VII. Hay cambios malos, pero hay otros mucho peores
Tres años antes...
Así que ahí estaba yo, mirándole fijamente al otro lado de la mesa.
Su expresión era neutra, como si no le importunara para nada mi presencia. Pero yo sabía que lograba ser bastante convincente cuando me lo proponía.
O eso pensaba luego de ver al Inspector Gadget y aprender sus técnicas de intimidación.
Llevé mi mano hacia mi barbilla lampiña. Todavía tenía la piel de un bebé y no necesitaba de cuchillas que me lastimarían tanto como en el futuro
Intenté hacerme el pensativo, deseaba crear alguna reacción en él, pero ni caso. Ni siquiera le importaba que me estuviese muriendo de la curiosidad.
Mala persona.
Quise hablar pero supo interpretar lo que pretendía porque me atraganté con mi propia saliva y comencé a toser.
Eso no había estado en mis planes.
—No.
—Pero...
—Dije que no —negó con simpleza—. No tengo ni la más remota idea.
—¡Venga! —resoplé frustrado y elevé los brazos, para luego cruzarlos—. Un adelantito no más.
—Luck Dicha... que no tengo ni idea de lo que tu madre está planeando hacer —volvió a hablar y fijó su atención nuevamente en el periódico—. Pregúntale cuando llegue.
—Pero es que... ¡Ah, me mueroooooo! —Toqué mi pecho, poniendo cara de intenso dolor—. Creo que es el páncreas, o el intestino. Me estoy muriendo lentamente y te acechará la culpa en las noches cuando pienses que tu hijo se fue de este mundo sin conocer su regalo de cumpleaños.
Papá solo murmuró.
—Sobreviviré.
—¿Cómo?
—Sobrevivirás, tranquilo —Su mano agarró la taza de café y se la llevó a los labios, todavía leyendo las noticias—. Además, de curiosidad no se muere nadie.
Me incorporé indignadísimo.
—Un gato si.
—No seas paranoico —me miró por encima de las hojas—. Fíjate en esto por ejemplo. Tú falleciendo por algo estúpido y en el mundo real se están muriendo personas por cosas más graves.
—¿Cuando te volviste un ser tan moralista o altruista o independentista o como se llame ese sentimiento de impotencia por los demás? —entrecerré los ojos—. ¿No serás un OVNI, o si? ¿Me llevas en tu nave espacial?
Papá chasqueó la lengua.
—Solo digo que aquí, hay una columna dedicada a la extraña muerte de tres jóvenes multimillonarios —comentó mientras leía—. Luego sus padres también murieron. Ahora sólo quedaron sus hermanos mayores.
—Me huele a plan macabro para eliminarlos —deducí pero en ese momento solo pensaba en el hambre que tenía—. ¿Qué más dice?
—A ver: Artículo escrito por un tal @TonyVask.
—¿Arroba Tonie Vaskgh? —le di un mordisco a mi pan imaginario.
¿Qué?
Tenía hambre.
—Ah, no. Toño Vaskitos, el comentarista ese de Marvel que adoras seguir —dijo y yo a sentí para que prosiguiera—. Aquí están los nombres, mira. Lyla Hawk, Lance Gally y Lark Newt.
—¿¡CÓMO!? —me levanté súbitamente de la mesa y tiré la silla a mis espaldas. Un acto exageradamente dramático que me hizo tirar al suelo mi pan invisible—. Yo era amigo de Lark en Facebook.
—¿En serio? ¿Era buena gente?
—No sé —comenté—. Nunca hablamos. Pero subía unos momazos. Ahora ya sé por qué no me respondió la única vez que me atreví a hablarle. ¿Estás seguro que murió?
—Luck, eso es lo que dice aquí. Aunque cuando fui a Rain City hace un tiempo me di cuenta de que sucedían muchas cosas raras.
—¿Cómo raras? —susurré a lo detectivesco mientras volvía a agarrar mi preciado pan.
—Como que...
—¡Hola hola! ¡Ya llegué! —la voz de mamá interrumpió nuestra interesante y extraña charla de padre e hijo. Muy extraña—. ¿Qué tal todo?
—¡Exijo saber que harán por mi cumpleaños! —grité en cuanto entró a la cocina. En su rostro traía una sonrisa y en sus manos una caja—. Oh, cielos. Creo que voy a llorar... —abaniqué mi cara. Aquello no podía estar pasando—. ¡Me compraste una Caja de Pandora! ¡Eres la mejor, a ver!
Intenté acercarme pero ella me golpeó con sus gafas Gucci.
O eso le dijo el vendedor.
—Quieto ahí. Te dije que pararas de desear el fin del mundo con ese juguetito.
—Soy adolescente y estoy en esa etapa de que quiero ver al mundo arder —uní mis manos y me arrodillé—. Además, estaba a un buen precio e incluía una mini versión de Hitler y los campos de concentración. Por fisssssss...
—¡Que no te dicen! —zanjó y yo resoplé levantándome. El genocidio continuaría en mi Death Note—. Además, esto no es para ti. O bueno, si. Aunque en realidad es para todos.
Enseguida, papá y yo intercambiamos miradas.
Claro, dinero a lo Pablo Escobar no iba a ser.
—Cariño, ¿qué traes en esa caja? —preguntó él primero, depositando lentamente el periódico sobre la mesa.
Un momento súper tenso oye.
El padrino se hubiese tirado por la ventana si estuviera ahí presente.
—Mamá... dinos que eso no es una mascota, ¿o si? —Fui yo esta vez, aguantando la respiración.
Hasta que me puse azul por la falta de aire.
