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V. Sapos, gánsters, mazorcas, testamentos y Juan... ¡ES EL FIN!

—Secuéstrame.

No.

—Ráptame.

¿Esta noche?

—¡Cuánto antes!

Luck...

—No, espera. Mejor me escapo con Ozuna, pero tranquilo, no le dejaré comerme. Sé que no me va a encantar.

Una señora me mira con espanto y luego alza el mentón para alejarse indignada.

¡Estábamos en pleno siglo XXI, oiga más respeto! 

¿Pero qué dices, Luck?

—Que la invitación de Ozuna me cae mejor que la propuesta indecente de Romeo Santos. Por lo menos el primero no va a culpar al alcohol —siento un jalón y maldigo a las Vírgenes que me odian tanto. No entiendo, si casi que soy uno de ellas—. ¡Lusho, estate quieto!

Y por supuesto que no me hace caso, sigue jalando de la correa como si tuviese la fuerza de un caballo salvaje. Inserte music de Spirit aquí antes de que me tire por todo el pueblo como si yo fuese su muñequito.

—Por favor, sálvame. Mi vida está peor que la teoría de Buscando a Nemo —imploro mientras voy caminando y Lusho por delante. Ni loco iba a ir por las calles con un bolso en mi hombro y un chihuahua dentro—. ¿¡Papá!?

Lo sé, Luck —suspira él desde el otro lado y un tractor pasa haciendo mucho ruido—. ¿Por qué crees que me fui?

—¿Qué?

Que tu tía Dolores está casi senil.

Lusho me da otro jalón. ¡Pero que cucarachas le inyectaron a este perro!

—Pobre tía Dolores, no sé nada de ella desde la última vez que estuvo en casa —asiento ante el recuerdo—. Se fue molesta porque Lusho se comió sus pasteles.

Pero si fuiste tú, Luck

—¡Aquí todo el mundo sabe que ese monstruo tiene un agujero negro en vez de estómago! —le escucho reír y no pude evitar contagiarme también. Hasta que el dichoso diablo vuelve a tirar de mí—. En serio, papá. Llévame contigo.

Hijo, sabes que solo estoy por trabajo aquí en Nobolberhé, no son vacaciones. Además, esta ciudad no te gustaría.

Miro a la rata oler caca ajena en la acera y hago una mueca.

Ya me vale, ni modo que fuese un permiso de aparcamiento aceptado por el ayuntamiento.

—Cualquier lugar es maravilloso si no está Lusho. Él quiere asesinarme y esconderme en el bosque lejos de la civilización, donde nadie podrá encontrarme jamás. Me reemplazará y se casará con Adriana. ¡No tengo pruebas, pero tampoco dudas!

Tenía un día de perros, y lo que me faltaba. Casi que literalmente la ironía se sentía. 

Resiste campeón —dijo y Lusho comenzó a ladrarle a un maniquí. Que perro más idiota—, que si lo hace tranquilo que todos te recordaremos.

—¿Qué?

Que mi jefe me llama y ya me debo ir yendo —pausó por un breve momento—. Hablamos luego, Lucky

—Aguarda, ¿no preguntarás por mam...?

Ni tiempo me dio a formular la pregunta cuando Lusho hizo el jalón supremacy hacia solo la Parca sabía dónde. Ya de él me esperaba que me posicionara en mitad de la calle cuando el semáforo estuviese en verde para los vehículos.

Tiraba de mí tan fuerte que me encontraba corriendo como gallina alborotada y ni hallaba modo de frenarle. No sabía cuánto tiempo habíamos estado en aquella persecusión hasta que se detuvo.

Y claro que al hacer eso tan súbitamente perdí el equilibrio y mi cara quiso ser cariñosa con el suelo de nuevo. Ni los gatos tenían tantas vidas, oye.

Exigía un premio. Si la autora me lo permite me pido unas vacaciones en Dubái.

¡CORTEN!

