Deseo de Navidad
―En verdad lo siento mucho Sakura ―volvía a disculparse la muchacha de ojos amatista, sin dejar de dar vueltas en su habitación.
―No te preocupes Tomoyo, aquí todos entendemos...
―Lo sé, pero no puedo dejar de sentirme culpable ―se lamentó antes de centrar su mirada en aquel nevado y ventoso paisaje.
―Deja de hacerlo, no ganas nada con ello, tu no controlas el clima, mejor has lo posible para terminar todo allí, quizás puedas pasar año nuevo con nosotros ―la dulce voz de su amiga hizo que una sonrisa apareciera en su rostro.
―Ok, te aseguro que estaré allí ―acompañó esa frase con una risita, que terminó en un suspiro―... ¿sabes algo de...? ―la pelinegra hizo una pausa y pudo escuchar claramente una risita del otro lado.
―¡¿Eriol?! ―continuó la castaña en un tono juguetón y Tomoyo solo asintió como si su amiga pudiera verla por teléfono―... en verdad no, pero ¡¿no se supone que tu estas más en contacto con él?!
―Pero hace dos días que no me contesta los llamados, sus mensajes son muy escuetos y siempre que alguien me contesta dice que él está muy ocupado ―respondió la amatista sin notar que estaba inflando los cachetes como una niña pequeña.
―Tomoyo, tu madre y tu tienen un trabajo muy parecido al de Eriol, y sabes cómo es eso quizás si está muy ocupado... y sino solo mírate a ti, pasaras navidad sola en Francia por tu trabajo.
―Sí, lo sé...
―Uhh Tomy te dejo acaba de llegar alguien, luego hablamos, Feliz Navidad ―saludó la castaña en un tono alegre y apurado.
―Hasta luego y Feliz Navidad ―casi no alcanzo a terminar la frase y ya estaba escuchando el pitido que le indicaba que su amiga había colgado.
La amatista soltó el celular sin ningún cuidado sobre la mesa y con un suspiro volvió a mirar a su alrededor. Allí estaba en aquella suite elegante y hermosamente decorada para la ocasión. Un enorme árbol se vestía de blanco y azul junto a los enormes ventanales que le daban una maravillosa vista de aquellas colinas nevadas. Debía admitir que aquel sitio era realmente bello y podía comprender porque su madre quería invertir tanto en aquel hotel. Pero en este preciso momento el clima no ayudaba a aquel paisaje.
Había llegado hacía ya una semana. Todo lo que tenía que hacer era recorrer todo el lugar, ver algunos papeles y proyectar todo lo que podía mejorarse. Sonomi quería un buen trabajo, después de todo sería dueña del 60% de aquel lugar. Tomoyo pensó que sería algo rápido, cuestión de cuatro días, cinco como mucho y podría volver a Japón para pasar navidad con sus amigos, pero... el destino y el clima parecían no estar de acuerdo con sus planes. El clima fue horrible los primeros tres días, cosa que le impidió recorrer los exteriores. La mayor parte del papeleo del lugar era un caos, parecía que nadie llevaba un buen control allí, así que revisar aquello le llevo prácticamente dos días y medio. Para el cuarto día el clima había mejorado, por lo que pudo recorrer una de las pistas de esquí, pero a mitad de la tarde comenzó a nevar y en pocas horas estaba ante una de las peores tormentas que había visto. Tomoyo no veía la hora de irse de aquel lugar, luego enviaría a alguien más para que terminara el trabajo, pero esa noche se enteró que todos los vuelos estaban cancelados hasta que el clima mejorara... y de eso ya hacía dos días.
La amatista dejo caer su cuerpo sobre aquel cómodo sillón. Estaba muy estresada y le costaba mucho relajarse, intentó despejar su mente, pero eso era más difícil aún que relajarse, podía sentir el dolor y las contracturas en su espalda, y decidió que lo primero que haría sería agregar un spa en aquel lugar. Después de un rato centro sus ojos en el árbol, en aquellos adornos azules, que inevitablemente le recordaron los azules ojos de ese pelinegro que la enloquecía y del cual hacia días que no sabía nada...
