Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V. Las memorias que quiero olvidar

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

"Con la primera luz de la mañana, la arena se levanta como un recordatorio silencioso de las cenizas.

Ojalá todas ellas encuentren el hogar que nunca tendré. Ojalá reciban un nombre, vida y recuerdos que valgan la pena recordar. Porque los vivos, como yo, tenemos que recordar rostros, almas y risas que nadan en polvo.

Olvidar solo es para ellos, porque han perdido sus cuerpos. Solo las cenizas pueden olvidar. Nosotros necesitamos recordar para que no se vuelvan un grano de arena más." — de las Crónicas de Sarkat, de Hish Urtan

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━


A pesar de todo, no se atrevió a hablar con Hok, y lo trató de ignorar lo mejor que pudo hasta el día de los exámenes de rendimiento para ingresar a la universidad. Al despertar, supo que Hok ya se había ido para trabajar papeleo del condado, pues escuchó sus pasos y lo vio salir. Cuando bajó después de arreglarse para poder desayunar, a pesar de todo, encontró un vaso con jugo de naranja y una nota que decía:

«¡Suerte en tus exámenes, Ev! ¡Seguro lo lograrás!».

Al ver su letra tan pulcra, y a Lara sorprendida también, no supo qué hacer ni cómo sentirse. A pesar de todo, Hok no estaba enojado, aunque lo evitó toda la semana. ¿Por qué seguía comportándose así? Dejó el papel en la mesa, y aunque quiso ignorar el jugo, no pudo hacerlo y lo bebió todo junto a un pan.

Cuando terminó, Alek estaba bajando por fin, y Evel decidió levantarse de la mesa para no traer problemas: necesitaba que aquel día saliera bien. Caminó a la cocina, y al entrar, el olor a naranjas picadas, y a azúcar inundó su nariz, Lara estaba preparando mermelada de naranja, primero lo miró por el rabillo de su ojo y luego dio un respingo antes de reír.

—¡Me descubriste! —dijo ella y luego le sonrió.

—¿Por qué estás haciendo mermelada? —preguntó Evel mirando la cazuela con pulpa.

Lara sonrió, se acercó a él y le apartó el cabello de la frente. Evel sonrió un poco.

—Era sorpresa para celebrar tus exámenes —dijo Lara—. Pero ya la descubriste, niño travieso.

Evel bajó la mirada, y luego fue a su mente Alek. Si se enteraba que Lara lo había consentido se iba a enojar.

—¿Y a Alek?

—Por él no te preocupes. También tendrá su regalo —dijo Lara—. Ahora, vete... Con cuidado, ¿sí?

Evel sonrió un poco y abrió la puerta de la cocina, inclinó la cabeza, miró la pequeña cocina y Lara le hizo gestos para salir.

—¡Suerte, mi niño! —gritó Lara desde adentro—. ¡Que Draimat te acompañe!

Afuera, la granja se extendía hacia el fondo, y algunos trabajadores ya estaban ahí, Evel descendió las escaleras, miró a ambos lados esperando encontrar alguna de esas criaturas, pero no sucedió, suspiró y caminó a Villa Berbentis.

Esos últimos días habían sido extraños, como si no hubieran sucedido, quizá era efecto de la medicina o de que había comenzado a ver cosas que nadie más podía ver. Sabía que no eran alucinaciones, ni producto de nada... Existían como los insectos, o como los pájaros, alteraban sus alrededores, aunque nadie más lo supiera. Se posaban sobre las ramas de los árboles y estas se balanceaban debajo de ellos, picaban la fruta y esta caía al suelo, hacían agujeros y estos permanecían como si hubieran sido fabricados por otro animal.