—Exacto, Celine —continuó papá—. Recuerda cómo lloraste la última vez cuando Luck pisó a Monroe.
—¡Fue un accidente! —me defendí.
—Era obvio que pasaría en algún momento. Así que por favor, que eso no sea lo que...
—¡Es solo un perrito! —exclamó ella finalmente, abriendo la caja de par en par.
El «crik crik» de un grillo sonó por los alrededores de la cocina.
¿Sería el fantasma de Monroe que vino buscando venganza contra su aplastador?
¡No fue intencional, pero que conste que no me dejaba dormir en las noches con su serenata!
Papá y yo nos acercamos a la caja para ojear al animal. Ambos realizamos la misma mueca de desconcierto.
—Cariño, creo que te han estafado. Eso no es un perro. Es un hámster —dictó, ladeando la cabeza.
—Para mí que en realidad es una rata de laboratorio —continué, analizando hacia dónde era que estaban mirando sus ojos. Oh, vaya—. Una rata bizca en realidad.
—¡No lo es! —apretó los labios con enfado. Depositó la caja en la mesa y sacó al hámster/rata para abrazarle y mostrárnoslo—. Es solo un tierno cachorrito de chihuahua. ¿No es mono?
—Esa cosa es de todo menos un tierno cachorro —opiné—. Neh, me hubiese gustado más que compraras la Caja de Pandora.
—Luck Fortuna —se agarró el puente de la nariz—. No insistas más. Este es tu regalo de cumpleaños.
—¿¡QUÉ COSA!?
Escuchamos como la puerta principal se cerró de un golpe y cuando volteé supe que papá se había ido a buscar sus cigarrillos. Y no regresó...
Hasta tres horas más tarde.
Mamá rodó los ojos y dejó al hámster en el suelo para buscar la sartén. Papá tendría una hermosa bienvenida cuando regresara.
Me dejó solo con esa cosa que no sabía casi ni caminar porque se tropezaba bastante. Era demasiado pequeño, se podría decir que ocupaba toda mi mano. Más o menos.
Me agaché a su altura, y él se mantuvo quieto por mi repentina acción. Comenzó a ladrar o a chillar no sabría definir, como si estuviese buscando a su madre y eso fue lo que me impulsó a cargarlo.
Sinceramente, se veía tierno entre mis brazos. Como un bebito que necesita de atención. Hasta pensé que podríamos ser mejores amigos con el paso del tiempo y tipo en las pelis de los perros que hacen de todo junto a sus amos.
Y los quieren, y los respetan, y les traen las pantuflas y les hacen conocer al amor de sus vidas.
Claro que eso pensé...
Hasta que sentí como mis dedos se llenaban de algo que olía asquerosamente mal. Y cuando miré a mi mano...
Mi mano estaba bañada en...
No diré la palabra obscena porque sino sería demasiado obvio para sus mentecillas.
—La cagaste pulgoso.
Literal.
Ya me vale, al final lo dije y todo.
Rápidamente lo volví a poner en el suelo.
Cucarachas, que asco.
No, y ahora me mira directamente.
Acaso él... ¿Acaso esa cosa apestosa se estaba burlando de mí?
—¿Y? —Llegó mamá—. ¿Qué te parece Lusho?
—¿Lusho?
—Si. Pensé que te gustaría que tuviera el nombre de tu primer peluche. Ese que era una lagartija.
—¡Se llamaba Luci! ¡Y era un cocodrilo!
—Es que mijo, todavía no tenías dientes y decías en vez de Luci, Lushiu. "Quelo Lushiu"
—Gracias mamá, por pensar tanto en mí —ironicé, yendo hacia el lavadero para quitarme hasta la piel por lo que tenía en las manos.
Yo solo le rogaba a Dios que aquello no fuera así por siempre.
—De nada, Lucky. Ahora verás como tú y Lusho se volverán grandes amigos —opinó y cogió a la rata entre sus brazos.
Y no lo iba a negar.
En ese entonces, con ese color blanco y ese tamañito causaba demasiadas ganas de apapacharlo. Y más cuando se dejaba acariciar por mi madre y cerraba sus ojitos bizcos.
Pero ese día, en aquella cocina, donde casi me corto el dedo por estarme haciendo el dramático como en una movie del oeste, había firmando un acuerdo de enemistad eterna con el bebé del Diablo.
Aunque en realidad, con el mismísimo señor del Inframundo.
Un año después...
De nuevo ahí estaba yo, solo que esa vez mirándome en el espejo y sacándome fotos para mi Instagram.
Otra y sería la última por lo que saqué mi lengua y realicé el símbolo de Rock & Roll con los dedos, claramente para que todos apreciaran el nuevo color que le había dado a mis uñas.
Negro como la semana pasada. Pero era el único color que Wayta había conseguido robarle a una chica de su clase. Sin embargo, nos daba absolutamente igual.
Que malotes éramos.
Fue cuando sentí un gruñido a mis espaldas y volteé con el ceño fruncido.
—¡¡Mamáaaaaa!! ¡Lusho se está comiendo mis pulseras con pinchos!
—¿¡CÓMO!? —le escuché gritar desde la planta baja.
Nah, en realidad solo estaba olfateando el lugar donde había dejado mi ropa sucia. Pero no me daba la gana que esa cosa estuviera rondando por mi oscura, privada y secreta cueva.
—A ver... apártate —le empujé con el pie cuando mamá llegó—. Menos mal, casi le aviento por la ventana.
Lusho ladró en mi dirección y le saqué el dedo de enmedio.
—¡Luck, no hagas esas cosas! —pronunció y recogió a Lusho que tenía la intención de morder mis nuevos tenis—. Suficiente tengo que te hayas dado ese tinte azul en el cabello sin mi permiso.