"El sol de la mañana entraba por esas enormes ventanas. La amatista terminaba de vestirse, sintiendo como aquella penetrante mirada la seguía sin perder detalle. Finalmente volvió a centrar sus ojos en la cama y nuevamente se acercó.
Sentado en la cama estaba aquel sexy y tentador hombre de 24 años, un año mayor que ella, completamente desnudo y apenas cubierto con la sabana. En su marcado y bien formado pecho podían verse las mordidas y marcas de besos que ella había dejado, y ni decir de los hombros. Su anguloso rostro, de cabello negro completamente alborotado, mostraba aquella sonrisa pícara y sensual, que a ella tanto le gustaba, mientras aquellos azules y brillantes ojos no dejaban de comérsela.
―¿Qué? ―preguntó ella con una sonrisa.
―Quédate, pasa navidad conmigo ―dijo el pelinegro en un tono que sorprendió a la amatista, pues sonaba casi a suplica, algo realmente extraño en Eriol.
―Eriol, creí que teníamos un acuerdo, hacer esto sin compromisos ni reproches, tú lo querías así ―respondió la amatista sentándose en el borde de la cama junto a él...
―Lo sé, pero también eres mi amiga, puedes quedarte y pasar navidad conmigo ―agregó Eriol con una dulce sonrisa antes de dejar suave y corto beso sobre los rosados labios de Tomoyo.
―No me hagas esto ―rogó la pelinegra poniéndose de pie―... sabes que tengo que hacer este viaje, ya lo acordé con mi madre y pasare la navidad con Sakura, Shaoran y el resto de nuestros amigos en Japón ―continuó la amatista sin despegar sus ojos del pelinegro que acababa de salir de la cama y se acercaba a ella completamente desnudo―... tu puedes venir y pasarlo allá con nosotros ―concluyó con una sonrisa mientras él se detenía a un paso de ella.
―Sabes que no puedo... sería imposible no llegaría, es más fácil que tú te quedes ―insistió el pelinegro acercándose más a ella y comenzando a acariciar la cintura de la amatista―. Sabes que te encanta Londres...
―Eriol... quedarme aquí seria tener que asistir a fiestas navideñas con empresarios y tú sabes bien que le escapo a mi madre de eso todos los años ―la amatista sintió las manos del pelinegro subiendo su falda y acariciando su pierna―... además Kaho siempre está en esas fiestas, puede que este año tengas una oportunidad con ella ―agregó deteniendo las manos de Eriol―. En verdad me tengo que ir, me va a dejar el avión ―concluyó en una súplica. La expresión del pelinegro cambio por un momento por una que la amatista no terminaba de comprender e hizo que esta se preguntara si su amigo estaba bien.
―Ok, Rick te llevara al aeropuerto...
―No hace falta Eriol, puedo tomar un taxi...
―Si hace falta, no discutas ―concluyó Eriol antes de besar a la amatista. El beso fue lento, apasionado y lleno de emoción, algo que dejo a Tomoyo más confundida de lo que estaba―... que tengas un buen viaje.
―Gracias, estamos en contacto ―fue todo lo que pudo responder Tomoyo en ese momento, a lo que Eriol asintió con una hermosa sonrisa antes de que ella tomara sus cosas y saliera de la habitación."
Aquel recuerdo no la había dejado en paz desde que dejó Londres hacía ya seis días. Estaba segura de que al pelinegro le sucedía algo y el hecho de no poder contactarse con él la estaba enloqueciendo.
Había conocido a aquel chico a los 11 años y desde que su mejor amiga, Sakura, había comenzado a salir con Shaoran, la amatista había afianzado aún más su amistad con el pelinegro. Sus familias se parecían más de lo ambos querían admitir y por asuntos de negocios comenzaron a encontrarse en diferentes lugares del mundo y en algún punto, hacía ya tres años su relación se tornó más "intensa," por decirlo de alguna manera.