Algunos pasaban sin prestarle atención, otros golpeaban las ventanas, algunos más raros se quedaban a observarlo y tenía que cerrar las cortinas. A pesar de su efecto en el mundo, nadie más parecía verlos, pues pasaban a un lado de la gente sin recibir mirada. Solo él podía verlos. Y presentía que decirle a alguien más sobre ellos solo haría que lo trataran peor... ¿Eran demonios? ¿Aquellos seres que engañaban personas, que las envenenaban y mataban? ¿Aquellos seres de los que los ancianos advertían que eran enemigos de Draimat y que por lo tanto debía de llamar a uno de los sacerdotes del templo si los veía?

Realmente no entendía cómo una pequeña bola de pelos debería preocuparlo lo suficiente como para arriesgarse a entrar al templo de Draimat. Y en realidad, aunque fueran más peligrosos, no planeaba entrar ahí.

En el puente del rio, revisó su vendaje, no se había desajustado ni manchado. Sus brazos seguían recuperándose, pero había quedado una larga cicatriz rojiza que tal vez seguiría ahí unos días antes de desaparecer con la pomada que Hok le había preparado.

Por otro lado, su magia se había recuperado por completo, pero debía tener más cuidado con lo que pensaba, con lo que sentía, con lo que hacía, porque no había brazaletes para contenerlo. Pero no le preocupaba mucho, antes se había desbordado, y ahora no había nada.

Miró la corriente del río sin ver a ninguna de esas criaturas, y encontró un reflejo en el agua. Después de mirar un buen rato las ojeras, y una mirada vacía, fue a la villa.

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

No sabía si quería vomitar porque estaba nervioso, o porque los demás estaban nerviosos. Los demás aspirantes al examen en la villa estaban en una de las orillas del templo, en la sombra, sentados y con libros en mano. Algunos alzaban la cabeza al cielo y maldecían antes de volver a leer, otros movían el pie arriba y abajo e incluso vio a un viejo compañero de cuando todavía iba a la escuela rezar una plegaria a Draimat que no parecía terminar pronto. ¿Y si no se había preparado lo suficiente? ¿Y si no aprobaba? Debió haber traído sus libros como ellos para poder repasar. Tal vez no debió desayunar en primer lugar.

«Cálmate» se dijo, «estudiaste lo suficiente, y todo saldrá bien».

No tenía que estudiar todo el tiempo. No iba a mejorar el resultado, lo sabía, Hok se lo había dicho cuándo comenzó a estudiar para el examen, Mark se lo había repetido cada vez que se quedaba hasta tarde a estudiar y Lara se lo repitió toda la semana mientras seguía recuperándose. Y aunque estudiara en casa, sabía que estaría bien, se había esforzado.

Caminó hacia el templo, y todos los que estaban en la entrada lo miraron. Reconoció algunos rostros, y algunos rostros también lo reconocieron antes de decidir ignorarlo. Entre ellos, vio a Issa hablando con sus amigas, y aunque ella le sonrió y estuvo a punto de alzarle la mano para saludarlo, Evel la ignoró y bajó la mirada. Realmente no quería hacer eso, pero tampoco quería que la comenzaran a molestar por su culpa.

Estuvo a punto de sentarse junto a los demás, pero luego de sentir sus miradas sobre él se movió al otro extremo del templo, donde el sol pegaba directo y no había ninguna sombra. No importaba, se dijo. Solo era un poco de sol, y además, seguramente no querían estar junto a él. Aun convenciéndose, su corazón se apretó al ver que entre ellos charlaban como amigos de toda la vida, con la facilidad que él nunca podría tener para hablar con otros.

Inhaló y desvió la mirada. No le interesaba. Miró a cualquier otra dirección y pudo ver en la fuente una de esas cosas que había visto toda la semana: una de esas criaturas visibles solo para él. Parpadeó para asegurarse que sus ojos no lo engañaban y ahí seguía. La miró juguetear en la fuente y no pudo evitar una pequeña sonrisa. Tal vez estaba igual de sola que él.

Fue otra cosa la que captó su atención un momento después. Alek caminaba rodeado de dos chicos mucho más altos que él, y cuando escuchó sus voces, Evel se paralizó y tragó saliva, se tocó los brazos, justo sobre la venda y los ocultó detrás de su espada, porque recordaba esas voces. Bajó la mirada.