DETRÁS DE ESCENA.

Luck y Cass hacen la intensa llorasión porque son pobres y eso nunca va a suceder.

PROSIGAMOS

¡ACCIÓN! 

—Joder, Lusho. Mi nueva nari... —Pero callé en cuanto noté que unas botas se postraban frente a mí.

«Inserte music de Two Feet y cámara lenta zenkiu beri moch»

Y a medida que me levantaba con una parsimonia preparada, le iba haciendo un escáner al bronceado cuerpo de pecado que tenía aquella chica.

Sus piernas, sus caderas, sus delgados dedos, sus manos, su cuello, su boca, sus... ojos bien abiertos mirándome como si fuese alguna especie de pervertido que le encueraba hasta el alma.

Objeción, señor juez. La víctima tiene razón.

—Yo... este... Yo lo siento, es que... —sentía mis mejillas arder. Y eso de por sí era raro. Normalmente se me quemaba la casa, ¿pero mis cachetes?—. No tenía ni idea de que...

—Oye, tranquilo. No pasa nada —Ríe ella, e intento tranquilizar a mi repentina asma/epilepsia/shock/infarto—. Yo también estaba algo distra...

Se interrumpe a sí misma cuando Lusho le sorprende al acercarse para olfatearla. Luce cautivado y tranquilo.

Paren el carro...

¡Es el Apocalipsis!

—¡Oh! ¿Pero quién es esta precio... —Quiso acariciarle pero la rata reaccionó gruñéndole y casi le arranca los dedos—. Oh, vaya. Parece que no le caí bien.

Ah, descuiden. Ya se nos normalizó.

—No te preocupes, nació con serios problemas mentales —hablé, restándole importancia.

Todavía estaba embobado por ella, y tiraba de Lusho para que no le lastimase.

La chica escondió un par de rizos rubios detrás de su oreja.

—Seguro me olía porque conservo el aroma de la perrita de mi abuela —comenta, una sonrisa adornaba sus bellas facciones—. Verás, no soy de por aquí. Vine solo por unos meses.

—Ya me parecía a mí no haberte visto nunca —Sonrío también, como un grandísimo idiota—. Una chica como tú no podría olvidarse tan fácilmente.

Ella alza la mirada y no puedo evitar decirme a mí mismo, que estaba completamente enamorado.

Sip, señoras y calamares. 

Olviden a mi amor platónico de secundaria, esta chica era real. Estaba a mi alcance y definitivamente quería que formara parte de mi vida.

¡Y cómo no!

Tanto fue mi inconsciencia que no pude evitar murmurarle mis deseos más oscuros. 

—Cásate conmigo.

—¿Eh?

—¡Ta' súper chic tu abrigo! —Aunque rápidamente me llamé imbécil porque la chica no estaba usando ningún abrigo tal vez por la sencilla razón de que estábamos a 40°C de maldito calor—. Me llamo Luck —me apresuré antes antes de joderla aún más.

Uy, eso último no sonó muy bien del todo.

—¿Luck como Luke con k y e? —curiosea.

—Puede ser, pero nunca hablamos de eso delante de mi padre porque entonces se enoja mucho contando la historia de que la enfermera tuvo toda la culpa del malentendido y en fin —expliqué y ella se rió. Papá todavía no superaba que en el registro civil no estuviese escrito Luke—. Tú solo llámame Luck, que de todas maneras suena igual.

Tenía normales y lindos ojos.

Podría ser que Adriana fuese una Diosa, y tal vez esta chica nunca lograra rebasarle. Pero ahora era mi nuevo amor, mi...

—Miel, ese es mi nombre—añade. Y yo siento que me derrito por lo apropiado que era—. Y si quieres puedes llamarme Honey.

Ella... Ella...

¿Ella estaba coqueteando conmigo?

Sí estaba coqueteando conmigo.

¡Yes! ¡Yes! ¡Yes!

