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Capítulo 1

Kristel

Tomo aire para llenar mis pulmones y miro al frente en lo que parece un ridículo intento de mantener la concentración. El celular me vibra en el bolsillo del pantalón y hago uso de toda mi paciencia para no terminar lanzándolo por la ventana. Sé muy bien de quién se trata y no me cae nada en gracia.

El tono de llamada deja de sonar y en cambio, le sigue el sonido de tres notificaciones seguidas. Esta vez, me digo que lo mejor es no tratar de evitar lo inevitable.


Padre: Llama a tu madre ahora, Kristel.

Padre: No has hablado con ella en días y está preocupada.

Padre: Deja de ignorar mis llamadas y por lo menos haz eso.


Observo la pantalla del celular no sabiendo exactamente cómo sentirme con esto. No contesto los mensajes y en cambio aprieto las manos en el volante. No hay mucho que tenga que decirle y a decir verdad no quiero hablar con él. Meneo la cabeza tratando de olvidar el asunto y finalmente regreso la mirada al frente, al parabrisas del auto.

Allison, mi única y mejor amiga, está a mi lado esperando en silencio que me decida a poner las llaves y encender el motor. Tomo una gran bocanada de aire y lo dejo salir por la nariz.

De verdad voy a hacerlo.

—Odio esto. ¿En serio tengo que hacerlo?

—Kris, es importante que aprendas a manejar, de otro modo jamás podrás movilizarte tú sola. —Hay calma en su voz, pero sé que está algo desesperada. He tardado quince minutos en siquiera entrar al auto (lo cual, de hecho, ha sido todo un logro), y ahora llevo más de veinte minutos aquí sentada con las manos escondidas entre las piernas. —Es una buena forma de que superes tu miedo a los autos.

Hago una mueca porque dicho en voz alta, un miedo así suena ridículo. La gente normal le teme a la oscuridad, a las arañas o al mar, en cambio, la gente como yo, que, no tengo para describir, les tiene miedo a cosas absurdas como a los autos, cuando algunos otros los aman con locura.

— ¿No sería más fácil aprender primero a usar el transporte público o algo por el estilo? —pregunto, en un tono de voz que suena a suplica.

Ella niega y algunos mechones castaños se desprenden de su coleta.

—Hay más gente en el transporte público, si te sientes ansiosa y empiezas a sentir que te agobias muchas personas te estarán viendo y... no creo que eso ayude mucho.

Maldigo porque ella tiene razón. Desde que era muy joven tengo prácticamente nulas capacidades de socialización. No soportaría más de veinte pares de ojos mirándome a la vez y menos en una situación tan dramática para mí como subir a cualquier modo de transporte con más de dos ruedas y eso, claro, sin contar las motocicletas, en las que no soy ni capaz de imaginarme sobre una de ellas.

—Pero sí soy yo la que maneja y me agobio terminaré matando a alguien; esta es una mala idea —empiezo a delirar sobre todos los males que podría traer que yo maneje un auto. —Además, es una ridiculez, ni siquiera puedo pagar yo sola mi departamento, no creo que alguna vez pueda comprarme un auto.

Ally se gira en su asiento y me mira con un puchero de reproche. Siento su mano tomar mi muñeca para sacar la mía de entre mis piernas y entrelazar sus dedos con los míos.

—Todo está bien, Kris. No arrollarás a nadie porque no eres así de distraída y porque, por eso estamos aquí, para que aprendas a manejar y no tengas oportunidad de estrellarte ni con un bote de basura —choca su brazo con el mío y me sonríe—. Y por el auto no te preocupes porque ahora que papá me comprará otro puedes quedarte con este.

No quiero decirle a Ally que eso es lo que menos quiero. Tiene algún tipo de ilusión con verme manejando de camino al trabajo o a la casa de mis padres. No quiero romper su ensoñación, pero tampoco quiero un auto el cuál pueda manejar cuando quiera, estoy más segura de que ese mismo auto me provocaría llevarlo a un depósito para que lo aplasten con una de esas enormes máquinas y no vuelva a verlo nunca más.