Rodeé los ojos con fastidio.
—Por última vez señora, no es azul. Es índigo. Y es muy diferente. Sé que por tu edad a lo mejor no los sabes distinguir, así que te perdono por tu ignorancia.
El pitido de una notificación sonó y saqué mi teléfono para comprobar de quién se trataba.
Un mensaje de Wayta. Me esperaría donde acordamos.
—Luck, hace un poco de frío esta noche. ¿Dónde está el abrigo que te regalé?
—Lo tiré a la basura —confesé, encogiéndome de hombros. Ella me miró asombrada—. ¿Qué? Tenía muchos agujeros. Además, esa cosa estúpida que tienes en los brazos terminó por estropearlo.
—Si pero, fue un regalo. Pudiste pedirme que lo arreglara y...
—Papá seguro me comprará más —anuncié, poniéndome un arete en mi oreja derecha—. ¿O no es eso lo que hará porque se está perdiendo mi cumpleaños?
Aplasté mis cabellos una vez más, y me aseguré de que mi ropa estuviera bien.
—Luck, escucha. Eso no es lo que...
—No me vas a negar que también te tiene bastante abandonada, ¿o si? —solté sin pelos en lengua, directo—. ¿Eres su esposa o qué? Solo pareces su sirvienta a distancia. La que le hace lo recados.
—¡Luck Dicha Fortuna! No permito que me hables en ese tono —pronunció, aferrándose al Lusho—. Me debes respeto. Y no entiendo qué cosa es lo que te está pasando. No dé cómo es que se llama, pero pareces un chiquillo de estos que visten de negro y son antisociales, y escuchan solo la música de Satanás.
Liberé una fuerte carcajada.
—¿Cuando te volviste tan cristiana, Celine?
—¡Luck!
—Adiós, señora —Tapé mis oídos para no seguir escuchando su estúpida cantaleta—. No me esperes —avisé mientras bajaba las escaleras.
Ella me perseguía furiosa.
—¿Vas a ese maldito concierto cerca del lago?
—No te interesa, pero te contesto que si para que me dejes en paz.
—¡Luck por favor! ¡Comprende que...!
—¿¡Qué!? —giré para encararla. Ambos estábamos demasiado enojados—. ¿No puedo pasar mis 15 años tranquilo con mis amigos que siempre tienes que arruinármelo todo? ¿Y en serio? El otro día cuando me preguntaste si podías hacerme una fiesta eso fue lo más idiota que jamás pensé escuchar en mi vida. ¡Por favor, Celine! Solo mírate. No estás para esas cosas. Mejor quédate en tu cuarto viendo tus novelas con tu perrito faldero que eso es lo que se te da mejor. Ya no soy un niño del que tengas que estar pendiente las veinticuatro horas. Te ves sumamente patética intentándolo —sentencié, listo para irme cuando ella me tomó del hombro.
Ni siquiera volteé a verla. Mi mano estaba lista para abrir la puerta y marcharme.
Advertí un pequeño suspiro de su parte.
—¿Qué vas a hacer luego del concierto? —pronunció muy bajito.
Reí sarcástico.
—Si te dije que no me esperaras, es porque obvio no voy a regresar. No soporto estar aquí —contesté, abriendo la puerta—. Wayta me va a dar asilo en su casa.
Y me largué de una maldita vez.
Estaba últimamente muy molesto con todo el mundo.
Con mi madre por su estupideces.
Con mi padre por ya casi nunca estar.
Con Lusho por siempre arruinarme los días desde su llegada. Si había un Dios de los animales, que me perdonara. Pero a veces tenía ganas de que dejara de existir sobre la faz de la tierra.
No soportaba ver a nadie. No quería ver a nadie. Se suponía que celebraría mi cumpleaños número quince por todo lo alto.
Pero no.
En ese momento, me estaba dirigiendo hacia un concierto de covers en el parque central del pueblo.
Era lo que había planeado con mi mejor amiga para no quedarme solo y triste en la oscuridad de mi habitación. Escuchando canciones que harían llorar a cualquier emo. Aunque en realidad, eso era lo que estaba intentando recrear, ¿o no?
Algo que descolocara totalmente a mis padres.
—¡Hey!
Fue cuando sentí que alguien saltó a mi espalda. Y casi se mata sino fuese porque pude sostenerle de las piernas a tiempo.
—Hola —saludé cortante.
—¿Qué ocurre, guapetón? —Wayta murmuró sobre mi oído—. ¿Qué hizo Lushito ahora?
—Vivir —argumenté, y ella se bajó de mi espalda para mirarme a la cara—. Vámonos que se va a llenar el lugar y no estaremos en primera fila.
Los oscuros ojos de mi mejor amiga me observaban con tristeza. Pero no me interesaba su lástima por mi patética vida.
El poco viento que había movía sus cabellos. Wayta se había cortado el pelo a la altura de su barbilla y se lo había pintado de negro, solo para complementarse con mi nuevo estilo.
Vaya que tenía una maravillosa amiga.
Era lo único bueno que podía nombrar.
Suspiró con cansancio y se frotó la sien, para luego agarrarme del brazo. Comenzamos a caminar hacia nuestro destino.
Ella sabía que no serviría de nada hablar del mismo tema de siempre. Yo se lo agradecía. Por lo menos, no lo quería en aquel día "tan especial"
Insertemos un "yuhu" más falso que el tatuaje en mi muñeca.