―Eriol ¿Qué rayos te sucede? ―se quejó luego de soltar un sonoro suspiro. Se puso de pie y volvió a tomar su teléfono. Comenzó a revisar una carpeta donde solo tenía fotos con el pelinegro y se centró en una selfie donde se la podía ver a ella usando los lentes del pelinegro mientras besaba la mejilla del muchacho que mostraba una enorme sonrisa mientras cerraba un ojo―... te extraño ―susurró acariciando la imagen del pelinegro.
Su estómago le recordó que tenía que ir a almorzar. Entró al baño se acomodó y salió rumbo al enorme comedor del hotel. Sabía que el hotel estaba completo y cuando entro al comedor noto que todos pensaron lo mismo que ella en el mismo momento. Aquel salón estaba casi completo, las mesas eran ocupadas por parejas y familias. Uno de los empleados la guio hasta una mesa, la misma que ella había ocupado durante aquellos días. Era más que evidente que ella era la única que estaba sola allí.
―Señorita Daidouji ―Tomoyo se giró y se encontró con el gerente quien sonreía amablemente mientras le ofrecía un sobre―, disculpe la molestia, solo quería entregarle esto.
―Gracias ―respondió ella tomando el sobre.
―Es la invitación para la cena y fiesta de navidad de esta noche, esperamos verla aquí ―agregó ampliando su sonrisa antes de hacer una leve reverencia y alejarse.
Después de almorzar la amatista decidió ignorar las actividades navideñas que había preparadas para ese día y volvió a su habitación a terminar de revisar el informe y proyecto que había preparado de aquel lugar, seguían faltándole algunas cosas, pero no podía hacerlas hasta que el clima mejorara. Luego de dos horas en eso decidió dejarlo, pues ya no podía avanzar más.
Volvió a revisar la invitación que el gerente le había entregado y dudo durante un rato si asistir o no...
―Necesitare un vestido ―dijo para sí misma mientras se sentaba en el sillón y en ese momento noto que detrás de la tarjeta decía algo más―... "Si gusta participar de la ceremonia de los deseos, escriba una carta con su deseo para esta navidad y llévela a la fiesta..." ¿qué se supone que es esta ceremonia? ―una sonrisa apareció en su rostro y luego de unos minutos se vio sentada frente a una hoja de papel meditando sobre lo que deseaba―... Deseo, deseo... lo mismo que los últimos años ―murmuró y comenzó a escribir.
Sabía que su deseo era imposible, pero soñar no cuesta nada... eso se decía a si misma cada vez que se encontraba pensando en lo mismo.
El simple hecho de pensar que aquel deseo pudiera hacerse realidad dibujaba una sonrisa en su rostro y mejoraba su humor. Finalmente fue a la tienda del lugar y comenzó a ver vestidos, tenían una buena variedad de prendas, algunas de diseñadores conocidos y otras de diseñadores de los que nunca había escuchado. Las mujeres paseaban por allí llevando y trayendo prendas.
Después de haberse probado un incontable número de prendas, se probó un vestido que le quedaba como hecho a la medida. Era azul, completamente ajustado hasta la mitad del muslo y luego caía hasta los pies, en el lado derecho tenía un tajo hasta la mitad del muslo que dejaba ver su pierna y la amatista agradeció que ese tajo no fuera más arriba, sino le sería imposible usar aquel vestido por las marcas de besos de Eriol que todavía no terminaban de irse de sus muslos, el escote ni demasiado provocativo ni demasiado cerrado estaba decorado con delicadas piedras plateadas que bajaban desde los finos breteles e iban disminuyendo a medida que bajaban hasta la cintura. Era realmente perfecto y la sonrisa de su rostro se ensanchó. Volvió a ponerse su ropa y se dirigió hasta la caja para pagar aquel vestido, allí estaba la empleada escuchando a dos clientas que parecían demasiado excitadas.
―Te lo digo ese hombre tiene un aura tan sexy...
―Yo no diría solo aura ―agregó la otra interrumpiendo a la primera.
―Creí que el hotel estaba lleno.