—Gracias, Ally. Eres la mejor.

—Lo sé —sonríe con ánimos—Ahora a manejar.

Mantengo el freno presionado y una mano al volante, saco el freno de mano para desactivarlo, presiono el pedal de embrague a fondo y con la palanca coloco la primera velocidad. Creo que me mareo mientras lo hago y tomo respiraciones profundas. Cuando creo que tengo mayor control sobre mis movimientos comienzo a acelerar lentamente, mientras suelto el embrague y el auto empieza a moverse.

— ¡Eso, sigue así!

De todas las veces que hemos intentado hacer esto (que han sido muchas) esta es la primera vez que realmente hago al auto moverse. Me sé los pasos de memoria, Ally me hizo aprenderlos mil veces antes de ponerme detrás de un volante, por lo que pisó el acelerador para ir más rápido.

Mala decisión.

Estamos en una calle cualquiera de la adinerada comunidad en la que viven los padres de mi amiga y aunque la zona está despejada el corazón se me detiene por un segundo cuando el auto acelera mucho más allá de lo que en realidad deseaba.

— Kristel, ¡pisa el freno!

— ¡No puedo!

Y de verdad creo que no puedo, el cuerpo entero me tiembla. El auto avanza y nos chocamos con un par de botes de basura fuera de una casa y, por algún motivo, en medio de la desesperación suelto el volante y me llevo las manos al rostro.

— ¡Maldición, Kris! ¡No!

Ally se desespera e intenta tomar el volante, por mi lado creo que reacciono y piso el que creo es el freno (el miedo me hace olvidar cuál es), pero termino pisando el acelerador por lo que vamos más rápido hacia adelante. Tomo el volante de nuevo y giro en el primer cruce por el que pasamos, las llantas del auto emiten un chirrido mientras dan la vuelta y a la vez piso correctamente el freno. El auto se detiene y si no fuera por el cinturón de seguridad creo que hubiera salido volando por el parabrisas.

Todo mi cuerpo se estremece y empiezo a sentir los notables síntomas de lo que sin duda es ansiedad, mi estómago se revuelve y comienzo a sudar de una manera que no es normal. Miro a la mujer a mi costado que parece mucho más relajada que yo, pero que está mirando nerviosamente por la ventana del copiloto a un hombre a un lado del auto y encogido en su lugar.

No puede ser. No, no, no.

El hombre, a quien sólo alcanzo a verle el cabello castaño claro, golpea ligeramente el vidrio de la ventana en lo que parece un gesto de reclamo.

—Mierda. Ese chico querrá estrangularnos.

No sé si ella intenta calmarme, pero esa declaración definitivamente no me hace sentir mejor.

No lo soporto más, abro la puerta del auto y vomito en el asfalto de la calle. Es asqueroso, pero cuando termino me siento aliviada. Allison me acaricia la espalda y me alcanza una caja de pañuelos que guarda en la guantera. Limpio mi boca y aparto la mirada del suelo. No puedo creer que acabo de vomitar en medio de la calle en presencia de un desconocido, me gustaría decir que es la primera vez que me sucede, pero estaba muy consciente de que esto podía suceder si me subía a un auto y peor aún, si lo manejaba.

—Iré a hablar con ese hombre, alguien debe disculparse con él.

Asiento porque no tengo el valor de ser yo quien hable con él, dejo que mi amiga le dé cara a mis problemas y recuesto la cabeza en el descanso del asiento.

—Lo lamento mucho, de verdad, no era nuestra intención.

Escucho la conversación desde el interior del auto, sintiéndome estúpida y culpable. Jamás debí haber aceptado estas clases de manejo con Ally, no era una buena idea y yo lo sabía. Estuve a punto de hacer algo horrible, algo que jamás me hubiera perdonado. Siento las lágrimas acumularse en mis ojos, sin embargo, las retengo.