—Entendido Lucky precioso ¡Pero ahora vamos a divertirnos! ¿Si? —preguntó y yo asentí sin ganas—. Mmm, ese si no me convence. Quiero un si fuerte, uno alterado, un si que huela a macho varonil y que baje bragas. Vamos. Dime, ¡si! —gritó y un gato salió corriendo del callejón.
—¡Sr. Misu! —nombró una viejita, al parecer su dueña.
—Siiii... —mugí, aún pensativo.
Fue cuando Wattys me golpeó en la cabeza y yo maldecí.
—¡Quiero un si dije! —me fulminó con la mirada.
Pero yo también sabía jugar.
—Yo te daré tu si.
—Ouh, shit nou.
Comenzó a escapar de mí porque yo también empecé a correr detrás de ella como si fuese un violador intentando alcanzar a su presa. Solo me faltaba la baba en la boca para que se viese más real.
No duró mucho su huida porque se tropezó con un boniato.
Vaya usted a saber qué hacía eso ahí.
—¡Te tengo! —le alcancé para luego levantarla y ponerla sobre mi hombro como un costal de papas.
—¡Bájame Luck que se me ve la vida con este vestido! —exigió, pero poco me importaba. Le di una palmada en el trasero a lo C. Grey—. ¡Oye!
Y ella a cambio comenzó a jalarme de las greñas.
—¡Ya voy, ya voy, ya voy! ¡Auch, que me dejas calvo, mujer! —Le bajé, acariciando mis cabellos de un hermoso tono índigo—. No si sonaste igual a mi madre. Como un vejestorio.
Wayta me señaló con su dedo índice.
—No digas esas cosas de Celine —advirtió.
—Sin ofender, pero en este momento me siento amenazado por un osito de felpa —comenté y ella abrió los ojos por mi intento de cumplido. Se veía muy tierna con aquellas mejillas rojas—. Pero lo que te decía es verdad. Esa señora se mete en todo lo que no le incumbe. Y ya me tiene harto.
Wattys me sostuvo del brazo. Estábamos a punto de llegar al parque del lago.
—Aun así, Luck. Es tu mamá. Y le debes respeto y consideración. ¿Entendido?
Resoplé y ella rodó los ojos para luego saltar y darme un beso en la mejilla que me desarmó por completo. Sonrió como un angelito y se mandó a correr hacia donde se encontraba toda la gente reunida.
Yo sonreí nuevamente por su estupidez y también comencé a correr para alcanzarle.
No habían asistido tantas personas al concierto de covers, por lo que habíamos encontrado un buen lugar. Llevábamos como dos horas allí, y habíamos presenciado tanto malas imitaciones, como pésimas.
R.I.P para nuestros oídos.
La tarima se alzaba enorme frente a nosotros. Las luces casi que nos dejaban ciegos.
R.I.P también para nuestros ojos.
A nuestra derecha, se encontraba el lago. Tan quieto y silencioso. La oscuridad se adueñaba de sus aguas.
Wayta y yo hicimos muecas por la horrenda interpretación que realizaban de Nicky Minaj un grupo de chicos en ese instante.
—Deberíamos subir nosotros y enseñarles cómo se mueven realmente las nachas —exclamó por el volumen de la música.
—Todavía estoy aprendiendo, señorita. No me puedes avergonzar así.
—Aun así, haces twerk mejor que ellos. ¡Solo mírales! ¡Mi tío dormido hace todo eso mejor!
—Tienes razón.
—¿Y tú como sabes...? —cuestionó, mirando hacia el escenario.
Yo palidecí.
—¡Me refería a mí! —aclaré y ella solo se burló.
Una broma, una broma.
—¡Luck, no puede ser! —gritó de repente. Señalaba a algún lugar por las escaleras traseras del tableado, próximas al lago—. ¡Mira!
Volteó a verme horrorizada y yo pestañeé para buscar lo indicado.
—Oh vaya, que triste se ve esa bocina rodeada de tantos cables y micrófonos.
—¡Eso no! —cogió mi cabeza y la posicionó un poco más a la derecha—. ¡Mira! ¡Es Celine!
—¿Dion? ¿¡Dónde!?
—¡Tu mamá, imbécil!
—¿Cómo que mi...?
Casi río sino fuese porque efectivamente, cuando volví a mirar, allí se encontraba la señora Fortuna. Intentando subir por las escaleras y yo sabía que no era para imitar a Shakira.
—Ay, no...
—¡Vamos!
Wayta cogió mi mano y empujamos a la gente con un espantoso cover de Linkin Park esa vez como ambientación.
Aquello no me daba buena espina.
Cuando rodeamos el escenario hacia el backstage, un señor no nos permitía subir. Su rostro era inexpresivo y estaba decidido en su negativa.
—Mientras yo esté aquí, ustedes no podrán entrar.
Y no podía reírme, menos en la situación en la que estaba. Pero sus argumentos no me aseguraban nada si el sujeto en cuestión, pues resultaba ser manco.
—Señor por favor... —Ardería en el infierno si me seguía mirando de aquel modo—. Mi mamá es la señora que está ahí destrozándolo todo. Puede ser una bruja, pero es buena. Por favor. Necesito verla.
—No le creo, así que no.
Pataleé en mi sitio y giré para encontrarme a Wayta.
Y una sola mirada bastó para saber qué era lo que teníamos que hacer a continuación.
Ella suspiró. Se cacheteó a sí misma y comenzó a acercarse al hombre con lentitud. Cuando estuvo frente a frente con él, le miró fijamente.
—¿Qué desea? —preguntó este con suspicacia.
Wayta respiró y le sostuvo por los hombros, sonriendo.
—¿Cree que usted que tenga tiempo... para hablar de nuestro señor y salvador San Gokú de Yapán? —cuestionó con ojitos tiernos y el tipo casi se cae de pompas—. Mire verá, aquí en los registros nos narran que su creación no fue por ningún sujeto que se sentó a escribir su historia —decía mientras le movía hacia un lado, desviando su atención de las escaleras poco a poco—. Y los dinosaurios lo conocen por "Grrr, Grrr Ggrrrrr Grrrr". O sea en nuestro idioma sería, "Grrr, Grokrú grel gralvagrol". Entonces, ¿qué sucedió con la víbora de Adán y Eva? Verá, llegó un dragón de los deseos que...
Le distanció por completo y yo tuve pase libre para subir las pequeñas escaleras y encontrarme sobre el verdadero backstage.
Celine Fortuna no estaba muy lejos.
—¡Mamá! —llamé y cuando giró, pude darme cuenta de que claramente aquello era peor de lo que imaginaba—. Genial, y también traíste al perro.
Celine me miraba con ojos confusos. Sus movimientos eran torpes, como si le costara el andar. Abrazaba a un pequeño Lusho como si su vida dependiera de ello.
Tragué saliva.
Estaba ebria.
—Ah, hola querido hijo que me trata como si yo fuese basura inservible —habló, caminando con dificultad hacia atrás. Yo me acerqué con cautela—. ¿Cómo la estás pasando en tu cumpleaños?
—En este momento, por supuesto que mal —No pude evitar soltar y me maldecí por ello.
—Claro, porque estoy yo aquí, ¿no? Si Lusho me lo decía, que no debía venir. Pero yo quise porque quería divertirme —declaró, dirigiéndose hacia la barandilla que separaba la plataforma del lago—. ¿Sabes? No es cierto eso que dijiste antes. Me aburro bastante en casa. Quería divertirme, despejar. Después de todo, poco les importa a ti y a tu padre lo que siento yo, ¿cierto? Porque lo único que hacen es ignorarme.
—Eso no es verdad —volví a acercarme, alternando la vista entre ella y Lusho que temblaba entre sus brazos.
—¿No lo es? —rió sarcástica, comenzando a subir con dificultad los tubos de la baranda para sentarse en el último—. Oh, claro que lo es. Ustedes me tratan horrible. Yo me siento horrible. Como la peor mujer del mundo. Y creo que Lusho es el único que me quiere, ¿o no mi bebé?
Besó al chihuahua y este gimoteó por el miedo. La música estaba en su punto máximo.
Poco a poco me aproximaba hacia ella. Mamá se hallaba sentada en el último tubo y con el lago a sus espaldas.
Aquello no pintaba para nada bien.
—¿Están listos pueblo de Arrobahumores para la sorpresa de medianoche? —Gritó el presentador por todo lo alto—. ¡Y vamos con la cuenta regresiva! Diez... Nueve... Ocho...
Mierda.
—Mamá, por favor. Ven, bájate de ahí —mostré mi mano.
—¡Ahora dices por favor! —pronunció, parpadeando por la embriaguez que traía encima—. ¡Si antes me trataste como una don nadie, así que no te hagas el santo!
«Cinco... Cuatro... »
—Mamá...
Wayta llegó a mi lado, su expresión era de puro horror al ver la situación.
—Celine, ven. Vamos a casa. Por favor, baja de ahí. Te lo pido —imploró, también mostrando su mano.
Ambos nos acercábamos cada vez más a ella, quien se mantenía quieta en su sitio.
«Dos...»
—¡Quiero que dejen de tratarme como si yo no existiera para ustedes! —exclamó a los cuatro vientos—. ¡Yo quiero vivir!
—¡UNO! —gritaron todos los del público.
Y fue cuando una ola de fuegos artificiales inundaron por completo el cielo nocturno.
—¡Celine!
Pero las ruidosas luces asustaron tanto a Lusho que comenzó a moverse frenéticamente sobre mi madre y a intentar liberarse de sus brazos...
Provocando que ella perdiera el equilibrio.
—¡¡MAMÁ!!
Mi madre había caído al lago aquella noche y en aquel estado de embriaguez.
Y ella, no sabía nadar.
(...)
Me hallaba sentado en un sofá, mirando cómo mi madre dormitaba tranquilamente en una habitación del hospital local.
Llamé a papá, avisándole del accidente. Él estaba haciendo todo lo posible por volver a casa, pero los vuelos estaban cancelados por las tormentas de la ciudad donde se encontraba. Prometía llegar rápidamente en cuanto abrieran el aeropuerto.
Sentía demasiadas cosas desde el día anterior. Tantas pero tantas cosas, que solo podría nombrar unas pocas y aún así me serían insuficientes.
Angustia, preocupación. Ira, decepción. Molestia, tristeza.
Desesperación.
Estaba desesperado. Solo en todo aquello.
Completamente solo.
—Luck...
El susurro de mamá logró que apartara velozmente la mirada de mis manos para enfocarla a ella. Había despertado y yo me levanté para aproximarme.
Sus ojos me apreciaban cristalizados, y sus labios se encontraban arrugados. Como si vacilara qué decirme. Si embargo, habló luego de unos minutos.
—Perdóname... —alzó su mano hacia mí. Había comenzado a llorar—. Lo siento por el susto que te di ayer. Era tu cumpleaños y... Lo siento, Luck...
Yo alternaba la mirada entre ella y su palma abierta, ella deseaba que se la estrechara. Después, miré la puerta de la habitación.
Me sentía de algún modo tan molesto con mi madre, tan furioso por todo lo que hizo que quise no estar allí en primer lugar.
Volví a mirarla.
Sus ojos se hallaban escaneando mi neutra expresión. Apreté mis puños con severidad, dispuesto a marcharme. O no lo sé, tenía una presión en el pecho que no me dejaba pensar con claridad.
No obstante, lo único que hice fue apretar mis dientes y arodillarme para agarrar su mano y propinarle besos a sus nudillos.
Y cual niño pequeño que ha perdido a sus padres entre la multitud, comencé a llorar desconsoladamente.
—No mamá... Tú perdóname a mí, por favor. Perdóname por todo... —pedía mientras las lágrimas bañaban mi rostro con furia.
—Ay, mi niño... —sollozó también y me arrastró hacia sus brazos—. Mi niño, mi niño... —susurraba en mi oído.
Y nuestros llantos fueron la única melodía que adornó aquella blanca habitación de hospital.
Lo único que logró reconfortarnos y aliviar nuestro dolor, por lo que un tiempo después, nos habíamos tranquilizado.
Le habían traído a mamá su comida y anunciaron que pronto, sería dada de alta. No había sido nada muy grave por suerte. Solo se había caído al lago ebria. Pero casi se ahogaba si no fuese porque pude rescatarle a tiempo.
Había tragado mucha agua.
—Realmente te queda horrible, Luck —sonreía mamá, despeinado mis cabellos—. Quiero que vuelva a tener tu color natural.
—No estará mucho, te lo prometo —confesé, riendo también—. Wayta me dijo que solo me duraría unas semanas o algo así.
Mamá asintió complacida.
—Y hablando de la Reina de Roma... —miró por encima de mi hombro, alzando sus comisuras nuevamente.
Y yo sonreí también, pero cuando volteé y le vi tuve que dejar de hacerlo. Allí se encontraba mi mejor amiga, sosteniendo a la rata de todas nuestras desgracias.
—¿Qué hace ese perro aquí? —cuestioné molesto—. No debe estar permitido traer alimañas. ¡Enfermera!
—Luck, por favor... —decía mamá, agarrándome del brazo.
—¡No lo quiero aquí! —proclamé, luego señalé a Lusho—. ¡Por su culpa casi mueres anoche! ¡Llévatelo ahora! —grité a Wayta, quien brincó en su lugar por mi tono de voz.
—Lucky, por favor. Tu mamá me pidió traerlo.
Volteé encorelizado hacia mi madre, después hacia mi amiga y finalmente a Lusho que tenía sus orejas bajas.
De seguro notaba mi ira.
—Hoy mismo me deshago de esa rata —me acerqué a Wayta quien abrazó mucho más al perro—. Dámelo.
—No, Luck, por favor...
—¡Dame al maldito perro! —intenté quitárselo pero Lusho mordió mi mano y Wayta pudo rodearme para posicionarse al lado de mi madre—. Wayta, te lo advierto...
—Luck, —llamó mamá. Y yo le miré—. Basta.
—¡Pero...!
—Es solo un cachorro, un cachorrito —murmuró. Luego, miró a Wayta y alzó los brazos—. Ven Lusho, ven con mami.
Y el maldito perro se lanzó de los brazos de mi amiga para ir hacia mi madre, lamiéndole el rostro y moviendo su cola de un lado a otro mientras ella se carcajeaba de pura alegría.
Observé la escena con sumo desprecio y apreté mis puños. Odiaba todo aquello.
¡Que les dieran a todos!
Salí de allí azotando la puerta a mis espaldas. La recepcionista me pidió silencio e ignoré su regaño cuando dijo que no sentía respeto por nadie.
¡Lo que me faltaba!
Que una total desconocida me dijera como tratar a las personas.
—¡Luck! —sentí el grito de Wayta a mi atrás, pero seguí caminando—. ¡Luck, espera! —me alcanzó y posó su mano en mi hombro para voltearme—. Luck, no...
Y abrió los ojos sorprendida cuando notó las lágrimas que volvían a recorrer por mis mejillas.
—¿Qué? —pregunté, mirándole.
Ella tan solo rodeó mi cuello con sus manos y me acercó para abrazarme con fuerza. Yo no pude despreciarle eso. Necesitaba mucho de un abrazo, y aquel me estaba haciendo demasiado bien.
Me aferré a ella, sin importarme que le aplastara con mis brazos.
Y podría prometer, que fue en ese momento, que supe que Wayta no solo me gustaba como amiga. Sino que me hallaba enamorado profundamente de ella.
De hecho...
—No fue su culpa —habló de repente, acariciando mis cabellos—. Luck, no fue su culpa.
—No —recalqué, sin soltarla todavía—. Es mía, Wattys. Es toda mi culpa —declaré, volviendo a abrazarla con vehemencia.
Ella me permitió eso por varios segundos más. Y se lo agradecí mucho. Que no me hablara, solo que se mantuviera así a mi lado.
Principalmente eso.
Que desde que tenía uso de razón, estuviera siempre conmigo.
Y nunca me dejara solo.
—Luck.
Ambos nos separamos cuando sentimos una voz masculina a nuestras espaldas. Giré, y aquel momento se convirtió en la tercera vez que lloraba en un sola mañana.
—Papá...
Allí estaba él, con una mochila colgando de sus hombros y corriendo hacia mí. Yo me separé de mi amiga y me lancé a los brazos de mi padre, quien me correspondió enseguida.
—Fue mi culpa, papá. No debí dejarla...
—Shh, tranquilo, Luck —me consolaba—. Oh Dios, estaba tan preocupado— besaba mi cabeza con cariño. Era realmente reconfortante tenerlo de vuelta—. Prometo que a partir de ahora, las cosas van a mejorar. Lo prometo, hijo.
Actualidad...
