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Capítulo 2

—N-no —digo y tiemblo un poco mientras retrocedo. Me siento expuesta, como si alguien me hubiera descubierto haciendo algo malo.

Es alto, creo que si se lanzara hacia mí —con notable resentimiento—no podría tener ninguna oportunidad contra él. Pienso que debe estar molesto conmigo, tal vez vea esta como la oportunidad perfecta para hacer una visita a la comisaria. Después de todo, casi le paso un auto por encima.

—Claro que te conozco. No olvidaría el rostro de la mujer que intentó matarme esta mañana —-. Hay diversión en su voz, pero a mí no me hace gracia. Esta mañana pude haber hecho lo que alguien le hizo a Lucas. No quiero ni mirarlo de la vergüenza y el arrepentimiento que siento.

—Tengo que irme —susurro, muy pero muy bajo. Vuelvo la mirada al suelo y me miro los zapatos.

—¿Qué?

El hombre baja el rostro para intentar mirar el mío y el corazón me late con fuerza en el pecho. Este es el peor momento para dejar a la vista mis problemas con la socialización. De repente me siento increíblemente presionada.

Observo sus manos a los lados de sus piernas y noto que sus palmas están raspadas. Se me va el aire y si no fuera porque siento el suelo debajo de mí, creería que salí volando. Yo hice eso. Yo le provoqué el daño que tiene por mínimo que haya sido. Sabía que me arriesgaba a cometer una estupidez como esta cuando me puse detrás de un volante y lo hice de cualquier forma. Todo lo que quería era intentar avanzar.

—Oye, yo...creo que tendremos que pagar por eso —dice, y me saca de mi ensimismamiento. No había pensado en que tengo que pagar con el litro de leche que acabo de desperdiciar. —Eh...no tienes que estar nerviosa por lo de esta mañana, entendí muy bien el discurso de tu amiga, sé que no lo hiciste a propósito así que... no tienes porqué sentirte mal.

Eso me tranquiliza un poco. Respiro hondo y me atrevo a mirarlo. Me encuentro directamente con esos mismos ojos ámbar acompañados de largas pestañas castañas. Él parece una persona relajada, lleva una bufanda gris que le cubre el cuello entero y un saco largo de color marrón hasta las rodillas; sus zapatos están manchados de leche. Me ofrece una mano y dudo en tomarla.

—Cedric, ¿y tú eres?

—Kristel —contesto, tomando su mano con suavidad y estrechándola.

—Muy bien, Kristel, creo que tendremos que pagar por eso pronto o nos echaran a ambos a patadas de aquí.

Me dejo guiar por él, quien se acerca a una dependienta y le explica el desastre que hemos ocasionado en uno de los pasillos. Me doy cuenta de que mis zapatos también están manchados de leche y que he dejado de temblar como un cervatillo. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que las personas no parecen estar mirándonos, pero sigo sintiendo esa presión en mi cabeza.

—Bueno, eso ha sido todo.

Hemos pagado cada uno la mitad del producto y nos hemos marchado de allí luego de pagar nuestras respectivas compras y pasar junto al encargado de limpieza, quien nos ha dado una larga mirada de desprecio.

—Sí... yo... eh, lamento lo de esta mañana. —Me encojo en mi lugar señalando directamente a sus manos, a las heridas que tiene. —Soy muy mala conductora.

Él ríe suavemente.

—No te preocupes, esto no es nada. Creo que jamás te habría perdonado si no fuera porque realmente parecías arrepentida completamente aplastada en tu asiento.

—Lo lamento de verdad.

He pasado los últimos veinte minutos sin poder modular mi voz correctamente, solo susurro sin parar y, de vez en cuando, la voz me falla. A él eso no parece importarle demasiado porque sonríe sin prestarme atención.

—Tengo que irme, pero, fue bueno verte. Espero que la próxima vez no intentes pasarme un auto por encima —dice, con una sonrisa extrañamente encantadora.

Sonrío casi a la fuerza y me despido con una mano mientras lo veo marcharse.

Bueno, eso fue inesperado.

...