El hombre me mira a través del parabrisas y noto la intriga en su rostro, seguramente preguntándose por qué siendo yo quien casi lo arrolla es otra persona quien se disculpa con él en este momento. Mirándolo bien parece un hombre joven, de cabello corto castaño y profundos ojos ámbar que me inspeccionan. Bajo la mirada con vergüenza.

—Ella está aprendiendo a conducir, es la primera vez que lo hace y se salió de control. Tú sabes cómo es cuando alguien está aprendiendo a conducir, yo choqué mi auto contra un árbol la primera vez.

Por supuesto Ally, carismática y amable como siempre, le saca una plática agradable al hombre que parece no estar siguiendo el hilo de la conversación, pero asiente a cada cosa que ella le dice. Se me pasa por la cabeza bajar y disculparme porque es lo mínimo que puedo hacer, pero hay tanto conflicto en mí con la idea de haber estado a nada de atropellar a una persona que me acobardo y no me atrevo a hacerlo.

Imagino a Lucas, a mamá abrazándose a él con fuerza. No me dejaron mirarle la cara, pero no tuve que hacerlo para imaginar lo que vería. No puedo con eso. No puedo tolerarlo. De repente, siento ganas de vomitar de nuevo.

—En fin, lamento lo que sucedió, espero puedas comprender —concluye, como si toda la historia que acaba de contarle sobre su primera experiencia de conducción me justificara de alguna forma.

—Está bien, lo entiendo. Sólo... por favor tengan más cuidado —me estremezco de inmediato porque su voz es calmada, suave, como si nada hubiera sucedido.

Él vuelve a mirarme, esta vez con el ceño fruncido, sin embargo, no dice nada y se retira. Es entonces cuando me doy cuenta de que se dirige a la casa justo detrás de él, a la que seguramente se encaminaba antes de ser interceptado por el monstruo de cuatro ruedas a alta velocidad.

Allison se da la vuelta y no dice nada cuando rodea el auto y me hace una seña para que baje. Vamos a cambiar de lugares.

—Podremos intentarlo de nuevo en otra ocasión.

—Creo que será mejor no volver a intentarlo jamás.

....

Estoy arrodillada sobre el suelo de la cocina de mi vecina Marianne, limpiando una enorme y horrible mancha de jugo que se ha quedado incrustada en los azulejos. Este es mi maravilloso trabajo que paga mis cuentas: trabajadora de limpieza y cuidadora de mascotas. Un trabajo que Ally me recuerda que es digno pero que me hace pensar que podría estar haciendo cosas mejores.

Mi celular vibra en la mesita delante de mí y contesto sin mirar quién es.

— ¿Quién habla?

—Tu padre.

De inmediato me enderezo como si estuviera mirándome.

— ¿Qué pasa, papá?

Te he dicho que llames a tu madre. ¿Por qué no los has hecho? ¿Es que ocupa mucho de tu tiempo hablar con ella?

—Estaba ocupada.

Ocupada, claro... —se queda en silencio un momento y prosigue—. ¿Llamarás a tu madre o debo volver a pedirte que lo hagas?

No-no. Le llamaré cuando termine de trabajar.

¿Trabajar? Por favor, Kristel, tu mamá paga tu apartamento, deja de fingir que haces algo y sólo llámala ahora mismo.

Aprieto los labios. Él solo sabe ser mordaz conmigo.

— Papá... tengo un trabajo —digo e intento que mi voz cobre fuerza—, y sé que mamá paga mi apartamento, pero yo pago las cuentas y... sí hago algo.

¿A qué le llamas trabajo, ah? ¿A limpiar suelos? Yo te pagaba una carrera Kristel, no solamente mandaste mi dinero a la basura sino también la única oportunidad que tenías de construirte un futuro.

No le doy tiempo de decir nada más y cuelgo la llamada de inmediato. Aprieto el aparato en mis manos. No me quiero admitir a mí misma que lo que siento por papá es algo más que simple resentimiento, simplemente no quiero darle un nombre más profundo, uno más doloroso. No fingiré que no me afecta su rechazo, pero sí lo evito a toda costa para no tener que soportar la manera en la que deja caer su culpa sobre mí.