¿Saben por qué a pesar de jurarlo tantas veces, nunca he lanzado a Lusho por una alcantarilla?
A parte de claro, que no soy tan cruel.
Pues por mamá.
Nunca me di cuenta de cómo se encontraba ella en aquel entonces, cuando constantemente le ignorábamos.
Le hice mucho daño en aquella etapa de supuesta rebeldía, y no era más que un idiota descerebrado. Ahora mi cabello era un poco rubio como consecuencia de aquel tinte barato.
Papá también le había lastimado mucho.
Ambos con nuestra indiferencia a sus necesidades como persona. Como madre. Y como mujer.
Luego de todo lo ocurrido, ella comenzó a cuidarse a sí misma, a desarrollar un amor por su persona que muchos tacharían de narcisismo. Pero no lo es. Solo son pequeños caprichos suyos para siempre verse fabulosa.
Porque Celine Fortuna se lo merecía.
Papá intentó convencerla de dejar su trabajo, el que le obligaba a estar siempre lejos del pueblo. Pero mamá se negó. Porque aunque le costara aceptarlo, su marido era la única fuente de dinero que teníamos luego de que abandonara una cafetería en donde le trataban fatal.
También acepto, que mi padre suele viajar para permitirle sus pequeños gustos. Porque una vez más, ella se los merecía.
Yo no la verdad.
Ya les había sacado demasiado a la billetera a mis padres durante quince años. Era su turno ahora, de vivir felizmente. Aunque aún esperaba el día en que papá decidiera tomarse un descanso por un buen tiempo.
Yo cambié señoras y calamares, tuve que hacerlo.
Debía ocuparme de que no le ocurriera nada malo. Por suerte, mamá nunca fue una adicta al alcohol. Solo se embriagaba de vez en cuando al sentirse mal consigo misma.
Pero todo había ido perfecto durante cuatro meses, así que no comprendía el motivo del porqué había bebido anoche si se sentía mejor.
Además, ella me lo contaba todo.
Y bueno con Lusho pues, nunca se acercó al agua. Busqué en Internet acerca del tema, y en todos lados me informaban que los chihuahuas eran excelentes nadadores. Pero la evitaba como si fuese una plaga.
De milagro me permite bañarlo, eso si.
Y ahora creo que dentro de poco le tendría que dar otro baño. Esa cosa está oliendo peor que una cucaracha saliendo de la boca de un rinoceronte.
¿Los rinocerontes comían cucarachas en todo caso?
—¡Suéltalo, maldita cosa! —le grito mientras corre por toda la habitación con mi toalla—. ¡Lusho!
Y nop, no estoy desnudo.
Pero revelaré que posiblemmete este sea el último bóxer que me queda luego de que Lusho los mordiera todos.
Sin más preámbulos, este también tiene sus mordidotas.
—¡Dámela alimaña! —logré sostenerla por el otro extremo mientras la rata gruñía—. No te la vas a comer esta vez.
Y ahí estábamos de nuevo con el concurso de quién pestañea primero.
Lusho mueve su cabeza de un lado a otro y yo no entiendo cómo esa cosa tiene tanta fuerza. Pero gracias a la Virgen tengo paciencia y una vena saliéndome del cuello que controla toda mi rabia.
Tal vez, demasiada tensión para las ocho de la mañana.
—¡Esto es mío, no tuyo! —salto encima de mi cama, a sabiendas de que Lusho no puede subir por su tamañito—. ¡Suéltala, maldita sea!
Pero no lo hace incluso con la diferencia de altura.
Ni bañarse puede uno tranquilamente ya.
—¡Buenos días! —mamá entra con una sonrisa y chequea la situación—. Lucky, esa es tu tercera toalla en dos meses. Sabes que no puedes tomarlas para jugar con Lushito.
—¿¡Que yo jueg..!? —me callo cuando la rata vuelve a jalar de ella, pero me mantengo firme en mi posición—. ¡Es él! ¡Solo mírale!
—Mis bebés jugando desde temprano, que hermosura... —susurra ella y yo me abstengo de soltarle que más hermosos son mis lunares sexys—. Por cierto, hice el desayuno. Como les gusta a ambos.
Y sin soltar la toalla, le miré.
Siempre preparaba el desayuno favorito de Lusho y mío cuando se pasaba de copas la noche anterior. Mis ojos le apreciaron con pena.
—Oye, mamá... —Lusho volvió a jalar de mí—. ¿Estás bien? ¿Qué pasó anoche?
—Calma, Luck —respondió con una falsa sonrisa—. No fue nada en verdad.
—¿Papá cierto? —cuestioné, sujetando la toalla con mi otra mano—. ¿Quieres que hable con él?
—Todo está resuelto, te lo juro —insistió, restándole importancia con la mano y dando media vuelta para marcharse.
Yo asentí, pensando en que obviamente tendría una charla con papá más tarde y giré el rostro hacia Lusho, quien todavía sostenía la toalla.
—¿Qué dices? ¿Bajamos a desayunar?
Juro que casi la suelta y tenemos una mañana común y corriente. Como en los falsos anuncios estos de la familia feliz promocionando cereales.
Juro que le vi asentir ante mi propuesta. O sea, ¿quién se negaría a probar los sabrosos y nutritivos waffles de Celine Fortuna?
Pero no siempre me iba a salir con la mía.
—¡El correo! —gritaron desde la planta baja y ambos volteamos hacia la puerta.
Correo...
Cartas...
Cartero...
Lusho odiaba al cartero.
—Mier...
Ni siquiera me dio tiempo a valorar la situación cuando aquella rata jaló de mí y me obligó a realizar un giro tan mortal y bárbaro que posiblemente el circo chino ya me daba trabajo como el payaso.