―Lo esta señora ―dijo la empleada con una sonrisa―, el señor debe ser quien reservo la suite presidencial hace como una semana ―agregó la muchacha antes de centrar sus ojos en Tomoyo― ¿Encontró algo de su agrado señorita?
―Si me llevo este por favor agrégalo a mi cuenta ―respondió la amatista con una sonrisa dejando el vestido sobre el mostrados, junto a su identificación y como si nada volteó a ver a las dos mujeres―... ¿Hay un nuevo cliente en el hotel?
―Llego hace un rato ―contesto una de ellas con una enorme sonrisa.
―Y es terriblemente guapo, te aseguro que si me pide que lo acompañe, lo lamento por mi novio, pero me voy con él hasta el infierno si así lo quiere ―agregó la más joven, mordiéndose el labio inferior al terminar.
―Wow, ¡¿Para tanto?! ―exclamó Tomoyo entre risas.
―Totalmente ―contestaron al unísono ambas mujeres.
―Señorita Daidouji, si me firma aquí ya está ―interrumpió la empleada entregándole una bolsa de cartón con el vestido y un tiquete para firmar.
Aquella conversación hizo que su sonrisa se volviera a ampliar y mientras caminaba hacia su habitación pensó "Ir hasta el infierno... creo que solo con Eriol...
Te pidió que pasaras navidad con él y no te quedaste ¿vas a ir hasta el infierno?" esa voz de su interior siempre sonaba en los peores momentos.
"Si me amara, si dejara de ser simplemente su amiga con derecho a roce... iría hasta donde él quisiera.
Bien, esta vez te daré la razón." Y con esas palabras aquella molesta voz se calló.
Increíblemente el tiempo se le había pasado muy rápido y nuevamente se encontraba vistiendo aquel vestido azul con una mascada y un pequeño abrigo haciendo juego. Al entrar en aquel enorme salón elegantemente decorado para la ocasión un empleado la guio hasta una mesa, para diez personas donde cenaría junto a otras parejas. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver que cenaría con las dos mujeres con las que había charlado esa tarde en la tienda.
―Señorita ¿si tiene una carta de deseo puedo dejarla en la urna por usted? ―dijo el empleado con una sonrisa. La amatista asintió y sacó del bolsillo interno de su fino abrigo un sobre que entrego al joven.
―Gracias ―dijo antes de que el empleado se alejara hasta una enorme caja de cristal junto al árbol, en la cual se veían muchos sobres.
―¿Tomoyo verdad? ―la voz de una de las mujeres llamó su atención y solo asintió ante la pregunta―, ese vestido te queda hermoso... Soy Anna, ella es mi hermana Emily, su novio Adam y mi esposo Paul... hoy no nos presentamos ―dijo señalando a cada uno de los mencionados con una sonrisa.
―Tomoyo Daidouji, un placer.
Los saludos duraron un momento y comenzaron a charlar como si se conocieran desde hace tiempo.
―Espero no te moleste, pero es difícil no notarlo ¿Estás sola aquí? ―preguntó Emily con una expresión algo triste.
―Si... en verdad no debería estar aquí, me tendría que haber ido hace tres días, pero...
―El clima ―dijeron los dos hombres al unísono, provocando una sonrisa en las damas presentes.
―Ahh no sé por qué se quejan, no es como que los estemos molestando todo el día ―acotó Anna casi sin poder contener la risa.
Tomoyo se rio junto a todos, eran unas parejas muy divertidas y la otra pareja que ocupaba la mesa parecía que no podía dejar de bailar. Estaba feliz rodeada de personas agradables, pero eso no era lo que esperaba para navidad, a pesar de todo seguía estando sola.
El sonido de su celular la sacó de la anécdota que Paul estaba contando. Sacó aquel blanco aparato del bolsillo de su abrigo y se sorprendió al ver la imagen que este mostraba, una foto de Eriol quitándose los lentes y mirando con su expresión de "no lo hiciste" que a ella tanto le gustaba y que indicaba que él estaba llamando, e inmediatamente una sonrisa apareció en su rostro y luego de dudarlo un momento atendió.
