

—Gracias. No sabes cómo necesitaba escuchar algo más que no fuera "no es tu culpa, no te sientas así" —Suspira y sus hombros se relajan. —A veces solo necesito saber que lo que siento es válido.

—Yo... no sé si lo que yo siento es válido, pero sí sé que lo que tú sientes sí lo es.

Él sonríe débilmente y se gira hacia mí.

—Lo que tú sientes también es válido, Kristel. La gente olvida fácilmente que el duelo no es solo tristeza. Tienes derecho a sentirte molesta.

Dejo ir el aire que estaba reteniendo. No puedo aceptar sus palabras, aunque aprecio que lo diga.

—Gracias.

—No, gracias a ti. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro