Capítulo seis
Para Kardia el hecho de estar encerrado era algo que detestaba, amaba distraerse en las calles día a día, sin embargo el hecho de estar rodeado de cuatro paredes sin una ventana que los dejara mirar al exterior ni mucho menos con algo que entretenerse salvó la televisión enorme de pantalla plana que se encontraba en la pared del lado izquierdo.
- Debe darse sus buenos ratos aquí Dégel - Se burló Kardia dejándose caer en el colchón.
- Quien diría que ese hombre calladito y serio tenga gustos particulares en el sexo.
- Los calladitos son los menos santos Defteros - Agregó Kardia - Tu eres un ejemplo de ello, mira que con esa cara de tierno que te cargas nadie creería que me haces doblegarme ante tus encantos.
- Bueno solo tú conoces mi lado candente.
Defteros se levantó del colchón donde se encontraba sentado para poder acercarse a Kardia, poco a poco se fue acomodando sobre su cuerpo mientras repartía besos por todo su torso desnudo.
Kardia arqueó su espalda al sentir los húmedos labios del moreno recorrer su piel.
- Maldigo a Verseau por qué solo vino a dejarnos con las ganas - Respondió molesto Kardia cerrando sus ojos.
- ¿Entonces si aceptas la oferta de Dégel?
- ¿Tenemos de otra? - Contestó con la voz agitada cuando los besos de Defteros bajaban por su vientre delineando cada espacio de su piel - Quiero regresar a casa.
- Solo será el tiempo que Verseau nos pida y después nos olvidamos de todo esto que pasó aquí con ese hombre.
Defteros tomó de la mano a Kardia con la intención de llevarlo al baño, el gemelo menor prefería que tuvieran un momento de intimidad en ese lugar por qué con cada sorpresa que Verseau les daba, solo les faltaba que ese cuarto tuviera cámaras ocultas para cuidar cada movimiento de lo que suceda en ese lugar.
- El que se dará cuenta de nuestra ausencia será Albafica - Añadió Kardia entrando al cuarto perteneciente al baño, detrás de él Defteros posaba sus manos sobre la cintura del contrario mientras caminaban.
- Espero que Dégel no se de cuenta que el fue quien nos dió entrada libre al dejar las llaves bajo las piedras de la entrada, seguramente le quitaría el empleo... Así que ni por equivocación se lo vayas a mencionar.
- Tienes razón - Kardia se abalanzó sobre el cuerpo del gemelo menor justo en el momento que entraron al baño, aunque al encenderse la luz se llevaron una gran sorpresa al ver que Dégel se la pasaba de maravilla en ese lugar.
- Pero Verseau no anda tan perdido, seguramente se la ha de pasar muy bien en este sitio - Contestó Defteros mirando el jacuzzi que se encontraba detrás de las puertas corredizas.
El moreno tomó a Kardia por detrás y lo acorraló en la pared de la derecha sin darle oportunidad de escapar de sus brazos.
Mientras Dégel no llegara, ellos le darían rienda suelta a lo que mejor saben hacer y sobre todo la manera más dulce de entenderse.
En la empresa de Verseau:
Dégel se llevó sus dedos a su sien intentando masajear con la yema de sus dedos para calmarse un poco.
Dentro de un par de meses a sus empleados les toca el pago de los bonos resultantes de las ventas pero al no lograr hacer que otras empresas quieran invertir lo estaba volviendo loco.
- ¿Señor Dégel? - La voz de su asistente quién se mantenía recargada en el marco de la puerta interrumpió sus pensamientos.
- Que sucede Garnet - Contestó sin dirigir la mirada a la dama.
- Afuera lo está esperando el joven Camus de Metaxas... ¿Lo hago pasar?
Cuando escuchó ese nombre sus ojos tornaron un ligero brillo, eran su única salida ante la crisis que comenzaba en su empresa pero la actitud de Camus no ayudaba en mucho para cerrar ese trato, necesitaba buscar el punto débil de ese inversionista de cabellos esmeralda para que sin problema firmen ese acuerdo.
- Por favor, no lo haga esperar más.
Garnet asintió, se dió la media vuelta para regresar a su lugar y hacer pasar al joven de Metaxas.
Dégel se dió un vistazo en el pequeño espejo que tenía en su escritorio para poder arreglarse la corbata y tratar de verse lo más presentable que pudiera ante la vista del inversionista.
Sabía que Camus en esos detalles era muy molesto de tratar, una simple mancha en las prendas se convertía en una causa para estar peleando con él.
"El señorito perfección" como le había puesto Dégel después de conocerlo, incluso no sabía cómo ese tal Milo Metaxas soportaba los desplantes y desdenes de su pareja.
- Vaya Verseau, por fin veo tu escritorio en orden - Se burló Camus recargándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
Al alzar su mirada, Verseau se acomodó sus lentes y se levantó de su asiento para poder recibir a su visita.
- Por favor toma asiento - Dégel extendió su mano señalando el sillón de piel que estaba a su izquierda del lado de los ventanales.
- Seré breve Dégel, no tengo mucho tiempo - Camus comenzó a caminar hasta el sillón mientras se retiraba los guantes que llevaba puestos.
- Dime.
Verseau se levantó de su asiento para poder cerrar la puerta y así tener un poco más de privacidad, si necesitaba besarle los pies a ese joven engreído lo haría con tal de que firme esos papeles.
- Milo me ha enviado para avisarte que saldremos de viaje a otro país y no regresamos hasta dentro de dos semanas. Por lo tanto me pidió que tomara una decisión definitiva para que cuando regresemos te firme antes de que otras empresas requieran de nuestra presencia.
Dégel observaba a Camus de reojo, incluso hasta sentado con esas piernas cruzadas y sus manos entrelazados recargados en su rodilla hacia que esa pose le sugiriera despertar sus locos impulsos que ha guardado desde hace mucho tiempo atrás.
- ¿Que pides Camus? Que necesitas para que me firmes, soy directo y claro con lo que quiero.
- Creo que a estas alturas debes saber que es lo que quiero de ti - Con pasos firmes se acercó hasta el asiento dónde Dégel se encontraba, cuando lo tuvo de frente tomó su corbata, ambos ahora tenían una cercanía bastante considerable, cara a cara.
- ¿Así cierras un trato? - Cuestionó Verseau sonriendo de lado.
- No siempre... Pero quisiera que me demostrarlas que no eres el estúpido que se dejó pisotear por el repentino engaño de tu expareja. ¿No sabes todo lo que hablan a tus espaldas señor Verseau?
Dicho esto Camus se alejó un poco para darle la espalda mientras seguía hablando.
- Varias personas afirman que no tienes éxito con las mujeres, que intentas seducirlas y no obtienes lo que quieres... Dicen que por eso Seraphina te dejó, por qué no la satisfacían buscando en dónde no debía.
Dégel dejó escapar una sonrisa de lado, se levantó de su asiento para colocarse detrás de la espalda de Camus, hizo a un lado su largo cabello para poder hablarle al oído con esa voz ronca.
- Espero que cuando regreses de tu dichoso viaje estés dispuesto a cerrar un magnífico trato conmigo.
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