―Usted se ha comunicado con la casilla de correo de Tomoyo Daidouji, deje su mensaje después de la señal ―dijo en un tono sin mucha expresión, tratando de asemejarse al de una máquina, y esperó, mientras veía como sus acompañantes la miraban con curiosidad...
―¿Dejo el mensaje aunque el PIP no suene? ―preguntó en un tono divertido una voz de hombre y espero un momento―... ¿No me vas a contestar Tomoyo?
―No te lo mereces ―respondió en un tono serio la amatista.
―Lo siento, estuve muy ocupado para poder llegar a una fiesta de navidad ―agregó él en un tono que le hizo pensar a la amatista que en verdad lo lamentaba.
―Al menos podrías haber escrito algo más que "todo bien" ―se quejó ella antes de soltar un suspiro y notar que aquellas dos mujeres la estaban mirando―... sabes que me preocupo cuando desapareces así... ahora me debes un buen regalo ―concluyó con una sonrisa pensando en la sonrisa del pelinegro.
―Y lo tendrás... en verdad lo siento. Bien ¿qué tal todo por allá?
―Bien, aunque el clima se sigue negando a dejarme partir... ¿Y tú, que tal tu fiesta?
―Bien, llegue hace un momento y ya encontré lo que buscaba.
―¿Esta ahí? ―preguntó la amatista intentando ocultar la decepción en su voz y escuchó un "aja" por parte de él―... entonces ¿Qué haces hablando conmigo? Ve y haz tú movida... que tengas suerte ¡Feliz Navidad! ―dijo tan rápido como pudo y antes de que el pelinegro pudiera decir cualquier cosa ya había cortado.
Miró a los presentes que la miraban preguntando "¿Qué fue eso?" y se regañó mentalmente por haber contestado esa llamada allí. No se esperaba eso, él siempre la llamaba cuando estaba solo.
―Un amigo ―dijo casi en un susurro a modo de explicación ante aquellas expectantes miradas y dibujó la mejor sonrisa que le salió, la cual no fue muy buena pues ahora no podía dejar de ver en su mente a su amado Eriol sonriéndole seximente a aquella pelirroja que no se cansaba de pedirle que creciera profesionalmente.
―¿Otra vez tu amigo que corre detrás de aquella mujer? ―dijo alguien a su lado, pero ella conocía muy bien aquella voz, y no podía ser... se giró lentamente y a su derecha se encontró con aquel sexy pelinegro de ojos azules al que acababa de cortarle, enfundado en un traje negro a la medida―. Ya te dije que es un idiota ¿verdad? ―agregó con una sonrisa ladina antes de depositar un corto beso sobre los labios de la amatista―. Hola amor ―murmuró sobre aquellos labios antes de observar a los presentes y saludar―... buenas noches, soy Eriol Hiragizawa, novio de la señorita Daidouji.
―¿Qué haces aquí? ―murmuró una sorprendida Tomoyo.
―¿En verdad creíste que te iba a dejar sola en navidad? ―comentó Eriol con una falsa expresión de horror mientras se sentaba juntó a ella―, muy mal... ya tenía planeado venir detrás de ti el primer día, mi avión salía por la tarde, pero hubo un problema y todo se complicó, en verdad estuve ocupado y cuando finalmente terminé, ningún avión podía aterrizar cerca, así que me fui hasta el próximo aeropuerto habilitado más cercano...
―Eriol eso es muy lejos ―interrumpió la amatista.
―Exactamente doce horas de viaje en auto, hasta la ciudad ―acotó el pelinegro―, y luego casi tres horas hasta aquí, por la tormenta los caminos están horribles por lo que había que venir con mucho cuidado...
―No lo puedo creer ―murmuró Tomoyo― ¡¿todo eso por mí?!
―Yo no puedo creer que todavía no escuche un "gracias por venir amor" ―se quejó el pelinegro simulando estar ofendido, antes de echar un vistazo a aquellas dos mujeres que evidentemente babeaban por él.
―Gracias... por... venir... ―dijo la amatista acercándose a él y dejando un beso sobre aquellos labios entre cada palabra―... amor ―esa última palabra fue un susurró solo para Eriol y concluyó con otro beso que el pelinegro profundizo haciéndolo más intenso y largo.
