—Respira, Cedric. —Malcolm me coloca una mano en el hombro y le sonrió para tranquilizarlo.
—Estoy bien —digo, alejando su mano intentando no parecer grosero. —Perdóname, no debí abandonar el mostrador ni lanzar esa caja.
—Tranquilo, hijo. Por lo que vi en las cámaras de seguridad se robaron las cosas cuando todavía no te habías ido. Pero está bien, sabes que pasa a menudo. Y sobre la caja, no pasa nada, solo es un montón de basura amontonada.
—Bueno... menos mal.
Suspiro. Estoy tan cansado que quisiera dormir el resto del día, pero no podría por más que quisiera.
—¿Seguro que estás bien? Parecía que la estabas pasando realmente mal.
Miro a Malcolm, sus ojos oscuros son amables. Es una persona cariñosa y comprensiva, justo lo que papá no era.
—De verdad. Solo... he estado un poco abatido porque no consigo conciliar el sueño.
—¿Has ido con un doctor?
Aprieto los labios. Ojalá fuera tan sencillo como ir a una cita médica.
—Sí, pero no me ha ayudado de mucho.
—Si lo que necesitas es dormir en un lugar más tranquilo, puedes dormir en mi casa siempre que lo necesites.
—Gracias, Malcolm, lo apreció de verdad, pero no es necesario. No se trata de eso.
—Bueno —dice, rodeándome los hombros con un brazo. —Estoy aquí, hijo.
Sonrió. Él es un poco de alivio en mi vida, una vida que en ocasiones se siente pesada y llena de agujeros. Tengo cientos de amigos, pero ninguno se siente tan cercano a mí como Malcolm, quien más que un amigo se siente como familia.
Desde que era niño Venus y yo dormíamos en casa de Malcolm, está de más decir que cuando mamá y mi hermana pelean, Venus corre a casa de Malcolm para dormir allí, donde se siente segura. Eso es él para nosotros, como el amigo que papá dejó para que nunca nos sintiéramos solos. Sin embargo, hace años que no duermo en su casa, aunque, por un tiempo, antes de que papá muriera, consideré vivir con él y pagarle una renta.
Tal vez pasar una noche en casa de aquel amable hombre es justo lo que necesito para poder descansar. Estar en una casa donde no haya fantasmas, donde no se sienta el peso de lo que aconteció allí. Puede que encuentre un refugio para mí, solo por un tiempo, hasta que las cosas en mi cabeza se solucionen y no necesite de medicamentos ni grupos de apoyo para sentirme como una persona normal.
Soy una persona normal, solo necesito un poco de descanso y nada más.
—Lo sé.
...
—¡¿Pero qué mierda es esto?!
Me tenso por completo y no me cuesta entender lo que sucede cuando escucho a Venus gritar. Subo las escaleras apresuradamente para intentar tranquilizarla y evitar que haga una locura. Venus está en su habitación dando vueltas de un lado para otro, histérica. Ella acaba de llegar de dónde haya estado durante todo el día y, justo antes de que entrara, cuando la vi llegar por la ventana, me preparé mentalmente para lo que está pasando ahora.
—¿Qué demonios sucedió, Cedric? —Mi hermana me mira con lágrimas en los ojos y el pecho se me oprime por completo.
—Venus... calma. Mamá estaba un poco alterada porque no has ido a clases y
Ella no se detiene para escucharme y empieza a caminar escaleras abajo, la sigo con pasos entorpecidos hasta que nos detenemos en la cocina. Mamá está colocando una sartén en la estufa cuando Venus grita de repente, ella solo grita. Viola, mi madre, se gira abruptamente, con espanto.
—¿Qué es lo que te sucede, Venus?
—¿Cómo te atreviste? ¿Como te atreviste a destruir mis cosas?
Mama deja ir el aire y trata de acercarse a ella, pero Venus retrocede varios pasos para alejarse lo más posible de nuestra progenitora.
—Venus, mi amor, perdóname, hice mal, lo sé, pero tienes que entenderme.
—¿Entender qué carajo? ¿Qué mierda tengo que entender?
—Yo solo quería ayudarte, quería que volvieras a ser la niña feliz que eras.
—¡No soy una niña! ¡Y esto no me hace feliz!
Mi hermana se lleva las manos a la cara y se talla la piel con fuerza.
—Venus...
—¡No! ¡Mira lo que hiciste! Destruiste todo lo que amo, lo que papá amaba —Venus llora llevándose las manos al pecho y escucho a mamá jadear. No sé qué hacer para solucionar todo esto, creo que no puedo hacer nada más que mirar— ¿A caso me odias? ¿Por qué me haces esto?