Corro por el circuito de una calle de la colonia a la que pertenece mi departamento y la casa de Marianne, el pecho me sube y baja con rapidez y el sudor se desliza por mi frente. Tengo a la manada, como suelo decirles: Bonnie, Clyde (lo que no es una coincidencia sino una obra alocada de Marianne quien es fanática de los documentales de criminales) y Ted corriendo a mi lado y jalando sus correas conforme avanzamos.

Todo lo que hago últimamente es correr, nunca fui fanática de las largas caminatas, los deportes y las cosas como acampar y salir al aire libre, pero luego de pasar mis días encerrada en casa de mi vecina sin otra cosa que hacer más que limpiar los muebles y acomodar la ropa, siento que me asfixio y pongo de excusa el paseo diario de los perros para hacer algo más. Correr es todo lo que me queda ahora.

Recibo una llamada y me paro en seco para responder. Veo el nombre en la pantalla y siento que algo se atora en mi garganta. Es el señor Richards, mi terapeuta desde hace más de seis años, quien no ha parado de llamarme en el último mes porque no me he presentado en su consultorio con la excusa de estar sumamente ocupada, lo que en parte es cierto.

Dudo en responder, pero finalmente lo hago. No puedo seguir rechazando sus llamadas e ignorando que está buscándome hasta debajo de las piedras.

—Hola.

¡Kristel! Me alegra poder contactarte —suena genuinamente aliviado. —No has ido al consultorio en mucho tiempo.

—He estado algo ocupada últimamente —mencionó una vez más esa tonta excusa que le pongo a todo el mundo para no ir a ninguna parte y no ver a nadie.

Bonnie se inquieta oliendo algo en el jardín de algún vecino y me detengo a su lado dejando que el resto de la manada se entretengan haciendo lo mismo. Son algo inquietos y curiosos, pero son buenos chicos.

Mira Kristel, no puedo convencerte de que hagas algo que no quieres, pero sería bueno que no pensaras en abandonar el proceso de terapia. Podrá parecer que últimamente no hemos hecho un gran avance; sin embargo, hay mucho que aún no puedes digerir sola y yo puedo ayudarte con eso.

—Sí, yo... no lo sé, he estado muy bien y realmente pienso que ya no necesito su ayuda —miento, porque sé que no es verdad. Si no necesitara su ayuda podría subir a un auto, salir a la calle, mirar a la gente y no sentir pánico cada vez que lo hago. —Estoy mucho mejor ahora que me he ido de la casa de mis padres. Creo que eso ha sido mi solución.

Eso ha sido un gran paso, pero no significa que las cosas se hayan solucionado. Necesitas seguir con tu proceso, sé que sigues teniendo ataques de pánico y que todavía te cuesta interactuar, mientras más lo tratemos, más fácil será.

Lo dudo, aunque no lo digo. He pasado por muchos consultorios psiquiátricos tras la muerte de Lucas, haber visto su cuerpo en el suelo y rodeado de sangre fue un suceso que en realidad me impactó y, a decir verdad, me es difícil lidiar con la culpa que siento por haberlo dejado solo ese día. El doctor Richards me ha dicho muchas veces que, a pesar de lo que mis padres piensen y no dicen en voz alta, lo que paso con mi hermano no fue mi culpa, pero simplemente no puedo terminar de creerlo.

Han sido muchas las cosas que pasaron después de eso. La partida de Lucas dejó una enorme fractura en la estructura de mi familia que nunca hemos podido reparar. Para mi familia soy una enorme decepción, la responsable de la muerte del único que podía mantenernos a todos unidos.

Mi terapeuta, quien me ha atendido desde los dieciséis años, ha intentado de todas las formas posibles para disminuir mi angustia, pero ha sido un proceso lento y doloroso del que todavía no he logrado salir.

—Lo sé y de verdad lo apreció. Yo ya funciono muy bien con los medicamentos y creo que eso es más que suficiente para mí.

Bonnie rasca algo en el suelo y la jalo un poco para que no cave un agujero en el patio de alguien más. Empiezo a ver que los perros se ponen nerviosos porque quieren seguir caminando, por lo que coloco el celular entre mi hombro y mi cuello y empiezo a caminar a paso lento con las tres correas en la mano izquierda.