Las palmas de sus compañeros de mesa hicieron que terminaran con aquel beso, y unos minutos después los meseros comenzaron a servir la comida. La cena transcurrió entre charlas y risas mientras la pareja de pelinegros no podía dejar de comerse con la mirada.
―Buenas noches ―dijo el gerente del lugar―, lamento interrumpirlos, espero que lo estén pasando muy bien, solo quería anunciar que llego el momento de nuestra tradicional ceremonia de los deseos, ya tenemos en nuestra urna todas las cartas con sus deseos navideños... nuestra tradición consiste en quemar todas esas cartas antes de navidad, se dice que el humo lleva mejor los mensajes y si su deseo no es algo completamente banal tiene muy buenas probabilidades de cumplirse ―dijo el hombre mientras dos empleados llevaban la enorme urna de cristal hasta el hogar y comenzaban a echar en el fuego las cartas, las cuales en unos segundos eran consumidas―... espero que sus deseos se hagan realidad, muchas gracias por elegirnos y por favor sigan disfrutando de la noche.
Siendo las 23:05, la pareja de pelinegros se encontraba entrando en la habitación de Eriol. De la cena habían pasado al baile y los besos y roces se hacían cada vez más intensos, y cuando la mano del pelinegro empezó a colarse disimuladamente por la raja del vestido de la amatista, esta decidió que era momento de retirarse a una habitación. Tomoyo bajó del ascensor con los labios hinchados por la intensidad de los besos del pelinegro, y no llegaron a más en el ascensor porque fueron acompañados por otra pareja, tres pisos y los otros dos pisos ni los notaron por la intensidad de aquel beso.
Eriol cerró la puerta detrás de él y sin perder un momento se giró y observó a la amatista de pies a cabeza sin perder detalle de aquellas curvas que tanto lo enloquecían, se acercó a ella que por alguna razón esperaba completamente estática en medio de aquella elegante sala. Con delicadeza y ternura acarició su mejilla mientras su mano derecha comenzar un camino bajando por el cuello y recorriendo tu cuerpo hasta llegar a los muslos, más específicamente al inicio de aquel tentador tajo, el cual aprovecho para colarse dentro de aquel vestido.
―¡¿Te dije que me encantan tus piernas?! ―murmuró antes de iniciar un camino de besos por el cuello de la amatista.
Ella soltó un gemido y eso fue todo lo que necesito el auto control de Eriol para mandarse a mudar el vestido terminó en el piso y la ropa de él no tardó mucho más en acompañarlo.
La tomó por la cintura y como si nada se la echó al hombro y caminó hasta la habitación escuchando las risas de Tomoyo, las cuales se intensificaron cuando él la tiró en la cama.
El pelinegro se deleitó un momento con aquella visión y por millonésima vez se preguntó a sí mismo, ¿cómo era posible que aquellas simples prendas de encaje lo existan tanto? Las mejillas de la amatista se tornaron rojas al notar como aquellos ojos la devoraban y rápidamente noto como su sexo se humedecida aún más.
Las manos del pelinegro comenzaron a recorrer aquellas tentadoras piernas y se entretuvieron un momento en aquel culotte de encaje mientras su boca comenzaba a dejar besos sobre aquellos muslos, una sonrisa ladina se dibujó en su rostro al ver que todavía había leves rastros de los besos que el había dejado en ese mismo lugar durante su último encuentro y la tentación fue más fuerte que el, mordió dejando una más que notoria marca.
―Eriol ―dijo la amatista en un tono entre el placer y la queja―, no me marqués, que las anteriores todavía no se van ―a lo que Eriol respondió con otra mordida―, Eriol, en serio ―agregó en un tono suplicante mientras lo sujetaba delicadamente de la cabeza y lo atraía hacia su rostro.
Él sonrió de esa forma sexi en que solo él sonreía y se apoderó de la boca de Tomoyo, mientras una de sus manos volvía a bajar y se colaba bajo aquella fina y delicada tela para que sus dedos comenzarán a introducirse lentamente en el ya húmedo sexo de la amatista, haciéndola gemir en la boca del ojiazul.