Él me odia, lo sé y no puedo culparlo por eso. Hasta yo pienso que pude haber hecho más, que si Lucas no está aquí con nosotros ahora es por mí. Me angustia lo que eso significa, no soporto la idea de saber que soy culpable de la muerte de mi propio hermano.

Retiro los guantes de plástico de mis manos y no me doy cuenta de que estoy llorando hasta que las lágrimas se deslizan y me humedecen el cuello. Empiezo a respirar con dificultad, así que le ordeno a mi mente mantenerse en la mayor calma posible pero la agitación me hace sentir más y más agobio con cada respiración nueva. Siento que mis pulmones no retienen el aire y me llevo una mano alrededor del cuello por la angustia, sintiendo el temblor de mi cuerpo y los fuertes latidos de mi corazón.

Sé lo que sucede, pasará pronto y debo tranquilizarme.

Entierro las uñas en la piel de mis palmas, sin duda un intento desesperado de aferrarme a algo. Lloro más mientras los segundos pasan, lloro tanto que cuando al fin todo pasa y respiro con normalidad sigo llorando. Lloro durante minutos, tal vez horas, rodeando mis piernas con los brazos y encogida en el suelo de la cocina.

Mi mente se siente atascada, pesada e insoportable.

....

—No está bien Kristel y lo sabes.

—Mamá, sé que te preocupa mi futuro, pero no tienes que hacer esto cada vez que hablamos.

—Sólo estoy preocupada por ti, ya eres adulta y no has hecho nada con tu vida —trago con fuerza. — Ese departamento tuyo yo lo pago y tu trabajo... vamos, hija, puedes hacer más que eso.

Para este punto de la conversación uno creería que papá habló con ella y le comentó lo poco que hablamos y la manera en que le colgué, pero sé que el tema de mi trabajo sale a relucir por sus propios méritos, ella siempre habla de eso cada que puede.

Es difícil escuchar esas palabras venir de ella. Papá es un hombre frío y estricto conmigo, no obstante mamá hace todo lo posible por ser cálida sin importar las veces que falle en cada intento; al menos lo intenta. Creo que la única razón por la que aún mantengo una relación con mamá es por lo muy cercanas que fuimos cuando era una niña. Es algo que le debo a ella.

—Estoy bien, me pagan bien en el trabajo y ya estoy buscando algún empleo más formal.

— ¿Y cuándo será eso? Estás perdiendo el tiempo. Kristel, si tú no

—Por favor, mamá —la interrumpo—, deja el tema. Mejor cuéntame cómo ha ido tu día.

Ella bufa, pero obedientemente comienza a hablar sobre la televisión teniendo fallos y papá estresado con el trabajo. No pasa mucho tiempo antes de que empiece a hablar sobre Lucas, se me seca la garganta como siempre que hablamos de mi hermano menor. Nosotros no somos de esas típicas familias que cuando fallece alguien que ocupaba un lugar esencial en la familia no hablan del tema, de hecho, Lucas es siempre el tema de conversación.

La escucho pacientemente llevando la botella de agua a mis labios y mirando la hora en la pantalla de mi laptop. Siento algo de preocupación al oírla hablar tan tristemente sobre el próximo aniversario luctuoso de Lucas, en dos semanas, 12 de julio. Justo la fecha a la que nunca quiero llegar.

—Deberías llamar a tu padre, él estará feliz de hablar contigo —dice, cambiando de tema de la nada. —Sería bueno que convivieran más seguido y no una vez cada año cuando se acerca esta fecha.

Por supuesto, claro que papá estará muy feliz de hablar conmigo y soltar su veneno en mi cara una vez más. Él tiene tantas ansias por convivir conmigo que me aleja todo lo humanamente posible y yo quiero hacer lo mismo con él.

—Hablamos hace poco.

—Entonces deberías venir a visitarnos, no creo que sea difícil hacer un espacio en tu agenda.

