CERO
Todo comenzó con la incompetencia de un Dios y la ira de un niño.
[...]
Divergencia canon a partir del enfrentamiento final contra Cell. Gohan es elegido como el próximo Dios de la Destrucción.
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Las libertades que poseen las deidades tanto de la creación como de la destrucción han constituido el orden de un equilibrio natural entre los universos. Las jerarquías fueron distribuidas en diferentes rangos, con sus respectivos deberes y sus obtenidos beneficios. La cima era ocupada por el ser más poderoso entre todos, aquel que podía crear y destruir, cuya voluntad era respetada por cada ser existente: Zeno-sama, el Rey de Todo. Su palacete era resguardado por un ser casi tan respetado como él, sino más, y ese era el Sumo Sacerdote, su ángel guía, el encargado de asegurar el orden en todos los universos.
Un día, el Sumo Sacerdote fue informado del desequilibrio que estaba siendo causado por un universo en particular. Los motivos indujeron su ira, no se trataba de nada más que un puesto ocupado por una criatura que se tomaba muchas libertades en su deber: Bills, el Dios de la Destrucción del Universo 7. Pero el mismo día en que iba a actuar contra aquel Dios irresponsable, sus ojos celestiales se posaron en una serie de acontecimientos en un rincón del mismo universo. Allí se originó un poder destructivo que sólo conocían los dioses.
Se tomó un momento para observar el accionar del ser que lo ocasionó, en un planeta con bajos niveles de poder, asumiendo rápidamente que si bien era el lugar en el que había nacido, no pertenecía allí. Pronto se volvió curioso de las decisiones del niño de cabello dorado. Un vistazo más cerca bastó para notar la rápida corrupción en el alma del terrícola, y poco tiempo después fue testigo de una impresionante demostración de poder destructivo. La mente del Sumo Sacerdote comenzó a trabajar con la rapidez que requería un puesto como el suyo, y la conclusión a la que llegó hizo que sus labios se curvaran ligeramente.
―Informa a Whiss, ángel guía del Dios de la Destrucción del Universo 7, que un nuevo sucesor ha sido elegido.
―Sí, mi señor.
Luego de dictar su orden, el Sumo Sacerdote se presentó en cuestión de segundos frente a la criatura sudorosa, sus miembros convulsionándose por la energía destructiva recién descubierta. La magnitud del estallido de su energía arrebató la vida no sólo de su contrincante, hecho cenizas, sino de la vegetación a su alrededor, convirtiendo el suelo que pisaba en un cráter negro.
―¿Cuál es tu nombre? ―preguntó Daishinkan, ganándose la completa atención de dos zafiros encendidos. El aura purpúrea remolineaba alrededor de la pequeña figura.
―¿Qué he hecho? ―preguntó en cambio el niño, su voz apenas un susurro ronco. El Sumo Sacerdote observó con curiosidad, ladeando la cabeza ligeramente, expectante. Fue fácil cubrirse del siguiente estallido, pero esta vez la energía destructiva regresó al interior del niño. Daishinkan distinguió, al verlo desplomarse en el suelo, que había destruido algo en sí mismo.
Observó los alrededores en silencio, y tras unos segundos de quietud absoluta, avanzó hacia el cuerpo del niño.
―Bien, supongo que no será necesario saberlo. Bills tendrá que lidiar con la incertidumbre. Le servirá de escarmiento.
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