—Venus, yo te amo.
—Si me amaras no me harías esto, no me lastimarías de esta forma.
—Ya basta Venus, no voy a seguir tolerando esta actitud —mamá se pone recta y sé que los problemas están por comenzar—. Sube y limpia tu habitación.
—Vete a la mierda.
— ¡Venus! —Grito. — No le hables así a mamá.
—No puedes hablarme de esa forma, soy tu madre. Debes respetarme.
—Respeto no es obediencia, eres mi madre no mi jefa —escupe, mi hermana, con evidente resentimiento—. Si quieres mi respeto gánatelo. Para mí, a partir de hoy, ya no eres mi madre. Una madre no hace lo que tú haces.
—¿Qué es lo que sucedió contigo? —Susurra mamá, con lágrimas en los ojos —¿Qué hice tan mal para que te portes así?
—Soy una persona, no tu mascota. No quieras controlarme, no podrás hacerlo. Me has roto el corazón, mamá. Si papá estuviera aquí estaría tan decepcionado de ti...
—¡Cállate! ¡No hables de Benjamin!
Mamá se mueve tan violentamente que, en un arrebato, le da un manotazo a la sartén y ésta cae al suelo rompiéndose al momento. Venus y yo damos un salto, pero mi hermana no se echa para atrás por más que el llanto la inunde.
—Hoy no solo me faltaste el respeto a mí, sino que manchaste la memoria de papá. Espero que te sientas muy orgullosa de lo que haces.
Se da la vuelta y sube los escalones corriendo. La puerta de su habitación se cierra de un portazo y mamá empieza a llorar fuertemente. Me acerco a ella y la rodeo con mis brazos y, por tercera vez en el día, lloro sin poder evitarlo. Lloro porque no puedo controlar nada, porque mi familia se está cayendo y no soy capaz de sostenerla, lloro porque no puedo soportarlo.
Venus era una chica feliz, sí, lo era, cuando papá vivía. Ella era la más unida a él, para papá Venus era la luz de sus ojos y cuando él murió esa luz se apagó. Ahora, mi hermana es simplemente este intento de persona que, contra toda corriente, protege la memoria de nuestro padre y lucha por no dejarse vencer por el dolor, inclusive si eso significa que debe pasar por encima de nuestra madre. Ella es mucho más fuerte que mamá o que yo.
—No pasa nada todo va a estar bien —murmuro, sin saber si eso es siquiera posible.
...
—Me alegra mucho ver que todos han venido —comenta Jimmy, con una sonrisa de oreja a oreja. —Sobre todo tú, Kristel, pensé que nos creerías demasiado desquiciados después de tu primera sesión.
Kristel le regresa una sonrisa tímida, pero levemente divertida.
—Está bien, yo no estoy muy lejos de lo locos que ustedes podrían llegar a estar.
Todos reímos y nos acomodamos en las sillas para iniciar la sesión.
—Bien, ¿quién quiere empezar hoy?
A diferencia de la sesión pasada, cuando nadie se animó a hablar por la presencia de una desconocida entre nosotros, Kim levanta la mano para hablar y Jimmy de inmediato le ofrece la palabra.
—Como siempre, me gustaría hablar de Chris, mi pequeño. Cuando cumplió los dos años, Chester y yo organizamos una pequeña fiesta en el hospital, nada muy alocado, claro está, en un hospital no se pueden hacer eventos gigantes —dice, llevándose una mano al pecho. —Había globos de todos los colores y un enorme pastel de dinosaurio de vainilla que todos los niños amaron. Estaba destinado a ser el día perfecto. Estábamos en julio y a pesar de eso, el día estaba soleado.
Kim lleva la vista al suelo y Chester toma su mano para brindarle apoyo.
—Pero ese día no pudo ser peor. Él empezó a tener fiebre, se sentía mal y no paraba de llorar, yo no sabía qué hacer. De repente, sus pequeños dientes empezaron a sangrar. Me alteré, llamé a gritos a las enfermeras y ellas llamaron al doctor. Era común que él sangrara fácilmente, pero ese día él empezó a sentir dolor en el estómago, un dolor muy fuerte y tuvo diarrea, no paraba de evacuar y sangrar. —Kim llora y a su lado, Chester trata de mantenerse fuerte, pero se le deslizan un par de lágrimas por las mejillas. —Creí que moriría, pero no fue así.
Kim se lleva las manos al rostro y su voz se vuelve temblorosa.