¡Toma Jone donde sea que estés diciéndome que ninguna chica sería capaz de tirarme los tejos!

Metafóricamente aclaro, no vaya a ser que se me vuelvan locas ahora todas mis fans y yo amanezca en el hospital con un hueco en la cabeza del tamaño de mi estupidez.

Me aclaro la garganta porque era obvio que aquella chica se había fijado en mí, y eso era bastante halagador.

Y no me cansaría de decir: ¡Toma esa Jone!

Lucky, kalmate pog favho.

La catiguria, señores. Siempre manteniendo los hombros rectos y un libro sobre la cabeza.

Sopórtenme que el coqueteo me subió el ego.

Aunque aquí entre nos, seguro fue mi sexy lunar en la mejilla lo que la cautivó.

—Jeje, este... —sacudí mis normales cabellos con elegancia para esconder el nerviosismo que obviamente no tenía.

No podía dejar que pensara que era un inexperto chico de pueblo. ¿Hago twerk para enamorarla?

Wayta me ha dicho que un hombre que sabe moverse baja más bragas que el nudes de Chris Hemsworth.

¿O eso era sarcasmo?

—Yo quisiera que...

Y nuevamente Lusho lo fastidia todo cuando comienza a ladrarnos y a jalar de mí hacia otra dirección. No pude evitar ser yo quien gruñera esa vez porque arruinó mi momento. Quería invitarle a salir.

Definitivamente tiraría a esa rata por una alcantarilla.

—Bueno, supongo que ya nos veremos por ahí, ¿o no? —menciona, retrocediendo para alejarse de mi vida. Lagrimita, no salgas todavía—. Después de todo, este pueblo no es muy grande. Espero que podamos vernos pronto, Luck —Y pronunció mi nombre con una lentitud que casi me hace convulsionar.

Si no es que ya convulcioné todo el arcoiris que mantenía en mi cuerpo desde que Disney me estafó con eso del verdadero amor.

Gracias Disney, gracias.

Y mi Miel se fue entonces.

Yo pataleé, hice el unga unga, la danza del trueno, un muñeco vudú, golpeé una palmera que me hizo llorar a lo Chavo del 8 y maldije a todos los ancestros de aquella rata del mal.

—¿Feliz? —Juraría que se reía el maldito, sus ojos bizcos me lo confirmaban—. Genial, mi primera conquista y está presente esta apestosa alimaña.

Y como si fuese su detonante, Lusho volvió a tirar de mí.

Avanzamos solo un par de manzanas más, oye como que me dio hambre. Y bueno, finalmente llegamos al lugar de los mil y un demonios.

Y es que en serio, ¿cuántos perros habían en el pueblo como para que un local completo tuviese divididas sus habitaciones según la raza de la mascota?

En mi caso, solo rezaba con tres crucifijos y un collar de ajos para que en el club de Lusho no hubiesen muchos de los suyos. No sabía para que me servirían esas cosas, pero era mejor prevenir que lamentar, ¿o no?

¿¡Cierto!?

Cierto. 

Llegamos a la puerta que traía inscrito en un cartel «¡Scapehén»

Mamá me había dicho que este era el nombre del club de chihuahuas. No sé ustedes, pero a mí como que me dio un poco de mala espina.

Y por supuesto, nada más abrir la puerta Lusho volvió a tirar de mí con una fuerza peor que la de Mario drogado e hizo que me estrellara contra el trasero de una señora que justamente se hallaba a unos pocos centímetros de nosotros.

Casi revolcamos a la pobre alma en desgracia.

¿¡Y yo qué!?

No besaba la madera del piso por puro placer precisamente.

—¡Ay que me matan! —exclamó esta de la impresión. Y cuando volteó y chequeó mi situación, solo arrugó el entrecejo—. ¿Qué clase de sapo feo eres?

—¡Oiga! —Me incorporé rápidamente, intentando defender el poco honor que nunca tuve. Sal ya lagrimita, ándele—. Usted es quien...