Sintió una de las piernas de la amatista enganchándose a su cintura y sus caderas chocando contra su erecto miembro, mientras aquellas delicadas manos comenzaban a marcar su espalda con las uñas, haciendo que se excitara aún más. La boca de Eriol comenzó a bajar dejando un camino de besos por el cuello de la amatista hasta llegar a sus senos donde comenzó a torturar aquellos pezones con su lengua y su mano libre, consiguiendo no solo incontables gemidos sino también que las caderas de la amatista comenzarán a moverse cada vez más haciendo que ambos sexos se mojaron más. De repente el pelinegro se detuvo, obteniendo una queja de Tomoyo, y sujetándola por la cintura se giró dejándola a ella sobre él. Tomoyo le lanzó una mirada lasciva y de una forma lenta y tortuosa se levantó, manteniéndose en el mismo lugar y se quitó el sostén y el culotte sabiendo que aquellos ojos la devoraban con devoción, y con la misma parsimonia le quito el bóxer al pelinegro, liberando finalmente aquella enorme erección que se veía completamente húmeda por líquido pre seminal. Con la misma lentitud que hizo todo lo anterior recorrió aquel miembro con uno de sus dedos, el cual llevo a su boca y saboreo con una sonrisa, consiguiendo así que el pelinegro saltara nuevamente sobre ella.
―¿Tú quieres volverme loco? ―susurró sobre los labios de la amatista mientras su miembro comenzaba a entrar en ella.
Tomoyo Arqueo la espalda y soltó un fuerte gemido cuando aquel miembro estuvo entero dentro de ella, y las embestidas no se hicieron esperar. Las manos no le alcanzaban para sujetarse de aquella amplia espalda y simplemente no podía dejar de gemir.
Le encantaba ese hombre y su cuerpo lo deseaba con locura, algo que era más que evidente cada vez que unían sus cuerpos, casi tan evidente como el deseo de él por ella. Las embestidas aumentaron y la habitación se inundó de gemidos de ambos que terminaron cuando el orgasmo los golpeó con fuerza a ambos.
Eriol se apartó un poco para no aplastar a Tomoyo, pero de todas formas dejo parte de su cuerpo sobre la fémina y escondió su rostro en el hueco del cuello de esta. La respiración de ambos era agitada y cada uno podía sentir el rápido y fuerte latir del corazón del otro. Tomoyo comenzó a dibujar círculos con sus dedos sobre el hombro del pelinegro y se estremeció al sentir el cálido aliento de él sobre su cuello.
―Eriol ―el aludido dejo un suave beso en el cuello de la amatista para que supiera que la escuchaba. Ella soltó un suspiro y continuó―... ¿Por qué? ―fue toda la pregunta, luego de un momento el pelinegro se levantó un poco y le lanzó una mirada que claramente decía "¿Por qué... qué?"―... ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué dejarlo todo para pasarlo aquí solo conmigo? ¿Por qué le hiciste creer a esas personas que eres mi novio? Sé que algo te sucede, tu no hubieras perdido por nada tu gran oportunidad con esa mujer que te tiene loco hace años... en verdad quiero entenderte ―concluyó la amatista sorprendiendo a Eriol y a ella misma con aquellas palabras.
Eriol se movió quedando recostado a un lado de ella, soltó un suspiro y luego tiró de Tomoyo para que ella dejara parte de su cuerpo sobre el suyo, cosa que la amatista hizo sin decir nada pues ya era una costumbre entre ellos cuando tenían que hablar de algo importante, apoyo su pera y sus manos sobre el pecho del pelinegro y espero atenta a que el hablara.
―¿Recuerdas que hace unos meses la empresa decidió hacer una fiesta para Halloween?
―Claro, pasamos el fin de semana anterior a la fiesta preparando tu disfraz... hacia mucho que no me divertía así.