—A este paso deberías buscar dónde vivir, Berbentis —rio uno de ellos y le golpeó la espalda a Alek.

—No lo vas a lograr —rio otro.

—Mira, ya llegó tu hermano, ¿y si le vas a rogar?

—Déjenme en paz —farfulló.

Evel alzó la cabeza y encontró la mirada de Alek.

—Él no es mi hermano —soltó y luego se giró hacia ellos—. ¿Cómo se atreven?

Ellos le ganaban por una cabeza a Alek, pero en aquel momento, lucieron mucho más pequeños que él. Desviaron la mirada nerviosos y se rieron.

—Solo era un juego, Alek.

Pero él ya no los estaba escuchando, había subido las escaleras hasta llegar a la sombra junto con Gillian y Grot. Evel lo siguió observando un rato y luego Evel miró al cielo. Tal vez algún día sería igual que él, tendría amigos con los que pudiera hablar de tonterías, podría enfrentarse a la gente con la cabeza en alto y sin miedo, y no se sentiría así de torpe. Si Draimat escuchaba los deseos de sus creyentes en ese templo, esperaba que también los cumpliera, y que lo escuchara por lo menos una vez. Suspiró.

Cuando pasaron veinte minutos, un hombre vestido de traje oscuro, sombrero alto y unos lentes pequeños sobre una nariz gigante llegó con un maletín y dos guardias a sus lados. El hombre subió las escaleras e ignoró a todos los estudiantes y abrió las puertas del templo. Ninguno de ellos era oriundo de Berbentis, pero sí de Osvian, de la capital. Era el aplicador de exámenes universitarios, con dos guardias del ejército personal del rey que vigilarían la aplicación.

Evel se incorporó de inmediato, el sudor resbalaba por su espalda y el desayuno de la mañana comenzaba a retorcerse en su estómago. Estaría bien, pasaría y todo saldría bien.

El hombre se dio la vuelta y los miró a cada uno de ellos antes de comenzar el discurso que daba todos los años:

—Estudiantes, hoy es el primer paso hacia su futuro.

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

El cuadernillo blanco frente a él era grueso, y la planilla de respuestas parecía nunca acabar. Sus manos temblaban y a veces, solo apretar el lápiz le recordaba la larga cicatriz en su brazo. Las preguntas se revolvían una sobre otra y lo que sabía, ya no lo sabía. ¿Era a o b? Tal vez a, pero de nuevo, b lucía mucho mejor. Apretó los ojos y se rascó la cabeza con el lápiz. Tal vez no había estudiado lo suficiente.

Todo era peor porque había criaturas invisibles por todos lados en el templo: reptaban en el suelo, en los arcos del templo, rodaban en las mesas y saltaban en las ventanas. Al menos sabía que no eran demonios porque podían entrar y salir sin problemas del templo de Draimat.

Una de esas criaturas reptó por su mesa y se alargó hacia su lápiz. Evel lo alzó de la mesa y sintió algunas miradas sobre él, lo bajó de nuevo y una gota de sudor frío resbaló de su cuello.

—Tienen 20 minutos —anunció el aplicador del examen.

Evel tragó saliva. Había un hueco en su estómago desde que comenzó a responder, y no se aliviaba, pero necesitaba acabar. Siguió respondiendo a pesar de que la criatura estaba cada vez más cerca. Cuando rellenó el último círculo del examen, inhaló profundo y comenzó a revisar inciso por inciso. Y volvió a revisar una vez más.

«Por más que revises no vas a notar nada más» se dijo e inhaló. Solo deseaba que fuera suficiente.

Se levantó y no había marcha atrás, los que ya habían acabado lo miraron: Gillian, Grot, Issa... También Alek lo miró, y luego regresó la vista a su propio examen. Evel caminó despacio hacia la mesa del aplicador, cuidó cada uno de sus pasos para no pisar a las criaturas y una vez llegó ahí, entregó el examen. El aplicador lo tomó, escribió unas cosas y luego dijo algo sin ninguna expresión en su rostro.