—¡Juan! —gritó otra señora y se abalanzó hacia mí para abrazarme. Su perfume de abuelita era de vainilla. Me recordaba al shampoo de Lusho—. ¿Qué haces aquí, escuincle?

—¿Andrea? —cuestioné estupefacto a la abuela de Hanna, mi compañera en clase de música—. No sabía que tenías también un chihuahua.

—Ah, eso no es nada —dijo, abriendo mucho los ojos— Deberías haberlas vistos la semana pasada. Tengo erupciones hasta en el...

—¡Okey, okey! —Había olvidado que la abuelita de Hanna estaba un poco sorda y captaba la minoría de las cosas. Bueno, en realidad casi nada—. ¿Quién es la encargada aquí?

—¿Para qué un sapo feo querría saber eso? —se burló la señora a la que le había empujado hacía un rato.

Cálmense, amados lectores.

¿De qué hablo?

El que se debería calmar era yo sino quería soltarle una barbaridad a la mala sujeta esta que estaba hiriendo mis buenos sentimientos con sus duras y feas palabras.

—Por ahí, querido. Esa es la entrenadora —Me señaló otra señora, parecía amable ella—. Pero que sepas que ella solo habla el español, no sabe croar.

Hasta que lo arruinó uniéndose al pesado chistecito de la otra amargada.

Yo resoplé, palmeé el hombro de Andrea y me retiré con Lusho hacia la joven muchacha que hablaba con otras mujeres mayores.

Me olía a que me había metido en un club de viejas chismosas.

Algo en el ambiente me anunciaba una catástrofe. 

¿Debería hacer un testamento donando mis zapatos rotos a la basura o me callo y sigo narrando?

—¡Lushito! —dice la entrenadora en cuanto llegamos a ella. Sin embargo, el perro le ladró. ¿Pero es que Lusho estaba quitándose la máscara hoy o qué?—. Siempre tan agradable —ironiza ella con una sonrisa nerviosa.

—Si eso crees pues puedes cuidarlo, no sé, por el resto de tu vida quizás. 

Ella me mira con pésame y luego a la rata. Me ordena entonces que desabroche la correa para que vaya a jugar con los otros chihuahuas y yo acepto que definitivamente se acercaba el Apocalipsis.

—Soy Cassie, por cierto —eleva su mano y se la estrecho. No parece tener más de veinte años—. Y tú debes de ser el hijo de Celine Fortuna, ¿cierto? Ella me avisó que vendrías en su lugar.

—El mismo —afirmo, y un escalofrío recorre mí cuerpo en cuestión de segundos.

Oh, no.

—¿Eres el hijo de Celine? —se acerca una anciana y asiento—. Ya veo el parecido, si —Mostró sus dientes en una sonrisa y aplaudió como foca—. Tu madre nos ha enseñado muchas fotos de ti cuando eras un bebé.

Jodida... Mierda... 

Trágame... Madre... Tierra...

Y... Escúpeme... En... Hawái...

Las demás señoras se aproximaron por la emoción de su compañera y yo solo pedía que a Cíclope se le perdieran las gafas y sus rayos me descuartizaran en millones de pedazos.

Como postre amargo, la señora a la que le toqué el trasero también se unió.

Ojalá mamá no les haya enseñado las fotos en donde está un yo de seis años a punto de caerse de la moto y ella se carcajea al punto de que se le ven las amígdalas. 

Digo yo que no le conviene.

—¡Cómo nos reímos aquí de las fotos en donde estás haciendo popó! Tu cara era peor que la de un payaso deformado —comentó la misma.

Yap.

It's done.

I am done.

Yuhu, mágicamente aprendí inglés.

—Ja, pero si es la misma cara que sigue teniendo —añadió la vieja amargada que ya me tenía fichado.

Cíclope, cambio de planes.

Contémplala a ella.