―Sí, yo también... bueno en la fiesta me encontré con Kaho, hablamos y hablamos y hablamos ―dijo sin poder evitar una carcajada, que no duró mucho, pues con una fugaz mirada a la amatista supo que no le estaba gustando nada hacia donde iba―... en fin, se mostró feliz por los tres grandes tratos que había cerrado hasta el momento...
―Eriol ¿qué tiene que ver esto con lo que te pregunte? ―interrumpió la amatista intentando no sonar molesta, pues sin importar como lo viera no le gustaba nada hablar de esa mujer a la que el pelinegro amaba hace años.
―Tiene que ver, así que solo escucha ―murmuró con una sonrisa mientras comenzaba a dibujar círculos en la espalda de la amatista―... en fin, ella parecía feliz con mis triunfos y aquella charla fue... la más aburrida que tuve en mucho tiempo, no dejaba de hablar de trabajo y negocios... pero bueno era lo que yo quería, he estado obsesionado con ella desde hace años, y sólo me deje llevar por ella, de repente me encontré encerrado en una oficina, con una Kaho completamente desnuda tirándome sobre el sillón...
―Eriol definitivamente no quiero saber esto ―interrumpió la amatista quitándose de encima de él y volviendo a recostarse a su lado, tratando de esquivarle la mirada.
―Tomoyo mírame... por favor ―pidió en un susurro y ella a penas se movió para verlo, lo conocía y sabía que podía ser insistente e incluso muy molesto―... estaba con ella, tenía ante mí eso que tanto había deseado y en lo único en que podía pensar era en ti ―los ojos de Tomoyo se abrieron como platos, pero no dijo nada―... esos labios no eran los tuyos, sus besos no era cálidos y dulces, sus manos eran frías y sus caricias me helaban la sangre. Y definitivamente no tenía deseos de morder aquellas piernas... con ella no sentía nada y entonces me di cuenta que ella solo había sido una observación, la había idealizado y eso no era amor... me tarde, pero ahora lo sé, sé que nadie me hace sentir lo que tú, sonrió al escuchar tu voz sin importar lo que haya sucedido, deseo tenerte cerca mío todo el tiempo, que esa boca sea solo mía... nunca me había importado la ropa de encaje hasta que tú empezaste a usarla y no necesito decirte cuanto me calienta... te amo y te quiero solo para mí...
Las mejillas de Tomoyo estaban completamente rojas, y simplemente no podía terminar de creer todo lo que había escuchado.
―Eriol ―Tomoyo intento decir algo, pero en ese preciso instante fue interrumpida por aquel nervioso pelinegro...
―Sé que debí decírtelo antes pero desde entonces cada vez que nos veíamos alguno de los dos terminaba yéndose apurado y no podía, por eso te pedí que te quedarás conmigo y en cuanto te fuiste dejándome solo y desnudo en aquella habitación llame aquí e hice una reserva, decidí que te seguiría a donde fuera y no me detendría hasta decirte la verdad, porque ya no puedo imaginar una vida sin ti...
La boca de Tomoyo detuvo las palabras del pelinegro, con un beso dulce y suave que el inmediatamente respondió.
―También te amo, eres un tonto te tardaste demasiado ―murmuró Tomoyo sobre los labios del ojiazul, quien solo sonrió y tomándola de la nuca volvió a besarla.
―Como regalo de Navidad ¿quieres ser mi novia? ―murmuró al terminar el beso.
―Claro que sí, hace demasiado que lo esperaba.
En ese momento escucharon una explosión y al mirar hacia la ventana vieron los fuegos artificiales explotando en el cielo. Salieron de la cama y se acercaron al ventanal para observar las explosiones de colores que iluminaban aquel oscuro y completamente despejado cielo.
―Feliz Navidad amor ―murmuró sobre el oído de Tomoyo el pelinegro.
―Feliz Navidad amor... y gracias por hacer realidad mi deseo ―contestó la amatista con una sonrisa, antes de que Eriol volviera a besarla.
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Bien, he aquí mi regalo de navidad para todos ustedes, espero que les haya gustado, a mi me encanto escribirlo.
Besos.
¡Feliz Navidad!
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