Evel parpadeó, no había escuchado realmente. Su vista estaba en la pequeña criatura en la mano del hombre que se aferraba a la pluma con sus dientes. Evel asintió de todas formas, imitó a los demás y se fue a sentar de nuevo.

Con cada minuto, alguien diferente se levantaba y entregaba su examen antes de regresar a su asiento. Mientras veía todo, miró la mesa y sus manos, y luego a la ventana. Tal vez si fingía que no las veía, desaparecerían como antes. Cuando la última persona se paró y entregó su examen, el aplicador siguió escribiendo cosas, y él perdió su vista por la ventana del templo.

—Sar...kat... —susurró alguien en su oído.

Evel abrió los ojos y se paralizó, y cuando buscó lo que le había hablado, encontró una de esas criaturas en su hombro, era blanca y con dos ojos oscuros. Casi parecía un conejo. No la tocó y no se movió...

—Sar...kat... —repitió.

Enfrente, el aplicador seguía hablando, pero por más que trató de esforzarse en escucharlo, solo podía ver sus labios moverse. Mordió su mejilla.

—¿No... qui-eres... Sar...ka-? —susurró, pero no terminó la frase antes de saltar de su hombro y correr a la salida del templo.

Evel miró a la criatura, y luego todos se levantaron. Él también los imitó por instinto, pero al tratar de descubrir qué era lo que sucedía, no encontró ni respuestas en los labios del instructor ni en los demás. Alguien abrió las puertas del templo, y la vista de Evel se dirigió allá, y así, fila por fila comenzaron a salir.

Y en la entrada, el pequeño conejo blanco lo miraba, lo esperaba. Comenzó a saltar para evadir los pies cuando los demás se acercaron a la entrada. Esquivó un pie, luego otro, miró a Evel y luego plop y un aullido de dolor. Evel cayó sobre su silla.

«No...».

De pronto, aquel templo olía a cadenas, a sal de mar, a mugre...

Sacudió su cabeza, varias personas se le habían quedado mirando, incluido el aplicador del examen. Inhaló despacio y se volvió a levantar, bajó la mirada y siguió a los demás fuera del templo como si los recuerdos no le hubieran asaltado la cabeza.

Cuando pasó a un lado de la entrada, se forzó a desviar la mirada, pero por el rabillo de su ojo vio una mancha blanca en el suelo que todos seguirían ignorando mientras la pisaban. Apretó los ojos y se forzó a salir de ahí por aire.

Cuando estuvo fuera, se desintegró del grupo y corrió escaleras abajo del templo hasta la fuente. Sintió varias miradas de sus compañeros sobre él, sintió las miradas de la gente en la plaza sobre él, sintió las miradas de todo el mundo sobre él, pero no le importó en aquel momento.

«Tranquilízate, solo es... Solo es...». Apretó los ojos, ni siquiera estaba seguro de qué era.

Escuchó pasos detrás de él, varios, pero no se giró y no miró atrás. Fuera quien fuera, no iba a hablarle, menos en ese momento, mientras había gritos en sus oídos. «Ya no estás ahí, ya no estás ahí», tuvo que repetirse varias veces mientras luchaba por calmar su respiración.

—Pero mira a quien tenemos aquí, Kirh —habló una voz demasiado familiar.

Fue demasiado tarde, cuando volteó, uno de los chicos que había molestado a su hermano tenía el brazo alrededor de su cuello y colgaba de él. Evel solo pudo empequeñecer mientras la mirada de lobo caía sobre él.

Pudo ver el grupo completo: el otro chico que había molestado a Alek, del grupo que lo atacó, a Gillian, a Grot y a su hermano con una sonrisa mordaz. Evel trató de apartarse, pero el chico solo terminó acercándolo más.

—¿Cómo te fue en tu examen, cerebrito? —preguntó.