Tal vez puedas sentir eso ahora, más tarde te darás cuenta de que la medicación debe complementarse con la terapia. Por favor, considera seriamente ir mañana a mi consultorio y lo hablaremos con tranquilidad para considerar juntos tus opciones. Puedo darte un espacio a las 11.

Creo que él simplemente está tratando de persuadirme para convencerme de no dejar la terapia, pero accedo porque noto que, aunque no me presiona, insiste mucho porque piensa que esa de verdad es la forma de que mis problemas se solucionen.

—Está bien, lo veré mañana, señor Richards,

Lo escucho suspirar y podría jurar que su rostro es uno de completo alivio.

Muy bien, Kristel, nos vemos mañana antes del mediodía.

Cuelgo antes de darme cuenta de que una de las correas está tirada sobre el pavimento y no hay rastro de Bonnie en su lugar. Lo proceso durante un momento, segundos después el pánico me sube por la columna. Miro a mi alrededor y no la veo. Clyde y Ted se acicalan entre ellos e ignoran totalmente la falta de su compañera canina.

Algo en mí se tuerce y por mi cabeza pasan mil cosas que podrían llegar a pasarle por mi descuido.

—¡Bonnie! — grito, regresando sobre mis pasos apresuradamente.

No puede haber ido muy lejos y no puede haberle pasado algo muy malo. Esta es una colonia tranquila, no pasa mucha gente y el lugar es en general seguro. Pero de mi cabeza no sale que alguien pudo habérsela llevado, o que, si no la encuentro, podría pasar la noche afuera y que le suceda algo terrible.

Empiezo a correr desesperada, la manada me sigue sin vacilar y ruego por dentro que Clyde o Ted me dirijan a Bonnie. Escucho un chirrido fuerte y, por un momento, todo se mueve a mi alrededor. Suelto las cuerdas de las correas y me encojo de rodillas sobre mi lugar. No sé por qué, pero lloro de inmediato. El chirrido es, sin lugar a duda, proveniente de un automóvil.

Pienso una y otra vez en la imagen de Lucas sobre el suelo, en el instante antes de salir en casa cuando escuche al auto detenerse en seco después de pasar por encima de mi pequeño hermano. Pienso en Bonnie, tal vez fue ella esta vez y, probablemente, sea mi culpa.

—¡Pobrecita! —exclama alguien no muy lejos de mí.

Salgo del trance para darme cuenta de que he soltado a los perros y que estos se han ido también. Lloro más fuerte porque lo he arruinado realmente, he entrado en pánico y he hecho un desastre. Ahora he perdido a toda la manada y no sé qué cara pondré frente a Marianne cuando le diga lo que ha sucedido.

Miro al frente y hay una mujer mirándome extrañada desde la puerta de su hogar. Hago fuerza con las piernas para hacer que reaccionen y se muevan, comienzo a caminar hacia adelante, aun temblando, sin poder creer lo que acabo de hacer. Hay un motivo por el que no he buscado un trabajo mejor que este y me doy cuenta ahora de que he tenido toda la razón al usarlo como excusa.

¿Cómo sería capaz de mirar al resto en una reunión de negocios? ¿Cómo podría salir por encargos sin sufrir cada vez que intento poner un pie en un lugar que no conozco? ¿Cómo podría hacer viajes de negocios sino puedo subirme a un automóvil? ¿Cómo puedo trabajar con tranquilidad si ni siquiera puedo actuar como una persona no perturbada? Noto, tristemente, que, aunque quise creer que este trabajo era el más adecuado para mí, ni siquiera en esto he sido capaz de funcionar.

Camino por no más de cinco minutos antes de llegar a la escena donde hay un automóvil detenido a media calle, un hombre parado a un lado y tres personas reunidas unos metros a lo lejos mirando lo que ha sucedido. Bonnie esta tirada sobre el suelo, chillando y lamiéndose la pata derecha. Clyde y Ted están a su lado oliéndola y lamiéndola. El hombre me observa y veo todo el arrepentimiento en su rostro.

...