—Me preparé para verlo morir. Siempre sentí que estaba lista para ese momento, pero nada, absolutamente nada, me preparó para verlo sufrir así. Y hay veces en las que me siento tan culpable, tan culpable de siquiera haberlo dejado vivir... dejar que viviera así. ¿Soy un monstruo por pensar eso?
—Claro que no, Kim. —Interviene Jimmy— Tú solo deseabas que no sufriera. Es normal, es humano. Eso no te hace un monstruo.
—Cualquier madre o padre desearía que sus hijos no sufrieran —comento. Kim me dirige una mirada agradecida y le regreso una sonrisa.
—Cuando murió, de cierta forma, me sentí aliviada.
—Chris sufrió mucho, para nosotros fue muy doloroso verlo morir, pero lo mejor fue que dejara de sufrir. —Chester se limpia las lágrimas y continúa —Él era solo un niño.
—Mi hermano... no tuvo una enfermedad, pero murió a los seis años. Entiendo lo que es perder a un niño tan pequeño y sentir que no se lo merecía. No le hacían daño a nadie, merecerían ser felices —habla Kristel, con voz baja y cautelosa.
—Han sido muy valientes. No es fácil perder a alguien a quien amas, ni a un hijo, ni a un hermano.
Kim alza el mentón y sonríe.
—Sí, hemos sido muy valientes.
—Yo quisiera ser tan fuerte como tú, Kim —comenta Lana, con la mirada baja. —Cuando Ian murió todo en mi vida se cayó a pedazos. Sentí que nunca más en la vida sería capaz de enamorarme de nadie. Todo lo que quería era llorar y seguir llorando, todo el día, todos los días.
—No he sido tan fuerte, Lana. Pasaron diez años para que fuera capaz de aceptar la muerte de mi hijo. Y aun con todo lo que siento que he luchado, nunca ha dejado de dolerme.
—Se aprende a lidiar con el dolor. Escúchenme, todos ustedes han sido fuertes, valientes, y han dado todo sí para lidiar con una pérdida. Si alguien merece dejar de sentirse culpable, son ustedes. Lloren todo lo que necesiten llorar, griten, si eso es lo que los hace sentir mejor, pero no se culpen porque no tenían el control para evitarlo.
Kim me extiende su mano desde el otro lado del círculo y la tomo, sintiéndome comprendido.
...
Me despido de Lana, a quien he llegado a considerar una gran amiga, con un abrazo. Me despido del resto con unas cuantas palabras de agradecimiento y palmaditas en el hombro y salgo del lugar apresurándome hacia mi auto. Está haciendo algo de frío, el cielo está nublado y parece que lloverá en minutos.
Subo a mi auto batallando para encenderlo y el cielo truena cuando empieza a llover fuertemente. Veo a Kristel salir de la clínica, llevarse las manos sobre la cabeza para cubrirse de la lluvia y quedarse parada en medio del aguacero. Pienso que tal vez esté esperando un taxi, porque sé que no sabe manejar así que no pudo haber llegado en auto, pero pasan varios minutos y ella continúa allí.
Apago el motor y bajo del auto cubriéndome el rostro con las manos, me dirijo hacia ella hasta que la tengo enfrente.
—Oye, ¿vas a quedarte aquí empapándote?
Kristel me mira por sobre sus rubias pestañas y parece avergonzada.
—Esperaré a que pare de llover.
Miro hacia el cielo y niego con la cabeza.
—Dudo mucho que deje de llover pronto. Si quieres, puedo llevarte en mi auto.
Ella me observa durante varios segundos en silencio y finalmente, tuerce los labios en una mueca.
—Yo..., eh..., no subo a autos.
La miro extrañado. Ella estaba un auto cuando nos conocimos. Ella estaba manejando un auto. Tal vez, desde que casi me mata esa mañana, se siente algo recelosa con los autos por el daño que me pudo haber causado. O es algo que claramente no me incumbe y no tiene nada que ver conmigo. De cualquier forma, no puedo dejarla aquí, puede enfermar.
—Puedes esperar a que pare de llover dentro de mí auto —Alzo las manos al aire y sonrío. —Te prometo que no manejaré.
Ella parece pensarlo por un rato y finalmente asiente. Camino hacia mi auto con Kristel pisándome los talones y abro la puerta del copiloto para ella. La rubia observa el automóvil con cierta desconfianza, pero cierra los ojos, suspira y se sube. Le doy vuelta al auto y me subo al asiento del conductor, quitándome la bufanda empapada que llevaba encima.
Kristel mira en todas direcciones dentro del automóvil y creo que empieza a respirar pesadamente. Puede que ella tenga un serio problema con los autos. Lo pienso a profundidad y me da por creer que tal vez su hermano murió en un accidente automovilístico en un viaje familiar o algo por el estilo.