Evel no respondió y le dio codazos, pero no sirvió de nada. Todavía seguía débil, y sus brazos punzaron al hacer eso. Al muchacho no le importó y acercó más su rostro.

—¿Qué truco usaste para que te vaya bien en el examen? —preguntó—. ¿Sabes que eso es trampa?

—Yo no hice nada —respondió por fin Evel y lo miró a los ojos—. Déjame en paz.

—Como quieras —respondió.

Antes de que pudiera reaccionar, le quitaron su mochila con un jalón, luego lo empujaron. Trastabilló y cuando recuperó el equilibrio, el chico tenía la mochila en su mano y lo miraba con la barbilla alzada.

—Dame eso.

Evel alargó el brazo.

—Si lo atrapas, ¡toma Kirh!

Y lanzó el bolso hacia otro de sus amigos. Evel corrió en esa dirección, pero se lo lanzaron a Alek, y fue entonces que Evel decidió confrontarlos. Era suficiente, años y años de tener que escuchar lo mismo, de tener que soportar todas esas tonterías. Se dio cuenta de algo que solía ignorar casi siempre: él tenía magia, ellos no.

—¿Por qué? —preguntó y apretó la mandíbula—. ¿Por qué no me dejas en paz?

A lo que Gillian respondió:

—Porque le hiciste algo a Lord Berbentis.

Evel frunció el ceño.

—No te hagas el tonto —complementó Grot—. ¿Por qué otra razón Hok te elegiría heredero antes que a Alek?

Evel frunció el ceño aún más. ¿Era por la conversación que había tenido con Hok? Miró a Alek, cuya sonrisa se había borrado, y pudo ver en sus ojos lo que había visto siempre: odio, desprecio. «¿Por qué tú y no yo? ¿Por qué mi papá te presta atención si yo soy su hijo y tú no? ¿Por qué él te enseñó lo que sabe y a mí no?». ¿Qué había escuchado exactamente?

—Hok no dijo eso...

—¿Ahora quieres hacernos brujería? —preguntó Kirh y rio—. A lo mejor así tus padres conseguían las cosas.

Todos rieron.

—Seguro por eso murieron —añadió Kirh con una risa.

Evel miró a Kirh. La magia comenzaba a recorrer sus brazos, comenzaba a calentar su sangre, su cabeza, su cuerpo, había una punzada latiendo en su cabeza. Inhaló, no podía hacer eso ahí.

—¿Por qué no mejor dejas a los Berbentis en paz y te mueres como tus padres? —añadió el amigo de Kirh.

La magia era peligrosa, un poder detestable que no traía nada bueno, pero no importaba, él era igual de detestable.

—Galer

—Seguro tus padres eran tan miserables que tuvieron que venderte para tener algo... Lástima que hayan muerto.

—Galer —llamó Grot,

—Ay, pobre tonto de Hok —rio Galer—. Si tan solo fuera más listo y te hubiera puesto en tu lugar...

—¡Galer!

Era demasiado tarde. Pasó. La sangre de Evel fluyó como llamas en su piel, sus brazos estaban calientes y las vendas se habían humedecido, pero ¿qué importaba? El hielo crecía en la dirección que él quería. Se expandió con rapidez y creció con fuerza alrededor de las piernas de todos, de Galer, de Kirh, de Grot, de Gillian y de Alek. Se alzó hasta sus cinturas, y ellos gritaron. Pero Evel no se detuvo, iba a devorarlos. Iban a pagar por sus palabras, por todas las veces que lo molestaron, por haber hecho que los brazaletes se rompieran y que sus brazos estuvieran vendados. Y alguien más gritó en la plaza.

Reaccionó. Se detuvo antes de que el hielo siguiera subiendo hacia sus estómagos. Alzó la mirada, el mundo se había paralizado y no por el hielo. Los ojos de los amigos de Alek irradiaban terror, los ojos de quienes se habían detenido en la plaza también, podía ver el aplicador del examen y los guardias atónitos. Y el sonido del mundo regresó a él:

—Brujería —murmuró una mujer.

