II: Romario
- ¡Corte! ¿Vieron a Corte? ¿Se fue con Génesis?
-¡Ey, ey tranquilas! ¿Qué pasó? No sé dónde está ahora, habrá ido a comprar algo.
-Estábamos viendo al mago de la caja y de repente no la vimos más. Un rato antes nos dijo que se sentía incómoda pero no sabemos por qué y ahora no la encontramos. ¿Se fue con él?
- No sé, no dijo nada. ¡Ah! Ahí viene.
-¿Ustedes también lo vieron? - dijo agitado Corte-.
- Si, gran show, ¿viste a Génesis? La estamos buscando.
- ¡No, el destornillador! ¿No lo vieron? Ese imbécil debe estar tramando algo.
- ¡Que me importa, ayudanos a buscar a Génesis! ¡Ya tenemos que volver y se nos perdió!
- ¡¿Qué?! Busquen a Rubén, capaz le hizo algo porque está peleado con nosotros y está medio loquito. Tiene la cara cortada, es fácil identificarlo. ¡Rápido, muévanse! - les gritó desesperado Corte.
Las amigas de Génesis corrieron desesperadas entre la gente que comenzaba a irse de la feria, buscando aquella cicatriz en el rostro de cada muchacho que encontraban. Con los ojos llorosos se miraban entre sí, buscando esperanza en la mirada de la otra, pero solo hallaban más preocupación. Entre los grupos de chicos que caminaban conversando y riendo, Amarena, amiga de Génesis, vio el rostro pálido de un joven que llevaba una campera con cuello alto que le cubría la mitad de la mejilla, pero dejaba a la vista una linea oscura de piel cicatrizada que le atravesaba el pómulo derecho.
- ¡Es él! - gritó con fervor Amarena-.
- Pero entonces no está con ella...
- ¡Vamos igual a preguntarle! - dijo impaciente la joven y corrió a increparlo-.
- ¡Eh!, ¡Eh!, ¡¿Qué les pasa?!
- Decime YA dónde está Génesis y no mientas.
- Y yo qué voy a saber lo que anda haciendo esa. Ni me interesa, ni ella, ni ustedes, ni nadie, no me jodan.
- ¿Fuiste vos el que le robó la caja al mago? - soltó otra de las amigas-.
- ¿Qué caja? Miren, no sé qué delirio tienen en la cabeza. Yo estaba pasando un día tranquilo y me lo vienen a arruinar con sus bol...
De imprevisto, un puño certero dió en la mandíbula de Rubén y lo hizo retroceder tres pasos. Sin dudarlo, se abalanzó sobre su agresor y lo tiró al suelo. Con la mano apretándole la garganta, reconoció que era Corte y lo soltó de inmediato. Se levantó alarmado y le dijo:
- ¿Que hacés? Vos y yo no tenemos nada pendiente. ¿Por qué me viniste a buscar?
- No me tomes de pelotudo, dejaste un destornillador donde robaron la caja del mago. Siempre te gustaron las boludeces de cuentos de detectives. ¿Con qué querés llamar la atención ahora?
- Estás enfermo, cualquiera pudo haber dejado eso. No sos el centro del mundo y no me hace falta poner un destornillador en público para recordarte la mierda de persona que sos.
- Si no tuvieras esa cicatriz, yo hoy estaría muerto. La bestia que tenés adentro te enceguece y sos capaz de cualquier cosa. No me lo contaron, lo ví y no te tengo ni un milímetro de confianza.
- Su majestad y sus sirvientas se pueden retirar. Si se les perdió la piba problema de ustedes. O capaz no los aguantó más y los abandonó. No sé, no sería raro. Pero no tengo nada que ver y no los quiero volver a ver. Váyanse todos a cagar. - sentenció Rubén furioso y comenzó a alejarse-.
- Me entero que fuiste vos y te mato. - le juró Corte mientras lo miraba irse.
Amarena comenzó a llorar y a los gritos le pidió a Corte que ayude a buscar a Génesis, quien según ella, era extraño que se apartara del grupo sin avisar, sobre todo a la hora en que debían regresar a sus casas.
El reloj dió las 23 horas y el predio de la feria quedó prácticamente vacío, dando fin a la larga jornada de espectáculos y diversión. Corte corrió a su casa a sacar la moto de su padre para buscar a Génesis, y las amigas tomaron valor para avisar a la familia que perdieron todo rastro de la joven.
El cielo se nubló por completo y la noche cayó fría sobre Los Coposos, anunciando un aguacero. Frente al cementerio del pueblo, las tejas del techo de una casa vieja, relucían su color rojo con el brillo de las primeras gotitas de lluvia. En su interior, un ladrón retirado se sirvió un vaso de vino, contempló los retratos de su niñez colgados en las paredes con visible humedad. Tomó un trago, luego dos, buscó su cuaderno y una lapicera y se dispuso a escribir poesía, inspirado por el crepitar del fuego bajo de la chimenea, combinado con el sonido de la llovizna sobre las plantas y árboles del patio.
"De seda borgoña me ocuparé en cortar, para vestirte entera en nuestra noche especial. Mi confección peculiar apreciará tus curvas, te envolverá y te haré brillar. Y en el ocaso, juntos, tu mirada me pedirá que volvamos a empezar.".
Tachó la última oración y corrigió:
"Buscaré la manera de hacerte posar, para tatuar en mi piel tus labios al gritar. Y en el ocaso, acariciando tu pelo rojo, tu mirada me implorará que volvamos a empezar.".
Giró su cabeza hacia el reloj que indicó la medianoche. Tomó la galera que colgaba de la silla y se puso un colorido pero opaco sobretodo. Recogió una llave y antes de colocarla en la puerta trasera, corrió a guardar su cuaderno. No sin antes releer su escritura y firmar su nombre al pie:
Romario.
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