Y aquí vamos una vez más, siempre encuentra la forma de volver a tocar el tema. Sé por qué ella hace esto, es su manera discreta de reprocharme mis errores (incluida la muerte de Lucas), finge que se preocupa por mí y aprovecha para decir todo lo que cree he hecho mal.

—Estoy ocupada en el trabajo.

—Que estupidez, Kristel, somos tus padres. Seguro la mujer para la que trabajas puede darte un día libre, no creo te necesite en su casa todo el día para vigilar a sus mascotas.

—Mamá, es mi trabajo y cuidar de las mascotas de mi vecina no es lo único que hago, también debo limpiar la casa y...

—No, Kristel, ese no es un trabajo real. ¿Cuándo te darás cuenta de eso? —Se escucha realmente enfadada, desesperada por hacerme saber lo que tiene que decirme —. Estabas estudiando una buena carrera y lo arruinaste. ¿Es que eso no importa nada?

Creo que ni siquiera puedo explicar la forma en que me hace sentir cuando dice esa clase de cosas, la manera en que mi corazón se contrae dolorosamente en mi pecho. A mamá le emocionaba mucho que estudiara Mercadotecnia, incluso se volvió más amorosa cuando entré a una buena universidad con un programa excelente y comencé a tener notas destacadas.

No sé qué decir.

—Debo limpiar, te hablo luego.

—No te atrevas a—y cuelgo. Es así como terminan casi todas las llamadas con mis padres. En un silencio incómodo o una frase a medias.

Me llevo las manos a la cara, limpiándome las pequeñas gotas de sudor que me recorren el rostro, algo que suele sucederme cuando estoy ansiosa y frustrada. Hoy ha sido un día agotador, pero obligo a mis piernas a moverse a la diminuta cocina para llenar mi estómago con cualquier cosa. En cuanto abro el refrigerador dejo caer mi cabeza hacia atrás. No hay prácticamente nada.

Estoy en casa de Marianne gran parte del día por lo que no tengo muchos espacios libres para hacer algo tan simple como ir a un supermercado. No me emociona la idea de salir tan tarde a comparar comida y otras cosas, sin embargo, sé que si no lo hago ahora no lo haré otro día hasta que llegue el fin de semana y para eso faltan varios días. No planeo matarme de hambre por lo que termino yendo por mi abrigo y abandonando mi apartamento.

Me subo a mi bicicleta porque, por muy tarde que sea, me niego a subir a un auto por más de cinco segundos. La bicicleta es el único medio de transporte que soy capaz de tomar, con casco, rodilleras y extremada precaución al pasar entre las calles y al tener carros de cerca. Y eso, solo en las ocasiones, porque en general, prefiero caminar dos horas antes que subirme a un auto.

Dada la hora no hay demasiadas personas recorriendo el lugar por lo que procuro no detenerme en la multitud de gente que entra y sale del supermercado. Dejo la bicicleta en el estacionamiento rogando que no me la roben y entro. Cada paso que doy es tembloroso, no soy nada fanática de los lugares concurridos y grandes por lo que estar aquí no es mi mayor sueño. Me apresuro a tomar un carrito de compras y empezar a llenarlo con comida y algunas otras cosas necesarias como papel higiénico y pasta de dientes.

Inspecciono un estante repleto de envases de leche de diferentes marcas, estiro el brazo para tomar uno y cuando lo tengo en mi mano alguien me empuja desde atrás provocando que el envase caiga y se rompa, derramando el litro de leche sobre el suelo que hace unos segundos estaba totalmente pulcro.

—Mierda.

Levanto la mirada y me encuentro con un hombre que me observan con confusión. Me toma un poco que mi mente lo recuerde, pero en cuanto lo hago quiero huir de la patética escena. Es el hombre al que casi arrollo esta mañana, el que habló con Ally y se marchó sin decirme una palabra. Esta parado frente a mí, observándome inquisitoriamente con una caja de cereal en una mano.

Quiero desaparecer justo ahora.

—Te conozco, ¿no es así? 

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