—¡Dora! —regañó Cassie, negando con la cabeza—. Ya chicas, estuvo bueno. Le van a sacar todos los colores al pobre. Además, empecemos con la clase que sino terminaremos tarde.

Yo no sabía si agradecer, huir, convertirme en yakuza, comprarme un yate, secuestrar a Gal Gadot, dejar que Lusho me humillara o simplemente...

Nah, morir era la mejor opción de todas.

Pero tenía que quedarme, así que hice caso a la entrenadora y fui a tomar asiento en el sillón junto a las demás señoras que se burlaron de mi estreñida época infantil.

Y todo hubiese sido perfecto, sino fuera porque el único puesto vacío estaba entre la inocente de Andrea, y la amargada de Dora.

Tragué saliva.

Esto se iba a descontrolar.

—¡Hola, hola!—habló Cassie una vez todos nos sentamos—. Hoy tenemos un nuevo invitado y como el club que somos pues vamos a ser amables con él y ayudarle en todo lo que necesite, ¿entendido?

Las ancianas voltearon para mirarme y asintieron al mismo tiempo.

Khé cripi. 

—Bueno, hoy vamos por pasos. Primero quiero que...

Se vio interrumpida cuando la puerta fue abierta dramáticamente y un chico con lentes de sol entró acompañado de un gigantesco perro.

¿Era idea mía o el Alleluya sonó de fondo?

—¡Hola!  —saludó este, quitándose los lentes con lentitud y dejando a la vista unos claros ojos avellanas—. Me llamo Trey Myers, y soy nuevo en todo est... ¡Quieto Bennett! —le dijo al San Bernardo que comenzó a perseguir a los chihuahuas por todo el cuarto.

Eso es...

Atrápalos a todos, amigo mío.

Te doy mi bendición.

Vamos, vamos. Casi le muerdes la cola a Lusho.

Cassie se apresuró a sostenerlo y el perro comenzó a lamer su rostro con demasiado entuciasmo. Ella rió, y el chico se disculpó en nombre de su mascota.

Pronto comenzaron a tener una conversación amena en donde estaba claro que Trey le tiraba los tejos de manera figurada obvio, y ella se sonrojaba. Creí escuchar algo como que la secuestraría después de sus clases para conocerse un poco más.

Que curioso, de seguro que un universo paralelo sería la inocente Cass quien estaría dispuesta a secuestrar a Trey.

Pensamientos randoms de Luck a esta hora de la tarde porque le daba la gana.

—Eso sí que es un joven atractivo con una gigantesca mascota.

—¡Dora! —exclamó horrorizada Andrea a mi lado—. Es solo un niño, por Dios —decía mientras su mano se movía alrededor de su pecho varias veces.

Como cuando alguien recitaba "En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espitutu Santo."

Vaya usted a saber lo que esa pobre mujer interpretó.

La vieja amargada continuó.

—Es cierto. En mis tiempos, los hombres jóvenes y fuertes tenían grandes perros, no chihuahuitas —Pero que señora tan desagradable y tan poco sutil—. Ese chico es muy guapo y tiene todo el temple de ser un rompecorazones. Y tú sapo feo ¿eres así?

Como siguiera riéndose de mí le iba a esconder el bastón... que desgraciadamente noto que no usa.

—Mire señora, lo importante es que estamos vivos y tenemos que agradecerle al Espíritu Santo como decía mi Andreita, que nos cuida y nos protege de todo mal.

Y ojalá también nos proteja de usted, me hubiese encantado añadir.

Nos mantuvimos callados y fijé mi atención en la entrenadora y el chico que todavía conversaban.

—... doblar a la derecha, como a dos puertas más. El club de los San Bernardos tiene un cartel que dice «Zolováveo» —explicó ella.

Rompecorazones sonrió.

—Muchas gracias, princesa —dijo, para luego propinarle un beso en la mejilla que la dejó en shock. Mijo, si quiere también la estampa contra el muro, nom'bre—. Y como quedamos, te recojo cuando esto termine.

Cassie asintió y él se marchó finalmente con su enorme San Bernardo.

Me fallaste, baboso. Me fallaste regacho. Ni siquiera le sacaste sangre a Lusho.

Las señoras comenzaron a virotear a la entrenadora que todavía parecía tener las piernas de gelatina. Y yo en cambio, jeje, siempre arruinándolo todo, tenía una duda demasiado importante y que no podía esperar.

—Emm, ¿Cassie? —levanté la mano y ella pareció reaccionar—. ¿Por qué los nombres tan raros, eh?

La chica parpadeó, pero después sonrió.

—Los nombres son debido a los pueblos de donde se creen que proviene cada raza. O eso es lo que los investigadores han informado.

—Ah, yo creía que...

—¿Que eran mensajes subliminales que intentan salvarte de alguna especie de peligro o algo así? —Se carcajeó y se abrazó a sí misma. 

Yo también comencé a carcajearme, sin saber precisamente de qué. Y así estuvimos un rato más, riéndonos nerviosamente a la vez que nos mirábamos.

—Ah, que absurdo... si... —suspiré, mordiéndome los labios.

Cassie y yo decidimos dejar el tema hasta ahí. Presentía que era lo mejor para la salud mental de todos los presentes.

Entonces, el tiempo pasó.

Y para serles sinceros, aprendí bastantes cosas sobre estas ratas llamadas perros.

En un momento, Cassie me pidió levantarme e ir en su dirección.

Quería que llamara a Lusho, que le diera algunas órdenes.

Y adivinen...

Merecía una medalla de oro por la olímpica ignorada que aquella cucaracha con cola me había dado.

Él siguió jugando y oliendo traseros, lo que mejor se le daba.

Cassie me miró con pesar, diciéndome que tendríamos que trabajar mucho en mi actitud y que debía dejar en claro quién mandaba.

Si, claro...

Casi apenas mandaba sobre el control remoto cuando era hora de los K-dramas de mi madre como para que ella me dijera eso.

Total, esta sería mi única vez aquí.

Con un encogimiento de hombros y  sintiéndome para nada como un fracasado, regresé a mi asiento y noté que Dora se hallaba comiendo una guayaba muy lentamente. 

Juraría que casi se le sale la dentadura en un instante.

Khé cripi.

—Increíble que el dueño de un chihuahuito no sea capaz de controlarlo —comentó, dándole otro mordisco a su merienda.

Paciencia Luck Dicha Fortuna.

Paciencia.

—No es mi perro, es de... 

—Se ve que hasta ya lidera a todos los chihuahuas de este club.

Fruncí el ceño y volteé hacia la ubicación de las pestes.

Lusho estaba olfateando a Linda, casualmente la perrita de la vieja amargada.

No pude evitar sorprenderme cuando se posicionó frente a todos los chihuahuas y comenzó a ladrar por lo bajo. Cassie ni se enteraba porque nos estaba dando algunas informaciones.

Era el Apocalipsis, nenes. Eliminen su historial de Google cuánto antes.

Podría jurar que hasta escuchaba lo que estaba diciendo.

«—¿Están listos pequeñas salchichas con patas? —cuestiona Lusho con la voz de quien dobla a Iron Man en español—. ¡Tenemos a los tontos humanos donde queremos! ¡Ninguno sospecha de nosotros! —Y es cuando voltea levemente para mirarme—. Excepto el estúpido niño que huele a flor barata y a hormonas alteradas —¿Cómo Lusho sabe lo que son las hormonas?—. ¡Tenemos que deshacernos de él antes de que avise a la Sociedad Gatuna de nuestros planes para la dominación mundial!»

Aguanta...

¿Qué caracolas tenía la avena del almuerzo que me estoy imaginando todo eso? Además, ¿no eran los gatos siempre los malos en este tipo de guerras?

Debía dejar de ver tanta televisión.