—Magia negra.

—¡Guardias!

—¡Corre! —gritó Issa.

Ni siquiera la buscó entre la multitud. Inhaló y su corazón golpeteó. Tenía que salir de ahí, tenía que salir de ahí, rápido. Corrió y le quitó la mochila de los dedos a Gillian, luego se dio la vuelta y no lo pensó dos veces: corrió. Corrió.

Las vendas en sus brazos estaban empapadas de sangre, la gente abría camino a su paso, escuchaba pasos metálicos detrás de él. ¿Qué acababa de hacer? Era un grandísimo tonto. Perdería todo, lo sentía con los pasos apresurados, con las piernas punzando, con su respiración entrecortada y sus pulmones llenos de aire que no podía respirar.

Ni siquiera miró atrás para ver si lo seguían, y corrió.

Llegó a casa con los pulmones y las piernas ardiendo. No se atrevió a detenerse ni un segundo. Los había perdido, pero no sabía por cuánto. No tocó la puerta, no anunció que llegaba, no cerró la puerta, la azotó al entrar. Lanzó su morral por algún lado, corrió hacia el comedor, pero solo encontró a Mark con un libro en las manos. Su tío alzó la cabeza con confusión.

—¡¿Y Hok?! —gritó avanzando hacia la cocina.

—En... En su habitación —dijo Mark, se levantó y su vista cayó en sus brazos—. ¿Evel? ¿Estás bien?

Evel no respondió y corrió escaleras arriba. Corrió apresuradamente hacia el final del pasillo y trató de abrir la puerta, pero la perilla estaba cerrada. Evel inhaló aire y comenzó a tocar con fuerza.

—¡Hok! ¡Hok! —llamó—. ¡Hok!

La puerta se abrió un poco. Hok lo miró desde atrás, tenía los ojos rojos. Evel retrocedió, y por un momento dudó. AAlejó el pensamiento, el nudo en la garganta y habló:

—¡Hok! Yo... Me...

—¿Evel?

—Me vieron. Hice magia, me vieron... El aplicador y sus guardias y todos.

Hok abrió la boca y la cerró. Frunció el ceño.

—Yo no quería que... —dijo Evel y bajó la mirada—. Los lastimé.

Hok lo miró, sus ojos habían perdido el cansancio, y todo rastro de que quisiera ayudarlo. Había terror verdadero en su mirada. Evel apretó sus labios, ¿por qué le había dicho? Sabía su respuesta: lo alejaría de la granja porque era peligroso, porque la magia era detestable y voluble.

—Yo... —dijo Evel y agachó la mirada—. Creo que me debería...

Hok lo envolvió en un abrazo.

—Evel —llamó y entonces sintió sus ojos humedecerse—. Tranquilo, todo estará bien.

Evel sintió sus piernas flaquear. Cayó al suelo, pero Hok se agachó a su lado y lo abrazó.

—Perdón... Perdón...

—Todo estará bien —dijo Hok—. No te pasará nada mientras esté aquí, Ev. Te lo prometí.

—Perdón...

—Todo estará bien.

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

El silencio en la noche siempre le había aterrado. No se escuchaba la voz de sus hijos, ni a los trabajadores de la granja, ni a su hermano... y los recuerdos de ella permeaban el aire.

Era un silencio viscoso en el que no se atrevía a decir nada ni a respirar hondo por lo que pudiera surgir entre las grietas de ese silencio. Y por alguna razón, también era el momento perfecto para trabajar mientras recordaba, se sentía cómodo con aquel silencio de un hogar dormido. Podía pretender que estaba en el pasado y su padre dormía, o que ella seguía viva y hablaba de cómo quería llamar a sus hijos, o podía pretender que sus hijos solo eran unos niños.