Pero eso no había sido todo.
No, no, no, no, no.
Porque no caí en mi suave colchón, sino que la voltereta rusa hizo que de nuevo el suelo de mi habitación me recibiera con un hermoso e irónico:
«¡Dame un besito, muñeco!»
¡Llamen a un cirujano plástico!
(DETRÁS DE ESCENA)
Pongámoslo así.
Yo no quería revivir todo eso de nuevo, pero mamá Celine obligó a mamá Cassidy y así mamá Cassidy me obligó a mí. Dos chanclas duelen más que una.
Tanto Cass como yo sabemos que aquel había sido un momento muy malo de mi pasado, pero que era necesario contar para que ustedes se burlaran de mi emoversión y comprendieran a mamá Celine, que se puso su mejor traje de baño para filmar la escena del ahogo que conste.
Igual yo sé que me siguen amando, ¿¡cierto!?
Cierto.
En otras noticias, ¿vieron a la rata de mini rata en multimedia? Yo dije que no lo pusieran porque se morirían del susto. Y si nos quedábamos sin flanes le echo toda la culpa a Cassidy por buscar en el baúl de los recuerdos.
Ahora empezaremos con los créditos, bien... ¡Un momento! ¿¡Qué hace este niñito aquí!? ¡Salte de mi camerino!
Lark: ¡Hello everybody! Aquí llegó el nene número uno de la Cassidy. Para servirles a ustedes que me metí en el set.
Luck: Es mi madre, niño. Claro que no me quiere del modo que te quiere a ti ser incestuoso.
(Y cuando LARK va a hablar llega otro chico abriendo la puerta de par en par)
Trey: ¡SIIII! ¡Quédatela! ¡No soportaré ni un secuestro más!
(LUCK suspira)
Luck: Desventajas de que ella pueda atravesar la cuarta pared, hermano. Ya no sé que hacer con tantas lámparas mágicas que sacó del cuento de Aladino.
Lark: Oye Trey, no sé si estás enterado, pero soy gay (Toca su hombro y le mira con pesar) Lo que significa que ella seguirá al pendiente de ti por muchooo tiempo.
Trey: Miércoles, que conveniente (Ironiza)
(Es cuando se escucha la voz de otro chico en el camerino)
Cosme: ¿Y tienes algún problema con eso? No entiendo de qué te quejas, ella nos adora sino no estaríamos aquí. Si pudiera se hubiera traído al elenco completo.
(Luck resopla y mira a sus tres compañeros)
Luck: ¡Lo que me faltaba! ¿¡Qué hacen todos ustedes aquí si se supone que el Especial no es hasta dentro de dos días! ¡Este es mi capítulo! ¡Mi momento! ¡No suyo!
(Entonces otro chico se asoma por la puerta con cara de pena)
Beremis: Oye, Luck...
Luck: ¿¡Tú también estás aquí!? (grita pero luego se da cuenta de quién se trata) Lo siento, bro. Son estos los que me sacan de quicio. Dime, ¿qué necesitas?
Cosme: (Susurrando) A él si le trata bien solo porque le curó la pierna en el anterior capítulo.
Lark: Tengo planeado hacerle creer que sigue rota.
Trey: Y yo necesito planear mi escape.
(Beremis se dirige a Luck)
Beremis: Cass me mandó a decirte que te apresures con la dedicatoria porque todo esto le cuesta hora de sueño a la pobre (A lo lejos se aprecia a Cassidy muriéndose de ternura por el Bere) Y que sino te mandará al Lusho, luego de que finalmente conseguimos encerrarlo en el baño.
(Luck se agarra el puente de la nariz y agradece a Beremis, quien luego se marcha a sacarle más ternura a Cassidy. Luego Luck agarra un cuaderno y cruza sus piernas a lo director de cine)
Luck: Bien, veamos... A pesar de que se mencionó antes empezando el capítulo, pues hay que hacerle una mención especial al tío Tony porque ha alcanzado sus merecidas 1K lecturas. ¡Muchas felicidades, mi querido comentarista de Marvel!
Lark: ¡Yo nací de él!
Luck: Y como decía, señoras y calamares, no sólo se le dedicó el capítulo por la mención de su elenco. Sino también por las palabras que él ordenó. ¿Las reconociste? ¡Espero que si! ¡Y que hayas quedado satisfecho con el capítulo de hoy! ¡Toda el público en realidad! (Cierra el cuaderno y tira un beso a la cámara) ¡Y nuevamente gracias por llegar hasta aquí, mis flanes! Ustedes son lo mejor que nos ha pasado en mucho tiempo. Nos vemos en un próximo capítulo y...
(Beremis interrumpe la despedida cuando se vuelve a asomar por la puerta)
Beremis: Oye, Luck. Cass está preguntando quién de ustedes se encargará de Lusho ahora.
(Los cuatro voltean a mirarlo)
Trey: ¿Vigilar la puerta quieres decir?
(Bere se retuerce nervioso)
Beremis: No, que se escapó del baño.
(¡Y ES CUANDO SE ARMA LA BACHATA!)
(Cosme desaparece. Lark se vuelve invisible. Trey se traga su orgullo y corre hacia Cassidy para engatusarla y que no lo deje cuidar al Lusho. Beremis es un amor y Lusho lo quiere así que está tranquilo)
(Por lo que ya todos saben lo que pasó después)
(La luz se fue, la cámara se cayó y un gruñido se escucho en la oscuridad seguido del grito de una virgen)
Luck: ¡Llamen a otro cirujanooooooo!
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