—De nuevo, lo siento tanto Marianne. Ha sido un estúpido error.

La mujer me mira y su rostro se arruga más de la cuenta por el disgusto.

—Ya te he dicho que no te disculpes, solo fue un pequeño accidente. Además, Bonnie está completamente bien, solo se ha roto una patita y ahora está feliz durmiendo su siesta de la tarde.

Observo a la perra dormida en el sofá con una pata vendada. Hoy me ha dado el susto más grande y creo que jamás podré disculparme lo suficiente con mi vecina demasiado amable y comprensiva para entender la realidad de lo que hoy pudo haber sucedido.

—Deberías estar molesta conmigo, no fue un accidente, fue un error mío.

—Pero ya ha pasado, te has disculpado y todo ha salido bien. En serio, no tienes que sentirte mal.

Me pongo a llorar sin poder evitarlo. Ha sido una semana horrible, hace unos días casi arrollo a alguien intentando superar un tonto miedo que creo jamás me dejará en paz, y hoy alguien atropelló a Bonnie por mi culpa. A este paso no podré ni siquiera mirar un auto nunca más en mi vida.

—Oh, no llores, cariño, en serio no estoy molesta contigo.

—Pero lo hice mal, Marianne, otra vez lo hice mal.

La mujer me extiende sus brazos y no dudo en abrazarla dejando todo de mí en ella. Soy un desastre, un horrible desastre que a cada paso se desarma más frente a todo el mundo y nadie parece poder hacer nada al respecto. Estoy desmoronándome poco a poco y creo yo tampoco puedo hacer nada para evitarlo.

—Está bien, Kris, todo va a estar bien.

...

—Creo que deberías ir a un grupo de apoyo.

—¿Cómo?

Miro a Ally, quien está sentada al otro lado de la mesa con esa típica mirada suya de preocupación. O tal vez sea porque todo el mundo me da esa mirada que lo veo como algo muy normal.

—Si la terapia individual no te está ayudando, tal vez te ayude más la terapia grupal. Sé que hay grupos de apoyo para sobrellevar el duelo.

—Hace mucho que no estoy en duelo, Allison. Mi hermano murió hace más de una década.

Ella suspira y parece que no encuentra la manera correcta de decirme sus próximas palabras.

—Lo sé, pero el duelo puede durar años, sin importar cuánto tiempo haya pasado. Kristel, de verdad pareces necesitar algo así.

—¿Piensas que llorar frente a un montón de gente desconocida es la solución para que deje de sentirme así? ¿Es que crees que soy incapaz de digerir mis propios sentimientos?

—Creo que definitivamente lo necesitas. Tal vez llorar frente a ese montón de gente desconocida es lo que te ayudará a salir del hoyo en el que pareces estar sumida.

Aprieto los labios porque no puedo creer lo que me está diciendo.

—No soy una niña, no necesito que alguien me ayude a enfrentar mis sentimientos.

Allison extiende su mano intentando tomar la mía, pero la aparto con brusquedad.

—No eres una niña, pero fuiste una niña atrapada en la muerte de su hermano pequeño y todo lo que eso implicó después. No creo que necesites ayuda porque seas una niña, creo que necesitas ayuda porque eres un ser humano que está sufriendo.

—Pero no así, Ally, no así.

Me llevo las manos a la cabeza y siento la necesidad de golpear la mesa con las manos, pero me abstengo de hacerlo porque hay mucha gente a nuestro alrededor y no es el lugar indicado para hacer una escena así.

—No hay una forma correcta de pasar por un duelo, Kris, solo existe el duelo y ya está. Puedes superar esto, yo lo sé, solo necesitas un poco más de ayuda.

Allison, Marianne y el doctor Richards han sido mis únicos apoyos por años y, aun así, me he sentido sola en una cantidad incontable veces. Siento que todo lo que necesito ahora es dejar de pensar, abandonar todo lo que me rodea y largarme a cualquier lugar que me haga olvidar lo que estoy sintiendo.

—Tal vez tengas razón —digo, después de un rato pensándolo.

Lo he intentado todo y si esto es lo que necesito para dejar de sentirme así, lo haré.

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