Hok se asomó al cuarto de Evel y aguardó desde la entrada para ver si gritaba, por si se removía, por si gruñía, pero al ver que dormía sin problemas, sonrió un poco. Evel siempre había tenido pesadillas cuando algo le preocupaba desde que llegó, pero ver que dormía bien hizo que se relajara. Cerró la puerta sin emitir ni un crujido y siguió.

Se asomó al cuarto de Alek. Dormía, pero se removía de un lado a otro, quizá estaba angustiado por algo, pero él, al igual que Evel, no le diría nada. Se removió hasta quedar bajo un rayo de luz de una de las lámparas que colgaban del exterior. Hok entró a la habitación con movimientos lentos y cuidó sus pasos. Miró a Alek, ¿por qué se parecía tanto a ella? Jaló las cortinas y la oscuridad inundó de nuevo la casa.

Hok regresó con cuidado y cerró la puerta con precaución, suspiró frente a la puerta de Alek y siguió el camino hacia las escaleras. Tanteó cada escalón y cuando llegó al final se dirigió a la sala. Una tenue luz proyectaba sombras grotescas con formas irregulares... monstruos que se perdían en las paredes, recuerdos de una infancia pasada y lección tras lección. Y más allá, Mark le daba la espalda, fumaba encorvado.

Mark alzó la cabeza, miró sobre su hombro y suspiró un vaho. Hok agitó el humo frente a él, y caminó hasta sentarse junto a su hermano. Mark apagó su cigarro en un mechero.

—¿Ya terminaste? —preguntó Mark mirándolo fijamente.

Hok asintió y se recargó en el respaldo del sillón, luego se llevó una mano a la frente y cerró los ojos. Mark lo ignoró y sirvió un poco de licor en un vaso frente a Hok. Luego, él se recargó en su respaldo.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó, bebió un sorbo y continuó—. Seguramente ya le habrán notificado a los guardias del palacio, y saben que es casi tu hijo.

—Es mi hijo —interrumpió Hok.

—Sí, lo es. Pero piénsalo, Hok, si alguien importante se entera y decide hacer algo...

—No sucederá.

—Va a suceder, eso lo sabes. Y ellos no tienen registros de adopción de ningún orfanato ni nada... Van a sospechar.

»Pueden suceder dos cosas, Hok, lo sabes. La primera es que solo viene uno o dos guardias de bajo rango del ejército con guardias de Berbentis a hacer preguntas o a buscar sobornos. Pero si decide venir alguien de mayor rango...

—Lo sé.

—Hok, tú no sabes cómo es el ejército con estas cosas —dijo Mark—. No verán a Evel como tu hijo porque no tiene tu sangre, y porque no hay registros de él. Lo verán como un sirviente que cometió herejía.

»Van a cuestionar a todos aquí, van a buscar hasta encontrar algo, y si averiguan de dónde vino, él va a sufrir, y tú vas a pagar por tus acciones.

Hok frunció el ceño. Tenía una mueca en el rostro.

—¿A qué quieres llegar?

Hok se enderezó en su asiento y lo miró con ojos de fuego. Mark desvió su mirada, se removió en su asiento y carraspeó.

—Nunca estuve de acuerdo... No me malentiendas, quiero mucho a Evel, pero fuiste irresponsable. Le diste un nombre, ¿pero no frente a Su Majestad y a la ley? —reclamó Mark y bajó la voz—. Hok, vas a tener que tomar una decisión... Sé que es duro, pero los niños deben partir del nido.

—Mark...

—Si dejas que todo pase sin hacer nada, no solo Evel, tú y yo sufriremos, también Alek, tu hijo.

—Evel también es mi hijo.

—Lo sé... Por eso... —dijo y continuó—. Escucha, Hok. No quiero recordarte lo que le pasó a papá y al abuelo cuando se prohibió la magia.

»Sé que Evel es tu hijo, lo que quiero decir es qu-...

—Sí, lo sé.

Mark ladeó la cabeza. Hok tomó el vaso y bebió, el sabor del licor se impregnó en su paladar, y el líquido ardió al deslizarse por su garganta. Dejó el vaso y miró a su hermano.