—¿Todo bien? —Pregunto y ella me dirige sus ojos castaños llenos de angustia.
—Oh sí... —murmura, pero luego niega con la cabeza y mira por la ventana. —La verdad es que le temo a los autos. Haberme subido ya es un logro para mí.
—Entiendo —digo, aunque en realidad no entiendo demasiado. Jamás le he temido tanto a algo como para evitarlo de esa forma. —Pero aquí estás segura, te lo prometo.
Ella sonríe y asiente.
—Puedo... ¿puedo preguntar por qué le temes a los autos?
Kristel traga saliva y aprieta las manos. Temo que mi curiosidad le parezca impertinente, tal vez me sobrepase y no debí preguntar eso.
—Mi hermano murió atropellado. Fue algo... impactante, totalmente desgarrador. Yo sé que no hay formas lindas de morir, pero la forma en que Lucas murió fue... lo peor que haya visto jamás.
—¿Lo viste? —cuestiono, sin pensar.
—Sí. Pasó justo enfrente de mi casa. Algún tipo imprudente iba a toda velocidad en una calle como si fuera autopista y... mi hermano estaba jugando
La corto antes de que continue porque creo que está por echarse a llorar.
—Lo lamento tanto, entiendo lo difícil que es cuando vez morir a alguien tan importante para ti.
—Tú... ¿lo viste?
Esta vez soy yo quien traga saliva. No suelo hablar de papá con frecuencia, me permito solo hacerlo en el grupo de apoyo y a solas con Jimmy de vez en cuando, pero no con el resto de las personas y menos con alguien a quien a penas conozco. Sin embargo, por algún motivo, decido responder.
—Sí. Tal vez te lo imaginas, pero, mi padre... él... se quitó la vida.
Tomo una gran bocanada de aire y aprieto las manos en puños. Siento un cálido tacto sobre mi mano derecha y giro la cabeza para mirar a Kristel. Ella está tomando mi mano, es suave, delicada y pretende brindarme consuelo.
—Es muy difícil. No tienes que hablar de eso, si no quieres.
Asiento y su mano se aleja de la mía.
—Gracias.
Nos inunda un silencio incómodo y me remuevo en mi lugar sin saber qué decir.
—¿Qué te gusta? —Pregunto de pronto. —Música, películas, tú sabes, hobbies y esas cosas.
Kristel se ríe y sus tirabuzones rubios le rozan el cuello.
—Me gusta el Jazz, las películas de ciencia ficción como Star Wars —me mira emocionada y sonrío porque eso parece hacerla muy feliz —, mi padre era muy fanático de la saga, he visto todas las películas —se sonroja de repente—pero, bueno, también me gustan las películas dramáticas y... últimamente me apasiona correr.
—Muy interesante. Yo no he visto ninguna película de la saga, sí, no pongas esa cara, sé muy bien lo que sucede —cambio la voz por una voz exageradamente grave —"Yo... soy tu padre, Luke".
Ella se ríe y sus mejillas se ponen aún más rojas.
—De hecho, es "No, yo soy tu padre" —me corrige y esta voz soy yo el que ríe. Ella parece toda una sabelotodo del tema.
—¿En serio? ¡Qué engañado he vivido!
Nos miramos con una sonrisa y luego, el silencio vuelve a colarse entre nosotros.
—¿Y a ti que te gusta?
—Bueno... no me gusta música tan sofisticada como a ti, yo crecí escuchando rock, aunque, sinceramente, mi hermana es más fanática que yo. Pero sí, me gusta el rock, aunque mi cantante favorita es Amy Winehouse.
—¡Pero si ella canta Jazz!
—Yo diría que ella es más R&B que Jazz, pero sí, sus canciones son el único jazz que mis oídos pueden tolerar. El resto me parece muy aburrido.
Ella hace una mueca con los labios y parece ofendida.
—Eso es muy grosero.
Me fijo en que ha parado de llover y Kristel también. Ambos nos miramos y en cuanto nuestros ojos se encuentran giro la cabeza para no mirarla.
—Creo que ya debo irme.
—Claro, espero que no tengas que caminar mucho.
—No hay problema, me gusta caminar.
Se baja del auto y me mira desde fuera con la puerta abierta.
—Gracias, Cedric. Cuando quieras... puedo enseñarte un par de canciones de Jazz.
—Preferiría que me obligaras a ver la saga completa de Star Wars.
Ella sonríe y asiente.
—Claro, algún día.
—Hasta luego, Kristel.
Cierra la puerta y la veo marcharse a paso presto.
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