Nah, eso no se lo creía ni el Hada Azul.

Pero aquí entre nos, Lusho en otra vida fue definitivamente un jodido gánster.

—El perro de mi madre no nació para ser un simple seguidor, sino para ser un fucking líder —dije, hinchándome el pecho de puro orgullo sin conocer la razón.

Dora no habló por unos segundos, y luego volteó para mirame. Le propinó otro mordisco a su guayaba.

—Entonces el perro en todos los sentidos es mejor que tú.

Y se me desinfla el pecho y el orgullo vuela al país que mi retrasada mente creó para todos los objetos voladores.

Esta señora era peor que la bruja de Rapunzel, y que conste que fue Wayta la que me obligó a verla completa.

Me compró con tamales.

¡Y prosigamos con el cuento del puberto desdichado, amigos míos!

Empecé a tener sed.

Así que comencé a buscar en mi mochila mi fuente preciada de H2O. No me fue muy difícil encontrar la botella, pero en el camino advertí, aplastado por mis libros, el bolso de mi madre.

Solo por curiosidad, lo saqué para comprobar que traía ahí dentro.

¡Y adivinen qué fue lo primero que mis dedos encontraron!

Ajam, ajam.

Un cinturón, beibes.

Las cabezas de todas las señoras voltearon con el sonido del metal en el extremo.

Todas... Y... Cada... Una... De... Ellas.

Khé cripi.

—Jeje... mi mamá es muy precavida. Subo y bajo tanto de peso que algunos pantalones  me quedan como carpas—expliqué inquieto por sus atentas miradas.

Todas dejaron de prestarme atención enseguida.

Aunque admito que tuve que ignorar el creativo comentario de Dora porque mi cabeza solo estaba pensando en el hecho de que mi madre había llevado aquel objeto.

También es que... era cierto que cuando le dieron la noticia de mi caos en el club de música no era precisamente algo para celebrar.

Que... bella y amorosa mujer, Dios.

Metí al señorito nuevamente y seguí curioseando el fondo.

¿Soy yo o todos mis comentarios de hoy parecen tener doble sentido?

No había muchas cosas en realidad, la mayoría de Lusho por supuesto. Lo último que mis dedos consiguieron atrapar había sido nada más y nada menos que una mazorca de maíz de plástico. Rechlinable, para ser más exactos.

Oh, mira que sorpresa.

El juguete preferido de esa rata apestosa.

Volteé los ojos aún con el maíz en la mano, y lo apreté varias veces sin darme cuenta.

Lo metí de vuelta en la bolsa, con sus sonidos agudos haciéndome la banda sonora  del pensamiento de que Erwin Smith no merecía morir.

Grave error.

Debería haber estado más atento a mi vida porque enseguida sentí como una estampida de ruidos extraños comenzaron a resonar por todo el suelo del club «¡Scapehén»

—¡Correeeeee, Juaaaaan! —me gritó Andrea al oído. 

Pero fue demasiado tarde cuando elevé la mirada y noté como el club entero de chihuahuas venía corriendo directamente hacia mí.

Y Lusho por supuesto, liderando la marcha y mostrando los dientes como quien ha encontrado un grande y delicioso cupcake.

Para ser más específicos, yo.

Atte: X_X

La verdad, no tengo mucho que decir. Solo agradecerles por leer y reír junto a mí en este nuevo capítulo.

¿Y tú, personita llamada Celine_ChR? ¿Ya notaste que el capítulo fue dedicado a ti porque mencioné al maravilloso personaje de tu obra?

Esa es la realidad, amigos.

Por las 10 palabras que me dieron en el anterior capítulo descuiden, aparecerán muy pronto. Por ahora, las referencias a sus obras, comentarios o perfiles son lo más importante en los próximos capítulos (Creo que en solo dos más y ya me parece)

¡Gracias por llegar hasta aquí!

Sayonara beibes.
Que se despide anormalmente,
Su Cassidy.

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