—Mark, ¿crees que soy un buen padre?

Mark suspiró ligeramente y se reacomodó en su asiento.

—Estás tratando lo mejor que puedes... No voy a decir nada.

—¿Soy un buen padre?

Mark lo miró con confusión en el rostro, Hok bebió de nuevo del vaso. Era una pregunta que se hacía siempre, y que se había intensificado cuando sus hijos crecieron. Mark se frotó la sien y lo miró directo a los ojos y suspiró.

—No, Hok. No lo eres... Creí que serías diferente a papá con ellos, pero te pareces a él de muchas formas.

»Solo espero que Evel y Alek no te resientan tanto en el futuro.

Hok miraba hacia otro lado, y habló regresando al tema.

—Perdón, Mark —comenzó—. Si lo que te preocupa es tu posición en la corte, sabes que puedes regresar. No necesitabas hacer eso por mí,

Rio y Mark lo miró con confusión en su rostro.

—Ahora vas a perder la oportunidad de volver, ¿no es así? Solo porque decidí adoptar a Evel y sacarlo de donde estaba. Solo para terminar siendo como nuestro padre.

—No es eso.

—Sé que tú también lo quieres como tu sobrino, incluso diría que como a un hijo, y sé que lo que me dices no es lo que quieres... Siempre has sido así: lógico.

Mark suavizó su expresión y abrió la boca para decir algo. Hok lo miró y siguió hablando.

—No haré lo que quieres y no arriesgaré a nadie —dijo él—. Evel es mi hijo y tengo que ayudarlo. No lo voy a sacar de aquí como tú quieres. Tampoco lo voy a entregar a la guardia, ni le voy a quitar mi nombre o esconderlo el resto de su vida. Nada de eso.

Mark abrió la boca para decir algo, pero Hok lo interrumpió de nuevo

—Y si para salvarlo tengo que perder todo, no me importa —dijo y bebió de nuevo—. Tú no tienes hijos y no perdiste familia, Mark, no te preocupes.

Mark suspiró.

—Duele que digas eso cuando eres mi familia —susurró—. No quiero perderte a ti.

Hok sonrió amargamente mientras le daba otro trago a su bebida.

—Por eso, te apoyaré —dijo Mark.

Hok alzó la vista y encontró a Mark con una mirada honesta. Dio un último sorbo y dejó el vaso vacío en la mesa.

—No me importa perder todo —dijo Mark y luego sonrió sardónicamente—. Incluso puede ser una excusa para mudarnos. Siempre he querido salir de Osvian.

Hok le sonrió y tomó la botella, alejándola del alcance de su hermano.

—Ey —dijo—. Dije que te apoyaría, pero no seas así.

Mark alargó el brazo para alcanzar la botella, pero Hok la alejó más. Hok desistió cuando ambos comenzaron a reír y le sirvió a su hermano, luego se sirvió en su vaso.

—Ya estás borracho —dijo Hok.

Ambos bebieron un vaso más y la expresión de Mark se ensombreció.

—Por cierto, ¿ya le dijiste a Evel? —preguntó—. ¿Cuándo le vas a decir?

Hok sonrió y negó con la cabeza.

—Él ya lo sabe, siempre lo supo, Mark —dijo—. Solo necesita recordar y hablar.

Mark gruñó.

—No sé si sea lo mejor. Si saben de dónde es, o descubren de dónde es, ni tú podrás hacer nada. ¿No es mejor no decirle nada?

Hok miró el vaso frente a él y arrugó la nariz. Relajó su expresión y se dejó caer en el respaldo.

—Él lo sabe, Mark.

—¿Y si ni siquiera es de ahí? Tal vez ni siquiera nació en ese lugar —dijo Mark—. No te lo tomes a la ligera, Hok, sabes que, si hay una sola sospecha, entonces las cosas no saldrán bien, Hok.

—Lo sé —dijo él—. Y por eso, nadie dirá nada sobre eso mañana. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro